jueves, 30 de enero de 2014

El entierro del abuelo

Sonia Manrique Collado


Cuando regresé de la escuela, me encontré con la noticia de que el abuelo había muerto. “Ha muerto papá”, dijo mi mamá con ojos llorosos. Yo no supe qué decir. Algunos de sus hijos estaban ahí, llorando. Pocos minutos después llegaron más, los que viven en Lima. Bajaron del taxi rauda, presurosamente. “Papá, papá”, gritaban. No recuerdo qué más sucedió ese día pero una imagen estaba ahí: alguien me tenía en sus brazos mientras mi madre lloraba. Ahí estaba el abuelo, un ser que daba miedo. Siempre estaba enojado ese caballero, no lo quiero recordar. Gritaba, maldecía y tiraba cosas. Yo recuerdo mucho esas veces cuando él quería pegar a mi mamá. La verdad es que espero no verlo nunca cuando pase las fronteras de la muerte. El abuelo Pepe murió cuando yo tenía ocho años, todos lloraron esa vez, no entiendo por qué lo hacían. ¿Acaso fue bueno cuando joven? No lo creo, todos sus hijos decían que pegaba a la abuelita y que malgastó la fortuna familiar, dejando a sus hijos en la pobreza.

Cuando murió el abuelo, mi mamá contó que había escuchado su voz y que la había despertado de su sueño. ¿Por qué escucharía su voz si él nunca la quiso? Ese abuelo tenía sus preferencias, sólo quería a algunos de sus hijos y a muy pocos de sus nietos. Para él, Carla era la única nieta que valía la pena, la adoraba. Todos sus halagos y cariños estaban reservados para ella. A los otros nietos nunca nos prestó atención, sólo gritos, quejas y malas miradas. La peor parte la llevé yo porque mi mamá era la encargada de cuidarlo. Vuelve esa imagen: un hombre viejo y furioso amenaza a su hija que es defendida por otros. ¿Acaso debía entristecerme por su muerte?

El abuelo llegó una noche y arruinó el cumpleaños de mi mamá, en ese tiempo ella era buena. Habían ido todos los vecinos al cumpleaños pero nadie contaba con que el abuelo llegaría borracho. El licor acrecentaba su cólera y se convertía en un energúmeno. No le importó que los invitados estuvieran mirando. Llegó y golpeó a mi madre, la golpeó delante de todos. No olvido esa noche de cumpleaños ni al abuelo que murió tiempo después en medio de las lágrimas de los hijos y familiares. Todos lloraban  desconsoladamente, yo sólo tenía ocho años y no lloré porque sabía muy bien que el abuelo era malo. Nunca entenderé por qué lloraban los otros. Vamos, me dijo mi tía Carola. Vamos hijita, vamos al cementerio. Yo no quiero ir al cementerio a ver el entierro del abuelo. Pero fui con todos, lloraban en voz alta y mucho más cuando introdujeron el ataúd en el nicho. “No te vayas papá”, gritó mi tía Chela. Los tíos estaban consternados, era una tragedia para ellos su muerte. El llanto de mi mamá era suave, sin gritar. “Papá, papacito”, decía. Pero en ese momento yo sólo recordaba esa vez, años atrás, cuando el abuelo empujaba la puerta y gritaba cosas a mi mamá, otros familiares la protegían. Uno de ellos sostiene la puerta para que él no pueda entrar a la única habitación que tenemos. Alguien me carga en sus brazos, ¿aún no puedo caminar? Yo miro a mi mamá que se le sale el corazón. Ella es buena todavía. “¡Abre la puerta!”, grita el abuelo. Mientras tanto, el primo Carlos abraza a mi mamá diciendo “ya tía, cálmate”.  

Al entierro han asistido todos los familiares, muchísima gente que se lamenta. ¿Tenía tantos amigos el abuelo? Sus hijos hombres se pelean por cargar el cajón. Veo a mi mamá echada en el suelo, el abuelo la ha mandado ahí de un empujón, los invitados están sentados y no hacen nada. No sé cuántos años tengo en ese momento, sólo miro. Otra imagen aparece: lo veo saliendo del cuarto, persiguiendo a mi mamá. “¡Eres igual que la puta de tu madre!”, grita y sus ojos despiden odio. Ella sale al patio como única defensa, trata de huir y sólo dice “por favor, no hable usted mal de los muertos”. La veo tapándose los oídos y cerrando los ojos.
El ataúd ya está dentro del nicho y el abuelo vivirá ahí eternamente. Sus hijos e hijas siguen llorando pero un poco menos. Los nietos estamos en silencio mirando a tanta gente, mi prima Mónica sonríe de repente y su mamá le da una bofetada. Sólo Carla llora diciendo “abuelito Pepe, no te vayas”.  

─Siento mucho que haya muerto su papá, señora Carmencita –dijo la señora Daisy y la abrazó. El entierro había terminado y todos se dirigían a la salida del cementerio.

─Gracias, señora Daisy –contestó mi mamá-. Vamos a extrañar mucho a mi papá, era muy bueno.

─Tu papá no era bueno –dije yo mientras tomaba el desayuno-. Siempre estaba renegando.

─No te atrevas a hablar de mi padre –respondió mi mamá que lavaba unos platos-. La próxima vez te mando una cachetada.

─Sí, señora Carmencita. Debe tener resignación –dijo la señora Daisy-. Don Pepe era muy buena persona.

─Yo me acuerdo de todo –insistí con energía-. Él te pegaba cuando tú eras adulta, yo lo vi.

─Ojalá que Dios perdone a su padre todo lo que le hizo a su madre –dijo la señora Evangelina-. Pobre señora Hortensia, fue una mártir.

─No hable usted de mi padre, no se lo permito –casi gritó mi tía Chela-. Acaba de morir, no se atreva a hablar mal de él.

En este momento me cae bien la señora Evangelina, parece buena persona. Además, noto que sabe la verdad sobre el abuelo. Pero las escenas me resultan extrañas, ¿acaso no conocían todos su maldad?, ¿por qué dicen que es bueno?, ¿sólo porque murió? Un pensamiento me asusta: quizás son iguales a él y por eso lo aprecian.

─Siempre recuerdo a mi padre, nunca le dije que lo quería –recordó mi mamá que había terminado de lavar los platos.

─¿Por qué lloraban tanto cuando murió tu papá? –pregunté yo. Ya terminé de tomar mi desayuno, té sin azúcar porque estoy engordando.

Cuando murió el abuelo yo pensé que se había acabado el horror. Pero no fue así, algunos de sus hijos heredaron su carácter colérico.  Creo que mi mamá sólo fue buena durante mis primeros años de vida, no sé en qué momento cambió y se hizo igual al abuelo, sólo que mujer. Aún recuerdo sus golpes, sus humillaciones.  No me pegues, mamacita. Perdóname, perdóname. Auxilio.

─Usted se parece mucho a su papá, señora Carmencita –le dicen las personas.

─Sí, es un orgullo parecerme a mi padre –responde mi mamá.

─Eres mala, igual que él –le dije yo una vez.

Nunca debí decir eso, esa noche lloré mucho por el dolor del látigo. ¿Cuántos latigazos fueron? ¿Más de diez? Ahora ya soy grande, no me pegará más. Soy más alta que ella y puedo correr, escapar.

─Llorábamos porque lo queríamos, porque era nuestro padre –dijo mi mamá con furia- tú qué vas a entender eso si eres un demonio.

Me callé. He crecido y me he librado de sus golpes, pero no de sus insultos. Cuando termine mi carrera, me iré muy lejos de aquí.


─Ya me voy mamá, se me hace tarde para la universidad.

miércoles, 22 de enero de 2014

Vivir en las nubes

Marcela Royo Lira


(Inspirado en el cuento “Desde mi nube” de Luz Angelina Pino, previa su autorización)


Esta mañana, todavía en lo oscuro, me vino a buscar mi amiga Angelina. Me dijo que por fin salió favorecida con un subsidio en el Serviu (1) y, desde hace algunos meses, es dueña de una casa en un condominio exclusivo para gente dedicada al arte, escritores, músicos, pintores, dramaturgos. La noté contenta mientras me decía que teníamos que estar a las siete en el paradero, porque a esa hora pasarían a buscarnos. Ni siquiera dejó servirme la taza de café y las dos tostadas con mantequilla que acostumbro al desayuno, de lo nerviosa que ella se encontraba, no cesó de moverse, inquieta.

Esperábamos locomoción, cuando me advirtió:

─Allí viene, agárrate firme de mí y no te sueltes. No vayas a caer.

Yo alargué el cuello y quise ver el microbús, pero la calle estaba desierta. De pronto, sentí que un ventarrón me elevaba y asustada me abracé a Angelina, quien sonreía dichosa, sin importarle nuestros cabellos despeinados y el frío de la mañana.  Poco después, se subió un matrimonio con dos niños, mi amiga me confidenció al oído: vecinos míos, los hijos son bien traviesos, los he retado en varias ocasiones, me quebraron los vidrios de las ventanas recogiendo granizos y compitiendo la puntería en la casita para las cartas que tengo a la entrada. A mí no me salía la voz, estuve todo el trayecto muda hasta que ella gritó.

 ─Es aquí. ¡Salta!   ─y la seguí.

¡Estábamos en una nube! ¡Su casa!  Contentísima, me la mostró. Un living con cocina americana, todo muy moderno, con microondas y una parrilla eléctrica, hasta, ¡un sauna! incorporado al  baño. El dormitorio… ¡ah, el dormitorio! una copia del de la reina Isabel que una vez publicaron en una revista de chismes. La sala estudio consta del computador, una biblioteca y la vieja máquina de escribir underwood, que yo alguna vez utilicé para mis textos.

De vez en cuando alguien se asomaba de una nube vecina entablando una breve conversación con mi amiga. Los noté a todos contentos con su nuevo modo de vida, como si fuese lo más natural vivir en un condominio en las nubes. Desde una más grande llegó el bullicio  de unos niños y el sonido de la campana. Supe que era la escuela y que los vecinos estaban exigiendo universidad para los mayores, hasta cacerolazos hubo la semana pasada, según me contaron.  Por ahora, los jóvenes deben salir temprano y subirse a cualquier ventisca que los acerque al lugar de estudio. El problema es cuando no sopla viento o llueve torrencialmente. Por el abastecimiento no se preocupan, todos los lunes pasa una nube-supermercado. En las vacaciones se inscriben con las brisas, que abundan en esa época, para que los lleven a diferentes lugares.  Angelina me contó que el verano pasado  estuvo en Costa de Marfil y que este invierno piensa ir a conocer Europa.

Por eso, alargué mi estadía y ya llevó dos meses viviendo en su casa-nube.

Desde otra pequeñita un suplementero vocea el periódico. Angelina dijo que si estaba interesada me inscribiera y me lo vendrían a dejar. Ella prefiere enterarse de las noticias por la televisión. Supe que en las tardes transmitían una telenovela peruana muy buena y que anuncian  para el próximo mes una brasilera que hizo furor en Argentina.

─Los fines de semana suben compañías de teatro, ópera y zarzuelas ─me contó mi amiga─. Soy abonada y asisto a todas las funciones. El domingo que viene te invito al ballet Bolshoi.

Quedé impresionadísima. Le dije.

─Tendrás que prestarme una tenida elegante, sólo traje ropa de uso diario.

Me dio envidia las regalías que tienen  y decidí no bajar. Me uní a un grupo de “los sin casa”, que de vez en cuando se asoman a protestar. Me dijeron que una de estas noches haremos “una toma de terreno” en una nubecillas recién llegadas. He aprendido a saltar de una nube a otra y tengo varias amigas que me invitan a tomar el té. La otra tarde fui al cine al aire libre con una de ellas y pasamos a un pub a terminar el día. Allí nos encontramos con unos amigos escritores y bebimos vino tinto chileno hasta la madrugada. Cuando volví, Angelina estaba furiosa, me regaló un teléfono celular para que la próxima vez le avise. En el noticiero habían avisado que se acercaba una tormenta, explicó, y casi lloró imaginándome perdida.

La “toma de terreno” no resultó, vino la policía y se los llevaron presos a todos, seguramente hay un soplón en el grupo. Yo me salvé porque el teniente que los dirigía fue novio de mi hija cuando ambos eran estudiantes en el liceo. Sin embargo, me advirtió tuviese cuidado al elegir a mis amigos, en las nubes no aceptan terroristas ni manifestaciones de ninguna especie.
           
Hace días espero que el cartero me traiga la notificación. Envié una carta al Serviu para que me consideren una casa en este condominio, después de todo también escribo,  no podría volver a acostumbrarme a las constantes protestas y desórdenes de abajo, aquí en lo alto se respira tranquilidad, gozamos de aire puro y en los inviernos no tenemos inundaciones porque el agua cae, estas nubes son especiales y no se disuelven.


(1)Servicio de Vivienda y Urbanismo                 

lunes, 20 de enero de 2014

El primer anochecer

Mizards Seta


España 1390, D.C

Demetrius recorría las habitaciones con pasos largos e impacientes. Dejar salir sola a Jimena en su primera cacería ya no le parecía una decisión sensata. Comenzaba a sentir inquietud, y ¿si la hubiera atrapado algún cazador? Había escuchado rumores sobre el regreso de aquellos perseguidores de siempre, los sabios de Atenas, pero solo eran eso, rumores. Nuevamente sucedía todo mal, él quería recuperar el amor de Adara o Jimena o como fuera que se llamara ahora.
-     Ya está por amanecer y no vuelve, la voy a buscar –dijo Demetrius más para sí que para sus amantes.
-     No vas a ir –respondió Achlys enfrentándolo espada en mano.
-     ¿De dónde sacaste eso? ¿Crees que la puedes ayudar a escapar?
-     No lo creo, ya lo hice y no te dejaré que la busques, es lo menos que le debo por el sufrimiento al que ha sido sometida junto a Evan a través de estos siglos.
-     No importa lo que hagas, yo siempre la amaré y tarde o temprano será mía –gritó iracundo lanzándose sobre la mujer.
-     Eso no es amor, es obsesión, si fuera amor  te preocuparía que fuera feliz sin importar con quien –gritó ella atravesándole el abdomen con la espada cuando el cielo comenzaba a clarear- este mensaje te lo envían los sabios de Atenas, vienen por todos nosotros.
-     Tú no eres más que una pobre mujer mal amada –dijo con desprecio el hombre, apretando el cuello de la mujer.
-     Haz conmigo lo que quieras, pero déjalos en paz –respondió Achlys al saberse perdida, justo antes que quien había sido el gran amor de su vida, arrancara su corazón palpitante del pecho.
En cuanto llegó la noche Demetrius salió en busca de Jimena, sin embargo, no sabía dónde dirigirse, no tenía acceso a los pensamientos de Jimena. Aquella traidora de Achlys lo había hecho caer en su truco, le había arrancado la vida demasiado rápido sin saber si la desdichada en persona había hecho contacto con los sabios o en cuanto tiempo estarían por ahí, pero qué importaba siempre los había evadido con suerte, además la noche era corta para pensar en algo que posiblemente era otro albur de Achlys, no tendría el valor de ir por esos cazadores y si lo hubiera hecho no habría regresado "viva". Pronto amanecería así que se guió por su instinto, buscándola, pero no la encontró, su presencia se había borrado de la faz de la tierra. Ahora tendría que esperar la próxima reencarnación, ¿hacía cuánto que aquella persecución había empezado?, ¿cuándo terminaría?, ¿cuándo Adara se sometería a su voluntad como debió ser desde un principio?

Grecia, 760 A.C.

Aethos había nacido como tercer hijo de una gran familia de Atenas. Siendo aún joven fue a Esparta y se estableció allí. Con su inteligencia y habilidad para los negocios, en pocos años convirtió en fortuna el pequeño préstamo que su hermano mayor le había hecho para iniciar esta aventura, allí conoció a Eustace y Zorba, con quienes hizo amistad de fuertes lazos. En el momento en que el tiempo de buscar esposa llegó de acuerdo a las costumbres de su ciudad natal, aunque muy tardíamente para el lugar donde decidió vivir, encomendó a su hermano que le buscara una esposa. Una vez que todo estuvo listo volvió a la bella Atenas para contraer matrimonio, las costumbres espartanas de matrimonio y las libertades que tenían sus mujeres no eran de su agrado, aquello de no negociar un hédna y que sus mujeres pudieran elegir su esposo sin pensar en el bienestar de su familia le resultaba un mal negocio.
Al nacer su primera hija,  Aethos la ofreció como esposa para el primogénito de uno de sus mejores amigos de acuerdo a las costumbres atenienses. Para Eustace no fue en principio una gran idea, pero al ver a  la recién nacida hermosa, alegre y saludable, pensó que una pequeña inversión para tener nietos robustos y buenos guerreros para Esparta no era del todo malo y aceptó la propuesta comprometiendo a su primogénito Demetrius.  De esta forma las nobles familias de Aethos de Atenas, y Eustace de Esparta habían comprometido la unión de ambas familias y para buena fortuna de Aethos esto sería de gran ayuda, puesto que en su pensamiento ateniense, la mala suerte lo seguía ya que su descendencia solo era femenina tanto en su esposa como en sus concubinas. Llegó a creer que era algún tipo de maldición, pero con el contrato realizado era seguro que la familia de Eustace cuidara de la suya cuando él muriera.
Por esa época la vida era hermosa y digna de ser vivida, pero Tyche, la diosa de la fortuna, le dio la espalda a Eustace, murió un par de años después en un trágico naufragio junto a su esposa. Para ese entonces el joven Demetrius destacaba como guerrero, y siendo el mayor de los hermanos se consideró listo para tomar el gobierno de la familia, incluyendo los arreglos de su matrimonio ateniense, como lo llamaba él, cuando llegara el momento.
Demetrius había destacado en las últimas guerras entre polis, era un hombre que había nacido con buena estrella a pesar de la pérdida de sus padres, era un buen líder para su familia y siempre conseguía lo que deseaba. Para quienes lo conocían por sus hazañas era un hombre ejemplar, para quienes lo conocían cercanamente dentro del hogar era un chico caprichosos, acostumbrado a hacer su voluntad, ya que a la fecha no se había encontrado con nadie que lo pusiera en su lugar de forma que aprendiera que en la vida no era posible tener todo lo que se deseaba sin pagar un costo por ello.
Aethos al ser padre por segunda vez de una niña, hizo el mismo trato con Zorba que también aceptó de buena gana y su primogénito Therin fue comprometido con Adara, una bebé mucho más bella y vigorosa que su hermana mayor.
Demetrius y Therin tenía aproximadamente la misma edad, al igual que sus padres era amigos, pero a diferencia de estos también eran adversarios. Desde que se conocían competían por todo y la última vez su amigo lo había derrotado en la subasta de esclavas, un par de gemelas preciosas. Demetrius se sintió ofendido en su ego con las burlas de su amigo y comenzó a cavilar cómo vencerlo de forma más aguda para que no volviera a intentar imponerse en nada.
A diferencia de sus otros amigos que ya eran padres, ellos debieron esperar a que sus prometidas alcanzaran la edad de convertirse en esposas, y mientras el tiempo llegaba el joven orgulloso y caprichoso no demostró ningún interés en ver o saber algo de su futura esposa, aunque esta ya lo había visto en los campos de entrenamiento y estaba perdidamente enamorada de él. Pero la diosa de la fortuna le sonrió como siempre y le trajo una oportunidad para tomar la revancha cuando el mismo Therin le relató que desde que Adara había ingresado a la thiasa1, él la había ido a conocer para saber si su padre exageraba. Era una niña preciosa, excelente gimnasta, tenía una voz adorable y ahora se había convertido en la mujer más hermosa de Grecia, la misma Afrodita nacida mortal y poseedora de la destreza de Atenea.
La curiosidad de Demetrius que hasta entonces había permanecido dormida, fue estimulada al grado que decidió ir a visitar la thiasa en que estudiaban Achlys y Adara. Tal como su futuro suegro le había comentado en alguna oportunidad, Achlys era dueña de gran belleza, fortaleza y modestia, ya había florecido y daría hijos fuertes, pero su hermana la opacaba, era bella como la misma Afrodita, atlética y resistente en las carreras, estaba hecha para traer hijos sanos, fuertes y bellos, su amigo de infancia estaba a punto de ganarle otra partida, pero no lo permitiría.
Demetrius decidió ir a conversar con su futuro suegro con el pretexto de disponer la fecha de la boda, pidió conocer a la que sería su esposa y a la que sería esposa de su amigo. Tras ser presentados, las jóvenes se retiraron a sus quehaceres, Achlys quedó aún más maravillada con la belleza y gallardía de quien sería su esposo, sintiéndose aún más enamorada del hombre que desde entonces no se alejaría jamás de sus pensamientos ni de su corazón. Adara aún era joven y para ella lo más sobresaliente de aquella presentación fue el hermoso acabado de la armadura del que sería esposo de su hermana, hubiera deseado nacer hombre para tener una vida de aventura como la que debía llevar él.    
Tras aquella presentación, Demetrius hizo su jugada, pidió a su futuro suegro cambiar el contrató y que Adara fuera su esposa cuando llegara el momento. Aethos quedó impresionado por tal propuesta, le explicó que su segunda hija estaba prometida para la familia de Zorva, pero el hombre no cedió, él deseaba que Adara fuera su esposa, quitarle el premio a su amigo y ganarle esta partida sería un buen escarmiento, su camarada podía quedarse con Achlys. Su futuro suegro se negó, incluso pareció ofendido, pero el joven guerrero conocía su punto débil y le hizo un ofrecimiento que no podía rechazar tres veces la hédna4  de Achlys y un lugar en el consejo de ancianos como representante de la familia de Demetrius, Aethos era un hombre ambicioso y aceptó.  
El problema entre las familias se vino rápidamente encima de Aethos, pero se fue a igual velocidad, ya que la posibilidad de aunar fuerzas en el Gerontes2 era un acontecimiento seductor, además  Demetrius devolvió la hédna de Adara  a Zorva, sin costo de su futuro suegro y sin costos para Zorba, de pronto Therin no tuvo más que aceptar la decisión de su padre y quedarse con lo que su querido amigo había desechado, ya tendrían otra oportunidad de jugar y él ganaría.
Las familias quedaron tan amigas como siempre, dado que la unión no se hacía pública aún no hubo deshonra, pero Achlys sufría en silencio, su corazón estaba roto, había sido despreciada, reemplazada por su hermana y transada por la conveniencia familiar, lo único que anidaba su corazón era odio, vergüenza y envidia. Adara por su parte se sentía perdida había conocido a un hombre de Atenas, se habían hecho amigos conversando sobre la vida,  filosofía y política en el Agora3 y se habían enamorado, ella realmente albergaba la esperanza de poder disfrutar de los privilegios de las mujeres de Esparta la tierra en que nació, pudiendo escoger a su esposo como era la tradición. Aun cuando se sabía comprometida con Therin albergó esperanzas, pero de pronto dejó de ser una niña y se dio cuenta de que la realidad de ella y su hermana era otra, era la de Atenas y el matrimonio se realizaría más temprano que tarde, y ahora estaba prometida a Demetrius y su hermana sufría con tal desdén.  
-        ¡Demetrius! –exclamó Aethos viendo al atractivo soldado griego, alto, oscuros ojos enmarcados por unas cejas perfectas, nariz recta y caminar indolente, que pronto sería su nuevo hijo. Le acercó un taburete cubierto por una fina piel negra, lustrosa. El soldado se sentó. Aethos tomó asiento frente a él. La esclava se acercó escanciándoles vino y retirándose con rapidez.
-        Aethos –contestó este al saludo, inclinando la cabeza ante el hombre.
-        ¿Qué atribula tu alma, hijo? –preguntó él.
-        Vengo de Delfos, he consultado el oráculo –respondió desviando la mirada hacia el piso.
La mirada interrogante de Aethos no recibió respuesta. Así que el patriarca adelantó el cuerpo, ceñudo, esperando que con ese acercamiento hablara el otro. Al no reaccionar, tomó la iniciativa.
-        El hédna está entregada, Adara te será dada a cambio en la fecha convenida –dijo el patriarca, su voz lo traicionó con una nota de angustia. Si el hédna era solicitado de regreso, sería una grave afrenta para la familia, que por otro lado tal vez se viera beneficiada por la reparación que Demetrius se vería obligado a conferir. Sin embargo, esto era inusual, una devolución "antes" de...
-        No me malinterpretéis –interpuso Demetrius agitando las manos con fuerza- es sólo que... el pronóstico de nuestra unión no es nada favorable. Pero sabéis que amo a vuestra hija, que daría la vida por ella.
Amor, tan lejana palabra al intercambio mercantil que ellos habían realizado para que el bravo soldado consiguiera su afán de tener la revancha contra su amigo Therin. Pero el sentimiento parecía real, Aethos no dudaba que este guerrero de alto rango le daría a su hija, no sólo posición social, su familia recibiría un poder que no se atrevía a soñar al no haber nacido en aquellas tierras.
-        Sin embargo...
-        Olvidadlo, por favor. He venido para fijar la fecha de la praílía –dijo Demetrius esforzando una sonrisa.
-        ¿Estás seguro de querer hacer la ceremonia ateniense? -preguntó el futuro suegro- no es bien visto por el consejo de ancianos, aunque la idea fue mía podemos hacer un simulacro del rito espartano. 
-        No hay nada que discutir -respondió Demetrius bebiendo su copa y pidiendo que la llenaran nuevamente- quiero que toda la ciudad conozca a mi esposa y que todos me envidien, quiero una ceremonia ateniense.
A partir de ahí, comenzaron a arreglar los detalles, si Adara entregaría en sacrificio un mechón de cabello o su cinto ante Afrodita Areia, si sería bañada en su hogar y de qué fuente traerían el agua y finalmente acordaron que Evan, un joven proveniente de Atenas bastante agradable, sería quien llevaría el agua y ejecutaría el simulacro, siendo como era, ajeno a la sociedad a la que tanto Demetrius como Adara pertenecían, era lo mejor.
El vino continuó vertiéndose en sus copas, y el ánimo de Demetrius cambió. El joven taciturno que llegó del oráculo de Delfos se convirtió en el locuaz novio de siempre, explicándole sus proyectos al patriarca, riendo animadamente. Era bastante tarde cuando Demetrius salió del hogar de su prometida, tambaleándose bajo los efectos del vino de Nemea. Avanzó unos pocos metros cuando dio de frente con una exuberante mujer, envuelta en una túnica blanca con cinto dorado, el hermoso cabello negro resaltaba en su caída sobre los hombros.
-        Ach-lys –tartamudeó ahogando un hipido.
-        La fuerza de Heracles no os ha acompañado, hermano –pronunció con dificultad la última palabra, acumulando valor para decir aquello que se agolpaba en su garganta.
-        Os burláis de mí –contestó él haciendo una mueca, Achlys cayó de rodillas ante él, tomando el borde de su túnica, humillándose, agachando la cabeza.
-        Dejad a mi hermana, tomadme a mí como era lo que nuestros padres deseaban. Os amo, os he amado desde ese aciago día en que os vi.
-        Te pones en vergüenza, he elegido, levantaos por favor –contestó él perturbado, tratando de levantar a la mujer y haciendo un supremo esfuerzo de voluntad por pronunciar bien.
Achlys levantó la cabeza, el hermoso rostro bañado en lágrimas, transformado en una adolorida mueca de profunda tristeza. El corazón de Demetrius dio un vuelco. ¿Era posible que este día que él había planeado como el inicio de la culminación de su espera, estuviera terminando de esa forma? ¿Con el ofrecimiento traidor de una mujer, que aunque hermosa, no era a quien pertenecía su corazón? La confusión se adueñó de su alma. Se inclinó y le tomó el rostro entre las manos, borrando con los pulgares las huellas dejadas por las lágrimas.
-        Achlys, elegí a tu hermana, ella me pertenece, amo a tu hermana.
-        Pero ella no te ama a ti –contestó ella vengativa, escapando a la carrera hacia las sombras de su casa.
“Sí me ama, es imposible que no desee ser mi esposa” pensó el guerrero. Achlys solo había puesto en palabras la duda que carcomía su corazón. Ese bicho asqueroso que reptaba sobre su alma y que lo había hecho ir a consultar al Oráculo. Las palabras de esa mujer aún flotaban a su alrededor  y él se esforzaba tratando de entender el neblinoso significado de las palabras: “guardarás y acosarás, te extinguirás, pero tuyo no será, el camino que conduce a la oscuridad deberás evitar”, entonces sus ideas se aclararon.
"Por supuesto", guardar a Adara, acosar a quienes quisieran dañarla, extinguirse... a todos les llegaba su hora tarde o temprano, pero ¿era esta prueba que Achlys le ponía enfrente el camino a la oscuridad? Entonces, él lo había evitado. Suspiró hondamente, amaba tanto a Adara... y él había pagado una elevada hédna por ella. No podía sino corresponderle, Achlys solo era una mujer despechada. Rodearía de lujos y esclavos a Adara, la llenaría de joyas y vestiduras hermosas, como le correspondía por ser tan bella. Él también era hermoso y noble, estaban hechos el uno para el otro. Se retiró convencido de haber superado un obstáculo, sintiendo el corazón ligero.
Después de aquella conversación, el novio decidió adelantar el matrimonio y como siempre obtuvo lo que deseaba. No quiso esperar la fecha más adecuada, la luna llena de gamelión5, y el rito dio comienzo ante la desesperación de tres de los involucrados.
Adara no podía creer cómo los meses que faltaban de pronto se habían transformado en días. Lo había pensado tanto desde que decidió aceptar lo evidente, sus sentimientos por Evan eran fuertes y no concebía estar unida por toda su vida a un hombre que no era capaz de escuchar más que su propio eco. En miles de ocasiones le dijo a Demetrius que ella no deseaba casarse, que deseaba romper el compromiso antes que fuera demasiado tarde, pero él no la escuchaba, o mejor dicho, escuchaba lo que deseaba escuchar, incluso había ido al oráculo de Delfos y había desechado el mal presagio recibido.
Todo lo transformaba a su conveniencia, ella le decía querer otra vida y él le prometía llenarla de joyas y sirvientes, ella le decía que no lo amaba, que solo sentía estima por él, y Demetrius respondía que la amaba y que ella también lo amaba solo que era una flor que aún no conocía los placeres del mundo, y ya vería cuánto la amaba cuando todos sus compañeros de armas y los nobles se murieran de envidia al ver que su esposa podía rivalizar en belleza con la propia Afrodita. 
-        Mi amada Adara, te vestiré como a la reina que eres y todos verán que me he casado con una diosa, ¿qué más podrías desear para sentirte amada?
-        Que me escucharas –respondía Adara, sabiendo que Demetrius seguía pensando en la envidia que causaría a los demás sin escuchar lo que ella le repetía una y otra vez, sintiéndose mal consigo  misma, porque era feliz cada vez que partía a otra guerra esperando que no volviera, y no se podía creer el albergar sentimientos tan oscuros.
Sobre todo habiendo notado lo que todos en casa veían, Achlys sufría por el amor que sentía por aquel orgulloso que la había rechazado como quien cambia una capa nueva por otra, solo para probar ser el mejor y siempre conseguir lo que quería. Se había empeñado en que se la dieran, a tal grado que el poder político sumado a la hédna ofrecida a su padre por ella lograron su deseo.
El deseo de Demetrius estuvo a punto  de convertir en enemigos a Aethos y Zorba quienes habían sido amigos del padre de Demetrius, pero los intereses políticos y posibles recaudos de poder lograron que la traicionera acción del soldado fuera pasada por alto y olvidada.
Por culpa de aquel compromiso había perdido el cariño de su hermana, y estaba a punto de perder a toda su familia, para correr tras el sueño de ser amada por quién era y no por cómo se veía, por ser escuchada y no ser considerada solo un adorno más de la casa y una matriz para que el gran y respetado guerrero tuviera sus hijos y pudiera presumir de estar casado con... ¿cómo había dicho?...  que estaba casado con una diosa, por alguna causa aquello no le parecía un cumplido.
Adara recordaba que estaba feliz por su hermana y había danzado con ella cuando conocieron oficialmente a quien Achlys sería dada en matrimonio. Ella muy joven aún había llenado de preguntas a su hermana mayor sobre el amor del que tanto decía sentir, de cómo sabía que estaba enamorada, que si alguna vez ella sentiría algo así. Habían conversado toda la tarde y parte de la noche, haciendo castillos en el aire, sin saber que le seguirían días y años de sinsabores.
Achlys estaba llena de alegría cuando Dora les aviso que debían presentarse ante su padre, pero cuando su madre las fue a buscar no se veía feliz, y no respondió a su pregunta de por qué debía ir ella también si Achlys era la novia de Demetrius. La anciana esclava, Dora, también se veía triste lo que era más extraño aun, pues ella siempre estaba feliz cuando sus jóvenes amas a quienes había criado, estaban felices.
Cuando la noche caía sobre la ciudad, Adara miraba por su balcón las estrellas sin creer lo sucedido esa tarde, su padre les había comunicado que se habían realizado algunos cambios, Achlys sería esposa de Theris y ella de Demetrius. Su hermana palideció, aun más de lo que era naturalmente, pero se mantuvo orgullosa y hermosa en pie sin que una lagrima corriera por su delicado rostro, incluso la felicitó.
Durante los años que pasaron para que ella alcanzara la edad requerida, miraba a su querida hermana destruyéndose por dentro, escuchaba las palabras de amor que le dedicaba Demetrius, jurando su  amor, hablando de su hermosura y de lo subyugado que había quedado al verla la primera vez. 
Aquel hombre al que su hermana amaba, había logrado comprarla a ella. Su madre les había dicho que debían obedecer, lo que su padre hacía era lo mejor para la familia y que la perdonaran a ella, por no haber podido darle un hijo varón, que tal vez  hubiera rescatado de esta triste realidad a su amada primogénita.
Ella trató de hablar con Achlys, pero no la escuchó, desde entonces cerró la puerta de su vida y sus ilusiones sin permitirle volver a entrar como si fuera culpable de lo que Demetrius y su padre habían hecho. Adara se preguntaba cómo su hermana podía estar enamorada de un hombre que no se dio cuenta de la tristeza que la embargaba cuando lo felicitó y se atrevió a hacer un comentario tan estúpido como: “eres una mujer casi tan bella como tu hermana, Therin debe sentirse afortunado”.
Esa misma semana llegó un joven proveniente de Atenas hijo de una ilustre familia para hacerse cargo de algunos negocios importantes, iba acompañado de gran  número de sirvientes, pretendía quedarse algún tiempo para tomar clases con el filosofo más famoso de que habitaba en aquellas tierras, un joven que al escucharla llorar escondida entre los espesos árboles del jardín y la muralla que separaba su casa del mundo exterior, se trepó a la muralla y le preguntó que le ocurría.
Por primera vez, desde que recordaba, alguien que no fuera su Dora, y antiguamente su hermana, se interesaba en saber qué le pasaba, un hombre con dificultades se mantenía trepado sobre la muralla y hablaba con ella, en ningún momento comentó algo sobre su hermosura, pero siempre le pidió que le contara lo que ocurría en su corazón, de dónde venia tanta tristeza, si estaba segura de ser algo irremediable.
La voz de Dora llamándola para la cena trajo a los jóvenes a la realidad y ella corrió al encuentro de la esclava, aunque antes Evan, como dijo llamarse el muchacho, le dijera que si necesitaba hablar con alguien lo buscara en el Ágora durante las mañanas, donde hacía negocios y recibía las enseñanzas de su maestro, o lo llamara  él se encontraría todos los días a esa misma hora esperando al otro lado de la muralla, escuchando su nombre el saltaría el muro para oírla.
De esa forma conoció a Evan y encontró la manera de escapar de casa, gracias a Dora, disfrazada de muchacho para escuchar a los filósofos en la plaza central. Sus preguntas escucharon diversas respuestas, pero nacieron más preguntas  y sintió que su mente se abrió, que deseaba otra vida.
Caminaba en la mañana por el jardín tratando de despejar su cabeza de la última pelea que había tenido con Achlys debido a la visita de Demetrius, razón por la que no había podido asistir a la plaza. Estaba tan cansada de escuchar las andanzas de su prometido en la guerra, de escuchar cómo mataba, cómo se sentía orgulloso de arrasar con pueblos enteros y del amor que sentía por sí mismo, así como de escuchar las amargas palabras que escupía su hermana hacia ella.
-     ¿Ocurrió algo malo? hoy no te vi –preguntó una voz tras los árboles.
-     ¿Qué? –respondió ella intrigada.
-     Pregunte si ocurrió algo malo que te impidiera ir a la plaza, te eché de menos –respondió la voz.
-     ¿Evan? –preguntó algo insegura la muchacha.
-     Por su puesto –respondió el hombre como si fuera algo evidente.
-     Te equivocas, yo no voy a la plaza ni  ningún lugar sin la compañía de mis padres
–respondió Adara mirando a todas partes asegurándose que nadie estaba cerca.
-     Esos ojos donde la inteligencia brilla no pueden ser confundidos con los de nadie, aunque te disfraces de muchacho friolento –dijo Evan divertido.
-     ¿Todos se han dado cuenta? –preguntó Adara asustada.
-     El maestro y yo, el resto de la población lo dudo, no tienden a detenerse a observar, solo miran... pero me dirás qué ocurrió que no fuiste al Ágora ni viniste aquí ayer– preguntó el muchacho saltando desde lo alto de la muralla.
-     Estás loco –replicó Adara empujándolo y haciéndolo caer de espaldas tras los árboles para que nadie lo viera– lo siento.
-     No te preocupes –dijo el chico sentándose– este filósofo y comerciante es más fuerte de lo que todos creen y entonces ¿qué pasó?
-     Mi prometido vino a verme –respondió Adara con ganas de llorar.
-     Fue eso, debí suponerlo –respondió Evan con tristeza- ¿como sigue la situación con tu hermana?
-     Peor, adelantó el rito para unos días más, no quiere esperar.
-     Lo siento.
Esas conversaciones se habían hecho frecuentes el último par de años, Adara se había dado cuenta que esperaba con ansias esos encuentros, que disfrutaba de la compañía de Evan, que gozaba cuando tomaba sus manos entre las de él cuando la consolaba y la hacía sentir en paz. Nunca habían hablado de amor, pero aquel día Evan se declaró y le dijo que no sabía qué hacer, si al menos estuviera seguro que ella sería feliz no le importaría que se casara con otro y no pudieran seguir viéndose, pero al verla tan triste, desalentada, lo hacía sentir impotente ante el destino. 
Aquella misma noche Demetrius pidió a Evan que participara del día de la praílía6, y una idea nació en el filósofo.
A la siguiente mañana la novia fue al templo de Afrodita Areia a realizar la ofrenda de su cinturón, símbolo de la resignación de su virginidad, en tanto Evan cargaba los baldes con esmero e iba llenando la bañera poco a poco, esperando ese momento mágico en que vería a Adara. Vertió el último balde y comenzó a arrojar los pétalos de flores. Demetrius lo había escogido para esta parte del rito, no sabía la razón ya que desde su llegada a Esparta no habían sido más que conocidos, aunque esta petición era una oportunidad para él. Por mucho tiempo sus encuentros con Adara habían sido la forma de conocer el corazón de la mujer, sin la oportunidad de estar a solas mucho tiempo, apenas el suficiente para que los ojos de ambos se dijeran cosas y se juraran amor eterno, la idea que se había fraguado en su mente no sabía si sería admitida, pero aprovecharía esta oportunidad si ella decía que sí, solo felicidad se encontraría en su futuro. No quería pensar en los dos días siguientes, ni en el futuro. Sabía que ella lo amaba, lo sentía en el alma aunque se había quedado sin palabras cuando él se declaró.
Se sentó a un lado de la bañera, la vio entrar, el cabello rubio resplandeciente, ella volvió el rostro hacia él y le sonrió discretamente. Achlys y Dora la escoltaban. La despojaron de su túnica y se apostaron a ambos lados de la puerta, volviéndose de espaldas en espera de que comenzara el ritual. Adara metió un gracioso pie en el agua y comenzó a sumergirse, la delgada ropa interior marco sugestivamente a su cuerpo. Conteniendo la respiración, Evan se introdujo en la bañera y comenzó a simular una lucha con la muchacha, marcando el fin de esa parte del rito.
-        Adara –musitó chapoteando con las manos sobre el agua, haciendo ruido adrede para no llamar la atención de las mujeres- hemos sido bendecidos. Mañana, durante los preparativos del gámoi, mi barco zarpara a Atenas, si estas dispuesta, haremos el viaje juntos y serás mi esposa ante los Dioses.
-        Sí – respondió la muchacha en un suspiro casi inaudible, sonrojada y algo temerosa.
El ritual del praílía había concluido, Evan había marchado y ella se encontraba en su habitación, observando todo lo que la rodeaba y recordando la promesa realizada con Evan. Estas eran sus últimas horas con su familia, cuando partiera al día siguiente sabía que no volvería a verlos, que ellos nunca perdonarían la deshonra que caería sobre la familia y sobre todo la pérdida económica que significaría devolver el hédna, pero su decisión estaba tomada, mañana se marcharía.
Necesitaba una forma de salir de su hogar, pero no sabía cómo. En su desesperación y pensando que esto causaría algo de alegría a su hermana recurrió a ella, después de muchos intentos consiguió ser escuchada. Los ojos de Achlys brillaron de alegría, al día siguiente se realizaría el gámoi7. Durante el banquete de bodas las mujeres estarían separadas de los hombres en mesas aparte y Adara, cubierta completamente con un velo, solo sería contemplada por los participantes del festejo después de la comida, cuando Demetrius le quitaría el velo, eso daba de plazo esa noche y el día siguiente. Usaría el velo de su abuela que era realmente espeso, eso no permitiría que notaran quien estaba oculto tras él siempre y cuando tuviera la altura y contextura de la novia. Con la ayuda de Dora, consiguieron en los campos de su familia una esclava que tenia las características necesarias para llevar a cabo el engaño, sobre todo si consideraban que todos estarían comiendo y bebiendo. La anciana esclava llevó el mensaje a Evan, aquella noche cuando todos se fueran a dormir debía estar listo para llevar a Adara con él.
La vieja esclava se hizo cargo de los preparativos de la joven novia al día siguiente por lo que nadie la vio sin el velo, y se encargó de ayudarla a comer y beber sin que su velo revelara quien estaba allí.
Evan y Adara llevaban una noche y un día de navegación, ya no había forma que les dieran alcance. Ellos tampoco tenían cómo saber que cuando el anakaliptéria8, ceremonia en que el velo era quitado por el novio, se llevó a cabo se produjo el mayor de los desastres, Demetrius sintiéndose traicionado pidió explicaciones, Dora aceptó toda la responsabilidad de lo ocurrido para que la joven ama no fuera culpada por aquella deshonra, y no solo eso, declaró públicamente que la joven Adara le había dicho incontables veces que no deseaba casarse con él, no le había dejado otra salida. La reacción del hombre no se dejó esperar y descargó su espada sobre la anciana hasta que los hombres presentes lograron detenerlo, aquella fue una ceremonia sangrienta y el destino de la esclava bajo el velo fue aún peor, si eso era posible.
Luego de aquella descarga de ira, Demetrius desapareció en la noche, pero Achlys estaba feliz, en unos días estaría de regreso y ella lo convencería que la tomara por esposa, para su matrimonio aún faltaba algo de tiempo, claro que lo lograría.
Pasaron meses en que Demetrius deambuló por pueblos pequeños donde nadie lo conociera, emborrachándose sin parar. Cada vez que alcanzaba la sobriedad volvía  a recordar la vergüenza pública que había vivido, no sabía a dónde ir, no era capaz de volver  a su hogar y enfrentar a todos quienes le conocían y sabían cómo había sido engañado por Adara. Tan ebrio se  mantenía que ya no tenía dinero para pagar su licor y no se daba cuenta que una mujer era quien lo pagaba y lo llevaba a la cama cuando ya no podía mantenerse en pie, pero esos días terminaron cuando no pudo salir de la habitación donde se encontraba prisionero y permaneció en ella hasta que la resaca pasó y pudo comer, tiempo en que fue servido por esclavos atentos que no respondían a sus preguntas.  Finalmente fue informado que la señora lo recibiría para lo cual fue bañado y vestido con grandes galas. 
Al llegar la noche la señora lo recibió en el gran salón, era la mujer que entre embriagues y sueños le parecía haber visto junto a él. Era realmente hermosa, de cabellos negros y rasgos egipcios. Le contó quien era y de donde venía y le prometió darle las armas para subyugar a aquella que se había atrevido a abandonarlo de forma tan ofensiva, tendría la eternidad para enseñarle que él era su amo y para gozar de la inmortalidad. Él era un hombre que rivalizaba en belleza con los dioses, además era rico y de buena posición social, todo lo que el selecto grupo al que ella pertenecía requería para ser uno más, a cambio solo debía poner a disposición del señor a quien ella servía, sus contactos, esclavos y lealtad absoluta.
-     ¿Inmortalidad? -preguntó Demetrius
-     Juventud eterna, y el tiempo que desees para vengarte de quienes te traicionaron, o se rieron de ti -respondió seductora Keket.
-     ¿Y qué debo hacer? -preguntó dubitativo Demetrius, vengarse de la familia de Aethos era lo que más quería, estaba seguro que aquella trampa no había sido fraguada por una esclava, tal vez la madre de Adara, y callar las burlas que seguro hacían de él los que estuvieron presentes en aquella funesta noche, y luego obligar a Adara a amarlo y a Evan a observar como la hacía suya.
-     Nada, solo aceptar lo que te he dicho y no volver a ver la luz del sol -dijo la mujer como si pidiera algo sin importancia.
-     Acepto - respondió Demetrius sin siquiera sopesar lo que Keket le había solicitado, su único pensamiento era la venganza, y lo último que hubo con claridad en su mente, ya que antes de lograr darse cuenta tenía a la mujer frente a él riendo y un hombre que no había visto desagarrándole el cuello con sus colmillos.
Poco recordaba de los siguientes tres días, salvo el dolor y malestar que le hacían dar vuelta lo poco que conservaba de alimento en su estomago en lo que pasaba de un estado vivo a uno ni vivo ni muerto.
A la cuarta noche, la mujer lo ayudo a ir a una bodega repleta de esclavos jóvenes, y lo dejó ahí hasta que escuchó apagarse una última suplica de piedad. Al abrir la puerta observó a Demetrius bañado en sangre cuestión que a él no le causaba mayor extrañeza acostumbrado como estaba al campo de batalla. Lo que sí le era diferente era el estado de éxtasis y la sensación de poder cargar el mundo sobre sus hombros, no tenía cansancio alguno.
-     Ven aquí hijo mío -escuchó la voz de un hombre que al igual que la mujer parecían provenir de la misma tierra, quien le ofrecía su muñeca abierta y sangrante. Con la velocidad del viento y sin pensarlo se encontró bebiendo la sangre de aquel hombre.
-     Te presento a nuestro señor y padre, Apofis -dijo la mujer alejándolo con fuerza excepcional.
-     Bienvenido hijo mío -habló Apofis en tanto su muñeca herida se cerraba mágicamente frente a los ojos asombrados del recién nacido- Ahora que acabaste con nuestros esclavos, necesitaremos más servidumbre, pero principalmente necesito soldados, fuertes y valerosos, hermosos y feroces como tú.
-      Tú serás quien nos diga a quienes uniremos a nuestro grupo y quienes solo serán alimento, para mi es difícil, todos los espartanos me parecen merecedores de este don oscuro -dijo sugerente Keket en su oído.
-     ¿Y mi venganza? -preguntó Demetrius.
-     Está a unas noches de distancia, todo el camino que hiciste en meses, lo haremos de vuelta en siete noches -respondió Apofis mientras se retiraba- Keket atiende bien a nuestro muchacho, ya es hora de descansar, esta noche hablaremos.
Tal como prometiera el que ahora era su padre, en siete noches ya estaban en su hogar. Seleccionó para formar parte del selecto grupo a tres de sus hermanos, los únicos que sobrevivieron, si así podía llamarse a la carnicería que hizo en lo que era su hogar durante su primera noche de estancia, pero uno de ellos no agradeció el regalo, al amanecer del tercer día de haberlo recibido salió al patio central del hogar y desapareció dejando sólo algunas cenizas.
-     Le ofrecimos vida eterna y prefirió arder al sol- dijo Keket con desprecio.
-     Llorando sobre los cadáveres de sus hijos y su mujer, dijo que no podía vivir sin ellos - respondió Demetrius- una vez más he sido defraudado por alguien por quien sentía afecto.
-     No todos tienen la fuerza para recibir este don -respondió sonriente Apofis- los débiles no pueden ser uno de nosotros, no te lamentes.
En los siguientes días seleccionó a todos los hombres que servían bajo su mando. Uno a uno fueron siendo atraídos por Keket. Aquellos que no aceptaban la propuesta morían inmediatamente, los otros pasaban por el trance incluyendo su amigo Therin quien se convirtió en el favorito de Keket, lo cual no fue ofensa para Demetrius que se había convertido en el favorito de Apofis. Este le recomendó que fuera por la hermana de quien lo había traicionado, ella seguro sabía o había participado del engaño, si la historia se había desarrollado como le había mostrado era lo más seguro.
Durante semanas los habitantes de la ciudad se escondían en sus casas antes que el sol cayera. Los sacerdotes y sacerdotisas hacían ofrendas y rogativas en los templos para que alejara al demonio que se había apoderado de su ciudad. Noche tras noche desaparecían personas, algunas eran halladas sin rastros de sangre en el cuerpo y otros no eran encontrados.
Aethos había traído esclavos de sus tierras en las afueras de la urbe para resguardar su hogar igual que muchos otros. El terror se apoderaba de la ciudad, cuestión preocupante considerando que los hombres más valientes de Grecia se encontraban ahí.
Si tan solo Demetrius estuviera con ellos, si aquella que llamó hija no hubiera traicionado de tal forma a la familia llevándola a la ruina. Nadie quería hacer negocios con él, puesto que  no había sido capaz de cumplir el contrato realizado con la familia de uno de sus mejores amigos de acuerdo a las costumbres de su tierra natal, en vez de las de su tierra de adopción, el no poder cumplir con el contrato pactado con Demetrius hizo que perdiera la confianza de todos sus contactos de comercio, la herencia de la familia no duraría por siempre, pero si Demetrius volvía y pedía la devolución de la hédna quedarían en la bancarrota absoluta, y si volvía tampoco cuidaría de ellos después del agravio sufrido. Tal vez su  mujer tenía razón, debían tomar todo lo que pudieran llevar y marcharse, en Minos ella tenía familia, eso era lo que debían hacer.
-     ¿Quién está ahí? -preguntó Achlys temerosa al escuchar ruido en su balcón.
-     Soy yo amor mío -respondió una voz conocida para ella -volví esta noche y al escuchar lo que estaba ocurriendo vine inmediatamente a saber cómo estabas.
-     Demetrius ¿eres tú? -respondió Achlys corriendo al encuentro del amor de su vida- estos días han sido terribles, rogaba porque siguieras fuera para que no sufrieras un ataque, los mejores guerreros han desaparecido.
-     No podía permanecer fuera más tiempo, luego de lo que me hizo Adara la vergüenza me llevo lejos de aquí, pero en estos meses me di cuenta que siempre fuiste tú a quien amaba, aquella a quien mi padre había elegido para mí. No debí dudar de su decisión, caí bajo el hechizo de tu hermana y me  perdí, pero ahora sé lo que quiero y lo que quiero es estar contigo eternamente.
-     Al fin abriste los ojos -respondió Achlys pensando que aquello era un sueño- Afrodita Areia sea alabada, escuchó mis plegarias.
-     Ven conmigo ahora - dijo tentador Demetrius- serás mi eterna compañera.
Achlys fue incapaz de negarse, no logró pensar con claridad, solo estaba perdida en los ojos de Demetrius y lo seguiría a donde quisiera. Cuatro días más tarde se dio cuenta con horror que aquella decisión había sido improvisada, Aethos supo dolorosamente que demoró demasiado en tomar una medida. Cuatro días más tarde la joven mujer vio los cadáveres de su familia y sus esclavos, las huellas dejadas le permitieron imaginar cómo fueron exterminados sin que nadie los ayudara. Cuando Achlys fue llevada por Apofis a su hogar para que viera que ya no había nada para ella entre los mortales, tuvo el vago pensamiento de que seguir a Demetrius había sido mala idea, pero Keket cargó con la culpa por la eliminación  depravada de su familia. Ella seguía creyendo en las palabras de su amor que le juraba que nada había tenido que ver con aquello, que él había rogado por su familia y solo había logrado salvarla a ella de Keket, Achlys se sentía agradecida.
-     Querida hija, Keket es joven aún y no sabe controlar su hambre -habló Apofis como padre protector- no fue intencional, ella está arrepentida y te quiere pedir perdón, no guardes rencor, ahora somos parte de un único linaje y no hay secretos entre nosotros, por eso Demetrius te contó lo ocurrido a tu antigua familia y yo te llevé para que lo vieras. Yo he probado tu sangre y no hay misterios entre nosotros, te recomiendo que dejes a Demetrius probar el dulce néctar de  tu sangre para que no existan enigmas entre ustedes.
-     ¿Pero por qué fue de una forma tan cruel? -preguntó entre lagrimas Achlys.
-     Pocos de los recién nacidos tienen tu control -respondió cariñosamente Apofis-  por ejemplo Demetrius es como decirlo... gusta de ver sufrir a su alimento y juega con él, es voluble, pero con el tiempo tal vez madure y deje de jugar con su comida.
-     Pero... no sé como decírselo.
-     No es necesario, deja que pruebe tu sangre como la he probado yo y no necesitaras hablar, entonces podrás yacer junto a él, que es lo que más deseas a pesar que te he complacido como no imaginabas al recibir mi sangre y dejarme beber de ti, así como te demostré que el amor y el sexo no necesitan ir juntos para sentir placer -continuó Apofis con voz noble y hechicera.
-     Gracias por tu comprensión, haré lo que me dices mi señor -respondió Achliys incapaz de negarse a cualquier pedido de Apofis e incapaz de comprender la razón.
-     Solo quiero que mis hijos sean felices, deja que Demetrius sepa que tú urdiste el plan para ayudar a tu hermana a escapar, obviamente se enojará, pero cuando vea que lo hiciste por amor te perdonará.
Achlys siguió el consejo de Apofis y con el permiso de éste dejo que Demetrius probara su sangre. La furia con que fue tratada solo fue detenida por Keket, quien le dijo al furioso guerrero que había mejores formas de vengarse que arrancarle la cabeza a la traidora. Fue arrojada en una carreta cerrada y sufrió hambre por todo el viaje por tierra que hicieron a Atenas, donde vivía la familia de Evan.
La agonía de aquellos días los recordaría por la eternidad, sin fuerzas siquiera para levantarse, sufría los ataques de Demetrius que la dejaba casi sin vida, y aun así no lograba morir y abandonar aquel estado. Una noche fue Apofis quien entró, se rio de ella por ser tan ingenua y creer en las palabras que solo eran eso, palabras. Le explicó que ahora le pertenecía a Demetrius, que éste había drenado prácticamente toda su sangre y solo cuando su amo decidiera darle de comer probaría algo de alimento.
Una noche todo cambió, fue sacada de su encierro y llevada como bulto, corrieron toda la noche y durante el día se escondieron en unas cuevas lejos de cualquier asentamiento humano. Aunque seguían siendo numerosos, no quedaban ni la mitad de los que partieron a Atenas, aquellos de quienes escapaban debían ser poderosos y aunque cada noche más de ellos eran cazados Apofis no cambió de rumbo y siempre viajaron al sureste, hasta llegar a la costa abandonando tierras griegas en un barco mercantil.
Una vez en el barco Demetrius comenzó a alimentarla con su sangre, pequeñas dosis para que se recuperara lentamente mientras le contaba de su paso por Atenas.
-     Habíamos llegado hacía dos día a Atenas cuando supimos donde se encontraba Adara
-relataba Demetrius mientras ella solo lo escuchaba, no tenía fuerzas para articular palabra- tu hermana tiene buen ojo, Evan resultó ser hijo de la familia más adinerada de la polis, a mí nunca me dijo nada al respecto, siempre pensé que era un pobre diablo. Cuando la vi me di cuenta que es infinitamente más hermosa que tú, es un diosa nacida mortal.
-     Evan es un sueño -dijo Keket que gustaba de molestar a quienes estuvieran a su alrededor- solo pierde frente a mi señor Apofis en belleza e ingenio, no logré hacerlo caer en mis redes.
-     No todos aprecian el poder oscuro -acotó Apofis perdido en sus pensamientos.
-     Poco me importa tu opinión bruja - respondió enfadado Demetrius- tú tampoco te comparas a Adara. Fue tan fácil de atraer, el poder oscuro es fascinante y ella no pudo evitar responder a mi llamado, su sangre es deliciosa, excitante, pero debí controlarme para no acabar con ella.
-     Fue una estupidez, la hubieras acabado inmediatamente, no habríamos tenido que huir como ratas de los sabios de Atenas -criticó Keket duramente a su "hermano", siendo golpeada fuertemente por Apofis. Se escuchó el crujir de sus huesos, demoró un tiempo en poder moverse.
-     No menciones a esos desgraciados en mi presencia -dijo Apofis mientras salía a disfrutar de la luna llena.
En los días siguientes Achlys tuvo fuerzas para moverse por el barco durante las noches y escuchó distintos relatos de lo ocurrido en la polis de la que habían huido.
Efectivamente habían encontrado a su hermana y Demetrius la había logrado morder una vez, aunque para convertirla en uno de ellos necesariamente debía hacerlo Apofis, solo él tenía la fuerza para realizar la conversión, Keket podría hacerlo en algunos años más, según escuchó algo tenía que ver con la antigüedad dentro del círculo.
Sin embargo, Tyche, la diosa de la fortuna, giró la rueda en su contra y quiso que en el hogar de Evan alojaran un grupo de sabios especialistas en cazar y dar muerte a los que tenían el don oscuro y ya habían acabado con algunos de los hijos de Apofis, por eso él había ido a buscar los mejores guerreros del mundo.
Según relataba el traidor de la casa de Evan, uno de los sabios descubrió a Demetrius cuando mordía a Adara la primera vez, no había sido que él se controlara como le habían contado, había sido sorprendido por uno de ellos. La única razón por la que logró escapar fue porque el sabio decidió atender a la joven víctima.
Apofis se sintió con las fuerzas suficientes para enfrentar a quienes parecía temer. Una noche se lanzaron nuevamente contra el hogar donde se encontraba Adara y la lograron morder por segunda vez. De acuerdo a lo que contaba uno de los nuevos hijos de Apofis, sirviente de la casa de Evan, los sabios de Atenas eran dos mujeres y un hombre de pieles morenas y cabellos negros. Para su sorpresa la mujer llamada Bastet era la líder del grupo, era hermosa, pero inquietante, cuando miraba a una persona parecía que sus ojos podían ver su alma. Diestra con la alabarda, era peligrosa sin llevar más armas que sus manos, lo demostró durante el primer ataque.
Durante el segundo ataque muchos de los esclavos que vigilaban el hogar murieron sin saber siquiera cómo, en cambio los sabios de Atenas arrancaron corazones y cabezas con  rapidez y destreza que no parecían humanos. El hombre llamado Kepri había perdido su arma, pero aún así logro arrancar el corazón del pecho de su atacante con sus propias manos, y otra mujer llamada Sekhmet luchaba a mano limpia, con la furia de un león arrancaba cabezas sin esfuerzo.
No sentían cansancio y no conocían la piedad, a todos los que habían resultado mordidos por segunda vez los habían asesinado, el espía no sufrió tal suerte debido a que Keket lo mordió en un lugar que no estaba a la vista con el compromiso que espiara para ella y le concedería la inmortalidad.  Pudo ver cómo Bastet, Kepri y Sekhmet se reunieron con la familia de Evan tras la lucha de la noche.
-     Adara, quiero que sepas que hemos hecho todo lo posible para evitar que esto ocurriera, sin embargo, Apofis se hizo de un ejército bien entrenado -dijo Sekhmet- nosotros fuimos unos tontos al dejarnos engañar y dejarte sola para ir a luchar.
-     Nuestro error ha sido grave -continuo Kepri- muchos fueron infectados por segunda vez, y ya son sirvientes de Apofis, si él decide hacerlos uno más de su clan tendrá el ejercito que está formando.
-     ¿Qué quieren decir? -preguntó con espanto Evan- Adara no ha cambiado, sigue siendo ella, la hemos visto caminar bajo el sol sin quemarse.
-     No ha cambiado, pero si la muerden por tercera vez estará  bajo el influjo de su atacante -respondió Bastet- y será llevada sin voluntad a Apofis, que creo que es lo que desea el tal Demetrius. Nosotros no podemos seguir aquí, debemos ir por ellos, encontrar su madriguera, durante el día son débiles y fáciles de eliminar.
-     Pero Demetrius volverá por mí, busca venganza así que vendrán nuevamente esta noche -dijo Adara aterrada ante la idea de ser convertida en uno de los demonios que había visto las noches anteriores- y ya me mordió por segunda vez, ¿por qué no han terminado conmigo como hicieron con los otros?
-     Has demostrado tener fuerza de voluntad -respondió Kepri- anoche te mordieron a la fuerza, tú gritaste, te defendiste, eso me dio tiempo de llegar y evitar que te llevaran con ellos.
-     Una verdad evidente y que las personas no desean ver, es que en última instancia cada uno de nosotros somos capaces de tomar decisiones sobre nuestras vidas -dijo Bastet- el don oscuro del que habla Apofis no tiene efecto en almas antiguas como la tuya, que saben lo que desean y lo que no desean hacer, son extraordinariamente fuertes.
-     Pero aunque suena tan sencillo no son muchos los que logran hacerlo -continuó Sekhmet- eso significa que tienes una oportunidad. Si deseas ser paciente te esconderemos en algún otro lugar que solo conozcamos nosotros, podremos eliminar a Demetrius y el riesgo para ti acabará.
-     Pero igual atacarán este hogar, más personas morirán de una o de otra forma -dijo Adara entre sollozos.
-     ¿No hay otra forma de escapar de estos monstruos? -preguntó desesperado Evan.
-     Sí la hay -respondió Bastet- ya la conoces, por el valor demostrado puedes elegir lo que deseas hacer.
-     ¡Imposible! -exclamó Evan- no la asesinarán.
-     Evan, ella tiene razón, esa es la salida, no quiero que tu familia siga sufriendo viendo morir a mas de los suyos por mi causa -dijo Adara más calmada- ellos deben encontrar a estos demonios y yo estoy prácticamente perdida, no pueden estar pegados a mi mientras otros sufren este funesto destino. No le temo a la muerte, le temo a una eternidad amarrada a Demetrius.
-     Adara tiene razón -dijo Bastet antes que Evan u otros de su familia interrumpieran- en este caso es una salida, a diferencia de las creencias en que has nacido y crecido, no debes pensar que la muerte es el fin, pero te digo que tampoco es el principio, solo un cambio, puede ser largo el camino que emprendas para liberarte de tu perseguidor.   
De esta forma Achlys se entero que su hermanita había elegido morir y que Evan eligió acompañarla, la muerte no los separaría, para el padre del joven filósofo fue un gran dolor, de sus hijos era el más joven y el que más le recordaba a su fallecida esposa.
Esa misma mañana los sabios de Atenas comenzaron la búsqueda de las guaridas de los esbirros de Apofis, dieron con muchos de ellos y hubieran dado con el grupo en que Achlys se encontraba si no hubiera sido por el traidor que ahora contaba a los demás iniciados lo ocurrido con la victima de Demetrius. El pobre infeliz no sabía que era llevado solo como alimento igual que varios de los que viajaban en el barco, Apofis era un mentiroso brillante, pero no soportaba la deslealtad, el traidor estaba muerto y aún no lo sabía.

España 1390, D.C.
La noche era joven la luna aún no levantaba sobre la cordillera Cantábrica, una gran fogata ardía rodeada por siete antorchas, dos mujeres y dos hombres se reunieron en el círculo la rueda del destino volvía a girar, una vez más Bastet despertaría.
Thot elevó su voz entonando antiguas palabras que rompieron el silencio de la oscuridad, al ritmo de aquel canto una pequeña estrella del firmamento comenzó a descender hasta depositarse en sus manos, refulgente como la joya más bella, una antigua cruz ansada que era la "llave de la vida", fue acercada por él a la nariz de Leonor sintiendo que un fuego incandescente envolvía su alma y su mente, gritó con fuerzas espantando a los caballos que por suerte estaban bien amarrados por lo que no pudieron escapar.
Leonor sintió que el aliento de Thot ingresaba en ella acompañado de imágenes que se sobreponían unas a otras y parecían venir  de otras personas que eran ella misma, estaba mareada pensaba que se desmallaría, pero cuando abrió los ojos ya no era Leonor Fernández, hija de Ferrán Gómez de Albornoz y de Teresa Pérez de Luna, señores de la villa de Arcos de Jalón. Futura esposa del señor Juan de Velarde, ahora era Bastet, y feliz como una niña se arrojo a los brazos de Thot, el amor que albergaba por él no había disminuido, y el de Thot tampoco.
Bastet había despertado, era la octava hija del señor Bast, capitana de la vigésimo quinta brigada de las fuerzas del señor Ra, desterrada junto a sus dos grandes amigos por un grave error que había llevado desgracia a un lugar lejos del hogar, y no podría volver hasta reparar aquella falta, esta era otra oportunidad, debería cazar a Apofis y llevarlo ante el juicio de Maat.
El viaje en busca de Apofis había comenzado hacía unos meses, iban a paso de tortuga según Sekhmet, de acuerdo a Thot y Kepri el viaje era aún más lento, pero que podían hacer, ¿seguir de largo y dejar que los hijos de Apofis atormentaran al pueblo indefenso?, Bastet no podía hacer eso, se sentía responsable de lo que ocurría, siempre era así tras su despertar. Purgaban cada guarida que encontraban, y el rumor de la vuelta de los "sabios de Atenas" comenzó a correr entre los que poseían el don oscuro, ya conocidos como vampiros, y así fue que Achlys aprovechando que hacia un par de siglos que Demetrius había perdido su control sobre ella, comenzó a seguir el rastro para hablar con ellos, necesitaba ayuda sabía que Keket y Demetrius se habían reunido con el señor Apofis hacia un año y estaba segura que eso significaba que habían vuelto a encontrar a Adara, esta vez detendría esta casería a cualquier precio.
-     ¿Te equivocaste de campamento? -pregunto Sekhmet apoyando el filo de su lanza en el cuello de Achlys - ¿o solo quieres ser la heroína que salve al desgraciado de tu señor?, ¿o padre?, en buenas cuentas ¿qué es?
-     Es una maldición - respondió Achlys sin intentar evadir el arma- igual que Demetrius y Keket, igual que yo.
-     ¿Por qué nos buscas? -pregunto Thot a espaldas de Achys quien no lo había sentido hasta que hablo- has estado siguiéndonos por días.
-     Yo creo que deberíamos eliminarla y no escuchar sus traicioneras palabras -dijo Kepri apuntando una flecha encendida a su cabeza.
-     Solo pido me escuchen -hablo Achlys- luego pueden hacer conmigo lo que deseen, yo no soy capaz de seguir un día más en el infierno que es mi vida.
-     ¿Qué buscas? ¿morir de una forma rápida o llevar información a tu señor? -preguntó Bastet aún sentada frente a la fogata.
-     Busco ayuda para mi hermana Adara, Demetrius ya sabe dónde se encuentra y va en su busca -respondió con pesar Achlys- necesito liberarla de esta tortura a la que ha sido sometida desde aquel tiempo en Atenas, no me importa lo que cueste, estoy dispuesta a todo, no puedo seguir viéndola sufrir por mi traición y  falta de juicio.
-     Sabes que si ya la mordió no podemos hacer nada, y si estás aquí no tienes idea de lo que ha sucedido en tu ausencia -afirmó Bastet.
-     Quiero liberarla de Demetrius, sé que las almas reencarnan, quiero que en su próxima reencarnación sea libre, y tenga la oportunidad de ser feliz.
-     ¿Apofis te enseño a usar el Khaunas? -preguntó Thot.
-     No, en mi nunca ha confiado, intentó enseñarle a Demetrius, pero no logró comprender, solo Keket pudo comprender sus enseñanzas, aún está aprendiendo a usarlo.
-     ¿Sabes donde están Apofis y Keket? - preguntó Kepri
-     En algún lugar de Egipto, los tres se reunieron hace un año, pero bloquean mi acceso a sus pensamientos, yo aprendí a bloquear su acceso a los míos desde la última vez que nos vimos -respondió Achlys con algo de orgullo en su voz- es impresionante como no te pareces en nada a tu última reencarnación Bastet, salvo que tu mirada sigue siendo penetrante.
-     Eso no viene al caso, dime que buscas -respondió Bastet haciendo una señal a sus amigos para que dejaran de amenazar a la vampira con sus armas.
-     Ayuda para destruir a Demetrius -a cambio moriré de la forma que a ustedes les plazca.
-     Me parece un buen trato -comentó  Sekhmet- tengo unas ideas extraordinarias para ese evento.
-     Dime Achlys, ¿nos darás todas las señas para encontrar a Demetrius? -preguntó Thot.
-     Tengo un mapa de la zona a la que se dirigía cuando me separé del grupo, y un plano del castillo en que nos quedamos cuando venimos a estas tierras con todas las indicaciones necesarias para entrar y salir, así como el lugar en que cada uno de nosotros descansa durante el día.
-     ¿Estás dispuesta a esperar?, no hemos terminado de limpiar esta zona -dijo Bastet- lo terminaremos en un par de días, luego iremos por Demetrius el viaje debe demorar al menos dos semanas.
-     Esperaré, ayudaré a mi hermana a escapar de la mejor forma posible, eso dará tiempo a que lleguen.
-     Aquí está señalado el lugar en que se encuentran cada uno de los sirvientes de Demetrius -habló sorprendido Kepri al mirar el mapa y el plano- ¿Qué más quieres por esta información además de la vida de tu amado?
-     Que si aún estoy viva cuando lleguen, me maten.
-     Es un trato -dijo Bastet- estrechando la fría mano de la vampira- Kepri dale tu espada, se la enviaremos como mensaje.
Demetrius estaba abatido, no podía comprender cómo era que Adara prefiriera la muerte antes de aceptar la eternidad a su lado, había vuelto a escapar y lo más increíble era que lo había hecho incluso cuando ya era una de ellos. Estos pensamientos lo volvieron descuidado, se dedicó a cazar solo para distraerse, dejando cuerpos por todas partes. Los ruegos de la dama Sancha y las otras para partir no fueron oídos, una semana después que Adara escapara nuevamente y que Achlys pagara su traición, él aún se encontraba rumiando la rabia que le provocaba que las hermanitas volvieran a burlarse de él.
El sol acababa de salir, y el silencio reinaba al interior del derruido castillo, la servidumbre que cuidaba del señor y sus amantes, no eran enemigos para los sabios de Atenas murieron sin hacer ruido, para Bastet era un abatimiento no encontrar entre estos sirvientes ninguno al que poder salvar, estaban ahí como los perros guardianes del señor esperando que les otorgaran el don oscuro, promesa que Demetrius nunca cumplía, el pago que recibía su servidumbre era ser la gran cena previa a la partida de cualquiera de sus madrigueras.
Siguieron el plano que les dio Achlys, era realmente útil pudieron moverse por las estancias del castillo con rapidez, buscaron el salón principal que de acuerdo a las instrucciones del mapa era una habitación en que la luz del sol entraba desde el amanecer hasta el anochecer, estaba perfectamente construida para aprovechar al máximo la luz de sol, era bella, espaciosa y en una de sus paredes se encontraba clavada la espada de Kepri, eso solo significaba que la mensajera había muerto, pero se había marchado de la vida que eligió vivir en paz consigo misma, de acuerdo a lo que habían escuchado de los padres actuales de Adara llamada por ellos Jimena y su nueva hija Elvira, Jimena había logrado escapar del terrible monstruo con ayuda de alguien que dijo ser su hermana en otra época.   
Por lo tanto solo quedaban seis amantes que buscar, el medio día resplandeciente no lograba invadir con sus luces el salón principal debido a las gruesas cortinas que cubrían los ventanales, todo estaba instalado, Demetrius en el centro atado por cadenas a brazos y piernas abiertos a cuatro de las columnas en que estaban atadas cada una de sus amantes con gruesas cadenas de hierro a cada una de las columna que sostenían el techo del lugar, bajo él, a la altura del corazón por su espalda estaba fijada en el piso la espada con la cuál Achlys le había atacado, alrededor de cada uno de ellos había apilada leña y antorchas encendidas listas para ser arrojadas.    
Ese era el gran problema de los hijos del don oscuro, durante el día no eran capaces de reaccionar a nada, por eso requerían de madrigueras seguras llenas de escondrijos en la profundidad de los subterráneos y custodios leales, muy efectivos cuando se enfrentaban a cazadores de vampiros comunes, pero nada eficientes cuando eran los sabios de Atenas, de ellos había que huir, y esta vez no lo habían hecho.
-     Veo que recibiste nuestro mensaje -dijo Kepri al ver despertar a Demetrius tras correr las cortina dejando que el sol de la tarde ingresara al salón- comienzas a humear, ese es el gran problema de los vrykolakas9 viejos no arden de inmediato, lo hacen lentamente, no te recomiendo moverte, te clavarias mi espada en el corazón, es hermosa ¿cierto? y nos indica que Achlys te dio nuestro mensaje.  
-     ¿Qué ocurre?- pregunto Demetrius aún aturdido, no era capaz de mover su cuerpo, ni sentir algo más que un pequeño dolor en su cuerpo que iba creciendo poco a poco, la luz del sol lo cegaba.
-     Nada, solo queremos hacerte algunas preguntas- respondió Thot- de tus respuestas dependerá si tu  muerte es lenta o rápida.
-     Sólo deseamos saber dónde está Apofis - dijo Sekhmet- una ubicación exacta, tú sabes, mapa del lugar, con una marca exacta de donde se esconde tu "padre".
-     Jamás traicionaré a mi padre, él me vengará si ustedes se atreven a dañarme, ¡la muerte es solo el principio!
-     Demetrius, a esta altura de tú "no vida" ya deberías saber que el nacimiento y la muerte no son principio ni el final de nada solo parte del ciclo, y además no seas mentiroso, has traicionado a tantas personas, tu padre verdadero fue el primero, lo hiciste antes de ser un  miserable vampiro, cuando compraste a todos para que no se respetara el contrato realizado, despreciaste a Achlys, te quisiste quedar con Adara y obligaste a todos a hacer tu voluntad corrompiéndolos con tú oro -habló Bastet fastidiada.
-     Pagarás por esto, cuando me libere -dijo con ira Demetrius contorsionándose debido al dolor que le provocaba el sol de la tarde y la espada en su espalda, en tanto intentaba romper sus cadenas, finalmente lograba ver a su alrededor, sus mujeres estaban atadas a las columnas que lo rodeaban, pero no se movían sus cabezas estaban en el piso y sus corazones estaban atravesados por estacas de plata- ¿Qué han hecho cobardes? –gritó con furia- mi señor los hará pagar por esto.
-     Eso significa que no nos entregarás la información que te pedimos - afirmó Thot.
-     Cuando me suelte lamentaran esta afrenta.
-     Kepri, haz lo tuyo -dijo Bastet lanzándole su espada.
La espada en manos de Kepri se movió a tal velocidad y con tal fuerza que la cabeza de Demtrius voló por los aires, dando fin a su esperanza de tener más suerte con Adara la próxima vez.
El fuego abrazaba un enorme y abandonado castillo alumbrando la noche eterna, mientras cuatro jinetes se alejaban en dirección sureste.
-     Con el contacto mental que tiene Apofis con sus dos favoritos debe estar al tanto de lo que acaba de ocurrir -dijo Sekhmet.
-     Eso espero, y lo que más espero es que tal como Demetrius confiaba, Apofis venga por nosotros para vengarse -respondió Bastet.
-     Conociendo a Apofis lo dudo, y nuestro viaje será largo de aquí a Tebas -respondió Kepri.
-     Yo también lo dudo, pero al menos esto lo obligará a replegarse y disminuir sus ataques, serán menos los inocentes afectados -razonó Thot.
El camino, como había previsto Kepri, sería largo, mucho más de lo que lograban imaginar, el período reiniciaría una y otra vez antes que lograran cumplir su misión y desatar las amarras que unían sus almas en cada ciclo.


1. Thiasas:  eran "asociaciones" femeninas, en que las niñas espartanas  recibían una educación parecida a la que recibían los varones, entrenándose en gimnasia, música y deportes; se las alimentaba bien para que tuvieran buena salud y se las preparaba para ocupar un lugar central en la sociedad lacedemonia: el de madres de los espartiatas. La mujer espartana disfrutaba de una relativa libertad y automonía, que les permitía ocuparse de actividades comerciales o literarias, entre otras posibilidades. Se casaban alrededor de los 24 o 25 años, edad avanzada si tenemos en cuenta los parámetros de otras sociedades de la antigüedad clásica.
2. Una de las formas de gobierno en la Antigua Grecia fue la Oligarquía, practicada en Esparta (800-600 a.C.), conformado por una élite de guerreros, por lo que el ejército tenía gran poder. Las principales instituciones del gobierno espartano fueron la Asamblea (Apella), el Consejo de Ancianos (gerontes, 28 miembros), vitalicio, elegidos entre los ciudadanos de más de 60 años, y cinco magistrados elegidos anualmente (éforos), elegidos por la Asamblea y encargados de vigilar a los ciudadanos y a los reyes.
3. Ágora: es un término por el que se designaba en la Antigua Grecia a la plaza de las ciudades-estado griegas (polis).
Era un espacio abierto, centro del comercio (mercado), de la cultura y la política, de la vida social de los griegos. Estaba normalmente rodeada por los edificios privados y públicos más importantes, como las stoas (pórticos columnados), pritaneos (oficinas administrativas), Bouleterión (edificio para las reuniones de la boulé) y balaneia (baños).
4. Hédna: serie de regalos acordados entre el padre de la muchacha y el futuro esposo, frecuentemente el padre del futuro esposo. El matrimonio en la antigua Grecia, por ejemplo Atenas, se entiende como una unión donde no hay lugar para la elección ni para el amor por parte de los futuros marido y mujer, y se enmarca dentro de todos los aspectos puramente económicos y gentilicios que desarrollan las diversas familias en el sistema de don y contra-don. Sin embargo, en Esparta el matrimonio adoptaba la forma de captura o rapto. La  muchacha espartana tenía por costumbre elegir pareja de acuerdo  con sus preferencias, no con las paternas, cuando conocía a un joven de su agrado consentía que éste se la llevase consigo. A partir de ese momento, se iniciaba un idilio en el que se los dejaba solos para que intimasen.
A la raptada novia la recibía la denominada nympheútria, quien rapaba a aquella la cabeza al cero y la disfrazaba con ropas y calzado masculinos. Posteriormente se la encerraba en una estancia a oscuras donde, sobre un lecho de paja, debía esperar al novio. Este venía a hurtadillas de la comida en común, aflojaba el cinturón a la amada, yacía con ella y regresaba raudo al cuartel para dormir con los jóvenes de su compañía. Y estos encuentros furtivos de los cónyuges duraban no poco tiempo, de modo que a algunos hombres «les llegaban a nacer hijos antes de contemplar a la luz del día a sus propias esposas». Plutarco  estima que se obraba de esa manera como ejercicio de continencia y temperancia, a fin de que no decayera el interés carnal entre marido y mujer.
 http://perso.wanadoo.es/cespejo/mujer.htm
5. Gamelión: mes de enero
6. Praílía: primer día del ritual empezaba realizando un sacrificio a Afrodita, en el que normalmente la novia ofrecía algunos mechones de su cabello o su cinturón, o ambas cosas, en el altar, simbolizando la marcha de la juventud, el cinturón, la resignación de la virginidad. Este sacrificio estaba precedido o seguido, por el baño de la novia en un río sagrado, fuente, o en su casa, un muchacho de la vecindad realizaba un simulacro de violación que simbolizaba la purificación de la novia de su primera menstruación con el deseo a la vez de hacerla fértil. El novio, por su parte, se cortaba el cabello y hacía también sacrificios a los dioses del matrimonio o ta protéleía.
7. Gámoi: Es el segundo día se realizaba el banquete de bodas. Este generalmente tenía lugar en la casa del padre de la novia. Allí se reunía el novio con todos sus amigos y la novia con sus compañeras se sentaban en una mesa aparte, lo cual es indicativo de la integración del novio en el círculo de sus nuevos parientes, pero aún no en el de su novia.
8. Anakaliptéria: ceremonia en que el novio quitaba el velo a la novia después de la comida; iba acompañada de los regalos del novio, llamados a su vez anakalitéria. La comida terminaba con otras libaciones y sacrificios.

9. Vrykolakas o brucolaco: denominación en el folclore griego del vampiro