miércoles, 22 de enero de 2014

Vivir en las nubes

Marcela Royo Lira


(Inspirado en el cuento “Desde mi nube” de Luz Angelina Pino, previa su autorización)


Esta mañana, todavía en lo oscuro, me vino a buscar mi amiga Angelina. Me dijo que por fin salió favorecida con un subsidio en el Serviu (1) y, desde hace algunos meses, es dueña de una casa en un condominio exclusivo para gente dedicada al arte, escritores, músicos, pintores, dramaturgos. La noté contenta mientras me decía que teníamos que estar a las siete en el paradero, porque a esa hora pasarían a buscarnos. Ni siquiera dejó servirme la taza de café y las dos tostadas con mantequilla que acostumbro al desayuno, de lo nerviosa que ella se encontraba, no cesó de moverse, inquieta.

Esperábamos locomoción, cuando me advirtió:

─Allí viene, agárrate firme de mí y no te sueltes. No vayas a caer.

Yo alargué el cuello y quise ver el microbús, pero la calle estaba desierta. De pronto, sentí que un ventarrón me elevaba y asustada me abracé a Angelina, quien sonreía dichosa, sin importarle nuestros cabellos despeinados y el frío de la mañana.  Poco después, se subió un matrimonio con dos niños, mi amiga me confidenció al oído: vecinos míos, los hijos son bien traviesos, los he retado en varias ocasiones, me quebraron los vidrios de las ventanas recogiendo granizos y compitiendo la puntería en la casita para las cartas que tengo a la entrada. A mí no me salía la voz, estuve todo el trayecto muda hasta que ella gritó.

 ─Es aquí. ¡Salta!   ─y la seguí.

¡Estábamos en una nube! ¡Su casa!  Contentísima, me la mostró. Un living con cocina americana, todo muy moderno, con microondas y una parrilla eléctrica, hasta, ¡un sauna! incorporado al  baño. El dormitorio… ¡ah, el dormitorio! una copia del de la reina Isabel que una vez publicaron en una revista de chismes. La sala estudio consta del computador, una biblioteca y la vieja máquina de escribir underwood, que yo alguna vez utilicé para mis textos.

De vez en cuando alguien se asomaba de una nube vecina entablando una breve conversación con mi amiga. Los noté a todos contentos con su nuevo modo de vida, como si fuese lo más natural vivir en un condominio en las nubes. Desde una más grande llegó el bullicio  de unos niños y el sonido de la campana. Supe que era la escuela y que los vecinos estaban exigiendo universidad para los mayores, hasta cacerolazos hubo la semana pasada, según me contaron.  Por ahora, los jóvenes deben salir temprano y subirse a cualquier ventisca que los acerque al lugar de estudio. El problema es cuando no sopla viento o llueve torrencialmente. Por el abastecimiento no se preocupan, todos los lunes pasa una nube-supermercado. En las vacaciones se inscriben con las brisas, que abundan en esa época, para que los lleven a diferentes lugares.  Angelina me contó que el verano pasado  estuvo en Costa de Marfil y que este invierno piensa ir a conocer Europa.

Por eso, alargué mi estadía y ya llevó dos meses viviendo en su casa-nube.

Desde otra pequeñita un suplementero vocea el periódico. Angelina dijo que si estaba interesada me inscribiera y me lo vendrían a dejar. Ella prefiere enterarse de las noticias por la televisión. Supe que en las tardes transmitían una telenovela peruana muy buena y que anuncian  para el próximo mes una brasilera que hizo furor en Argentina.

─Los fines de semana suben compañías de teatro, ópera y zarzuelas ─me contó mi amiga─. Soy abonada y asisto a todas las funciones. El domingo que viene te invito al ballet Bolshoi.

Quedé impresionadísima. Le dije.

─Tendrás que prestarme una tenida elegante, sólo traje ropa de uso diario.

Me dio envidia las regalías que tienen  y decidí no bajar. Me uní a un grupo de “los sin casa”, que de vez en cuando se asoman a protestar. Me dijeron que una de estas noches haremos “una toma de terreno” en una nubecillas recién llegadas. He aprendido a saltar de una nube a otra y tengo varias amigas que me invitan a tomar el té. La otra tarde fui al cine al aire libre con una de ellas y pasamos a un pub a terminar el día. Allí nos encontramos con unos amigos escritores y bebimos vino tinto chileno hasta la madrugada. Cuando volví, Angelina estaba furiosa, me regaló un teléfono celular para que la próxima vez le avise. En el noticiero habían avisado que se acercaba una tormenta, explicó, y casi lloró imaginándome perdida.

La “toma de terreno” no resultó, vino la policía y se los llevaron presos a todos, seguramente hay un soplón en el grupo. Yo me salvé porque el teniente que los dirigía fue novio de mi hija cuando ambos eran estudiantes en el liceo. Sin embargo, me advirtió tuviese cuidado al elegir a mis amigos, en las nubes no aceptan terroristas ni manifestaciones de ninguna especie.
           
Hace días espero que el cartero me traiga la notificación. Envié una carta al Serviu para que me consideren una casa en este condominio, después de todo también escribo,  no podría volver a acostumbrarme a las constantes protestas y desórdenes de abajo, aquí en lo alto se respira tranquilidad, gozamos de aire puro y en los inviernos no tenemos inundaciones porque el agua cae, estas nubes son especiales y no se disuelven.


(1)Servicio de Vivienda y Urbanismo                 

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