jueves, 28 de febrero de 2013

Cuantas Mentiras


Hill


Para el cumpleaños número quince de Gloria, la más joven de la casa y la más consentida por ende, su padre un hombre entrado en años, pero muy joven de espíritu, quería agasajar a su hija. Así que buscó a la señora Tulia, ella se encargaría de todo, no había nada que le agradara tanto como el olor de la carne asada, aprendió de carnes, cortes, maderas, carbón, e hizo varios cursos de decoración de eventos para combinar todo su saber con gusto.

El día señalado llegó la señora Tulia con un pequeño ejército de nueve personas.  En cuestión de tres horas ya estaba decorado el jardín al mejor estilo del llano, y la carne en proceso, despacio, como ella decía: “La dificultad  está en el manejo del fuego y su cocción se asemeja a la vida en el campo, tranquila, sosegada y sin apuros, ya que los animales en asador se cuecen con paciencia”.

Al medio día la gente tenía el lugar lleno, las mesas empezaron a escasear y la carne estaba en su punto cuando la señora Tulia empezó a llamar a la gente para servir, acompañando el plato con plátano, papa, chorizo, cordero, lechón, pollo, morcilla, salchicha parrillera. Todo en un ambiente de fiesta. Mientras la gente comía, se encontraba amenizando el grupo El Arpa Llanera, cuyo principal atractivo era precisamente el manejo del arpa brillantemente interpretada por Amelia.

Así se celebraba en la casa de sus padres cualquier acontecimiento, comida, bebida, música, y muchos amigos.

 –Sí, extraño esa época, mis padres gozaban atendiendo  a sus invitados, daría lo que fuera por estar nuevamente ahí, pensaba Gloria en medio de un mar de lágrimas, sentada frente a la ventana de la sala de la que hasta hoy fue su hermosa casa.

Ella misma la había escogido. Cuando le contaron del proyecto de casas, su diseño y los colores, realmente no estaba muy convencida pero aun así, fue y se enamoró de la casa, lo primero que apreció fue el frente esquinero que le encantó, parecía una casa estilo mexicano, los colores que tenía eran bien atrevidos, amarillo las paredes y los marcos en azul, puerta rustica café, los ventanales con el marco en la misma madera café adornado con rejas metálicas color cobre. A lado y lado de cada ventana había dos lámparas largas de metal que haciendo juego con las rejas daba el complemento perfecto, para no necesitar nada más que oscureciera para dar el toque de elegancia de esa luz blanca, alumbrando ambos lados de la ventana. En la planta superior se alzaban dos balcones pequeños pero adorables ya que los decoró con flores colgantes que daban contraste de rojos y blancos en la pared amarilla.

El hall de entrada consistía básicamente en un muro con un mueble antiguo de madera de cedro, que contenía ganchos metálicos para colgar abrigos. A la derecha  estaba la sala,  ella misma la había pintado color terracota y consiguió un sillón grandísimo en azul centrado entre dos mesas de piedra, adornadas cada una con una lámpara en base de arcilla y pantalla en tela amarilla, bombillos del mismo tono para que la luz que emerja de ese tono a la pared, mesa de centro en madera oscura con tres candelabros con velas blancas como único adorno, a la izquierda el comedor, que pintó en un beige, mesa de seis puestos de madera de cedro, para sus paredes había colocado su colección de cuadros oscuros y claros. La cocina era un área de lujo, muy espaciosa con ventanas largas, consistía en una enorme mesa de mármol café muy claro, muebles en madera, y los electrodomésticos de  última generación. 

La segunda planta, era el área de habitaciones, para esta zona había conseguido muebles de estilo colonial, con esos arcones de madera, aparadores y vitrinas labradas y talladas minuciosamente, baúles y mesas de noche en cedro, la había decorado delicadamente cada detalle, pintó cada una de las habitaciones…Pero la que tal vez disfrutó más fue la decoración del cuarto de la niña, se esmeró en cada figura de las paredes, la cama se la encontró en una venta de garaje y pagó casi nada por un castillo de princesa.

Su hermosa casa, que la mantenía llena de amor y cuidado, hoy la perdía. No sabe cómo su vida plena de momentos alegres cambió, para volverse un paraje tan sombrío. Ayer celebración, hoy decepción. Las malas decisiones se pagan y a qué precio.

Al otro lado de la sala, el  marido de Gloria, un hombre agradablemente vestido, excelente gusto, dueño de la sonrisa perfecta, cabello canoso, sus ojos color miel, alto, con cuerpo atlético trabajado duramente en el gimnasio, definitivamente muy bien parecido… Se encuentra angustiado. Un sudor frio recorre su cara, él, que todo lo sabe, él, que nunca se equivoca, lo que nunca pensó que le iba a suceder, estaba ante sus ojos. 

Pero José realmente nunca pensaba nada, las cosas salían y se solucionaban solas, la suerte siempre fue su compañera en la vida.

Cada día conocía a alguien que terminaba salvándole el pellejo convencido de la buena acción que llevaba a cabo, por eso habla con todo el mundo. Necesita dominar las conversaciones, las ideas y necesita ser el centro de atención en todo momento. Su simpatía es increíble, la gente realmente goza escuchándolo con interés, por supuesto  es capaz de sostener una conversación de cualquier tipo ya sea política, deportes, economía, belleza, literalmente devoraba el periódico y cuanta revista le llegaba a sus manos, para poder tener siempre un tema a tratar -cada día hay que estar enterados de todo lo que pasa y lo que no.

En casa de José, su mamá le sostuvo siempre sus grandes ideas de adolescente, a ella éste hijo la mantenía embelesada, siempre había algo hermoso que decirle, -mami  no sabes la suerte que tengo de ser tu hijo. -Mami eres la más linda de todas las mamas que yo conozco, las de mis amigos son como feítas y viejitas pero tú, eres preciosa. Y en medio de tanta adulación, era cómplice de sus mentiras, sus escapadas nocturnas por la ventana, sus ensayos a escondidas con la banda del colegio, su pasión por las fiestas, donde mostraba sus dotes de guitarrista y conquistador neto. También le ayudaba con su ropa a la moda, que consistía básicamente en pantalones de todos los colores, bota campana abajo y muy ajustados en cintura, camisas de flores gigantes, figuras geométricas, formas psicodélicas, con un atrevido cuello en pico, zapatos de plataforma, por supuesto, pelo larguísimo, y además había que llevar patillas muy anchas, si, definitivamente su mamá, era su aliada en todas sus aventuras y no fueron pocas.

Entretanto su padre solo tenía tiempo para criticarlo, ya que su ropa no le gustaba, sus zapatos no eran los adecuados para un hombre, su manera de caminar era ridícula, y ciertamente el pelo espantoso, para él, era un greñudo sucio,-¿hasta cuando voy a tener que soportar este vagabundo en mi casa? -¡Mujer!- gritaba más fuerte, para que su esposa estuviera presente.-Cuando voy a tener paz en esta casa sin tener que verle la cara a éste individuo con cara de hippy mariguanero ¡Dígame! ¿Cuándo va a ser usted capaz de decirle a su hijo que se vista como una persona normal?  Quiero que se comporte como un hijo, que no me avergüence, que no parezca diferente, ¡por qué no  se comporta como sus hermanos mayores ellos sí son hombres respetables!

En ese momento los gritos de Gloria lo sacan de la escena con su padre.

Gloria está realmente alterada. –Aquí, que te estoy hablando ¿José, como puedes ser tan mentiroso?  A lo que no pudo contestar o no encontró una mentira más, o sencillamente estaba cansado de mentir, y bajó su mirada. No podía soportar su mirada inquisidora. Sabía que toda la culpa era suya. Su mujer encolerizada, ya roja de la ira gritaba, -¡ayer me dijiste que tenías al día las cuotas de la casa! Has tenido el dinero mes a mes, dime que has estado haciendo, los niños se quedan sin casa por tu culpa, ¿acaso eres estúpido?

Pero José no contestaba nada, estaba pálido, petrificado. Hacía dos años que venía pagando desordenadamente un mes si, dos no, y así los llevaba a los del banco con un préstamo aquí otro allá, con uno pagaba el otro, y su juego acababa de terminar ya no pudo tapar más las deudas, su castillo de mentiras sucumbió, y  siendo realistas, debería haber caído hace rato. Pero como era muy bueno para adular, y su físico siempre le ayudó, tenía a todas las secretarias de su parte y ellas ciertamente, retrasaron hasta donde se pudo ese embargo. Pero ya era inevitable, hizo de todo menos pagar a tiempo, la situación se le fue saliendo de las manos poco a poco, y se ahogó.  Nunca creyó que esto pasaría siempre un milagro lo salvaba, esta vez nada lo evitó.

Y volvía a otra escena en la casa de sus padres, cuando su hermano mayor estaba muy enfermo, parecía que faltaba poco para morir. José tendría seis años justo entraba a la escuela, su hermano aquejado podría estar sobre los veinte años, siempre fue el orgullo de papá, alto de contextura gruesa, ojos verdes iguales a los de su padre, serio como si tuviera muchos años más, estudioso y muy guapo, un verdadero tesoro, siempre lo presentaba como mi hijo el abogado, aunque todavía faltaban dos años para finalizar sus estudios, el padre estaba logrando en él lo que siempre quiso para sí, pero no tuvo la oportunidad, ahora pendía de un hilo la vida de su hijo adorado, estaba verdaderamente desesperado.

Un silencio sepulcral habitaba la casa, no se podía ni hablar, su padre parecía un fantasma vagando por los pasillos, entraba y salía de las habitaciones. No decía nada. Pero su cara lo decía todo, su preocupación no lo dejaba ni salir a trabajar, en cualquier momento ocurría lo inevitable y él tenía que adueñarse de la situación. Era un hombre muy duro, tanto que sus sentimientos no podían salir a flote. Había sido criado así, absolutamente seco e inexpresivo. Entraban médicos, enfermeras, hasta un sacerdote fue convocado.  La casa parecía un hospital. Todo el esmero estaba centrado en su hermano en estado crónico.

Fue entonces cuando José tuvo la genial idea de llamar la atención de todo el mundo, empezó a gemir por un supuesto dolor, en complicidad con su hermana Teresa, estaban más que  aburridos de estar callados y como parecía que nadie le prestaba atención, José empezó a chillar como un perro al que están degollando.

Su padre entra a la habitación vociferando: –¡Silencio estúpido! Pero José tenía que salirse con la suya, había una apuesta con su hermana de por medio, y gritaba más y más duro agarrándose el estómago,-me duele mucho, gemía- ayúdenme, y para hacer más verás el cuento empezó a llorar, lo cual le resultaba muy fácil, siempre fue uno de los medios para manejar a su madre.

Ya su padre iracundo y descontrolado por los gritos de José, mandó llamar una enfermera de la habitación de su hermano mayor  para que lo asistiera, pues la paciencia era algo desconocido para el señor. Y salió de allí. La enfermera con gran cariño le preguntó por sus supuestos dolores, enseguida fue a la cocina a preparar un agua de manzanilla, que le juró era el remedio más adecuado para estos males. José inmediatamente aprovechó la situación y se abrazó a la enfermera, porque ella sí sabe quitar los dolores.  

Que fácil fue engañarlos a todos y la enfermera… – Y que linda que está, tengo que lograr que esté conmigo y no con mi hermano. Se prometió. Y empezó a planear como podría quebrarse un brazo. –Con eso la tendré a mi lado por mucho tiempo.

El sonido insistente  del timbre lo devuelve al presente. -Esto está muy mal, se dice en voz baja, y va hacia la puerta. Es entonces cuando los del embargo entregan la notificación para empezar a llevarse todo.

 –Pero señor aquí debe haber algún error-, y empezó a hablarle para buscar por donde se abría una salida.


Pero hoy era el día definitivo, tenía que entregar la casa. Toma los papeles y empieza a revisarlos para hacer tiempo, pero igual tiene que firmarlos, el encargado le dice que los puede leer todo el día, pero ellos tienen que empezar a sacar todo de la casa.  Ya no tiene nada que hacer y termina por firmar.

José sale de la casa apresuradamente, no aguanta la tristeza,  y no puede darle la cara a su mujer.  Siempre trata a los demás como si le debieran respeto o si tuvieran que rendirle admiración, se rehúsa a disculparse, de alguna manera allá en lo profundo de su cerebro siempre tiene la razón. Y si nos remontamos a su pasado, nunca pudo enfrentar ningún problema solo, mágicamente alguien se lo solucionaba, porque talento siempre tuvo para enredar a la gente a punta de hablar, la capacidad de convencer a cualquiera de lo que fuera, por absurdo que pareciera, José, es capaz de darle la vuelta  a la moneda y ver la situación desde otro punto de vista. O sea el que él necesitara. La adulación típica siempre empezaba con: “¿Esos ojos suyos son de verdad? Porque son los más bellos que yo he visto, en serio, son adorables, pero no me mire así, le estoy diciendo toda la verdad y nada más que la verdad, créame”. Eso acompañado de una sonrisa, más una mueca de picardía, bastan segundos para hacer efecto. Ya en este paso las secretarias estaban a sus pies. Máximo cinco minutos  más y la transacción que necesitara estaba hecha a satisfacción. Por eso confió siempre en su don. Ahora la había abandonado, estaba perdido.

Empezó a andar la calle sin rumbo fijo, abatido, al cabo de media hora llega al bar de su amigo Felipe, es su escondite favorito. Allí  escapa de todos, nadie lo molesta, además es un sitio perfecto ya que puede conocer gente nueva todos los días. Con lo que no contaba era que su amigo ya sabía del embargo y le pidió que saliera de ahí y no volviera, ya ni siquiera quería que le pagara la deuda  que tenía del bar, ahora José siente un estremecimiento, como un baldazo de agua fría, la sensación de desespero empieza a tomarlo en sus garras, tiene dificultad para respirar, siente temblores  y el mareo es muy fuerte, está sudando copiosamente. Salió y se sentó en la acera. Su corazón se le iba a salir del pecho, y tenía un dolor tan grande, que rompió a llorar.

Recordaba cuando estaba en el colegio y llegaba súper temprano a la puerta, siempre se sentaba solo en la acera a esperar que abrieran, entrar  primero y vigilar el reloj era su pasatiempo, después de todo salir de su casa era mucho mejor que encontrarse con su padre tan de mañana, escuchar su discurso matutino era toda una tortura,- sus hermanos si pueden hacer esto y usted no, deme un motivo por el cual usted es tan inoperante.-Sus hermanos tienen mejor gusto para vestir, o para caminar, o para comer o para lo que fuera.- Usted con eso de la música se va a morir de hambre, no quiero que vuelva a ensayos, a mí no me venga con ese parloteo, en esta casa se estudia, ninguno de mis hijos le dio por estar disque en una banda, eso es una sinvergüencería para no llegar a hacer tareas.-¡Y míreme a los ojos cuando le hablo! Parecía que lo odiaba cada vez que hablaba, o al menos eso pensaba, -así que es mejor desaparecer antes que baje a desayunar. Aunque tuviera que llevarse un pan para el camino, lo gozaba más que una regañada, y su padre era un experto en buscar un detalle por pequeño que fuera para ponerlo con la cabeza gacha, porque si intentaba decir la más mínima palabra, ésta inexorablemente sería usada en su contra.

Mientras tanto, Gloria se pone peor al ver como su marido escapa  nuevamente de los problemas. Ella siempre fue una persona fuerte, capaz de soportar presiones y agresiones constantes, pero su autoestima se ha debilitado mucho debido al continuo maltrato psicológico que ha sufrido, José sabe cómo manipular a “aquellos que se someten al poder de sus encantos”, pero sólo se ama a sí mismo, es un maestro en el arte de ser despectivo y egoísta, tiene un apego excesivo a su narcicismo, necesita confirmar permanentemente que al otro le importa, que lo elige y sobre todo que lo admira.

Se acostumbró a soportar una relación abusiva durante demasiado tiempo, ella pensaba que un día iba a poder cambiar “mágicamente” al abusador, lo amaba demasiado. Sin embargo… Tiene en su contra una personalidad sobre protectora, desde que era niña siempre cuido de los demás, amén de ser excesivamente tolerante y condescendiente. Siempre tuvo problemas para poner límites y decir "No" aunque estuviera absurdamente enojada terminaba haciendo lo que le pedían. -Gloria consígueme esto o lo otro pero para hoy, y aunque tuviera que volverse dos o tres, lo lograba, daba todo de sí para que el resto del universo estuviera bien.  Dio por sentado que lo que dicen los demás es "ley" y siempre obedecía, lo cual producía en sí misma una ira que se encargaría con el tiempo de producirle esos dolores extremos, ya que  su rostro mostraba amabilidad pero su interior estaba ardiendo de la cólera que se tragaba.-¡No es justo! Pero de ahí no pasaba.

Siempre con la misma pregunta: ¿Porque esa necesidad suya de ser “protegida”? Soñaba con el príncipe azul que la sacaría de todos sus problemas, el caballero que por fin la trataba bien, la abrazaba y amaba, sin tener que ser grosero, ¿era mucho pedir?

Hace unos años José quedó cesante, la empresa para la que trabajaba quebró, y sin aviso previo quedó en la calle, pero ella siempre positiva lo apoyó, lo sostuvo, lo protegió. Pero nunca le recriminó su agresión hacia ella y los niños,-pobrecito está muy preocupado por no tener trabajo- y así guardo silencio para supuestamente ayudarlo, -él debe sentirse muy mal- se convencía a si misma, y lo dejó empeorar cada vez más su grosería, y dado su bajo nivel de tolerancia, y su temperamento explosivo, cualquier incidente menor desataba su agresión, gritos e insultos al cual más despectivos, eso incluía el llegar a casa y encontrar la cocina sucia, los juguetes en “desorden”, el café no estaba hecho y fresco, la camisa que se iba a poner era la única sin planchar, demasiados chillidos de los niños en su presencia, debían encerrarse en sus habitaciones o cualquier otra cosa que se imaginara…No había manera de adivinar por qué se enojaría ése o el otro día. Hasta que se hizo una constante y ya Gloria perdió su horizonte, solo vivía para proteger a sus hijos contra su mal trato, soportar su limitación económica ya que en su casa se gastaba y comía solo lo que él creía necesario y siempre se gastaba de más y venía la cantaleta –¿ustedes creen que la plata crece en los árboles?- Aquí yo solo trabajo y trabajo mientras ustedes  no colaboran para nada, tienen que tener sentido de propiedad, -la vida es muy dura, -cuantas veces les tengo que decir que apaguen las luces,-¡mientras ustedes vivan debajo de este techo yo pongo las reglas! Y emocional pues nadie tiene el derecho de llorar, ni siquiera mantenerle la mirada, pues es un signo de subversión, todos tienen que bajar la mirada, cuando está hablando o regañando, situación que  se convirtió en su deporte favorito. Tristemente José necesita de personas sumisas que se sometan a su voluntad.

Y lloraba en silencio en su lecho cuando ya todos dormían, se perdió a sí misma en su afán de cuidar a sus hijos. Trató de acordarse cuando empezó a beber si, exactamente cuando su mamá murió, ese mismo día, el día fatal. Nunca pudo soportar  la ausencia de su madre. Esa fecha lo marcó. Comenzó a llegar cada vez más tarde a la casa, sin aviso. Y Gloria pegada del teléfono, pendiente de alguna noticia, angustiada por la ausencia de José, ignorando su paradero.

Suspirando con dificultad recordó esa época, estaba embarazada del tercer bebe, lloró todo el tiempo, malo si llegaba porque aguantaba la grosería, malo si no llegaba. José tiene la particularidad de parecer amable, educado y compasivo en público, pero es cruel, sarcástico e irónico en privado.  Obsesionado por revisar las pertenencias de Gloria, invadía su privacidad si es que algo quedaba. Desarrolló una fuerte necesidad de controlar a los demás o de restringir los derechos y la libertad de las personas a su alrededor.

Ordena o exige, no pide ni tolera que sus necesidades no sean satisfechas inmediatamente.

La depresión tocó fondo cuando  dio a luz. No quería levantarse siquiera, los dolores de cabeza, de espalda, así como la sensación de opresión en el pecho, todo el día con un  nudo en la garganta, taquicardia, y a eso sumada la impotencia para caminar por el dolencia que le producía la sutura de la cesárea. Había días que quería desaparecer, el sufrimiento físico era demasiado, y peor aún el dolor del alma.

La tristeza solo lograba vencerla al despertar y ver la carita de su hijita. Ese rostro de ángel siempre le sonreía, verla en las mañanas lograba hacer reír su corazón, sentir que su miradita la ve, ofreciéndole su mejor expresión de júbilo. Fue su gran luz la que logró iluminarla. Por ella sacó coraje de donde no había, fue su mástil y por ella se levantó.

Siguieron pasando los días, trabajó  duro para sacar adelante esos hermosos hijos, a ellos les dio todo, lo que fuera siempre lograba conseguirlo, la mayoría del tiempo por supuesto a espaldas de su esposo. Pero para ella nunca hubo tiempo ni espacio, nunca se cuidó a si misma pues su prioridad eran sus retoños, y nunca pero nunca fue capaz de callar la grosería de su marido.

Pero el tiempo todo lo va cambiando y ese inmenso amor fue mermando lentamente,  inadvertidamente la amargura invadió su alma, su hermosa cara se fue transformando en aburrida y sin vida, la risa desconoció su rostro, su cuerpo fue engordando, caminar se volvió lento, sus dolores se hicieron crónicos, la depresión hizo presencia permanente.

Su corazón se encerró en una coraza, sus lágrimas olvidaron su camino, en la vida llega un punto en que uno se pregunta,- para qué llorar. Sus ojos antes vivos y expresivos los entrenó para mostrar cara, de- todo está bien, todo lo tengo en orden, mi vida es perfecta. Nadie diría que esta mujer tenga algo en desorden, -su vida marcha seguro, a las mil maravillas. Eso pensaba la gente. Pero por dentro está totalmente destruida, su mundo se fue desboronando lentamente, con el día a día.

Y hoy por fin le asestaron el golpe final, ya todo pasó, no faltó nada para matar su lucha, es hora de pensar el siguiente paso.

Como fuera lograría sacar las cosas de los niños y algo de ropa. Estaba contra el tiempo porque los del embargo no iban a dejar nada en la casa, Gloria corría de una habitación a la otra, ni siquiera encontraba en que empacar las cosas, Sus hijos no estaban en casa y no sabía por dónde empezar para no dejar las cosas de valor para cada uno de ellos, cuando se encontró con el jefe de la cuadrilla, tuvo que suplicar, -empiecen por abajo llévense todo, pero déjenme sacar las cosas de mis hijos, ellos son lo más importante para mí, se quedaron sin casa pero sus cosas personales por favor déjeme sacarlas. El señor no tuvo nada que decir, pero tenía que cumplir con su trabajo, así que dio la orden de bajar y sacar primero lo del piso inferior.

Gloria respiró mejor, ya le dieron algo de espacio para correr de un lugar a otro, empezó por la habitación de su hijo mayor, buscó la computadora, los juegos, todo lo electrónico que se encontró, abrió el closet y sacó la ropa colgada, él era muy ordenado la tarea estaba fácil aquí. Siguió con el segundo hijo, éste es más difícil no se sabe dónde deja nada, empezó a abrir y revolcar todo y ver que iba apareciendo, -esto le gusta, esto no sé cuánto, libros tengo que llevarlos todos. Las ideas iban y venían a toda velocidad, le costaba respirar, tenía que mantenerse fuerte, no podía dejar atrás algo medianamente importante para sus hijos, debía ver cada objeto con detalle, no podía literalmente llevarse todo. El closet era todo un reto, así que resolvió sacar por montones de cada entrepaño y confiar no dejar su ropa preferida. Ahora el cuarto de su hija, en ese iba a necesitar más tiempo ya que como es tan acumuladora de pequeñeces, no podía dejar olvidado nada, pero las cosas se mejoraron ya que tenía estuchitos para todas sus colecciones y se encontró una maleta rosada en su closet, empezó a empacar toda el vestuario de la niña, a ella le encantaba compararle cosas, si había algo que disfrutaba comprar era vestidos de niña, no iba a dejar nada, las muñecas, los juguetes, de ésta habitación había mucho por empacar, fue organizando y haciendo montones en las puertas de las habitaciones. Luego llegó a su cuarto por su ropa, sacó solo lo indispensable, volteó a revisar que más se llevaba y se dio cuenta que no quería nada de allí. Y ya sin nada más que hacer le pidió al mismísimo encargado del embargo, que le diera unas cajas para sacar todo al carro, que afortunadamente nadie había dicho si entraba o no en el embargo, y en este caso lo mejor es siempre no preguntar.

Terminó de llevar todo al baúl del carro que quedó lleno, el asiento de atrás apenas dejo espacio para una persona, ni modo tendrán que apretarse un poco. Ya en la puerta de la que había sido su casa hasta hace una hora, un último vistazo, entró en el carro, ya se habían secado sus lágrimas no quedaba ninguna. Y se alejó.

Tenía tres horas mientras sus hijos salían del colegio, así que parqueó cerca, para tomar respiro.  –Tengo que pensar que hacer. Primero para donde voy. Sacó su teléfono y marcó. En éste caso la primera opción es su mamá. La llamó y casi no  pudo poner sus pensamientos en orden, hablaba en un completo caos, su madre la calmó, la escucho con ese amor infinito, -definitivamente quiero a mis nietos en casa.-Los recibo de mil amores. Le dice que se dispone inmediatamente a alistar las habitaciones, su padre está encantado con la idea, tiene la casa llena otra vez.

Sus padres viven un poco lejos, en las afueras de la ciudad en el campo abierto. Entonces… Gloria se imagina como serán sus días en una casa donde su próximo vecino esta a un kilometro de distancia, suena maravilloso. Se dice a sí misma. -Empezare de nuevo, tengo que hacer mi vida con mis hijos, lejos de José.
Pasaron las horas y va a recoger sus hijos, acomoda los niños como puede en el auto, les dice que van de paseo no muy lejos, pero que trajo sus cosas, nada les va a hacer falta y para tranquilizarse a sí misma pone música y empieza su camino, hace frío, pero no le importa. Ahora  sonríe, hacía rato que no sonreía, ésta situación se veía venir y por fin se sentía libre, ya podía darle gracias al universo por lo que vendrá.

Mientras, José regresa al bar de su amigo y vuelve a hacer gala de su don del habla, su amigo lo recibe y se sienta solo en una mesa al fondo, lejos de todo, aunque el sitio realmente es muy pequeño, la música se coloca en una vieja rockola  con discos de una colección bastante pasada de moda, pero los clientes nunca se quejan, nadie recuerda si alguna vez hicieron alguna remodelación, siempre fue así, mesas sencillas de madera oscura, lámparas que  penas producen algo de luz. La mayoría son vecinos, y éste es un bar de barrio, nada ostentoso, más bien son como de la casa, el dueño conoce a cada uno y los saluda por su nombre, han sido conocidos de toda la vida. Así que, con un trago en la mano José medita en los errores cometidos, cada vez ganaba más, y no tenía un cinco.

Claro, porque nunca puede negarse a los pedidos de sus hermanos, ni cuando su hermana le pidió para las cirugías estéticas que fueron muchas y muy costosas, ni para el arreglo del carro estrellado de su hermano,-tal vez hubiera sido más barato comprar uno nuevo. Si, a él le tocó ingeniárselas para el envío de su sobrina a estudiar en España, así se empezó a descuadrar su presupuesto. Una plata para pagar aquí y allá. Ellos sabían cómo manejarlo, su padre les había enseñado, cada vez que lo menospreciaba y le gritaba: -¡ayude a sus hermanos pedazo de inútil!-¡Usted es un bueno para nada! Ellos sí valen la pena.

Cuanto daría en éste momento saber  por qué nunca pudo agradar a su padre, o al menos por qué  todo lo que él  hacía, indudablemente siempre estaba mal, y jamás obtuvo su aprobación.

Pero ya era tarde, había fallecido la semana pasada, y el único encargado de su funeral fue él, sin la compañía ni ayuda de sus hermanos, ya que ellos estaban verdaderamente ocupados en sus asuntos como para colaborar o al menos aparecerse para despedirlo.

-El mundo estaría mejor sin mí. Y apuró su copa.

martes, 26 de febrero de 2013

¿Hasta cuándo Julito…?


Silvia Alatorre Orozco


Dos seres desamparados y temerosos al futuro se unieron para esquivar su pesarosa existencia. Sus historias eran semejantes: ser hijos únicos de madres dominantes y quedar huérfanos casi al mismo tiempo; tenían mucho en común: eran muy ingenuos y estaban deseosos de pertenecer a una familia. A la muerte de sus progenitoras se encontraron  solos y sin saber enfrentar la vida con valentía, estando bajo esas circunstancias y aunado a las mofas de que el muchacho era víctima por parte de don Toño, Julito se casó con Tita. A cual más de ignorantes, ninguno de los dos se daban cuenta de que el matrimonio no se consumaba a pesar de llevar al pie de la letra “El manual de los esposos cristianos”, escrito a sus ochenta y siete años por el célibe padre Ripalda, pero como el libro no tenía dibujos explicativos, los recién casados no lograron entender la teoría ahí descrita. Después de tres años de llevar vida marital y al ver que los bebes no llegaban supusieron qué Tita era estéril.

Años atrás tanto doña Paquita como doña Carlota, madres de Julito y Tita, llegaron a vivir a la ciudad de México y se instalaron en uno esos palacetes porfirianos de estilo francés que habían sido residencia de los aristócratas de la época, y posteriormente convertidos en insalubres viviendas en arrendamiento llamadas vecindades, dando alojamiento a un gran número de familias de clase media baja. Las bellas fachadas cubiertas de canteras, granitos nórdicos y estucos cambiaron su aspecto al ser pintadas y colocarles burdos letreros para identificar el giro de los pequeños comercios que se ubicaron en los cuartos que daban a la calle.

Doña Paquita y sus padres arribaron a México como inmigrantes españoles exiliados durante la guerra civil española. Recién viuda y sabiendo únicamente tocar piano se dedicó a dar clases para tener ingresos y sostener al pequeño Julito; era una mujer flacucha, chaparrita y de carácter difícil; vestía a la moda de la post guerra, tan puritana que no se dio cuenta de que las partes pudendas del niño tenían un desarrollo deficiente, sus testículos nunca descendieron y el colguije no era más largo que un dedo meñique.  Evitaba socializar con los demás inquilinos ya que los consideraba inferiores, y hablando con marcado acento ibérico recalcaba lo que ella consideraba la diferencia de clase social. Julito, era un muchachito rechoncho, patizambo, cegatón y timorato; durante mucho tiempo vistió de pantalón corto, y fue hasta que creció lo suficiente que su madre le permitió usar  la ropa del difunto para hacer a un lado el pantaloncillo; con lentes gruesos, chaleco a cuadros tipo escocés y calcetas largas lucia diferente a los demás chiquillos de la vecindad; su cabello casi rubio y ligeramente ondulado era peinado con jugo de limón pero un rebelde bucle siempre se deslizaba sobre su frente haciéndolo lucir muy aniñado. Asistía a una escuela de paga ya que doña Paquita se oponía a mandarlo a la del gobierno, pues decía que ahí iban únicamente  los que ella llamaba con desprecio “los indios”; consiguió un buen descuento en la colegiatura a cambio de tocar el piano durante los festivales escolares. En cuanto Julito terminó la secundaría lo mandó a trabajar para que cooperara en la manutención de la casa.

Doña Carlota, la madre de Tita, era una mujer morena, robusta y muy varonil, la nena nada parecida a ella era una linda criatura de tez blanca y facciones finas; venían procedentes de la provincia. En realidad la niña no era su hija ya que la había robado del Hospital Civil en donde trabajaba como enfermera, motivo por el cual se vinieron a la capital. La llamó igual que ella pero de cariño le decía Tita, no le permitía hablar con nadie ni tener amiguitas, la dominaba a tal grado que la pequeña era incapaz de decidir cosa alguna sin antes preguntarle su parecer. En cuanto la muchachita aprendió a leer, escribir y hacer cuentas no la llevó a la escuela nunca más  y la instruyó en los conocimientos básicos de enfermería para convertirla en su ayudante. En el portón colocó un letrero con la siguiente inscripción: 

SE APLICAN INYECCIONES Y LAVATIVAS

A domicilio

Preguntar por Carlota. int.  # 13 altos

Nunca les faltaban clientes ya que entre niños constipados, empachados y ancianos estreñidos siempre tenían trabajo. Para Tita no fue fácil aprender este oficio por lo que desgarró más de un culo tratando de introducir el bitoque.

Por su parte don Toño, un mulato costeño, gordo, alegre, dicharachero, alburero y divertido era el “alma” del lugar, no vivía ahí pero pasaba el día en lo que él llamaba “su despacho” ubicado justo a la entrada de la vecindad, constituido únicamente por una silla alta, un taburete y un cajón con sus herramientas de trabajo; además de dar lustre al calzado alquilaba revistas para caballeros y completaba el negocio dando “toques” con un ingenioso aparato, que por medio de dos electrodos conectados a unos tubos  proporcionaban descargas eléctricas en las manos de los solicitantes; según decía este tratamiento ayudaba a incrementar la potencia viril. Postrando sus grandes nalgas sobre el pequeño banco trabajaba o chanceaba a los transeúntes  mientras en su radio escuchaba mambo o sones veracruzanos.

Sabiendo lo tímido y apocado que era Julito lo maloreaba cuando pasaba frente a él; le entonaba un estribillo, terminando la frase con algunas palabras que tenían la finalidad de jorobar al muchacho; como a sus trece años, el  niño aun usaba pantalón corto le cantaba:

-   - ¿Hasta cuaaando Julito… hasta cuaaando… usaras pantaloncitos de hombre?

Desde luego evitaba molestarlo delante de doña Paquita, ya que si ésta se daba cuenta, le reclamaba al costeño dando gritos histéricos y amenazándolo con el paraguas.

Entre doña Paquita y don Toño había una gran antipatía. Cuando la maestra daba sus clases de piano, el mulato subía el volumen del radio y ella bastante enojada y para opacar esa vulgar música, ponía en el tocadiscos la música de “Los churumbeles de España”, el estruendo era tal que los vecinos lanzaban gritos e insultos dirigidos a ambos. Únicamente Carlota y Tita permanecían en silencio ya que no querían tener problemas, pues varios de ellos eran sus clientes.

En el patio central los chiquillos correteaban y jugaban pelota, pasar por ahí era un reto ya que había que esquivar pelotazos, sortear charcos de agua maloliente y caminar sobre la basura regada por doquier. Un mal día al cruzar por ahí, la maestra de piano resbaló rompiéndose la cadera; ya nunca más se levantó de la cama y Julito vendió el piano para solventar los gastos del padecimiento de su madre.

Así fue como Tita se relacionó con Julito ya que frecuentemente este solicitaba de sus servicios para atender a doña Paquita que cada día estaba más débil, entre la mala alimentación y los lavados intestinales en pocos meses pasó a mejor vida; cayendo el muchacho en una triste desolación.

No pasó mucho tiempo después de que Julito quedara huérfano cuando Tita también perdió a su madre. La muerte de doña Carlota fue todo un escándalo que hasta en los periódicos salió publicada. Resulta que los fines de semana por la noche esta mujer se vestía de hombre, se ponía corbata y hasta sombrero; le explicaba a Tita que se iba a trabajar y usaba ese atuendo para que en la calle nadie le faltara al respeto. Pero una noche ya no regresó; al día siguiente le avisaron a Tita que estaba muerta afuera de un lupanar; lugar a donde doña Carlota acostumbraba ir a intercambiar besos y caricias con las jóvenes suripantas del lugar; ese sábado, el padrote de una de las pupilas con un machete le partió la cabeza en dos, dejando el sombrero inservible y el casimir ensangrentado.  Tita al igual que Julito quedó huérfana y sola.

Ya sin doña Paquita para defender al muchacho, don Toño entonaba una nueva cantaleta para molestarlo, y disfrutaba enormemente al ver como se ponía rojo de coraje y que no era capaz de protestar, ahora le cantaba:

-   ¿Hasta cuaaando Julito… hasta cuaaando… conocerás culito de mujer?

Ya cuando se casó con Tita, el costeño  recitaba otra tonadilla:

-  ¿Hasta cuaaando Julito… hasta cuaaando… lavaras la caca de los pañalitos?

La vida de los jóvenes esposos se convirtió en una gran monotonía y quedó en el olvido el deseo de tener hijos. Julito trabajaba en la zapatería, sus ingresos eran limitados pero con la ayuda de Tita lograban solventar los gastos de su modesto vivir. Fue en ese entonces que Fermín, el sobrino de Julito, apareció; era un chaval recién llegado de España y sin quinto en la bolsa, por lo que en seguida consiguió trabajo en la panadería de la colonia, y rentó un cuarto en la vecindad.

En una ocasión que Tita fue a comprar pan le dijo:

-   Oye tiita como que creo que vos…o  como que el tío no… ¿O… sí?

Tita puso cara de desconcierto y no supo que contestar ya que no entendió el comentario, por lo que el españolito continuó diciendo:

-   Pues como que la veo flaca y enjuta…

-   Es que soy de poco comer, hijo- contesto Tita.

-  No, como que no se trata de eso tíita. Vos camináis jorobada y como escondiendo el pandero, eso lo hacen las mujeres que no están bien cogidas.

-   La verdad Fermín que no entiendo lo que dices.

-   Tíita, ¿vos conocéis el Kama Sutra? – de golpe el sobrino le soltó esa pregunta.

-    No, ¿qué es eso?

-   Es un librito que me traje de España.  Si vos queréis se lo explico.

Y la ingenua de Tita le pidió permiso a Julito para recibir esa instrucción y el marido al desconocer de que se trataba el mentado libro e ignorar las intenciones del sobrino, dio su aprobación.

Además de trabajar en la panadería, Fermín complementaba sus ingresos saliendo con mujeres casadas que le pagaban por la explicación del mentado libro; pero en el caso de Tita no pensaba cobrarle porque era parte de su familia.

El curso sobre Kama Sutra empezó enseguida, y como era de esperar resultó que Tita aún era virgen, después de la primera lección, la muchacha caminaba como que hubiera montado jumento, Julito que era poco observador no se percató de ese particular detalle.

Al poco tiempo de que Tita empezó a recibir los “nuevos conocimientos”, se cortó el pelo lo rizo con la permanente,  pintó los labios de carmín, usó la falda zancona y contoneaba la cadera al caminar; no pasaron muchos meses que la partera la ayudó con la llegada de una bebe. Julito no cabía de contento al ver que la nena era linda y le agradó que se parecía más a su pariente que a él. Debido a su ignorancia pensó que el embarazo había sido como consecuencia de los encuentros sexuales que sostuvo con su mujer al inicio del matrimonio, ayudado además por los toques que una sola vez tomó con don Toño, experiencia que aún no olvida. 

-   ¿En qué potencia los quieres Julito?- le preguntó don Toño.

-   En la más potente- contestó el muchacho.

Y en cuanto recibió la descarga eléctrica, las piernas se le pandearon, los brazos se le torcieron, sus lentes se empañaron y se orino. Nunca más regresó a recibir “toques”.

Después del nacimiento de la criatura, por unas semanas Fermín no visitó a Tita, pero en cuanto terminó la cuarentena, volvió para concluir el curso ya que solo faltaban tres lecciones; ya terminada la enseñanza, el españolito los visitaba únicamente cuando Julito estaba presente, pues consideraba que el tío le merecía respeto.

Para beneplácito y orgullo de Julito su familia creció; Tita tuvo dos hijos más, varoncitos, morenitos y de piel oscura. Estos niños eran muy diestros para cambiar focos y separar cables que hacían cortos, Tita extrañada  por esta rara habilidad, se dedicó a investigar  y el boticario le dijo  que seguramente tenían los genes de la tolerancia a las descargas eléctricas muy desarrollados.

Ahora, cuando Julito pasa por el portón, don Toño le canta otro estribillo:

-  ¿Hasta cuaaando… Julito… hasta cuaando… se te quitara lo pendejo, Julito?

Sin embargo Julito sigue su paso muy orondo, con la cabeza en alto y esbozando una sarcástica sonrisa lo mira de reojo ya que tiene la certeza de que  sus hijos nunca serán blanco de las mofas del costeño.