viernes, 2 de diciembre de 2011

El Cantar y el planeta rojo

 Ricardo Ormeño Valdizan


                  Llega el viernes y es la algarabía del planeta entero, los alumnos del colegio lo han esperado desde el lunes, el personal de las empresas, bancos, empleados en general disfrutan de esos momentos de viernes por la tarde con una sensación especial, casi como si salieran de vacaciones, el tráfico vehicular es insoportable, los restaurantes, bares, discotecas y todos los negocios imaginables se  abarrotan conforme se inicia la noche, gente ansiosa que busca un momento de diversión y olvidar todo lo que les incomoda o preocupa que generalmente va en un orden así: sueldos bajos o insuficientes, facturas por pagar…deudas, colegios, clubes, cumpleaños…deudas, casamientos, divorcios, infidelidad…deudas y así sucesivamente; es el día esperado por los desesperados, el día bendito, el día que nos salva de morir calcinados por el infernal fuego del stress y la angustia, sin embargo para Jorge Frías representa la frustración, el desconsuelo y hasta la incomprensión por necesitar el descanso obligado, no lo desea pero no tiene otra opción siente que ya cumplió con todos los dioses de este planeta al probar bebidas energizantes de todas las marcas, tabletas de distintas fórmulas resultando en vano todo intento por mantenerse despierto, tal vez  ¿Dosis insuficientes? ¿Debería intentar con otra fórmula?, en realidad ya no le interesa nada, por esa razón  no acude a ningún sitio, prefiere descansar y levantarse temprano para irse al club y hacer un poco de deporte, luego un almuerzo simpático con algunos amigos y regresar apenas caída la noche para disfrutar de  la calma de su hogar, conectarse a la televisión con su hijo, simplemente verlo dormir, o de repente terminar sentado en el piso de la cocina como muchas veces, pero eso es un proyecto de sábado y ahora se encuentra en un común viernes. Jorge… Jorge… calma y eso que no tienes trabajos sabatinos desde hace mucho tiempo…te entiendo, sé que no quieres colapsar.


                        Son las ocho de la noche y el doctor Frías se encuentra sentado en el cómodo sillón de su escritorio, siente que el sueño y el cansancio le ganan la batalla, de pronto un vahído lo hace tambalearse como si se fuera a desmayar el temor lo embarga, simplemente no da más -esto no está bien- piensa con preocupación el doctor, dejando pasar unos segundos antes de levantarse e iniciar su prácticamente huída hacia la paz del hogar. Ni bien llega abraza cariñosamente a su hijo, ambos, en un brusco gesto de amor salvaje caen sobre el sofá de tres cuerpos de la sala, enroscados como dos implacables luchadores rodando hacia el suelo en medio de risas y carcajadas.
-¡Estoy muerto hijo, muerto muerto de cansancio, discúlpame! –acotó el doctor estirado totalmente en el suelo de la sala.
-¡No te preocupes papá, voy a ver algo de televisión y a dormir! –respondió su hijo expresando una especial satisfacción en su rostro por haber abrazado a su padre aunque sea por unos segundos.
-¡Me pondré la pijama y veamos si mañana hacemos algo juntos! – sugirió el doctor Frías.
-¿Vas a comer algo? –interrumpió su esposa en un tono no alto pero sí desafiante.
-¡No gracias, no te molestes! –respondió Jorge Frías tratando de conservar la alegría que sentía cuando se hallaba al lado de su querido vástago.
-¡Okay! –respondió fríamente la cónyuge dirigiéndose hacia la sala como si algo le molestara. Jorge llega a la habitación principal y se coloca su pijama favorito aquel con la figura enorme de Mickey Mouse que lo hacía recordar una de sus visitas a Miami.


                             La almohada es acomodada rápidamente y con torpeza  por Jorge, levanta el cubrecama y acto seguido se deja caer sobre la cama, siente ese agotamiento en todos los músculos de su cuerpo, le cuesta mucho esfuerzo hasta levantar los párpados, la idea de hacer algo con su hijo temprano en la mañana, se esfuma velozmente -él entenderá- piensa el doctor Frías resignado. Intenta encender el televisor pero es en vano, no tiene fuerzas para elevar el brazo con el control remoto y así desiste de la idea quedando totalmente inerte en su cama, de costado, hacia la derecha tratando de jugar con su vista intentando ver en la oscuridad aquel sutil brillo de cualquier manubrio del closet que se presenta a su lado como todas las noches. Jorge se encontraba tan exhausto, que aquel agotamiento le traía remembranzas de aquella enigmática luz, blanca y brillante que aparentemente lo había abandonado desde hacía mucho; no logrando clasificar aquellos fenómenos como fantasías, alucinaciones, visiones o simples deseos ocultos. Sus inesperadas e inconstantes apariciones le creaban una atmósfera de incertidumbre y duda acerca de esas experiencias. Jorge cierra sus ojos y empieza a sentir que su cuerpo se relaja involuntariamente, dejándose llevar por tan grata sensación; experimenta el sonido de un fino zumbido de intermitente intensidad, como si arribara sin permiso  y se fuera de igual manera pero muy lentamente. Conforme pasan los segundos el doctor vislumbra una pequeña luz, intensa y lejana que acompañada rítmicamente de aquella peculiar resonancia aumenta su enigmático  resplandor colmando paulatinamente el oscuro paisaje en la mente de Jorge.
-¡Ya decía, cuando sería la próxima vez… pareciera que cada cierto tiempo en que olvido estos sueños y dudo sobre su realidad …zas….aparecieran de nuevo como si quisieran  recordarme que no son simples alucinaciones, bueno…aquí vamos! –expresaba el doctor con sumisión y poco entusiasmo. Jorge Frías siente que se dirige raudamente hacia la intensa luz, pero sabe también que en cualquier momento puede detener el despegue y abortar su misteriosa misión, otras veces lo hizo por simple temor y hoy aún siente temor…mucho temor.
-¡Nunca he podido comprender todo esto!, se supone que debería entrar en un túnel rodeado de muchas estrellas y volar velozmente por todo su interior, pero no desplazarme desde una luz hacia una gran cantidad de puertas pasando sin dificultad a través de ellas…no entiendo nada! – expresaba Jorge así mismo tratando de controlar su miedo a lo desconocido.


                                Efectivamente el doctor Frías siempre reclamaba ya sea a todos los dioses del olimpo como a cualquier sujeto, animal u objeto que estuviera a su alrededor, una explicación que nunca llegaba; su pregunta era muy fácil, se supone que las personas que experimentan algo semejante siempre entran por el famoso túnel y se desplazan dentro de ese pasaje  lleno de luces a grandes velocidades dando la impresión de encontrarse en una nave espacial de gran propulsión; Jorge no, él en algunas ocasiones iba de navegar velozmente dentro de la luz por unos segundos, a llevarse de encuentro una fila interminable de diversos modelos  de puertas batientes , todo era muy rápido tanto que no podía calcular el tiempo ni tampoco recordar con lujo de detalles el veloz trayecto. Efectivamente en esta ocasión pasa en segundos de la luz a las puertas tan rápido que era imposible contarlas y repentinamente aparece de pie sobre un suelo de tierra afirmada sin nada de cemento, Jorge toca sus piernas –bueno ni hablar siento mi cuerpo y estoy consciente, debo tratar de recordar todo lo que pueda, siempre me olvido de muchas cosas…esto se parece bastante a una parte de mi club pero ese jardín al frente es distinto –se decía así mismo el doctor Frías observando un extraña área de forma rectangular donde no habían flores sino una especie de yerba bastante pareja de aproximadamente un metro de alto. Jorge se deleita con  la frescura de la noche, siente una brisa muy especial que roza su rostro sin embargo trata en vano de memorizar alguna imagen, paisaje, dibujo, letrero o signo que pueda recordar al despertar para así poder narrar su experiencia a algún amigo de confianza pero no, no observa nada relevante y teme que el tiempo se le pueda terminar en cualquier momento. Jorge gira su mirada de derecha a izquierda barriendo detenidamente aquel  jardín buscando lo que ni él  sabe con certeza, hasta que divisa al otro extremo de la maleza, dos siluetas que lo miran fugazmente y siguen caminando con extrema tranquilidad, Jorge reconoce una pareja de mediana estatura que pasea con lentitud, paciencia y sobriedad como monjes de algún templo pero vestidos ordinariamente, pantalones oscuros, camisas claras, nada especial realmente pareciera que se contaran alguna historia interesante; el doctor trata de acercarse directamente hacia ellos, no agita las manos ni dice nada para llamarles la atención , simplemente atraviesa la singular vegetación que tiene frente a él y una vez al otro extremo, visualiza a uno de ellos.
-Buenas noches, disculpe –saluda con suma timidez el cirujano logrando que una de aquellas enigmáticas personas dirija su mirada hacia él acercándose muy suavemente - ¡Maldición ojala recuerde algún detalle, camisa de manga corta o larga, demonios no distingo bien, cabello corto lacio, no es de piel blanca, es bajo de estatura, algo delgado, bigotes no los tiene, debo recordar todo lo que pueda, estoy harto que siempre me olvide de muchos detalles  -se exige al máximo el doctor por tratar de captar algo en su cámara mental llevándolo a una profunda inquietud, desasosiego, angustia ya que el tiempo siempre se le termina antes de lo deseado. Jorge sigue absorto en todo lo concerniente a dicho sujeto sin percatarse que la pareja que acompañaba a la extraña persona se aparece súbitamente al lado izquierdo de Jorge pero manteniendo una distancia de aproximadamente un metro y medio.
-¿Qué es el Mio Cid? –pregunta la misteriosa fémina dirigiendo sutilmente la mirada a Jorge.
-Cabello negro y lacio, no muy largo; no es blanca, no es negra, no es alta más bien baja diría yo –trata el doctor de examinar rápidamente a la extraña mujer sin responder a la pregunta. De pronto el bronceado sujeto de cabello negro y corto distrae al doctor Frías haciendo que dirija  su mirada ciento ochenta grados a la derecha.
-Allí –interviene el sujeto señalando con el dedo un grupo de estrellas en el firmamento.
-¿Allí? –pregunta Jorge utilizando su dedo índice para señalar la misma estrella.
-Marte- responde con mucha suavidad en su voz el extraño personaje.
-¿Qué es el Mio Cid? –pregunta la joven dama haciendo girar nuevamente al cirujano, esta vez hacia ella.
-Bueno, es una obra que trata de un héroe –responde tímidamente Jorge.
-¿Qué es el Mio Cid? –insiste nuevamente con un tono de ligera molestia.
-Es una obra que trata de un personaje que es deshonrado y luego la recupera –responde Jorge calmadamente.
-Mira allí –interrumpe el extraño sujeto logrando que Jorge gire nuevamente ciento ochenta grados y siga el bronceado dedo índice con la mirada alzando también el suyo dirigiéndolo hacia el mismo punto.
-¿Allí? –responde tímidamente el doctor.
-No, allí –aclara el misterioso y calmado sujeto dirigiendo nuevamente su dedo índice hacia una estrella específicamente pero esta vez veinte a treinta centímetros más abajo que la señalización anterior.
-¿Allí? – vuelve a preguntar el doctor Frías.
-Marte –responde el sujeto.
-Allí, Marte –acota Jorge.
-¡No! … allí…Marte –rectifica el enigmático hombre señalando la misma estrella pero esta vez en una posición diez centímetros más baja.
-No deberían enseñar eso – indica la mujer mirando a su pareja.
-¡Pero el Mio Cid, el valor, el honor! –expresa con sorpresa el doctor.
-No deberían enseñar eso –insiste la misteriosa dama. Jorge siente nuevamente una brisa ligeramente fría y el paisaje donde se encuentra empieza a borrarse rápidamente mientras el intermitente zumbido aparece nuevamente pero tan sólo por unos segundos alejándose de igual manera como apareció. El doctor despierta abre los ojos, no puede moverse, aún el agotamiento lo impide, simplemente se queda pensando acerca de su extraño sueño.-El Mio Cid, interesante pero no lo entiendo y lo de la estrella que se supone era Marte tampoco, tal vez al observar su cambio de posición me estaría dando una idea acerca del tiempo, no comprendo bien. El doctor no puede mantener la vigilia y queda dormido profundamente.


                              A la mañana siguiente el cirujano se levanta y se dirige lentamente hacia la cocina, como pidiéndole por favor a sus piernas que se muevan, donde encuentra a su esposa, se prepara un café y trata de romper el hielo –Que sueñito tuve, el Mio Cid y Marte –expresa Jorge pasando a narrar el sueño con detalles.
-Jean tiene que presentar un resumen el lunes sobre el Mio Cid –informa fríamente la esposa del doctor. Jorge va a la habitación de su hijo quien se encuentra concentrado en la televisión.
-Jean ¿Tienes que presentar un trabajo sobre el Mio Cid? –pregunta el médico a su hijo.
-¡Ah sí papá, tengo que exponer el resumen el lunes pero lo haré más tarde –afirma el púber con total seguridad.
-Bueno entonces ¿Qué te parece si te ayudo? –propone el doctor obligando sutilmente a su hijo a  desarrollar inmediatamente dicho resumen una vez aceptada su propuesta.


                                    Aquella mañana de sábado el doctor con mucha ansiedad se entregó a realizar el corto estudio de dicha obra con su hijo, parecía que al único que le interesaba realmente era a él, ni su esposa ni su hijo habían dado importancia al relato del extraño sueño. Jorge termina el resumen junto con su hijo y queda pensativo como tratando de llegar al diagnóstico de una difícil enfermedad.- cantar del Mio Cid, honra, deshonra, posesiones, matrimonios con linajes de mayor prestigio, divorcios, hijas vejadas, fustigadas, malheridas, abandonadas en un  paraje castellano, ascensos sociales, lucha por la honra; bien, trato de entender ahora por qué me decían que no deberían enseñar esto, pero Marte que tendría que ver -analiza el doctor con sumo interés mientras se dirige rápidamente a su computadora para navegar y buscar alguna información sobre aquel planeta quedando perplejo al leer que el planeta rojo se encontraría desde ése día y hasta el jueves a tan sólo cincuenta y seis millones de kilómetros de distancia de la tierra, máxima vecindad que no se alcanzaba desde hace sesenta mil años. Jorge comenta esto con su esposa quien le oye sin apasionamiento alguno, es entonces que decide abandonar el tema completamente –Cada que trato de ignorar estos sueños siempre me sucede esto, como si quisieran que realmente no desatienda que esas extrañas experiencias son una realidad, lo importante es que me han dado datos y esto es interesante, no recibía información desde aquella primera vez que me encantaría recordarla, tal vez en otro momento –piensa el doctor mientras es interrumpido por una llamada telefónica a su celular –Los pacientes siempre me hacen retornar a la realidad que conocemos…al menos en esta dimensión –saliendo rápidamente hacia su clínica para atender la urgencia .

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