tag:blogger.com,1999:blog-983682993750655582024-03-17T20:04:42.386-07:00Letras LatinoamericanasRevista del Taller Internacional de Escritura Narrativa.
Fundada el 4 de septiembre de 2010.
www.escrituranarrativa.orgJosé Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.comBlogger869125tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-48332304845245830392024-03-12T13:49:00.000-07:002024-03-12T13:49:04.629-07:00Un acto de… amor<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Érika Ramírez Levín</span></b></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX"><o:p> </o:p></span> </span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Prometí que nunca la visitaría y lo he
cumplido. Tras varios años de altibajos, logré rearmar mi vida. Al fin tengo
una relación sentimental estable que me ilusiona. He dejado de despertarme en
las madrugadas empapado de sudor. Además, funcionó mejor de lo que pensaba eso
de cambiar a una dieta vegana. ¿Por qué no pudo continuar así?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Hoy, al amanecer, tuve una sensación extraña
en cuanto sonó el teléfono. Me notificaron que está enferma y le pronostican poco
tiempo de vida. Quizás un mes o menos. Al colgar, una nube densa, negra, se
infiltró por mis poros. ¿Qué hago con estos sentimientos que, de manera sistemática,
enterré en lo más profundo de mi ser y ahora siento cómo me revuelven el
estómago, ascienden por el esófago y se transforman en unas náuseas
incontrolables?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Me tuve que reportar enfermo al trabajo.
Vomité dos veces. ¡Maldita sea! Dijeron que avisarían cuando falleciera, no
antes. Como una película, cada detalle regresa a mi mente acosándome la
cordura. Vuelvo a escucharla gritando que fue por amor. ¡¿Amor?! ¡Por eso está
encerrada! ¡Que se pudra! Las arcadas ácidas me sorprenden otra vez. Brinco del
sofá golpeándome la espinilla con el borde de la mesa de centro; duele hasta el
alma, pero ahogo el grito por la salivación cada vez más abundante. Mi brazo
izquierdo logra agarrar el respaldo de una de las sillas del comedor. Fijo la
vista en el pasillo, mi objetivo está al final. Intento respirar profundo por
la nariz y corro cojeando sin mirar las puertas de las habitaciones a ambos
lados. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Si se viera el departamento desde arriba,
parecería una gran te mayúscula. La cocina está en línea recta con la sala y en
medio, opuesto al comedor, está el pasillo. Estoy sentado, con una manta sobre
mis hombros, en el sillón de tres plazas que tengo por sala. De cara a mí,
pegado a la pared, está un mueble blanco de los que llaman centro de
entretenimiento, con múltiples cajones para guardar hasta lo que no recuerdo;
ahí reposa una pantalla de cincuenta pulgadas y tres consolas de videojuegos. A
la derecha ilumina la estancia una enorme ventana corrediza centrada en la
pared color ocre. Cuando quiero ventilar el lugar, basta con abrirla junto con
la de la cocina para que se forme una corriente con ráfagas de aire que
desperdigan cuanto papel o adorno ligero se cruzan en su camino.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi novia pidió la tarde libre y llegó hace
media hora. Está preparándome una infusión de manzanilla y hierbabuena. Me ha
repetido que no hace frío, pero sigo temblando. Sé que está confundida, no la
culpo. En este afán de dejar todo atrás, le oculté esa etapa de mi vida. Siento
su mirada sobre mí. Volteo hacia ella y me sonríe por encima de la barra de
granito marrón que divide la cocina de la estancia. Me sale una mueca extraña
en un intento de regresarle la sonrisa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Necesito platicarte algo —le digo casi en un
susurro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Espera, ya casi voy! No te oigo —replica en
voz alta como todas las personas que, cuando no escuchan, hablan fuerte, al
tiempo que se oye el tintineo de la cuchara chocar con la cerámica mientras
vierte el agua caliente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Despacio, sosteniendo con una mano el plato y
con la otra la oreja de la taza, deja el té sobre la mesita de centro. El olor
de las hierbas endulzadas con miel reconforta mi malestar.</span></span><span style="font-family: verdana;"> </span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Decías? —pregunta curiosa—. Ah, oye, antes,
¿llamo al médico? No entiendo qué fue lo que te pasó. Ayer comimos lo mismo,
¿qué te pudo haber hecho tanto daño?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No, no, está bien —respondo de inmediato—.
Bueno, no es que esté bien. Quiero decir que no fue comida lo que me afectó.
Tengo… algo que contarte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se sienta en el sillón, a mi derecha, sin
quitarme la vista de encima. Sube las piernas y las cruza en forma de mariposa
acomodándose para quedar frente a mí. Toma un cojín y lo coloca sobre su
regazo. Veo el reflejo negruzco de nuestros cuerpos enmarcados en la pantalla delante
de nosotros y continúo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Recuerdas que te dije que mis papás
murieron hace años? —le pregunto, sin rodeos, intentando encontrar un punto por
donde comenzar; ella asiente en silencio—. Pues… fue mi papá el que falleció en
ese choque; mi mamá sobrevivió. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡¿Por qué ocultarías algo así?! —me cuestiona
incrédula y un poco molesta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Por favor, te pido paciencia —balbuceo. Tomo
la taza de la mesa pues siento una sequedad amarga en la boca que intento aliviar
con dos tragos del té humeante—. Todo tiene una explicación y te prometo que te
hará sentido después de que sepas el porqué. Solo… dame oportunidad de… <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—De acuerdo —me interrumpe con tono cortante,
cruzando los brazos—, te escucho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Noto la lengua entumecida y un poco adolorida
tras haberme quemado con el líquido. Inhalo profundo, suplicando que el aire
que ingresa me ayude a encontrar el valor que necesito para continuar. Exhalo
lento y tremoso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Los tres éramos, lo que podría llamarse, una
familia feliz. Mis padres se adoraban y yo era la envidia en la escuela porque eso
no era muy común; a mi alrededor, por el contrario, se escuchaba más sobre
divorcios, abandono, maltrato, ausencias.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Todos los días, entre semana, mi mamá
cocinaba el desayuno. Recuerdo que…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una arcada me sorprende y jalo aire con
desesperación para ahuyentar el malestar. Tomo otro poco de té. Esta vez soplo
primero sobre la superficie parduzca, pues sigue muy caliente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Perdón —me disculpo incómodo—. Después de
desayunar, nos daba en una bolsa de papel un pequeño refrigerio para que
almorzáramos a mediodía. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En este punto, necesito volver a respirar
profundo. Siento el estómago revuelto. Me levanto sin decir nada, voy hacia la
ventana, la abro de par en par y agradezco el aire fresco que golpea mi rostro.
Por fortuna, la panadería del otro lado de la acera no tiene el horno prendido;
lo sé porque el olor me hubiera provocado más náuseas. La calle está tranquila
y los pajarillos trinan efusivos, ajenos a mi malestar. Vuelvo a sentarme.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Papá me llevaba a la escuela en las mañanas
y, de regreso, cerca de las siete de la tarde, me recogía en el campo de fútbol
para irnos a la casa. Los fines de semana hacíamos lo que, supongo, cualquier
familia hace en sus días de descanso: íbamos al cine, comíamos fuera,
visitábamos a tíos, primos o amigos, qué sé yo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Una tarde, después de la práctica, se me
hizo extraño no ver estacionado su carro. Me dirigía hacia las gradas,
buscándolo, cuando reconocí a José, su hermano menor, acercarse despacio con
las manos metidas en las bolsas de sus jeans y la cabeza gacha. Tan pronto lo
tuve enfrente y levantó la cara, distinguí sus ojos hinchados e inyectados de
sangre. Me asusté muchísimo y solo atiné a preguntarle si todo estaba bien. Se
soltó en llanto y me abrazó tan fuerte, que aún hoy puedo sentir sus brazos
rodeándome. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Me contó que, aprovechando que nos visitaba,
papá había arreglado salir temprano de la oficina, ir por mi mamá a la casa,
luego recogerlo a él de no recuerdo dónde y darme la sorpresa en la escuela
para ir a cenar los cuatro. Cuando pasó el tiempo y mis papás no llegaron, mi
tío indagó hasta que dio con el accidente donde un microbús de transporte
público los había embestido por no respetar el rojo del semáforo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»A partir de ahí, nuestras vidas se vinieron
abajo. La recuperación física de ella fue rápida. Solo tuvo algunos golpes
leves, pues el camión pegó del lado del conductor. Pero la mental… Como te
decía, el carro recibió el impacto en el costado donde iba mi papá. Las puertas
quedaron destrozadas y las ventanas hechas añicos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Con las migajas contadas por mi mamá de vez
en cuando, los peritajes para establecer responsabilidades y lo que me explicó
ese abogado…, ¿cómo lo llaman?, ¿abogado de accidentes? Bueno, de todo eso, logré
armar una especie de rompecabezas que más o menos explica lo ocurrido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Después del golpe, ella volteó a su
izquierda y vio a mi papá quieto, con la mirada hacia adelante, los brazos aún
agarrando el volante y moviendo ligeramente los labios. Le preguntaba si estaba
bien, pero él no respondía. Con cada pregunta aumentaba su desesperación al no
recibir respuesta, hasta que supongo que se asomó para poder verlo mejor… <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi novia se acerca un poco más a mí y toma mi
mano con la suya. Acaricia con su pulgar mi dorso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Su rostro estaba desfigurado; la piel se estiraba
hacia una gran protuberancia del lado izquierdo de la frente, como si al
momento de irse inflamando, el bulto jalara el cutis deformando sus facciones.
El abogado mencionó que la cabeza debió latiguear por el impulso de la colisión,
pegándose con el marco de la ventana o con el cristal previo a estrellarse. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Pero eso no fue lo peor. No sé si por la
sangre o cómo, mi mamá se percató de que papá tenía un pedazo de cristal, de
tamaño considerable, clavado en el cuello, cerca de la garganta. Y… me han
dicho que fue por instinto… no estoy seguro. Ella me ha repetido, me ha
asegurado, que solo quería liberarlo para que pudiera hablar; insiste haberse
sentido invadida por una urgencia de ayudarlo al verle mover los labios y no
emitir palabras. Que… por eso… <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Auuu —gime mi novia de forma sorpresiva—.
Perdón, es que me apretaste la mano. Estás muy colorado. ¿Te sientes bien?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Veo mis dedos marcados en su mano y las uñas
de mi otra mano clavadas en mi palma al abrir el puño. Tengo mucho calor, me
quito la frazada de la espalda y cruzo los brazos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, bien —espeto molesto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Entonces? Decías que te ha repetido que
quería ayudarlo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Eso es lo que ha dicho todo este tiempo. Que
necesitaba saber qué le quería decir y por eso… jaló el vidrio de su cuello. Lo
que creo que ella nunca comprendió es que, al sacar el pedazo, terminó de
desgarrarlo. La sangre prorrumpió a borbotones salpicando todo. Él… él no podía
respirar, ¡se estaba ahogando! No sé cuánto tiempo estuvo así hasta que… bueno…
hasta que murió. ¡¿Por qué no pidió ayuda?! ¿¡Por qué no se esperó?!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi respiración está demasiado agitada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Revivo ese momento como si yo hubiera estado
ahí. De tantas veces que lo he imaginado, he visto la desesperación de mi papá
intentando respirar, su angustia al sentir que el aire no llegaba a sus
pulmones. No sé si habrá tenido la conciencia de que eran sus últimos momentos.
Y a mi madre gritándole que le hablara, que le dijera algo, pero ¿¡cómo!? ¿¡Qué
no vio que estaba sufriendo?!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Me doy cuenta de que mi novia me ve aterrada
y me asusto. Intento respirar profundo una y otra vez para tranquilizarme. Con
manos trémulas tomo la taza de té y doy unos sorbos; ya está tibio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ay, amor! —alcanza a articular, angustiada,
pero se nota que no tiene idea de qué más decir. Se acerca un poco más y me acaricia
la espalda.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Respiro profundo y continúo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Pasaron dos o tres semanas en que se encerró
en sí misma. No salía de su recámara, no hablaba con nadie, casi no comía. En
las noches se despertaba llorando y gritando el nombre de mi papá, con una angustia
y un dolor que no se lo deseo a nadie. A menudo la escuchaba murmurar preguntas
como: «¿Por qué no me llevó con él?», o frases incomprensibles como: «No debió
irse solo». Fue una época muy dura porque no pude vivir el duelo de mi papá al
estar padeciéndola a ella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»La tía Remedios, prima suya, me recomendó
una tanatóloga y una psiquiatra que daban consultas a domicilio y, viéndolo en
retrospectiva, fue cuando comenzó a salir de esa depresión en la que se había
enclaustrado. No te voy a mentir, hubo días buenos, otros malos y algunos
peores. Aun así, poco a poco, comencé a verla mejorar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Mi papá había dejado un seguro de vida que
sirvió para costear estos tratamientos junto con una enfermera que estuvo con
ella en el día mientras yo iba a la escuela. Dejé el fútbol a fin de estar más
tiempo a su lado; era una persona mayor, ni modo de abandonarla. Luego de casi
un año, resurgió de las sombras y, aunque no volvió a ser la misma de antes,
recuperó algunas de las actividades que tenía previas al accidente. En especial,
cocinar, que era algo que ella amaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Noté que, incluso, se entusiasmó al
descubrir que podía obtener nuevas recetas de internet. Creo que escuchó en
algún programa de televisión a una chef recomendando su página. Me intenté
embarrar de paciencia para enseñarle a usar la computadora; lo que fuera con
tal de también recuperar mi vida que por su culpa había postergado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Al fin pude llorar la partida de papá. De manera
paulatina, nuestras vidas se fueron reconfigurando en una rutina diferente pero
funcional. Los desayunos y refrigerios regresaron a mi vida. Te hablo de que
pasaron como tres años desde el accidente hasta este punto. Yo ya estaba en la
universidad e intentaba combinar mis estudios con la socialización y mis
entrenamientos deportivos que había dejado a un lado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Suspiro. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Me reconforta platicarle a la mujer que amo
esta parte de mi vida. —Veo que ella me regresa la sonrisa y extiende su brazo
para tomarme la mano—. Sigo extrañando a mi papá como si fuera ayer; me hace
demasiada falta, aunque no sé qué hubiera pensado o hecho de haberse enterado
de lo que pasó después.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi novia, confusa, se mantiene en silencio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—A pesar de que nuestras vidas habían vuelto
a la normalidad, existían momentos en que se perdía en sus pensamientos. Por
ejemplo, mientras esperaba que algún guiso hirviera, se asomaba por la ventana
de la cocina hacia el jardín y murmuraba frases o preguntas sueltas, como
aquellas que solía repetir cuando recién ocurrió el accidente: «¿Por qué no me
llevó con él? Pudimos habernos ido juntos. Debí haberme ido con él». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Como vi que las cosas iban mejorando,
comencé a ya no estar tanto en la casa. En el fondo, ahora que lo pienso, no
quería estar cerca de ella. Incluso verla a los ojos me costaba trabajo. No sé,
era extraño. Me daba coraje que me hablara como si nada. Sé que debía sentirme
contento porque ella estaba recuperándose, pero…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Siento una oleada de furia arropar mi calma.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Sus innovaciones en la cocina cada vez eran
más notorias. Lo advertí en los refrigerios que me seguía mandando a pesar de
que yo le decía que en la universidad había cafetería. Insistía en que me
llevara la comida porque, según ella, era su forma de demostrarme que me
acompañaba; quería asegurarse de estar cerca de mí. Como no quería enfrascarme
en una discusión inútil, accedí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Una noche, cuando estábamos cenando, vi que
tenía una curita en el dedo anular de su mano izquierda. Le pregunté qué le
había pasado y un tanto nerviosa me respondió que se había descuidado al cortar
la fruta. Me imagino que, por instinto, jaló la manga de su vestido hacia la
mano en un intento de taparse. La tela se atoró con el anillo de la otra mano y
se le descubrió el brazo. Tenía la piel lastimada, con quemaduras o raspones,
no logré ver bien, porque con éxito volvió a jalar la tela e insistió en que no
era nada de importancia. No quise alarmarme y decidí creerle. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿En serio no hiciste nada? ¿No la llevaste
al médico? —me frena mi novia, impaciente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Te estoy diciendo, no quería preocuparme de
más y, en general, ella se veía bien. Pensé que le daba pena que me diera
cuenta de lo distraída que estaba —objeto molesto por su acusación y nos
quedamos un momento en silencio; respiro profundo—. Ya sé… ya sé. Solo
acuérdate del tiempo que pasó para por fin estar en ese punto. Lo que menos
quería era siquiera pensar en alguna recaída o peor. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi novia sacude la cabeza y guarda silencio.
Logra ponerme nervioso, por lo que tomo la taza y bebo el resto del té. Para
este momento ya está frío. No sé cómo postergar más el relato, así es que
prosigo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Algunos días después, casi lograba
escabullirme a la escuela cuando apareció por la puerta de la cocina para darme
la bolsa de papel con mi almuerzo. Vi que rengueaba y apretaba los labios en un
ademán como de dolor. Le pregunté si estaba bien. Me respondió que le molestaba
un poco el talón. «Aflicciones de vieja, ya sabes». Me sonrió y terminó de
regresarse a la cocina. Fue en ese momento cuando empecé a pensar que algo me
ocultaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿¡Apenas?! —reprueba mi novia con voz
chillona y, de manera simultánea, se tapa la boca con ambas manos—. Perdón, ya,
perdón… sigue.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Pongo los ojos en blanco. ¡No tiene idea de
nada y de todos modos me critica! Me resigno a concluir la historia, aunque
noto que mi estómago me comienza a atormentar y unas náuseas ligeras se asoman
desafiantes. Dicen que el cuerpo tiene memoria y hoy compruebo que es cierto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Mi apuesta, después de ver las heridas, era
que se estaba haciendo daño ella misma. Leí que esa es una forma que tienen
algunas personas para expresar una situación emocional que los está destrozando
por dentro. Algo así como que necesitan sentir otro tipo de dolor porque no son
capaces de enfrentar sus sentimientos y entonces recurren a autoinfligirse
lesiones que les generan una paz momentánea. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">»Antes de enfrentarla o pedir otra vez ayuda,
precisaba de pruebas. Con apoyo de un amigo, amante de la tecnología, instalé
unas pequeñas cámaras en la cocina a fin de monitorear cuándo recurría a
lastimarse. Ya que tuviera una o dos tomas podría ir con la psiquiatra para que
me ayudara a determinar el mejor plan de acción. Mi error fue estar revisando
el celular en la universidad, con amigos y conocidos alrededor. Ya sabes, en la
carrera de Comunicación los curiosos sobran.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Tu error? —me preguntó desconcertada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, porque en cuanto vi lo que hizo, en
cuanto entendí —y ese «entendí» lo remarqué fuerte y claro—, lo que hizo esa
mañana antes de darme la bolsa de papel con mi almuerzo, perdí la razón. Mi
mente se nubló a tal grado que todo me daba vueltas, volví el estómago y creo
que hasta lloré. Necesitaba respuestas y, al mismo tiempo, no quería volver a
saber nada de ella. ¿¡No le bastaba con haberme arrebatado a mi papá?! Jamás,
escúchame, jamás había experimentado algo similar en toda mi vida. De ahí, tengo
borrados algunos episodios. No supe cómo llegué a mi casa, solo recuerdo estar
frente a ella, gritándole mientras le mostraba los videos en el celular, viendo
su cara estupefacta y tan pálida que creí que se desmayaría.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No entiendo…, ¿qué viste? ¿Qué había en los
videos? —me cuestiona intentando comprender.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Me levanto del sillón y voy hacia el mueble
de la televisión.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Todavía la escucho berrear suplicante: «¡No
quería que estuvieras solo! ¡Te juro que lo hice con amor, para acompañarte
siempre, porque ya habías perdido a tu papá! ¡Tienes que creerme, hijo!» —le
sigo contando mientras camino arrastrando los pies sobre la alfombra.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Abro el cajón de hasta abajo y saco un
periódico amarillento y maltratado. Despacio, como si pesara una tonelada, lo
llevo hacia ella. Unas lágrimas me acompañan en el camino. Era el diario que la
facultad publicaba en esa época.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—En todos estos años no he logrado
reconstruir bien lo que pasó después de eso. Supongo que los compañeros,
aprovechando que me conocían y que el morbo siempre vende, publicaron la nota.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi novia agarra el periódico sin quitarme los
ojos de encima. Luego, baja la mirada hacia el titular con las letras más
grandes de la página y ahoga un grito.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«“Unidos” por la comida: Cada mañana, una
madre preparaba el almuerzo con pequeños trozos de su propia carne para, afirmó
ella, estar más cerca de su hijo».</span><o:p></o:p></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-18771802412482478932024-02-29T14:28:00.000-08:002024-02-29T14:28:24.953-08:00Las últimas navidades con Luzbel<div style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Luis Orellana Díaz</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llegó a tiempo. Escuchó
lo que parecía el ruido de un auto abandonando la escena. Su sexto sentido la guio
directo al montículo de tierra recién removida. Escarbó con desesperación hasta
que se le destrozaron las manos. Lo habían sepultado bajo una vieja magnolia a
la orilla del camino que da hacia el bosque de cipreses. La nieve descendía sobre
la cabaña y las eras que rodeaban la casa se iban vistiendo de un blanco
grisáceo. Un astro fantasmagórico de fines de otoño se reflejaba sonámbulo
sobre las tejas de barro vidriado. La cabaña estaba a dos horas de la gran
ciudad, en una aldea anclada en las estribaciones de la cordillera occidental. Su
fachada de madera y piedra, se divisaba al llegar a la primera curva para
ingresar al pueblo que se extendía a lo largo de la panamericana. Era una aldea
de horticultores, hombres de campo, gente huraña y desconfiada, emparentados en
su mayoría. Era la tierra natal de su esposo. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«¡Está vivo! —insistía
la mujer—, ¡aún está vivo!». Cuando sus manos se toparon con la caja de madera,
estaba a punto de darse por vencida. Era una caja de rejillas, de esas para
transportar frutas. Introdujo sus dedos entre las hendijas y la tiró con fuerza.
Sin éxito. La caja permanecía adherida a la tierra mojada. Tiró de las rejillas
en medio de su angustia, pero el armazón resultó inexplicablemente resistente.
Lo golpeó con sus pies, lo haló con sus manos hasta que al fin cedió. Cuando
sintió el bulto, lo palpó rígido y frío; lo tomó por los sobacos y lo levantó a
pulso. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Era un perro
mediano, una rara mezcla de siberiano con algún caniche por su pelambre
ensortijado y sus ojos blancos. Estaba cubierto de lodo y hojarasca. Sintió que
el alma le volvía al cuerpo cuando lo vio parpadear. «¡Luzbel, Luzbel!», lo
sacudió con fuerza. El animal abrió sus ojos y la contempló con su mirada
nevada, daba la impresión de regresar de un viaje trasmundano. Lo estrechó
contra su pecho para contagiarle calor. Estaban ateridos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desenredaba la
lana de su perro con la ayuda de una tijera mientras el nivel de la tina subía
lentamente y los espejos del baño se iban empañando por el vapor. Se percató que
tenía varios cortes en sus manos y en sus muñecas, algunos profundos, aunque ya
no sangraban ni le causaban dolor alguno. Sin duda un vidrio o un clavo punzante
las desgarró en su rescate desesperado, pensó. Limpió sus heridas y les aplicó
vendajes, colocó unas ramas secas de lavanda en una funda de tela y las
sumergió en el agua. Se metió a la tina, allí se quedó largo rato con Luzbel en
su regazo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No recordaba, tenía
la mente bloqueada, tal vez los calmantes; ni idea de cómo llegó a la cabaña, si
llegó sola o fue su esposo quien la trajo. Nidia, sumergida en la tibieza de la
tina se dejaba estar en ese presente de paz. Esa sensación de seguridad que
hace mucho tiempo no sentía estaba de vuelta y la mujer se regocijó en ella. El
aroma de lavanda —esa fragancia que usaba su padre— la transportaba a su niñez;
rememoró el cosquilleo de su bozo cuando besaba sus mejillas, la fuerza de sus
brazos apretando su cintura. Recordó su mano cálida y fuerte sosteniendo su
mano, ¡cuánto lo añoró, sumergida allí! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al emerger de sus
recuerdos, levantó al perro y lo sacó de la tina frotándolo con una toalla. Lo
llevó a su cama besándolo en la frente y en las orejas. Lo metió bajo las
mantas. Repetía mentalmente las palabras de su psiquiatra: «Eche a andar sus
ideas en pos de imágenes gratas, las sensaciones positivas seguirán detrás». Bajo
las sábanas, imaginó las manos del esposo como las manos del padre: fuertes y
seguras. Las visualizó nítidas, con esa firmeza y sabiduría con la que operaban
sobre los animales dolientes.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las mismas
manos de las que se enamoró cuando empezó a asistirlo en el quirófano. Y fue
más lejos aún, las llevó a su vientre y las deslizó hacia su bragadura para
sentir como le dolía el amor por ese hombre, y por instantes lo sintió profundo,
lo sintió real. «De seguro regresó donde Ariana. La navidad la pasará con sus
hijos», pensaba. Esa bipolaridad de emociones, ese vagar entre la luz y las
sombras es lo que más le agotaba. Sin embargo, esta vez se percató de que ya no
sentía ese rencor en el pecho como antes al escuchar o pronunciar el nombre de
la «ex» de su esposo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se sacudió los
recuerdos y buscó refugio en los ojos de su perro, pero Luzbel tenía una mirada
ausente, vacía. Tras la blancura cautivante de sus irises, Nidia no logró encontrar
esa tierna compasión que le llenaba de paz. A través de ellos, ahora vislumbraba
la oquedad de su pequeña alma y le invadió una profunda pena por su perro, entonces
tuvo la certeza de que sus soledades ya no eran una sola soledad compartida. Lo
apretó fuerte contra su pecho para consolarlo, luego lo cubrió con la manta y
dejó la cama decidida a entrar en acción antes de que la fatalidad terminara de
consumirla. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Afuera, la nevada
se hacía más intensa. Buscó leña en el depósito. Las reservas se habían agotado,
tendría que ir al bosque detrás de la cabaña. Cuando abrió la puerta, una
ráfaga de viento helado se coló dentro de la casa alborotando los papeles
olvidados sobre las mesas y las flores secas de los jarrones; se arremolinó en
el centro de la sala danzando por un instante sobre la alfombra llena de polvo,
para luego filtrarse por las hendijas de las ventanas, bajo los travesaños de
las puertas y avanzar deslizándose por las paredes hasta impregnarse en las losas
de la cocina. Luego…, solo se detuvo sobre los cristales frisados de las fotografías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En el umbral, se
quedó paralizada mirando la tiniebla. No era el frío lo que la detuvo,
extrañamente la mujer no sentía frío, era la noche inmensa y abierta como las
fauces de algún animal siniestro. Regresó al cuarto, no se había percatado en
qué momento cayó la noche. Levantó las mantas para acurrucarse junto a su perro.
¡La cama estaba vacía…! Las sábanas blancas le parecieron un paraje nevado y
yerto. «¡Luzbel, Luzbel!, ¡perro del demonio!, ¿dónde te has metido?». Lo buscó
bajo la cama, bajo las mesas, removió los muebles, escudriñó la casa, se había
esfumado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Alumbrada con la
luz de un quinqué se aventuró en el corazón de la noche. Lo llamó con ternura: «perrito,
perrito», luego gritó su nombre a los cuatro vientos…, nada; era como si lo
hubiesen devorado las tinieblas. «Luzbel, querido, no me abandones ahora. “Santo
ángel de…” “Santo…”»; quería recordar la oración al ángel de la guarda, pero su
memoria estaba anegada por el miedo, la tristeza y la desolación. Avanzó hasta
el pueblo gritando su nombre, golpeó las puertas de los vecinos más cercanos
buscando información, nadie atendió a su llamado, la aldea estaba sumida en las
tinieblas, ni una luz en las ventanas. Ya de regreso, cuando pasó bajo la vieja
magnolia descubrió dos faros diminutos que resplandecían sobre el túmulo de
tierra removida. Sintió un latigazo de electricidad en su columna…, eran los
ojos del perro que reflejaban la luz mortecina del quinqué. «¡Perro malo! ¿Qué
haces aquí? ¡Me vas a matar de un susto!». Luzbel, que la miraba compungido,
comenzó a temblar cuando vio que la mujer se acercaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Lo llevó a casa y lo
volvió a bañar. Esa fue una noche muy extraña, Nidia no pegó los ojos, temía
dormirse y se mantenía en sobresaltos; tenía la impresión de que Luzbel no
respiraba en los instantes en que, vencida por el sueño, se quedaba dormida.
Cubierto bajo las mantas, acurrucado en el regazo de su «madre», el animal no
terminaba de abrigarse. Esa noche se sucedieron, en una procesión indiscernible,
una extraña mezcla de sensaciones, sueños y recuerdos. Su cuerpo ingrávido viajó
a la deriva en un limbo vacío mientras duró el duermevela. Ni grillos, ni
búhos, ni el aullido lejano de los lobos, rompieron ese silencio abisal. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La mañana, que
siguió a esa noche tan extraña, fue particularmente fría. Una luz grisácea un
tanto sucia se filtraba por las cortinas. Nidia permaneció largo rato en la
cama buscándole una salida a su situación. Barajó un sin número de explicaciones
para los sucesos de la noche anterior ¿Quién pudo dañar a Luzbel?, ¡es tan
manso como un cordero! ¿Quizá querían dañarla a ella a través de su perro…?,
eso le pareció más plausible. Pero ¿quién pudo hacerlo? Pensó en algunos
residentes que no la miraban con buenos ojos. Al fin y al cabo, ella era la
intrusa en esa sociedad tan cerrada, y la intrusa en el primer matrimonio de su
esposo. Quizá fueron sus hijastros, siempre le parecieron unos adolescentes
rebeldes; pero, ¿crueles, a ese punto? Sabía que no la aceptaban en el mundo de
su padre, empero, ¿a Luzbel?, estaba segura que los chicos lo querían; además,
hace tiempo que no se les ha visto por la aldea. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nidia se puso
paranoica, sospechó del esposo; últimamente lo sentía distante y en sus crisis
depresivas llegó a pensar que la quería fuera de su vida. Luzbel dormía tan
profundamente que la mujer tuvo que moverlo para cerciorarse que estaba vivo. El
perro levantó la cabeza y la quedó mirando con extrañeza. «Tu “padre” nos
quiere, ¿verdad?», le dijo con ese tono con el que se les habla a los niños. «Es
estricto con nosotros, pero nos quiere», pensó. Miró el reloj: eran cerca de
las doce. Le pareció raro que su esposo no hubiera llamado; a lo mejor estaban
enojados, ya no lo recordaba, el diazepam la sedaba al punto de no saber en qué
día de la semana se encontraba. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desde la cama hizo
algunas llamadas sin éxito, quizá la fuerte nevada de la noche provocó algún accidente
que interrumpió las líneas de teléfono. Se cubrió con un abrigo y avanzó hacia
el pueblo en busca de un teléfono. La blancura lo aplastaba todo, tuvo la
sensación que la aldea se hundía bajo el peso de la nieve. Algunos comercios
estaban abiertos, pero nadie los atendía. La mayoría de las casas estaban
engalanadas con la navidad, pero no había luces encendidas ni sonaban
villancicos. El bar estaba cerrado, como todos los lunes. «Debe ser lunes»,
pensó. Después de dar una vuelta por el parque central regresó a casa siguiendo
la balaustrada que da hacia el río. A través de la ventana vio un comedor con
los platos servidos. Llamó… silencio. Tuvo la sensación de que todo el pueblo
huyó de repente. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A su regreso se
hizo con algo de madera para la chimenea. Con la casa abrigada permitió que
Luzbel anduviera tras sus pasos de habitación en habitación. Le encantaba el
olor que emanaba su manto sedoso, aunque esta vez que lo apretó contra su
rostro, Luzbel tenía ese olorcito rancio y picante, con esa dulzura un tanto
repugnante que le caracteriza a la materia orgánica descompuesta. «Te he bañado
a conciencia, pero… ¿cómo?, ¿dónde te fuiste a revolcar?». No quería volver a
bañarlo por tercera vez, así que, subió a la alcoba matrimonial por un frasco
de perfume y la encontró cerrada. Con el perro detrás a modo de «rabo», buscó
en los estantes, revolvió los veladores, revisó la cartera y el abrigo que
había usado en esos días, las llaves estaban perdidas. Había que forzar la
chapa, pero lo dejó para más adelante cuando terminara de hacer lo urgente —de
todas formas, solo usaba esa habitación las veces que estaba con su esposo—,
quizá las encontraría en el lugar menos esperado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nidia y Luzbel eran
el uno para el otro. A él lo encontraron una mañana lluviosa en la puerta de la
fundación, debía tener una semana y días pues sus párpados estaban aún sellados.
Lo habían dejado en una caja de zapatos a merced de la buena voluntad de los
rescatistas. Cuando ella visitó la fundación, tras una corta convalecencia a causa
de su primer aborto, lo encontró debatiéndose entre la vida y la muerte; lo
llevó a la cabaña para atenderlo en su consulta. Se dedicó a alimentarlo hasta
seis veces al día con una sonda. Masajeó su pancita usando un algodón humedecido
con la misma frecuencia para que elimine sus excrementos y lo hizo dormir en su
regazo. Cuando abrió los párpados por vez primera: las pupilas zarcas del
pequeño florecieron como una margarita. La joven doctora se enamoró de su
mirada hipnótica y tomó la decisión unilateral de integrarlo a su hogar,
rompiendo la regla que acordaron con su esposo: ¡No animales en la casa! Ya
suficiente tenían con atender un centenar de ellos en la fundación. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La vida nunca
estuvo a la altura de sus deseos. Cuando estudiaba en la facultad de
veterinaria se enamoró de su maestro y vivió un romance tormentoso con este
hombre que ya tenía una familia. Cuando al fin su profesor se divorció y
pudieron casarse creyó haber conseguido la felicidad, pero sus momentos de
ventura no superaron el primer trimestre de un embarazo ectópico. Nidia siguió
intentándolo, sin embargo, luego de dos abortos más, toda su voluntad se vino
abajo y en su mundo se instaló el espectro de la depresión. No soportaba la
ciudad, quería huir de los problemas; por ello, cuando él se divorció de Ariana
para casarse con ella. La joven doctora influyó en la decisión de preferir la
cabaña a la casa de la ciudad. Una casa grande necesitaba de un animalito
—aprovechó—: «Aunque sea para que haga bulla». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La vida en el
pueblo le ilusionó al principio, y aunque él no renunció a su magisterio en la
universidad, ni a la dirección de la clínica de la fundación, ella no tuvo
problema en ponerse al frente de la pequeña consulta que montaron en la cabaña.
Pronto se daría cuenta de que su proyecto no tenía futuro. Los aldeanos no la
aceptaron del todo, su fama de destruye hogares la volvía ingrata a los ojos de
la gente y la consulta se abría y cerraba de forma intermitente según cómo los
avatares golpeaban la puerta de la joven doctora.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La tarde la
pasaron en los arreglos de la casa, en la noche se dedicaron a adornarla con
motivos navideños. Luces intermitentes parpadeaban en todas las ventanas y un
árbol del tamaño de una persona promedio brillaba a un lado de la chimenea. Luzbel
se había instalado debajo, entre las cajas vacías que, forradas con papel de colores,
simulaban los regalos de este año. Para Nidia la navidad era la fiesta más
importante, y aunque estos últimos años la había olvidado a causa de sus
abortos y sus depresiones. En esta ocasión se propuso retomar los rituales de
su infancia. Fue la única hija de una madre frágil que pasaba la mitad del año
enferma y la otra mitad presa de enfermedades imaginarias. Antes de la
separación de sus progenitores, la casa se llenaba con la parentela de su padre
que era numerosa y de espíritu festivo. Luego de la separación, sus navidades se
volvieron solitarias y, aun así, la niña las esperaba ilusionada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Esa noche se
entretuvo tejiendo unas prendas navideñas para Luzbel. Al día siguiente, martes,
según ella, el día que correspondía con la Nochebuena —lo decía un viejo
calendario que pendía de la pared—, Nidia se sentía optimista, había
sobrevivido a la tentación de hacerse daño por falta de sus antidepresivos.
Además, Luzbel estaba muy «mono» con su nuevo<i> look</i>. Intentó salir al
pueblo, pero la nevada de la noche anterior lo hacía imposible. El paisaje era de
una blancura impoluta, se habían borrado todos los contrastes. Tuvo la
sensación de que la cabaña flotaba sobre un estrato de nubes que se perdía en
el horizonte. Levantó la mirada y lo encontró en el mismo lugar, el mismo sol
fantasmagórico estaba allí, mirándola lánguido, como el ojo de algún dios
pagano que le escrutaba el corazón. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sintió pavor a lo
absurdo de existir en ese mundo vacío y tuvo la certeza de que toda la
parafernalia navideña era solamente una forma de colmar su soledad. Entonces
gritó el nombre de su esposo: «…» el silencio era rotundo y se llenó de miedo. Corrió
al teléfono y lo volvió a llamar, no importaba la distancia, ni los problemas
que los mantenían separados. El timbre entrecortado de la operadora resonaba lejano.
Cuando se activó la contestadora le dejó un mensaje: «Amor, no soporto esta
distancia, ni esta soledad. Ahora entiendo que no son indispensables los hijos.
Aún puede brillar la navidad en nuestras vidas. Dejemos lo malo atrás».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Esperanzada en que
su mensaje surtiera el efecto deseado, decidió poner a punto todo para la cena
de la noche. En la cocina, tomó una funda de pienso que estaba sobre el
refrigerador y llenó el comedero del perro. Le echó agua fresca al bebedero,
pero Luzbel, ignorando su desayuno, se dedicó a perseguirla por los pasillos. Estaba
segura de que él vendría, nunca se resistió a una invitación suya, menos en una
ocasión como esta. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mientras se ocupaba
en sus quehaceres, le dio por recrear las escenas de una posible reconciliación.
Luzbel se acomodó en su cesto de mimbre para observar cómo Nidia lavaba y
secaba la cristalería.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ahora pulía una
charola de metal. La puso frente a su rostro para humedecer con su aliento una
mancha persistente. La frotó una vez más y la acercó a sus ojos para comprobar su
efecto. De pronto, el rostro de la mujer fue tomando forma en la superficie
reflectante del metal. Estaba desencajado, con unas ojeras profundas; la porcelana
de su tez, antes reluciente, tenía el color de los olivos y la textura
acartonada de la piel envejecida. Por un momento, la impresión detuvo su
diálogo interno…, le bastó un instante a su razón para convencerle que solo era
el efecto del espejo improvisado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Más tarde, sonreía
frente al tocador contemplando las proporciones perfectas de su rostro y el
rosa pálido que emanaba de su tez. Arregló sus rizos castaños con los dedos y
se pellizcó las mejillas. Sus ojos color miel se encendieron con una chispa de
picardía y se mordió el labio inferior con sus dientes de pedrería. «¿Cómo luzco
ahora?», preguntó a su perro. Luzbel la contemplaba con ojos compasivos y le
respondía con gemidos. «Ya sé, estás con hambre». Fueron de vuelta a la cocina.
Se fijó en el comedero, el perro no lo había tocado. «Ya sé, ya sé, estás
cansado de esas “pepas” secas». Abrió una lata de comida y lo puso en un plato
de loza. Volvió a mirar el reloj, iban a ser las doce; su frente se frunció con
una mueca de extrañeza, ¿era una coincidencia que haya mirado el reloj dos
veces a la misma hora? «Bueno —se dijo—, es mediodía. Si recibió mi mensaje debe
estar por llegar». Bajo el chorro tibio de la ducha, sintió crecer esa
sensación en el vientre, ese vacío angustioso de la espera, esa ansiedad que
ponía su piel trémula, permaneció así hasta que la serenidad retornó a su
cuerpo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Otra vez frente al espejo pasó por el ritual
del maquillaje, mientras inconscientemente añoraba el ruido de un auto o el
timbre del teléfono. La tarde caía y su angustia aumentaba minuto a minuto, no
quería pensar en la fatalidad que le había perseguido desde la infancia y se
refugió en los recuerdos luminosos de los álbumes familiares reviviendo rostros
alegres y juveniles. Releyó una por una las cartas de su noviazgo para llenarse
de esperanzas, pero al final… se sintió como un buzo sumergiéndose en los
abismos de su vida desgraciada y percibió la asfixia de su existencia; solo los
ojos compasivos de Luzbel brillaron por un instante como un faro en la
superficie. Conforme caía la tarde y no había señales del esposo, Nidia comenzó
a tocar fondo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">De pronto se hizo la
noche, fuera de la cabaña el tiempo se dilataba hasta el infinito. Las luces
navideñas le parecieron luciérnagas que pugnaban por huir de sus celdas de
cristal. Ya no lo pudo esperar más, ya no lo quiso esperar; solo buscaba liberarse
de esa presión en la garganta, de esa angustia que le apretaba el pecho. «Podría
ser la última depresión», pensó. Aún a sabiendas que todo lo que tuvo fue una
fantasía construida por su voluntad, sintió pena por aquello que pudo haber sido.
Siempre estuvo a un paso de la felicidad, a veces incluso la saboreo un poco —le
supo al agua de mar, que mientras más la bebes la sed aumenta. Intentó
diciplinar sus pensamientos y no encontraba razones que le infundieran la
fuerza necesaria; a lo mejor, nada tenía sentido, para nadie. ¿Por qué habría
de tener sentido para ella?, ¿qué la hacía diferente entre todos los demás
seres absurdos? Pensó en su madre: llena de certezas, aún en sus últimos momentos
convencida del regreso de su padre. Pensó en su padre: rodando mundo en busca
de la pareja ideal, dilapidando su fortuna y su salud. Pensó en su esposo:
dividido entre el amor a sus hijos y el amor hacia ella; al final, lo apostó
todo por ella y terminó con las manos vacías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Conforme se
sumergía en la oquedad de la noche, sus preocupaciones mudaron, ahora comenzó a
pensar en una navaja, en una cuerda, en una viga. Más de una vez creyó que su
mejor salida sería una sobredosis de pastillas, ¡y justo ahora no las tenía! Luego
de meditarlo por un momento una idea brilló en su mente. «¡Claro!», se dijo,
siempre estuvo a su alcance y no lo había pensado antes. Se dirigió a su
consultorio y contempló por largo rato los frascos de medicamentos. Ya no la
apretaba esa angustia en el pecho, realmente se sentía liviana desde que aceptó
la decisión final. Estaba flotando, levantó los brazos y los agitó cual unas
alas. Supo entonces que era el momento de volar. Tomó la ketamina de la sección
de anestésicos y una ampolla con cloruro de potasio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Un gemido en el último
momento le recordó que no estaba sola. Luzbel la miraba angustiado y apoyaba
sus patitas delanteras sobre la cintura de Nidia. Los ojos de la mujer se
llenaron de lágrimas. ¿Por qué no podía solo abrir esa «puerta» y simplemente
huir? «¡Luzbel!, ¡Luzbel!», no debía dejarlo expuesto a los caprichos del mundo.
Era una circunstancia con la que no había contado por estar obsesionada con su
última decisión. Son estos los momentos cuando la cordura parece locura y la
locura se convierte en cordura. Lo abrazó fuerte contra su pecho y platicó con él
un buen rato. Luego lo puso sobre la mesa y cargó una jeringa con el anestésico,
después rompió la ampolla del potasio y succionó su contenido con una jeringa
de mayor volumen, un líquido transparente se arremolinaba en el interior del
instrumento. Nidia lloraba desconsolada durante el proceso. Todo estaba
dispuesto, la doctora ligó el antebrazo de su perro con un guante de goma hasta
que la safena quedó protuberante, luego la pinchó con la primera jeringuilla, soltó
la ligadura de su antebrazo y empujó el émbolo despacio; Luzbel lamía las
mejillas húmedas de su «madre» mientras gemía ajeno a su destino. Unos
instantes después cayó vencido. Cuando el sueño del perro se volvió profundo,
Nidia introdujo el contenido de la segunda jeringuilla en su torrente
sanguíneo. El animal se estiró lentamente, intentó respirar un par de veces
mientras sus ojos zarcos se iban volviendo negros conforme se le dilataban las
pupilas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Era una práctica
de rutina, lo había hecho una docena de veces a lo largo de su profesión. En
cuestión de minutos el bueno de Luzbel quedó fulminado. Mientras realizaba el
procedimiento con su perro, entendió que ese método no servía para su propósito
de quitarse la vida, porque necesitaba de alguien más para que bombeara el
potasio letal cuando ella cayera noqueada por el anestésico. La mujer buscó un
cartón o algún recipiente para el cuerpo de su amigo, pero solo encontró una
caja de madera en la que venían las frutas para la cocina y la usó como un
féretro. Después, lo sepultó bajo la vieja magnolia a la orilla del camino que
da hacia el bosque de cipreses.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Con Luzbel enterrado,
subió a la alcoba principal armada con un mazo de cocina para romper el pomo de
la puerta. Tenía la esperanza de encontrar en ella un frasco de pastillas. Cruzaba
el pasillo y estaba a punto de llegar cuando creyó escuchar una voz dentro de
la habitación. Se detuvo, vio una luz tenue que se filtraba por debajo de la
puerta. Se acercó en puntillas y pegó su oído contra la madera. Un quejido
provino del interior, luego todo quedó en silencio. Giró despacio la perilla,
para su sorpresa, la puerta cedió sin resistencia. El cuarto estaba en penumbra
iluminado oblicuamente por una luz que procedía del baño. En la cama tendida, había
un sobre con una carta dentro. Pasó sin hacer ruido. Tomó la carta y la leyó. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Era una carta de
despedida redactada de su puño y letra, con rasgos góticos en las consonantes. Conforme
la iba desentrañando, los recuerdos de sus últimos momentos flotaban como los
restos de un naufragio en la superficie de su mente. Cuando la terminó, el
puzle estaba completo. Supo en un instante que su existencia no era más que un
bucle de conciencia atrapado en un limbo sin tiempo. Se dirigió al cuarto de
baño, ya no buscó las pastillas, pues tenía la certeza que no las encontraría. Minutos
después de que la mujer entrara al baño, el reloj marcaba las doce campanadas.
Era como si el aparato hubiese resucitado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Un día después, la
noche de un veinticinco de diciembre, un auto gris que arribaba por la
panamericana tomó la curva para ingresar al pueblo. Lo primero que divisó el
doctor Fernández fue la cabaña de madera y piedra con su cubierta de tejas
vidriadas. Sus amplios ventanales parpadeaban al ritmo de la navidad. Más allá,
el pueblo brillaba en su totalidad, las luces navideñas se extendían por la blanca
explanada a lo largo del río y al fondo comenzaban a ascender por las colinas
hasta las casas más lejanas. ¡La natividad estaba en su esplendor!, el doctor
estacionó el auto y entró en la casa cargado de regalos. «¡Nidia, Nidia!», la
llamó por su nombre. Nadie contestó, solo esa musiquita cansina de la navidad
saturaba el ambiente. La buscó en el cuarto de huéspedes donde ella solía posar,
luego subió a la alcoba principal. La puerta estaba cerrada desde dentro. Sacó
la llave de uno de sus bolsillos y la abrió. En la cama, impecablemente tendida,
reposaba la carta dentro del sobre lacrado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Nidia, ¿estas
allí?», preguntó en voz baja, mientras se dirigía al baño que mantenía la luz
encendida. Cuando abrió la puerta se estremeció: el líquido en la tina estaba a
tope, el espejo de agua teñido de sangre, recortaba el contorno de sus senos a
nivel de los pezones. Su cuerpo, con la cabeza inclinada hacia atrás, parecía
haber alcanzado al fin la paz. Se acercó al cadáver y tocó sus hombros, estaban
rígidos. Respiró profundo para no perder la cordura. La tomó por las axilas y la
sacó de la tina. Desnuda y desvalida, la mujer se tendió como un molusco fuera
de su valva. Sus brazos, expuestos a la luz, dejaban ver los tajos profundos en
sus muñecas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Unos días antes de
la navidad siguiente, y de todas las navidades subsecuentes, la mujer se
despertaba de un sueño profundo y salía en busca de su perro. Sabía que Luzbel
reposaba bajo la vieja magnolia, lo sabía: porque lo veía en sus sueños.</span></span></p></div>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-50149771764347524232024-02-19T08:57:00.000-08:002024-02-19T08:57:20.160-08:00Las paces hechas<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Rosario Sánchez Infantas</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Me sobresalté profundamente. Mi hábito antiguo de evitar incomodar a los
demás y la culpa que sentía si no podía impedir que sucediera me azuzaron a poner
fin a lo que ocurría. La melodía era tan clara e inconfundible: suave música
instrumental y oleaje de mar, pero con demasiado volumen en un bus
interprovincial, hacia la medianoche cuando los pasajeros, incluida yo misma,
dormíamos mecidos por el movimiento y el cansancio. Y es que un viaje, de diez
o doce horas, que tramonta la cordillera occidental de los Andes desde la costa
hacia la sierra, puede ser muy agotador. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">«¿Es mi teléfono móvil? No, el sonido viene de arriba. ¿Quizás mi <i>laptop</i>?
No, el ordenador está bajo el asiento, y tampoco el bus tiene portaequipaje
superior</span>»<span lang="ES">. Busco preocupada una explicación a lo que sucede sobre
todo para ponerle fin lo más rápido posible. A pesar de la clara fuente de la
música, saco el teléfono del bolsillo del abrigo y verifico que está apagado; sucede
que, en ocasiones al interrumpir un video, este se reinicia con la siguiente
llamada. No, no es el teléfono móvil. La <i>laptop</i> no puede ser. No solo
está abajo y hace mucho que la he apagado; además este modelo solo se enciende separando
la pantalla del teclado, y comprimida como está en la mochila, es imposible que
se hubiera abierto.</span> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Imagino que el insomnio de algún pasajero lo ha llevado a escuchar música propicia
para inducir el sueño. Usualmente disfruto este tipo de música, pero hoy,
además del volumen alto, me genera cierta inquietud y espero que otros
pasajeros pidan silencio para poder descansar. Pero nadie reclama. Las cortinas
dan privacidad a cada asiento cama, y una cierta inercia me quita las ganas de
incorporarme y mirar en sus cubículos a los pasajeros próximos a mí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Es cierto que el bus está en movimiento, sube o baja la velocidad, gira a
uno y otro lado en el sinuoso camino. Pero cada vez más despabilada advierto que
no hay ruido humano en esta parte del vehículo. «¿Cómo es que nadie se
despierta? ¿Y si hubiéramos sufrido un accidente?</span>» <span lang="ES">Siento angustia. «¿Y si estuviéramos muertos? Quizás vamos rumbo al
cielo. No, yo directo al cielo ni en mis mejores sueños. A mí me llevarían a
juzgar». No puedo evitar sonreír. «Esto parece una mala comedia. Estoy
despierta, escucho claramente algún ocasional bocinazo y el chirrido de los
frenos.</span>»
He estado observando lo poco que el cortinaje me deja ver. <span lang="ES">«Pucha, pero si es un viaje al cielo, qué poco originales: cincuenta y
seis-pasillo, cincuenta y cinco-ventana, cincuenta y siete-pasillo… Velocidad cuarenta
y nueve kilómetros por hora, cincuenta y tres kilómetros, cincuenta y cuatro...
¡Qué prosaico! Temperatura exterior dos grados, señal luminosa de abrocharse el
cinturón de seguridad. ¡Otro reductor de velocidad en la vía! ¡Qué loco! ¿El
chofer divino no puede controlar el acelerador y respetar los límites establecidos?
¡Uno esperaría un super viaje!</span>».<span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Disfruto buscar y encontrar lo insulso en este trance divino, pero por
instantes se me oprime la garganta cuando creo que estas burlas van a entrar en
mi currículo por el cual seré juzgada. Pero, rápidamente me recupero. «Un ser
perfecto y omnipotente ha de ser inteligente, creativo, con buen sentido del
humor». Muy temprano mi educación religiosa me ahuyentó de la iglesia con la
imagen de un Dios castigador, vengativo e injusto. «¡No! Si existe Dios debe
ser <i>buena onda</i>». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">«Y ¿por qué nos detenemos ahora?</span>»<span lang="ES"> Corro la
cortina, limpio con la mano la ventana empañada y vislumbro un distribuidor de
gasolina. «¡Pucha, qué malos asesores, Dios! Hay que cuidar la imagen. ¡Un
transporte divino, con la llanta desinflada! Esa furgoneta blanca que pasa
cerca de nuestro bus sí parece de tu equipo. Aunque, apropiada para una
divinidad de los sesenta</span>».
La música y las olas siguen invadiendo el bus y a mí me inunda la euforia. Siento
que puedo ayudar mucho allá arriba. Por primera vez tengo expectativas
positivas de mi estadía en tierras de Dios, al que me lo imagino gordito, con
barba, bonachón, hincha de Bob Esponja, Giovanni Marradi, los Babasónicos, la
poesía de Roque Dalton y los cuentos de Antón Chéjov. Sé que, hombre de mundo
como es, va a entender mis <i>metidas de pata</i>, que son muchas. Una mente
abierta ve en ellas desempeños plausibles en un mundo caótico en el cual algunos
<span lang="ES">«</span>suertudos»
más fácilmente perdemos que ganamos. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">«</span>Visto
con perspectiva, haber criticado desde la infancia algunos pasajes de la
Biblia, debe haber hecho reflexionar al departamento de comunicación, porque me
imagino que han de tener informantes celestiales para dar visibilidad a su obra
cumbre. Lo primero que voy a sugerir es que revisen las letanías. ¡Cuánta
cursilería! Imagino que observar a ateos íntegros y con valores prosociales
debe haber preocupado a sus gerentes<i>. </i>Saltarme tantas horas de culto en
sesenta años me regaló unas horas a la semana para leer y escribir. <span lang="ES">Con la ayuda divina se podría poner en práctica mi plan para que en las
iglesias se hicieran talleres y así cambiar el final a los acontecimientos
tristes de los menos afortunados, </span>es decir, engañar al cerebro creando
recuerdos falsos que ayuden a seguir adelante con el corazón invicto. De paso
muchos literatos y psicólogos tendrían un trabajo de medio tiempo. Ya me
imagino, por orden de lo alto, leyendo en las misas fragmentos de literatura
para sensibilizar a los laicos y a las laicas (¿se dice así?). ¡Tengo tantas
ideas! ¡Sí, la hacemos!».<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Estaba en la bella contemplación de
mis futuros actos y proyectos en el cielo cuando sonó la alarma de mi teléfono
móvil. <span lang="ES">Me desperté en el bus interprovincial. Amanecía. Faltaba
un par de horas para llegar a mi destino. Era hora de inhalar el Zanamivir para
combatir la influenza. Entonces recordé haber leído que un efecto secundario
del mismo son las alucinaciones (además de la confusión y los trastornos temporales
del pensamiento). <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">¡Uf! ¡Las paces que Dios hizo conmigo, a fojas cero! ¡Tendrá que intentarlo
de nuevo!</span><span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-11561498200892903582024-02-15T17:26:00.000-08:002024-02-15T17:26:44.147-08:00El loco del volcán<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Patricio Durán</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En el centro sur
de la región amazónica, en el valle que forman los ríos Pastaza y Upano, se
encuentra la comunidad de Pompeya perteneciente al cantón La Joya de los
Sachas. Es una parroquia rural repleta de emociones y aventura. La población
fue levantada en el año de mil novecientos sesenta en las proximidades de
Limoncocha por los padres capuchinos que vinieron de Argentina.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En Pompeya se
encontraba reunida la familia de Kemperi Baihua, el último gran chamán, de un
poco más de setenta años. Sus ojos como una llama de fuego. Su cabello blanco
parecido a la nieve reflejaba la sabiduría proveniente de una vida larga y
productiva. Era un viejo guerrero que sobrevivió a muchas batallas con otras
tribus y colonos y a varias erupciones del volcán Sangay. Su esposa Arak, cuyo
nombre significa semilla y renacimiento, había parido cinco veces y estaba por
alumbrar a su sexto hijo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">La vivienda shuar
es de forma elíptica con un espacio interior muy amplio en el que se encuentra
el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ekent </i>o área destinada solo al uso
de las mujeres y niños pequeños, en donde Arak parió a su último hijo, a quien
pusieron de nombre Omede. Fue un parto complicado y murió al traerlo a este
mundo. El padre de la criatura, Kemperi Baihua, el gran chamán, lo envolvió con
una piel de jaguar y lo tuvo entre sus brazos toda la noche. El jaguar ha sido
objeto de culto por las culturas latinoamericanas, el felino representa a los
espíritus ancestrales que visitan a los chamanes en sueños para guiarlos hacia
la riqueza de la jungla oriental.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Kemperi Baihua, el
chamán, tuvo seis hijos: Shakain,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>trabajador
y hacendoso,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>era el mayor; Etsa<i style="mso-bidi-font-style: normal;">, </i>cazador y bendecido,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>el segundo; Nantú<i style="mso-bidi-font-style: normal;">, </i>paciente y dedicado, el tercero; Arutum<i style="mso-bidi-font-style: normal;">, </i>sabio e inteligente, el cuarto; la única warmi era Shinam, mujer
bonita, y estaba en edad de desposarse, y finalmente Omede, significa selva,
era el benjamín de la casa.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>No había
nada que sus hermanos no hicieran por él. Lo cuidaban como a un tesoro. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">A medida que sus
hijos crecían les enseñaba el arte de la pesca y la cacería. Les decía que
cuando el cazador extrae el corazón aún caliente y lo sostiene entre sus manos,
libera el espíritu del animal. «Somos integrantes de esta tierra, estamos
hechos con una parte de ella. Coexistimos con el tapir, el mono y la guatusa;
en el agua están los delfines rosados, las nutrias y el caimán negro; en el
aire tenemos al guacamayo azul, el colibrí escarlata y el lechuzón de anteojos;
los grandes predadores como el jaguar, el puma y la pantera cuidan nuestra
heredad, la vegetación es muy espesa y puede ser que estos animales estén cerca
nuestro sin que nos demos cuenta; tenemos a las orquídeas y a los lirios cuyos
pétalos emanan sensualidad y sus colores huelen a misterio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Todos son seres
prodigiosos, inverosímiles, hijos de esta patria sagrada, del aire impalpable y
de la cálida luz.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pertenecen a la
familia. Constituyen una continua barahúnda de voces de seres salvajes. Los
ríos son hermanos nuestros porque nos liberan de la sed, por ellos navegan las
canoas y alimentan a la tribu. El shuar es conocedor del valor inapreciable del
aire, puesto que todo lo que palpita respira de su aliento: el animal, el
árbol, el hombre. La tierra no pertenece al hombre, es el hombre quien pertenece
a la tierra», les instruía su padre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Al shuar se lo
trata de forma peyorativa como salvaje, pero este no comete las atrocidades de
los «civilizados» de la gran ciudad. Kemperi Baihua, el último chamán, libraba
una batalla en solitario —los grandes guerreros estaban viejos o habían muerto—
con las amenazas de la Amazonia: la explotación y contaminación petrolera, la
minería ilegal, que extrae la gran riqueza del suelo en contubernio con las
autoridades; el aumento de represas hidroeléctricas, que embalsa los caudalosos
ríos causando grave daño a la flora y fauna; la construcción de carreteras que
está transformando el paisaje oriental; la agricultura y ganadería que genera
pérdidas en el hábitat natural debido a la deforestación y los cambios en la
legislación que permiten nuevas y mayores actividades productivas en áreas
protegidas. «Estas amenazas constituyen una abominación, una afrenta que tiene
que ser lavada con una ablución espiritual antes de alistar los aperos de la
guerra», les inculcaba a sus hijos mientras sentía su corazón retumbar por
dentro del pecho como un aldabonazo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El gran chamán era
un guerrero que luchaba por sus ideales, por proteger a la Amazonia, último
reducto de sobrevivencia de la humanidad. En tiempos de paz el luchador se
desesperaba y tenía la esperanza de que la muerte lo encuentre mientras libra
una batalla digna, y qué más dignidad que morir defendiendo la heredad de los
ancestros. El viejo peleador arrostraba confiado toda suerte de posibles
peligros.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Los guerreros dan
mucha importancia al tema de la guerra y la muerte: los generales, los que
comandan, son los que toman la delantera y es un honor para ellos matar al
enemigo, porque los enaltece y exalta como luchadores. Esta situación ha
provocado una gran mortandad de líderes y al morir estos hay una
reconfiguración del poder, pugnas y conflictos, similar a cualquier otra cultura.
Nihua, un gran peleador, compañero de Kemperi Baihua, recibió un balazo al
tratar de impedir que las empresas petroleras construyan un nuevo pozo. Mal
herido recorrió cincuenta kilómetros hasta su pueblo para advertir a su gente
que debía salir porque venían a matarlos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Kemperi Baihua, no
quería morir como los ancianos guerreros sobrevivientes que le antecedieron y
tuvieron un final largo y doloroso, ya no podían hablar ni caminar y se
arrastraban por el suelo sintiéndose humillados luego de haber sido en su
juventud bravos batalladores que se resistieron al contacto con la
«civilización». Víctimas del olvido iban dejando este mundo en condiciones
infrahumanas, en total desacuerdo con la vida digna y orgullosa que llevaron,
cargando consigo gran parte de la historia de las naciones indígenas, pues son
enciclopedias vivientes. «Esto no puede pasarme a mí. Yo debo morir de una
manera digna, tal como han sido mis días en esta selva», pensaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En vista de que no
podía combatir con los explotadores de su tierra por su inferioridad numérica y
escaso armamento, decidió que una manera digna de morir era entregándose al
volcán, que lo engulla con sus fauces pestilentes a azufre y lo lleve a sus entrañas
para formar uno solo con él y renacer con las erupciones. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El Sangay, que en
lengua <i style="mso-bidi-font-style: normal;">kichwa</i> significa «montaña
ardiente» —por su constante generación de flujos piroclásticos, de lava y
lahares—, es el último volcán al sur del Ecuador, ubicado en la Cordillera
Oriental, en la provincia de Morona Santiago, manteniéndose en actividad
eruptiva desde el año de mil seiscientos veintiocho. Su flanco oriental baja
hasta la selva amazónica y al oeste su cono se une con una llanura formada por
una infinidad de lagunas con leyendas prodigiosas, como «La gran piedra del
jaguar» y otras que narran cómo miles de aves acuden a morir en sus aguas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Es un
estratovolcán de blancura sempiterna, que da nombre al Parque Nacional Sangay,
se extiende protegiendo con su manto páramos, bosques altoandinos y
subtropicales. De las entrañas del volcán nace el revoltoso río Upano, que, con
sus meandros, bordea la bella ciudad de Macas y luego desemboca en el Pastaza,
en su largo y sinuoso camino hacia el gran río de las Amazonas. En este parque
nace otro afluente importante, el Paute, que se precipita furioso y atronador,
por su cauce de lava y cuarzo, rumbo al caudaloso Namangoza, que a su vez es
afluente del Santiago, que luego desemboca en el río Marañón, otro tributario
del Amazonas y este desemboca en el océano Atlántico. Una pileta natural se
forma con las aguas termales del volcán, en la cual Kemperi Baihua, el último
chamán, disfrutaba de sus aguas medicinales.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En lontananza se
observaba a las montañas cubiertas por el rocío que las envolvía creando un
paisaje bucólico, místico. Árboles de guayacán y ceibo, que presentan
cualidades extraordinarias por su gran resistencia a los vientos, simbolizan la
fuerza de carácter y la energía vital que tienen los hijos de Kemperi Baihua,
el último chamán, para someter a la naturaleza, y es conocido por ellos que a
la naturaleza solo se la somete obedeciéndola y viviendo en plena armonía con
ella; durmiendo a la luz de hogueras nocturnas y curtiéndose la piel con el
abrazador sol oriental del que se protegen y refrescan con los aires
provenientes de la Amazonia. Estos bosques han servido de inspiración y son el
refugio de una cantidad impresionante de aves y mamíferos. Los habitantes de
estos dominios consideran sagrado cada pedazo de esta tierra: la hoja
brillante, la playa arenosa, la niebla en la oscuridad del bosque, el claro
entre la arboleda y el insecto zumbador son sagradas experiencias y memorias de
este pueblo.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Cuando llegaron los conquistadores por estas tierras indómitas, volvieron a bautizar con nombres españoles a ríos, valles, montañas, mesetas y lagunas en el quichua con que habían denominado los indígenas, con el propósito de reafirmar su dominio sobre las propiedades. Esta estrategia se prolongó a los nombres de sus habitantes.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En esta selva
—donde los rayos del sol apenas pueden atravesarla, y gracias a los espacios
que forman los grandes ríos se puede divisar el azul del cielo y a un rebaño de
nubes grises que amenazan con desatar el diluvio— el tiempo transcurre
soporífero, afligido, infinito y agobiante. La niebla se vuelve cada vez más
opaca, como si le molestara la proximidad de la luna que se asoma despeinada
por entre las abundantes palmeras salvajes que dejan pasar los fuertes vientos,
se doblan y agachan, pero se recobran y siguen creciendo después de las
tormentas, robusteciendo de este modo su tronco y su resistencia. Así los hijos
del gran chamán aprendieron de su medio ambiente para fortalecerse como las
palmeras salvajes. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">El volcán, esa montaña donde la lava
se convierte en un festín cuando decide salir, puede ser una maravilla de la
naturaleza y un desastre para los pobladores que viven en sus dominios. Las
imágenes son impactantes, tanto por su belleza como por la calamidad que
provoca. </span><span lang="ES-EC">En
la parte montañosa y alta del Parque Nacional Sangay habitan los descendientes
de los pueblos cañari y puruhá, y en la zona de selva están los territorios de
la nacionalidad shuar, conocida peyorativamente como aucas (salvajes) por su actitud
agresiva hacia otras poblaciones indígenas, colonos y blancos. Los shuaras
tienen la tradición ancestral de reducir las cabezas (tzantzas) de sus
enemigos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Las emanaciones
tóxicas del Sangay causaban efectos terribles en el cerebro de Kemperi Baihua.
Estas irradiaciones que los otros miembros de la tribu no eran capaces de
sentir, pero su cerebro sí, lo llevaron a ver visiones, por eso lo empezaron a
llamar «El loco del volcán». Ciertas almas escuchan a su conciencia con mucha
claridad y transitan por la vida conforme a ella y a lo que les dice. Ese tipo
de individuos pierden el seso y enloquecen. Seguramente sentía a los espíritus
ancestrales que lo guiaban hacia una muerte digna.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Cuando las
autoridades empezaron a evacuar la zona por la amenaza de inminente erupción,
el último chamán se negó a salir, se cortó una oreja por causa de los sonidos
que otros no oían, y huyó internándose aún más en la selva. Kemperi Baihua
estaba ansioso por morir dignamente: enfrentándose a los violadores de su
paraíso, pero al no poder cumplir con su deseo, prefirió inmolarse. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En la luna de los
árboles florecidos fue en busca del volcán, de su muerte. Tal vez sería la voz
que oía en su interior, la del jaguar retumbando profundamente en los lugares
secretos, oscuros y sombríos de su cerebro, lo que le impulsó al sacrificio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">La última vez que
lo vieron estaba en el borde del cráter. Su sepultura no tiene nombre, pero no
importa porque su corazón fue liberado, como el cazador libera el corazón de su
presa cuando lo caza. Kemperi Baihua siempre había vivido en la zona indefinida
entre este mundo y el otro.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-62220325288171648012024-02-05T09:19:00.000-08:002024-02-05T09:19:33.648-08:00Cultura de sororidad<div style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Lucía Yolanda Alonso Olvera</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></div><div><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Buenos
días, Merci —saluda sonriente Jessica Romero a su secretaria al llegar el lunes
temprano a su oficina. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ni tan
buenos, jefa —contesta Merci desde su escritorio, con cara compungida—, me puede
dar unos minutos para hablar con usted, ¿por favor?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La
licenciada Romero, antes de entrar a su privado, se detiene de forma abrupta
frente a su secretaria, la mira a los ojos y le pregunta: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Pero
¿qué le pasa Merci? ¿Se siente mal? ¿No me diga que otra vez le anda doliendo
el pecho?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No, licenciada,
gracias a Dios mi corazón está bien. Pero estoy muy mortificada —responde con
voz susurrante para que el resto del personal que trabaja en el área común no la
escuche. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Déjeme
llegar a mi escritorio y ahora la llamo para que platiquemos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí,
licenciada, me da mucha vergüenza molestarla con mis asuntos personales, pero necesito
hablar con usted —responde Merci apenada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Jessica
Romero llega a su oficina ubicada en el quinto piso del edificio colonial Sor
Juana Inés de la Cruz, a dos cuadras del Zócalo de la Ciudad de México. La
mañana esta soleada, es un día caluroso de primavera y sorprendentemente no hay
mucho ruido en la calle que suele ser muy transitada. Ella es directora general
de Gestión de Proyectos Culturales, en la Secretaría de Cultura del Gobierno de
la Ciudad de México. Soltera, delgada, atractiva y casi llegando a los cuarenta,
es licenciada en gestión cultural, muy eficaz en sus labores, lleva diez años ocupando
el puesto. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mercedes
García, a quien todos llaman Merci, es secretaria de la Dirección General y
este año cumplió cinco sexenios de servicio. Llegó a la capital desde su natal Puerto
de Veracruz, cuando acababa de cumplir veinticuatro y recién había terminado la
carrera técnica de secretaria ejecutiva. Su madre, Dolores Perales, se quedó viuda
muy joven, y a duras penas pagó, con los escasos ingresos que ganaba como
mucama en el Hotel Emporio, los estudios de sus tres hijas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Las
cuatro mujeres vivieron siempre muy apretadas y con muchas carencias, en dos cuartos
de azotea, uno para dormir y otro para cocinar y comer, usando un baño común. Pero
el esfuerzo y sacrificio de Dolores valió la pena, sus tres hijas lograron
terminar sus carreras y conseguir un empleo mucho mejor pagado que el de su
madre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Merci fue
la única de sus hermanas que decidió ir a trabajar a la capital y, aunque ya
cumplió sus años de servicio no pretende jubilarse. Y no es porque quiera
seguir levantándose a las seis de la mañana para hacer casi dos horas hasta llegar
al trabajo, es que su pensión no le alcanzaría para pagar sus gastos: la luz,
el gas, el internet, el transporte, su teléfono celular, algunos caprichos que
se da y sus medicamentos, que cada mes suben de precio, así como mantener su vivienda
en buenas condiciones. No es despilfarradora, vive en su modesto departamento,
que ya terminó de pagar y que tiene bien cuidado, ubicado en un barrio popular,
al oriente de la ciudad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Y es
que Merci, divorciada, a sus cincuenta y cuatro, todavía tiene ganas y ánimo de
gozar la vida, le gusta salir los sábados en la noche a echarse unas copas y bailar
con sus amigas al salón Los Ángeles, preparar exquisitas comidas en su hogar
los domingos para sus hijos y sus respectivas novias; e ir algunos días especiales
al teatro de variedades con sus compadres. Pero sobre todo necesita dinero para
cuidar su frágil corazón. Este padecimiento le sale caro, no solo por los
medicamentos, sino porque debe hacerse dos estudios anuales, que cuestan una
fortuna. En la seguridad social ya no se los hacen, porque los equipos que
tenía el Hospital General están descompuestos desde hace varios años, y no hay
presupuesto para arreglarlos y mucho menos reponerlos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Merci!,
pase por favor —la llama Jessica sentada tras el escritorio mientras enciende
su computadora. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ay, licenciada,
le juro que no le voy a quitar mucho tiempo —dice acongojada sentándose frente a
ella, muy acalorada—. No se va a creer lo que pasó este fin de semana, estoy
muy nerviosa. Fíjese que el sábado por la noche asaltaron el despacho del señor
Montes, donde trabaja Sergio, mi chamaco. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No me
diga! ¡Qué barbaridad! ¿Qué pasó? ¿Estaba él ahí cuando llegaron los
asaltantes? —cuestiona alarmada la jefa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No,
¡qué va, licenciada!, en ese negocio no trabajan los fines de semana. Pero ayer
domingo fue la policía a casa a buscar a Sergio y casi se lo llevan detenido —comenta
afligida—. Afortunadamente estaban mis compadres, porque los invitamos a comer.
Como sabe usted, mi compadre Paco, es abogado en la Secretaría de Salud y él se
entendió con la policía, les exigió la orden de aprehensión, y como no traían ningún
papel, se acabaron yendo. Estoy muy preocupada, porque como mi Sergio es el
mensajero, le van a echar la culpa y a ver si no termina en la cárcel, ya ve
que a los que menos tenemos, siempre nos toca la mala suerte. Pero le juro que
no hizo nada, es un buen chico incapaz de hacerle daño a nadie. Usted sabe cómo
somos, licenciada. —Solloza la secretaria mientras escurren lágrimas por sus mejillas.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ay,
Merci, no se preocupe —contesta Jessica contrariada, al entregarle un pañuelo
desechable para secarse las lágrimas—. Yo sé bien que Sergio es un muchacho
estupendo, trabajador y honrado como su madre y sus dos hermanos. Pero cuénteme,
¿qué se llevaron?, ¿ya pudo hablar su hijo con su jefe? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No ha
podido hablar con él, pero conversó anoche por chat con su asistente y dice que
el domingo en la mañana un vecino llamó por teléfono al señor Montes, porque
encontró la puerta abierta de la casa donde está el despacho. Parece que
abrieron la caja fuerte y se llevaron todo lo que había adentro. Dice que tenía
más de setecientos mil pesos, dos mil dólares, las escrituras de las casas y
departamentos de Montes y varios pagarés de algunos clientes morosos. También
se llevaron cinco computadoras portátiles y una impresora. Ay licenciada, dígame,
¿cómo se va a robar eso mi chamaco?, eso lo hizo una banda de delincuentes. Ahora,
quieren culpar a mi hijo, que es un escuincle menso, que anda en camión y en
metro a todas partes y trabaja de mensajero hace menos de un año, porque es un
burro en la escuela y no pudo entrar a la universidad —afirma Merci, sin parar
de llorar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Qué
barbaridad, qué cosas tan espantosas estamos viviendo! ¡Cada día más
delincuencia y estamos indefensos! —exclama Jessica—, pero usted no se agobie,
ahorita llamo al maestro Santacruz para pedirle que, cuando citen a Sergio a
declarar, lo acompañe alguno de sus abogados de confianza y lo asesoren, porque
el sistema de justicia en este país es la pura injusticia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Le
agradezco, licenciada, yo sé que usted es una persona de buen corazón. Le
quiero pedir permiso para que, me deje salir para acompañar a Sergio en este
asunto tan delicado, no vaya a ser que se vayan a aprovechar de él, porque este
niño no tiene malicia —replica, más tranquila. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No se
preocupe. Si necesita salir, avíseme para estar al pendiente y apoyarla en lo
que pueda —contesta rotunda—. Ahora mismo le estoy enviando un mensaje a
Santacruz para que la apoyen con un abogado, en cuanto me pase el contacto del
licenciado que recomiende, se lo reenvío —dice mientras acaba de teclear el
mensaje—, y por favor, Merci, manténgame informada de cómo va resolviendo el problema
para que, en caso de que algo se le complique, podamos encontrar la solución. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Gracias
de nuevo, jefecita, es usted una persona de una gran calidad humana —afirma
mientras se dirige hacia la puerta de la oficina. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ay,
Merci, ya déjese de lisonjas!, ya le he dicho que no me gustan los halagos,
hago lo que está en mis manos para ayudarla, porque la aprecio —remata tajante.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Jessica
se dispone a comenzar sus labores, debe revisar su correo electrónico para atender
los asuntos y gestiones urgentes del día. Tiene mucho trabajo, está por
inaugurarse la feria del libro en la Plaza de la Constitución, y aún no han
confirmado su participación algunas editoriales. Además, el equipo de logística
tampoco ha presentado el plano de organización<i> </i>del evento, y urge remitirlo
a aprobación de la Secretaría de Gobierno. Se siente muy presionada, como siempre
la ciudad nunca se detiene. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Antes de
empezar a enviar correos y mensajes, se levanta a observar las dos tórtolas que
están comiendo del bebedero que puso en el balcón. Casi a diario vienen a esta
hora a tomar agua y comer el alpiste que les deja en el platito de talavera,
que compró en la feria artesanal. Ver a las aves saltar en el agua, le produce
un gran regocijo y le da un respiro para calmar su mente y reflexionar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ahí de
pie, mientras mira los pájaros, piensa en Merci, en lo dura que ha sido su vida:
«Ella siempre tan alegre, jacarandosa y positiva, como buena veracruzana. Nunca
olvida las celebraciones de cumpleaños de todo el personal. Atenta a todos los
detalles, organiza las coperachas y manda comprar los pasteles, planea las
comidas y los intercambios de regalos de fin de año, cubre a sus compañeras
cuando tienen que pedir permiso para atender los asuntos escolares de los hijos,
o las enfermedades de sus familiares. Siempre pendiente de pedirme comida, los
días que tengo tanto trabajo y servírmela para que no me malpase. Con tres
hijos a cuestas, ha salido adelante. La vida es injusta para tantas mujeres que
hay en esta oficina, a quienes las han abandonado sus maridos, dejándolas solas
a cargo de los hijos. No entiendo cómo los hombres pueden ser así y no tener
remordimientos. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Me conmueven todas ellas,
que trabajan aquí hace tantos años y tienen tantas deficiencias en su educación
y son cada vez más prescindibles, pero son solidarias y humanas como pocas de
mis amigas. Además, no me puedo imaginar cómo le hacen con esos miserables
salarios, con tantas necesidades, y es increíble que nunca se quejan. Son admirables,
tienen una gran complicidad, siempre se apoyan, comen juntas, se cuentan sus
vidas, se ríen y encubren sus negocios clandestinos, aunque también son bien
chismosas y argüenderas. Ellas creen que no me doy cuenta, pero aquí se vende
de todo por catálogo: zapatos, ropa, perfumes, cosméticos y <i>Tupperware</i>. Sin
duda, todas son luchonas, valientes y echadas para adelante y aunque su trabajo
no sea significativo, hacen agradable la vida para todos. La oficina sin ellas
sería horrible, aburrida y fría». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">También
reflexiona: «En cambio yo, tan afortunada. Hija única, niña bien a quien nunca faltó
nada. Al contrario, siempre tuve de más. Mi padre médico y mi madre profesora
de francés, me mandaron a la universidad privada más prestigiosa de la ciudad y
gracias a su apoyo y a mi esfuerzo, salí con honores y recibí mención
honorífica el día de mi examen profesional. No cabe duda de que nací con estrella.
Además, con mi compromiso, responsabilidad y esfuerzo en el trabajo, he podido
mantenerme diez años en este puesto, sorteando dos cambios de gobierno, a cargo
de los proyectos culturales más importantes de la ciudad, como la feria de las culturas,
la del libro, la artesanal anual, el festival de teatro callejero y el desfile
de día de muertos. Eventos masivos que han sido premiados internacionalmente y
que requieren una compleja gestión de recursos, con una difícil organización
logística para la participación de instituciones, empresas privadas y organizaciones
de la sociedad civil. No me puedo quejar, soy una mujer exitosa, ha valido la
pena mi vida profesional que me ha dado muchas recompensas y satisfacciones, y por
la que he sacrificado todo. Hasta haberme quedado soltera y haber dejado a
Javier, quien le hizo lo mismo a su mujer y la acabó abandonando con un bebé
recién nacido. Menos mal que no me casé con él. Pero todo tiene sus pros y sus
contras, nunca seré madre y no tendré las satisfacciones que disfrutan y las preocupaciones
que sufren. Lo bueno de estar soltera es que puedo hacer lo que me da la gana, y
no tengo que preocuparme más que por mí, y ahora también por mis padres». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Merci,
sentada en su lugar, espera con ansiedad que su jefa le envíe a su WhatsApp el
contacto del abogado, que la va a ayudar en el problema de Sergio, su hijo más
pequeño. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Este chico terminó la
preparatoria el año pasado, y por flojo, no aprobó el examen de admisión a la
universidad, por lo que tuvo que ponerse a trabajar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Como de
costumbre, se empieza a sentir culpable por Sergio, al que tanto le afectó la
separación y luego el divorcio. De nuevo piensa en el canalla de Agustín. Ella
que tanto lo quiso y él tan cínico que la engañó con Isabel, la única prima que
tenía en la capital. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Maldice
de nuevo para sus adentros, tanto a Isabel como a Agustín, de quienes no sabe
nada hace once años. ¿Qué será de ellos? Desaparecieron de manera muy extraña, Agustín
no volvió a buscar a sus hijos, después de haber sido un padre cariñoso y
ejemplar. Nunca se podrá explicar qué bicho le picó y por qué los abandonó. De
inmediato, aleja de su mente estos pensamientos que le causan tanto dolor, y la
lastiman en lo más profundo de su alma porque sabe que le pueden perjudicar su
salud, como le ha dicho el cardiólogo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por fin,
le llega el mensaje de su jefa. Le ha enviado el contacto de Arturo Pérez, abogado
que lleva mucho tiempo en el área jurídica de la secretaría y que tiene fama de
ser serio, profesional y formal. Afortunadamente su jefa, tiene buena relación
con todos los directores, y siempre que pide ayuda se la dan. Esta no ha sido la
excepción. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">¡Cuántas
cosas buenas ha aprendido de Jessica!, tan brillante y amable, quien llegó muy jovencita
a este cargo importante y sacrificado. Piensa que el precio que ha tenido que
pagar esta muchacha ha sido muy alto, ha dejado todo por su trabajo, no tiene pareja
y muy probablemente se quede soltera y sin hijos el resto de su vida. Cuando
sea vieja, no tendrá la compañía, el amor y el apoyo de sus hijos, como los
tiene ella ahora. La compadece. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">De
inmediato le manda un mensaje al licenciado Pérez, para contarle su problema y
acuerdan verse por la tarde. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Lleva
tres días sin poner un pie en la oficina, yendo de una junta a otra y comiendo
con los directores de las editoriales, o de pisa y corre, en algún restaurante,
una sopa y una ensalada con pescado o carne asada. Está agotada. Además, ha ido
todos los días al club a nadar y al gimnasio para mantenerse en forma y no
perder la condición física que necesita para aguantar las maratónicas jornadas
de trabajo que tiene que cumplir antes de los eventos masivos de la ciudad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Merci
la ha mantenido informada por el WhatsApp. Sabe que ayer en la tarde fue Sergio
a declarar al ministerio público. Hoy irá después del mediodía a la oficina y
tendrá oportunidad de enterarse del asunto. Cuando estaba pensando en ello, le entra
un mensaje a su celular: <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Buenos
días, jefa, muchas gracias por el apoyo que me ha dado. El licenciado Pérez se
ha portado de maravilla. Ayer, Sergio dio su declaración, lo trataron fatal, ya
le contaré. Para acabarla de fregar, esta tarde irán al departamento a hacer una
inspección, para verificar si encuentran algo de lo que robaron. ¡Imagínese!, ¡van
a ir a esculcar todo! Me voy a tener que salir de aquí antes de comer, Pérez me
va a acompañar. Ya le pedí a Margarita que se siente en mi escritorio y la
apoye con lo que necesite. Avíseme si viene a comer para que le pida un menú. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Muchas
gracias, Merci, por favor pídame una sopa de verdura y una pechuga asada con
ensalada de espinaca, aguacate y jitomate, para comer en cuanto llegue porque a
las cuatro tengo otra reunión. Esos del ministerio público son unos patanes,
menos mal que Arturo la está apoyando. Ya verá que todo saldrá bien, no tiene
que temer, porque su hijo es inocente y no encontrarán nada que no sea suyo. Suerte
y póngase trucha con la visita del inspector, trátelo bien y no se ofusque. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—En
este momento, le pido su comida y se la dejo a Margarita para que se la sirva en
cuanto llegue. Gracias, licenciada, aprecio mucho su apoyo y sus consejos. Hasta
mañana. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ha
pasado antes de llegar al trabajo a comprar un ramo de flores. Quiere estar
temprano para arreglárselas en un florero y ponerlas encima de su escritorio.
No tiene palabras para agradecer las atenciones de su directora. Ayer, el
inspector del ministerio público, que hizo la visita, no se portó tan mal y casi
está segura de que se convenció que Sergio es inocente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A sus
hijos nunca les ha faltado lo necesario, ella ha luchado para que tengan lo indispensable
y se forjen un buen futuro. Además, desde que empezaron a trabajar los gemelos,
aumentó el ingreso familiar y han podido, entre los tres, renovar los aparatos
electrodomésticos. Hace dos años cambiaron el refrigerador y el microondas, la
navidad pasada compraron el centro de lavado y este año estrenaron una pantalla
y un horno eléctrico. Asimismo, Merci y sus hijos pintan el departamento en las
vacaciones de fin de año y hace dos meses, cuando le dieron su tanda, ordenó retapizar
la sala y compró cortinas nuevas. El inspector quedó sorprendido de lo bien que
está equipado el departamento. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Buenos
días, Merci, —saluda Jessica, llegando a la oficina—. Tráigase dos cafecitos
para que me cuente como le fue ayer, hoy no tengo juntas en toda la mañana. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Buenos
días, jefa, ahorita mismo le llevo su café y platicamos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Merci,
qué hermosas flores!, además son Lilis, mis preferidas —grita la jefa en cuanto
entra y ve el ramo en su escritorio—, qué bárbara, qué lindas están, no se
hubiera molestado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No es
ninguna molestia, es para agradecer su apoyo incondicional, se las compré con harto
cariño. Pasé al mercado de Jamaica esta mañana y están muy frescas. Ojalá le duren
toda la semana —contesta contenta. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Muchas
gracias, están preciosas y tienen un aroma espectacular —responde Jessica
acercándose al ramo para disfrutar su fragancia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Le
tengo que contar, jefa. —Empieza a hablar, al entregarle la taza de café y
sentándose frente a ella—. El día que Sergio fue a declarar al ministerio público
pasamos con el escrutador que lleva el caso, y lo primero que le preguntó a mi
hijo fue: «¿Ya te vienes a entregar?, porque tu jefe está seguro de que estás
implicado en el robo». Por poco me muero y mi chamaco se puso lívido y se quedó
paralizado, no pudo responder. Menos mal que nos acompañó el licenciado Pérez quién
contestó que, su cliente, o sea mi hijo, venía a hacer su declaración y qué de
ninguna manera podían inculparlo si no tenían pruebas. Después este fulano, trató
varias veces de confundir a Sergio en la descripción de los hechos del sábado, que
fue el día del asalto. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sergio explicó
que estuvo toda la mañana en la escuela donde hace el curso de regularización para
su ingreso a la universidad. Y si quieren corroborar, hay pruebas, porque los
alumnos se registran a la entrada y a la salida de la escuela. Luego contó que,
por la tarde, se fue con sus amigos a jugar basquetbol al deportivo de la
colonia, y como ganaron el juego, se tomaron varias fotos y las subieron a las
redes sociales y ahí mismo se las enseñó en su teléfono. Y esa noche estuvo en
la casa con la novia jugando videojuegos y yo fui testigo, ya que estuve hasta
las once y media metida en la cocina haciendo el pozole, porque el domingo invitamos
a comer a mis compadres. Mientras cocinaba estuve escuchándolos jugar y reírse,
y cuando terminé de guisar, su novia se despidió y nos fuimos a dormir rendidos
de cansancio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Menos
mal que el licenciado Pérez los acompañó y Sergio pudo hacer su declaración y
comprobar lo que había hecho el sábado —comenta sorprendida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Pero
no le he platicado lo más horrible. Saliendo del ministerio, nos encontramos a Mónica,
la asistente del señor Montes, que también fue a declarar y nos contó lo que
realmente pasó. El vecino que le llamó al señor Montes para avisarle que la
casa estaba abierta, le mandó la foto que tomó desde su ventana. En ella, aparece
estacionada la camioneta de Juan, el hijo menor de Montes, quien se integró al
negocio hace dos años. Cuando el señor Montes llegó, la camioneta no estaba y
obvio, Juan tampoco. Mónica sabe que el hijo de su jefe está muy endeudado,
porque le gusta el juego y las apuestas, y era el único en la oficina que tenía
la combinación de la caja fuerte. Además, parece que Juan está enredado
sentimentalmente con la nueva contadora que contrataron este año, y ahora todos
los empleados suponen que estaban coludidos y fueron ellos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No lo
puedo creer! —exclama impresionada Jessica—, ¿el hijo del dueño asalta la
oficina de su padre? ¡Qué infeliz y mal hijo! Ha de tener miles de deudas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Dice
Mónica que habló con el señor Montes y lo escuchó muy deprimido, porque ya sabía
en que líos andaba metido su hijo, y que es muy probable que detenga la
investigación, porque no quiere afectar a su nuera y a sus tres nietos, hijos
de este desgraciado —concluye Merci.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No me
puedo imaginar lo que estará sintiendo ese señor y lo que irá a hacer, no creo
que vaya a meter a la cárcel al hijo —contesta compungida Jessica. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Lo más
probable es que suspenda el proceso legal. Debe sentirse defraudado. Pero vaya
usted a saber qué historia familiar haya y cómo habrá tratado y educado a su
hijo para que sea capaz de estafarlo —replica la secretaria. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Nada
justifica cometer un delito así. Ese hombre debería ir a la cárcel, es
comprensible que su padre no lo inculpe, después de todo nunca dejará de ser su
hijo. ¡Qué historia tan espeluznante! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No
cabe duda de que la gente que tiene dinero muchas veces carece de escrúpulos.
Esa familia es muy rica y ya me había comentado Sergio que, el hijo, cuando iba
al despacho se portaba como un patán. Es un <i>junior</i> y un bueno para nada —concluye
Merci—. Bueno licenciada, ya la dejo trabajar. Me llamó el abogado Pérez y me dijo
que ya no van a citar a Sergio a declarar. Le pido por favor, que le hable al maestro
Santacruz y le agradezca de mi parte el apoyo. Me da vergüenza hacerlo
personalmente, porque no me conoce y sé que está muy ocupado y no lo quiero
molestar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ahora mismo
le marco. Me alegra que Sergio esté libre de culpa y que todo se haya resuelto.
Cierre por favor la puerta al salir, que debo concentrarme en redactar el
discurso del alcalde para el día de la inauguración de la feria. Si me llaman o
me buscan dígales que no puedo atenderlos hasta que termine —concluye. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al quedarse
sola, Jessica se asoma a la ventana y ve tres tórtolas y un gorrión dándose un
festín en el balcón. Sonríe, le alegra verlas comer el alpiste y darse un chapuzón,
cae en la cuenta de que ha estado haciendo muchísimo calor esta primavera, y
que ojalá empiece pronto el verano lluvioso. Mientras observa a los pájaros, le
marca a Roberto Santacruz. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Hola,
Robert!, ¿cómo te va?<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Mi
querida Jessi, ¡que alegría escucharte! Estaba por llamarte. Me acaba de contar
Pérez, que el asunto de tu secretaria en el ministerio público se puso color de
hormiga, y está seguro de que el escrutador estaba comprado por Montes o por su
hijo, para inculpar al muchacho. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí,
eso me imaginé. ¡Muchas gracias por el apoyo! Menos mal que Arturo los acompañó.
Este país está jodido con su sistema de justicia. Robert, te llamo más tarde
con más calmita porque tengo la feria del libro encima, y hay que mandar en un
rato el discurso del alcalde. A ver si vamos a comer después de la
inauguración. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Me
encantaría!, gusto en saludarte y te deseo mucho éxito con la feria de este año.
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por
fin, ya está todo listo para que dentro de dos semanas se inaugure el evento, se
siente satisfecha y contenta. Toma asiento y se concentra para redactar el
discurso en su computadora.</span></span></p></div>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-83653423939034390272024-02-02T11:50:00.000-08:002024-02-02T11:50:27.451-08:00El viaje de Irina<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Amanda Castillo</span></b></p><p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">El sol brillaba en el horizonte esa mañana, como pocas veces en los
últimos meses. A pesar de que Cali era una ciudad muy calurosa, esto había
cambiado mucho. Llevaban más de dos meses con lluvias torrenciales casi todos
los días, el tráfico era insoportable: accidentes, árboles caídos, y semáforos
averiados. Irina cambió su rutina de entrenamiento debido a esta situación. Ya
no podía hacer deportes al aire libre. Para enfrentar los nuevos desafíos de su
ejercicio profesional, decidió inscribirse en un gimnasio y mantenerse en
forma.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">El ejercicio era parte de su vida. Todo surgió cuando aún estaba en la
universidad, mientras estudiaba su carrera de biología marina. Desarrolló un
profundo entusiasmo para los deportes, pero en especial, por los acuáticos.
Participó en el equipo de fútbol de su facultad, en la selección de baloncesto,
en carreras de ciclismo y atléticas. Durante un viaje a la costa Atlántica,
tomó por primera vez clases de buceo. Desde ese momento supo que quería ser
buzo profesional y, en efecto, lo logró.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Habían transcurrido cinco años de practicar buceo en compañía de los
mejores de la región; su especialidad era el escafandrismo, pero también
practicaba el buceo libre, en el cual a puro pulmón se podía sumergir por
cierto tiempo en las profundidades del océano. Había tenido que dedicar mucho
esfuerzo y disciplina para lograrlo. Con su grupo de amigos del club de buceo,
habían decidido participar en una expedición marina a la isla de Morgan. Le
pareció una idea maravillosa, era una gran oportunidad para explorar el lugar
al que muchos consideraban un «paraíso terrenal». Un sitio ideal para buscar
nuevas especies, ella amaba el ecosistema marino. La vida en el mar era para
ella la más hermosa creación del planeta Tierra. Por eso, cuando le ofrecieron
participar en la expedición, no lo dudó ni por un instante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Se trataba de una importante investigación sobre el ecosistema costero
en el océano Pacífico, para la cual habían convocado la participación de los
biólogos y buzos más destacados del país. Ella era una mujer muy fuerte,
física, mental y emocionalmente; no la intimidaba nada; era de grandes retos.
Siempre había sido así. Por esas capacidades, había logrado muchas cosas en su
vida. Era consciente de los resultados que podría tener para su desarrollo
profesional al formar parte de esta expedición.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">El día del viaje, se levantó muy temprano; la noche anterior había
estado jugando con sus hijos y no terminó de hacer su maleta; aún tenía muchos
temas pendientes por resolver. Cada vez que viajaba, lo cual era frecuente,
sentía que su corazón se «arrugaba» como ella decía. Le causaba zozobra y
preocupación el tener que alejarse de ellos, Mateo y Juliana. En realidad, el
único miedo que tenía en su vida era no volver de alguno de sus viajes. La idea
de morir y dejarlos la atormentaba sobremanera, no solo por el amor que les
tenía, sino también porque los niños solo la tenían a ella. Por alguna razón
que no lograba discernir, no había sido afortunada en el amor. Su primer esposo
se fue a otro país sin dar mayores explicaciones, su segundo intento también fracasó,
y su marido la abandonó por otra mujer. Sin embargo, esto no la amilanaba. Lo
había asumido como un desafío más para afrontar, y ejercía su papel de madre
soltera con toda la responsabilidad y el amor que le fuera posible. Su
ferviente deseo de crecer profesionalmente y mejorar sus ingresos económicos
eran sus motivaciones principales para realizar trabajos extras cuando estos se
presentaban.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">El carro destinado para recogerla llegó a la hora acordada.</span></span></p><p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;"><o:p></o:p></span></span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;">Gustavo, el conductor contratado para trasladarlos, descendió para ayudarla con su equipaje. El resto del equipo charlaba animadamente, aprovechando las bondades del aire acondicionado.</span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">—Buenos días, doctora.</span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Buenos días, Gustavo. ¿Cómo estás?<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Bien, señora Irina, en la lucha diaria, como siempre —añadió.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, así nos toca. Gracias por su ayuda. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Antes de subirse al vehículo, Irina se devolvió para abrazar y besar a
sus dos hijos que, agarrados de la mano de la niñera, habían salido a despedir
a su madre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Sus amigos, desde el carro, saludaron a la familia, que con tristeza se
despedía desde la entrada de la puerta. Ella subió y le lanzó besos al aire a
sus hijos y su madre, quien había llegado la noche anterior para acompañar a
sus nietos durante el viaje de su hija. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Mientras el vehículo desaparecía por el camino, Irina giró la cabeza
para contemplar desde la distancia, una vez más, a sus seres amados. Mientras
lo hacía, una hermosa sonrisa se dibujaba en sus labios. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Ese mismo día llegaron a la isla donde harían la expedición. Volaron
desde Cali hasta Guapi. Luego tomaron la embarcación durante dos horas de viaje
hasta la isla de Morgan, la cual sería el sitio base de la expedición. Irina
estaba extasiada por la belleza del lugar; disparaba su cámara sin parar. Ya,
en la noche, se reunió todo el grupo de expedicionarios para programar la
jornada del día siguiente. Saldrían muy temprano a explorar la isla, y a media
mañana tomarían la embarcación para empezar las salidas de buceo. Si bien Irina
no era la jefa de misión, su liderazgo y conocimiento ocasionaban que
consultaran con ella el procedimiento y orden de la jornada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Ignacio Orzuela era el líder de la expedición. Un biólogo marino español
de cincuenta y dos años con amplia experiencia y trayectoria en excursiones en
el océano Atlántico. Era su primera vez en el Pacífico, pero desde el Instituto
de Investigaciones Oceanográficas lo habían contactado para que dirigiera la
misión dada su experticia y los valiosos hallazgos sobre fauna y flora marina
que ya había patentado en diversas ocasiones. Era un hombre muy apuesto y de
músculos definidos. Fue inevitable que Irina no admirara su atractivo físico.
Sin embargo, estaba decidida a que su atracción por él pasara desapercibida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Los informes meteorológicos nos indican que las condiciones del tiempo
son inmejorables; por tanto, estoy seguro de que mañana será el primero de
muchos días fructíferos para la expedición. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Así será —respondieron al unísono los demás.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Ahora hay que ir a descansar; necesitamos dormir bien. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Cada uno recogió sus pertenencias y se distribuyeron en sus respectivas
cabañas. El centro de operación estaba ubicado en la base naval de Bahía Manta.
Desde ahí navegarían una hora, hasta el primer islote. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">A las 8:00 am del día siguiente tomaron la embarcación y, una vez en su
lugar de destino, procedieron con el protocolo indicado para realizar la
primera inmersión; esta duró poco más de una hora. Se encontraron en la
superficie a la hora acordada, y después de algunos minutos de descanso,
realizaron la segunda inmersión. Esta vez llevaron la videocámara y otros
elementos para realizar un video y tomar las muestras requeridas. La
exploración tardó cerca de dos horas. Debían recargar los tanques de oxígeno, depositar
las muestras en unos contenedores especiales para su conservación, y si las
condiciones del clima lo permitían, intentarían hacer una nueva inmersión. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">El ambiente entre los investigadores era de satisfacción e inmenso
entusiasmo. La belleza del lugar era indescriptible: una colección de cavernas
y pináculos completamente llenos de peces roncos, meros, rayas águila y
jureles, así como algunos peces murciélagos. Los Corales conformaban un inmenso
túnel donde enormes bancos de peces exóticos barredores creaban una atmósfera
mística. Los arrecifes coralinos extasiaban los ojos de los exploradores. No
había dudas; realmente se trataba de uno de los sitios más hermosos que habían
explorado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Después del almuerzo en el bote, y dado que las condiciones
meteorológicas eran buenas, decidieron realizar una nueva inmersión. Todos
sabían que debían aprovechar los días soleados, ya que las condiciones podían
cambiar de un momento a otro. Esto era típico de la región pacífica, donde el
nivel de precipitaciones era uno de los más altos del planeta. A las tres y
media de la tarde salieron de nuevo a la superficie y debatieron sobre lo
conveniente o no de realizar una última inmersión. Si bien Irina sabía perfectamente
que a esas horas las corrientes marinas tendrían más fuerzas que en el resto
del día, el entusiasmo la llevó a motivar a sus compañeros para realizar la
última inmersión del día. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">—Vamos a disfrutar de esta belleza —dijo—. Quiero relajarme allá abajo —sonrió
y se volvió a adentrar en el mar. Esta vez sin el tanque de oxígeno, impulsada
por impresionar a Ignacio. Sus compañeros la imitaron, y uno tras otro se
lanzaron al agua. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Después de varios minutos, Ignacio fue el primero en salir a la
superficie. De inmediato detectó que las fuerzas de la corriente estaban
cambiando. Se habían alejado cerca de cuatrocientos metros del barco que los
esperaba luego de su última inmersión. Esperó a que todos salieran a la
superficie y levantando su mano hizo señas para que nadaran rápidamente hacia
la embarcación. Entendiendo el mensaje, todos nadaron hacia la motonave,
luchando contra la sorpresiva corriente; esta tomó tal fuerza que, en lugar de
acercarlos, los alejó mucho más, no solo del barco, sino que los separó a cada
uno de ellos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Irina quedó a la deriva, estaba un poco confundida, sin embargo,
reaccionó con rapidez y empezó a gritar los nombres de sus amigos. Todos
respondieron, aunque se evidenciaba que <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>estaban lejos los unos de los otros. El grupo
se dispersó. Irina decidió nadar en dirección a la enorme roca de la isla
Morgan, con la convicción de que ahí sería mucho más fácil que la embarcación
se acercara. Estaba a punto de logarlo cuando un fuerte oleaje la impulsó hacia
la zona donde la corriente marina corría con mayor potencia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Ella nadó con todas sus fuerzas para lograr salir de ahí. Nadó sin parar
hasta que el cansancio la hizo detener. Buscó a sus amigos, los llamó a gritos
una y otra vez, pero no obtuvo respuesta. Puso en orden sus pensamientos y
mentalmente hizo algunos cálculos de su posible ubicación. Le costaba
aceptarlo, pero las probabilidades de estar perdida eran muy altas. Con el paso
de las horas, logró asimilarlo: estaba sola en medio del océano. No había bote,
no había roca, no había nada. Solo ella y el mar y la noche asomaba con su
negrura imparable. Su fortaleza mental estaba intacta; tenía la certeza de que
saldría de esa situación. Miró al cielo y oró. Solo pensaba en sus hijos, su
razón de ser, lo que más amaba en la vida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Llegó la noche, y con ella el miedo y el frío. Estaba aterrada, sabía de
la necesidad de conservar la calma en una situación extrema como esa. Su
entrenamiento incluía ejercicios de supervivencia en naufragios; sin embargo,
era la primera vez que se enfrentaba a tal situación. Hizo monólogo toda la
noche, para animarse, y sentirse acompañada, para alimentar la fe. Rememoró su
niñez, los juegos con sus amigos del barrio. Las extensas charlas con sus
amigas del colegio. Recordó las bromas de sus amigos, los momentos de
diversión, y las angustias que vivieron cuando uno de ellos fue llevado preso
al participar en una de las tantas protestas que se organizan en la ciudad.
También vinieron a su mente sus vivencias juveniles: los amores y desamores,
las rumbas en las tascas, los viajes que realizó junto a su familia, lo feliz
que era cada vez que llegaban sus abuelos a visitarla. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Imaginaba que sus hijos la escucharan a través de su pensamiento.
Pensaba en ellos sin parar, empezó a recordar cada instante de su vida, desde
el momento en que se enteró de que los llevaba en sus entrañas. El día en que
nacieron, cuando los pusieron en su pecho por primera vez, la emoción que le
produjo sentir cómo su débil boca succionaba sus pezones. Y de ahí en adelante,
cada día era una nueva aventura, sus sonrisas, balbuceos, los primeros pasos y primeras
palabras. Rememoró cada etapa de su vida: logros, momentos de felicidad,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>fracasos y tristezas; cada una de ellas le
había dejado grandes lecciones. Había tenido una buena vida, se sentía
satisfecha consigo misma, aunque sentía tristeza por sus fracasos amorosos. Si
tuviera la oportunidad de cambiar algo de su pasado, sería, sin lugar a duda,
ser más selectiva al momento de escoger a sus parejas. Después de todo lo
vivido, esa era su principal conclusión: se había equivocado al elegir. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«No puedo desfallecer. Yo voy a salir de aquí; lo tengo que hacer por
ellos». <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Su mayor temor era la hipotermia, si bien el traje de buzo que llevaba
estaba diseñado para soportar bajas temperaturas, al estar tantas horas
continuas en el mar, el frío era inevitable. Por eso, hacía movimientos con
brazos y piernas para mantener algo de calor corporal. Otras veces flotaba,
dejándose llevar por el movimiento de las olas, sin el menor esfuerzo. Cuando
abrió los ojos, vio los primeros rayos del sol, y con la luz llegó la
esperanza, la confianza de que desde tempranas horas llegarían los rescatistas.
Estaba segura de que sus compañeros lo habían logrado, todos eran mucho más
experimentados que ella, sabrían cómo resolver este tipo de emergencias. El
silencio y la quietud del mar eran inquietantes. Simplemente flotaba para
ahorrar fuerzas y poder nadar cuando fuera necesario. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«¿Por qué no llegan los guardacostas?» —se dijo a sí misma—. «No creo
estar tan lejos. Ayúdame, Dios, dame la fuerza que necesito. Permíteme volver a
ver a mis hijos, por favor». <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«¡¡¡Ayúdameeeee!!! ¡¡¡Ayúdameeeee!!! ¡¡¡Ayúdameeeee!!!». <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Pasaron las horas y no se escucharon sirenas, tampoco ruido de
helicópteros, ni motores de barcos. Así transcurrió otro día, el más largo de
su vida. Vino la noche, la sensación de hambre le clavaba en el estómago, los
labios agrietados por el sol y la sal le ardían como heridas abiertas. La sed
era insoportable, el cansancio, la desesperanza y la angustia se apoderaron de
ella. Ya su cuerpo empezaba a flaquear, su mente se sentía débil y confusa. Era
difícil de aceptar, pero empezó a pensar que quizá ese era un viaje sin
retorno, y esa idea le causó el dolor más profundo que jamás creyó sentir.
Lloró inconsolable e imploró a gritos ayuda mirando al cielo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Había llorado tanto, que le costaba mantener los ojos abiertos. En algún
momento, entre adormilada y despierta, escuchó una suave voz:<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«¡Mami, ven!».<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Se despertó sobresaltada, por un momento creyó estar en su casa. Había
sido la voz de su pequeña hija. Su corazón latía con tanta fuerza, como si se
quisiera salir de su pecho. Lloró desconsolada mientras susurraba con ternura
el nombre de sus hijos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«¡Mate, Juli!».<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Jadeaba con intensidad, totalmente confundida, sin saber qué hacer.
Desesperada, empezó a gritar:<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«¡¡¡Ya voy, mi amor, ya voy!!! ¡¡¡Ya voy!!!, ¡¡¡Ya voy!!! Debo calmarme;
tengo que hacerlo. Ayúdame, Dios». —Y empezó a respirar, consciente de que no
podía perder el control.<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Se recuperó poco a poco mientras se decía:<o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">«Tengo que hacerlo. Yo puedo, yo puedo, yo puedo». Buscaba la fuerza
interior para empezar lo único que le quedaba por hacer. <o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-CO"><span style="font-family: verdana;">Respiró profundo y, sin pensarlo más, comenzó a nadar hacia el
horizonte, hacia el infinito, hacia un destino desconocido. Con cada brazada,
sentía cómo la determinación crecía dentro de ella. Recordaba la voz de su
hija, llamándola y se repetía a sí misma que valía la pena luchar por ellos. No
importaba lo incierto del camino; estaba dispuesta a enfrentar cualquier
obstáculo con tal de reunirse con su familia otra vez. Aunque no tenía idea de
dónde iría, estaba segura de que llegaría a algún lugar. Su único anhelo era
volver a ver la sonrisa de sus hijos algún día.</span><span style="color: #252525;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-79813300166580163802024-01-29T08:25:00.000-08:002024-01-29T08:25:32.785-08:00Aquel niño, un padre y su hija<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Joe Monroy Oyola</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Karl Simons, horas
antes del gran evento. 15 de setiembre del año 2023<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">«Otro mensaje de
texto. ¿Es que nunca se dará por vencida? Yo apenas cumplía dieciocho años.
Tara era hermosa. Bajo el cabello azabache rizado, ese bello rostro con sus
carnosos labios junto a su escultural silueta. Desde que llegó a la secundaria
me llamó la atención, además, era la única porrista de color. La fiesta en el
gimnasio resultó el pretexto perfecto. Cómo resaltaba entre todas las chicas
con ese vestido tan ceñido de color rojo rubí. Por seguro usaba un perfume
barato que era como el aroma de las lilas. Aquella noche en mi auto al
acariciarla le descubrí ese lunar entre su hombro y el seno derecho, en forma
de lágrima, mientras ella repetía mi nombre al oído con sus ojos marrones
entreabiertos. Sonaba en la radio la canción: <i>I am yours<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></i>de <i>Jason Mraz. Esa f</i>ue su primera
vez con solo dieciséis años. Quedamos en que sería nuestro secreto. Me contaba
que pronto se mudarían a Oklahoma. Después de llevarla hasta su casa nunca más
la vi, aunque siempre vino a mi recuerdo, pero ella era negra, ¡imposible!<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Al pasar de algunos meses llegó esa llamada
para decirme del embarazo. Cómo saber si era mío, hasta que me envió aquel
mensaje de texto con la foto del bebé: afroamericano, ojos azules. Le puso mi
nombre: ¡Karl Simons!».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Gerald Simons
escupe tabaco frente a la puerta principal de la casa, mientras que Zachary enrollaba
un trozo de papel; están apoyados en el jeep negro de Karl. Un olor a marihuana
flotaba sobre ellos.<b><o:p></o:p></b></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Hasta qué hora
vamos a esperar a tu hermano? —pregunta Zachary mientras se lleva a la boca un
pitillo—. El festival empezará en un par de horas. ¡Hoy se cumplen los
cincuenta años que hicimos volar esa iglesia de negros en Birmingham!<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><b><o:p></o:p></b></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Nada podemos
hacer, él recibe inspiración divina! ¡Es poeta, vidente, un profeta!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Hapersville competirá
con otras ciudades de Alabama. El año pasado ganamos por mi hermano. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Karl, había
abierto la cortina de la ventana. Miraba a Zachary y a Gerald. «Cuál vidente ni
profeta si soy un fiasco. Jamás recibí revelación alguna. De la biblia lo único
que conozco es aquello que busqué a propósito de algún tema en Google». Vuelve
sobre sus pasos y se queda mirando la pancarta. Voltea sobresaltado mira
alrededor y sobre sí mismo<b>... </b>«Me<b> </b>estoy volviendo loco, otra vez
esa misma voz, por semanas la escucho hasta en sueños. ¿Debería ir a ver algún siquiatra?».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Una niña entra
corriendo a la casa antes que Gerald o Zachary lo puedan notar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Karl, me das
permiso para ir a... —dijo mientras contempla el enorme letrero de tela que
cubre la pared central del comedor—. ¡¿Qué estás haciendo?!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Hija, se supone
que estabas en la casa de tu amiga! Estoy preparando algo para el concurso. Ya
te he dicho mil veces que no me llames Karl, soy tu papá. Eres mi niña.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Acabo de cumplir
once años, ya no soy una niña —responde y se aleja del padre—. Además, nunca
estás conmigo, todo para ti es tu grupo y estas cosas raras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Lana se acercó aún
más al mural mientras masticaba un caramelo. La inmensa y obesa figura de Gerald
contrastaba con la de Zachary, ambos se encontraban detrás de ella. Karl los miró
con gesto adusto y pidió que cerraran la puerta por fuera. En el interior de la
casa se combinaban el olor a solvente proveniente del plumón, que estaba aún en
la mano de Karl, y los tufos de marihuana con el del tabaco de los dos lacayos
recién desalojados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Estúpido, por
estar machacando tabaco no te diste cuenta de que regresaba tu sobrina.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Y, tú, por fumar
esa cochinada. Contestó Gerald. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Lana, retiraba de
entre sus labios una hebra de la rojiza cabellera. Se le cayó el caramelo que
degustaba. Sus ojos azules rodeaban las imágenes del lienzo. Había un verso
bíblico escrito debajo de las ilustraciones: “(…) ¡Maldito sea Canaán! El más
bajo de los esclavos será para sus hermanos”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">Karl Simons. 15 de
setiembre del año 2015 </span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">En el centro de esparcimiento de
Hapersville se oía por los parlantes el llamado al siguiente participante. El
joven cantante se acomoda con la mano derecha su rubio y largo cabello.
interpreta la canción de su autoría: «Mi bandera sureña». Al terminar de cantar
el olor a pólvora producido por algunos disparos al aire se disipa muy rápido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El quinto
concursante era un hombre delgado y de mediana estatura, Karl Simons; vestía un
decolorado pantalón jean rasgado en ambas rodillas, camisa afranelada a cuadros
rojos y azules. Las patillas salían por debajo de la cabellera rojiza. Inclina
su rostro, luego eleva los brazos:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—A tu patria
amarás, del foráneo enemigo la defenderás. ¡A esto te conmino! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El cartel develado
muestra la foto de unos cuerpos en estado de descomposición, a un lado se ve a
un sonriente oficial con lentes color verde oscuro igual que su uniforme. La
gorra dejaba ver escrita la palabra: Fronteras. Su bota derecha sobre el cráneo
de una osamenta humana. Estaba imprimido con plumón negro: Salmo 53:5; “(…)
Dios esparcirá los huesos de los que te asedian; Dios los desechará y los
dejará en vergüenza (…)”. ¡Amén! ¡Amén! ¡Ku Klux Klan! ¡Ku Klux Klan!, aullaban
y aplaudían los presentes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El campo del
auditorio al aire libre parecía demarcado por largas hileras de pequeños
banderines triangulares con el diseño de la bandera confederada, el aire esparcía
en remolinos el aroma de la carne y las salchichas asándose; botellas de
cerveza estaban tiradas alrededor de los pocos depósitos de basura. Las mujeres
en diversos grupos comparaban sus tatuajes, los hombres bebían sin mesura. Tras
el último participante empiezan a depositar la votación en tres ánforas blancas,
cada cual tenía dibujada una cruz en llamas. Después de hora y media el presentador
aclara la voz. Inicia con el tercer puesto hasta llegar al ganador, el cantor
de: «Mi bandera sureña».<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Felicitaciones hermano. Obtuviste el segundo
lugar —dice con una inmensa sonrisa mientras lo abraza—. Honras el legado de
nuestro abuelo Joseph Simons, «Mago Imperial» del clan. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Soy solo el
recipiente del Creador.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El anfitrión del
evento pidió a los presentes recordar a los héroes que cuarenta y dos años
atrás detonaron bombas en la Iglesia Bautista de enemigos afroamericanos, en la
calle 16 de Birmingham.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">En Turquía.
Miércoles 2 de setiembre del año 2015<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Muy temprano por
la mañana dos hombres sirios están parados sobre unas rocas, sus ropas
aleteaban hacia las espaldas; sostenían los turbantes con sus manos mientras
observaban en la playa un embarque.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Hassan, ¿no crees
que es un bote muy pequeño? Son como treinta personas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Lo es, Jamal. Alá
los favorezca y ojalá que nuestros paisanos puedan llegar a Grecia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Entonces, ¿crees
que lo lograrán?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No lo sé hermano.
Nosotros debemos trabajar aquí hasta poder reunir el dinero que precisamos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Colonia AltaVista,
San Martín, El Salvador. Miércoles 2 de setiembre del año 2015<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Antonio abre la puerta.
Deja sobre la mesa de la cocina una fiambrera plástica. La televisión estaba
encendida.<b><o:p></o:p></b></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Ya llegué mamá!
—dice y saca de la refrigeradora una jarra de vidrio con agua. Cierra la puerta
del congelador con su talón—. ¿Dónde están los vasos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Suena el inodoro y
doña Dolores entra a la cocina secándose las manos en el delantal celeste.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Hola, hijo.
Llegas tarde y no creo que el abusivo de tu jefe te vaya a pagar horas extras.
Pero, qué fuerte hueles; eso ha sido aguardiente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Antonio le
explicaba que festejaron el cumpleaños de su compañero en la pizzería: Oscar
Martínez. Solo fueron unas copas mamita, le decía riendo. De pronto la locutora
del noticiero nocturno con tono solemne y rostro compungido daba una
información. Escucha hijo están hablando sobre un naufragio de migrantes en
Turquía. ¿Dónde será eso? Él afirmó que debería ser algún país cercano a China.
La relatora advertía que las imágenes podrían herir la sensibilidad de los
televidentes. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—¡Ay, Dios mío! ¡Es un nene tirado en la
playa, muerto! —gritó tomándose el vientre con ambas manos—. Dice que son doce
personas ahogadas entre hombres, mujeres y niños.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Mamá, está boca
abajo en la playa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Nunca más me vuelvas a repetir que tratarás
de emigrar a los Estados Unidos. Promételo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero mamá, allá
tenemos familia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Es más:
¡júramelo!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El silbido de la
tetera con agua hirviendo daba un disonante fondo a la espera por la respuesta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Está bien: lo
juro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Pobre Haití. 2 de
marzo del año 2019<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El longevo hombre
acariciaba al niño. Levantó la vista y miró a hacia el lado de la puerta:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Lise, no vayan a
ese país. Recuerda que su presidente dijo que los haitianos éramos una... <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Papá, no repita
esa grosería delante del niño —dijo poniéndose el dedo índice sobre los labios.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Abuelito, ¿no vas
a venir con nosotros?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pronto empezarán
los ciclones —replica negando con la cabeza—. ¿Estaré aquí solo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Papá, usted no
podría cruzar la selva de Darién. Son caras las visas de turista para Chile. Recuerde
que luego debemos recorrer todo Sudamérica, Centroamérica y México. Por la hipoteca
del terreno no me dieron mucho —dice regresando al lado de su padre y lo besa—.
Pronto le enviaré dinero.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Querido nieto, creo
que no podré.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Mami, llevemos a
mi abuelito con nosotros.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No es posible hijito.
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ella tomó de la mano al infante y cerró muy
lento la puerta tras de ellos; el crujido de las vetustas bisagras era cubierto
por un ronco sollozo proveniente desde dentro de la choza.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">Partiendo de AltaVista,
San Martín, El Salvador. 3 de abril del año 2019</span></b><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Doña Dolores y
Antonio estaban en la estación de autobuses. Él portaba un maletín de mano
deportivo verde y sobre su espalda una mochila negra. Vestía la camiseta color
roja del equipo inglés de fútbol: Manchester.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Me lo prometiste,
hasta lo juraste —hablaba sollozando—. ¿Cómo has de cruzar toda esa ruta?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Madre, acá los
delincuentes nos cobran cupo semanal, si no pago me matan; peor aún, me le
pueden hacer daño a usted. Nos vamos varios vecinos: los Martínez Ramírez, los
Contreras Benítez y con don Benito el vigilante de la pizzería, aunque es un cincuentón
está bien fuerte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El controlador de
tickets hace la última llamada. La madre le hace la señal de la cruz sobre la
frente. Antonio le promete cuidarse y que enviaría por ella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">A cruzar el Río
Bravo. 24 de junio del año 2019</span></b><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Durante la jornada
la caravana había sido diezmada por delincuentes quienes asesinaron a algunos hombres
que se negaron a darles su dinero, raptaron a mujeres y niños. En Tapachula la
mayoría de ellos había obtenido una visa de refugio mexicana. Ahora esperaban
ser atendidos por las autoridades americanas para intentar un permiso temporal.
Ya sin dinero y con temor por las posibles prohibiciones de las nuevas leyes
americanas la desesperación cundía.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Don Benito, ¿sabe
dónde están Oscar Martínez y su familia? No los veo hace rato —indagaba Antonio
mirando en todas las direcciones—. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Quizá
se fueron a cruzar el río.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Sí, Antonio, de
eso hablaban. No pude convencerlos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero acordamos
cruzar juntos con las sogas que conseguí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Al llegar a la
ribera vieron de lejos cómo Oscar Alberto Martínez nadaba con su hija Valeria, y
luego desaparecieron tragados por la corriente. En la orilla Tania gritaba por su
esposo y la nena. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Dios mío, allí
están llegando los policías fronterizos. Vamos don Benito, cruzaremos corriente
arriba —gritó y corrió cargando los cabos— ¡Nada podemos hacer por ellos! ¡Es
el momento!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Dios mío, Valeria
y su papá, pobre esposa —lloriqueó y emprendió la carrera detrás de Antonio—.
¡Vamos, sí, vamos!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">El amor, una
fuerza poderosa</span></b><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Una veintena de
personas cruzó el río gracias a esos cabos. Ahora debían encontrar refugio y
después un puesto fronterizo donde entregarse a la vez de pedir asilo. Antonio
y don Benito se perdieron de vista entre ellos. Debían llegar a la ciudad de
Brownsville.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Casi oscurecía. Una
mujer cargaba a un bebé y caminaba tomando a otro niño de la mano. Cayó extenuada.
Alrededor de los labios de todos había una mancha blanca de la saliva seca. Se
escuchó una voz:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Señora, señora,
no se asuste —le habló arrodillándose junto a ella y sus hijos—. Debe de seguir
adelante. Es peligroso quedarse porque merodean bandas de delincuentes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Ay, me sorprendió
señor!, no lo vi llegar —responde abrazando a sus dos infantes—. No puedo más.
Necesito descansar unas pocas horas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Mire allá a lo
lejos se distingue aquellas luces, debe ser Brownsville. Sólo un poco más. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Gracias señor,
siga usted su camino —contestó y se acomodó sobre la hierba junto a sus críos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El fuerte olor a
sudor de todos ellos parecía ser parte del entorno silvestre dejando de ser
repulsivo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">«Qué dilema. No
puedo dejarlos aquí. Este lugar es inseguro hasta para los hombres».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Señora la ayudaré
con su niño mayorcito —al decir esto con raudo movimiento lo cargó en vilo y
emprendió la carrera—. ¡Lo siento, sígame, señora!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Los ojos de la
madre se abrieron inmensos; incorporándose cargó a su bebé.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Socorro, alguien
me ayude, se lo roba! —gemía y corría—. ¡Maldito devuélveme a mi hijo!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Jadeando la madre pudo
llegar a la distante gasolinera. Muchos que habían arribado un poco antes
estaban sentados en las aceras bebiendo agua o algún refresco. Por alimento un
pan o golosina. Ella desfallecía sin aliento. Alguien tocó su hombro por
detrás:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Señora, aquí está
su niño. Perdóneme. No podía cargarlos a todos, ni abandonarlos atrás.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Desgraciado,
maldito! —vociferó al tiempo que le propinaba una furibunda bofetada y
recuperaba a su vástago.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El hombre agachó
el rostro y dio la vuelta en dirección a un grupo de hispanos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Oiga usted!
¿Cómo se llama?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El individuo se
detuvo y le contestó: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Me llaman don
Benito.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Don Benito...,
muchas gracias por salvarnos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Amaneciendo una
camioneta dejaba en la tienda un paquete de periódicos. El encargado del
establecimiento empezó a colocarlos en el exhibidor. Una foto inmensa se
mostraba en la primera página. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Antonio y don
Benito ya reunidos con el grupo de salvadoreños se acercaron a mirar el
rotativo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Dios mío, que
desgracia! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Los encontraron
—agregó don Benito meneando la cabeza. Murieron.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">Centro de
detención en Brownsville.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Los haitianos.
26 de julio del año 2,019<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Lise tenía estaba con su niño y
conversaba con una paisana ventilándose con un cartón: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Fíjese que corre
el rumor de que si aceptáramos ir hasta Alaska nos aprobarían el asilo. Pero,
yo ni loca. Tenemos nuestros derechos. Exijamos que nos envíen hacia algún
estado con buen clima como California o La Florida. ¿Cómo se llama usted?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Me llamo Fabiola.
Pues si es como usted dice deberíamos de presentar algún reclamo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Dos amigos se despedían
entre abrazos:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Don Benito me voy
a Dallas.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Aquí en Texas tengo a dos
tíos, ellos me patrocinaron.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Qué bueno
Antonio. Yo iré a reunirme con mi hija en Nebraska.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Cierta mañana subieron
a los haitianos en buses. En el aeropuerto los hicieron abordar un avión.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Ya lo ve Fabiola.
Valió la pena el griterío que les armamos a los agentes fronterizos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Lise, tenía usted
toda la razón. Debe estar lejos California ya llevamos algunas horas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Caramba, no se
preocupe Fabiola. Pronto llegaremos a Los Ángeles —contestó sonriendo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Por los parlantes
pedían abrocharse los cinturones. La compuerta se abrió. El clima era caluroso
y húmedo. El sol caía sobre la vista de los viajeros. Al bajar alguien vociferó:
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué es
esto?<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¡Nos regresaron a Puerto Príncipe,
estamos en Haití!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Corrieron tratando
de volver al avión, pero la escalinata ya era transportada hacia un hangar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">Karl Simons y su
hija Lana. 15 de setiembre del año 2,023<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Lana
retiraba de entre sus labios una hebra de la rojiza cabellera. Se le cayó el
caramelo que degustaba. Sus ojos azules rodeaban las imágenes del lienzo. Aparecía
un verso bíblico escrito debajo de las ilustraciones: «¡Maldito sea Canaán! El
más bajo de los esclavos será para sus hermanos».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Había dos representaciones
impresas: <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>un niño boca abajo en una
playa, el agua lo rodeaba; en la siguiente, el cuerpo de un hombre que tenía
dentro de su camiseta a una niña en la orilla de un río.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Debajo se leía:
¡Lo que de la escoria viene, con la basura se va! ¡Ningún migrante más!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Karl, no puedo
creer que seas tan cruel. Me das miedo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Lana, tú no
comprendes. Lo que ves allí es la defensa de nuestro país —afirmó y trató de
acercarse a ella con los brazos abiertos—. Esto lo hago por ti. No ves que son
ilegales tratando de meterse a... <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No me toques. Yo
solo puedo ver: aquel niño y un padre con su hija. Por favor, envíame con mis
abuelos, o a una escuela internada. No quiero verte ni oírte más— interrumpió
ella con los brazos flexionados junto a su blusa y mostrando las palmas de sus
manos en señal de defensa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">La puerta se cerró
con fuerza tras Lana. «Caray, qué muchacha. Hasta pareciera que le agrada esa
gente. Ellos corrompen nuestra raza. No creo ser un mal padre».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">«Este tipo y su
cría no debieron intentar cruzar nuestras fronteras. ¿Por qué debería yo de
sentir pena? Además, está siendo injusta pues aquel hombre decidió afrontar el
riesgo...». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Karl gira su
rostro de manera brusca y retrocede dos pasos. Tropieza con una silla. Se
reincorpora;<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡¿Quién habla?! Seguro
eres tú Zachary, has puesto un parlante. Qué dices: ¿tú eres el que eres?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES">En el gran
festival</span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Gerald
y Zachary, le entregaron al presentador dos rollos. El primero tenía escrito al
dorso el número uno. El otro era el número dos. Al desplegar el primero se
distinguía las fotos del niño sirio, al lado la del hombre con la niña.
Empezaron los aplausos y risas. Luego desenrolló el siguiente. Un silencio
sepulcral fue el preámbulo de una hecatombe. Aparecía un poema y un pasaje
bíblico: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">«Unidos en sólido
abrazo nadas/ a ti asustada se aferra. / Quizá partiste primero, luego te
siguió ella. / Mejor sería usar los ladrillos y piedras/ para construir puentes
que unieran fronteras. / Un nuevo mapamundi diseñemos/ el cual solo distinga:
los mares separados de las tierras. /Si convertirnos en uno solo pudiéramos...».
Autor: Karl Simons. Éxodo 22:21 «Y al extranjero no engañarás ni angustiarás,
porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Karl Simons y Lana<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Tan solo toma
algo de ropa en tu mochila! Ya vienen por mí y podrían hacerte daño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Karl, yo no voy a
ninguna parte contigo. ¿De qué estás hablando? —preguntó retirándose dos pasos
hacia la puerta de su cuarto—. ¿Por qué me muestras tu celular? ¿Y esas fotos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Jamás creí poder
ver el mundo con otra perspectiva. Lo perdí todo: a tu fallecida madre, a ti,
esta casa y mi nombre —dijo tomando la escopeta que estaba sobre la chimenea—. Vámonos
hija. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Es un poema muy
triste —respondió sosteniendo aún el teléfono—. Vamos... papá. <b><o:p></o:p></b></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">En la ruta
mientras Karl manejaba Lana le pregunta hacia dónde se dirigían. Él le
explicaba que iban hasta Oklahoma. Irían a conocer a un miembro de la familia.
Confundida queda mirando a su padre, vuelve a mirar las fotos del celular que
estaba sobre el asiento;<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasó
contigo, papá? ¿A qué se debió tu cambio? —inquirió sosteniendo el celular, que
estaba sin volumen entre sus manos—. ¿Acaso eres de esas personas que llaman
bipolares? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No, nada de eso.
Aunque la verdad tampoco me reconozco —contestó mientras sonreía meneando la
cabeza—. Ese versículo de la biblia nunca siquiera lo había escuchado. De
pronto me sentí rodeado por una inmensa burbuja invisible que casi podía tocar.
Vi mi mano apagando el radio sin ápice de mi voluntad. Escuché un silencio
absoluto y el olor a flores, aromas deliciosos o incienso tal vez. Entonces
provino «esa voz»; me expresó quién era él... <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Quién dijo que
era? — inquirió pasando saliva mientras se mordía una uña.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Me reveló: «¡Yo
soy el que soy!». Lo repitió tres veces. Una voz tan hermosa como poderosa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Mientras Karl
conducía por la ruta federal 72 hacia Oklahoma, Lana seguía mirando fotos en el
celular. Antes de que su papá pudiera notarlo halló los retratos de una mujer
con un niño, ambos afroamericanos. Al preguntarle por ellos, toda la
conversación tomó esa dirección...<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Entonces, él es
afroamericano y tiene el color de nuestros ojos...<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Sí, hija, fue
durante mi adolescencia, mucho antes de conocer a tu madre —al responder se
muerde el labio inferior—. ¿Estás decepcionada? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Estoy
sorprendida, pero ¡No, es genial! —contesta riéndose—. ¡Tengo un hermano!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Karl no pudo saber
que aquella columna de humo visible a la distancia, por el espejo retrovisor
del auto, provenía de su propiedad. Un aroma a flores e incienso empezó a
rodearlos en la cabina<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Gerald Simons le
decía a Zachary que, así como quemaron esa casa, pronto encontrarían a Karl,
quién no era más su hermano, sino, un enemigo de la hermandad a quien aniquilarían.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><b><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">En Turquía. 2 de
Setiembre, año 2023<o:p></o:p></span></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Dos hombres suben
a un bote. También abordaban una señora con su niña de la mano. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿No nos va a dar chalecos
salvavidas para mi hija y para mí?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Eso no está incluido.
Son veinte dólares por cada uno —retruca el hombre que funge de jefe. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero, ya no tengo
más dinero. Por favor. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Esto no se trata
de favores, señora, es negocio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Entonces, Hassan y
Jamal le entregan sus chalecos a la mujer con su nena. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Una tenue línea
negra de hule los rodea, aquel motor tose estruendoso. El azul del mar se une con
el firmamento. Un inmenso semicírculo rojizo parece naufragar entre las olas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Jamal, por fin pudimos
ahorrar el dinero para comenzar una nueva vida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Hassan, ¿crees
que logremos llegar?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Jamal, pienso que
si llegamos o no a Grecia igual seremos libres.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">La sonora risa de
los hermanos contagia al resto, el viento los hace tiritar y trae hacia ellos
el aroma de la brisa marina que cada nervio olfatorio reconoce con placer;
sienten un gusto salobre en sus bocas proveniente de la superficie oceánica, así
como desde los abismos del ser. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">En la orilla, otro
grupo de personas aguardaba por algún bote.</span><span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-85993734925904863772024-01-23T15:14:00.000-08:002024-01-23T15:14:38.881-08:00Promesas<p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: right;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><b>Érika Ramírez Levín</b><o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"> </span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ella sabía que no era el mejor momento ni
lugar; es más, ni siquiera lo tenía bien planeado. Se repetía que era pasajero,
que con los días ese pensamiento se atenuaría hasta quedar en el olvido. Sin
embargo, en otras ocasiones lo había creído así y siempre regresaba a cazarla.
La duda que la corroía era si, esta vez, sería capaz.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«A ver», se dijo ojeando las cosas esparcidas
en la cama. «Maleta, bolsa de mano, dinero, botiquín médico… el frasco —cerró
los ojos y la sorprendió un suspiro amargo—, las llaves, reservación impresa… listo,
parece que ya tengo todo». <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Eran las seis de la tarde. Fue a la cocina para
preparar una cena ligera pues sabía que, tras la comida y el pastel por el
festejo de sus primos, Marcos no traería mucha hambre. Ya quería verlo,
platicar sus expectativas e ideas con él. Se sentía muy emocionada. Abrió la
aplicación de música en su celular y reprodujo la lista de canciones que la
animaba para cocinar. Media hora más tarde, la mesa estaba servida. El olor de
la pasta con el queso le abrió el apetito. Sonrió ilusionada, mas de inmediato
la sonrisa se difuminó al apagar la música y notar que no tenía mensajes
nuevos. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Leyó un rato para hacer tiempo. Siete y
cuarto. Volvió a revisar el celular. Nada. Prendió la televisión para
distraerse. Ocho y veinte. «Amor, ¿todo bien? Quedaste en llegar temprano para
ultimar los detalles. Por cierto, ¿te tomaste la pastilla?». Él sufría de insuficiencia
cardiaca y, a pesar de que intentaba ser disciplinado, en situaciones así lo
olvidaba. También se preguntaba si estaría bebiendo mucho, pues esto perjudicaba
su condición. Envió el mensaje y se mantuvo atenta a la pantalla. Él no se
conectó. Cerca de las once de la noche, metida en la cama, oyó la puerta. Se
hizo la dormida cuando él se acomodó a su lado impregnando el ambiente de un
inequívoco tufo alcohólico.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A la mañana siguiente, Irma, con visible molestia,
lo zarandeó varias veces para despertarlo al darse cuenta de que no reaccionó con
la alarma. Tuvieron que salir apresurados para evitar el tránsito pesado hacia
la autopista. El único intercambio de palabras fue después de veinte minutos en
que él se animó a hablar.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Por favor discúlpame, nena. Se me pasó el
tiempo. Ya sabes cómo son esos cabrones —dijo apenado. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Lo que no entiendo es por qué no tuviste la
decencia de avisarme. ¿Qué te quita mandarme un mensaje? Ni dos minutos, en
serio. Además, sabías lo importante que es este viaje para ambos, cuánto lo
hemos planeado y esperado. Por cierto… bebiste… bastante.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No bebí —contestó defendiéndose, pero calló
de súbito reflexionando que, negarlo o justificarse, empeoraría las cosas—…
tanto. Sí, lo sé, de verdad lo siento. Hace mucho que no los veía, no me di
cuenta de la hora y solo fueron dos… tres cervezas.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No tenía caso seguir discutiendo y oyendo sus
mentiras. «Hace mucho», repitió en su cabeza. «Como si un mes fuera una
eternidad». En varias ocasiones ya había priorizado el tiempo con su familia a
costa de planes con ella. Volteó la cabeza hacia la ventana y bajó el vidrio.
Dejó que el aire frío golpeara su rostro sintiendo que sus pulmones se llenaban
con la humedad del ambiente. Sus pupilas se alimentaron del paisaje ocre que
vestía los campos y las montañas al costado de la carretera. El otoño estaba en
su apogeo. Una neblina densa se había apoderado del camino. Era como si el
clima adivinara su sentir.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sin hijos, sin familia, ella estaba
acostumbrada a manejarse de manera independiente. Él, en cambio, tenía cierto
apego a su madre, hermanos, tíos, primos. En varias ocasiones habían discutido
a causa de esto, ya que Marcos intentaba no faltar a los eventos o reuniones
familiares, asegurándole que, después de que se casaran, las cosas cambiarían. Irma
dudaba del éxito de esas promesas por días como el anterior, lo cual la
confundía pues, fuera de ese tema, la entrega y pasión por ella eran indudables.
Incluso, muchas veces, le hizo la analogía de que, estando juntos, se sentía
como en una burbuja repleta de amor, libertad, pasión, en fin, felicidad
absoluta. Solo cuando él salía de ese mundo rosa, un manto de lejanía y
frialdad los cubría.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Durante las dos horas de trayecto, la radio
fue la que armonizó el mutismo que reinaba al interior del vehículo. En cuanto se
escuchó a Jesse & Joy cantar: «Quiero ser como tú / Quiero ser yo la fuerte
/ Solo te he pedido a cambio tu sinceridad / Quiero que el amor al fin conteste
/ ¿Por qué siempre soy yo la de la mala suerte?», la voz del GPS interrumpió la
canción que acompañaba el llanto discreto de Irma para avisar que la desviación
estaba próxima. Al mismo tiempo, los letreros de madera clavados con largas
estacas en el acotamiento iban apareciendo, señalando con flechas la entrada al
complejo de cabañas. «Paraíso romántico a diez minutos», se leía en uno.
«Bosque mágico. Próxima salida», anunciaba otro.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Marcos activó la palanca de la direccional y
bajó su mano a la pierna de Irma.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Nena, por favor, perdóname. Ya estamos aquí,
vamos a intentar pasar el mejor momento, ¿sí? No dejemos que mis estupideces
arruinen el viaje.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ella volteó a verlo enjugándose las lágrimas.
Encontró su mirada que navegaba entre el camino y sus ojos húmedos color
avellana. Quiso creerle. Quiso sentir su arrepentimiento y aprovechar el tiempo
con él. Sabía lo complicado que era escaparse para estar juntos.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, está bien —respondió sonriendo—.
Gracias, amor.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una vez que llegaron y terminaron de
registrarse, les mostraron el sendero hacia la cabaña reservada. Frente a ella
podrían estacionar la camioneta y, en lo que bajaban las maletas, un empleado
dejaría leña frente a la chimenea. Irma se hallaba en un sueño hecho realidad.
El misticismo del bosque envolvía la emoción del fin de semana. Cuatro días
entregándose el uno al otro, amándose sin límites como tanto lo había fantaseado.
Podría gritar y desfogar toda esa pasión que se desataba al estar con él y que,
por lo general, en la ciudad reprimía.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El interior de la construcción rústica era
amplio pero acogedor. Pese al frío, reparó en la reacción de su cuerpo ante las
imágenes que su mente fabricaba al ver el nido tan romántico en el que estarían;
una cálida y húmeda sensación le invadió la entrepierna. En cuanto el empleado
se marchó, luego de explicarles cómo deberían de acomodar y prender la madera
más tarde, Irma se apresuró a cerrar con seguro la puerta. Sus ojos buscaron a
Marcos, quien notó la lascivia que desbordaban. Se apresuró a terminar de
escribir algo en el celular para enseguida aventarlo a la mesa que había en el
centro de la estancia e ir hacia ella con paso decidido. Comenzó a besarla y a
desnudarla recorriendo cada poro de su trémula piel. Sus lenguas jugaban a
explorarse, a reconocerse. Prenda tras prenda avivaban el frenesí que los
colmaba y los llamaba a dejarse ir. Él sintió la pantaleta de ella empapada y
se excitó a tal grado que pensó que explotaría en cualquier segundo. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cayeron en la cama presa de la urgencia
corporal de fundirse. Sus manos inspeccionaban cada centímetro de piel erizada
y ávida de caricias. Sus respiraciones se agitaban conforme el nivel de
excitación se incrementaba. Ella abrió las piernas y lo recibió arqueando
ligeramente la espalda. Resollaron al unísono. La penetró despacio, disfrutando
esa sensación deliciosa de ser atrapado por su calor y estrechez. ¡Cómo adoraba
el cambio de textura, de presión! Ese roce en cada parte de su miembro era
exquisito y ella se mojaba tanto que entrar y salir causaba un placer inaudito.
Marcos besó los pezones duros y erectos de Irma. Conocía bien la conexión
directa entre ellos y su aumento de placer. Como magia, sus gemidos se
incrementaban, lo abrazaba con fuerza y se frotaba en él cada vez con más
vigor. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Irma lo empujó para que quedara acostado boca
arriba y se sentó sobre él, dirigiendo con la mano al pene para que volviera a
visitarla hasta el fondo de su ser. ¡Ah! El deleite de apresarlo así en su
interior era único. Volvió a frotarse encima de él, despacio. A veces se
inclinaba para besarle la boca y luego llevaba su cuerpo hacia atrás sintiendo
cómo la fricción la transportaba al cielo. Jadeó, gritó y desahogó en un gran
gemido el orgasmo que alteró cada milímetro de su existencia. Su cuerpo se
convulsionaba al compás de los movimientos de cadera de él quien también estaba
llegando al fin del recorrido, agarrándole con una mano un seno y con la otra
apretujándole la cadera. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ambos, sudando, recuperaban el aliento celebrando
el momento tan maravilloso que habían compartido. Se quedaron recostados un
rato, abrazados. Luego, él le besó con ternura los labios y fue al cuarto de
baño. Ella, tras unos segundos, recordó algo y se levantó de la cama. No la
detuvo el aire fresco que cubrió su cuerpo; era importante ir a la mesa del
comedor. Sin titubear levantó el celular que él había aventado ahí y lo
desbloqueó. No había cambiado la clave. La aplicación de los mensajes estaba
activa. «¿Cómo están mis niñas? Apenas llegué a la convención, hay muy mala
señal. Las extraño y amo mucho. Besos». <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Otro tipo de calor comenzó a subir por su
vientre hasta llegar al pecho. Era quemante, incómodo, seco. «¡¿Mis niñas?! ¿¡Las…
amo?! ¿¡Las?!», pensó con una furia que se agolpaba en su mente. Sintió en el
estómago un vuelco terrible, como ese jalón al recorrer en auto, a alta
velocidad, una bajada inesperada. «De su hija, lo entiendo, pero ¿a ella
también le habla así? Él me dijo que ya no sentía nada por su esposa, ¡maldito
infeliz!». Dejó el celular en la misma posición donde lo encontró e inhaló
profundo para tranquilizarse.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se dirigió al mueble, junto a la cama, en
donde habían dejado las maletas. Abrió la suya, sacó su bata, se la puso y
removió entre la ropa hasta encontrar lo que buscaba. Acto seguido, hurgó en el
equipaje de él y sacó un pequeño contenedor con las pastillas para su enfermedad.
Caminó hacia la cocina y acomodó todo sobre la barra de servicio. Al pequeño
bote que obtuvo de la valija de él le extrajo todas las tabletas y lo llenó con
otras casi del mismo tamaño, color y forma del frasco que ella traía. Luego, en
el apartado escondido del forro de su mochila personal, guardó las que había
sacado. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sintió una punzada de remordimiento y se
perdió en sus pensamientos. Rememoró la historia que le había contado a su
amiga, aprovechando que trabajaba en una farmacia, para que la ayudara a
encontrar algún medicamento antiinflamatorio, no esteroide, que se pareciera a
un comprimido que le dio. «Mira, es este», le había dicho al entregárselo. «Fue
mágico contra mi dolor de espalda, ¡pero no recuerdo el nombre! Solo sé que es
el de mayor gramaje, ya sabes, el “forte”», mintió. Nunca se mencionó que esos antiinflamatorios
están contraindicados para quien sufre insuficiencia cardiaca, pues agravan el
padecimiento en forma vertiginosa.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Amor! —le gritó Marcos desde el baño—,
¿vienes? Vamos a bañarnos para recorrer un rato el bosque.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Irma se sobresaltó al ser arrancada de sus
recuerdos. Intentó distribuir, de la forma más natural posible, el contenido
del botiquín y el frasco con las medicinas alteradas. «Si me pregunta por qué
vacié aquí esto, le diré que me dolía la cabeza», concluyó para sus adentros.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, voy —dijo en voz alta, se despojó de la
bata e ingresó al cuarto de baño.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Aún había luz cuando salieron a dar una
vuelta por el terreno. Las copas de los árboles parecían tocar el cielo
aumentando la obscuridad de la zona. Había varias cabañas, algunas de dos
pisos, con sobrado espacio entre ellas. La mayoría estaba vacía ya que no era
época vacacional. Al fondo descansaba un lago con agua verdosa y nenúfares
decorando su extensión, rodeado de grandes rocas grisáceas completando el
cuadro. Se escuchaban diversas aves trinar al compás del viento que cada minuto
soplaba más fuerte. El pasto de un verde vivo se mezclaba con la tierra remojada
que dibujaba las escasas pisadas de los visitantes. Aún era época de lluvias y
se podía sentir la humedad calar los huesos. En cuanto terminó de caer la
noche, regresaron a la cabaña a cenar.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En el paquete que contrataron se incluían los
alimentos. Solicitaron que les llevaran la cena cerca de las siete pues habían almorzado
un refrigerio ligero en la carretera. Al entrar, ya estaban las charolas en la
mesa. Para su sorpresa habían decorado con velas rojas la zona del comedor,
pétalos de rosas en un camino de la entrada hacia la cama y, dispuesto frente a
la chimenea ya encendida, un tapete grueso. Sobre él, varios cojines carmesíes formaban
un enorme corazón. En el centro, una hielera de metal enfriaba una botella de
champaña y, junto a ella, dos copas de cristal. Al lado, una caja transparente,
bien sellada para evitar que las hormigas la invadieran, contenía lo que
parecían fresas cubiertas con chocolate.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Irma tenía los ojos desorbitados y una
sonrisa que no cabía en su rostro.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Te gusta, amor? —preguntó Marcos sin poder
ocultar su emoción—. Por eso te pedí el teléfono de aquí. No fue para confirmar
la reservación, sino para que me ayudaran a darte esta sorpresa. Te amo, nena,
y quiero hacerte feliz.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ella, colmada de alegría, lo abrazó con
efusividad, besándolo una y otra vez. Se sentía tan plena y feliz, que olvidó
todo. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vamos a cenar, nena mía, que ya hace hambre
—le susurró al oído y le dio un tierno beso en la oreja—. Porque me urge
disfrutar el postre… y también las fresas.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ambos rieron en complicidad acariciándose
como dos adolescentes enamorados. Ella destapaba las charolas y distribuía la
comida en los platos mientras él, de espaldas, servía las bebidas que estaban
en la barra. Vio de reojo los frascos y aprovechó para tomarse su medicina, ya
que la noche anterior lo había olvidado y no podía correr el riesgo de que
fueran dos noches seguidas. Sin percatarse, se frotó el brazo izquierdo debido
a un leve cosquilleo que sentía desde temprano.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Degustaron la cena platicando del paisaje con
el que se habían deleitado en la tarde y planeando qué actividades realizarían
el siguiente día. Quizás podrían hacer el recorrido a caballo mencionado en el
folleto o unirse al grupo de senderismo para escalar el pequeño cerro que se
veía a espaldas del terreno. Eso si no llovía porque era peligroso llevar a
cabo algunas de estas actividades por lo resbalosos que se volvían los caminos por
el lodo.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Amor, voy a llamarle a mi hija y después nos
pasamos frente a la chimenea, ¿está bien? —preguntó Marcos. Sabía que el tema de
comunicarse a su casa, estando con Irma, era álgido y por eso intentaba
portarse con la mayor afabilidad posible.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ajá —respondió sin verlo a los ojos con tono
molesto—. Mientras voy guardando en el refrigerador la comida que sobró. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Marcos tentó la bolsa de su pantalón para
asegurarse de que traía el celular y se dirigió a la puerta de la cabaña; la
abrió y salió sin voltear. Irma sentía que le hervía la sangre. Aventó todo al frigorífico
y comenzó a pasearse dentro de la cabaña. De vez en cuando se asomaba por la
ventana. ¿Hablaría con ella o con su hija? Lo veía animado, escuchaba de lejos
sus carcajadas. Estaba disfrutando la plática. Con su hija no podría tener una
conversación tan larga y placentera, apenas tenía seis años. De seguro era con
su esposa. ¿Por qué le mentía? ¿Por qué le decía que casi no hablaban, que solo
trataban temas de la niña si era notorio que su relación iba más allá de la
paternidad? ¿Por qué había quedado de llamarles justo este fin de semana, que
sabía que estaría con ella? ¿Por qué le creía cuando él le juraba que se
divorciaría?<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Recordó la ocasión en que estaban dentro del
auto en un estacionamiento de una tienda de autoservicio. Era una noche fresca.
Irma intentó brindarle un ultimátum. Él, conflictuado, le aseguró que no había
planeado enamorarse a ese grado, que todo se había acomodado para conocerse e
intimar. No obstante, su educación no vislumbraba el divorcio, pues su familia
era muy tradicionalista y una noticia así les haría mucho daño, sobre todo a su
madre. Ella pensó que ahí terminaría la relación, pero él la buscó días después;
juró que la amaba y aseguró ser capaz de romper esos obstáculos por ella.
Habían pasado cinco años desde entonces. Además, la relación entre él y su
esposa era más que cordial. Los había llegado a ver de lejos platicando,
riendo, conviviendo como dos buenos amigos. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se volvió a asomar, pero no lo vio. Intentó tranquilizarse.
Fue al tapete frente a la chimenea, sacó la botella de la cubeta plateada,
sirvió una copa y se quedó parada a un costado de la mesa central. Aguantó la
respiración y se la bebió toda. De pronto se sintió una ráfaga helada de viento:
Marcos entraba a la cabaña, sonriendo. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Vaya! Te me adelantaste —comentó risueño.
Se acercó a ella, quien ya se servía la segunda copa. Le quitó la bebida de la
mano y, en su lugar, le colocó una cajita de terciopelo negro sobre la palma,
sin quitarle la vista de encima.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Irma se quedó inmóvil. ¿Sería, por fin, el
anillo de compromiso? Sintió vergüenza por la ira que segundos atrás la
consumía.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vamos, ¡ábrelo! —le pidió Marcos,
emocionado.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Con manos temblorosas abrió despacio la tapa
y descubrió, sí, un anillo dorado, mas no acompañado por un diamante. Una
pequeña piedra roja, en forma de corazón, adornaba el aro.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Te gusta? —preguntó entusiasmado—. Es tu
piedra, nena, rubí. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No esperó a que le respondiera. Le arrebató
la caja de la mano, sacó el anillo y se lo puso en el dedo anular de la mano
derecha. Levantó la vista para verla. Ella esbozaba una ligera mueca mientras
unas lágrimas se escapaban de sus ojos.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Te encantó! —Festejó abrazándola con
fuerza. La tomó de la mano y la llevó al centro del tapete en donde ambos se
sentaron frente al fuego.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sin embargo, Irma sentía que su cuerpo se
había separado de su ser. Veía a quien consideraba el amor de su vida celebrar
su éxito, llenar las copas del líquido ámbar y abrir la caja de las fresas
mientras movía los labios emitiendo palabras que ella no escuchaba. Era como
si, por primera vez en todos esos años, lo que había sido obvio, en ese preciso
instante, lograba asentarse en su comprensión y al fin percibía la foto
completa. <o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Ya te tomaste tus píldoras? —lo cuestionó
sin considerar que su pregunta indicaba que no estaba siguiendo el hilo de
ideas que él expresaba.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Eh, sí… este… ¿todo bien, nena? —cuestionó
Marcos sorprendido por la pregunta repentina y fuera de lugar.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí… todo bien —respondió llevando sus
piernas a su pecho, abrazándolas y volteando la cabeza para perder su mirada en
el baile suave y gentil del fuego que jugaba entre los troncos de madera al
interior de la chimenea. El calor que la envolvía maquillaba lo helado de la
respuesta—. Es que cuando regresaste te estabas agarrando el brazo izquierdo. Solo
quería saber. Vamos, sírvenos otra copa.<o:p></o:p></span></span></p><p class="Estilo1" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Bebieron en silencio. Al advertir que la observaba
desconcertado, intentó sacudir ese extraño pesar que se había adueñado de sus
entrañas y lo estrechó cariñosa para atenuar cualquier pensamiento que pudiera
ponerlo sobre aviso. Le susurró al oído que quería su bienestar y lo besó como
si nada hubiera interrumpido el ambiente que reinaba media hora atrás mientras
cenaban. Volvieron a fundirse al compás de las llamas que calentaban e
iluminaban sus cuerpos desnudos, vibrando y estremeciéndose entre jadeos y promesas
que, al menos ella, sabía que jamás se cumplirían.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-68825982907183475312024-01-04T13:11:00.000-08:002024-01-04T13:11:53.060-08:00Ají Seco<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Luis Orellana Díaz</b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando volvió en
sí tenía el rostro hundido en el lodo. Despertó saboreando la tierra mezclada
con esa sensación ferrosa de la sangre. Mientras respiraba con la boca abierta sus
dientes crujían con la arena que le llegaba hasta la garganta. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Intentó levantar la cabeza, pero una bota la
mantenía fija contra el suelo. Llovía persistentemente, estaba calado de pies a
cabeza, no sentía las manos ni las piernas. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Las deudas de
juego son sagradas! ¿Lo sabes? —repite una voz—. Pagarás de cualquier forma.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Minacho, un «milico»
orondo, vestido de camuflaje, apretaba con su bota el cuello de Galton; a su
lado, dos conscriptos bajo sus órdenes, contemplaban la escena impávidos. El
más alto, el que lo golpeó, aún tenía en las manos el fusil con la culata hacia
arriba. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Galton permaneció
por un instante mirando los hierbajos que crecían a ras de suelo. A través del
pasto ralo podía reconocer los corvejones castaños de su caballo. Tras la niebla
apenas vislumbraba la empalizada de la cerca. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Sí le voy a
pagar, se lo juro! —dijo Galton entre gruñidos—. Le ruego por Dios que me
suelte. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Cuándo?, ¿cuándo?
—preguntaba implacable—. ¿Vas a seguir jugando a las escondidas?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No, no, se lo
juro! <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Yo mismo le llevo el dinero a su
casa la próxima semana.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Minacho mantuvo el
pie sobre el cuello un tiempo más hasta convencerse de que el hombre tendido en
el suelo lo había comprendido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Me tendrás ese
dinero la próxima semana. ¡Ni una semana más! ¿Entendiste? <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Entendí, entendí —repitió
Galton incorporándose sobre sus rodillas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El sargento se
quitó la gorra y golpeó con ella el rostro de Galton a modo de bofetada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—El juego comienza
y termina en la mesa de naipes, después todo va en serio —lo dijo ya con voz
reposada—. Lo sabes, ¿verdad?… —Galton asentía cabizbajo a toda la perorata que
Minacho le lanzaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando sus agresores
se marcharon se puso de pie, se limpió la cara con un borde de la camisa, fregó
sus manos sobre la hierba para quitarse la sangre y el lodo, con sus palmas ya
limpias, sacudió y estiró sus vestidos hasta dejarlos tirantes. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Su finca estaba cerca, a unas dos cuadras más
allá del lote de los naranjos. Tomó la rienda de su caballo y caminó en
silencio el trecho que faltaba hasta su casa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Si mi viejo me
viera —venía pensando—, volvería a morirse de la pura vergüenza». «¡Aléjate del
juego, del licor y las mujeres!». La voz de su padre le llovía en la conciencia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Papá, papá!
—gritaban los niños que salieron a su encuentro. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Galton levantó en
sus brazos a la más pequeña. Galtiton saltaba a su lado tomándolo por la
camisa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No lo olvidaste, ¿verdad?,
¿no lo olvidaste? —repetía ansioso el niño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El hombre sacó del
bolsillo de su chamarra un pequeño gallito de latón que estaba todo apachurrado,
lo enderezó como pudo y se lo dio a su hijo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La cabaña era grande,
aunque modesta, la había heredado de su padre con diez acres de tierra; en ella
medraba una familia de cinco miembros. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué te traes? —preguntó
la esposa de pie en el portal de la cabaña—, vienes tan magullado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El rostro del
hombre comenzaba a hincharse y a ponerse violáceo a causa de los golpes. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No es nada Maruja
—dijo—. Este caballo que cada día está más mañoso. ¡Pon a hervir el matico para
amortiguar los golpes! —ordenó.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No quiso entrar a
la casa para evitar que su anciana madre lo viera en ese estado. Hizo un rodeo hacia
la parte posterior. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Desensilló al
caballo profiriendo unas palabrotas y lo dejó en el establo. Llegó hasta el
estanque y se zambulló con la ropa puesta. En su corral se alborotaban los
gallos con las postreras campanadas que marcaban el fin de la tarde.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al día siguiente
se levantó temprano, antes de que amaneciera. Tuvo una noche terrible a causa
de los golpes y las preocupaciones, su mujer se despertó en varias ocasiones y
le preguntaba: «¿Qué pasa marido?», entre dormida y despierta. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Después de echarse
agua fría en el rosto, más que para despertarse, para aliviarse la inflamación;
cruzó el patio y se metió al corral abriéndose paso entre las gallinas hasta la
percha donde permanecían los gallos enjaulados. Todavía se podía vislumbrar el
lucero del alba refulgiendo en el firmamento. El hombre lo tomó como un signo
de buen augurio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ajicito, ya estás
mejor, ¿verdad? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En el interior de
la jaula el ave estaba erguida con el cuello levantado. Su cráneo redondo y fuerte
parecía de piedra, su rostro sanguíneo amputado de cresta y barbillas mostraba
unos ojos fijos y vacíos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ya estas mejor, ¿verdad?
—volvió a preguntar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Intentó acariciarlo
introduciendo sus dedos a través de las mallas. El ave cobró vida y comenzó a
moverse como una máquina, como un artefacto de fina relojería. Cacareó dos o
tres veces sin romper el silencio de la madrugada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ahora te toca a
ti —le habló como a un amigo, como a un confidente—. Hubiera querido que
descanses algo más, te lo mereces después de tu última pelea. Reyes está picado
contigo, debemos aprovechar esta oportunidad, no nos queda tiempo. Ya sabes: lo
del banco, la deuda de Minacho. Se nos acabó el crédito. Pero tú, tú nunca me
has fallado, ¿verdad?, ¿verdad? —repetía en voz baja con la certeza de que Ají
Seco le comprendía. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los hombres que
trabajan para Miguel Reyes lo llaman el Señor. La fama de Miguel comenzó desde muy
joven. Guiaba mulas con su padre y cruzaba la frontera hacia el Perú trayendo y
llevando de todo. Dicen en el pueblo, aunque en voz baja, que su fortuna se
acrecentó cuando se dedicó a cruzar paquetes de </span></span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;">«</span></span><span style="font-family: verdana;">polvo</span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;">»</span></span><span style="font-family: verdana;">. Ahora es el dueño de
la comarca.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Puedo hablar con
el Señor? —preguntó Galton.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Dos hombres
curtidos por el sol hacían guardia en la puerta de la mansión. El pequeño de
barba se acercó a las rejas del portón, bajo la camiseta que cubría al
cinturón, se podía adivinar el bulto de un revolver. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Quién pregunta
por él? —contesta inclinando la cabeza hacia atrás y levantando el mentón de
forma desafiante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—De parte de su
compadre, dígale. De su compadre Galton. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Galton se presentó
frente a la reja portando gafas obscuras de grandes marcos y un sombrero de ala
ancha que proyectaba sombra y ocultaba su rostro maltrecho. Los guardias lo
juzgaron con cautela y no terminaban de decidirse a dejarlo pasar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Díganle a Miguel
que vengo por el asunto de Ají Seco —habló con aplomo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El Guardia que
estaba en la garita corrió la ventanilla e hizo un gesto con la cabeza en señal
de anuencia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Oí que Minacho lo
andaba buscando compadre —dijo Miguel mientras le daba unas palmadas en la
espalda—, pero por lo que veo, ya dio con usted, ese «milico» es de armas tomar
—continuó mientras le servía una copa de aguardiente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El hombre se puso
cómodo frente al escritorio del Señor. En cada ocasión que era recibido en el
despacho de su amigo se deleitaba contemplando la vitrina colmada de galardones
que, junto a una pared ornada de diplomas y placas de reconocimiento —Al Mejor Holstein
Friesian de la feria, al Mejor Expositor de Caballos de Paso, al Gallero del Año…—,
era lo más preciado que tenía don Miguel. De entre todos los premios que adornaban
la pared, lo que Galton más codiciaba era una copa de plata alpaca coronada por
un gallo de oro con incrustaciones de diminutos diamantes en el plumaje, que
hacían resplandecer al icono cuando la luz le pegaba de frente. En su pedestal traía
grabada la frase: A Cobra Negra Campeón Internacional. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Siempre sintió una
envidia encubierta por los logros de su compadre Miguel, desde aquellos años de
la niñez cuando guiaban recuas por esos cerros polvorientos. Cuando bebía, que
era a menudo, le daba por compararse con su compadre y en silencio se consolaba
aduciendo su pobreza a su proceder honesto y veía la riqueza de su compadre como
una afrenta. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bueno compadre
—dijo Galton, levantando la copa a modo de brindis—. A usted y a mí se nos va
la vida en el juego. Así que, iré al grano: quiero darle la revancha con mi
gallo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Miguel le quedó
mirando a los ojos un momento, intentando de descifrar las verdaderas
intenciones que traía su amigo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Le propongo mi
gallo frente a su Goliat —continuó Galton, poniéndose de pie y tratando de
darle a su voz la solemnidad que exige un reto—. Es la pelea que su merced
siempre ha buscado, ¿no es así?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No tan rápido,
compadre —respondió Miguel—. «Cójale suave». Que este asunto con el «milico» no
le haga perder la cabeza. —Le dio unas palmadas en la espalda— ¿No cree que es
muy pronto para regresarlo al palenque? No hace mucho que su gallo estuvo en la
arena; claro que ganó, pero no salió tan bien parado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No lo pelearía si
así fuera, el Ají está óptimo ¡Palabra de gallero! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Mire —dijo el
Señor—, usted sabe cuánto le estimo y no quisiera ser yo el que termine de
arruinarlo. —Puso la mano sobre el hombro de su amigo—. Le propongo algo: cédame
el gallo y yo me hago cargo de su deuda con el Minacho. —Sirvió otra copa a la
espera de que su compadre entrara en razón—. Ese gallo es bueno, no tanto como
usted cree, pero… ¿cómo le diré?, digamos que es diferente. Yo preferiría
aprovechar su genética antes que quitarle a usted más de su dinero.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vea mi compadre.
—Al hombre no le quedó más que sincerarse con su amigo—: Mi problema va más
allá de la deuda con el «milico». Mi problema mayor es el préstamo del banco. Estoy
con el agua al cuello. El mes que viene se remata la finca.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vaya, vaya, mi querido
Galton Rodríguez, usted sí que se las trae. —Movía la cabeza al tiempo que
sonreía irónicamente—. Esa finca siempre me ha gustado y usted lo sabe, desde
que perteneció a don Carlos, su finado padre, que en paz descanse. —Se
santiguó. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Son veinte
grandes los que debo al banco, pero la finca con la casa vale diez veces ese
precio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No, si sale al
remate —discrepó el Señor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Lo sé, por eso
acudo al amigo —dijo en tono de súplica—. Le estoy proponiendo algo que usted
mismo me propuso hace unos meses atrás.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—El tiempo pasa y el
mundo da vueltas —respondió Miguel, mientras hacía girar su dedo índice—. Además,
tenemos claro que en los negocios no hay amigos —y dejando a un lado los
discursos, le preguntó—: ¿Cómo lo jugaríamos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Veinticinco —contestó
Galton, como quien dice una puchuela.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ajá! —dijo—. Son
cinco grandes los que le debe a Minacho. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Por mí no habría problema. —Lo sopesó por un
momento y luego decidió—. Podría ser. —Volvió a pensarlo—. ¡Está bien! <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Si así lo quiere, no le demos más vueltas. Pero
usted sabe de antemano que lo jugaríamos por el rancho, porque dinero… es lo
que anda buscando. ¿Verdad?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Para que le digo
que no, si su merced lo sabe de antemano —dijo Galton—. No se hable más.
Entonces: ¿para este fin de semana que son las fiestas de San Carlos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—No hay otro momento más propicio que esta
feria —afirmó Miguel y estrechó la mano de su amigo—. Ahora solo falta ver de qué
lado se inclina la balanza.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Hecho —confirmó
el hombre y salió decidido a poner a punto a su gallo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La pollada en la
que nació Ají Seco reventó un catorce de enero por la mañana. Era un grupo de
quince polluelos con el color de las naranjas que caían de maduras. Cuando el
grupo se desperdigaba en busca de bichos y gusanos, su madre —una gallina
bulliciosa— terminaba confundida buscando a sus polluelos entre tanta naranja que
se descomponía en el piso de tierra. Ají Seco era el único polluelo rojinegro. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tendrían algo más
de una semana cuando las tormentas del Niño azotaron la comarca. Una madrugada
que Galtiton se preparaba para la escuela, después de una noche de lluvia
torrencial, descubrió a los polluelos flotando con las patas para arriba en el
patio inundado. El niño rescató a los tres únicos que aún seguían con vida,
entre ellos el polluelo rojinegro. Los secó, los abrigó, y por un tiempo
compartió el cuidado con la bulliciosa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Maruja, a cargo de
la casa, pasaba ocupándose de su tierna hija, de la granja y atendiendo la
cocina. Una mañana, el cacareo de la bulliciosa rompió de súbito la
tranquilidad del patio a la hora en que la mujer sazonaba un guiso, a eso se
sumó el llanto angustioso de la pequeña que reclamaba desde su cuna. La mujer
corrió en auxilio de la niña mientras en el patio el alboroto de las gallinas hacía
vibrar las calaminas. De pronto, se hizo un silencio rotundo… Cuando Maruja
salió al huerto aún quedaban algunas plumas suspendidas en el aire enrarecido
por el polvo. En el cielo, Maruja miró impotente el cuerpo de la bulliciosa que
pendía inerte de las garras de un gavilán. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ya estaban
comiendo maíz chancado cuando su madre los dejó, pero la mujer, sabia en
asuntos de criar polluelos, les subministraba ají fresco, picado y mezclado con
el agua de bebida; dizque para darles la energía que supliera el abrigo de las
alas maternas en esas noches tan lluviosas. Todas las tardes, al regresar de la
escuela, el niño les cambiaba el agua picante a los polluelos huérfanos; pero
al rojinegro, no contento con el agua, lo encontraban picoteando las bayas del
ají que pendían ya resecas en sus matas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">De esa ingenua metáfora
que se le ocurrió al niño, surgió el nombre de uno de los gallos más renombrados
en la comarca. Los polluelos amarillos compañeros de nidada, devinieron en dos
hermosas gallinas que compartieron la huerta con su hermano mientras crecían. Cuando
llegó la hora de separar a los gallos para evitar las peleas, Galton lo confinó
en una de las jaulas sobre la percha de los probados, no sin antes, bautizarle con
un nombre respetable. Su nuevo ritual consistiría en entrenamiento constante,
una mezcla equilibrada de cereales y leguminosas, además de carne picada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Las tardes después
de la escuela, los afectos del niño quebrantaban todas las reglas y Ají Seco
quedaba libre para corretear tras su tutor, al que le tenía un gran afecto.
Maruja, preocupada por el futuro gladiador, reprendía constantemente a su hijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Deja de abrazarlo.
¡Estás criando una gallina! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El niño, que todo
lo llevaba a broma, lanzaba a su amigo al aire y luego lo correteaba gritándole:
«¡Ají Seco gallina! ¡Ají Seco gallina!»<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una de esas tantas
tardes que el gallo andaba libre, Maruja molía maíz en la cocina y Galtiton
mecía la cuna de su hermana. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>De repente,
se armó un alboroto que puso de cabeza a los habitantes de la huerta. Madre e
hijo acudieron al unísono. Maruja gritaba: «¡Te dije que encierres al gallo, te
dije…!». La sorpresa los dejó sin palabras. Ají Seco arremetía contra el gavilán
y lo tenía mal parado. La rapaz, caída sobre su costado, no soltaba la presa que
se debatía entre sus garras, pero el gallo no se arredraba. Una, dos, tres
envestidas. Ora sobre el cuello, ora sobre la cabeza, ora sobre el bulto
curtido del predador, hasta que, al fin, el gavilán soltó su presa y levantó el
vuelo para no volver. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El resto es
historia conocida. Aunque la vez primera que pisó el palenque y el voceador anunció
su nombre: «¡En esta esquiiiina Ají Seco!», fue el hazme reír de la
concurrencia, a nuestro personaje le bastaron treinta segundos para dejar en
mutis al coliseo y a su rival tendido entre estertores sobre el cuadro central del
ruedo. Galton, a su pesar, había adoptado para su ave insigne el nombre con el
que le bautizara su hijo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Un día sábado por
la noche, en vísperas de las efemérides del santo, Galton se quedó hasta tarde
poniendo a punto toda la parafernalia para el combate del domingo. Nadie
sospechó nada hasta la mañana siguiente cuando Maruja, que madrugaba de
costumbre, se sorprendió al ver a Ají Seco dentro de la jaula de transporte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿A dónde lo
llevas? —preguntó a su esposo que en ese momento ensillaba el caballo— ¡No me
digas que vas a la gallera! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Shhhh. No
levantes la voz que despertarás al niño —dijo el hombre, poniendo su índice sobre
los labios de su mujer.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Lo prometiste, lo
prometiste —dijo Maruja indignada—. Le prometiste a tu hijo que no pelearía más.
Por favor no lo lleves, romperás el corazón de tu niño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Cállate!
—respondió—. Métete en tus asuntos. —El hombre no tenía tiempo para argumentos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ya fuera, acosado
por la culpa, se detuvo frente a la entrada de la finca. Contempló por un
instante el cielo azul, el verde naranjal cuajado de frutos amarillos. El
cafetal brillando al sol de una mañana esplendorosa, y al fondo, su cabaña suspendida
en el verdor del follaje bajo la larga sombra de un viejo mango. Se imaginó a
su hijo jugando con la rueda, persiguiendo a las gallinas. Sintió un nudo en la
garganta. Apretó los dientes y contuvo una lágrima. En su mente la imagen de
Maruja, con su niña en el pecho, brillaba nítida como una postal. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Levantó la frágil
jaula a la altura de su rostro. El ave, de plumaje rojo y verde tornasol, lo
miraba con ojos centellantes como entendiendo lo trascendente del momento y le
platicaba entre cacareos como si conversase con el hombre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bueno —dijo con
voz decidida—. ¡Ahora te toca a ti carajo! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Juro que esta vez
sí es tu última pelea <span style="mso-bidi-font-style: italic;">Ajicito</span> —le
dijo, mientras colocaba el pie en el estribo y de un salto montaba su caballo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuesta abajo, por
el sendero, no se oía más que el golpeteo sincrónico de los herrajes sobre las
piedras. Desde lo alto de su caballo el hombre conversaba amenamente con el ave:
«Esta pelea la ganas por que la ganas. Reyes está picado contigo ¡Fíjate que
hasta quiso comprarte! Pero los dos sabemos que le ganamos al Goliat, ¿verdad?
Salvamos la finca». Ají Seco movía su cabeza impaciente. «Pero cuidado, si
pierdes perdemos todo. Ya sé, ya sé, tú te juegas la vida, pero si ganas…». se
puso optimista: «Te prometo que se acabaron los coliseos. De vuelta al patio
con todas tus gallinitas. Te espera la buena vida, como la de un jeque».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El coliseo de
gallos La Herradura queda en la parte baja del pueblo, cerca del río. Los domingos
desde temprano, los hombres se reúnen a libar alegremente y a perder sus
escasos ingresos ganados en las arduas tareas del campo. A veces, cuando la
suerte les sonríe, recuperan alguna suma de dinero en juegos de azar o peleas
de gallos; dinero que lo despilfarran en alcohol, tabaco o mujeres de «mala
vida». El tiempo en Tarapal transcurre en calma a orillas del Jubones; un río
manso, diáfano, de aguas color turquesa que atraviesa el caserío. En las
cuencas, que forman sus meandros, la agricultura prospera en abundancia. Sus <span style="mso-bidi-font-style: italic;">chacras</span> —huertos caseros—, cultivadas
por mujeres y niños, le dan verdor al desierto y crean un oasis en medio de un
universo gris y polvoriento. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Buen día compadre
—dijo Galton todavía sobre su caballo—. Hace un hermoso día, ¿no cree?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Demasiado hermoso
como para dar malas noticias. A lo mejor… son buenas para su gallo —respondió Miguel.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El hombre sintió
como la adrenalina le tensó el cuerpo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No me diga que el
Señor se arrepintió —contestó Galton apeándose del caballo—. Palabra de gallero
es palabra de varón. —Levantó la jaula en señal de compromiso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—El Goliat no está
en condiciones de pelear. Amaneció «t<span style="mso-bidi-font-style: italic;">uzo»</span><i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>por la fiebre, su pastor cree que puede
ser viruela. Hay una epidemia, dicen. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No lo creo —dijo
el hombre—, no se ha oído nada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Me está llamando
mentiroso? —respondió Miguel un tanto indignado—. Si usted cree que hay gloria
en que su gallo pelee con un enfermo, llevemos un juez a mi gallinero. —Se
quedó midiendo la reacción de su compadre, luego acotó—: Tiene usted todo el
derecho de dudar. No crea que me estoy aprovechando de las circunstancias. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Galton estaba
demudado, no sabía qué responder, meditaba buscando las palabras, temía ofender
a su compadre. Sabía que una frase fuera de lugar podría desatar la ira de su
amigo y ya no peligraría solo la finca, sino su propia vida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vea compadre
—continuó Miguel—, no se haga mala sangre. Ahí está el Cobra Negra. Y para que
no diga que juego con ventaja, aumento diez grandes a la bolsa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando oyó el
nombre del gallo el hombre sintió que el mundo se le venía encima, pero no
tenía hacia donde correr. Llenó sus pulmones de aire como si el que fuera a
combatir fuese él mismo y se quedó mirando a su gallo. De pronto escuchó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Y, ¿entonces?, ¿no
que su gallo canta en cualquier gallinero?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Quién dijo
miedo? —respondió—. ¡Muerto por uno, muerto por mil! Le hacemos porque le
hacemos. —Estrechó la mano de su compadre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El combate se
programó para el final de la tarde debido a los cambios de última hora. Galton
no quería ni pensar en regresar a casa. Acicateado por el miedo, la
incertidumbre y la culpa, deambuló por el pueblo con Ají Seco a cuestas. Vagó por
mesas de juego entre músicos y trileros. Almorzó en una fonda de mala muerte. No
tenía cabeza para el licor, todo el tiempo pendiente de su ave. Temprano en la tarde,
acudió a la casa de Rocío —una de sus queridas— con la intención de brindar agua
y alimento, además de sombra, al gallo. Con el ave a buen recaudo, intentó
dormir algo en la cama de su amante. Llevaba muchas malas noches encima.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando Rocío le sacudió, despertó sobresaltado.
Soñaba con su padre muerto, devorado por los gusanos. El hombre lo tomó como un
mal presagio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vamos —dijo—, te
están esperando en el coliseo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La noticia de la
pelea estaba por todas partes. El hombre tuvo que abrirse paso entre la
multitud para llegar hasta la arena. Plantado dentro del círculo con su gallo
bajo el brazo, sintió como el ruido de la gente se iba disipando de su cabeza
hasta escuchar tan solo el palpitar de Ají Seco al mismo ritmo que el de su
corazón. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El voceador
repetía a voz pelada: «Hagan sus apuestas señores, hagan sus apuestas…». El
olor del aguardiente mezclado con la sangre flotaba en el ambiente. El sudor de
la gente era adrenalina pura. Una sola imagen permaneció en su memoria: la
frágil ligereza con que <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Galtiton</i>
correteaba tras la rueda. Susurró unas últimas y secretas palabras a su ave y
esperó en la arena mientras el presentador anunciaba: «A la izquierda Ají Seco.
A la derecha La Cobra Negra».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Miguel Reyes
cargaba un gallo negro sin cresta y un pico de acero. De ojos vivaces y
crueles, de alas un tanto cortas pero fuerte de hueso y macizo de carnes. De
piernas robustas, cargadas hacia delante, de patas negras. Su cabeza, erguida
sobre un largo cuello tornasolado, semejaba la viva imagen de Abraxas; el dios
con cabeza de gallo de la mitología griega y egipcia que dispersaba la noche y advertía
a los infieles el comienzo del fin.</span></span></p><p></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-15785642032233722362023-12-21T17:27:00.000-08:002023-12-21T17:28:45.810-08:00Pertenecer<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Antonio Sardina Cecine</span></b></p><p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Nicolás nació abajo, en el pueblo acapulqueño de Puerto Marqués, donde sus
padres tenían una pequeña tienda de abarrotes a dos calles de la playa. Su principal
clientela eran los turistas nacionales que, principalmente los fines de semana,
llegaban temprano de distintos pueblos y algunas ciudades de la república
mexicana en grandes autobuses, regresando a sus lugares de origen en la tarde,
después de pasar el día en algún restaurante de playa, disfrutando las
tranquilas aguas del mar de la bahía más hermosa de Acapulco. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Desde pequeño le causaban gran curiosidad los tres grandes edificios de
departamentos, de quince pisos cada uno, modernos y lujosos, ubicados en lo
alto de la montaña al final del pueblo. Como tres titanes desentonando
absurdamente con las casas y restaurantes de un piso del pueblo: </span><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Condominio Torreblanca</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">La entrada a los edificios estaba al final de la calle principal,
resguardada por una caseta con guardias que se encargaban de que solo los
dueños de los departamentos y sus huéspedes pudieran pasar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Los inquilinos de los departamentos tenían alguna interacción con la gente
de Puerto Marqués, ya que bajaban a una pequeña playa particular, la cual
colindaba con la aún más pequeña marina, separada de las playas públicas por
una malla. En esa playa, limpia y con el mar tan en calma que parecía una
alberca, varios comerciantes locales rentaban sillas y sombrillas, servían
mariscos y platillos típicos, además de vender las más variadas chucherías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Los oriundos de Puerto Marqués tenían fama de ser extremadamente violentos
y rebeldes, al grado que la policía prefería no entrar y los dejaba manejarse
en una especie de autogobierno. Al ser los residentes de los condominios buenos
clientes y que además contrataban a mucha gente del pueblo para el servicio, se
les consideraba locales y no solo no se les agredía, sino que se les cuidaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Como conocía a uno de los guardias, cuando tenía doce años a Nico le
permitieron pasar a lavar los coches de los inquilinos y ayudarlos con sus
maletas, tarea que, además de darle a ganar algo de dinero y dado que no tenía
un horario fijo, le permitió asistir a la escuela. Gracias a su espíritu amable
y servicial, al pasar de los años fue ascendiendo a mejores empleos
administrativos, tanto que, al terminar su carrera de auxiliar contable, lo
nombraron gerente de administración.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Vivía en el pueblo y trabajaba en los condominios, esta dicotomía le
impedía sentirse parte de ninguno de esos dos mundos. Para su familia y la
gente del pueblo Nico era un arribista que no compartía y hasta se avergonzaba
de las costumbres marquesanas y para la gente de Torreblanca era un empleado
apreciado y respetado, pero no era como ellos.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Caminaba en las mañanas por la calle principal de Puerto Marques, aspirando
los olores a mariscos podridos y deshechos de toda clase de animales, ya que
cruzaban la calle perros, gatos y hasta cerdos, chivos y ratas, desde luego; Y
de repente, al cruzar la caseta de vigilancia, respirar el aroma a pasto recién
cortado, palmeras y flores de los cuidados jardines del condominio. Claro que
era diferente.</span></span><span style="font-family: verdana;"> </span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Esto ocasionaba que en realidad no tuviera vida social y aunque saludaba y
conversaba con la gente de los dos mundos, en realidad no sentía cercanía con
nadie y se fue encerrando en sí mismo, cada vez más sus conversaciones eran
solo diálogos internos:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Estos pendejos deben pensar que yo solo estoy para servirlos. Quieren que
les resuelva todo, desde su limpieza hasta los juegos de sus hijos</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">La chamaquita esta <i>me hace ojitos</i> solo para ver que me saca. En el
pueblo ni me saluda y aquí me <i>hace la barba</i> solo por interés</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Creen que porque tienen <i>lana</i> ya pueden humillarme y tratarme como su
gato</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Pinche negro, no me hables de tú que yo sí estudié</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«Mi familia es una mierda, quieren que
viva jodido como ellos, los mata la envidia de que yo progrese».</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Estaba resentido con unos y con otros. Y aunque su imagen seguía siendo
amable y servicial, su alma cada vez más se corrompía por el odio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">El lunes dijeron que se aproximaba una tormenta tropical, llamada Otis y
que podría formarse un huracán categoría uno. El martes el huracán categoría
uno pasó a cuatro en menos de doce horas y se anunciaba que tocaría tierra en
Acapulco esa misma noche ya con categoría cinco y vientos de más de doscientos
cincuenta kilómetros por hora, algo nunca visto, ni siquiera aquella vez que pegó
en Acapulco el huracán Paulina, que ha sido el peor que había vivido este
puerto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Nico decidió pasar esa noche en uno de los departamentos que no estaba
ocupado y como conocía a los dueños, le dejaban las llaves. Le pareció más
seguro que pasarlo en su casa del pueblo con su familia. Le habían tocado en el
condominio temblores, tormentas e inundaciones y los había resistido muy bien,
pero nunca un huracán de esa magnitud. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Se preparó llevándose pan, jamón y queso, dos refrescos y un libro, en el
departamento tenía televisión y servicio de cable e internet. Se instaló en el
cuarto del fondo y empezó a ver una serie danesa en Netflix.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">A las seis empezó la lluvia, moderada y normal. A las diez se fue la luz y
los vientos ya eran más fuertes de lo que nunca había conocido. A las once
escuchó cómo se rompían los ventanales que daban al mar. Cerró la puerta del
cuarto e instintivamente, empezó a rezar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Había leído crónicas que hablaban del rugido del viento, pero esa
descripción no se acercaba a este estruendo monumental. Era un sonido terrible,
que le llenaba el oído, el cerebro y todo el cuerpo, invadía su organismo por
completo y rebasaba su conciencia. Era un fragor indescriptible. El cuarto se
movía, el edificio oscilaba, la cama trepidaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Un olor parecido a cuando rompía una rama, pero multiplicado por mil y
mezclado con tierra mojada empezó a llegar a su nariz y al igual que el sonido,
también se propagó por todo su cuerpo, provocando recuerdos de ciénagas y
pantanos visitados alguna vez en lagunas de Oaxaca. Se sintió parte integrante
del caos. Poseído por el.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Entonces ocurrió que su diálogo interno cambió:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Gracias por lo que soy, gracias por mi vida, gracias por lo que no soy</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Bendigo a los míos y a los otros</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">«</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">Todo está bien</span><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;"><span style="font-family: verdana;">Y entonces, en el clímax de la destrucción… se durmió.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-77939643024645042032023-12-21T08:09:00.000-08:002023-12-21T08:09:12.501-08:00Mi barrio<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: right;"><span lang="ES-EC"><b><span style="font-family: verdana;">Patricio Durán</span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Era el mejor de
los barrios, era el peor de los barrios. Viví en el suburbio La Porciúncula
toda mi niñez y parte de mi juventud. Experimenté una montaña rusa de emociones
al recordar aquel lugar en el que dejé de ser niño y empecé a ser hombre;
cuando pocas veces razonaba con lógica, en una edad en que el sentido común era
el menos común de los sentidos y el tejido de mi vida se elaboraba con un hilo
en el que lo bueno y lo malo se mezclaban a un tiempo: la época de la sensatez
y de la locura, el lapso de la fe y de la incredulidad, luz y oscuridad,
esperanza y desesperación. Entonces estaba el alma pura y todo el porvenir era
mío. Me sentí tan confiado en mi barrio, en aquella vecindad, en la casa que se
convirtió en el hogar apacible por el lapso de treinta años en el cual encontré
paz, amor y aventuras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Aquella mañana, el
sol empezaba a vislumbrarse por entre las colinas. Pedaleaba en mi querida
bicicleta cuando decidí visitar el antiguo barrio. No he vuelto a él en treinta
años. Las calles ya no son empedradas sino asfaltadas y con modernos semáforos
en las esquinas. Ya no está la tiendita en la que compraba el pan humeante y
sabroso para el desayuno, en su lugar se yergue un gran centro comercial.
Tampoco se encuentra la cantina en la que solían beber los beodos
consuetudinarios sus pequeños vasos de vino, cerveza o «puro» hasta perder la
conciencia. En cierta ocasión uno de ellos, despechado de la vida, se
descerrajó un tiro en plena sien derecha causando conmoción. Allí había unas
mesas de ping-pong, ajedrez y de billar en la que solíamos jugar después de
clases. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Don Gerardo, el
propietario, era un tipo de porte militar, alto y fornido, de unos cincuenta
años, con excelente sentido del humor, pero de carácter implacable, firme y
resuelto cuando se trataba de cobrar a los borrachines que querían marcharse
sin pagar el consumo.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Se lo conocía como
un buen jugador de ajedrez. «Si prohibieran el ajedrez, sería un
contrabandista», solía decir. Nunca pude ganarle una partida, lo que me
frustraba y me hacía sentir miserable, a lo que Don Gerardo decía con tono
burlón «otra vez será», y retiraba apresurado las apuestas de la mesa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Veo autos de alta
gama que circulan por las vías; flamantes edificios mejoran las condiciones de
vida, la arquitectura moderna sin duda las facilita lo que hace a los vecinos
más felices. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">En el
recorrido visité mi querida escuela La Merced, regentada por los padres
mercedarios. Recordé que caminaba soñoliento todas las mañanas con rumbo al
colegio; atrás quedaba la cama calentita y la imagen de la Virgen que velaba
mis sueños. Casi nadie prestaba atención a las charlas de los profesores. Había
tantas cosas que hacer: fastidiar al compañero que se colocó el uniforme al
revés, mirar pájaros de hermosos colores en el zoológico escolar, besar a
hurtadillas a la niña inocente de rubios cabellos que atendía a clases sin
pestañear, la que en las noches me causaba desvelos y ojeras. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Vino a mi
mente la imagen del estricto y temido director del plantel, el padre Severo,
quien era conocido por su rigidez y dureza en los castigos</span><span lang="ES-EC" style="background: white;">. </span><span lang="ES-EC">Las
remembranzas empezaron a desfilar como en procesión al mirar las cúpulas de la
iglesia La Merced. Recordé cuando hice la primera comunión. Mi padrino fue un
sacerdote, el presbítero Benigno Navas, cura párroco. Se supone que el padrino
es la persona que guiará y acompañará a su ahijado en el camino de cumplir los
preceptos de una vida católica y ofrecer su ayuda económica de ser el caso, sin
embargo, nunca recibí nada material de mi favorecedor, solo «bendiciones
especiales» —y estampitas de la Virgen— que con seguridad tendrían una
jerarquía superior a las «bendiciones comunes».<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><span style="background: white; mso-bidi-font-style: italic;"><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">«Te deseo las
mejores bendiciones de Dios en este día y que sientas su presencia de forma
especial. El Señor te bendiga y te acompañe hoy y por siempre, que su mano esté
sobre ti y te libre del maligno. ¡Recibe hoy lo mejor de nuestro Creador para
tu vida! Espero que aprecies su amor y su ayuda», me dijo mi padrino en el
feliz día de mi primera comunión. Yahvé a mi mecenas no le dio hijos, pero el
diablo le dio sobrinos, a ellos les dejó todo su patrimonio, a pesar de que
hizo votos monásticos de pobreza, nunca se supo cómo amasó una gran fortuna. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Cuando hice la
preparación para recibir por primera vez el sacramento de la eucaristía, que
significa el recibimiento de Jesucristo bajo las especies del pan y del vino,
quien se entrega en su cuerpo, sangre y divinidad, esta unión íntima con Cristo
me hizo creer que iba a subir al cielo en cuerpo y alma, como Remedios, la
bella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Mi niñez y
juventud han estado marcadas por la presencia de miembros de la Iglesia católica:
un primo que llegó a ser arzobispo, un tío que fue cura párroco y una prima
monja, a la que llamábamos con cariño «monjita», ella formaba parte de la
congregación religiosa de las Marianitas y estaba obligada por los votos a la
pobreza, la castidad y la obediencia. Sonreí al recordar una frase que alguien
escribió en una pared de la capilla: «Monjas, curas, putas y pajes, todos
vienen de grandes linajes». Nunca se descubrió al autor de semejante
sacrilegio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En la parte
posterior de la iglesia había un cementerio exclusivo para los padres
mercedarios que «pasaron a mejor vida». Una tarde llorosa, sombría y taciturna,
decidimos con mis alegres y despreocupados compañeros de cuarto grado, de entre
nueve y diez años, chicos y chicas, escaparnos a visitar los sepulcros, por el
morbo innato que produce lo misterioso y desconocido. El campo santo estaba muy
descuidado, con basura por todos lados, las lápidas abandonadas parecían
ventanas con ojos vacíos, sucias, polvorientas, un olor de flores secas y
marchitas —nardos con tufo a muerto— impregnaba el ambiente. La rama de una
tenebrosa enredadera nos abrazó al descuido provocando pánico en los
«profanadores de tumbas». Sentimos una atmosfera densa, pesada; los troncos
deslucidos proyectaban una imagen fantasmagórica de ese osario triste de
recoletos. Los tañidos de las campanas acentuaron nuestra sensación de
angustia. Una enorme rata salió de la maleza, se paró en seco frente a
nosotros, se alzó sobre sus patas traseras, echó un rápido vistazo y huyó
despavorida.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Bajamos a las
criptas ubicadas en el subterráneo. Tal vez entre las ruinas habría algunos
muertos memorables, difuntos tutelares que ahora están en el olvido, pero que
en vida fueron grandes personajes reconocidos por la sociedad. Se respiraba una
atmósfera de desolación. Un aire de profunda e irremediable melancolía lo
envolvía todo. Varias tumbas, en cuyas lápidas ya no se veía ni siquiera el
nombre del desafortunado que allí yacía, estaban entreabiertas y dejaban
distinguir escombros de ataúdes y esqueletos de sus inquilinos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">«¡Mira! ¡Allí se
ven unos huesos!», le dije a Leticia, mi compañerita de quien estaba enamorado.
Ella, asustada y temblorosa, me apretaba la mano, luego me abrazaba con fuerza,
y yo, claro, seguía descubriendo cadáveres, y a ratos la hacía saltar del susto
al enseñarle una calavera. Un vaho hediondo, soporífero, nos envolvió de pronto
obligándonos a abandonar el cementerio de los clérigos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Mientras
continuaba pedaleando por mi antiguo barrio me encontré con un compañero de
escuela conocido como el gato Mayorga por sus ojos verdes. Era un infante muy
apuesto por lo que fue escogido para desempeñar el papel de Niño Dios en los
pesebres navideños del plantel. Yo apenas alcancé a representar al negro
Baltasar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El gato era
callado, circunspecto, respetuoso. Hoy no queda ni la sombra de aquel hermoso
infante de rostro celestial. Se podría decir que está más parecido a Satanás:
arrugado, ajado y viejo, de pelo canoso y escaso. No perdió el brillo de su
mirada, tal vez sea cierto aquello de que «los ojos son las ventanas del alma»,
porque es a través de ellos que podemos conocer las verdaderas intenciones de
una persona, y el propósito del libidinoso gato Mayorga consistía en acostarse
con cuanta mujer se le atravesara en el camino, en especial con las gorditas.
«No piense mal de mí, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual»,
expresó en tono burlón a una señora entrada en carnes que pasó a nuestro lado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Aprendí a manejar
bicicleta una noche en que los padres de familia tenían una reunión en la
escuela para organizar el programa por las fiestas navideñas. Hernán García, un
compañero descendiente de emigrantes, llevó su «chiva» y todos queríamos
subirnos. Cuando llegó mi turno salí conduciendo como si siempre lo hubiera
hecho. No quise soltar la bicicleta hasta que mis compañeros se impusieron.
Desde ese momento anhelé mi propia bicicleta y empecé a presionar a mis progenitores
para que me compraran una. Ese fue mi regalo aquella navidad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">No la solté hasta
bien entrada la noche. Solo el vozarrón tonante de papá hizo que yo dejara mi
nave en paz y me fuera a dormir satisfecho y con una sonrisa de oreja a oreja.
Desde ese instante, la burrita fue mi medio de transporte y el pasaje para
conocer el mundo, una máquina en las carreras de velocidad, la terapeuta en los
momentos de aflicción, un juguete divertido, una herramienta que me permitía
explorar todos los rincones, el escape de la cotidianidad y la musa que me
inspiraba. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En una ocasión
pedaleaba con mi hermano Fabricio por las polvorientas calles del barrio cuando
dos jovencitas muy agraciadas nos llamaron la atención: «Amigos, préstennos sus
bicicletas para pasear un rato, se las devolvemos enseguida». Ese «enseguida»
duró toda la tarde. Bastante preocupados por la tardanza decidimos regresar a
casa caminando, pensando en la reprimenda paterna por perder los caballitos de
acero. Cuando no teníamos esperanzas de recobrarlas, divisamos a lo lejos a las
dos ciclistas que pedaleaban satisfechas y orondas, ajenas por completo a la
angustia que estábamos viviendo. Muy agradecidas nos entregaron las «bicis».
Como compensación nos dieron un sonoro beso en las mejillas que compensaron el
mal rato.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En el barrio
también funcionaba la Universidad Técnica Central. Mi <i style="mso-bidi-font-style: normal;">alma mater</i> tenía nuevos edificios para las carreras de reciente
creación que implementó con la finalidad de estar acorde con el avance de la
ciencia y la tecnología. Ya no sentía la atmósfera tranquila y algo religiosa
de antes, pues ahí fue creado un convento de monjas carmelitas. Sus paredes
estaban garabateadas con grafitis que le daban un aspecto sombrío. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Recordé mi primer
día de clases. Sentí vergüenza porque papá me acompañó. No hubo manera de
persuadirle de que en la universidad las cosas son diferentes y que yo debía
afrontar lo que venga.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La institución
también fue el lugar de muchas batallas ideológicas, académicas y amorosas. No
estudié la profesión de mi gusto —filosofía y letras— ya que antes se
acostumbraba estudiar lo que los padres decidían y lo que ellos decidieron fue
que estudiara administración de empresas, ya que esa era una profesión que aseguraría
mi sustento y podría ayudar en el negocio familiar; así mismo uno debía casarse
con la pareja que los progenitores escogían. Esto último no fue el caso, yo
contraje nupcias con la mujer que quise, aunque después terminamos divorciados.
Parece que la sabiduría paternal trasciende los tiempos. Los matrimonios que se
realizaban en el pasado, cuando decidían papá y mamá, eran los que duraban
«hasta que la muerte los separe», como dios manda. Ahora los casamientos duran
«hasta que la plata los separe». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Algunos profesores
universitarios no tenían la capacidad para ser maestros, eran profesionales,
pero no pedagogos; en su mayoría mediocres y estaban más pendientes de las
alumnas guapas para seducirlas que de preparar la materia. Calificaban bajo
para que ellas acudan a solicitar recalificación, lo que los muy astutos
aprovechaban para realizar sus propuestas indecentes, unas las aceptaban, otras
preferían «arrastrar» la materia y no ceder.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Recuerdo una
ocasión en que los estudiantes organizamos un baile con el propósito de
recaudar fondos para el paseo anual. Invitamos a los profesores para
congraciarnos y que no fueran tan duros al momento de calificar las pruebas. Yo
estaba en la pista bailando bien pegadito con Olga, mi amor de estudiante. De
pronto se acercó el temido profesor de Administración Aduanera, conocido como
el pelado Cabrera. Me pidió con amabilidad que le permitiera bailar con Olga a
lo que yo no accedí. Grande fue su sorpresa, claro, no esperó que un alumno, un
guambra cagado, le hiciera un desaguisado de esa catadura. Me dijo: «Muchacho,
conmigo estás jodido». Preferí sufrir las consecuencias de mi «atrevimiento» a
entregar a Olguita en bandeja a un depredador sexual. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">—¿Te
enteraste de que falleció Olga? —me preguntó Sabina, una excompañera a la que
encontré caminando por la estación del ferrocarril, frente a la universidad.</span> </span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">Yo
estaba concentrado mirando las viejas locomotoras y vagones que yacían
hacinados y herrumbrosos, lo que parecía un cementerio de trenes, por lo que no
atendí su pregunta.</span> </span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-MX">—¿A
quién te refieres? —le respondí.</span> </span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpLast" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Olga!
—repitió— nuestra compañera bonita, de nariz respingada, incluso tuviste un
romance fugaz con ella…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">¡No lo podía
creer! ¡Mi Olguita! Ella salió de mi radar cuando viajé de aventura por algunos
años a los Estados Unidos. Sentí un profundo malestar por haber perdido su
rastro. Olga fue buena conmigo. Se sintió protegida por que no le permití
bailar con el libidinoso profesor de Aduanas. «¿Sabes?, me gustó que no
accedieras a que baile con él. En clases siempre me lanzaba miradas sugerentes
que yo intentaba evitar», dijo Olga después. <span style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—¡Cuéntame más! —le dije
apesadumbrado a Sabina—. Vamos a tomar algo en el bar ferroviario, aquí cerca. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Pedí un tequila,
quería algo fuerte para superar la impresión que me causó la muerte de Olga;
Sabina pidió una cerveza. Del fondo del bar nos llegaba el canto del Ruiseñor
de América, como se le conoce al cantante favorito de los ecuatorianos, Julio
Jaramillo. En ese preciso momento cantaba el pasillo Historia de amor, que
empieza así: «Olga se llamó la ingrata que en mi vida hallé, a ella con fe y
con locura fue a quien más amé…». El tema me puso sensible, acentuó aún más los
efectos del alcohol que empezó a interferir mis vías de comunicación. Cambió mi
estado de ánimo y me parecía imposible aceptar la muerte de Olga, aunque la
primera estrofa de la canción no le hacía mérito, porque ella fue una mujer
fiel y discreta. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasó? ¿Cómo
murió? —le interrogué a Sabina con vehemencia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Como tú
recordarás, Olga tenía las caderas anchas y se sentía un tanto avergonzada por
sus grandes nalgas y gruesos muslos. Con el paso de los años acumuló mucha
grasa en su trasero lo que desentonaba con la armonía de silueta ideal que ella
quería, por lo que se sometió a una cirugía de reducción de glúteos por
liposucción. Era una intervención de mediano riesgo que la debía realizar un
cirujano plástico con experiencia, pero Olga prefirió viajar a Latacunga donde
el costo de la operación era menor, pero mayores los riesgos. Olga sufrió una
septicemia que los médicos no pudieron controlar y murió.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Apuré mi trago. Me
costaba creer que la vanidad causó la muerte de Olga. Se me abrió la vena,
ordené otro tequila, pero recordé que estaba tomando medicamentos y no los
podía mezclar con alcohol, por lo que cambié mi orden y pedí agua mineral
helada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Mi barrio fue el semillero de amores
juveniles. Pedaleando absorto en mis recuerdos, de pura casualidad encontré a
Marisol Andrade —la recordaba de bonito rostro, de cabello castaño peinado en
largos tirabuzones que caían sobre su esbelto cuello, de hermosos ojos pardos y
de frente despejada e inteligente— con quien pensé que me casaría, incluso
hicimos un «pacto de sangre entre novios», si novios puede decirse a un par de
mocosos de catorce años. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Estaba tan feliz y enamorado que le
propuse hacer un «pacto de sangre» —tal como lo vi en una película— sin saber
bien de qué se trataba, cómo era o las consecuencias que tendría. Conseguí
información al respecto, hice una especie de oración y realicé un pequeño corte
en los pulgares y combiné mi linfa con la suya diciendo unas palabras parecidas
a: «Ahora mi sangre corre por tus venas y la tuya por las mías…» lo que, en
apariencia, aseguraba que nunca nos separaríamos. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC" style="background: white;"><span style="font-family: verdana;">La relación marchó bien durante
varios meses, pero un día el amor se acabó y cada uno agarró por su lado; sin
embargo, las secuelas empezaron a llegar por sí solas. Cuando intentábamos
tener otro romance, las cosas no funcionaban. Alguien con conocimientos de
estos temas esotéricos me dijo que debía hacer una especie de «limpia», con
oraciones de liberación, baños de hierbas y otros mejunjes. Con el pasar del
tiempo parece que funcionó, nos casamos con distintas parejas, pero al fin
terminamos divorciados.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="background-color: white;"><span style="font-family: verdana;">«Si estoy aquí mirándote y charlando contigo
me parece un sueño», le dije a Marisol echando un vistazo a su alrededor con
fascinación, con recelo, con el temor a que en cualquier instante se disipara
todo a causa del «pacto de sangre». Su cabello castaño entonces y no blanco,
igual de revuelto, sus ojos pardos agrandados y atónitos, aunque no más
brillantes ni bellos; los dos sabíamos y aceptamos que nos íbamos a separar,
pero no podíamos imaginar la magnitud del espacio, tampoco la duración de los
años que teníamos por delante, demasiado jóvenes para sospechar siquiera esas
amplitudes, las lejanías que pueden apartar las vidas humanas. Mucho más niños,
inocentes y torpes de lo que creíamos, confiados de algún modo en la
perduración del amor y del mundo que conocimos; cuando no existían teléfonos
celulares ni redes sociales, una ausencia de uno o dos meses era una eternidad
abreviada apenas por las cartas de amor.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Creíamos que lo vivido tenía raíces
tan hondas que nada lo podía debilitar, y mucho menos destruir, ni siquiera la
distancia que se abrió —un abismo que ya estaba ensanchándose entre los dos
pero que no veíamos—, fijo cada uno en la mirada del otro, engañados por la
familiaridad de la mutua presencia y del lugar donde estábamos, en el barrio de
siempre que ya no era el mismo.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—¿Sigues viviendo en el barrio? —le
pregunté.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—Sí —respondió Marisol—. Viví unos
años en España, pero tuve que regresar porque mis padres están mayores y
enfermos.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—Con razón perdí tu rastro. Nunca
más te volví a ver.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—Así es. Me casé y me fui con mi
esposo en busca de un mejor futuro. Allá me divorcié.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—Mira, es extraño —le dije
emocionado—. Aquella vez que discutimos no pensé que sería la última vez que te
vería. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—¡Tú fuiste el culpable! —me
respondió furiosa—. Siempre me traicionabas con las vecinas del barrio, con tus
compañeras de estudios. Ya no podía con tus traiciones. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Marisol empezó a nombrar a aquellas
con las que, supuestamente, mantuve algún romance fugaz; yo ya no recordaba mis
devaneos, pero ella sí lo recordaba con pelos y señales.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">—Tengo que irme —dijo con apuro—. Mi
papá está enfermo y debo comprar unos medicamentos. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Me quedé un tanto perplejo por su
súbita despedida.</span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Continuando con la
cabalgata en el caballito de acero pasé por la antigua casa de mi profesor de
biología, el licenciado Luzuriaga. Tenía cinco hijas, buscando el varón se
llenó de mujeres. No culpó a su esposa por aquello —como en tiempos
pretéritos—, ya que sabía que es el espermatozoide el que determina el sexo del
futuro bebé. El «llaverito», le motejamos en el colegio por su baja estatura,
nos dictaba clases siempre con ejemplos. Decía conocer a una persona que
residía en La Porciúncula que padecía cierto trastorno físico o mental. Tanto
repitió que trataba a personas que sufrían de algún mal, que vivían en mi
distrito, que se ganó la fama de ser un sector habitado por fenómenos llegado a
ser conocido de manera despectiva como «el barrio de los monstruos».<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Todo esto nos dejó
un mal sabor a los habitantes de la vecindad, ya que fuimos objeto de burlas
por parte de nuestros compañeros de clase. Esta mofa se suavizaba cuando
visitaba a su hija, Myriam, una grácil chiquilla de cabello azabache, largo y
ensortijado. Ella fue mi amor platónico de estudiante. No se consolidó el
romance porque luego conocí a Natalia, aquella niña bonita, de nariz perfilada.
Natalia tenía tres hermanas, todas muy atractivas. Los chicos interesados en
ellas desfilaban por su casa, cada uno más conquistador que otro. Las muchachas
no supieron elegir y sus matrimonios fracasaron estrepitosamente. Prefirieron a
pretendientes con dinero, pero que eran unos crápulas, viles y viciosos. Como
los que no se reforman terminan en la cárcel, hospitales o en el cementerio,
sus esposas se convirtieron en viudas jóvenes. La ventaja es que ahora ellas
saben en dónde están sus cónyuges. Por ventura, su traje negro se apolilló
gracias al nuevo amor que nació entre sus pliegues. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">En los años setenta, en mi barrio se
armaban en las esquinas de las calles los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ring
</i>o cuadriláteros de boxeo, inspirados por las peleas épicas de nuestro héroe
de antaño y figura máxima del pugilismo mundial, Cassius Clay, el popular
Muhammad Ali, quien no solo era considerado como el mejor boxeador de todos los
tiempos, sino que fue un personaje con una gran iniciativa política, social y
que luchó sobremanera a favor de los derechos de los afroamericanos y del islam
en los Estados Unidos. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">Los promotores de las peleas eran
los langarotes del barrio, es decir, los más grandes. Ellos escogían a las
parejas que iban a deleitar a la afición con sus trompadas. La manera de
selección era el tamaño de los púgiles, que al igual que los gladiadores del
circo romano, combatían a puñetazos, aunque, en este caso, sin espadas ni
escudos. El boxeo es un deporte que enardece al que recibe un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">jab</i> en pleno rostro. Los boxeadores
novatos perdían la cordura al sentir el golpe directo en la jeta, y enseguida,
el sabor salado de la sangre —que como el verdadero amigo acude a la herida sin
esperar a que la llamen— exacerbaba los ánimos; entonces se quitaban los
guantes y empezaban una pelea callejera, sin reglas, sin restricciones, con
patadas y golpes a puño limpio. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC" style="background: white;">En cierta ocasión la progenitora de
un novel peleador callejero que perdió el combate y tenía su rostro bañado en
sangre, fue a reclamar a la madre del ganador. «Mire, es inaceptable lo que su
hijo le ha hecho al mío». La mamá del vencedor respondió: «Y qué quiere que
haga, son juegos de niños. Solo que arreglemos este asunto “calzándonos” los
guantes usted y yo». Esta ocurrencia causó la hilaridad de las señoras, dando
por solucionado el problema. </span><span lang="ES-EC" style="background: white;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Los vecinos de mi
niñez y juventud, de los que perdí el rastro sin remordimiento muchos años
atrás, hoy surgen como fantasmas. Ya no son los mismos, yo ya no soy el mismo.
Ahora, los recuerdos vuelven con fuerza; por ventura, el corazón tiene memoria
y no olvida: elimina los malos y engrandece los buenos, para que podamos sobrellevar
el pasado.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-70365195303009383592023-12-15T15:16:00.000-08:002023-12-15T15:18:26.525-08:00La calle del Cartucho<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Amanda Castillo</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">La mujer bajó la cortina del local, puso los candados y se dirigió hasta su
casa. Iba ensimismada en sus pensamientos. Le preocupan muchas cosas,
especialmente su situación económica, los clientes que llegaban a la peluquería
cada vez eran menos y la plata que conseguía ya no era suficiente para el
sostenimiento de sus tres hijas. Siete años atrás, cuando el esposo abandonó el
hogar, se echó la responsabilidad de sacar adelante a su familia. Lo primero
que hizo fue inscribirse en una academia de belleza y aprender peluquería,
maquillaje y arreglo de uñas. En poco tiempo se volvió experta en el arte de
embellecer a las mujeres, tanto así que decidió independizarse y abrir un
pequeño salón cerca de casa. Al comienzo todo marchaba de maravilla, la
clientela aumentaba y sus ingresos también. Pero ahora la situación no era la
mejor y Sandra, la hija mayor, no estaba satisfecha; siempre exigía más. Quería
vestir a la moda, comprarse un celular de alta gama, y hasta una motocicleta
para ir al colegio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Por qué están a oscuras? —dijo Martina al entrar a su casa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Porque nos cortaron la electricidad<i style="mso-bidi-font-style: normal;">,
ma.</i><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Debieron comprar velas, ¿por qué no lo han hecho?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero no dejaste plata, como siempre —reclamó Sandra. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Martina guardó silencio y buscó la billetera.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tendió su mano y entregó un billete a su
hija.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Por favor, compra un paquete de velas, mi amor. No sabemos cuándo volverá
la electricidad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Sandra se levantó como impulsada por un resorte, era un alivio para ella
salir a la calle, se sentía encerrada en casa, sin televisión, sin señal de
internet, sin música. Su nivel de aburrimiento estaba al límite.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No tardes, por favor —dijo Martina—. Ve a la tienda de la esquina.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Impaciente, Martina miraba a la puerta esperando a que su hija llegara con
el encargo. Ya habían pasado veinte minutos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Por qué se demora tanto, acaso no se da cuenta de que necesitamos
alumbrarnos?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿La vamos a llamar? —preguntó Valeria—, la hija menor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No —respondió Martina enfáticamente—. Yo voy por ella, esa chiquilla me va
a escuchar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Al poco tiempo regresó Martina, muy enojada. Su hija no estaba en la
tienda, y según le dijeron por allá no se había aparecido. Creyó que a
propósito se había ido a otro lugar más distante, solo para tener tiempo de
estar en la calle y conversar con los amigos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Pasó más de una hora y Sandra no regresaba. Su madre se preocupó. Llamó a
la casa de la mejor amiga de su hija, pero nadie sabía de ella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Esa noche fue una pesadilla para Martina y sus dos hijas. La madre indagó
hasta el cansancio para saber si ellas compartían algún secreto sobre su
hermana. Las chicas lo negaron rotundamente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero ¿adónde se fue, con quién está?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No lo sabemos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ma</i>. Ella no nos
dijo nada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Por la mente de Martina pasaron todo tipo de ideas. Intentaba controlarse,
pero estaba desesperada, imaginó muchas cosas: Su hija se había fugado con
algún hombre, otras veces pensaba que estaría en alguna fiesta clandestina con
una amiga, también se le ocurría que quizá les estaba haciendo una broma a ella
y a sus hermanas… <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Al día siguiente, Martina se dirigió hasta la Estación de Policía más
cercana a reportar lo sucedido con su hija, sin embargo, no obtuvo lo que
esperaba. Le dijeron que debía esperar setenta y dos horas para que pudiera
hacer una denuncia por desaparición. Entonces decidió acudir a otras fuentes:
amigos, familiares, conocidos y hasta el colegio donde Sandra estudiaba. Desde
ese momento la búsqueda empezó. La familia imprimió la fotografía de Sandra y
pegaron afiches por todos lados, visitaron hospitales, hoteles y todos los
sitios posibles donde se les ocurría que podía estar la muchacha. Todo fue en
vano. Solo quedaba una última posibilidad, pero Martina se rehusaba ante
ella.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Debes ir a la morgue —le decía con insistencia su hermana Carolina.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡¡No!!, mi hija no está allá.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Al quinto día de la desaparición de su hija, Martina aceptó ir a la morgue,
fue acompañada de varias personas. La encargada de atenderlos revisó los
expedientes e informó que no había ingresado ningún cuerpo de mujer
adolescente. Martina sintió un gran alivio con esta noticia, mientras no hallaran
un cuerpo, siempre existía posibilidad de que su hija apareciera un día
cualquiera en la puerta de su casa. Sin embargo, a pesar de la fe, Sandra no
apareció.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Tres meses después de la desaparición de Sandra, Martina transitaba por el
Parque San Jerónimo, cuando casi tropieza con un habitante de calle que llevaba
en la mano uno de los carteles que se habían publicado con la foto de su hija.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ella se detuvo y le preguntó sin mayores
esperanzas:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Usted ha visto a la muchacha de la foto?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Él la miró fijamente, pero no le respondió. Martina insistió:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿La ha visto?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">El hombre de aspecto sucio y maloliente le sostuvo la mirada y una
expresión de tristeza se notó en su rostro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Ella estuvo allá. —Y señaló con su mano la calle aquella por la que todos
temían pasar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Se trataba de la llamada calle del Cartucho. Un lugar de terror. Asesinatos,
violaciones, uso de drogas, tráfico de órganos y prostitución, eran algunos de
los dramas humanos que padecían quienes de manera voluntaria o sin quererlo
habían tenido la desdicha de llegar a ese sitio. <span>El
sinnúmero de «ollas» de consumo y distribución de sustancias ilícitas, siendo
el bazuco una de las principales, crearon una economía millonaria para los
jefes de la mafia. Quien llegaba a vivir al Cartucho se convertía
irremediablemente en indigente o moría en el intento por sobrevivir. En las
casas adecuadas como inquilinatos vivían cientos de niños sin padres, ancianos
abandonados, mujeres solas con sus hijos, familias recicladoras, personas sin
hogar, drogadictos, prófugos de la justicia, indigentes, entre otros. La
deshumanización e impunidad del crimen circulaban rampantes en el día a día.
Era un territorio sin Dios y sin ley.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">La posibilidad de que su hija hubiera ingresado en aquel sitio jamás había
pasado por su mente, pero con este indicio, habló con el detective asignado
para el caso, sin embargo, no obtuvo mayor respaldo. Realmente el Cartucho era
un territorio vedado. Eran varios agentes los que habían sido asesinados al ingresar
a la zona.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Entonces Martina tomó una decisión. Sabía de los riesgos que esta tendría
para ella, pero no le quedaba otra opción: Ella misma entraría a buscar a su
hija.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Dado que, a sus cuarenta y cinco años, seguía siendo una mujer muy atractiva,
debió hacer un esfuerzo enorme al disfrazarse de indigente. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Su intención era indagar lo que más pudiera
sobre el paradero de su hija. Nadie se percató de ella, era una habitante de
calle más, como tantas almas sin esperanza que transitaban por aquel lugar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Se iba desde muy temprano de su casa, antes de que sus hijas se despertaran.
Dejaba una nota con las instrucciones necesarias para los quehaceres del hogar,
y salía con el anhelo de encontrar a Sandra, la veía en cada esquina, en cada
jovencita que pasaba junto a ella. En más de una ocasión tocó el hombro de
alguna de ellas, llamándola por su nombre. Cuando estas se volteaban, la
ilusión se desvanecía. Ni siquiera se disculpaba, solo continuaba su camino
reprimiendo su llanto para no llamar la atención de nadie. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Armó un toldo con plásticos y cartones, ahí pasaba las horas. Mirando,
escuchando, descubriendo los secretos de aquel sitio. Rápidamente, aprendió la
jerga que se usaba entre los habitantes y empezó a hablar con otras personas.
Fue así como se enteró de quiénes eran los jefes que controlaban los negocios y
el modo de operar de estas organizaciones. Fue descubriendo las trampas que
utilizaban para llevar a muchachas incautas y venderlas como prostitutas a los
proxenetas. Estas eran sometidas a los más inimaginables vejámenes. Siempre
estaban drogadas y encerradas en sus cuartos. Se las ingenió para que la
contrataran como ayudante de aseo de uno de los prostíbulos. Un día, mientras
hacía su trabajo, escuchó una conversación de la administradora del lugar:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Ya está lista la nueva mercancía?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Sí, patrona.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Pero que no vaya a pasar como la última colección. Ya sabes que una
manzana podrida daña a las otras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No, patrona. Ya aprendieron la lección. Con lo que le hicimos a la pequeña
zorra ya están calmadas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Mejor así.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Al día siguiente se ofreció para ayudar a limpiar las habitaciones donde
dormían las muchachas. Lo hacía en silencio para no despertar sospechas y para
evitar que la ansiedad la delatara. Ya habían pasado semanas de su presencia en
aquella zona, y lo que descubría cada día era aterrador. Conoció niñas y niños
apenas surcando la pubertad, drogados y usados como objeto de placer. Parecían zombis<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>deambulando de un lado para otro, desconectados
de la realidad. También supo de los crueles castigos a que eran sometidos
cuando alguien osaba mostrar valentía y resistirse ante cualquier orden.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Los menores de edad eran un botín para los jefes de las pandillas, se manipulaban
sin esfuerzo y con ellos la entrega de los pedidos de droga a domicilio se facilitaba
sobre manera. Pasaban desapercibidos frente a la policía y los clientes pagaban
muy caro por tener relaciones sexuales con menores. Entre más chicos, más
costoso era el servicio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Martina dejaba a sus hijas lo necesario para la subsistencia, había tenido
que acudir a su exmarido en búsqueda de apoyo, quien, conmovido y atormentado por
la culpa, quiso reivindicarse asumiendo los gastos de su antiguo hogar. Ella era
consciente de que había descuidado su papel como madre, las veía muy poco,
sentía pena por ellas, pero el deseo de encontrar a su hija desaparecida era
superior a sus escrúpulos. Todos los días despertaba con la ilusión de
encontrarla. Fantaseaba con que ella estaba en casa de nuevo, que había entrado
a escondidas y dormía en su habitación.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>Su corazón se desgarraba cuando cada mañana antes de salir, la cama seguía
vacía, se encontraba de frente con la foto de su hija, la veía riendo
ampliamente como solía hacerlo cuando estaba feliz, sin embargo, este mismo
desaliento era lo que la impulsaba a meterse de nuevo a la calle del Cartucho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Un día, al pasar por una de las habitaciones del prostíbulo, oyó a dos
mujeres hablar:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Yo no quiero estar aquí, quiero ver a mi familia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—El que entra acá ya no sale más. Tienes que acostumbrarte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¡Nooo!, no quiero esta vida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Te quieres morir también?, ¿no ves lo que le hicieron a esa muchachita
Sandra?, se quiso dar de rebelde y le metieron un pepazo en la frente.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Martina se paralizó, su corazón latía con fuerza, necesitaba saber más,
pero no era posible en ese momento. Si los demás la escuchaban se pondría en
evidencia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Con sigilo esperó a que las mujeres salieran y las siguió. Cuando lo
consideró prudente, se acercó con disimulo a la chica más joven y le preguntó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Amiguita, estoy buscando a Sandra, la conoces?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Aquí hay varias con ese nombre, ¿cómo es ella?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Muy joven, una chiquilla. No pasa de quince años. Alta y muy delgada.
Bonita la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">China.<o:p></o:p></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES">—</span></i><span lang="ES">Hace poco estuvo alguien así.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Sabes dónde está?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—No amiga, ella ya no está aquí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué le pasó?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Muy rebelde la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">China</i>. La amarraron
de pies y manos, le pegaron varias veces y nada, no se rendía. No quería
obedecer al jefe, hasta que él se aburrió y la mandó <i>pa’l </i>otro lado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Martina se sintió morir, pero lo disimuló muy bien.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">—Qué pena…, pero bueno, ni modo —dijo Martina, sacando valor desde lo más
profundo de su ser.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Ella ya conocía lo que hacían después con los cuerpos de las personas que
asesinaban en el Cartucho, razón por la cual fue a buscar al día siguiente al inspector
asignado a su caso. Esta vez la respuesta fue positiva, se iniciaron las
acciones necesarias para la exploración en las zonas referenciadas por Martina.
Los hallazgos de las autoridades fueron aterradores, sin embargo, los análisis
de los forenses demostraban que los restos humanos encontrados no eran
característicos de un cuerpo adolescente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Un día inesperado, Martina recibió una llamada. Era el inspector García de
la Policía. Le indicó que debían encontrarse en medicina legal. Con la
esperanza de que fuera una falsa alarma Martina, acompañada de algunos
familiares se trasladó al sitio. Los llevaron hasta una oficina y les
informaron que meses atrás ingresó un cuerpo sin identificar, el cual no fue
reclamado por nadie. Los análisis forenses posteriores indicaron que los restos
pertenecían a una persona adolescente. Se habían hecho las comparaciones
genéticas necesarias, y los resultados indicaban que se trataba de la menor
Sandra Valencia Rentería, reportada como desaparecida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Martina recibió la noticia con profundo dolor, pero sin desesperarse. De
alguna manera lo </span><span lang="ES">«</span><span lang="ES">sabía</span><span lang="ES">»</span><span lang="ES">. El haber estado camuflada en el Cartucho le hizo comprender que, si su
hija había entrado en ese lugar, sus probabilidades de sobrevivir eran casi
nulas. Ella era una muchacha de naturaleza rebelde, no iba a ceder con
facilidad a las pretensiones de sus cautivadores. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Nunca se supo por qué ni cómo Sandra llegó al Cartucho, pero con la
información que su madre compartió con las autoridades, se logró la captura de
los temidos jefes de las bandas criminales. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Un año después, el alcalde ordenó un gran operativo para desalojar aquella
zona e inició un proceso de recuperación social y económica de todos aquellos
que quisieron darse la oportunidad de volver a vivir. Cientos de personas se
reencontraron con familiares que habían sido dados por desaparecidos durante
años, muchos otros fueron llamados para que se realizaran pruebas de ADN y
cotejar con los restos humanos encontrados en las fosas comunes halladas en el Cartucho,
pero muchísimos más se dispersaron a lo largo y ancho de la ciudad,
refugiándose debajo de los puentes, en los parques y hasta en las alcantarillas
de la inmensa Bogotá. Fue tarde para ella y su hija, pero al menos evitó que
decenas de inocentes e indefensas muchachas sufrieran el mismo destino de Sandra.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Lo único que daba paz a Martina era saber que había una tumba donde ella y sus hijas podían visitarla y llevarle flores.</span></span></p><p></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-30478901741824386302023-12-08T12:21:00.000-08:002023-12-08T12:21:10.560-08:00Psique<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Ruth Rosales</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Están por dictaminar si soy culpable o no de haberte
arrojado aceite hirviendo y derretirte la cara. No hay misterio, ambos sabemos
que lo hice. Pero de lo que estás por enterarte, es que ahora el mundo entero
sabrá cómo usabas tu rostro para encerrarnos a todas en una vitrina y vendernos
al mejor postor. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No hay necesidad de molestarse. Es lo que es. Sucede que un
día entró a mi celda una mujer que se identificó como tu madre. Es curioso,
jamás se me ocurrió pensar que podrías tener una. Esta mujer me dijo que había
sido ella la culpable de mi orfandad. Me había visto hace dieciocho años en el
mercado junto a mis padres que me estaban comprando un vestido para mi primera
comunión. Ella los atendió y se sorprendió por mi belleza. Güerita, ojos color
miel, cabello rizado, piel blanca y dos hoyuelos que se marcaban en mis
mejillas al sonreír. La imagen perfecta de una criolla aspiracional en un
pueblo lleno de indios. Se sintió celosa y quiso apoderarse de mí. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Aprovechó que mi madre le preguntó por un par de zapatos que
combinaran con el vestido y entró a la trastienda para buscarlos. Entonces te
llamó y te rogó que la ayudaras. ¿Recuerdas, corazón, lo que te pidió? Sí. Me
dijo que te había parecido monstruoso, aun así aceptaste y le dijiste que lo
harías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Seguiste a mis padres durante meses. Te aprendiste sus
rutinas de memoria. Fuiste creando posibles escenarios de cambios inesperados
para tener prevista cualquier ruta de escape. Se convirtieron en tu proyecto
principal. Bien valía la pena el botín. Nunca habías tenido un producto que te
garantizara entrar al primer mundo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La noche en que habías planeado arrebatarme de sus brazos
sucedió algo que no previste. Mi padre le organizó una fiesta sorpresa a mi
madre para festejar sus diez años de casados. La casa se llenó de invitados.
Sería muy difícil que pudieras entrar sin que algún par de ojos no hubiese
reparado en ti. Pero el don de la improvisación siempre ha sido tu mejor carta.
¿De dónde sacaste aquel cerdito tiernamente vestido como obsequio para la
pareja de enamorados? Tú solo eras el repartidor y nadie reparó en ti. La
algarabía provocada por el animal corriendo por todas partes fue la perfecta
distracción para entrar a mi habitación y llevarme contigo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Me encontraste durmiendo abrazada a mis monos de peluche.
Viste mi cuerpo acurrucado y los rayos de la luna iluminando mi rostro
chapeteado. Yo solo tenía ocho años, pero tu cuerpo reaccionó abultando tu
pantalón al grado de escupir obscenidades. La humedad te despertó del embrujo y
huiste por la ventana. Esa noche se quedó en mi memoria porque me despertó el
alboroto de la corretiza organizada por los adultos al querer capturar al cerdo
y ganar las apuestas que se habían empezado a formular. Recuerdo haber ido a
cerrar la ventana y ver esa pulserita con un cupido colgando que perdiste en la
huida. La tomé y me la puse. Ahí fue cuando me enamoré de ti. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando tu madre me contó ese incidente sentí pena por ella.
Quiso avergonzarte ante mis ojos y lo único que hizo fue confirmar lo que mi
corazón siempre ha sabido. Eras una marioneta movida por las ambiciones de un
grupo de personas sin alma. Pero eso no te justifica ni exime de tus actos.
Eres tan repugnante como todos ellos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al día siguiente regresaste a terminar el trabajo, estabas
tan molesto por tu actitud de la noche anterior que no viste el camión del gas
descargando el cilindro que cayó sobre la camioneta de mis padres al momento de
tratar de esquivar la motocicleta que te transportaba. Yo solo recuerdo estar
en la puerta de mi casa y ver un chorro de agua, que ahora entiendo era aceite,
correr por el pavimento; un destello de luz y después nada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desperté un poco mareada en una cama rodeada de cortinas de
gasa. Una brisa apenas perceptible enmarañaba mi pelo y el aroma de tortillas
de maíz recién hechas despertaron a mis tripas. La puerta estaba abierta y salí
siguiendo el olor de la comida. Estaba en una especie de cabaña. Las ventanas
dibujaban árboles de diferentes tamaños y los pájaros carpinteros orquestaban
el ambiente dándole actividad a la mañana. Llegué a lo que se veía era la
cocina. En la mesa estaban ya servidos unos huevos rancheros, tortillas y un
vaso con leche. Volteé a todos lados buscando algún adulto, pero no vi a nadie.
Nunca vi a nadie y siempre era igual. Amanecer, desayunar, salir al bosque,
regresar, comer, entretenerme con los peluches y juegos de mesa, cenar, dormir.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No recuerdo cuántas noches pasaron antes de tu primera
visita. No tenía noción del tiempo. Fue el día en que me vino por primera vez
mi menstruación. Pensé que me había cortado cuando bajaba aquel ciprés que
había trepado, pero tú me lo explicaste tiempo después, una vez que te ganaste
mi confianza con tus historias de hadas y duendes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llevaba años sin ver a nadie. Para mí había sido cómodo
quedarme en el lugar en donde siempre había comida aunque no supiera cómo
llegaba. Me convencí de que eran los ángeles los que me cuidaban. Recordaba las
clases de catecismo en donde hablaban de ellos y nos decían que confiáramos y
nos entregáramos a su voluntad. Así lo hice. Confié y me entregué a su
voluntad. Por eso cuando entraste por la puerta todo vestido de blanco con tu
pelo largo cayendo en tus hombros supe que, por fin, el Señor había llegado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Confieso que me asusté al principio, sobre todo porque me
sorprendiste lavando las sábanas que había manchado de sangre. Estaba
confundida, no sabía por qué de mi cuerpo salía ese líquido viscoso,
escandaloso, molesto y silencioso. Llegó sin que yo lo sintiera, al menos así
fue la primera vez. Ya después el dolor en el vientre vaticinaba su llegada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Te sentaste en la mesa a observarme. En silencio, como
siempre. Ese día había dos platos servidos en la mesa, me señalaste con la
mirada el asiento vacío y me senté. Desayunamos por primera vez juntos y mi
rostro sintió la calidez de tu mano cuando tocaste mi mejilla para limpiarme
los restos de jabón producto de mi batalla contra la sábana manchada. Al
terminar te levantaste y te fuiste. La misma escena se repitió durante los
siguientes tres ciclos de mi menstruación. El tiempo ahora cobraba sentido. Existía
ya una forma de medirlo y un motivo para detenerlo. Empecé a desear la llegada
de las mañanas. Tu presencia me estaba siendo necesaria.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los mareos matutinos nunca se terminaron, al contrario. La
emoción que me embriagaba ante la espera del siguiente amanecer, hacía que
quisiera permanecer despierta, pero siempre había algo en el ambiente que me
forzaba a dormir. Entre más me resistía, más atolondrada me despertaba al día
siguiente. Esta fue la primera confesión de tu madre. Se sintió tan orgullosa
de soltarme en la cara que todas las noches ponía una mezcla de pasiflora,
valeriana, melisa y lúpulo en mis alimentos. Por eso nunca me di cuenta cuando
ella y las otras mujeres entraban a la cabaña por las noches a preparar mis
tres comidas y hacer la limpieza del lugar. Vaya proyecto que tenían. Tanto
esmero invertido en su pequeño billetito de lotería.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Fueron muchos años los que pasé sumergida en una especie de
realidad drogada por el elixir de una ilusión. Después de tus primeros meses
silenciosos, llegaron aquellos en donde me contabas historias de mujeres que
siempre eran salvadas por príncipes encantadores cuya descripción encajaba en
tu imagen. ¿Dónde aprendías todos esos cuentos? Me parecía imposible pensar que
alguna vez hubieras tomado un libro entre tus manos. Eso también me lo aclaró
tu madre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desde chico disfrutabas colarte en el cine antiguo en donde
tu abuelo era el cácaro. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Casablanca</i> y
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lo que el viento se llevó</i>, fueron
parte de la inspiración de tus historias. Aunque en tu mente retorcida, los
finales siempre eran felices. Querías tatuar en mis carnes la absurda idea de
que es necesario un hombre para lograr la plenitud. Hacías énfasis en los
besos, las caricias, la respiración entrecortada, los gemidos. Ese era el
romance para ti. Poco a poco fuiste subiendo el tono y los pechos, nalgas, penes
y vaginas, empezaron a hacerse presentes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Así pasé de mi niñez a la pubertad. El tiempo corría y te
deseaba cada vez más. Quería sentir eso que me contabas. Deseaba que me
hicieras parte de tus historias. Soñaba que fueras tú quien me penetrara. Pero
lo único que obtuve de ti en esos días fueron tus dulces palabras y caricias
nerviosas, siempre respetando mi espacio e ignorando mis insinuaciones. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Acababa de pasar mi menstruación número doce cuando llegaste
con un pastel en la mano. Me dijiste que celebraríamos mi cumpleaños. ¡Vaya!
¿Tenía cumpleaños? Había olvidado que algún día hubiese nacido. «Hoy es un día
especial» susurraste despacito. Llenaste mis oídos de palabras suaves y
acariciaste mi cara con una mezcla de ternura y culpabilidad como nunca más
volvería a suceder. Vendaste mis ojos y me pediste que esperara sentadita.
Calladita. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Oí que te alejabas para abrir la puerta. Escuché unos pasos
acercarse a donde estaba sentada. Mi corazón empezó a latir con rapidez. ¿Quién
era? Me puse nerviosa. Estaba a punto de gritar cuando tu voz salió de tu
garganta y me dijiste: «Soy yo». Luego sentí tus manos acariciar mis piernas.
Yo llevaba ese día un vestido rojo cortito que apareció en mi armario esa
mañana. Me había parecido tan hermoso. La tela rozaba mi piel conforme tus
dedos iban explorando mi entrepierna hasta llegar a mi vagina. Me estremecí y
junté por instinto mis rodillas. Sentí tu respiración entrecortada al lado de
mi oído izquierdo. «Relájate», dijiste, mientras una palma rugosa subió por mi
vientre y se instaló en mi pecho levemente abultado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mis manos quisieron tocar tu rostro, pero las tuyas fueron
más ágiles y las amarraron detrás del respaldo de la silla. Subiste mi vestido
y me arrancaste las bragas de un tirón. «Despacio» te oí decir al tiempo en que
tus manos abrían mis piernas y tu cara se metía entre ellas para chuparme.
¿Cuál era esa extraña sensación que recorría mi cuerpo? Sentía calor, mi
corazón latía con una intensidad que parecía fuera a crecer al grado de llegar
a mi garganta y ahogarme. Tu lengua jugaba desesperada con mis labios oscuros,
ocultos por un bosque de vellos delgados y rizados. Me faltaba la respiración,
la humedad me estaba consumiendo, veía tu cara en mi imaginación y todas las
fantasías creadas en mi mente, producto de la mezcla de películas clásicas y
videos pornográficos que me contabas, hicieron que moviera mis caderas de una
forma nueva y desconocida para mí. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Confía» salió de tus labios y entonces el dolor más grande
que jamás había sentido se apoderó de mi cuerpo en el momento en que algo se
introdujo en mi vagina. «¡¿Qué es esto?! ¡No! ¡No! ¡No quiero!» pensé, grité
hacia dentro, porque en ese momento tus labios tocaron los míos y nuestras
lenguas se entrelazaron en una mezcla de salivas nerviosas, confundidas y
enloquecidas. Quise morderte, pero lo único que pude hacer fue chuparte para
ahogar la desesperación de saberme desmembrada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Lloré. Sí, lloré. Siempre lloraba. Eso es algo que a ellos
les excitaba. Llegué a ser famosa por ello. Porque mis lágrimas se
entremezclaban entre mis gemidos y el recuerdo del momento en que me quitaste
la venda y vi ese rostro desconocido frente a mí, desfigurado por el placer del
orgasmo, mientras que tú lo levantabas de la ridícula postura de jinete
primerizo que se agarra de donde puede para no caerse del caballo en pleno
galope. Mis caderas seguían agitándose. Mi mente estaba disociada. ¿Cómo es que
había tres personas en esta historia de amor? ¿Por qué estabas tú vestido y el
otro hombre desnudo? Y yo, ¿por qué seguía moviéndome?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tu madre me presumió esa primera transacción. Niña virgen de
trece años, fresca, jamás tocada, himen intacto, sumisa, dispuesta a jugar y
cumplir fantasías. Veinte mil dólares. Grabación incluida. El cliente quedó
satisfecho. De nada. Supongo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Esa noche me bañé hasta que me arranqué el último deseo de
mis poros. Me metí a la cama, pero no podía cerrar los ojos, porque al hacerlo
volvía a sentir todo aquello y luego veía el rostro del cerdo que mis padres
correteaban alegremente el día de su aniversario. Cuando por fin lograba
encontrar el sueño, te metiste en mi cama. «Soy yo», me dijiste, «ahora sí soy
yo» y me abrazaste y yo lloré desconsolada como una bebé, como esa niña que
nunca pudo llorar la muerte de sus padres. Y tú estuviste ahí, consolándome,
abrazándome, amándome. O al menos, esa fue la historia que me conté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A partir de esa noche nunca más volví a dormir sola. Siempre
regresabas a serenarme. Los hombres desfilaban por la cabaña para arrancarme
mis lágrimas, las mismas que tú limpiabas con tus besos y promesas de un «y
vivieron felices para siempre». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tu madre estaba sorprendida, ¿cómo habías logrado que yo
siguiera siendo una pieza inocente y a la vez apetecible para los clientes?
Decidió repetir la fórmula, y la cabaña dejó de ser nuestra para convertirse en
un orfanato lleno de hadas, elfas y princesas. A todas les ponías apodos, me
decías que ellas solo eran figurines de la puesta en escena que noche tras
noche presentabas para los hombres que venían mientras que yo era la estrella,
la protagonista de esta comedia, cuyo final siempre prometía ser tu cuerpo
limpiando las manos y bocas de los otros. Al final terminábamos siendo siempre
tú y yo, los demás no existían en mi mundo de fantasía.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Pasó el tiempo y yo dejé de ser una niña. Empezaste a darme
nuevas tareas conforme el negocio crecía. Me tocaba ser ese duende doméstico
que hacía el desayuno por las noches para las nuevas inquilinas. Ya no era una
cabaña, ahora era un prestigioso establecimiento con fachada de organismo no
gubernamental de asistencia para jovencitas sin padres. Tú te convertiste en
este hombre influyente de buen corazón, que todo el país ve como un santo.
Incluso yo, que sabía lo que pasaba dentro de esas paredes, me llegué a creer
el cuento. Siempre creyéndote. Eras mi mundo, mi cielo, mi todo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Hay cosas que por supuesto no sabía. Tu madre se encargó de
decírmelas. Creyó que al hacerlo me lastimaría. ¡Qué equivocada estaba! Llevo
años entrenándome para no sentir. La única voz que podía modificarme era la
tuya. El negocio era mucho más grande. Nos tenías a todas grabadas. Distribuías
los encuentros a todo aquel que pagara una jugosa membresía. El menú incluía:
niñas vírgenes (pregunte por la edad mínima, somos flexibles), adolescentes de
cuerpo maleable y resistentes al dolor, domadoras de fieras y cachorros (usted
elige su rol), diosas del olimpo (mujeres hermosas fuera de este mundo, quietas
y sumisas o fieras guerreras que te llevarán al espacio). Nada me sorprendió,
solo el hecho de que me dijera que pasabas varias temporadas viajando para atender
a tus otras mujeres cruzando el océano. ¿Cómo le hacías, si todas las noches
dormías a mi lado? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La duda me la habían sembrado antes de que tu madre se
apareciera en mi celda. Fueron esas tres pequeñitas rusas que llegaron el
invierno pasado. Yo me dediqué a cuidarlas y a enseñarles español. Entre su
idioma y el mío llegué a entender que tú estuviste con ellas semanas antes en
una cabaña en medio del bosque en su país. Si eso era verdad, ¿quién había
estado en mi cama durmiendo durante todo este tiempo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La noche en que te eché el aceite encima, fue una después de
preguntarte sobre alguna de tus películas antiguas favoritas. No supiste
responder, te limitaste a susurrarme en el oído como todas las noches: «Ahora
sí soy yo» y empezaste acariciarme. Mi nariz reconocía tu perfume, pero mi
cuerpo encendió la señal de alerta al identificar extranjeras tus manos.
Entonces lo supe. No eras tú. Quise vengarme del hombre que usurpaba tu lugar,
así que al día siguiente calenté dos litros de aceite y los subí a la habitación
después de trabajar. Cuando entraste a mi cama y me abrazaste arrimándome a ti,
saqué el recipiente que tenía oculto debajo de la cama y te lo vacié en la
cara.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">¿Cómo iba a saber que esa noche serías tú quien durmiera a
mi lado? Me sentí un ser malvado por haber quemado tu piel y caí en un remolino
de culpabilidad. Tu hermoso rostro desecho. El joven influyente, alma
caritativa, ángel salvador al borde de la muerte por culpa de una de las niñas
rescatadas. ¡Qué ingrata! ¡A la hoguera por su crimen! Demandarme fue tarea
fácil. ¡Que pague la pecadora por los errores de los justos!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tu madre me dijo que el servicio más sui géneris del
catálogo era yo. Hacer el amor con una mujer hermosa que te hace sentir
deseado. «Experimenta el placer de saberte amado por una diosa y dormir a su
lado sin reclamos absurdos». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Para todo hay un mercado y mientras haya demanda supongo que
hombres como tú y mujeres como tu madre existirán.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una mujer siempre guarda secretos, el mío era que me
encantaba grabarte. Te admiraba tanto, te deseaba tanto, que cuando pensaste
que habías perdido tu teléfono viejo, yo lo había tomado para usar tu cámara y
grabadora. Me gustaba registrar tu voz, tus gestos, tus pasos. Tenía todo ahí
en ese aparato, para tenerte siempre junto a mí, eso me hacía sentir segura.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ahí quedó registrado todo y se veía que solo eras tú la
mente maestra, el único orquestando esta gran maquinaria. Lo último que me
quedaba por saber, era que mis padres habían quedado vivos después del choque.
Pudiste salvarlos, pero prendiste un encendedor para provocar la explosión y
poderme llevar contigo. Fue la estocada final de tu madre, lo que necesitaba
para que yo le dijera dónde estaba ese teléfono y poderte culpar de todo. Ella
continuará siendo ese ente etéreo y el negocio seguirá funcionando. Sin ti, sin
mí. Por toda la eternidad.</span><span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-1053406308406541762023-12-04T13:31:00.000-08:002023-12-04T13:31:20.095-08:00Rumbos<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Rosario Sánchez Infantas</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Uno a uno se desmoronan los
peldaños de la escalera que subo angustiado. La noche es muy oscura. Desde
abajo, una luz rojiza muestra las tablas que van cediendo a mi paso y el abismo
que me absorbe. Ya nada me sostiene, me impulso desesperado y alcanzo el borde
de la muralla negra que apoya los restos de la escalera. Con mucho dolor llevo
un pie a lo que parece una explanada. Con un espasmo de pánico logró subir el
cuerpo y rodar alejándome del abismo. Imagino que es un terraplén. Caigo en un
hoyo circular de un metro de profundidad. Una fogata ilumina una pequeña área. Muy
adolorido me pongo de pie y veo que estoy en el centro de una <i>chakana </i>de
piedra, el cuadrado escalonado que simboliza nuestra visión quechua de cuanto
existe. ¿Qué hago yo aquí? El círculo central en el que me encuentro representa
la <i>Pacha</i>:<i> </i>mi tiempo y mi espacio. Cada extremo que rodea al
círculo: arriba, abajo, izquierda y derecha, representa fechas en el
calendario, lugares en el espacio y tiempo, actividades agrícolas y opuestos
complementarios. ¿Por qué estoy aquí? <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Poco
a poco la <i>chakana </i>empieza a girar a mi alrededor, entonces arriba es
derecha, derecha es abajo, abajo se vuelve izquierda e izquierda se vuelve
arriba. El movimiento cada vez más veloz distorsiona los ángulos y es un
círculo el que gira a gran velocidad a mi alrededor. Me angustia pensar que si el
pesado móvil se desplazara horizontalmente, en el piso, el borde interno me
impactaría. De pronto soy parte del cuerpo en movimiento. El vértigo me
arrastra. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Despierto mojado en sudor y con
náuseas. <span lang="ES">Tres delicadas líneas de luz de luna cruzan en diagonal la
pequeña </span>habitación
circular de piedras donde pernocto. <span lang="ES">Reconozco el depósito
de alimentos en el que me encuentro y se van aclarando mis ideas. Se tensa todo
mi cuerpo cuando recuerdo haberme despedido el día anterior de Asiri. Me parece
estar soñando. Siento que es otro el que yace en la improvisada cama, escucha
muy lejano el canto de un ave nocturna y tiene el cuerpo adormecido. Respiro
aceleradamente. Estoy mareado. Quisiera hacer algo para que desaparezca la
realidad insoportable. ¡Asiri! Alegría, ternura, sencillez, y también pasión
impostergable buscando su cauce. De pronto recuerdo el olor dulzón de la carne
humana quemándose en medio de los gritos despavoridos de los pobladores de
Yuraqmayu, encerrados e incinerados vivos, solo porque un grupo de avanzada
español llegó a mantener el temor hacia los conquistadores. Algunos pudimos
huir al cerro aledaño; allí me indicaron quién es Alonso el más entusiasta <i>masacrador</i>.
Asiri, la joven que quiero, lleva su semilla. Lloro con rabia. Esto es real. No
es un mal sueño. Será madre de otro enemigo. Por eso ayer le dije adiós.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Recuerdo los detalles, siento que
se me adormece el rostro y me duele el pecho contraído que casi no retiene el
aire. En el extremo más alejado vislumbro el recipiente en el que guardo agua.
Camino sobre el frío piso de tierra apisonada buscando algo que me distraiga del
dolor. Mojo mi rostro y nuca en agua fría. ¡Esto es insoportable! No solo
roban, esclavizan y humillan. Los vi lanzar niñitos de pecho contra las rocas
solo por diversión. Lo más sagrado que teníamos lo han envilecido. ¡Y no hay un
hasta cuándo! Incluso las plagas se marchan después de arrasar todo, “volteamos”
la tierra y empezamos de nuevo. Solo la esperanza de encontrar a mi familia me
mantenía en este mundo. Pero, ya no puedo con esta nueva desgarradura. Tengo
que olvidar a Asiri. Si me quedo aquí, seguiré respirando el mismo aire que ella,
viendo el paisaje que sus ojos miran y todas las cosas que me la recuerdan. No
soportaré encontrármela cobijando la semilla maldita. Debo odiarla u olvidarla.
¡Escaparé! Partiré, no sé a dónde, antes que un nuevo sol marque mi desgracia. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Mientras camino de un lado a otro de la habitación, piso un pequeño
montículo hecho por las hormigas. De pronto recuerdo el Churo de Amanta, aquel
monte cónico que semeja la valva en espiral de un caracol gigante, en el
extremo norte del Tahuantinsuyo. Mi</span> padre, <span lang="ES">capitán de Ataw Wallpa, había estado en aquella colina habilitada como una
trinchera continua que la circundaba en espiral desde la base hasta la cima. De
manera segura y rápida los guerreros ascendían o descendían fuera del alcance
de sus enemigos, gracias al gran surco implementado como un camino llano. La
pequeña explanada en la que termina el <i>churo </i>permite una visión completa
a la redonda. Recuerdo que papá contó que al ir ascendiendo la espiral a veces enfrente
está el levante y a veces está el poniente. En algún momento adelante están la
región <i>chala</i> y la Mamacocha a la que llaman mar, pero en otro momento hacia
el frente está el Antisuyo, la selva. Mi sueño en el cual vi que todo cambiaba
con el movimiento, ¿no estará indicándome que debo viajar al Churo de Amanta?
Quizás allí encuentre respuestas… y remedio para mi espíritu.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Sin poder soportar </span>ver
a Asiri, odiada y amada al mismo tiempo, decido ir hacia el norte al territorio
de los quitos<i> </i>y hago un atado con lo poco que necesito para subsistir. <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«</span>Mi padre había participado en esa región, en las
campañas de reconquista enfrentando a etnias rebeldes. Fue entonces cuando
llegaron los españoles y le perdimos el rastro. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Pasaré por el Churo de Amanta, quizás mi sueño
me anuncia que allá sabré algo de mi padre o, cuando menos, me permitirá
escapar de esta vida sin vida. Desde Aypite debo caminar cuando menos siete
jornadas, por las noches para evitar encuentros con los españoles, o transitando
caminos secundarios lejanos al Qhapac Ñan. Al demandar esfuerzo y concentración
me impedirán hundirme en pensamientos y sentimientos trágicos. Quizás aquel
monte me pueda dar descanso para siempre.<span lang="ES">»</span><o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Partí antes del amanecer. Siguiendo
una regla dada por mi madre ante los problemas, me impuse pensar en Asiri solo al
mediodía. A otras horas ya tenía una sombra. Solo ahora que había perdido a mis
padres, hermanitas y la vida que conocía, me di cuenta de que había sido feliz
en un pueblo muy organizado y en el que se garantizaba el bienestar de todos. Luego
de las masacres, amputaciones, desplazamientos, esclavitud y violaciones me
preguntaba: ¿Qué fue de nuestros ejércitos? ¿Si Manco Inca Yupanqui se había
rebelado contra los españoles, cómo es que Paullu Inca había aceptado ser
nombrado inca gobernante y apoyar a los extranjeros? ¿Seguirán llegando
invasores? ¿Qué tiene que pasar para volver a nuestra vida de antes?<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 0cm; text-align: justify;"><o:p><span style="font-family: verdana;"> </span></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><span style="font-family: verdana;">*****<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><o:p><span style="font-family: verdana;"> </span></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La espiral era visible a veinte
kilómetros de distancia. Sigchos es un territorio agreste con algunos poblados
desperdigados en estrechos valles o mesetas, tiene un clima cálido en las zonas
bajas boscosas, y frío en las cimas. Subí por el cerro en cuya cima cónica está
el Churo de Amanta. Rodeo unos quinientos metros antes de hallar su entrada y trepar
cerca de tres metros para lanzarme hacia dentro de la trinchera. Pese al
esfuerzo desplegado, una vez dentro, son vigorosas mi respiración y el latir de
mi corazón, me invade el orgullo. Antes de que llegaran a conquistarnos
hacíamos obras como estas. No somos unas alimañas para que nos echen a sus
perros, cercenen manos, orejas, narices o marquen a hierro candente como a sus animales.
Quizás mi cabeza ya no funciona del todo bien, porque, cándido, tengo la
certeza que algo bueno tiene que pasar aquí donde estuvo mi padre. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Voy ascendiendo por el interior del <i>churo </i>reflexionando mientras
mastico unas hojas de coca. Veo a un colibrí libando el néctar de unas cantutas
blancas. Me alegra el corazón, es un buen augurio. Recuerdo mi sueño de la </span><i>chakana.</i> Desde
niño aprendí cómo interpretar los sueños cotidianos: eran presagios para el
día. Pero aquel sueño tan extraño, ¿qué puede significar? Los sueños de los
gobernantes los interpretaban los sacerdotes. No sé por qué ahora recuerdo la
interpretación que se hizo, en la ciudad de Tumbes, de la respuesta mansa de
pumas y otorongos liberados dentro del palacio para amedrentar a los
conquistadores españoles en su incursión en el palacio del gobernante local.
Los entendidos creyeron ver en ello las buenas intenciones de los extranjeros.
¿Por qué no buscamos más explicaciones? ¿por qué no fuimos más hostiles? De
Tumbes no debieron pasar los invasores. Ahora que ellos han cuestionado
nuestros conocimientos y nuestras creencias, yo mismo los veo tan frágiles.
Sabíamos cultivar, construir, organizar, negociar, guerrear; pero le dimos un
sentido a los sucesos que se volvió contra nosotros. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El aire húmedo está impregnado del
aroma de la tierra húmeda y de las plantas silvestres que proliferan en las
paredes y el piso de la trinchera. <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«</span>Nuestros
expertos <i>camayoc </i>observaban los astros, el ciclo de vida de plantas y
animales, experimentaron cómo ayudar a la Mama Pacha<i> </i>a conseguir mejores
frutos, a dominar sus accidentes, a navegar sus aguas. Sin embargo, ¿cómo
creímos que estos seres flojos, sucios, crueles y ambiciosos podían ser hijos del
dios Wiracocha? Los sacerdotes, <i>willca uma</i>, nos mantuvieron unidos basándose
en importantes creencias, pero se necesitó que alguien discutiera sus
conclusiones. Cada uno de nosotros en sus afanes menudos y nadie pensó que, si
las fieras no se comían a los foráneos, quizás era porque estaban hartas de
comer carne humana. Era impensable dudar de nuestros guías espirituales porque
la tierra florecía, todos nos sentíamos parte de una comunidad, teníamos
alimento, trabajo, fiestas. Ahora que los españoles cuestionan lo que
pensábamos recién se me ocurre juzgarlo, llorando, llorando porque, a pesar de
todo, lo quiero por mío<span lang="ES">».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Una zarigüeya cargando sus crías en
el lomo se escurre entre unas matas de zarzamora. ¡Qué buen augurio! ¡Es
inusual verlos de día, son animales nocturnos! <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«</span>¡Es real! Comencé a ascender hacia el levante, ahora delante
de mí está el Cusco, al subir vi en esa dirección vi una <i>apachigua</i> que
replica un cerro de la capital del Tahuantinsuyo. Quedó a mis espaldas el
territorio de los pastos, caranquis y quitos. Siguiendo esta trayectoria tendré
enfrente el poniente y caminando, caminando volveré a dirigirme al levante. <span lang="ES">Adelante es atrás, arriba es abajo</span>, todo cambia, todo vuelve.<span lang="ES">»</span><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana;">El churo, ahora deshabitado, está siendo invadido por plantas
silvestres. A pesar del esfuerzo del ascenso y de estar pensando todo el
tiempo, me doy cuenta que he estado ahuyentando cualquier asociación o
pensamiento relacionado a Asiri. Con disimulo he estado verificando
lo que ya sabía: a esta hora sí tengo una sombra y no puedo pensar en ella. Mi
familia anhelaba que nuestro señor Ataw Wallpa ganara la guerra contra su
hermano Huáscar el gobernante legítimo.
Ahora, sin embargo, he pensado que este último tenía razón en considerar que era
un derroche destinar servidores, tierras y ganado a las momias de los
gobernantes muertos. <a name="_Hlk108262916">Y es que supe de Illateqsi, la
joven sacada de su etnia, que se suicidó antes de ser una de las esposas de la momia
de un gobernante. ¡Peor es lo que se le impuso a Asiri! Me muerdo los labios
hasta sangrarlos y me obligo a no seguir pensando en ella. </a><span style="mso-bookmark: _Hlk108262916;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-bookmark: _Hlk108262916;"></span><span style="mso-bookmark: _Hlk108262916;"><o:p> </o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-bookmark: _Hlk108262916;">Quizás
se debió fortalecer nuestro ejército. Tal vez eran demasiados los hijos del inca
gobernante, tenidos con princesas de etnias conquistadas, que no podían acceder
a grandes privilegios. A lo mejor se debió evitar el enfrentamiento bélico con
los rebeldes norteños. Alguien debió orientar mejor a Huáscar. ¿Cómo llenó de cañaris
y chachapoyas el Cusco, luego aliados de los conquistadores? Nunca más voy a
ver con ojos de aceptación algunas costumbres de mi amado pueblo. </span><a name="_Hlk106565990"></a><a name="_Hlk103720663"></a><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;">Tropiezo con una piedra escondida en la maleza y
caigo en un charco de agua sucia. Se agolpan todas mis penas. ¿Qué hago aquí
perdiendo el tiempo? Debería estar buscando a mi familia, luchando por mi
pueblo. ¿Con quién puede luchar este pobre muchacho? ¿Cómo se lucha con esto
que no se parece a nada que hayamos conocido antes? Escucho bandadas de loros
que, a lo lejos, van a pernoctar en los árboles. Me doy cuenta de que el sol se
está ocultando. Caí mientras caminaba hacia adelante, hacia el poniente… ¡al
igual que hace dos horas! Estoy donde estaba al comienzo, pero más arriba. Me
doy cuenta que <i>chakana</i> significa </span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span lang="ES">«</span></span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;">puente hacia lo alto</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span lang="ES">». Me levanto y limpio con cuidado.
Entiendo que</span></span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"> el espacio y el
tiempo son fluidos y continuos. Me doy cuenta que <i>chakana</i> es</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"> </span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;">también</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"> </span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span lang="ES">«</span></span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span lang="ES">cruce de rumbos». Asiri no es el enemigo.</span></span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk103720663;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"> Un perverso cruzó el rumbo de Asiri. ¡Ella y yo,
estamos muy heridos! <span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;">Veo el final de
la trinchera a unos pasos de distancia. Camino ligero. ¡Creo que esto es lo que
vine a buscar, una línea de fuga!</span><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span style="font-family: verdana;">Salgo
a la explanada y quedo absorto y sobrecogido. Hay una visión panorámica. A lo
lejos los volcanes Iliniza, Cotopaxi y Chimborazo. Voy girando apreciando
innumerables montañas y montes, bosques y sembríos. Tardo en reconocer la gran
franja que linda con el cielo. ¡Es el mar! Rodea a la cima del <i>churo</i> un
gran círculo de pajonales; algunos kilómetros más abajo lo cercan tupidos bosques
cubiertos por un lecho de nubes. Aunque no los mirase siempre estuvieron ahí.
Ahora veo más y mejor. Un cruce de rumbos hace que todo cambie y no cambie. Se
puede amar aun viendo algo diferente en lo que amamos. Necesitaba darme cuenta que
mi Asiri, sigue siendo mi Asiri. Incluso distinta sigue siendo ella. Todavía
puede ayudarme a ser mejor y yo aún puedo amarla… protegerla…, ¡palomita
huérfana y madre! Corro cuesta abajo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk106565990;"><span style="font-family: verdana;">Un
rojizo sol marchaba hacia otros rumbos.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-84953224362638105722023-11-28T08:16:00.000-08:002023-11-28T08:16:01.859-08:00El trato<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Érika Ramírez Levín</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Colgó el teléfono
con mano temblorosa. Cuatro meses. Era imposible terminar en ese tiempo lo que
no había logrado en año y medio. Y, además, la amenaza de rescindir su contrato
si no cumplía. «¡Maldito seas, Abraham! Quiero saber cómo demonios un
cincuentón como tú evitará que le embarguen el departamento por no pagar la
hipoteca», se reprendió a sí mismo. Sacudió la cabeza para alejar los
pensamientos que comenzaban a asfixiarlo. Aventó hacia atrás la silla donde
estaba sentado y salió azotando la puerta… necesitaba aire.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cerca de ahí...<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No entiendo en
qué te estás gastando el dinero! ¿Tú crees que soy rica, que tengo un árbol de
la abundancia en donde cosecho billetes?<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Jamás he dicho eso
—contestó con tono cansado—. Tú sabes que el medicamento es caro y lo necesito.
El doctor te lo dijo, no sé qué más quieres para creerlo. ¡Estoy enferma!<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Eso dices tú, yo
te veo bien —dictaminó la señora que la escrutaba de arriba abajo con una mueca
despectiva—. Enferma... ¡Ja! Enfermos los que tosen o les salen ronchas, o como
a tu prima Mariana que se le hicieron esas llagas en las piernas. ¡Eso es «enfermo»!
Tú, ¿qué? Ni pálida estás. Se me hace que no te tomas las pastillas y gastas lo
que te doy en otras cosas. Como si el medicucho ese te viera a diario. Y ni me
quieras chantajear con tus lloriqueos.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Chantanjear?
¡¿Chan-ta-jear?! —explotó Génesis, sollozando—. ¡Ni siquiera imaginas el
infierno en el que vivo! Pero ¿sabes qué, «ma-má»? Se acabó. Si no eres capaz
de ver más allá de tu podredumbre mental, yo tampoco tengo por qué seguir
aguantando tu ignorancia.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX">La mujer frente a
ella, al no saber qué responder, le plantó una cachetada que retumbó en cada
rincón de la estancia. La joven cubrió con la mano su mejilla enrojecida; su
pecho se hinchaba y se hundía sin control, jadeando. Inhaló lo más profundo que
pudo y se dio la vuelta en dirección a su habitación, donde metió en una
pequeña maleta lo que consideró indispensable y salió de esa casa para nunca
regresar. La madre, presa de una furia incontrolable, aventó a la puerta cuanto
encontraba a su paso, gritando «¡Parásita! ¡Malagradecida! ¡Te vas a arrepentir
de faltarme al respeto!</span></span><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX">»</span><span lang="ES-MX">.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Caminó deprisa por
las calles. Necesitaba pensar, decidir qué hacer pues llevaba cinco días sin
medicarse y sabía que pronto se presentarían algunos de los síntomas. Podría
buscar algún empleo. Meditó esta idea por un momento. ¿Qué contestaría cuando
le hicieran las preguntas de rutina: ¿Referencias? No tengo. Mi madre no tenía
familia, así es que solo éramos ella y yo. De milagro fui a la escuela, pero
debía regresar tan pronto el horario terminara. ¿Fiestas? ¡Ni hablar!
¿Amistades? Imposible. Entre mi forma introvertida de ser y su control excesivo
hacia mí, no quedaba espacio para socializar. ¿Dirección donde vive? No tengo.
¿Experiencia? Nula. Sacudió la cabeza. Además, el costo de la medicina era elevado.
Si, a pesar de todo, lograba encontrar algún empleo, de seguro sería por una
remuneración raquítica. No, no… no pintaba bien esa opción. Continuó cavilando
otras opciones. ¡Eso! Podría ser que fuera a ver a su médico, él la ayudaría…
sí, sonaba razonable.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Inmersa en sus preocupaciones,
notó que alguien la seguía. «¡Génesiiiiiis, esperaaaaaaaa!», decía una voz
grave a sus espaldas, alargando las últimas vocales. Cada palabra iba
acompañada de una especie de crujido discreto. Giró a la izquierda en un
callejón. A unos pasos había unas cajas de cartón. Se sentó detrás de ellas,
recargada en uno de los muros que formaba el corredor y descansó su cabeza
sobre las rodillas mientras abrazaba sus piernas.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Quién es? ¡¿Por
qué me sigue?! —exclamó levantando la vista.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La persona que la
seguía la había alcanzado. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Todo está bien, no
tienes por qué huir —respondió el extraño con un tono de voz apacible y una
sonrisa atenuada, sin dejar de mirarla tras unas gafas de pasta café gruesa, al
tiempo que tapaba una mano con la otra y tronaba uno a uno sus dedos, emitiendo
un chasquido sutil en cada ocasión.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«¡Ese es el sonido
de hace rato!», comprendió en cuanto lo escuchó. Comenzaba a relajarse al
sentir que no corría peligro, cuando la sonrisa del desconocido se amplió
desviando la mirada hacia su extremidad superior izquierda, con la cual comenzó
a empujar la falange distal del índice derecho con fuerza hasta que un ruido
seco dio cuenta de la fractura que él mismo se había provocado.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡¿Qué fue eso?! —chilló
estremecida.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué? ¿Esto?
—ironizó el hombre viendo su falange desviada del resto de su dedo—. No es nada
—respondió calmo mientras avanzaba sobre ese mismo dedo y repetía la acción
sobre la falange media y la proximal, rompiendo así su propio índice en tres
segmentos.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡¿Está loco?!
—gritó aterrada por la imagen grotesca del dedo deforme que se asomaba bajo la
palma izquierda del tipo. Sin embargo, se sentía hipnotizada ante tal
espectáculo y no podía apartar la vista de aquel sujeto que parecía no
escucharla y ahora rompía, poco a poco, el dedo medio. Cada traquido resonaba
profundo en el silencio del callejón, con un eco que perforaba la cordura de
Génesis—. ¡Basta, por favor! ¡Deténgase!<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Abraham caminaba
con las manos dentro de las bolsas del pantalón. Por más que pensaba, no
encontraba solución a su predicamento, aun cuando el editor le había dicho que
solo necesitaba ver un primer borrador. Sabía que Jorge, el editor, solo quería
asegurar que la novela estuviera escrita. Pero en ese año y medio había
intentado cuanto se recomendaba para lidiar con el famoso síndrome de la página
en blanco. Aumentó la duración de sus lecturas, eligió palabras del diccionario
al azar, rememoró anécdotas de familiares o amigos… cada situación le resultaba
insulsa, aburrida. Nada era buen material para un <i>best seller</i>. De
pronto, escuchó un bramido aterrador del callejón por el que pasaba. Corrió al
interior y encontró a una chica, sentada detrás de unas cajas de cartón, con las
piernas pegadas a su abdomen y una expresión de terror dibujada en sus
facciones. Miraba hacia arriba.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Niña, ¿qué pasa?
—le preguntó intrigado.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Dígale que pare,
por favor, se lo suplico! —berreaba desesperada.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Abraham volteó en
todas direcciones. No había nadie. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿A quién? Que
pare, ¿qué? —la cuestionó, poniéndose en cuclillas junto a ella. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Petrificada y sin
desviar la mirada, describió con sumo detalle lo que el hombre parado frente a
ella hacía con su mano izquierda, falange por falange, a los dedos de su mano
derecha, logrando transmitirle de manera vívida lo tétrico y grotesco que
resultaba. Abraham, impactado, aunque maravillado, escuchaba con atención cada
palabra. Cuando el relato terminó, intentó ser sutil. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Respira profundo,
mira, tal vez sea difícil lo que voy a decirte… por favor, voltéame a ver —la joven
logró zafarse del hilo invisible que la retenía y cruzó miradas con él—, no hay
nadie más aquí. No sé cómo es que… no entiendo cómo… por qué… <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿¡No hay nadie
más?! ¿No ve al tipo frente a mí? —espetó Génesis y, sin esperar a que el
hombre le respondiera, se tapó la cara con ambas manos—. No… no, ¡no puede ser!
¡Necesito mi medicina! ¿Qué voy a hacer? <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Medicina? No
entiendo nada. Mira, vámonos de aquí y me platicas qué necesitas. Quizás yo
pueda ayudarte —le dijo, emitiendo un leve pujido al levantarse con dificultad,
recargándose sobre su rodilla para impulsarse y agarrando el brazo de la chica
para que ella también se incorporara—. «Y quizás, tú puedas ayudarme», pensó. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llegaron al
departamento de donde él había partido quince minutos atrás. En cuanto Abraham empujó
la puerta, Génesis percibió de sopetón el aire frío con olor a humedad que se
había encerrado a falta de ventilación. No se le hizo extraño, aquel edificio
parecía antiguo. El hombre prendió la luz de la sala y abrió, con ligeros
golpes, las ventanas. Sorprendió lo nítido que se escuchó la pintura despegarse
del marco de los vidrios. «¿Cuánto habrán estado cerradas?», se preguntó la
invitada.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una estancia
sencilla con techo alto y paredes pintadas de un amarillo desvaído se iluminó
tenue y triste. No había adornos ni cuadros colgados. Frente a la puerta, dos
sillones no solo pálidos por la edad de la tela azul desgastada, sino sucios
con diversas manchas amorfas de varios tamaños, rodeaban a una pequeña mesa
baja de madera maltratada, ovalada, sosteniendo varios libros desacomodados y
dos tazas con restos de lo que parecía café. A su derecha, frente a lo que supuso
era la cocina, estaba otra mesa también de madera —parecía ser hermana de la
anterior—, acompañada con dos sillas de plástico negro. En su superficie estaban
más libros dispersos y un sinfín de hojas escritas con pluma y a máquina,
muchas de ellas con salpicaduras de café. También había varias tazas sucias,
algunas paradas y otras caídas, con restos de la bebida marrón. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sosteniendo los
muebles, bajo sus pies, tapizaba el piso una alfombra raída y deslucida,
polvosa, de un tono azuloso con algún diseño de rombos y círculos dorados, al
decir verdad, espantosa. Por aquí y por allá se veían tiradas envolturas de
papas fritas y comida chatarra, servilletas usadas, botellas de plástico
apachurradas y, al caminar, una sensación pegajosa bajo las suelas en uno que
otro paso. Al fondo daba la impresión de haber otras dos habitaciones, mas la
oscuridad generalizada solo permitía adivinar dos puertas más, una junto a la
cocina y la otra haciéndole espejo a la primera. El baño debía de estar al
final del pasillo.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>«De seguro vive solo, no creo que exista
alguien que esté dispuesto a compartir este desorden», pensó Génesis mientras se
acomodaba en uno de los sillones luego de la seña que Abraham le hizo para
sentarse. Después de recibir un vaso de vidrio con agua, que de manera discreta
dejó en la mesa porque varias partículas de algo blanquecino —quizás leche—
flotaban en el cuerpo acuoso semitransparente, ella le resumió brevemente cómo
desde niña comenzó a tener dificultad para diferenciar los sueños de la realidad,
los problemas que su falta de concentración le había generado en la escuela y
cómo un día, regresando de unas vacaciones, venía con sus padres en la
carretera cuando ella gritó al ver a una persona aventarse hacia el carro. Su
padre se sorprendió a tal grado que viró el volante con mucha fuerza. Lo último
que recuerda es cobrar conciencia unos segundos y ver a sus progenitores
ensangrentados en los asientos delanteros, inmóviles.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al no contar con
más familia estuvo viviendo en una casa hogar por varios años. Ella sabía que
conforme el tiempo pasaba sería más difícil que alguien la quisiera; la gente
prefería bebés o niños chiquitos. Para su sorpresa, cuando cumplió dieciséis
años, una señora estuvo indagando los requisitos, interesada por niños grandes
pues ya no tenía la paciencia de cambiar pañales ni explicar cuánto eran dos
más dos —sus palabras—, por lo que la mejor opción parecía ser alguien
autosuficiente que no necesitara muchos cuidados —sus pensamientos—. Después de
un año de trámites, la adopción se concretó. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Nadie le comentó
de tus, mmm, necesidades? —inquirió Abraham tratando de no sonar grosero. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí que sabía,
hasta le presentaron al médico que me estuvo tratando desde que llegué al
orfanato. Solo que yo creo que nunca se imaginó la carga —y al decir esta
palabra se le contrajo el corazón, lo cual se reflejó en sus facciones y en el
cambio de tono de su voz— que yo sería para ella. Debió de pensar que, por mi
edad, se resolvería fácil, no sé. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Y ahora ya eres
mayor de edad… legalmente no puede retenerte —concluyó el escritor tras
escuchar la historia de la muchacha que miraba de reojo, con horror, a la
habitación alumbrada por la luz de la cocina. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ajá —contestó
distraída hasta que pareció acordarse de lo importante y volteó a ver al
hombre—. Sí me puede ayudar, ¿verdad? Me urgen mis medicinas. ¿Me dejaría llamar
a mi médico? Él conoce mi historia, tiene mis recetas, solo que… no tengo dinero.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sus ojos, quienes
recorrieron el desastre y la suciedad que la rodeaba, irradiaron una idea.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Y si me diera
trabajo? Puedo ayudarle a limpiar, a cocinar, ¿a qué se dedica? Puedo organizar
los libros, limpiarles el polvo, cuidar a…, ¿su hijo? —Su mirada regresó a la
puerta—. Por favor, se lo pido. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Abraham,
confundido, frunció el ceño y volteó la cabeza hacia donde ella miraba. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Perdón que
pregunte, pero ¿qué le pasó? ¿Algún tipo de ácido? Pobre criatura, ni salir a
la calle, supongo —dijo sin poder quitar la vista de la puerta ni ocultar el
morbo que le producía esa imagen—. Es que hasta se le ven los músculos, los
huesos, ¡qué terrible! ¿Le duele? ¡Ay, perdón! Soy una insensible… es que
parece que su carita se derrite y, pese a eso, sonríe.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No quiso alterarla
más. Regresó la cabeza hacia ella. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Niña, mírame. Ya
había pensado en algo así, una especie de trato en el que ambos podamos salir
beneficiados. Claro que te quiero ayudar, creo que eso es lo prioritario. Tu
vida ha sido demasiado difícil y no mereces estar pasando por esto. ¿Qué te
parece que primero buscamos a tu doctor y luego platicamos del resto? <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La joven volteó a
verlo y sonrió aliviada, agradecida por haber encontrado a alguien que
estuviera dispuesto a ayudarla. Por su enfermedad, nunca había logrado
concretar alguna amistad. ¿Familia? No tenía… ¿Quizás esa bruja insensible que
la sacó del orfanato? No, ella no contaba. Siempre se había sentido tan sola,
tan apartada de todo… por fin su vida parecía tomar un mejor rumbo. Ingenua
como era, jamás imaginó la manera en que el escritor había elucubrado «cobrar»
dicho apoyo.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En unos días, Génesis
era otra. El efecto de los antipsicóticos lograba su cometido y las
alucinaciones habían disminuido. Abraham le había acondicionado el sofá del
estudio para dormir y, como lo habían platicado, ella le ayudaba en labores
domésticas. Incluso comenzó a interesarse en leer algunos libros que el
escritor le prestaba de su colección de novelas. A la par, su anfitrión mostraba
tener mucho trabajo porque estaba entregado a escribir casi todo el día e,
incluso, parte de la noche. Se escuchaban las teclas de la máquina de escribir surgir
desde la mesa del comedor o de la habitación, sin descanso. Solo que cuando
ella le preguntaba de qué trataba su nuevo proyecto, él encontraba la manera de
cambiar el tema o evadirlo. No obstante, a ella no le importaba. Era mayor el
agradecimiento hacia él.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Una mañana, cuando
aún no salía el sol, Abraham entró al estudio cuidando de no hacer mucho ruido;
buscó algo en el escritorio y anunció que tenía que salir. Génesis continuaba
en el sillón y apenas logró balbucear «buenos días» cuando oyó la puerta de la
entrada cerrarse. Luego de diez minutos, se desperezó, acomodó las cobijas, fue
a la cocina a prepararse un té y regresó a buscar sus pastillas. «Qué raro»,
masculló, «estoy segura de que anoche las dejé aquí, junto a mi mochila».
Revolvió el departamento sin éxito. Se dio por vencida. Sin embargo, estaba
tranquila. Solo tenía que esperar a que el escritor regresara para preguntarle
si las había visto; además, un día sin tomarlas no afectaba tanto. Incluso
podía descansar de la somnolencia o los pequeños temblores que le producían.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A la hora de la
comida, Abraham regresó al departamento con una <i>pizza</i> recién comprada;
olía deliciosa y a Génesis se le abrió el apetito.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Niña, ¿cómo te
sientes? —le preguntó antes que cualquier cosa.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bien, gracias. De
hecho, quería preguntarle si no habrá visto mis pastillas, no están donde las
dejé —respondió despreocupada, sirviéndose un pedazo de <i>pizza</i>.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No, no las he
visto —se apresuró a contestar—. ¿Has sentido algo inusual o has visto, no sé,
algo… extraño?<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿A qué se refiere?
—inquirió la muchacha sin comprender bien la pregunta.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, sí… que si no
has tenido otra de tus visiones como el tipo que se fracturaba los dedos o el
niño al que se le derretía la cara —le respondió nervioso.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Mmmm, no, por el
momento estoy tranquila. Por eso requiero mis pastillas, para evitar que vuelva
todo eso o peor —comentó extrañada por el cambio de actitud.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Quisiera hablar
contigo —dijo el recién llegado, carraspeando—. No voy a poder seguirte
ayudando, estoy en apuros económicos y pronto se definirá si conservo mi
trabajo. No veo cómo terminar lo que estoy haciendo, no hay manera… a menos
que…<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Génesis, intrigada,
bajó el pedazo triangular al plato y observó al escritor sin parpadear. Sentía
que ella tenía que ver en ese «a menos que».<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, lo que
quiero decir es… basta, ya, sin rodeos. Tú y yo podemos ayudarnos mucho, sí lo
sabes, ¿verdad? Tu vida ha sido un caos y yo puedo ofrecerte techo y comida con
gusto —calló y sacó de la bolsa de la chamarra la caja de los antipsicóticos
que su huésped no encontraba—. Solo necesito que hagas algo por mí para
lograrlo.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No entiendo…<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Necesito… que
dejes de tomar tu medicina para que tu «imaginación» fluya —dijo haciendo las
señas de comillas con los dedos índice y medio de ambas manos— y así yo tenga
más material para el libro que estoy escribiendo. Y mientras eso pasa, me
puedes ir contando de experiencias anteriores. Es temporal, lo prometo, lo que
menos quiero es hacerte daño o que la pases mal. Yo estaré contigo, no te
dejaré sola. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por más disparatada
que sonara la idea, Génesis sabía que no podría negarse. No después de lo que
él había hecho por ella, demostrando que su intención no era abandonarla o
maltratarla, sino hasta la consentía con comida especial. Sin pensarlo mucho, aceptó,
y el escritor sintió que un gran peso se le quitaba de encima. Al final, sí
entregaría su novela de terror en el plazo acordado.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los días transcurrieron
lento, al menos para la chica, cuyas alucinaciones cada vez se presentaban más complejas.
Era muy difícil conciliar el sueño, su apetito disminuyó, los gritos y ataques
de ansiedad alimentaban vertiginosamente las páginas antes vacías que el
escritor llenaba día tras día, noche tras noche. Unas enormes ojeras se iban
ennegreciendo más y más bajo los ojos de la chica. «¿Cuánto más necesita?», se
preguntaba en momentos en que la locura tomaba posesión de su ya casi nula
sensatez. Le suplicaba que la dejara descansar, que le diera las pastillas para
que recobrara la paz, prometiéndole que después lo ayudaría de nuevo. Solo
necesitaba detenerse un poco, dejar de ver al tipo con la mueca absurda
fracturándose los dedos una y otra vez, al niño sonreír mientras la piel de su
rostro se derretía como la cera en una vela encendida, al señor en harapos
presa de un estrés tan acentuado, que comenzaba mordiéndose las uñas para
continuar con los dedos hasta terminar con la palma dejando a la vista un muñón
sanguinolento, entre otros. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Con todo, Abraham
exigía a diario los pormenores de cada personaje: vestimenta, color de piel,
altura, complexión, gestos, señas particulares, actos y repercusiones. Tenía en
Génesis a una fuente inagotable de material para su novela y era incapaz de
darse cuenta del daño que de manera paulatina provocaba en la joven. Jamás
había sido tan productivo. Sabía que no solo cumpliría con el plazo que tenía,
sino que acumulaba ideas de sobra para sus próximos escritos. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A regañadientes le
regresaba sus pastillas cuando tenía suficiente material para escribir, pero se
las volvía a quitar en cuanto necesitaba más datos. En este tiempo él mismo se
había transformado. Ingería con desenfreno café tras café, bebidas energéticas
y unas pastillas de cafeína que había encontrado en una tienda naturista cerca
de su casa… lo que fuera para mantenerse despierto. Se obligaba a aprovechar
esta oportunidad al máximo.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por fin el día de
la entrega llegó. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Formamos un gran
equipo y quiero que sepas que seguirás contando conmigo para tener techo y
comida. Más tarde entregaré el escrito a mi editor; estoy seguro de que le
fascinará y, en cuanto se convierta en el <i>best seller</i> que espero, habrá
que ponerse a trabajar en los siguientes libros. Vuelvo en seguida, voy a
comprar una botella de vino para celebrar y de paso algo para que comas porque
estás muy flaca.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Génesis no estaba
segura de qué sentir o pensar. Corrió a la cocina y se tomó la medicina,
mojándose la barbilla y la playera por la desesperación. «Respira tranquila, tú
puedes, vamos, con calma, ya vas a estar bien… ya vas a estar bien», se repetía
una y otra vez, sentada en el piso de la cocina agarrándose la cabeza con ambas
manos, mientras los dos hombres y el niño la observaban fijamente.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Debió de quedarse
dormida un momento, porque el sonido de varias sirenas la sobresaltaron. Se
asomó a la ventana de la estancia que daba a la calle y vio una ambulancia y
dos patrullas rodear el cuerpo de una persona que al parecer había sido
atropellada. Se talló los ojos para enfocar bien la imagen y, con un
estremecimiento que le recorrió el cuerpo, reconoció al escritor tumbado en el
pavimento. ¿Sería real? ¿Lo estaría imaginando?<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Bajó presurosa las
escaleras del edificio y salió a toda prisa hacia las patrullas.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Señor Abraham!
—gritaba mientras corría a su encuentro y se arrodillaba junto a él.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Niña —susurró el
escritor con esfuerzo—. No… no lo vi, ese carro… me distraje…<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Escuche, por
favor, tengo más que contarle! ¡No me deje! Todavía hay mucho que escribir
—gimoteaba asustada. Lo tomó de la mano y comenzó a platicarle sobre una
anciana que veía cuando estaba en el orfanato, cuya risa le recordaba a esos
payasos que soltaban una carcajada al salir de unas cajas sorpresa después de
girar una manivela. Abraham sonrió.<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span class="normaltextrun"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Dale la nov…
novela al… editor y… dile que eres coautora. Pro… metí cuidarte. Te veo luego,
niña —alcanzó a decirle en un suspiro antes de cerrar los ojos.</span><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-76450018395802687362023-11-16T19:39:00.000-08:002023-11-16T19:39:31.785-08:00Erick el Rojo<p style="text-align: right;"><b> <span style="font-family: verdana;">Luis Orellana Díaz</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">—¿Te enteraste de que ha fallecido Janneth? —me preguntó Priscila, mi esposa.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Yo estaba concentrado en reparar una fuga de agua en la cocina. Ahora son estos los pocos momentos que disponemos para conversar. Después de veinte años de matrimonio ya solo compartimos las responsabilidades de la casa.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿A quién te
refieres? —respondí. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Había perdido el
rastro de sus amigas, y hace algunos años que no compartimos amistades. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Janneth!
—repitió—, la señora bonita, la entrenadora de ese gimnasio, ¿recuerdas? ese
que quedaba frente al viejo hotel.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ah —contesté sin
darle mucha importancia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En realidad, no la
recordé en ese momento, pero para el caso, pensé que era otra conversación más
de aquellas intrascendentes que llevamos desde hace tiempo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Qué pena! —dije.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Le pedí que me
alcanzara la llave inglesa para terminar de reparar el fregadero. Quizá ella
quería relatarme la historia completa, pero supuse que era uno más de esos
chismes que acostumbraban en su corrillo de amigas y cambié de tema. Terminamos
hablando de cómo había subido el costo de las planillas del agua.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ese mismo día por
la tarde fui al Piso Tr3s a tomar unas cervezas con los amigos y a mirar el
partido. Para el medio tiempo la selección ya perdía dos por cero y muchos de
los espectadores comenzaron a marcharse.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Has notado que
todos los partidos de la selección son iguales? —dijo Paul—. ¡Juegan como nunca
y pierden como siempre! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Entonces decidimos
que ya tuvimos suficiente, nos despedimos de la concurrencia y nos marchamos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Vamos por un
trago fuerte —sugerí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Paul estuvo de
acuerdo, salimos con destino a la Licoteca<i> </i>y dimos algunas vueltas
buscando donde aparcar. Era viernes por la noche y el lugar estaba muy
concurrido, a Paul se le ocurrió ir al Retro<i> </i>Bar, hace años que no
regresábamos por allá. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llegamos, el bar
es amplio y tiene espacio para aparcar. El viejo rótulo de madera desconchada
que pendía sobre la puerta había desaparecido, en su lugar una marquesina intermitente
con luces de neón nos dio la bienvenida. Nos acercamos a la barra, Paul pidió un
<i>shot </i>de vodka, yo un güisqui en las rocas. Pregunté a la dependiente por
mi amigo Vladimir, el dueño del bar; la chica alta de ojos rasgados nos informó
que Vladimir ya no era más el dueño. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Pero es muy
probable que aparezca más tarde —nos dice con expresión de familiaridad—, casi
todos los viernes cae por acá.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En tiempo de
eliminatorias el futbol es un fenómeno en todos los bares de la ciudad. Ahora la
selección empataba y la emoción de los aficionados crecía. Frente a la barra el
ambiente transcurría más calmado. Paul estaba despotricando contra su suegra, de
un tiempo acá es su tema favorito. En septiembre se cumplen seis meses desde que
se instaló en casa; llegó con el afán de cuidar a su hija —la esposa de Paul—
mientras se recuperaba de una cirugía del manguito rotador; las dos semanas de posoperatorio
pasaron hace seis meses y su suegra no piensa en marcharse, es más, su esposa
ahora insiste en que necesitan comprar un colchón más confortable, pues su
madre tiene muchos problemas para conciliar el sueño. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El partido se
ponía cada vez más interesante y los gritos de los hinchas saturaban el
ambiente. Sin darnos cuenta conversábamos casi gritando. Tomamos nuestras copas
y salimos a las mesas que estaban en la vereda. En eso apareció Vladimir —con
la cantinela de Paul me había olvidado de él—, no nos percatamos de su
presencia hasta que estaba frente a nosotros; había cambiado de<i> look: </i>pelo
largo hasta los hombros, barba un tanto gris, llevaba arete en el lóbulo
izquierdo. Nos cuenta que se había unido a los Krishna desde que se divorció de
Lorena. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Paul estaba
impactado, el fruncimiento de su ceño le llegaba hasta la calva y sus ojos
parecían dos pozos obscuros tras las lupas de sus lentes “Soy yo mismo” dijo
Vladimir, riéndose del asombro de nuestro amigo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ahora veo porque
te has divorciado —dijo Paul, refiriéndose al nuevo aspecto de Vladimir—.
Lorena y tú eran la pareja ideal, llevaban tantos años de casados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Ya ves como son las cosas —sonrió Vladimir—,
quince años y para ella fueron como si nada; se fue con la mitad de mis ahorros.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Mal con ellas, peor
sin ellas —sentenció Paul con la solemnidad de un sabio griego. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nos enfrascamos
sin querer en una tertulia antichicas. La verdad, no disfruto tanto de estos
temas, suficiente tengo con vivir el hastío del matrimonio como para pasármelo
recordando a toda hora. Tenía la impresión de que todos los hombres, a esta
altura, habíamos extraviado nuestros caminos. Pensaba en Priscila, en el día a
día juntos y en la distancia inmensa que separaba nuestras habitaciones cuando
llegaba la noche. La soledad compartida es la peor soledad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Por cierto —dice Vladimir—,
¿supiste que ha muerto Janneth? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Era la segunda vez
en el día que me hacían esa pregunta, así que esta vez me detuve a pensarlo, el
nombre me sonaba, pero en verdad no la ubicaba. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Janneth!
—repitió como sorprendido de mi confusión—. ¡¿La madre de Erick, la recuerdas?!
¡Nuestro compañero de secundaria! ¡La señora bonita del gimnasio Body Care!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">De pronto lo sentí
venir, era como un recuerdo que llegaba de algún lugar remoto en mi memoria,
más bien de alguna parte olvidada de mi cuerpo, como una ola antigua que
pugnaba por romper desde hace tantos años. «Es verdad, así se llamaba, aunque yo
siempre la recordé como la señora Rivera».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—¡Qué pena! —exclamé—. Lo siento por Erick. ¡Cómo
ha pasado el tiempo! Son “siglos” que no los he visto, desde que mi padre
vendió la casa de Las Pencas. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¿Cuál fue
la causa de su muerte?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Un accidente de
tránsito —dijo Vladimir y comenzó a abundar en detalles. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La señora Rivera
viajaba a la capital a recibir a Erick que volvía de los Estados Unidos con su
familia. El caso es que, el auto en que se transportaba se detuvo junto con
otros autos en la carretera a la altura de Chunchi a esperar que las máquinas retiraran
los escombros que obstruían la vía, y un gran deslave los arrasó. Van varios
días y todavía no logran recuperar todos los cadáveres. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No puedo creerlo!
—dije—. ¿Ella es parte de la tragedia que está en todos los diarios?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ya ves —me
respondió—, esas cosas que tiene la vida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Nada que hacer, a
veces la realidad es más asombrosa que la ficción —dijo Paul, usando una de sus
frases cliché a las que estábamos ya acostumbrados. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Sabes algo de Erick?
—pregunté—. No lo he vuelto a ver desde que terminamos el colegio. Lo último
que supe fue que viajó a los Estados Unidos a vivir con su padre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">En cuestión de
minutos Vladimir nos puso al tanto de todas las vicisitudes de nuestro antiguo
amigo: Terminada la secundaria, su padre lo llevó a Norte América con el
pretexto de que realizara estudios superiores, pero al mes de llegado —después
de haberlo paseado por Disney World y por Miami— lo puso a confeccionar joyas
para una compañía de judíos en la que él trabajaba. Resultó ser la mejor
decisión, ahora Erick tiene su propia compañía. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Vladimir compartía
las redes sociales con Erick y estaba al tanto de todo. En una navidad del dos
mil diez, su círculo de amigos ofreció una fiesta para recibirlo —volvía a los
quince años—. Erick arribó con una esposa de película y una pareja de mellizos.
Llegó como todo un triunfador, traía regalos para amigos y parientes y un
capital suficiente para comprar el gimnasio en el que su madre trabajaba como instructora
y dárselo de regalo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Recuerdo que tú
eras su mejor amigo —dijo Vladimir con una sonrisita cómplice.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Luego de meditarlo
por unos segundos y notando quizá mi turbación, lo dejó así. Cambió de tema
para relatarnos todos los problemas que estaban pasando los deudos, pues no
había como arreglar las exequias mientras no se recuperara el cuerpo. Un gol a
último minuto ponía adelante a nuestra selección. Era la apoteosis. Nos
despedimos, mis amigos tomaron sus propios rumbos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Estaba en un limbo
mientras me dirigía al auto. El tiempo transcurría en cámara lenta. La imagen
de la señora Rivera iba y venía como una ola que no terminaba de romper; para
colmo, la llovizna no cesaba. Las imágenes de Erick y su madre cobraban vida en
mi memoria, intenté evitarlas como las había evitado durante los primeros años
de nuestra separación. Sin embargo, se sucedían en mi mente como proyecciones
del pasado y bajo la luz inexorable de la muerte tenían otro significado. La
lluvia se deslizaba como pequeños riachuelos de luz sobre el parabrisas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Como abrir un
álbum de fotografías las imágenes de la infancia iban desfilando: Erick y yo
sobre los tejados de la escuela huyendo del aburrimiento de las clases de latín,
Erick y yo en el río atrapando peces bajo las piedras en esos veranos tan
largos, o trepados en los durazneros de los vecinos en esos abriles luminosos,
Erick y su madre caminando a mi lado al regreso de la escuela. El viejo barrio
donde todo eso fue posible. «El viejo barrio de Las Pencas rodeado de bosques»;
el olor del eucalipto lo trajo de regreso. En el próximo redondel di la vuelta en
busca del ayer. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Retorné al tráfico
del centro abriéndome paso entre la caravana que se desplazaba hacia los
valles. Sin pensarlo, me había contagiado de toda esa energía triunfalista que
se vivía en la ciudad, además era viernes por la noche y pensé que ya era
tiempo de asomarse al pasado sin esa carga de pecado. El barrio estaba cambiado.
La calle de tierra que recorríamos de niños para ir hacia la escuela, ahora era
una avenida de primer orden muy bien señalizada, llena de semáforos y con un paso
a desnivel. A lo largo se levantaban grandes edificios de vivienda horizontal, locales
comerciales, agencias bancarias y supermercados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tomé por una vía secundaria
hasta la parte posterior del antiguo hotel que daba hacia el río, con suerte
encontré un espacio libre para el auto. Se respiraba fútbol por todas las
esquinas, un grupo de adolescentes bebía y fumaba en la zona de parqueo. La
policía estaba más relajada que de costumbre. Bajé del auto por algo de güisqui
y de paso compré un paquete pequeño de cigarrillos. Por cierto, iba a recaer
con el tabaco luego de algunos años, pero ¿qué le iba a hacer? Tuve la certeza
de que mi abstinencia no tenía nada de heroica a esas alturas. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Di una profunda
calada al cigarrillo. Los ojos se me llenaron de lágrimas, y una especie de ansiedad
invadió mi cuerpo. Recordé la primera vez que fumamos uno: «Tendríamos talvez
doce, sí, seguramente teníamos doce, recién habíamos comenzado la secundaria». Yo
se lo ofrecí, Erick no lo quiso al principio, pero cuando me vio fumar y
sobrevivir, él se animó. Era uno de esos que venían en paquete de papel y tenía
la figura de un camello. Lo tomé del velador de mi padre, un paquete entero, lo
guardé por mucho tiempo hasta asegurarme de que él no lo echara de menos”. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Pobre Erick, debe
estar pasándolo terrible! —dije en voz alta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Deambulaba tratando
de orientarme en mi antiguo barrio. «Janneth siempre fue un pilar en la vida de
Erick…y creo que también en la mía» reflexioné. Tenía la sensación de estar a
la deriva. Miré el reloj, eran las diez. «Mi mujer estará en el segundo sueño»
pensé. Recorriendo estas calles me sumerjo en mi infancia como en una niebla. El
olor de la tierra mojada, el olor de los caramelos de fresa —que flotaban como
peces atrapados en esos grandes pomos de cristal con tapa de latón—emergen como
efluvios de la memoria; pero esta noche es el smog, es el olor de las frituras
que emanan los restaurantes mezclado con el aroma de las perfumerías. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llegué a la
esquina donde estaba la tienda de ultramarinos —hoy es una farmacia—. Solíamos
asaltarla los sábados en la mañana con Erick a la cabeza cuando el dueño se
ausentaba para ir al culto y su esposa quedaba a cargo de la tienda. Las
golosinas eran nuestro botín; yo distraía a doña Cándida y Erick se llevaba
canicas o caramelos, a veces frutas, lo que estaba a la mano. Solíamos alternarnos;
un sábado en especial robé una caja de chocolates, de esos caros para la madre
de Erick. Ahora que lo medito, me doy cuenta que para entonces ya pensaba en
ella de forma diferente. Afuera de la tienda, cuando le mostré el botín, Erick se
puso tan asustado que se confesó en la misa del día siguiente. Doña Cándida nos
trataba con mucho afecto, nos tomaba por ángeles, sobre todo a Erick. «¿Qué
será de doña Cándida?»: me pregunté. Era víctima del mal genio de su esposo, de
seguro descansa en paz”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Saliendo de la
avenida hacia las calles transversales, el barrio no ha cambiado mucho, claro
que hay nuevas construcciones, pero la mayoría se mantiene con uno que otro
retoque. Tengo el presentimiento de que puedo encontrar a mi padre a la vuelta
de la esquina. Juego a imaginar su pelo gris, su traje azul marino, volviendo
de la fábrica con su libro de cuentas bajo el brazo. El barrio no me evoca
ninguna imagen de mi madre, murió cuando yo era muy niño. Mi padre no hablaba
mucho de ella, no hablaba mucho en general. Supe que mi madre contrajo nupcias
siendo casi una niña con un hombre que podía ser su padre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Seguí calle arriba
por la Avenida de los Fresnos, iba fumando y dándole unos toques a una caminera
de <i>Jhony</i> que llevaba camuflada en una funda de papel. «Ya no quedan fresnos
en la avenida, solo el nombre» pensé. Esta calle se tapizaba de flores en
noviembre, la recorríamos en las mañanas frías camino hacia la escuela. Ya más
grandes, cuando la señora Rivera dejó de llevarnos, competíamos a las carreras
hasta dar en la puerta del aula con los últimos tañidos de la campana. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Llegué a la calle
de las Grosellas, al fondo de la vía está la casa de mi padre, todavía en pie. Al
frente se divisa la casa de Erick, desde aquí se puede distinguir su tejado asomándose
entre las copas de los nogales. Los fines de semana su casa era algo especial,
único; algo que no sabía darme mi padre —aunque nunca sufrí necesidades
materiales—. Los juegos en el jardín en compañía de la señora Rivera, las zambullidas
en la alberca, la buena mesa… el calor de una familia; el padre de Erick solo estaba
presente a través de las remesas que llegaban puntualmente. En mi mundo, la
ausencia de mi madre proyectaba una sombra constante sobre nosotros y sobre la
casa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Súbete a la
vereda! —me grita un taxista mientras me espanta con su claxon. «Esta noche no
estoy para rencores» me digo hacia mis adentros. No me imaginaba sentirme así,
no sé por qué había esperado tanto para volver al barrio.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Caminaba despacio, disfrutando el placer que
me producía el recordar. No era el licor o el cigarrillo, o quizá sí. Era el
barrio, era la noticia de su muerte, eran todos los eventos juntos; llegaban
como una avalancha, así que los dejaba entrar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Frente a mi antigua
casa había un letrero que decía: Le Petit Jardin<i> </i>café bar. La casa mantenía
aún la estructura principal, aunque tenía revoque nuevo, habían cambiado las
barandas del balcón y del cerramiento que eran de madera por unas de hierro
forjado. Los rostros de los amigos, las voces de los vecinos comenzaron a
aflorar como fuegos artificiales entre la música que provenía del café. Al
cruzar el jardín frontal reconocí algunas estructuras que se habían conservado.
La pequeña fuente de talla rústica sobre granito; en esa piedra horadada a modo
de recipiente, perdida entre culantrillos, abrevaban los pájaros cuando no
estaban cerca perros o gatos. Sobre el muro de ladrillos donde se arrumaban
cajas viejas y restos de materiales que mi padre traía de la fábrica, ahora
crece vigorosa una hiedra de hojas brillantes. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Entré al café. El
interior de la casa estaba transformado, habían tirado unas paredes por aquí y
levantado otras por allá, lo encontré iluminado hasta el último rincón. Sentí
como si de pronto también la casa se había liberado y me alegré. Subí a la
segunda planta donde antes estaban los dormitorios, en su lugar hay un solo
salón; quitaron el tabique que separaba mi habitación de la habitación de mi
padre. Me puse cómodo frente a una mesa que daba a la ventana. Revisé mi
celular… no tenía mensajes, de un tiempo acá Priscila no me deja mensajes
cuando me hago tarde, vivo una libertad ambigua que tiene un tinte de soledad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La carta sobre la
mesa no me da mucho para elegir, lo más fuerte que me ofrece es un <i>Cabernet
Sauvignon</i>. Pensé en un café para poder mezclarlo con el güisqui que traía de
polizón en un bolsillo del abrigo. La mesera, una rubia pequeñita con sonrisa
de conejo y voz meliflua, me toma el pedido. Le digo cortante:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Solo café.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Me mira con extrañeza y asiente con la
cabeza.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mientras espero, tengo
a Erick dando vueltas en la mente. Le conocí en la primaria de la escuela
Matovelle. Yo era lo que se dice: el nuevo en el aula. Habíamos llegado con mi
padre de la capital unos meses antes de que iniciaran las clases para
ubicarnos. Mi padre era de los pocos ingenieros químicos que había en ese
entonces y venía contratado por una fábrica de llantas que se instalaba en la
ciudad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Erick era
diferente, su tipo destacaba como un lunar en medio de nosotros, unos simples
mortales de piel morena. Yo le llamaba Erick el Rojo<i> </i>por ese personaje que
aparecía en las historietas, esas que circulaban bajo el nombre de: <i>La saga
de Erick el Rojo</i> que mi padre coleccionaba. Aunque para decir la verdad, una
vez que lo vi en el aula recitando unos versos de Bequer, esos de las
golondrinas, me recordó a Loquillo<i>, </i>el personaje de las caricaturas creado
por<i> </i>Walter Lantz: pelirrojo y de nariz aguzada, como la del pájaro, frágil
pero vivaz. Yo nunca se lo dije, porque llegué a tomarle cariño, pero entre los
amigos de la escuela era común que lo llamaran Loquillo. Para mí era Erick el
Rojo el gran explorador en nuestras fantasías infantiles.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Esta historia no
se la he contado a Priscila, hasta hoy no la he confiado a nadie, la he dejado
en el cajón del olvido para no llevarla como un estigma, pero tal vez ya es
hora de liberarme»; lo voy meditando mientras bebo el café. Cuánto tiempo ha
llovido sobre mi vida desde esa soleada mañana que descubrí a la señora Rivera.
Estaba allí, parada en la puerta de la escuela al momento que sonaba la campana
de salida, como suspendida en el tiempo. En mi ingenuidad, pensé que esa imagen
era proyectada solo para mí —más tarde descubrí, que la sensación que sentí al
ver a Erick correr hacia ella y tomar su mano, se llamaba envidia—. Fue mi
padre, que siempre estaba ocupado, el que arregló con ella para que me trajera
de vuelta a casa al final de las jornadas. Desde entonces crecí con ellos, me
fui enredando en sus vidas como una frágil pero persistente trepadora y las
manos de Janneth me cultivaron sin hacer distinción entre su hijo y yo.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Éramos un equipo <i>sui
generis</i>, Erick tenía un padre, pero era como no tenerlo; su padre habitaba
en esas postales pobladas de edificios inmensos y en los álbumes de fotos. Yo
había perdido a mi madre, pero había encontrado a la madre de mi amigo. Todo iba
perfecto hasta esa noche en que mi mundo se detuvo frente a esa cortina
entreabierta. No era más la señora Rivera, era Janneth desatando su brasier, deslizando
su ropa interior hasta los tobillos e iluminando con el brillo de su piel
desnuda el mundo de un chico de catorce años. Algo trascendente me pasó esa
noche, y ese algo comenzó a crecer en mí, aunque intentaba detenerlo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Comencé a afeitarme,
mi cuerpo se transformaba de la noche a la mañana. Cogimos la costumbre de
frecuentar las matinés de los viernes que organizaban las chicas del internado
de los Sagrados Corazones. Erick seguía en su empaque de niño, pero ya estaba
enamorado, íbamos por las tardes a la heladería del suizo con Matilde y Teresa.
Matilde tenía sus mejillas moteadas, su pelo dorado y una sonrisa de ángel.
Teresa era preciosa, trigueña de ojos verdes, pelo negro, lacio; peinado en una
sola hebra y tenía una presencia que llenaba el ambiente. Erick se puso
platónico con ella y Teresa “quería conmigo”. Empezamos a salir a solas, a ir
al cine a espaldas de él, pero el tiempo tenía otros planes; Teresa no tardó en
notar mi devoción por Janneth y cambió de parecer, además Erick se estaba
convirtiendo en un adolescente espléndido. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los fines de
semana la casa de Erick nos abría sus puertas de par en par. Era un universo de
olores: los postres, los asados, los jazmines en los jarrones y el olor de
Janneth. ¡Ay el olor de Janneth! Las diversiones de niños quedaron olvidadas. La
presencia femenina se multiplicó en la casa, Matilde y Teresa se sumaban con
frecuencia. Los juegos de mesa se volvieron costumbre los sábados por la tarde,
o las zambullidas en la alberca los domingos. Janneth nos preparaba bocados,
pero nunca más volvió a compartir la alberca como cuando éramos niños.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El café con güisqui
terminó. No quiero que estas imágenes se esfumen si abandono el bar. Me decido
a ordenar el cabernet sauvignon<i>. </i>La camarera con aspecto de conejo me lo
sirve en una copa de Burdeos. A través de la ventana de mi cuarto, ahora trasmutado
en café bar, contemplo la antigua casa de Erick convertida en agencia de viajes.
El cuarto que era de Janneth aún sigue allí, a obscuras, ya no tiene la cortina
de encajes y en su lugar hay una moderna de piezas verticales. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Recuerdo que
muchas noches, cuando la luz del cuarto de Janneth permanecía prendida, yo hacía
guardia frente a su ventana. Si las cortinas estaban cerradas, me contentaba con
seguir el movimiento de su silueta. Janneth practicaba las rutinas del gimnasio
hasta las nueve, después tomaba una ducha de diez minutos, luego masajeaba su
cuerpo con ungüentos frente al espejo. Era una lotería, algunas veces su
cortina quedaba entreabierta, entonces acertaba. El deleite de mirar su cuerpo
desnudo, de imaginar todas las formas en que quería poseerla, me llevaba al
paroxismo. Entonces me entregaba a mi placer en solitario, mientras en la
habitación contigua, mi padre roncaba vencido por la costumbre del deber. ¡Qué
tiempos aquellos! ¿en realidad fuimos tan diferentes a los chicos de ahora?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Al fin dejé el bar
y salí en busca del auto, los muchachos que festejaban en la vereda ahora
estaban apoyados en mi coche. “Estaban en tragos”, pero fueron muy amables
cuando les pedí que se retiraran. Abrí la puerta y subí. Encendí el suiche. En la
radio sonaron vallenatos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Va usted alegre?
—me dijo el alto de casaca de cuero, parecía el alfa, llevaba arete y tatuajes.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Seguro —contesté—,
y ¿quién no con este triunfo de la selección? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El triunfo ya no
importaba, de verdad, pero no estar al tono en ocasiones como estas es de mala
educación. Me estrecharon la mano y se pusieron amigables. Les compré una
botella y me metí al ruedo. Se acercaba la media noche, el mayor de ellos tendría
dieciocho; hablamos de fútbol, de música y mujeres.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Dieciocho años es
una edad heroica, una edad como para comerse el mundo. Recuerdo ese día que Erick
estaba cumpliendo la mayoría de edad. Su padre había enviado por fin los
documentos para que fuera con su madre a la embajada. Erick estaba radiante, su
aspecto infantil se había esfumado hace tiempo; era alto, delgado, un tanto
frágil pero elegante y con el toque de distinción que heredó de su madre. Su tez
era clara, poblada de una barba azafranada a medio crecer. Sus ojos azules
flotando bajo unas cejas anaranjadas que evocaban un atardecer, le daban a su
rostro un aire de misterio. Esa noche fuimos a ver a su madre en el Body Care.<i>
</i>Yo manejaba mi auto, mi padre me lo había obsequiado unos meses antes por
mi graduación. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Estaba un tanto
fatalista, había crecido sabiendo que ese día iba a llegar, pero el día que tuve
la certeza de que partirían definitivamente, comencé a sentirme vacío. Esa
noche era la fiesta de Erick, hacíamos compras de última hora antes de pasar
por el gimnasio recogiendo a su madre. Cuando llegamos, la vi transfigurada, tenía
el rostro congestionado y los ojos lacrimosos. Un halo de soledad la envolvía,
me recordó ese niño que fui la primera vez que la vi a la salida de la escuela.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Vamos a casa! —lo
dijo como quien da una orden.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nosotros estábamos
seguros que después de recogerla iríamos a la modista por su traje de noche,
pero bajo estas circunstancias, no nos atrevimos a decir nada. El camino de
regreso lo recorrimos en silencio, de vez en cuando cruzábamos una mirada, pero
ni Erick ni yo teníamos las respuestas. Las luces de la casa estaban encendidas,
algunos familiares y amigos se encontraban reunidos, Erick y su madre subieron
y se encerraron en la recámara. Desde abajo se podían escuchar los gritos y las
maldiciones. La gente comenzó a retirarse, la fiesta se había suspendido. Fui
el último en la casa y estaba por marcharme cuando Janneth bajó. Se veía deshojada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Todos ustedes
son una mierda! —dijo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nunca pensé
escuchar esas palabras de su boca, me quedé aterrado, me sentí descubierto, lo
único que atiné a responder fue: <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se quitó el collar
y los aretes. Se quitó la sortija del dedo anular y los tiró al fregadero. Luego
fue a la despensa y sacó una botella de licor. Puso dos copas en el desayunador
y las llenó hasta el tope. Me quedó mirando y al verme paralizado me retó.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ya tienes edad
para beber…, ¿no?!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, sí —respondí aliviado.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se bebió toda la
copa de un sorbo, yo la imité; luego sirvió otra, y luego otra, al final tomó
la botella que iba por la mitad, tomó el abrigo del perchero de la sala, se lo
puso al hombro y salió. Desde afuera me gritó: «¡Llévame!». Era tal el caos de
la situación, que hasta me olvidé de Erick y salí tras sus pasos. En el auto, encendí
la marcha y arranqué. No sabía hacia dónde dirigirme.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—¿A dónde vamos? —pregunté.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—A donde quieras
—dijo—, a donde llevas a tus amigas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La noche se hizo eterna,
fuimos como niños extraviados en el deseo y en la amargura. Pocas veces en mi
vida sentí tanto miedo como aquella noche que toqué su piel como un hombre. Había
bregado tanto para llegar hasta ella, y en el último minuto, ya a punto de
perderla, la podía poseer. Primero lo hicimos en el auto, luego nos perdimos en
el bosque. Le hablé de mis pecados y de la devoción que sentía por ella, eran
palabras dichas por un niño más que por un hombre, pero era lo único que tenía.
Ella embriagada por el odio y el licor las tomaba como un bálsamo y me poseía
entre conjuros y maldiciones. A veces me golpeaba con violencia otras me amaba con
la ternura que se ama a un hijo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Había esperado tantos
años en su vocación de esposa, pero el señor Rivera, ese fantasma que habitaba
en las cartas y que se fotografiaba con renos sobre la nieve cada navidad:
tenía otra vida, otra familia, otros hijos, y solo lo confesó hasta ese día,
ante la inminencia del viaje de Erick. En el correo que tanto esperaron solo
venían los papeles para Erick. Para ella… una carta redactada en tono formal. Regresamos
en la madrugada. Erick nos esperaba en la puerta, no dijo ni una sola palabra. Miró
impasible a su madre descender del auto, pasar por su lado y entrar en la casa,
luego se quedó mirándome hasta que encendí mi máquina y me marché. Fue la última
vez que lo vi. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Teníamos la edad
de estos chicos con los que comparto ahora, era una edad heroica. Les compré otro
trago y me marché a casa. Priscila se encontraba tan lejos que el viaje de
regreso me pareció eterno.</span></span></p><p></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-73791324738890417112023-11-02T08:20:00.000-07:002023-11-02T08:20:57.020-07:00El engreído de las canas<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Patricio Durán</span></b></p><p style="text-align: left;"><br /></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Amanece en Santa Mónica, California. Se ve brotar a la ciudad fundada por los españoles; ignorada bajo la bruma, lejana, parecida a una quimera, similar a las sirenas de algunas almas que canturrean y convocan a lo imposible. El telón del firmamento empieza a descubrirse. Las sombras nocturnas se desperezan para huir despavoridas.</span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Un destello de luz crece con violencia impidiendo la visión, rebotando en el Pacífico antes de estrellarse contra los cristales del Loews Santa Monica Beach Hotel. El amanecer es la promesa de un renacimiento, una oportunidad de soñar, de dejar atrás la oscuridad y caminar hacia nuevas oportunidades. En la orilla del mar, las nubes semejan fragatas fantásticas navegando en un cielo azul celeste.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El
corazón del Restaurante Tar & Roses, en el Loews Santa Monica Beach Hotel,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>es su cocina. Ofrece pescado del día; mariscos
recién traídos del muelle de San Pedro y cortes de carne importados de
Argentina. Los finos ingredientes, un cocinero experimentado y ofrecer un buen
servicio de manera constante es una parte fundamental para alcanzar la
satisfacción de los clientes. Un elemento principal es su decoración: moderna,
cómoda e interesante. El administrador del Tar & Roses<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>sabe que la música es esencial en una buena velada, por lo que ha
creado un clima agradable para disfrutar de una buena comida con música
tranquila y relajada en vivo. El olor escandaloso de camarones en brocheta
inunda el restaurante<i style="mso-bidi-font-style: normal;">.</i> En este lujoso
local se juega con el contraste de colores, olores y sabores, y los diferentes
materiales utilizados en el diseño. La luz tenue y el color dan amplitud, limpieza
y pureza al estilo. Dispone de una amplia carta de licores, vinos y
cervezas.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tiene una vista impresionante
del océano Pacífico y su bahía. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">El embajador
Luis Alberto Fernández olfateó la vaharada de camarones al ingresar a la
recepción que ofrece el Departamento de Estado en el marco de la conferencia: «</span><span lang="ES-EC">La diversidad es una parte esencial del cuerpo diplomático de los Estados
Unidos de América». </span><span lang="ES-EC">Camilo José Mera, presidente constitucional del Ecuador, lo había
nombrado como embajador en Washington</span><span lang="ES-EC">. </span><span lang="ES-EC">Una espesa
y reluciente cabellera blanca adornaba la cabeza del flamante embajador; a
veces se enfadaba con su peluquero por no hacer un buen corte y le dejaba un copete
que siempre se lo estaba retocando. Enviudó hace diez años. La pérdida sufrida
le llegó tan al fondo que algo desapareció en su interior; parte de sus
emociones se esfumaron dejando un vacío de sentimientos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Aquella
mañana Luis Alberto lucía radiante. Llevaba un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">chaqué </i>color azul marino, complementado con una camisa blanca de
puño doble; corbata de seda gris y nudo Windsor pisada con un alfiler en forma
de guitarra. El pantalón de estilo clásico, corte recto en <span style="mso-bidi-font-style: italic;">cheviot</span><i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>negro; para complementar medias negras y calzado de piel, con
cordones, negros sin detalles. No gustaba mucho de la vestimenta formal, sin
embargo, su actividad diplomática exigía el uso de estas prendas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">El
embajador era de aquellos nacidos para dirigir. Tenía el natural don de mando e
iluminaba el camino de los demás. Se destacaba por ser un diplomático honesto,
cosa muy difícil de encontrar en un campo dominado por la corrupción. Cuando
ingresaba a un salón o auditorio su presencia se advertía de inmediato por su
porte, carisma, afabilidad e inteligencia. Le gustaba la cocina, era muy hábil
en el arte culinario. Procuraba siempre ser amable con todos, en especial con
las mujeres a quienes saludaba con un beso en la mano y algún cumplido. Cuando
alguna dama —de curvas privilegiadas— pasaba a su lado la regresaba a ver hasta
que se perdía de vista. </span><span lang="ES-EC">Su comida preferida se componía de frutos del mar,
así que las brochetas de camarón le parecieron ambrosía de los dioses,
acompañadas de una copa de vino blanco. Había en el evento servicio de buffet
con una gran cantidad y variedad de platillos deliciosos: barra de ensaladas,
comidas sin cocción como el sushi y los <i style="mso-bidi-font-style: normal;">carpaccios</i>
y postres. <span style="mso-bidi-font-weight: bold;"><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Luis Alberto asistió a la reunión y cena del
Departamento de Estado acompañado de su novia, Tania Enríquez, veinte años
menor. Llevaban un año de relaciones amorosas. Tania tenía el cabello castaño,
un cuerpo armonioso, movimientos suaves, ojos grandes, y una voz tan dulce como
delicada. Ella provenía de una familia de diplomáticos de carrera. Nació en
París cuando su padre desempeñaba las funciones de embajador en Francia. Su
madre era una culta dama de sociedad. Gozaba de una dilatada formación
adquirida en las principales universidades europeas. Hablaba varios idiomas y
no se dejaba intimidar ni por el arte ni por la política. Se sentía muy a gusto
en debates sobre cuestiones políticas, filosóficas, sociológicas o artísticas. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Luis Alberto y Tania se conocieron en la recepción
que realizó La Orquesta Filarmónica de Quito al famoso pianista austríaco Paul
Badura-Skoda. El músico daba conciertos en las mejores salas del mundo
acompañado de su representante Gerhild Baron. Participaba en los más
importantes festivales internacionales, habiendo, así mismo, tocado con casi
todas las orquestas de fama. El vasto repertorio de Badura-Skoda, concentrado
sobre obras de los maestros vieneses de la época clásica, abarcaba también
música romántica y moderna. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">En la recepción y tras conversar por varios minutos
sobre los temas del concierto y la técnica depurada del afamado músico, Luis
Alberto le dijo a Tania:</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Voy a
enamorarme de ti.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—No lo creo —respondió Tania con énfasis—. Por la
forma en que miras a otras mujeres veo que eres todo un «Don Juan». </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—De ninguna manera. Solo trato de ser amable.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—La amabilidad se te desborda por los poros cuando
ves a una mujer bonita. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—Oh, por favor, no malinterpretes. Me gustaría que
saliéramos para conocernos más y borrar esa mala impresión que tienes de mí.
Por favor, ¿me puedes dar tu número de teléfono?</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">A Tania, amante de la música clásica y ocasional
intérprete de piano, no se le escapaba ningún detalle.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Este hombre elegante intentaba conquistarla
de una manera audaz. En otras circunstancias, ella se habría disculpado y retirado,
más él le resultaba muy interesante y apasionado; sus ojos daban la impresión
de taladrarla y llegar hasta su alma. Aunque no era usual en ella —una mujer
habitualmente sensata—, creyó en sus palabras y le dio su número de teléfono. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Al día siguiente la llamó para pedirle que aquella
noche lo acompañara a otra recepción, esta vez en la embajada de España. Tania
iba a realizar otras actividades, ante su insistencia aceptó. Ella nunca
contrajo matrimonio ni tuvo una relación seria de pareja, se sentía abrumada
por tanta atención, aunque su inquilino —esa vocecilla interior— le advertía
que tuviera cuidado, que no fuera tan rápido, sin embargo, se abandonó por
completo a ese hombre carismático y afable.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Tania nunca fue
indiferente con su amor apasionado. Durante este período de arrobamiento, no
escuchó ni una sola vez música clásica, prefería canciones románticas. Los temas
«Te quiero, te amo», del cantante francés Frédéric François y «Rolling in the
deep», de la intérprete británica Adele la trastornaban por su carga
sentimental. Estaba segura de no ser la única mujer experimentando tal pasión.
Las baladas acompañaban y justificaban sus sentimientos. En Netflix, la
plataforma de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">streaming, </i>vio varias
veces la película <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Noches de tormenta</i>,
protagonizada por Richard Gere y Diane Lane; convencida de que mostraba sus
vivencias.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">E</span><span lang="ES-EC">xperimentó
una atracción magnética y la sensación de una pasión eterna. Esta relación pasó
a ser el centro de su vida. Lo puso en un pedestal. En la intimidad le decía:
«Mi engreído de las canas», entre tanto él le enseñaba toda una nueva gama de
placeres de alcoba. Ella quería recordar el cuerpo de su amante, desde el
cabello hasta los dedos de los pies. Lograba ver con exactitud sus ojos claros,
serenos; el movimiento cadencioso del copete canoso sobre la nuca mientras la
poseía, la línea cuadrada de sus hombros, la forma de sus piernas y pecho
peludo, la contextura de su epidermis. Alucinaba entre la memoria y la locura.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Luego de hacer el amor, Luis
Alberto se vestía con tranquilidad. Tania observaba con atención como se
abotonaba la camisa, se ponía las medias, la prenda interior, los pantalones,
se miraba en el espejo para hacerse el nudo de la corbata. Cuando el diplomático
se colocaba la chaqueta, Tania sabía que no volvería a verlo hasta dentro de
varios días. Contemplaba con nostalgia las copas, los platos con resto de
comida, el cenicero lleno. Luis Alberto había dejado de fumar, pero Tania no,
lo que a él le molestaba sobremanera.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—Tanía, por favor, ¿cuándo vas a dejar de fumar?</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—¿Cuándo nos volveremos a ver?<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—dijo ella con expresión melancólica y
evadiendo su pregunta.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—No lo sé. Espero que lo más pronto posible. La
próxima semana debo viajar a un compromiso en Los Ángeles, por lo que estimo
que nos volveríamos a ver en unos quince días.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Esperar para Tania era una agonía que no soportaba.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—¡Llévame contigo! —suplicó.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Está bien
—respondió Luis Alberto luego de pensar un poco.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Tanía saltó de alegría. Lo abrazó y besó. Admiraba
su buena predisposición y agradecía al cielo el haberlo encontrado. Sentía la
necesidad de hablar todos los días con él. Era importante para ella saber todo
lo que pensaba y hacía; quería acompañarlo a todo compromiso social: viajes,
conciertos, cenas, a visitar a los amigos, hasta el ir de compras. Tanta
presencia de ella, al transcurrir de los días fue causando fastidio en el
diplomático.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Para Tania enamorada, la existencia se convirtió en
una montaña rusa. Nunca había sentido una pasión así por alguien y deseaba que
Luis Alberto se suba con ella a dar una vueltecita. Deseaba experimentar y se
lanzó con bríos a su nuevo amor y a un distinto estilo de vida sin mirar ni un
instante atrás. Ningún hombre podría soportar los cambios emocionales de esta
mujer, que no se tomaba nada a la ligera y se caracterizaba por su energía. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Cásate conmigo para enseñarte a vivir y
enseñarme a morir —le dijo él.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No Luis Alberto, me casaré contigo para
que me enseñes a madurar y yo te enseñaré a ser joven hasta el final —respondió
ella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Fue un matrimonio
maravilloso, tuvieron dos hijos y vivieron juntos hasta que él murió a los
noventa años.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Tania despertó
sobresaltada de su sueño, lamentando que haya sido eso, solo un sueño. </span><span lang="ES-EC">«¿Cuándo
se decidirá a proponerme matrimonio?», pensó con inquietud, mientras se
levantaba de la cama en busca de un vaso con agua. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Ella vivía alejada por completo
del drama que vivía Luis Alberto con sus dos hijas, Clara Serena y Matilde del
Rocío, quienes se oponían a su romance; no estaban tan contentas con el mismo
por la intensidad —toxicidad— de Tania. Ellas estudiaban en la universidad y
visitaban eventualmente a su padre en el departamento, quien solo les había
puesto de manifiesto algunas cuestiones puntuales de su relación con Tania que
le permitiera seguir con su galanteo sin dificultades, pero ellas, dotadas de
la intuición femenina, que en definitiva es lo más valioso, se dieron cuenta de
la pasión que envolvía a su progenitor. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—¿Cómo va tu relación con Tania? —preguntó Matilde
del Rocío.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—Bien —respondió Luis Alberto un poco sorprendido.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—Papá, esta relación no tiene futuro —dijo Clara
Serena.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—¿Por qué dices eso, hija? </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—¿Acaso no te has dado cuenta que ella está
desquiciada?</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—No exageres, hija —dijo Luis Alberto y añadió a
manera de disculpa—. Es un poco celosa, pero es porque me quiere.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—No es exageración, esa mujer está loca —añadió
Matilde del Rocío con énfasis.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">—Bueno, ustedes son mis hijas, las quiero mucho,
pero este es un asunto que no les compete; así que por favor no intervengan
—expresó molesto—. Ahora debo ir a trabajar.</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Luis Alberto salió. Se sentía responsable por la
muerte de su esposa, María del Carmen, por lo que no creía conveniente volver a
casarse, a pesar de que habían transcurrido diez años de su deceso. Cuando
desempeñaba el cargo de Viceministro de Relaciones Exteriores, tuvo un devaneo
con una funcionaria de menor rango, de lo cual se enteró María del Carmen,
agravando su enfermedad cardíaca, la que finalmente causó su muerte. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">«Luis Alberto, Luis Alberto, mi engreído de las
canas», suspiraba Tania. «Tú y yo somos de los pocos seres especiales de este
mundo, de los que comprenden lo que es en verdad la vida: música, amor,
belleza, conocimiento; somos, al fin y al cabo, tú y yo. ¿Por qué no soy todo
para ti? ¿Por qué me haces sufrir? ¿Qué te he hecho para que me trates así? ¡Te
amo!».</span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">El embajador</span><span lang="ES-EC"> ya no era
joven, pero distando todavía de llegar a viejo, miraba con seriedad las cosas
con un prisma positivo y práctico. Realizó un recuento sobre su relación. A
Tania la pretendió y conquistó con auténtico amor. Ya calmado su apasionamiento,
podía examinar con precisión hasta qué punto la anhelaba y cuál pudiera ser su
porvenir junto a ella. Reconoció un gran afecto, mezcla de ternura y embeleso,
vigorosos lazos que atan para siempre, sin embargo, no soportaba su
personalidad arrolladora y dominante. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Luis Alberto sintió un inmenso dolor al dar por
terminada la experiencia más bella y apasionada de su vida, pero ya no la
soportaba. Pretendía que el vínculo se consolidara una vez pasado el entusiasmo
inicial y se cristalizara en un amor más plácido y perdurable. Tania no estaba
para eso. Su actividad incesante, su forma como lo presionaba, su intensidad,
por no hablar sobre sus humores cambiantes, comenzaron a agotarlo. Ella sentía
necesidad por participar en todo cuanto él hacía. Muchas veces Luis Alberto
intentó explicarle que él era otro ser humano, con sentimientos personales, y
si no tratara de atraerlo tanto hacia ella, él no necesitaría distanciarse.
Jamás había vivido momentos tan ardientes como cuando ambos sintonizaban por
completo, pero fue imposible mantener en rieles a esa locomotora impetuosa
antes de que se descarrilara. También aquí la diferencia de edad y la oposición
de sus hijas tenían mucho que ver. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES-EC">Luis Alberto se sintió abrumado; por un lado, la mujer
a quien amaba y por otro su propia independencia. Necesitaba pasar cierto
tiempo lejos de Tania a fin de ordenar las motivaciones interiores que
precisaba para sus actividades diplomáticas. Ella buscaba el amor romántico
perfecto con su «engreído de las canas»; él sabía que nadie más podría darle la
clase de amor prodigado por Tania; más aún, nunca volvería a amar así. </span><span lang="ES-EC"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El engreído de las canas prefirió la paz y
tranquilidad a vivir dentro de las fraguas encendidas de un volcán.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-60005169927415405132023-10-19T14:16:00.000-07:002023-10-19T14:16:39.095-07:00Hera<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Ruth Rosales</b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tenía seis años cuando la vi por primera vez perder la
cabeza. En esa época no se usaban los cinturones de seguridad cuando viajabas
en coche y menos las sillas para menores. Ir de un lugar a otro en esa caja de
metal y acero era toda una aventura en total libertad. A mí me encantaba
acostarme en el espacio que se hacía entre la ventana trasera del maletero y
los asientos. El carro de mamá era un Ford Pinto de 1972, una caja de zapatos
aplastada con múltiples ventanas, perfecta para acomodarme como un gato en sus
huecos, mientras tenía la mejor vista de todas: el cielo azul tapizado de
nubarrones blancos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desde ese lugar de privilegio, le detallaba a la mujer
encargada del volante las formas que las nubes iban adquiriendo conforme
piloteaba esa nave desafiante de la velocidad. Mis relatos pasaban de ver
elefantes con enormes orejas flotantes a girasoles volando de pétalos dispersos
que viajan en forma de hadas, hasta posarse en árboles borrosos que se
deshacían con la goma del viento.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por lo general mi madre no me escuchaba. Decía que hablaba
tanto que había adquirido el superpoder de cancelar mi voz y concentrarse en
cualquier cosa que estuviera haciendo. Pero ese día, la radio dejó de sonar
mientras los sonidos de la ciudad se sincronizaban con la inhalación y
exhalación de nuestra respiración, y justo en ese instante, en donde el espacio
se suspende entre el vaivén del aire, mi voz salió directa y fresca
describiendo su último descubrimiento: «Y ahora el Jeep rojo de papá».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;">Mi mamá presionó el freno del Pinto blanco con tal fuerza que mi cuerpo rodó pasando de los asientos traseros a los tapetes del suelo</span></span><span style="font-family: verdana;">, empotrándose
entre los huecos de los lugares del piloto y copiloto. «¿Qué dices?» preguntó
poniendo la reversa en el control de cambios. «¿Dónde? ¿Estás segura? ¡Salte de
ahí, niña! ¿Dónde lo viste?».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">No esperó a que respondiera a ninguna de sus preguntas,
porque su mirada localizó lo que buscaba y, pasando de la reversa a la segunda
velocidad sin ponerle mucha atención a las quejas del Pinto, se dirigió a su
objetivo. Mi cabeza, por otro lado, trataba de evitar golpearse en las patas de
los asientos delanteros y las posaderas acolchonadas que, segundos antes,
habían amortiguado el impacto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando logré levantarme pude ver, a través de la ventana del
copiloto, a mi mamá dirigirse al Jeep descapotado y tocar el claxon una y otra
y otra vez. El lugar era un motel de esos que son descubiertos en donde todas
las habitaciones y ventanas dan al estacionamiento, así que no tardaron en
asomarse varias personas para ver qué estaba ocurriendo. Volteé a ver esos
rostros desconocidos sintiendo vergüenza por lo que mi madre hacía. El
movimiento rápido de la cortina de una de las habitaciones de la segunda planta
llamó mi atención. Entonces lo ví. Apareció el rostro de mi padre por unos
segundos para volver a desaparecer. Lo siguiente que recuerdo es a mi madre
golpeando desesperada la puerta colorada de esa habitación.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Salí del coche casi a hurtadillas. Subí agachada las
escaleras descubiertas que daban al segundo piso. Iba con cautela, procurando
no ser vista. Mi mente recordaba las palabras que mi madre siempre me decía:
«¡Si yo no te digo que te muevas, no te muevas!». Me sostuve del barandal que
daba al estacionamiento y evalué la posibilidad de acercarme a esa ventana que
segundos atrás me había mostrado el rostro de mi padre. Mi mamá no se había
percatado de mi presencia, su cuerpo estaba ocupado en empotrar unos puños
enérgicos sobre esa puerta colorada repitiendo sin cansancio: «¡Abre la puerta!
¡Abre la puerta maldita sea!». La rabia dilató sus pupilas. Por unos segundos
sus ojos se cruzaron con los míos pero pareció no importarle que yo estuviera
ahí. El impacto de los golpes era tan potente que mis ojos de niña solo veían
estrellas multicolores que flotaban de un lugar a otro hasta caer al suelo. Me
era difícil creer que esa mujer fuera el mismo ser paciente, calmado y amoroso
que solía disfrazar sus frustraciones con suspiros y miradas ausentes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi curiosidad fue más fuerte que el miedo a ser regañada,
así que me paré de puntitas dispuesta a ver lo que había detrás de esa cortina
casi transparente, pero no alcancé. Entre la puerta en donde estaba mi mamá
parada y la ventana que yo quería espiar había unas macetas sin plantas. Las
agarré, las volteé para formar un escalón y me subí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Ahí estaba mi padre sentado en un sillón. Tenía el brazo
izquierdo extendido en el respaldo, mientras su mano derecha sostenía un vaso
con un líquido café cristalino y varios hielos bailando en su interior. «Dame
una cuba», recordó mi voz interior. Así le pedía siempre la bebida a mi mamá.
Sus pies descansaban arriba de una mesita en donde reposaba el aparato para
cambiar los canales de la televisión. «¡Wow, la tele es de control remoto!»
dije en voz bajita asombrada por la posibilidad de tener un lujo de ese tamaño.
Al lado de mi padre había una señora de pie con un pelo rizado de color rojo
espectacular cayendo sobre sus hombros. «¡Es una bruja! ¡Qué <i style="mso-bidi-font-style: normal;">cool</i>!» dijo esa voz que brotaba de vez
en cuando desde mi pecho y retumbaba en mi frente. El cuerpo de la mujer estaba
en posición de guardia sosteniendo la puerta, algo así como los jugadores de
fútbol americano que mi papá veía todos los lunes sentado frente al televisor,
con una bebida en la mano, muy parecida a la que tenía justo en esos momentos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La escena en realidad era hermosa. Un par de leonas en plena
batalla. Una atacando, la otra defendiendo, mientras el león reposa
plácidamente en la sombra. «¡Abre la puerta maldita sea! ¡Abre la puerta!».
Pero la puerta nunca se abrió.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando se es infante, la percepción del tiempo se pierde.
Vives en el presente, absorbiendo el pasado y futuro como espejismos borrosos
que se confunden entre escenas en donde estás perdida en el bosque o cenando en
un castillo medieval con vista al mar, mientras afuera pelean dos barcos
piratas que han venido a robarte para luego pedir un jugoso rescate a tu padre
el rey, el cual perderá su reino entero con tal de tenerte de vuelta en casa. Y
es en esa confusión, entre la ilusión y la realidad, que no logro recordar el
orden de las cosas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Monos de peluche gigantes aparecían de repente en medio de
la sala de mi casa, justo después de que mi padre había amenazado a mi mamá que
estaba embarazada de mi hermano, con abandonarla junto con sus dos hijas.
Flores multicolores y olorosas brotando de jarrones que decoraban cada espacio
libre de la casa hasta terminar amontonadas en los lugares más inesperados como
las tapas del baño o las regaderas. Risas, cenas con amigos, en donde mi madre
mostraba orgullosa las piedras brillantes que decoraban su mano después de que
su esposo había estado ausente por una semana entera y regresara con tan
generosos regalos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El tiempo se confunde entre llantos de mujer ahogados al
lado de la fuente del jardín y los viajes familiares en donde la complicidad y
los bandos se marcaban entre los adultos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Tenía las fotos en mi mano y se las aventé.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Y aun así te lo siguió negando?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Tomó su abrigo y se fue. Al día de hoy no ha dicho nada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mi madre y sus hermanas hablando, mientras los esposos
tomaban sus cubas en la terraza de aquel hotel en Puerto Vallarta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—La amiga esa de mamá, la de la nariz de bola, dice que la
tía es una celosa ahoga maridos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Y eso qué quiere decir?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No sé, pero es lo que estaban hablando. Decía que las
esposas deberían de hacerse de la vista gorda.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Cómo es tener la vista gorda?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sepa. Los adultos hablan tan raro. Ahora es tu turno,
¿verdad o reto?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Reto!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mis primos repetían como merolicos lo que escuchaban cuando
los adultos creían que ya estábamos dormidos. Y la leyenda se extendía. Mi
madre la engañada. Mi madre la mártir. Mi madre la celosa. Mi madre la
abnegada. ¿Cuántos adjetivos más habrá absorbido su piel mientras nosotras sus
hijas crecíamos calladitas viéndonos más bonitas?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Hasta que un día el reino tembló. Mi padre llegó con un bebé
en brazos cuando mi madre empezaba con las primeras contracciones del trabajo
de parto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ese niño no entra a esta casa!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Es mi hijo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Llévatelo con los mil demonios! ¡Lárguense los dos!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La furia desbordada de mi madre estalló en un torrente de
fluidos acuosos que bajaron a borbotones entre sus piernas hinchadas y cansadas
de cargar la existencia de mi hermano. Ese día llegaron dos niños a la familia.
Uno a través de la vagina de mi madre, otro de los brazos temblorosos de mi
padre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Nunca supimos qué pasó con la mamá biológica de ese niño que
llegó a casa, pero tenía el pelo rojo, como la bruja del cuarto de aquel motel
en donde estaba mi padre tomándose esa cuba. A mis hermanas y a mí no nos
importó. Fue lindo crecer con dos niños en casa. Nosotras nos desvivíamos por
atenderlos, pero mi madre siempre nos ponía freno y decía que ellos tenían que
aprender cómo hacer las cosas. Por esa manera de pensar y actuar, también fue
criticada y juzgada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Cómo es posible que esté educando así a sus hijos? A los
hombres siempre los tiene que atender una mujer.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Y según escuché las hermanas no les tiran bola y al
pelirrojo lo traen como su chacha. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué esperabas? Seguro se está vengando del regalito del
marido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué regalito?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿No sabes? Dicen que ese no es hijo de ella, sino de una de
sus tantas aventuras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Nooo! ¿En serio?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, no sé. Yo sólo repito lo que por ahí escuché.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La realidad era que, aunque mi mamá procuró criar a ambos
niños en igualdad y respeto, nunca logró ocultar su exigencia y rudeza para con
el pelirrojo hijo de mi padre. Tal vez fue ese el motivo, o quizá los genes de
su madre biológica, que el pequeño formó un temperamento fuerte y un tanto
violento.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Desde el jardín de niños tomó el papel de protector de mi
hermano, quien, al contrario de él, era un niño escurrido, nervioso y con la
voz más dulce que un pan de muertos. Juntos parecían un par de caninos de razas
diferentes, en donde uno es un terrible bulldog, mientras el otro un pequeño
pomerania esponjoso y amoroso. Así eran los dos, luz y sombra, el yin y el yang
de un solo ser polarizado, porque eso sí, a dónde voltearas, siempre los veías
juntos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Tuvo que ser necesaria la intervención de una mujer para que
esas dos almas, que habían llegado al mundo casi con tres meses de diferencia,
terminaran separándose. Tan pegados estaban siempre, que la que era presa de
los afectos del pequeño, terminó embarazada del hermano equivocado. Mi madre se
las ingenió para convencer a mi padre de enlistar a su hijo mayor al servicio
militar, de esta manera, la nueva pareja tuvo que viajar a un país extranjero
lejos de los ojos entristecidos del favorito de la familia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">¡Vaya! No estoy diciendo que se notara esa diferencia, pero
mi mamá siempre vio a mi hermano pequeño como un ser indefenso que necesitaba
protección, tal vez por eso se hacía de la vista gorda y dejaba que el
pelirrojo fuera su guarura, pero de ahí a que le permitiera destrozar el
corazón de su cachorro y encima tener que ver cómo se propagaba la mala semilla
del producto de la amante de mi padre, era otra cosa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Hasta que se deshizo de ese bastardo!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Pues yo digo que no es de buena cristiana cerrarle la puerta
en las narices a los de tu sangre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Cuál sangre? ¡Si el chamaco era un bastardo!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—De todos modos. Uno como mujer decente se aguanta y acepta
con humildad la cruz que le toca cargar. Y ese muchacho era la de ella.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—No sé si estoy tan de acuerdo contigo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Es lo que es. Así es el papel de nosotras las mujeres. Hay
que asumirlo y aceptar la voluntad de Dios.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A pesar de las habladurías al pelirrojo de mi hermano le fue
bien en el ejército y la relación que tenía con mamá nunca se modificó, incluso
mejoró. Después de haber estado cinco años en la base militar norteamericana en
Alemania, formó parte de la operación denominada «Tormenta del Desierto» en la
guerra liderada por los Estados Unidos contra la República Iraquí. Tres años
después regresó a la base y rechazó el programa psicológico de integración. Una
noche, después de volver de la fiesta de año nuevo organizada para los
generales y soldados con sus familias, agredió físicamente a su esposa e hijos
quienes, al huir de su furia, lograron tomar el carro y escapar, pero ella
perdió el control del volante y se estrelló contra un árbol en la
carretera.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Esa noche, el mayor de los
varones de la familia, se convirtió en un viudo a cargo de tres niños que
criar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Como era de esperar regresó a casa. Mi madre lo recibió, a
él y a los pequeños, pero estaba muy molesta. Le dio tremendo sermón sobre por
qué a una mujer nunca se le pone una mano encima y menos a los hijos. Los meses
posteriores pude ser testigo del envejecimiento prematuro de la mujer que había
criado a tres mujeres y dos hombres en su juventud para ahora pasar a
encargarse de tres criaturas más. Mi violento hermano estuvo en tratamiento
psicológico y poco a poco fue trabajando su depresión y trastorno de estrés
postraumático producto de sus experiencias en la guerra y la muerte de su
esposa. Se enroló a un grupo de ayuda internacional para llevar alimento y
construir viviendas en los lugares afectados por los conflictos armados. No lo
volvimos a ver hasta siete años después.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando mi padre murió, poco después de que el pelirrojo de
su hijo se fuera a limpiar la conciencia por el mundo, mi hermano pequeño se
hizo cargo de la nueva familia. Mi madre como pudo sacó adelante a esos tres
niños, mis hermanas y yo ayudamos eventualmente, dadas también nuestras
circunstancias de mujeres cuidando a nuestras propias crías. Cada seis meses,
el padre de esas criaturas sin madre, mandaba una caja llena de artesanías,
prendas de algodón, muñecas de trapo, manteles de seda y semillas, muchas
semillas de plantas exóticas que mi mamá plantaba y cuidaba con un amor
delicado y paciente, ese que sólo las abuelas son capaces de transmitir. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cuando mi madre cumplió setenta años, le hicimos una
celebración en grande. Vinieron mis tías, tíos, primos y primas, así como las
amigas y amigos que tenía de los múltiples clubes de manualidades en los que
estaba. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Qué bien conservada se encuentra!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Qué va! Estaría mejor si no le hubieran achacado tanto
chamaco <i style="mso-bidi-font-style: normal;">pa’cuidar</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Es la cruz que le tocó cargar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Es una santa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Debió haber dejado al marido e irse a viajar en cuanto sus
hijos crecieron.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Debió conseguir un amante y pagarle con la misma moneda.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ya tendrá su recompensa, todo en esta vida se paga, o en la
otra.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Cada mesa tenía su propio tema de conversación. Yo escuchaba
y podía visualizar clarito a mi madre en cada una de las circunstancias en que
la retrataban. Y ahora ahí estaba ella, en la mesa principal, sentada cual la
reina sabia y solitaria que era. En eso se abrió la puerta del salón y entró un
hombre cargando un morral en la espalda y dos maletas en sus manos. Se hizo un
silencio inmediato. Caminó y llegó hasta el lugar en donde estaba la festejada.
Se hincó y le besó la mano derecha mientras ella, con rostro inexpresivo, le
acariciaba la cabeza con una ternura que creo nunca le había visto profesar por
el bastardo de su esposo. Un «hijo» se dibujaba en sus labios cuando la música
se volvía a escuchar y los invitados regresaban a poner atención a sus
platillos que contenían esos chiles rellenos de carne bañados en salsa de nuez
y granada tan propios de la temporada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mis hermanos volvieron a ser aquella unidad que eran de
niños. Mis sobrinos estaban felices de tener ahora dos padres y todo parecía
marchar en paz y armonía. Mi madre, libre ahora de responsabilidades
autoimpuestas, empezó a darse sus escapadas a quién sabe dónde. Al principio
nos preocupamos, pero después de que veíamos que siempre regresaba aún más
sonriente y tranquila, dejamos de hacerlo. Tres años después murió. Nunca
supimos a dónde se iba cuando desaparecía. Yo la imagino adentrándose en el
mar, con sus cabellos blancos entregados al viento mientras los peces la
reciben bailando entre sus pies.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-33628685378278624222023-10-16T13:57:00.000-07:002023-10-16T13:57:04.980-07:00Yo sí miento<p style="text-align: right;"><b style="font-family: verdana; text-align: justify;">Rosario Sánchez Infantas</b></p><p style="text-align: right;"><b style="font-family: verdana; text-align: justify;"><br /></b></p><p style="text-align: left;"><span style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">No te voy a mentir. Yo sí miento.</span></span></p><p style="margin-bottom: 6.0pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 6.0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana;">Llovía a cántaros, relámpagos y truenos
se sucedían uno tras otro, el viento silbaba en las ventanas del departamento. Era
la época de lluvias en la sierra. Mis hermanos y yo estábamos acostumbrados a
ellas y, además, todos los edificios del conjunto habitacional tenían
pararrayos y eran muy seguros. La casa olía a la leche caliente con cacao que
nos había servido papá antes de ir a dormir un poco porque esa noche haría guardia
en el hospital. Solo me di cuenta de que llovía mucho cuando mamá llegó de la calle con el
impermeable chorreando. Corrí entusiasmada a contarle<i>: «Ha nacido un gatito
con alas».</i> A pesar de que los adultos hablaban del <span lang="ES">«</span>uso
de razón» que se obtiene a los siete años de edad, la niñita deseosa de
aprender que fui, no sabía que existía algo llamado <i>especies</i>. O que la
reproducción solo producía nuevos individuos semejantes a los progenitores. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify; vertical-align: baseline;"><span style="font-family: verdana;">Guiando mis ojos con el índice para no
salirme del renglón, había leído con mucha dificultad, una nota debajo de un
dibujo de un gatito con un par de alas extendidas. Estaba en la hoja de un
diario que llegó a casa envolviendo una taza de porcelana. Recuerdo que aparecían
juntos: gato, halcón, laboratorio y no sé qué más palabras raras, que todas
juntas mi cabecita interpretó como: <span lang="ES">«</span>la verdad». ¡Parecía magia! ¡Voló mi
imaginación! <span lang="ES">«</span>¡Un elefante con un cangrejo! O será, ¿un elefante
con una cangreja? ¡Cuánta pulpa de cangrejo! Un toro con un cerdo, ¡mucho
jamón! Un pavo y una jirafa tendrían un jirafito con sabor a pavo. Quizás
también se podrían hacer manzanas que vinieran saltando y moviendo la cola».<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Me pareció que duró una eternidad el sermón de mi madre
acerca de no mentir. Apenas recuerdo: niña buena, pecado, castigo, Dios,
delincuentes, cárcel, infierno. Pasé el tiempo pensando: ¿Por qué, si digo la
verdad, mi mamá cree que miento? ¿Quiénes mienten? ¿Qué es decir la verdad? Yo le
conté la verdad y mi mamá me acusó de mentir. Yo creía que había entendido: los
adultos dicen la verdad porque saben bien aquello de ser bueno, pecado,
castigo, Dios, delincuentes y todo lo demás. Creía que los niños se podían
equivocar porque no sabían muchas cosas, como cuando yo pensaba que un kilo de
manzana era una manzana de un kilo, o que un molde de pan era lo mismo que un
pan de molde. Imaginaba que, a veces, los niños mentían cuando no entendían lo
de ser bueno, el pecado y todo lo demás. Eso, yo, ya lo había entendido; y sí,
había leído lo del gatito con alas. ¿Por qué mamá decía que mentía?<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y la cosa se ponía peor. No sé si porque me había
resentido me acordé que mamá sí mentía. Ella al ser grande sabía muchas cosas y
no debía equivocarse. También ella conocía lo de ser bueno, el pecado y todo lo
demás. Pero, a veces, me encargaba decirle a la profesora algo que ambas estábamos
seguras que no era cierto. Cuando iba a consulta con el médico, me doliera el
oído, el pie o un diente debía decirle al doctor que no tenía apetito. Así me
recetaba vitaminas. Pero, ¡yo sí tenía apetito! ¡Los adultos también mentían!
Me costó mucho aceptarlo. Cuando un ventrílocuo fue a mi escuela y le preguntó a
Coquito, su muñeco, cuáles eran las cinco vocales, yo escuchaba la respuesta <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«a, e, i, tres, y uno</span>» con la voz
de Coquito que abría mucho la bocota. Me parecía que el ventrílocuo no podría
haber respondido mal porque un adulto sí sabía las vocales; pero, me costaba
creer que el muñeco hablase. No se me había ocurrido que el dueño del muñeco
mentía.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Y es que los niños la tenemos difícil. A los siete años
<i>lejos</i> era <i>desde mi casa hasta el hospital</i> (cuatro cuadras).
Cuando la maestra decía que el elefante era el animal más grande, yo me
imaginaba un elefante desde mi casa hasta el hospital. Si el cóndor era el ave
más grande, era desde mi casa hasta el hospital; que la Rana Toro es el anfibio
más grande del mundo, desde casa hasta el hospital. ¿Quién ganaría en una pelea
entre esos animales? Y ¿quién ganaría entre Dios y un dragón? ¿Por qué Dios,
que es muy poderoso, no podía ganarle de una vez por todas al diablo? Qué
enredo en la cabeza cuando los vas conociendo mejor a cada uno de ellos. Y
encima, si te equivocas, te dicen que mientes. Si dices la verdad, también te
llaman mentiroso.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Temía tanto cuando mamá levantando la voz me decía: <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«¡Rocío del Pilar Elizabeth, ven aquí!</span>».
Sabía que entonces tocaba lo de ser bueno, el pecado y todo lo demás. Eso no
impedía que explorara cuanta cosa interesante hubiera en casa. Cajones y cofres
con tarjetas navideñas, recordatorios de los bautizos, joyitas de bisutería,
manualidades realizadas en la escuela, revistas, fotos y cartas antiguas. Creía
dejar todo tal cual lo había encontrado; pero al parecer los ojos adultos de
mamá podían mirar mejor que los míos. Solo quería observar, tocar, oler,
manipular aquellas cosas tan bonitas. No entendía qué tenía que ver eso con las
alas del gato y con lo de ser bueno, el pecado y todo lo demás. Conforme yo
crecía aumentaba el tono de las reprimendas. Además, las monjas del colegio también
ayudaron a aumentar la culpa. Ya me afectaba mucho más cada <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«¡Rocío del Pilar Elizabeth, ven aquí!</span>». <o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Se me revolvió el cerebro aquella vez que a papá le
tocaba trabajar, mis hermanos y yo teníamos vacaciones escolares y mamá estaba
de franco. Ella decidió que fuéramos al cine a ver a Cantinflas en la película <i>Pepe.
</i>Era de aprovechar que llegaba al pueblo, allá por los sesenta, una de las primeras
películas en colores. No sé por qué nos dio la consigna: <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«No se lo digan a papá</span>». Los hijos
obedientes no tocamos el tema. No sé si eso cuenta como mentira.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Unos meses más adelante <i>Pepe </i>se exhibía<i> </i>en
el otro cine de la localidad. Mis padres no trabajaban y nosotros no
estudiábamos aquel sábado cuando papá propuso ir a ver a Cantinflas.
Automáticamente recordé: niña buena, pecado, castigo, Dios, delincuentes,
cárcel, infierno. Al parecer mis hermanos y yo teníamos telepatía porque
empalidecimos y recordamos la orden de mamá de no decirle a papá que habíamos
ido a ver a <i>Pepe. </i>Papá esperaba respuestas entusiastas y no el
tartamudeo que le sobrevino a sus tres hijos. Yo pensé que no era tan malo
volver a ver la película. Suspiraba aliviada cuando escuché a mamá dirigiéndose
a papá en un tono divertido:<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>–¡Esa película
ya la hemos visto!<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">¡¡¿Qué?!! ¿No era que había que ocultárselo a papá? Se
suponía que algo grave pasaría si papá se enteraba. ¡Y ahora ella misma se lo
decía! <o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">–No, no la hemos visto, apúrense, alístense –dijo papá.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">–Hombre, ¿no te acuerdas? Ya la hemos visto, ¿no
chicos? –Se dirigió a nosotros, tres muchachitos a los que les desenchufó el
cerebro unos segundos. De tartamudos pasamos a mudos.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">–¡Claro que ya la hemos visto! ¿Quieres café? –dijo mamá
mientras se iba a la cocina.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Papá miró hacia arriba como buscando algo que le
recordara la película, hizo un gesto de confusión, pidió un café para él y se
fue a leer el periódico al sofá.<o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ahí fue cuando decidí que ante cada <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«¡Rocío del Pilar Elizabeth, ven aquí!</span>», yo
me diría la verdad: me dan miedo sus reprimendas, solo quería mirar las cosas
lindas. Si ella quiere que yo diga la verdad, pues le diré que le digo la
verdad: <span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES;">«Yo no fui, verdacito, yo no
fui</span>». <o:p></o:p></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Comencé a mentir por miedo a las reprimendas. ¿A qué le
tendría miedo mamá cuando mentía?</span><o:p></o:p></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-10600793072999369542023-10-10T09:04:00.001-07:002023-10-10T15:04:32.085-07:00El gran hongo pétreo<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Erika L. Ramírez Levín</b></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><o:p><span style="font-family: verdana;"> </span></o:p></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«A su derecha tenemos el denominado “Gran Hongo”.
Cuenta la leyenda que, dentro de esta inusual cabaña de dos pisos hecha de
piedra, habitaba un matrimonio descendiente de la cultura celta, cuya magia mitológica
formaba parte de su vida cotidiana. Nadie sabe a ciencia cierta qué les
ocurrió. Se dice que a la esposa la asesinaron en su habitación y el esposo
desapareció sin dejar rastro. Las especulaciones no se hicieron esperar, la
policía nunca tuvo pruebas contundentes y, al final, todo quedó difuminado en
rumores sin fundamento. <o:p></o:p></span></span><span style="font-family: verdana;">De hecho, ustedes son afortunados de estar aquí hoy, pues las autoridades nos han cancelado este destino de nuestra ruta mágica. ¿Nuevos inquilinos? ¿Otro asesinato? No sabemos más. Misteeeriooooo —esta última palabra se escuchó muy despacio, con un tono más grave—. Bien, amigos, más adelante podremos ver el lago encantado; sus historias nos trasladan a…». </span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">La voz del guía continuaba oyéndose por el
altavoz del autobús, excepto para el pasajero sentado junto a la ventanilla. Con
la mirada húmeda y fija en la edificación pétrea, el hombre sintió una punzada
en el corazón. Estaba absorto en sus pensamientos cuando, con un sobresalto,
alcanzó a ver en la base del hongo, detrás de una de las ventanas, una sombra
que corría la cortina. Metió la mano a la mochila que reposaba sobre sus
piernas y el llanto, en un instante, se tornó en esperanza.</span></div>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Después de cinco horas de vuelo y dos más de
carretera, Sebastián llegó a lo que parecía un paisaje boscoso plasmado en una
pintura al óleo. El taxi se detuvo frente a una pequeña verja de madera
despintada y, en cuanto se bajó, respiró ese aire húmedo y fresco que desde
hacía varios años relacionaba con su felicidad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El enrejado circunvalaba un espléndido jardín.
Al fondo, bordeada de pasto sobrecrecido y florecillas silvestres, se asentaba
una hermosa cabaña rústica de piedra desgastada por el clima y el tiempo. Contempló
algunos minutos esa escena, sonriendo al relacionar la choza frente a él con
una de sus caricaturas favoritas de su infancia, pues tenía la forma de un
hongo gigante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Suspiró conmovido. Con maleta en mano dio
unos pasos para abrir la entrada de la valla que separaba el camino de su
destino. «¡Ah! Ese rechinido, ¡ya lo extrañaba!». Conforme avanzó por el
sendero de rocas lodosas, grises y blancuzcas, notó los helechos distribuidos
sin orden en todo el jardín acompañados por unas estatuas de pequeños y alegres
gnomos completando el decorado. Levantó la vista. Al final de la vereda, la
viejilla regordeta ya lo esperaba en el umbral. Siempre olvidaba lo alta que
era a pesar de la edad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Adelyn! ¡Buenas tardes! Qué placer verla —saludó
con auténtico gusto a la mujer ojizarca que lo escrutaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Bienvenido. Pensé que no vendría este año
—replicó la anciana dándose la vuelta hacia el interior, agitando el brazo
derecho para que la siguiera.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ya ve que estuve a punto de cancelar, el trabajo
se complicó. Qué bueno que no lo hice. Necesito el descanso, usted lo sabe.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Y yo necesito su apoyo, también lo sabe. Hay
días en que están peor que otros y más tardo en levantar, que ellos en volver a
desordenar. ¿Puede creer que pasé un mes buscando el hervidor para mi café?
Tuve que usar ese aparatejo que usted nos regaló hace dos años y que no sirve
ni para calentar agua. </span></span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: verdana;">Esa tecnología, no cabe duda, ¡es de trasgos! ¡Una desgracia!</span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">El huésped reía ante las ocurrencias de Adelyn. Desde que los conoció supo que eran todos unos personajes. Estaban en contra de cualquier avance tecnológico. La comunicación tenía que ser por carta y, por más que él quisiera facilitarles la vida —como el horno de microondas al cual se refería la señora—, la negativa a su uso era rotundo.</span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Ella en
especial tenía un carácter hosco que provocaba que las personas se ofendieran
y se alejaran. No obstante, él sabía que bastaban cinco minutos para darse
cuenta de que en todo momento ponía el corazón por delante. Su esposo, Dagda,
agricultor y comerciante de «pociones» —como ellos las llamaban—, viajaba
seguido. Sebastián los había conocido, casi diez años atrás, una noche en que el
anciano regresaba de una de sus travesías y lo encontró en el bosque,
desorientado, al haber perdido al grupo de senderismo con el que caminaba. Sin
chistar le ofrecieron refugio, demostrando desde entonces la generosidad que
los caracterizaba.</span></div>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Subió a la habitación que, a partir de
aquella vez, reservaban para él. Dejó en la mesita de noche la novela que había
comenzado a leer en el avión, desempacó casi toda su ropa y se aseguró de guardar
la maleta bajo la cama. Pensaba darse un baño cuando lo sorprendió un estruendo
en la cocina. Corrió hacia las escaleras y escuchó a Adelyn gritarle:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Negro! ¡Vístase de negro! <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Por un instante no comprendió las palabras de
su anfitriona y se detuvo. Segundos después, asintió con la cabeza para sí. Regresó
al cuarto presuroso. Abrió la maleta —que estaba sobre la cama— y sacó el
atuendo negro que siempre traía a sus vacaciones a petición del matrimonio
desde que los conoció y que, tras dos años de no usarlo, optaba por mantenerlo
sin desempacar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Se cambió lo más rápido que pudo, aventó la
ropa sucia al cesto junto al ropero y estaba por salir cuando reparó en la
ubicación de la maleta: minutos atrás, al sacar la muda negra, la encontró
sobre el lecho, pero... Sus ojos, en un acto reflejo, se entornaron en
dirección a la base del colchón. Arrugó el entrecejo. Confundido, señalaba de
arriba abajo y de abajo arriba, con el índice derecho, la valija y el piso, pero
un hedor penetrante lo distrajo de sus reflexiones obligándolo a disminuir la
cantidad de aire que inhalaba. Recordó al instante la prisa que tenía. Tomó un
pañuelo que estaba sobre la cómoda, cubrió la parte inferior de su rostro y bajó
rápido las escaleras hacia la cocina. Halló a la señora frente a la estufa murmurando
«¡Oh, Gob!» una y otra vez.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Está bien, Adelyn? ¿Qué sucedió? —preguntó sin
ocultar la sorpresa al ver todos los trastos esparcidos por el piso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Creo que no apreció su llegada —contestó
intentando levantar uno a uno los utensilios—. ¡Qué raro! Pensé que le animaba
su visita… Ayúdeme, por favor, voy a cambiarme.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mientras recogía, el viajero recordaba las
historias que la pareja le había platicado a lo largo del tiempo. Historias que
él pensaba que eran eso, cuentos fantásticos basados en una mitología de la
cual ellos se creían ligados de manera profunda y sustancial. Pero ¿y esto?
Ella ya estaba mayor para aventar cuanta olla, plato y cuchara hubiera en la
cocina y, además, ¿para qué? Meditaba lo anterior cuando escuchó unos pasos
cansinos arrastrándose hacia él.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Listo, ya está todo en su lugar —dijo,
dejando caer la mano con ternura sobre el hombro de su anfitriona. Adelyn,
ataviada con un vestido negro, recargó un segundo su mejilla en el dorso de la
mano de su invitado y regresó a la estufa para retirar el agua de la lumbre.</span></span><span style="font-family: verdana;"> </span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Preparaba un chocolate caliente antes de
que... Bueno, supongo que está cansado y que lo único que quiere es bañarse y
dormir. De todos modos, hay que esperar un poco. Al menos la pestilencia va
disminuyendo y ya dejó de aventar cosas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Disfrutaron la bebida en silencio sentados en
la sala. Sebastián recorrió con la mirada cada rincón de la abarrotada estancia.
Había macetas con helechos en varias partes de la casa y, de nuevo, aquellas
figurillas de gnomos acomodadas en múltiples espacios. Dudó en iniciar «esa conversación».
Aun así, sabía que tarde o temprano saldría a flote.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Entonces, ¿la siguen molestando?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Las facciones de Adelyn se tornaron adustas, pensativas.
<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Estoy segura de que es un <i>bwachyod</i>,
muy temperamental como se habrá dado cuenta. Ojalá que se le pase el berrinche
pronto. Por eso —y redujo lo más que pudo el volumen de su voz, curvando su
mano libre para colocarla alrededor de la boca a fin de que solo él pudiera
leer sus labios—, prefiero a los gnomos. Malditos duendes de pacotilla. Está
bien esconder cosas para divertirse, pero ¿aventar cacerolas apuntando a dañar?
No, no, no…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El invitado asintió más por obligación que
por convencimiento. En todos los años que llevaba de conocerlos sabía que eran
unas personas inteligentes, trabajadoras y, de no ser por este tema de la
mitología celta, los duendes y los gnomos, parecían un matrimonio estable,
feliz… cuerdo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Y Dagda? ¿Cuándo regresa? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Ah, mi Dagda! Ya van dos meses que se fue. Todo
el tiempo procura escribirme, ya ve lo considerado que es —Sebastián sonrió y
afirmó con la cabeza—. Si mis cuentas no me fallan, debería usted poder
saludarlo antes de que termine su estancia aquí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Qué gusto! El año pasado no tuve la fortuna
de coincidir con él.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡A él también le dará mucha alegría verlo! Se
la pasa preguntando cómo se encuentra usted y cuándo tendrá sus vacaciones.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El joven tomó las tazas vacías y las llevó a
la cocina para lavarlas. Luego, le ofreció el brazo a su inquilina para subir
las escaleras y cada uno se retiró a sus aposentos a descansar. La habitación
del matrimonio estaba justo frente a la él, separadas por un pequeño vestíbulo
con una mesita y varias repisas cubiertas por fotografías de familiares o
amigos de su juventud y por figuritas de gnomos en diversas posturas,
sonrientes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sebastián sacó del armario su pijama, se dio
una ducha en el baño integrado a su recámara y, al salir, se disponía a
continuar unas páginas de su lectura cuando notó que el libro, que creyó haber
dejado en la mesita junto a la cama, no estaba ahí. Buscó dentro de la maleta, en
el piso, entre la ropa que había colgado, regresó al baño, volvió a mirar en la
mesita y, al mismo tiempo, tentó todas las superficies de los muebles por si su
vista le estuviera jugando una mala pasada… no tuvo éxito. Sin darle
importancia, se cubrió con las cobijas y se quedó dormido casi al instante.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Soñaba que flotaba boca arriba, en un mar
apacible, templado, bajo los rayos de un sol cálido mas no quemante. Había añorado
tanto este descanso… percibía cómo la masa acuosa lo sostenía envolviéndolo
desde la cabeza hasta los pies y el movimiento cadencioso hacía que el agua le tapara
y destapara a capricho los oídos. ¿Qué era eso? Si bien no había gente
alrededor, a lo lejos creyó oír a alguien pedir ayuda. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los sonidos guturales continuaron y su
desesperación aumentó. ¿Quién era? Un súbito fragor lo despertó. Confundido al
no saber dónde estaba, prendió la lámpara a su costado y, poco a poco, recordó
haber llegado a la cabaña. Volteó hacia la ventana y se percató de que la
maceta que vio sobre el alféizar antes de acostarse, junto a una de las
estatuas de un gnomo, se había caído provocando el ruido que lo arrancó de su
sueño. Se mantuvo unos segundos alerta y volvió a escuchar el quejido. Se
levantó y fue hacia la recámara de enfrente. Tocó la puerta. Nada. Recargó su
oído en la madera y logró percibir el lamento angustioso del otro lado. Volvió
a tocar ahora diciendo en voz alta: «¡Adelyn, voy a entrar!». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">La encontró acostada boca arriba, tapada
hasta el cuello, con una expresión afligida, quejándose y teniendo problemas
para respirar. Abría la boca intentando jalar más aire del que inhalaba. Él se
sentó en la orilla de la cama y comenzó a hablarle, a moverla despacio para que
fuera recuperando la conciencia. Inquieto al darse cuenta de que no reaccionaba,
la agitó más fuerte hasta que los ojos de la anciana se abrieron acompañando el
momento con una última bocanada de aire. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Se… bas… —jadeaba intentando recobrar el
aliento—, Sebas… tián… ¡No podía… respirar! El pecho… <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¡Sentía como si alguien estuviera sentado
sobre mi pecho!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Ya pasó, calma. Debió ser una pesadilla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No!... No. Fue obra de ese duende, ¡se lo
aseguro! No sé por qué está tan enojado. ¡Jamás había pasado!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Adelyn, estoy seguro de que debe estar muy
cansada y, en ocasiones, la mente nos juega mal y creemos que alguien nos está
presionando el cuerpo y no podemos movernos —explicaba con un tono de voz
calmado, intentando tranquilizarla—. Conozco una expresión mexicana, dicen que
«se sube el muerto». Suena chistoso, ¿no? —sonrió y luego, casi de inmediato,
torció la boca y arrugó el entrecejo—. O tétrico, vaya usted a saber. Le
aseguro que todo es obra del cerebro y…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No! —lo interrumpió alterada—. ¡Fue él! El
mismo que aventó las cosas en la cocina, estoy segura. Algo lo perturbó y no
entiendo qué. Él sabe que usted viene cada semestre, sabe que mi Dagda viaja
mucho. Yo me porto igual, no sé… no sé…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Sebastián no quiso irritarla más; le pidió
que respirara profundo y que intentara volver a dormir para que al día
siguiente pensaran en una solución. Con reticencia se acomodó y cerró los ojos
hasta que volvió a caer dormida. Él se levantó despacio y salió lo más sigiloso
que pudo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Metido otra vez en la cama e inquieto por lo
que había ocurrido en la cocina, estiró el brazo para tomar su celular. Sus
dedos sintieron que el aparato estaba en el borde de… volteó la cabeza hacia su
mano… ¡¿Su libro?! Era habitual que le pasaran situaciones similares estando
ahí. Recordó el episodio de la maleta. Él lo achacaba al exceso de relajamiento
que sentía en ese lugar, provocando que se distrajera y olvidara dónde dejaba
las cosas. Pese a eso, él estaba seguro de haber buscado ahí en más de dos
ocasiones. «¡Sí que estoy mal!».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Acomodado sobre dos almohadas y con el
celular en las manos, comenzó a leer varios artículos en internet de historias
que le habían platicado sus anfitriones, en particular, del <i>bwachyod</i> que
mencionó Adelyn.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Relativo a los <i>brownies</i>, los <i>bwachyod</i>
pertenecen a la mitología celta. Llamados duendes del hogar, estos seres son muy
temperamentales. Al sentirse agredidos o insultados emiten una pestilencia que
alcanza varias habitaciones y, escondidos en un rincón, comienzan a arrojar y
mover objetos por medio de su magia».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Lo peor que uno puede hacer ante la furia de
un <i>bwachyod</i> es disculparse. Se recomienda vestirse de negro, ya que ese
color lo relacionan con los sacerdotes a quienes temen y respetan por igual, y
esperar a que su coraje vaya disminuyendo».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«Existe un tipo de duende que no solo vive
con los humanos, sino que vive <i>de</i> los humanos, alimentándose de su
energía y vitalidad. Estos trasgos se caracterizan por posarse sobre el pecho
de sus víctimas produciendo una sensación de ahogamiento».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">«No hay que confundir a los gnomos con los
duendes, aunque ambos sean seres mágicos. Los últimos son bromistas y
traviesos; en general son astutos, inteligentes, burlones, y existen algunos que
buscan generar daño a las personas provocándoles pesadillas o, en otros casos,
ahogamientos o molestias somáticas. Por otro lado, los gnomos suelen vivir en
el interior de la tierra. Son conocidos por ser grandes sabios y tener un
profundo entendimiento del cosmos. Son bondadosos, amables, serviciales y
protectores. Los helechos son sus plantas favoritas, por lo que colocarlas
dentro del hogar ayuda a que puedan habitar dentro de las moradas. Además, se
cree que colocar figuras de ellos en el jardín o en el interior del hogar, en
macetas, atrae la prosperidad y la buena suerte. Su rey es conocido como <i>Gob</i>,
<i>Ghob</i> o <i>Ghom</i>».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Mientras más leía, más incrédulo se sentía.
Casi todas las características que el matrimonio le había platicado como
anécdota, las estaba leyendo en libros o publicaciones que parecían serias. Hasta
encontró artículos que sugerían que algunas personas de renombre tuvieron contacto
directo con estos seres fantásticos, como el escritor escocés Robert Louis
Stevenson, cuya idea para su obra <i>El extraño caso del doctor Jekyll y el
señor Hyde</i> fue sugerida por un <i>brownie</i>. Continuó leyendo hasta que
el cansancio lo venció y sucumbió al sueño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">A la mañana siguiente, la luz penetró por las
cortinas traslúcidas que cubrían la gran ventana del cuarto y Sebastián se
levantó al escuchar la puerta de abajo cerrarse con un golpe seco. Recordó todo
lo ocurrido el día previo y descendió de prisa para encontrarse cara a cara con
Dagda.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Sebastián! ¡Lo alcancé! —celebró el anciano
al ver al joven, apretujándolo en un abrazo fuerte y prolongado. Si Adelyn era
alta, su esposo lo era aún más, por lo que imaginó que así se sentiría ser
abrazado por un oso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Dagda! ¡Tanto tiempo! —respondió el
invitado con dificultad por el poco aire que le quedaba en los pulmones, aunque
igual de emocionado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El alboroto había despertado a Adelyn, quien
bajaba de manera pausada las escaleras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Mi amor! ¡Has vuelto! —gritaba con esfuerzo
desde los últimos escalones.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Te encuentras bien, bella mía? Te noto
cansada —inquirió su marido después de abrazarla y besarla con ternura y
vehemencia contenida.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sí, sí, no te angusties. Es aquél que anda
sensible.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¿Le has dejado su cena? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Sabes que no lo olvido, por eso no entiendo
qué lo ha importunado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los tres se reunieron en la mesa del comedor
a desayunar y aprovecharon para poner al corriente al recién llegado de lo que
había pasado. Dagda, perturbado por lo que escuchaba, cada vez se ponía más
serio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Recuérdame, amor mío, al saber que era
posible que nuestro amigo no viniera y yo partí poco después, ¿te encargaste de
anunciar en voz alta que, por fortuna, Sebastián sí había logrado arreglar las
cosas para acompañarnos estas semanas?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Adelyn se quedó pensativa y de pronto
comprendió todo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡No! ¡Lo olvidé por completo! ¡Tonta, tonta
de mí! —chilló desconsolada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Calma, amor, calma. Esperemos que el
berrinche haya pasado y ahora comprenda que no fue de mala fe haber ocultado la
información. Al final estamos los tres y eso debe de bastar para que se sienta
mejor. Pidamos que así sea.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Dagda terminó de hablar y tomó la mano de su
esposa para tranquilizarla. Su rostro sonreía, mas sus interlocutores
percibieron el esfuerzo que hizo para ocultar el terror que se tatuaba en su
mirada… con toda razón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Un minuto después, el tufo que Sebastián
percibió la noche anterior volvió más fétido y putrefacto. Incluso les pareció
notar una ligera neblina verduzca en el ambiente, casi caricaturesca. Los ojos
de Dagda se desorbitaron y alcanzó a gritar: «¡Agáchenseeeee!», justo en el
momento en que la vajilla dentro de la vitrina frente a ellos comenzara a salir
volando por el aire, estrellándose en cuanta superficie encontraba en su
camino. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">Los tres cubrieron sus cabezas con los brazos
intentando protegerse del ataque de platos, tazas o cucharas que salían
disparados del mueble. Sin embargo, un cuchillo logró burlar las defensas
humanas y rasgó el cuello de Adelyn, haciéndola caer de bruces sobre un enorme
charco de sangre que borboteaba de la herida. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El esposo alcanzó a su amada y la volteó boca
arriba, emitiendo un aullido desgarrador. «¡¡¡Noooo!!! ¡Por favor, por favor,
ayúdanos Goooob!», imploraba. Sebastián se unió a la pareja, atónito por lo que
acababa de presenciar, mudo sin saber qué hacer o decir. Tomó la mano de la
señora a la que había llegado a amar como si fuera su familia, cruzó miradas
con el hombre a quien también idolatraba y, sin más, un brillo cegador iluminó
la estancia. Ambos entrecerraron los ojos ante la blancura del destello. Enseguida,
el ataque cesó y el hedor se dispersó. Dagda secó sus lágrimas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—¡Oh! ¡Gracias, Gob! Sebastián, ¡váyase!
—imploró el anciano—. La gente de los alrededores comenzará a inventar
historias y, si lo ven aquí, pensarán lo peor. ¡Váyase antes de que alguien
venga! Yo me encargo. Los gnomos… ¡están ayudando! ¡Hay esperanza! ¡Vamos!,
recoja sus cosas…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El joven, en automático, subió a la
habitación. Para su sorpresa, su maleta yacía empacada sobre la cama y, arriba
de ella, descansaba la pequeña figura del gnomo que, la noche anterior, estaba
sobre el alféizar de la ventana junto a la maceta que lo despertó al caer. No
tuvo tiempo de analizar esto; solo agarró la valija, la figurilla y salió
presuroso. Se detuvo de golpe al ver cómo Dagda, en el cuarto de enfrente,
dejaba recostada a su amada en su lecho. Aun cuando la luz de la recámara era
escasa a pesar de que no era ni mediodía, Sebastián creyó ver que la herida en
el cuello de Adelyn era más pequeña.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Dagda, yo… no entiendo… por favor… —suplicó.
Deseaba decir más, ayudar, apoyar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">—Amigo mío, no queremos que lo perjudiquen si
se sabe que estuvo aquí. Esta situación, no sé, nunca nos había pasado algo
así. Gob nos está ayudando, pero mi Adelyn está muy débil, no sé si… —un
sollozo se ahogó en la garganta de ese enorme pero bondadoso hombre—. Ha sido
un verdadero placer habernos cruzado en su camino y agradezco que haya cuidado
y acompañado a mi bello amor durante mi ausencia. Siempre lo tendremos en
nuestros corazones.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-MX"><span style="font-family: verdana;">El joven soltó un plañido inundado de dolor e
impotencia y salió del gran hongo de piedra sin voltear atrás. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="TallerN" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Años más tarde, sentado en ese camión turístico, Sebastián sintió un gran vuelco en el alma al escuchar la historia que el guía ofrecía en el recorrido, pues él sabía la verdad tras la leyenda del gran hongo de piedra y no había día o noche que no extrañara a sus viejos amigos celtas y se preguntara si Adelyn habría sobrevivido. Pese a que muchas veces intentó contactarlos, cada carta que enviaba era devuelta y, debido al asunto del homicidio, las autoridades habían prohibido que la gente se acercara a la zona. Pero ahora, esa sombra… ¿Dagda? Y lo que dijo el guía sobre nuevos inquilinos… ¿podría ser? Sacó de su mochila la figurilla del gnomo que guardaba desde entonces y una hoja arrugada de tantas veces que la había leído, escrita con impecable caligrafía, recibida aquella mañana por correo. «La ruta mágica, querido amigo. Pronto». Se llevó el papel al pecho, como abrazándola, y una inmensa esperanza se apoderó del abismo en el que había vivido hasta que, ocho horas atrás, seis palabras lo habían instado a hacer ese paseo.</span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-45323717490834433642023-09-14T09:27:00.000-07:002023-09-14T09:27:01.665-07:00Atención, damitas<p style="text-align: right;"><b><span style="font-family: verdana;">Patricio Durán</span></b></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: verdana;"><br /></span></b></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carla se
encontraba recostada en su sillón favorito. Mientras le daba un sorbo a su café
expreso, navegaba por la red y despertó su curiosidad un mensaje que decía:
«Atención, damitas». Dio clic en el enlace y se le desplegó la siguiente
información: «Hombre hispano, divorciado, de baja estatura, medio gordo,
cincuentón, con calvicie incipiente, en regular estado de salud, mal dotado,
pobre, casi siempre borracho; busca dama soltera, viuda o divorciada; blanca,
atractiva e inteligente, para que confirme la opinión de su exesposa sobre él;
que tenga entre treinta y cuatro y cuarenta y cinco años. No quiero mujer
perfecta, que posea defectos, pero cuyos defectos me gusten. Interesadas
comunicarse por interno». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carla tenía
treinta y seis años, soltera, se consideraba atractiva e inteligente, así que
puso atención al mensaje, aunque en un principio no le hizo gracia la
descripción del sujeto: «…medio gordo, mal dotado, casi siempre borracho… ¿Qué
es eso? ¿Cómo un tipo piensa que puede atraer a una mujer con semejante imagen?
Terminó su café expreso. Una ligera sonrisa se le dibujó en el rostro. También
sintió cierta aprensión. Siguió navegando en la red.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Cansada de tanto
Internet decidió tomar un baño relajante, llenó la tina con agua a treinta
grados de temperatura, puso sales minerales de sus aromas favoritos, sobre todo
la «Rosa del Himalaya», que la ayudaban a calmarse y a disminuir las tensiones
diarias, y se sumergió. Más relajada empezó a cavilar en el tipo que puso el
anuncio «Atención, damitas». «Debe sentirse desesperado, o solo, terriblemente
solo para escribir algo así», pensó. «O quizás es lo contrario de lo que ha
manifestado y quiere ver cómo reaccionan las mujeres». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Se lo imaginó como
un hombre con escasa habilidad para establecer una relación sentimental; tal
vez tiene baja autoestima por su mal aspecto al ser bajo, calvo, no ha tenido
opción de conocer a mujeres dispuestas a empezar un romance, o tiene problemas
mentales, sexuales y de salud, quizás es alcohólico…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carla salió de la
bañera, se secó, vistió y preparó otro café expreso que acompañó con tarta de
chocolate. Se conectó nuevamente al mensaje de «Atención, damitas». Apuntó su
nombre: Carlos Luis Barrera, y el número de teléfono. Leyó por segunda vez. El
anuncio, bien mirado, era bastante divertido. Por lo menos había mostrado ser
original al escribirlo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Decidió llamarlo.
El teléfono timbró tres veces. «Hola», contestó él. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Con el señor
Carlos Luis Barrera? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Sí?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Es que vi su
anuncio. Su anuncio «Atención, damitas»…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Ah, sí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Me llamo Carla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Cómo estás,
Carla?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Oh, muy bien.
Bueno, señor Barrera…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Llámame Carlos
Luis, a secas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, Carlos
Luis, a secas, ja, ja, ja, me siento como una tonta. ¿Sabes por qué he llamado?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Viste mi anuncio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, quiero
decir, ja, ja, ja. ¿Qué es lo que te pasa? ¿No puedes conseguir una mujer?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Creo que no.
Carla, dime: ¿dónde están?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Las mujeres?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Sí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Oh, pues en todas
partes, ya sabes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Dónde? Dime.
¿Dónde?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, en la
iglesia, por ejemplo. Hay mujeres en la iglesia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No me gustan las
santurronas ni mosquitas muertas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Pues hay también
en los colegios, en las universidades…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Tampoco me gustan
las estudiantes, son unas zorras redomadas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Puedes salir a
bares, discotecas, en fin…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Así lo hago, pero
tampoco ha funcionado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Oh. ¿En realidad
eres tal cual cómo te describes?: de baja estatura, medio gordo, cincuentón,
con calvicie incipiente, en regular estado de salud, mal dotado, pobre, casi
siempre borracho…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Escucha. ¿Por qué
no vienes a mi casa y lo compruebas? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No puedo. Es
tarde. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No es tan tarde.
Escucha, viste mi anuncio y llamaste. Debes estar interesada. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, es que…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Tienes miedo, eso
es lo que te pasa. Tienes miedo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No, yo no tengo
miedo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Entonces vente,
Carla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, es que…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¡Vamos!<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, de
acuerdo. Estaré allí en veinte minutos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El señor Barrera
vivía en un moderno edificio ubicado en un barrio exclusivo. Nada que ver con
lo «pobre» que decía el anuncio. Esto le hizo pensar a Carla que lo escrito en
«Atención, damitas» era una farsa. El conserje del inmueble registró su nombre:
Carla Bruni, razón de la visita: personal al señor Carlos Luis Barrera. «Por
favor, tome el ascensor hasta el quinto piso, departamento 5-12», dijo el
portero. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Al llegar al
departamento indicado Carla timbró. La puerta se abrió y allí estaba el
enigmático señor Barrera de cuerpo entero. En efecto, tal como lo había intuido
Carla, el susodicho resultó lo contrario a lo descrito en el anuncio. A sus
cincuenta y seis años todavía era un hombre atractivo, afeitado correctamente,
cabello entrecano, engominado, apenas se notaban unas líneas de expresión en la
frente, de un metro ochenta y tres centímetros, revestido de un encanto
irresistible para las damas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Entra, Carla…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Ella ingresó y la
puerta se cerró inmediatamente. Carla usaba un vestido floreado de líneas
sencillas y un corte cómodo que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba medias
panti color piel que resaltaban sus torneadas piernas y su contorno. Calzaba
sandalias.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Era un
departamento elegante, espacioso, impecable, muy bien decorado, con buenas
vistas, iluminado, mobiliario de diseño, varios adornos artísticos y
arquitectónicos y un pequeño jardín.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Ponte cómoda,
mientras preparo algo de beber. ¿Qué te gustaría? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Una cerveza bien
helada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El señor Barrera
cojeaba un poco al andar por una fractura producida al caer mientras practicaba
ciclismo, su deporte favorito. Él era un apasionado de la música clásica y puso
una música suave, «Claro de luna», la sonata que Beethoven compuso cuando
estuvo enamorado. La melodía tranquilizó a Carla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El señor Barrera
–Carlos Luis- salió con las bebidas: cerveza bien helada para Carla y él se
había preparado un whisky en las rocas. Se sentó junto a Carla y dijo:
«¡Salud!». «¡Salud!», respondió ella. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carla tomó un
sorbo. Estaba buena la cerveza helada para el calor que abochornaba. Carlos
Luis apenas mojó los labios en la bebida. Vestía con elegancia: pantalón blanco
de lino, camisa blanca con rayas azules y zapatos deportivos, todo de marca.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Ese vestido te
queda muy bien, Carla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Muchas gracias.
Es muy cómodo y vaporoso, me ayuda a sobrellevar el calor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Se quedaron
callados tomando sus bebidas, se miraban de vez en cuando. El silencio se hizo
incómodo y para romper el hielo, Carla preguntó:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué te hizo
escribir un anuncio así cuando tú eres todo lo contrario?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, lo que
pasa es que quería hacer burla de quienes escriben mensajes en los periódicos y
revistas en los que se jactan buscando pareja y se describen como: «Soy un
caballero de excelente presencia, con trabajo estable, viajo constantemente, me
gusta la buena vida. Busco una mujer de similares características para una
relación seria». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Y te funcionó?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¡Por supuesto! Tú
eres la evidencia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Oh. Pues sí. Me
sentí muy intrigada al leer el anuncio. En un principio medité que podría ser
una broma, luego pensé: es un hombre necesitado de afecto que no puede
conseguir pareja. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, de hecho,
he conseguido algunas, pero ninguna me ha convencido. Incluso recibí la llamada
de un marica. Yo le dije que lea bien el anuncio que dice «Atención, damitas».
«Es que yo me considero una dama», respondió el muy ladino.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¡Terrible! ¿Eres
muy exigente con las mujeres?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—La verdad, sí. La
mayoría de mujeres que he conocido han sido interesadas, incluso mi exesposa se
llevó todo cuando nos divorciamos. Mi hermana también se quedó con cosas que me
pertenecían. Estoy a un tris de convertirme en misógino. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Como todos los
misóginos, el señor Barrera era una persona que necesitaba desesperadamente a
las mujeres, y las odiaba a la vez, porque no podía soportar su dependencia de
ellas. Había amado mucho a su exesposa, con ella trabajaron duro y consiguieron
una buena posición económica, luego ella se fue con el psiquiatra que atendía
al señor Barrera por su constante estado de depresión. A cada señora con la que
mantenía contacto trataba de hacerla sentir mal, de burlarse, denigrarla,
rechazarla, discriminarla, hasta llegar incluso a la violencia. «La mujer es un
vulgar animal del que el hombre se ha formado un ideal demasiado bello; no son
más que unas vagabundas aprovechadoras», pensaba. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Tú te
divorciaste de tu mujer, Carlos Luis?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No, ella se
divorció de mí. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Y no es lo
mismo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No, porque yo me
negaba a hacerlo. Cuando me pidió que firmara los papeles del divorcio yo no le
creí, pensé que era un arrebato y que ya se le pasaría, pero estaba equivocado.
Un día desapareció de mi vida. Ignoraba su paradero. A los pocos días me enteré
que se encontraba en una ciudad cercana, fui a verla y la encontré con el
psiquiatra. Evité una escena, solamente le dije «en dónde firmo». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Y cuánto tiempo
estuvieron casados?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Quince años. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Y qué opinión
quieres que las mujeres confirmen sobre lo que tu exesposa pensaba sobre ti?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Decía que era un
vago, mujeriego, borracho, que no hacía nada de provecho y que todo lo que
hicimos en la sociedad conyugal era solamente gracias a su trabajo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Creo que ya no
debería importarte lo que ella piense. Total, ya están divorciados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Tienes razón.
Mejor hablemos de otras cosas. ¿Tú que has hecho de tu vida, Carla?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, no me vas
a creer si te digo y te vas a reír.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Prometo no
hacerlo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Quise ser monja.
Estuve interna en un convento de claustro. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿En serio?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Sí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis se
quedó pensando en lo que acababa de oír. Primera vez que escuchaba algo
parecido. De pronto se le vino la idea de que una mujer virtuosa como Carla,
obligada por los votos a la pobreza, la castidad y la obediencia, podría ser
una buena esposa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Dime, Carla, ¿por
qué decidiste llamar si se dice que las monjas tienen como esposo a Cristo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—En verdad no
llegué a tomar los hábitos de monja, estuve de novicia por unos meses en un
convento. Me dio curiosidad y me causó gracia el anuncio de «Atención,
damitas», y como ya no tengo ningún vínculo con el claustro quise conocer cómo
sería este personaje gordo, calvo, mal dotado... A propósito, ¿qué quiere decir
«mal dotado»? ¿Quizás que es medio tonto?...<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Carla, eres tan
inocente que casi no lo creo. Mal dotado se refiere a un pene pequeño.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Al escuchar pene
pequeño, se ruborizó. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué pasa, Carla?
¿Por qué el rubor de tus mejillas?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Es que yo no sé
nada de cuestiones sexuales. Nunca lo he hecho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿En serio? ¿Y te
gustaría hacerlo?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¡Nooo! Bueno,
solamente cuando me case y para tener hijos. Me entregaré al que sea mi esposo.
El sexo me parece sucio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Sucio?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Pues sí, mira que
se hace por donde orinamos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—El sexo solo es
sucio cuando se hace bien.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿¡Cómo!?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Olvídalo. No lo
entenderías.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Bueno, pero sí me
gustaría tener hijos, antes de que sea demasiado tarde. ¿En verdad tienes el
pene pequeño? Supongo que no, porque como lo que pusiste en el anuncio es
falso, seguramente es todo lo contrario.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis no
dijo nada, Carla tampoco. Allí estaban, sentados, mirándose el uno al otro,
terminando sus bebidas. Él pensaba en la suerte que había tenido al conocer a
Carla: soltera, sin prole, hija única, y virgen. Sus labios no habían sido
besados nunca. Ningún hombre ha hollado su cosita. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carla se sintió
incómoda por el prolongado silencio. «¿Por qué no habla?», pensó. «Se supone
que es él quien debe llevar el hilo de la conversación».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿Quieres otra
cerveza o algo más fuerte? —preguntó por fin Carlos Luis. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No. Ya es tarde.
Me tengo que ir. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No es tan tarde.
Toma un trago más y puedes irte.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Está bien, pero
después de este me voy.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis se
preparó un whisky doble esta vez, y para Carla otra cerveza fría.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Mientras bebía su trago dijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Sabes, estoy
impresionado contigo con lo que me has contado sobre tu vocación de monja, tu
virginidad, tu deseo de permanecer pura y casta hasta el matrimonio. Pensé que
esas cosas importaban en la edad media. Realmente eres una mujer muy valiosa.
¿Cómo puedo saber si eres virgen o me estás mintiendo? <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Tendrás que
confiar en mí, no hay otra forma.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Sí la hay. Puedo
llevarte a que te hagan un chequeo ginecológico.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No. Ni lo sueñes.
¿Y por qué tanto interés en mi virginidad?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Porque si
realmente eres virgen quiero casarme contigo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¿En serio? ¿Tan
rápido? Pero si acabamos de conocernos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—No me importa.
Una mujer como tú no la voy a encontrar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—Es que yo no me
puedo casar así. Yo quiero casarme enamorada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">—¡Pamplinas! El
amor nace después, con el compartir día a día. Te aseguro que vas a llegar a
quererme.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El matrimonio se
realizó luego de tres meses. La madre de Carla le dijo a Carlos Luis: «Usted es
el hombre más afortunado del mundo. Se casa con una santa». <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">En la noche de
bodas, ya en el dormitorio, Carlos Luis emocionado ante la perspectiva de
desflorar a su flamante esposa, empezó a quitarle el vestido blanco de novia,
sinónimo de inocencia y pureza. Carla estaba sentada en el borde de la cama. El
novio se arrodilló y, colocando las piernas en su pecho, le quitó los zapatos y
luego el panti medias y besó sus pies. Según iba despojándole de la ropa
interior crecía en él un sentimiento de euforia, de admiración hasta de
adoración. Era amor verdadero. Carlos Luis la estrechó contra sí, mientras
Carla no dejaba de llorar y se negó a entregarse a él la primera vez que
durmieron juntos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">El flamante
esposo, extrañado por esa negativa en consumar el matrimonio, tratando de
conservar la compostura, le averiguó sobre su actitud. Carla adujo que estaba
cansada y quería reposar. Le dio en la mejilla un rápido y pequeño beso,
similar al picotazo de un pájaro, se viró y durmió. Carlos Luis aceptó de mal
grado su decisión y trató de conciliar el sueño, aunque le resultó bastante
difícil pensando en lo sucedido. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Al amanecer,
Carlos Luis, bastante excitado y con una potente erección, decidió consumar el
matrimonio. Penetró en ella, fácil y cómodamente, como cuchillo en mantequilla.
Tuvo la sensación de estar con cualquier mujer menos con una doncella. Carla,
somnolienta, emitió unos leves quejidos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis,
sorprendido al constatar que no era inmaculada, la sacudió y le exigió una
explicación. Ella, entre sollozos, le confesó que, de púber, fue violada por un
primo y sus amigos, que la drogaron, debido a lo cual ella permaneció dormida
durante todo el evento, en consecuencia, al no haber estado consciente,
consideraba que psicológicamente seguía siendo virgen.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis no salía de su asombro. Permaneció en silencio un buen rato, pensando en lo que escuchó. </span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Llorando, Carla bajó de la cama y se dirigió a la ventana abierta con la intención de saltar. Él se quedó tendido, mirándola. Ella, tiritando, esperaba qué su esposo la detuviera. </span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-EC"><span style="font-family: verdana;">Carlos Luis se levantó, se acercó lentamente y la abrazó. Le dijo
que lamentaba lo que le había ocurrido, aunque hubiese preferido que le contara
sobre este trágico episodio de su vida. Nada podía arreglar su pasado. «Por
ahora me basta con saber que se habría matado por haberme defraudado», pensó.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-7502960504868662102023-09-08T07:46:00.000-07:002023-09-08T07:46:23.040-07:00Ts'ono'ot<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Roberto Murcia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Balam
K'inich, jaguar rostro de sol, príncipe heredero de la ciudad estado maya de
Chichén Itzá, salió deprisa en medio de la oscuridad sin informárselo a nadie
ni despedirse, pues no deseaba que las exhortaciones ni las lágrimas de sus
familiares le impidieran llevar a cabo su propósito, un fin más alto que él
mismo, que cualquier relación que pudiera sostener con ser humano alguno. Hace
varias lunas Chaak, dios de la lluvia, le ordenó que, para que terminara la
sequía que afligía a su pueblo, bajara a un ts'ono'ot —recinto sagrado donde a
menudo se reunían para realizar rituales y ceremonias.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">La
comunidad dependía de la llegada anual de la estación lluviosa que iniciaba
alrededor del solsticio de verano, cuando terminaba la seca,</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">para
nutrir sus cultivos y sustentar su forma de vida. Ese año tardó más de lo usual,
la tierra, una vez llena de vitalidad y abundancia, yacía dormida. Los campos tornaron
su verdor en árido marrón. Las quemas anteriores a la siembra acentuaron la
precariedad ambiental con su humo que se elevaba al cielo presagiando hambre y
devastación. La inanición hizo presa de la población. Los bebés succionaban con
ansia los escuálidos pechos de sus emaciadas madres.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Chichén
Itzá —la boca del pozo de los brujos del agua, en lengua maya—, cuyo nombre
hace referencia al gran cenote aledaño a la acrópolis y a los itzaes, héroes
mítico-históricos, está enclavada en el corazón de la selva tropical como una
perla rodeada de nácar. Los cenotes —o <i>ts'ono'ot</i> en su idioma— son acuíferos
manantiales de considerable hondura formados por el colapso del lecho rocoso de
piedra caliza, que deja expuesta el agua dulce subterránea anteriormente
atrapada debajo de la superficie, de los cuales hay varios en sus
inmediaciones, eran considerados las puertas de ingreso al inframundo —el <i>Xibalbá</i>—
morada de las deidades. Desde tiempos inmemoriales han servido como lugares de
peregrinación, sacrificio y veneración para los pueblos mayas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Hace
varias semanas los sacerdotes se congregaron para deliberar cómo llevar el
añorado líquido a su territorio. Se decidió realizar una ceremonia que incluía
el juego de pelota, sacrificios rituales y construir una estatua de madera del
dios de la lluvia para llevarla en procesión por la ciudadela. Pronto los artífices
se pusieron a trabajar en la figura, la esculpieron y decoraron con colores
brillantes y patrones intrincados. Utilizaron, sobre todo, el azul de palygorskita
reservado a las deidades y el cielo. Agregaron detalles en rojo, de la sangre y
el sol naciente. Amarillo, de los muertos, las serpientes y el inframundo.
Blanco que simboliza la luz y los fluidos que incrementan los seres vivos y
potencian su desarrollo: la leche materna y el semen. Verde, color de la exuberancia
vegetal aportada por la madre tierra. Se prepararon para el ritual con sumo cuidado,
seleccionando a los mejores jugadores, bailarines y músicos; ofrendas de maíz,
miel y otros bienes preciosos. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Cuando
llegó el día previsto, los aldeanos convocados en la plaza ceremonial encendieron
hogueras y quemaron incienso de copal, llenando el aire con relajante aroma
dulce y ahumado. Humo y clamor se elevaban hacia el cielo. El cortejo, cual
culebra colosal, iba encabezado por la imponente escultura, llevada en alto por
varios hombres fuertes. Los presentes bailaron, cantaron, efectuaron
holocaustos frente a la figura que los observaba inexpresiva. Los tambores que marcaban
un ritmo constante y las voces anhelantes se conjugaban en un <i>crescendo</i>
de oración y súplica. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">A
continuación, se realizó el juego de pelota que conmemoraba la victoria de los
hermanos gemelos Hunahpu e Xbalanque —hijos de las deidades mayas Hun Hunahpu y
Vucub Hunahpu— sobre los dioses del inframundo. Estos después de ser retados a
jugar y asesinados por los malévolos espíritus, también conocidos como los
Señores de <i>Xibalbá</i>, retornaron a la existencia para vencerlos. La
contienda que se acompañaba de música y baile era, además de un deporte, una
forma de congraciarse con los dioses y asegurar la fertilidad de la tierra. Una
medida heroica para mantener al sol en el cielo y preservar así los ciclos
estacionales. La bola de goma maciza de entre tres y cinco kilos representaba
al astro rey en batalla singular contra la luna y las estrellas; entre la luz y
la oscuridad; el bien y el mal. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">La
cancha dispuesta para el torneo constaba de un espacio rectangular libre de
aproximadamente ciento veinte metros de largo por treinta de ancho en la que se
movían los jugadores. Bordeada al este y oeste por plataformas, una a cada lado
mayor del rectángulo, con altas paredes que miraban hacia el centro de manera
que si la bola caía sobre ellas regresaba al área central. En lo alto de estas
había anillos de piedra verticales que representaban el inframundo. El objetivo
del juego era introducir la pelota</span><span lang="es-419">, </span><span lang="es-419">que no
podía ser tomada con las manos o pateada, a través de cualquiera de los dos aros,
usando solo las caderas, codos o rodillas. En los lados menores había templos,
uno al norte y otro al sur.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">En
los extremos abiertos se colocaron los bandos competidores que constaban, cada
uno, de siete jugadores. Vestían trajes elaborados, penachos y brazaletes de
plumas, que representaban a las divinidades. Los integrantes de la casta
gobernante y sacerdotal se ubicaron en lo alto de las plataformas que conforman
el campo, al igual que el juez que ordenaba las acciones desde el trono del
jaguar y los de clase baja en las gradas inferiores. El encuentro, que duró
varias horas, dio inicio al son de música. Uno de los equipos anotó un tanto y
luego otro. En la fiera disputa hubo golpeados y heridos. El segundo logró igualar
el marcador anotando dos consecutivos y finalmente obtuvo los tres puntos
necesarios y acabó la competencia. La delirante audiencia festejó el evento con
gritos y cantos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">A
continuación, se sacrificaron pájaros, serpientes y otros animales. En el
clímax de la celebración se inmoló a un noble cautivo de una localidad rival en
la ceremonia conocida como «evento del hacha», cuyo sacrificio fue posteriormente
representado en una estela conmemorativa y su cráneo clavado sobre una estaca,
exhibido</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">en el monumento llamado plataforma
de las calaveras junto con cientos más pertenecientes a enemigos atrapados en
batalla. Sin embargo, en los días siguientes no llovió. El cielo sin nubes
anunciaba la continuidad de la sequía. De nada habían servido los sacrificios y
ofrendas para aplacar la ira de los dioses, la resequedad era el dolor de su
pueblo, de los pastizales y el maíz. Aves y criaturas terrestres gemían con
llanto indecible, llamando la lluvia cada noche, cada amanecer, pero se tornó
huidiza como arena entre los dedos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Balam
K'inich se retiró al bosque para determinar qué debía hacer. En la soledad de
la selva pidió ayuda a los elementos y espíritus ancestrales. Interrogó al yaxché,
árbol sagrado, y al jaguar que reina en el follaje durante el día y en el ocaso
al tecolote que domina en la oscuridad de la noche. Hasta que una madrugada, en
medio de su sueño, Chaak le indicó que para acabar con la sequía debía bajar a
un cenote cercano en el cual se habían verificado ceremonias en el pasado. Entonces
tomó la determinación de ir a su destino la mañana siguiente. Se levantó antes
del alba y se marchó deprisa. Recorrió la campiña cubierta de maíz malogrado
por falta de precipitación. El rocío matutino lo envolvía y se confundía con el
sudor de sus mejillas, creando la ilusión de humedad que le faltaba al suelo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Caminó
el sendero que conocía desde que era un chico y por el que los miembros de su
tribu iban a rendirle culto a sus dioses. A lo lejos se apreciaban las
edificaciones de Chichén Itzá dibujadas sobre el marchito manto agreste. Kukulkán
lo espiaba descendiendo desde la cúspide de su pirámide. Lo acompañaban las
aves: el quetzal de plumaje verde iridiscente y rojo carmesí, la guacamaya
escarlata, el colibrí esmeralda. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Fatigó
las sendas bordeadas de arbustos hacia el lugar indicado. Un latido rítmico
resonaba a través del espeso ramaje. Los simios danzando sobre las copas de los
árboles anunciaban su presencia. Las palmas y chicozapotes lo vieron llegar. Helechos
como brazos le daban la bienvenida. Hasta que divisó el óvalo superior del <i>ts’ono’ot</i>
rodeado de vegetación. Sintiéndose atraído, se acercó al borde de la abertura
con reverencia y asombro. El espejo se divisaba azul celeste en el fondo,
brillando a la luz del sol. Una sensación de admiración ante la magnificencia
natural de este emplazamiento lo embargó. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">La
entrada estaba oculta bajo un denso dosel de follaje tropical. Bajó sin prisa
las escalinatas construidas con esa finalidad. Lo recibieron un coro de pájaros
y el revoloteo de mariposas iridiscentes. Arriba la abertura circular permitía
el paso de los rayos del sol. De sus bordes, raíces cual barbas exuberantes y
enredaderas de hojas verdes colgaban de la cúpula hasta tocar el agua. Helechos,
plantas trepadoras y musgos se aferraban a las formaciones rocosas, creando un
vibrante tapiz vital dentro del oasis subterráneo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Esperó
el cenit con la paciencia que da la determinación, a fin de contar con toda la
iluminación posible. El sol danzaba en la superficie ondulada, proyectando
reflejos que jugaban sobre las paredes. Los dorados destellos caían sobre el líquido
dándole un tono azul turquesa en filigranas de formas caprichosas y cambiantes.
Bancos de diminutos peces se movían en el fondo. En la inmensidad de su
propósito solitario, pidió permiso a los aluxes, guardianes de la selva y
protectores de los cenotes, para ingresar al sacro recinto. Se detuvo a
contemplar el entorno. Mientras descansaba a un lado de la orilla, le pareció
escuchar una voz que lo llamaba desde el interior. Miró hacia abajo y divisó
una hermosa figura femenina dentro del agua, vestida con una túnica verde resplandeciente
y piel de un dorado luminoso que le hizo un ademán para que la siguiera y luego
se hundió en la profundidad nebulosa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Balam
K'inich la siguió. En sus manos sostenía un tecomate vacío con tapón que se
utiliza normalmente a manera de cantimplora y que llevó consigo con el
propósito de retener aire. Introdujo sus piernas con lentitud. El líquido lo
recibió con un suave barullo y acaricio su cuerpo con una sensación de
frescura. Cada sonido que hacía era magnificado por el eco. El reflejo del sol
iluminaba su rostro. Respiró por última vez antes de adentrarse en lo ignoto. El
fluido creaba la ilusión de eternidad suspendida en el lecho de rocas y arena. A
medida que descendía sintió paz y tranquilidad. El agua se agitaba a su
alrededor y se percibió ingrávido y libre. Recorrió sin inconvenientes un buen
trecho hasta que llegó al fondo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Del
limo, congelados en el tiempo, sobresalían adornos de jade, oro, piezas de
cerámica y promontorios con formas alargadas y blanquecinas —comprendió que se
trataba de huesos remanentes de los seres humanos sacrificados en otras épocas—:
ofrendas de objetos valiosos y de sangre propicias a las divinidades. Con
indecisión miró alternativamente el túnel que se abría pavoroso e insondable y
la superficie, sin embargo, no había llegado allí para darse por vencido. Arriba
se hallaba el ansiado aire, pero también la miseria de la que venía. Se supo al
borde del abismo. Nadó hacia abajo, más y más profundo, hasta que vio el portal
reluciente en la distancia. Cuando el oxígeno faltó, inhaló una bocanada de
aire del tecomate, luego otra. Buscó una salida sin poder localizarla. Estaba
tan cerca de alcanzar su meta y al mismo tiempo tan lejos para regresar, así que,
si no la encontraba, terminaría sus días en aquella trampa mortal. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Al
terminarse el suministro, y no teniendo más que hacer, se abandonó a su suerte,
pues consideró que su muerte era segura. Para su sorpresa, una corriente con
forma de remolino dirigida por una serpiente lo envolvió. Comprendió que se
trataba de Tzukán<i>, </i>quien lo llevó hacia un espacio abierto. Al primer contacto
con la atmosfera inspiró de nuevo y el hálito regresó a su cuerpo. Cuando se
recuperó, recorrió el lugar, una caverna, con seguridad formaba parte del
complejo de cuevas y pasajes internos en el subsuelo. Caminó por ella con
dificultad, pues el terreno no era plano. En su viaje tuvo que descender por precipicios
y laderas inclinadas hasta que llegó a un riachuelo de sangre cuyos remolinos
de impúdico líquido parecían un matadero rezumante. Lo evitó como pudo. Las
estalactitas que pendían del límite superior dificultaban su paso. Siguió y
encontró un río de agua y, a un lado de este, una pirámide invertida de siete
niveles que surgía del techo y terminaba sobre el suelo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Escuchó
un rumor extraño proveniente del interior. Se dirigió hacia la fuente del ruido
y descubrió un pasadizo oculto que conducía a un lugar más profundo. Mientras
se aventuraba, tropezó con un hermoso lago subterráneo, iluminado por rayos de
luz solar que brillaban a través de fisuras en la parte superior de la gruta. Un
mundo mágico, destacado por el resplandor de las algas bioluminiscentes. Se
sumergió por unos minutos. Peces de colores nadaban libres, formaciones rocosas
inusuales, tortugas tomando el sol y diminutas criaturas corriendo entre las
rocas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">De
repente, sintió una intensa corriente tirando de él en dirección a un pasaje
oscuro en la pared rocosa. Intentó alejarse, pero era demasiado potente y fue
arrastrado hacia el foso. Se encontró en un túnel estrecho y tortuoso, sin
tener idea de adónde conduciría. Nadó lo más rápido que pudo, con la esperanza
de encontrar una salida. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente
emergió a un vasto espacio abierto, de gran altura y corrientes cristalinas. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">De
pie, junto a una hoguera, una anciana lo miraba con calma como si anticipara su
venida. Sus cabellos largos y grises le llegaban a la cintura. Sobre el pecho
un collar de obsidiana y jade, el vestido liviano. La piel en extremo arrugada,
más de lo que había visto alguna vez. Ojos inteligentes de sierpe se adivinaban
escondidos entre los pliegues colgantes de sus parpados. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">—Ayúdame,
he venido de lejos para encontrarme con los dioses —expresó en tono de súplica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">La
dama lo miró con expresión inexpugnable y le dijo:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">—Te
esperaba.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">—Si
es así, razón de más para que me ayudes a encontrar lo que busco.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">—Si
buscas con el corazón puro, encontrarás las respuestas, de lo contrario nunca
las hallarás. No existe marcha atrás, si tomas la poción sagrada, te enfrentarás
a un mundo desconocido, lo insondable, quizá mueras o sobrevivas, nadie puede
asegurarlo, o volverás sin recordar lo que te ha pasado. Tú eliges. El hombre está
condenado a tomar decisiones, de ellas está tejida la vida. Toma las que
consideres sabias, aunque al hacerlo temas sus consecuencias. Es mejor padecer
por lo que es correcto, que huir de la verdad y vivir el resto de tu existencia
lleno de infamia y error. Decide sabiamente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Él
asintió con la cabeza. Ella se dirigió hacia un caldero en el que preparaba un
brebaje. Le ofreció de beber en un guacal.<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>La infusión le supo amarga y una vez ingerida le produjo letargo. Se
recostó sobre el suelo y después de un lapso su cuerpo se contorsionó de dolor</span><span lang="es-419"> y </span><span lang="es-419">vomitó. Comenzó a soñar despierto. El delgado velo que
separa los mundos se rompió. Se percibió rodeado de líquido en el vientre
palpitante de su madre, revivió el traumatismo de su alumbramiento, volvió a
nacer, a llorar ante el ambiente externo inhóspito, indefenso como un neonato. Recorrió
su infancia y su juventud. Sus ojos fueron abiertos y presenció colores que
ningún mortal había presenciado, fractales inmensos, cascadas cromáticas,
sonidos armoniosos. Experimentó sueños inefables. Amor incondicional lo
envolvió como un manto largamente anhelado. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Pronto
flotaba en el espacio aéreo, más y más alto. El horizonte se cubría de bosques,
ríos, montañas y valles. Pudo apreciar el cielo inconmensurable, el mar sin
fin, las estrellas, las tempestades.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Lo
embargó el asombro ante tanta belleza. El mundo se hacía cada vez más pequeño. Experimentó
una sensación de ligereza y libertad. Lo envolvieron nubes soporíficas. Mientras
continuaba flotando hacia arriba, vio una reluciente puerta dorada en la lejanía.
Al penetrarla, contempló arbustos con hojas que resplandecían cual diamantes,
arroyos rebosantes de agua tan clara como el cristal, un jardín colmado de
flores multicolores, el aire imbuido por un aroma de jazmín y lavanda.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">En
el horizonte ilimitado una luz cegadora resplandecía alumbrando el universo.
Millares de seres celestiales deambulaban en fabulosos coros por la esfera
celeste. Escuchó innumerables voces acariciadoras que se expandían como
melodías. En la vorágine eterna, retornó al básico barro sin forma de donde
provienen todas las cosas. Presenció mil vidas humanas, sus alegrías y
sinsabores, aquellos que serían inmolados desde la fundación del mundo.
Vislumbró caminos hacia el futuro. Se supo uno con el infinito, cabalgó corceles
indomables en el firmamento. Fue ubicuo, se adentró en lo múltiple, inconexo,
aró la eternidad en un instante, en cada uno de sus momentos, y descubrió que
el tiempo es uno solo para aquel que puede percibir la inmensidad. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">En
su imaginación formuló una pregunta: No había terminado de hacerlo cuando se
escuchó un trueno que contestó su interrogante y que, a pesar de su intensidad,
no le ocasionó temor. Cada cuestión que acudía a su consciencia era contestada
por un estruendo similar.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Cada voz era una
revelación, un nuevo comienzo. Supo que tras su regreso volvería la lluvia y
así continuaría el delicado ciclo de renovación de la vida por varios años
hasta que en un futuro aún lejano la ciudad sería abandonada y la naturaleza
reclamaría lo que por derecho le pertenecía. Muchos descendientes de su pueblo perecerían
masacrados y los sobrevivientes serían sojuzgados por terribles conquistadores
inmisericordes que arribarían de tierras lejanas, de ultramar, pero ellos, a su
vez, recibirían el pago de sus acciones como todos los demás. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Su
interés se apartó de lo mundano y buscó el origen y el fin de los hechos y de
las cosas. Siguió el diluvio que redime y libera, el renacer vital. Vio enormes
centros urbanos poblados por muchedumbres distantes en el tiempo y espacio. Quizá
del futuro o del pasado. Edificaciones descomunales que se erguían verticales
hacia las nubes, paisajes llenos de materia blanca esparcida sobre vastas extensiones,
las casas y todo hasta donde podía alcanzar su mirada. El sol apenas se
adivinaba en el horizonte y el viento era fiero y helaba la piel. Multitudes de
personas de diversos colores, tamaños y complexiones; cabello claro y oscuro, lacio
o rizado. Regiones milenarias, océanos míticos, fantasmagóricos pasajes, rocas y
lugares atemporales.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Su
ínfimo ser deambuló en la marea del devenir y del espacio. Atravesó millares de
estrellas y galaxias en el instante presente del pensamiento. Contempló el
abismo, tan basto que su razón finita no lograba abarcar ni comprender. Se
lanzó al precipicio y lo recorrió sin llegar al fondo. Acarició los años y los
eones y comprendió la futilidad y brevedad de la existencia humana que es una
mota de polvo en la inmensidad de la eternidad. Experimentó la tentación de
quedarse. El dulce abandono del retorno a la fuente del tiempo.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Su
alma estaba colmada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Cuando
volvió de su ensueño sintió que habían transcurrido años, sin embargo, todo a
su alrededor le indicaba lo opuesto: la anciana aún estaba allí, el fuego no se
había extinguido, la piedra seguía siendo piedra, el barro, barro. Su exterior
permanecía joven, pero su alma había trascurrido varios lustros. Tardó en
reponerse, su espíritu deseaba levantarse, el cuerpo se negaba; su mente
hablaba, no obstante, sus miembros no respondían.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Se
repuso al delirio y ocaso de la consciencia pasado un lapso cuya duración no
supo precisar. Una profunda somnolencia lo embargó y cayó en la inconsciencia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Al
despertar la dama lo observaba con rostro impasible. Se dirigió hacia donde él
se encontraba y se agachó. Sobre el piso de la cueva colocó dos caracoles, uno oscuro
y otro blanco, le pidió que escogiera. Uno, el oscuro, le llevaría a un lugar
sin retorno, el otro de regreso con los suyos. Sintió el anhelo de adentrarse
en el infinito, la tentación de abandonar el dolor, las privaciones de la vida,
el sufrimiento. Una vez saboreado el éxtasis es difícil volver atrás. Sin
embargo, a su consciencia acudió su familia, su pueblo, contempló el hambre y
la desolación. Recordó las palabras de la anciana «decide sabiamente». Escogió
el caracol blanco sin dudarlo más. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">—Ahora,
descansa. Debes reponer fuerzas. Aún te falta volver por el camino por el que
viniste.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Pasó
un día más recuperándose hasta que su organismo recobró la fortaleza. La mujer
le dio de comer y vigiló su sueño. Por la mañana, renovado por el descanso, se incorporó.
A su lado yacía el caracol blanco. Lo envolvió en la manta sobre la que
descansaba, lo anudó a su cintura y llevó consigo. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Procedió
en sentido inverso. Esta vez conocía el camino y no le fue tan difícil hacerlo.
Los túneles lo recibieron como a un viejo conocido. Los elementos conspiraron
para llevarlo a salvo. Desanduvo el trayecto, nadó por los pasajes que había cruzado
con anterioridad hasta que salió a la luz del cenote. Estaba exhausto y se
detuvo a recobrar el aliento. Las grietas en el techo arrojaban rayos etéreos
sobre el estanque cristalino. La atmosfera era dulce y refrescante, con un
toque de aroma terroso. Enredaderas, cuyos zarcillos se extendían hacia el agua
como candelabros, colgaban de la elipse superior que mostraba el firmamento
azul. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">No
queriendo demorar más, subió las escaleras hacia el exterior</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">y
emprendió su regreso al poblado. Lo envolvió el interminable abrazo esmeralda
de la jungla.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Le sorprendió cuán
diferente se apreciaba el entorno que dejara días atrás, aunque en apariencia
fueran el mismo, lo envolvía un aura cualitativamente distinta. Se maravilló al
comprobar que podía entender el lenguaje de las aves, de los animales
terrestres, concertó el canto de los pájaros. En el horizonte aparecieron
volutas de nubes, pintando la vasta extensión de la bóveda celeste en tonos grises,</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">que
proyectaban una sombra sobre el denso dosel forestal. La brisa murmuraba, en
medio de la arboleda, promesas de lluvia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Escuchó
un trueno distante, luego otro. En un recodo del camino pudo apreciar la
silueta de la urbe que se asomaba en la lejanía. Sintió la alegría de volver. El
viento embravecido zumbaba sobre las viviendas</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">en presagio
de tormenta. Mientras se acercaba al poblado, las primeras gotas de lluvia
comenzaron a caer, besaron el suelo árido, provocando que exhalara un suspiro
de alivio. Los surcos sedientos acogieron con avidez el regalo de lo alto,
despertando la vida dormida y llenando el aire con el embriagador olor del
petricor. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Con
lentitud al principio, luego más y más contundente, el golpeteo rítmico se
transformó en una formidable melodía, una sinfonía orquestada en la floresta. Hasta
que el horizonte se convirtió en una cortina líquida, un torrente caía sobre la
selva, las piedras y las construcciones, y hacían resurgir los retoños dormidos.
Danza celestial entre los cielos y la tierra. Enjambres de gotas jugaban con
las hojas de los arbustos y plantas. Se detuvo y extendió sus brazos. Recibió
en su cuerpo la añorada precipitación, hilos de plata corrían por sus cabellos,
ojos, mejillas y acariciaban su torso. Penetraban en su boca cual néctar
sagrado. Limpiaron su alma, revitalizaron su ser. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Los
secos cauces de los ríos se hincharon con el elixir. Se encendió su rumor
acuífero, llevando alimento, tanto a las raíces de los guanacastes monumentales,
como a las delicadas flores silvestres. Los caminos se tornaron en arroyuelos,
los manglares cantaban, las aves batían sus alas escurriendo el exceso de
líquido. Las ranas emergieron de sus rincones ocultos con su perenne croar.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">El
jaguar se movía con gracia felina entre las palmas danzantes. Su pelaje
adornado con gotas de lluvia cual diamantes líquidos. Sus ojos captaron
destellos de movimiento en medio del exuberante follaje.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Los
monos se balanceaban de rama en rama, encontrando solaz en el robusto abrazo de
los árboles centenarios. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El élan vital
había retornado al bosque. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">En
el vecindario, las calles se poblaron de risas. Los rostros se colmaron de
esperanza. El dulce retruécano sonoro sobre los techos era música para sus
oídos.</span><span lang="es-419"> </span><span lang="es-419">Improvisados riachuelos se formaron entre
las casas vecinas. Las mujeres danzaban y los hombres gritaban, los niños
jugaban en los charcos. La algarabía general era un gozo para los ojos, sustento
para el espíritu.</span><span lang="es-419"> </span></span><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">La gente vitoreaba
y bailaba celebrando la llegada de la lluvia.</span><span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-34573203314796686342023-09-05T14:24:00.001-07:002023-09-05T14:25:48.188-07:00Exilio<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Manuel Quezada</b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">La tarde soleada y
calurosa no le afectaba. El sudor le bajaba por la frente, el cuello y sus
brazos brillaban de la humedad. A estas alturas del juego había mucha tensión y
ella no podía controlar el movimiento de los dedos. El estadio por reventar de
aficionados de ambos equipos y el encuentro estaba empatado. Se fueron al
octavo <i>inning</i> extra y, en estos
XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, otorgaban el beneficio de corredores
en la primera y segunda base. El pícher giró su cabeza hacia el hombro derecho
para ver al hombre en posición de anotar. Faltaba un «out» en la parte baja y
todo apuntaba a un turno adicional a cada equipo. Lanzó la pelota y el bateador
conectó hasta enviarla al jardín central, el dominicano la buscó e hizo todo el
esfuerzo del mundo, logró tomarla, pero perdió el equilibrio y de inmediato la pelota
salió del guante hasta tocar el césped. El jugador venezolano sabía que solo
tocaba correr y correr sin mirar atrás y, cerca del «home» se lanzó para
asegurar la carrera. Todos sus compañeros lo esperaban para celebrar la entrada
del triunfo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—¿Tú crees que
todos son pro-Maduro? —interrogó Jacky.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—«X» —respondió. Pronunciaba
esa letra para indicar que la política le era indiferente e indicar desinterés
en este tema. Dejar su país y vivir el exilio había sido un costo emocional
demasiado alto. No visitarlo es duro. Hablar con su familia únicamente por
teléfono y recibir noticias de la evolución política de su patria era
desgastante. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Cerca de la
almohadilla de «home» los jugadores no paraban de celebrar: saltaban, se
abrazaban, sonreían como si fuera el último juego de sus vidas, y luego
volvieron a ver los graderíos para saludar a toda la afición venezolana que
había venido a apoyarlos: algunos desde su propio país, otros venían de Miami,
y una nutrida comunidad que vivía aquí por años y que estaba creciendo. Habían
asegurado la medalla de bronce.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Ella se levantó
del asiento ubicado en los graderíos del sector de tercera base y sus profundos
ojos negros se humedecieron poco a poco. Aplaudió intensamente y sonrió.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Es algo extraño —me
dijo—, no los conozco, a ninguno de ellos, pero me alegra demasiado estar aquí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Dejó su asiento, caminó
hacia las gradas lentamente porque su sobrepeso no le permitía bajar con la
rapidez que le latía el corazón por la emoción y, abriéndose paso entre la
multitud del estadio, logró llegar hasta el campo y tomarse fotos con cada
jugador de su país. Los abrazó uno a uno, posó y, tomó la bandera que llevaba
enrollada alrededor de su cuello. Muchos venezolanos buscaron el contacto con
los jugadores y la mayoría celebraba en las gradas con mucha intensidad
gritando el nombre del país y el «¡Sí se pudo!».<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Desde que decidí
dejar mi país, revivo con esto, es como un soplo divino…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Y los jugadores
simpatizarán con…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—“X” —me repitió—,
quizá algunos o todos, si no, ni estuvieran en el máximo equipo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">La mayoría de los
aficionados se desplazaron a las afueras del estadio para esperar a que los
jugadores salieran con su equipo sobre el hombro, y uno a uno aparecían por la
puerta principal para seguir con la celebración: abrazos, <i>selfis</i>, ondeo
de la bandera, batucada, hasta que cada jugador fue subiendo al bus que los
llevaría a la villa olímpica. Esos minutos de tarde calurosa representaban un
encuentro con un puñado de desconocidos con clara identidad en la tonada de
voz, música, dichos; era un pedazo de algo que no podía definir bien, pero le
devolvía a su tierra. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—No soy ingenua y
sé la importancia del deporte en la política —me dijo mi amiga, quien había
apoyado a su equipo y no quería renunciar a su desbordante alegría—. Es
importante sobresalir para justificar el aporte del régimen. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Cuando los atletas
venezolanos subieron al bus y partieron, ella siguió el recorrido hasta que
perdió de vista la unidad de transporte. Respiró y sonrió con paz. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—He ido a ver todo
lo que he podido. He llorado y llorado…Se vive para estos momentos. Ver la bandera,
escuchar el himno, identificar el acento entre la multitud… es como estar allá —dijo
con claridad, pero con mucho dolor.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Se dirigieron al
carro y mientras caminaban en esa dirección, examinan el calendario de otras
competencias deportivas, para asistir antes que caiga la noche. Discutieron si
van a ver baloncesto de tres contra tres (conocido como callejero, ahora es
competencia olímpica).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Dicen que la
patria es donde trabajas y comes, pero ni mierda de eso, hay algo que me sigue
haciendo falta. No se tiene patria con un buen trabajo, una quiere volver… cada
mañana, en cualquier país, una amanece como si te acabarás de cambiar de empleo
y eres la trabajadora nueva de la empresa. No somos de aquí y ya no somos de
allá. Las raíces, la semilla, donde algún día debemos volver solo son recuerdos
y recuerdos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Antes de arrancar
el carro me pregunta si tengo hambre porque no habíamos almorzado lo suficiente
por la tensión del partido y, ahora era tiempo de buscar algún lugar para comer
como se debía.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—¿Vamos a…?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Donde tú quieras…
—respondió Jacky.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">—Quiero unas
arepas. Quiero comer como Dios manda. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">Sonríen. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES-SV"><span style="font-family: verdana;">En dos horas,
comenzaría allí mismo la disputa de la medalla de oro entre Cuba y México, pero
dejamos el parqueo del estadio en busca de comida y seguir de cerca las
competencias de los venezolanos en otras disciplinas deportivas. </span><span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-21214302653842571252023-09-01T08:18:00.001-07:002023-09-01T08:19:32.683-07:00Medusa<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Ruth Rosales</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></p><p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">La primera vez
que la vi me pareció una mujer hermosa, similar a las otras modelos y actrices
que circulaban por el lugar, pero esa energía que emanaba de su cuerpo hacía
que te perdieras en el poder enigmático de su alma.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">En aquel entonces
sólo era el asistente de luces en la <i>castinera</i> en la que trabajaba. Me gustaba
lo que hacía, pero no era mi pasión. Estaba ahí más que nada para aprender y
tejer contactos mientras estudiaba cine y soñaba con ser un gran director. El
ambiente de la publicidad se me antojaba monótono y vacío, casi inhumano, pero
esa tarde, detrás de la cámara, pude ver que estaba equivocado.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">El asistente de
dirección sonó la claqueta para sincronizar la imagen y el sonido mientras le
pedía que se pusiera en el círculo marcado con cinta adhesiva amarilla en el
piso, dijera su nombre, mostrara sus perfiles y se diera una vuelta completa.
Ella era la última de ese día. Se había acabado la semana y todos estábamos
cansados y ansiosos por irnos a tomar un par de cervezas al bar que en esos
momentos transmitía las semifinales del fútbol, por lo que el director hizo a
un lado el guion y se puso a improvisar. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—Supongo que
estudiaste tus líneas, ¿verdad? —preguntó pasándose las manos sobre el rostro
agotado—. Vamos a ahorrarnos la réplica y definamos esto con una sola pregunta.
¿Por qué sigues haciendo publicidad si tú lo que seguramente quieres es ser
actriz y actuar en películas y series de televisión?</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Se hizo un
silencio incómodo en la sala. Las miradas de interrogación pasaron del director
a la chica que estaba parada en medio del círculo frente a un ciclorama color
verde y con todas las luces reflejadas en su rostro imperturbable. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—Después de que
Emilio Fuentes me vendó los ojos, me puso en un cuarto oscuro y me hizo chuparle
el pene empujando mi cabeza con su mano una y otra vez, prefiero hacer
comerciales y vender mejor mi imagen en lugar de mi cuerpo por un protagónico.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Todos en la sala
sostuvimos la respiración. Mis labios se separaron mientras mis ojos se
exaltaron seguidos por las líneas de expresión prominentes en mi frente. Emilio
Fuentes era, no solo el director estrella del cine mexicano, era el orgullo del
país entero al ser el primero en haber obtenido un Oscar a mejor dirección, la
palma de oro en el Festival de Cannes y múltiples reconocimientos
internacionales.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—¿Cómo? —preguntó
el director ligeramente perturbado.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—¿Me está
preguntando cómo? ¿¡Quiere que le haga una demostración!?</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—¡No!... No. Por
supuesto que no. Pero…</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—Es muy sencillo
—lo interrumpió lanzando un suspiro que invitó a que todos hiciéramos
conciencia de nuestra respiración contenida.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Volteó a ver a
cada uno de los que estaban presentes. En total éramos cuatro hombres del
equipo creativo y una mujer que representaba al cliente. Tras una pausa dramática,
habló.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">———</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">En ese entonces
trabajaba como asistente de una reconocida maestra de teatro, después de haber
estudiado sin descanso y con la ilusión de una niña cuyo más grande deseo era
convertirse en un monstruo escénico teatral. Habían pasado ya cinco años desde
que me mudé a esta ciudad y poco a poco empezaba a ver frutos de mi esfuerzo.
Pero no los aburriré con esos detalles. Seguro ustedes han oído infinidad de
historias parecidas y la mía no es la excepción. Así que iré al grano.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Yo admiraba con
devoción a mi maestra. Su disciplina y rigor para entrenar el cuerpo y la mente
de sus estudiantes era exquisito. Tenía una figura delgada y atlética, lo que
impregnaba a sus movimientos una mezcla de agilidad y fortaleza que hacían que
su presencia en el escenario tuviera el poder del radio y polonio juntos.
Bueno, tal vez exagero, pero ustedes me entienden. Eso quería yo. Mientras lo
obtenía, a base de arduos entrenamientos y una disciplina inquebrantable, me
congratulaba de contar con su protección y me sentía afortunada al tener acceso
a su sabiduría. Para mí era una diosa y yo la adoraba.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Un día me hizo ir
al ensayo una hora más temprano. Me dijo que quería hablar conmigo antes de
empezar. Cuando llegué, un hombre estaba sentado junto a ella. Mi maestra me
pidió que por favor realizara una improvisación en donde mostrara la
desesperación y pérdida de voluntad de una mujer que ha estado encerrada en un
cuarto pequeño durante seis meses. Utilicé un poco de la técnica corporal que
llevaba ya un tiempo entrenando en donde, a través de la economía de los
movimientos, lograba proyectar mi angustia y desesperanza sin emitir una sola
palabra. Al finalizar, mi maestra me dio las gracias y me pidió que saliera por
unos minutos.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Después de un
rato regresó. Inexpresiva y de pocas palabras como era, se acercó y me dio un
abrazo fuerte y prolongado.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—A partir de
mañana formas parte del elenco de la próxima película de Emilio Fuentes.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—¿Qué?</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—No está de más
recordarte que llegues puntual a los llamados, que respetes y hagas todo lo que
el director te diga. Emilio es muy exigente y te llevará hasta el límite para
que explores lugares a los que igual y nunca has accedido estando consciente.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Yo la escuchaba
muda, las palabras me habían abandonado por completo. No sabía qué decir.
¿Emilio Fuentes? ¿Ese señor era Emilio Fuentes? ¿Yo, en una película de Emilio
Fuentes?</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—Y otra cosa
—interrumpió mis pensamientos—. Serás embajadora de esta compañía. Estarás
mostrando las técnicas y disciplina que aquí has aprendido, por lo que espero
que los sorprendas con tu talento y rigor. Emilio y yo fuimos juntos a la
escuela, siempre he admirado su trabajo y nada me hace sentir más orgullo que
esté confiando en mí al ofrecerle esta gran oportunidad a una alumna mía. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">La puerta de la
sala de ensayos se abrió y empezaron a entrar poco a poco los integrantes de la
compañía para iniciar el calentamiento. Ahí estaba yo, en medio del espacio
escuchando las voces lejanas de mis compañeros, sintiendo cómo sus cuerpos
pasaban alrededor de mí mientras el mío iba recuperando poco a poco la
consciencia y «le caía el veinte» del peso que de la nada habían puesto sobre
sus hombros.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Voy a decir algo
que tal vez sea difícil de creer, pero es verdad. No era lo que buscaba. Yo
solo quería estar en los escenarios y seguir entrenando mi cuerpo y mente. Con
mi maestra me sentía segura. Estar en su taller era estar en casa. Pero como ya
he dicho antes, yo hacía lo que ella me dijera, sin dudarlo, sin preguntar. Sus
palabras para mi eran mandamientos así que ahí estaba yo, puntual el día del
llamado.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Las primeras
semanas fueron muy interesantes, no lo voy a negar. El guion se inspiraba en la
obra de Jean-Paul Sartre <i>A puerta cerrada</i>. Nos cuestionamos sobre la
condición humana, las relaciones que se generan entre los individuos y el
significado de la existencia. Ya saben, esos temas que tanto atormentaban a los
pensadores de esa época y que a nosotros nos encantan. Pero lo que más
exploramos fue el manejo sutil, casi imperceptible, del cambio de energía que
repercute en nosotros al sentirnos observados y sometidos al juicio de los
demás. Poco a poco fuimos desentrañando esa frase que rige el escrito: «El
infierno son los otros». </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Trabajar con
Emilio era interesante. Empecé a tenerle respeto por la manera en cómo nos hacía
abordar esos temas. Yo ponía todo mi empeño en que mi trabajo fuera más que
excelente. Siempre procuraba dar lo mejor de mí y un poquito más. Tenía en mi
cabeza la promesa de ser una digna representante del taller y poner en alto la
metodología actoral desarrollada por mi maestra. Así que todo lo que el
director nos decía que hiciéramos, lo realizaba sin objeción.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Después de meses
de filmación me encontraba agotada física y mentalmente. El constante cambio
emocional y energético al que me veía sometida entre toma y toma me empezó a
desgastar de tal manera que había ocasiones en que ya no sabía si la que
hablaba fuera de cámaras era yo o el personaje. Ese cansancio hizo que los
últimos llamados se alargaran aún más de lo previsto porque las secuencias no
quedaban como el director quería. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Mandó a descansar
a todo el <i>crew</i> una semana y a los actores tres días. Al cuarto nos llamó
y dijo que realizaríamos una serie de ejercicios para soltarnos y lograr el
efecto que el guion estaba exigiendo.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Nos puso en un
cuarto de aproximadamente tres por dos metros, pequeñito, sin ventanas, sin
luz. Los cuatro actores principales estábamos apretujados junto con el
director, mirándonos en silencio unos a otros. Así pasamos casi una hora. Suena
a que estuvo aburrido, pero a mí me puso en un estado meditativo de paz y
tranquilidad. Pensaba en lo afortunada que era de estar en esa producción y
agradecía en silencio la oportunidad. Tal vez por eso reaccioné como lo hice
minutos después. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Emilio se levantó
y nos pasó a cada uno de los actores una venda negra. «Póngansela en los ojos y
apriétenla bien» nos dijo en voz monótona al tiempo en que apagaba la luz.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Nos pidió que
camináramos por el espacio una vez que comprobó que todos tuviéramos los ojos
completamente cubiertos. Señaló que pusiéramos énfasis en la respiración de tal
manera que cada vez que nos topáramos con alguien, emitiéramos una larga
inhalación y exhalación tratando de ignorar el contacto y enfocarnos en las
sensaciones que se producían en nuestro cuerpo.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Al principio me
tensionaba cuando me encontraba con alguno de los otros actores. Traté de
dirigir mi atención a mis sensaciones y poco a poco empecé a relajarme. Después
de un rato el director nos pidió que empezáramos a respirar por la boca y
fuéramos acelerando el ritmo hasta llegar a inhalaciones y exhalaciones cortas.
Teníamos que seguir enfocando nuestros sentidos a lo que experimentaba el
cuerpo sin perder la concentración que pudiera presentarse debido a la corta o
nula retención de aire en los pulmones.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Empecé a sentirme
mareada y desorientada. Cada roce con otros cuerpos me generaba una especie de
descarga eléctrica. Sentía cómo los poros de mi piel se expandían haciéndome
más ligera, era como si flotara. Mi corazón latía fuerte y rápido, pero al
mismo tiempo podía percibir su movimiento pausado, como en cámara lenta. Y
entonces comencé a reír. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Mi risa contagió
a los demás y ahora todos reíamos, cantábamos y nos deslizábamos en una danza
cortesana en el espacio con movimientos suaves y armónicos mientras nuestros
pechos subían y bajaban con rapidez debido a nuestra respiración acelerada. Nos
empezamos a tocar unos a otros y podía sentir lo que ellos estaban
experimentando. Era como si todos estuviéramos conectados y formáramos un solo
ser. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Sentí cómo una
mano empezó a tocarme con delicadeza mis labios para después deslizarse a mis
hombros y presionarlos hacia abajo haciendo que mis piernas se doblaran y me
hincara en el suelo. Percibí después dos manos ajenas jugando con mi pelo, mi
frente, mis ojos y mis pómulos.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Los dedos de esas
manos extranjeras abrieron mi boca haciendo que instintivamente la cerrara
mientras la remojaba con la lengua, y, aprovechando ese minúsculo espacio de
apertura entre mis labios al estar inhalando y exhalando con nerviosismo, un monolito
grueso y caliente se hizo paso de manera abrupta entre mis dientes, al tiempo
en que cambiaba de forma haciéndose más grueso y grande. Entonces paré.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Detuve con
brusquedad la respiración acelerada y sentí como me desconectaba del resto de
mis compañeros. Quise levantarme y sacar eso de mi boca, pero una mano sostenía
mi nuca mientras la otra se aferraba a mi coronilla con fuerza obligándome a
quedar arrodillada y sometida. No podía respirar, sentía esa cosa mutante
llegar hasta mi garganta. Lancé un grito ahogado, al mismo tiempo en que mi
cabeza era manejada por esas manos intrusas que jalaban con fuerza mi cabello
hacia adelante y hacia atrás. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Muchas veces me
he cuestionado por qué no lo mordí. Por qué lo único que hizo mi cuerpo fue
rendirse a la voluntad de ese animal que satisfacía sus instintos. Por qué
permití que mis lágrimas salieran de mis ojos al mismo tiempo en que me tragaba
ese líquido espeso salado y asqueroso en lugar de quitarme, escupir y gritar.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Solo sé que mi
mente repetía una y otra vez: «Que no se den cuenta mis compañeros, que no se
den cuenta mis compañeros». Yo era la que estaba haciendo algo mal y me daba
una vergüenza terrible. Me sentía culpable por haber perdido la concentración
del ejercicio «he roto la conexión con mis compañeros, he roto la conexión con
mis compañeros, qué van a decir mis compañeros, qué van a pensar mis
compañeros».</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">El director logró
tener el final existencial que tanto buscaba. Crudo, desalentador, con una
sensación de desasosiego y reflexión sobre la condición humana y por ello ganó
múltiples reconocimientos internacionales y, como bien lo saben ustedes, su
primera nominación al Oscar.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Nunca quise
participar en los eventos de promoción de la película y eso molestó sobremanera
a la producción. Mis compañeros no lo entendían. La prensa hablaba maravillas
de mí, y yo permanecía en las sombras. Emilio le dijo a mi maestra que yo me le
había ofrecido y que como él me había rechazado, estaba haciendo esto por
venganza. Por supuesto ella no se detuvo en poner en duda lo que su amigo de la
escuela le dijo y me corrió de su taller, sin permitir darle explicación
alguna.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Ahora estaba ahí,
en medio de un éxito taquillero internacional, sin mi maestra, exiliada del
taller y asediada por propuestas sexuales de otros directores que al parecer
habían escuchado la escena erótica distorsionada de cuando yo se la chupé al
director en un cuarto oscuro.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Así que,
volviendo a tu pregunta. No, yo no quiero ser actriz, yo ya lo soy. Podrías
reformular la estructura de tus palabras y decirme: «¿Te dio tiempo de estudiar
los diálogos mientras esperabas tu turno o necesitas que te dé réplica?». De
esta manera haces tú tu trabajo y yo el mío.</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">———</span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">Despertamos del
embrujo en el que caímos durante su relato. Ese fuego que desprendía su mirada
nos hizo sentir incómodos y avergonzados. El ambiente se volvió tenso y yo
tenía unas absurdas ganas de llorar. El director tomó el guion y se acomodó
para darle réplica a sus diálogos y empezar por fin la audición. Sus manos
temblaban y parecía que las palabras no podían salir de su boca. Realizó unas
muecas como si quisiera volver el estómago mientras su respiración se volvía
entrecortada. Nadie acudió a socorrerlo. Era como si una fuerza nos impidiera
movernos. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="es-419">—Mmm, ya veo
—comentó la actriz colocada aún en medio del círculo marcado con cinta adhesiva
amarilla en el piso—. Parece que al señor director le ha inquietado mi relato.
Dile a tu padre que su actriz favorita le manda saludos. Pregúntale cómo le
sabe el éxito. Dile que no tiene nada de qué preocuparse por las historias que
andan circulando de él por ahí. Recuérdale que «el infierno está en los otros».
Creo que por hoy mi audición ha terminado. </span><span lang="es-419"><o:p></o:p></span></span></p>
<p style="margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="es-419"><span style="font-family: verdana;">Salió del círculo
y se dirigió a la puerta, llevándose con ella toda nuestra energía.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-98368299375065558.post-33286523940898536662023-08-30T12:25:00.004-07:002023-08-31T07:50:58.560-07:00El tesoro maldito<p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b>Cecilia Escobar</b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-family: verdana;"><b><br /></b></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Un haz de luz
llamó poderosamente mi atención aquella noche, era como una llamarada que salía
de las paredes de adobe y ca</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">as de la casa.
Extra</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">ado por el suceso, hice a un lado el plato de sopa caliente
que degustaba en solitario y me acerqué a inspeccionar. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">Ocurría por
segunda vez desde que me había mudado con mis escasos objetos personales a la
casucha de paredes carcomidas y techo agujereado. El lugar estuvo abandonado
durante algún tiempo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Corría el a</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">o
de 1914. Yo era un mulato treinta</span><span lang="ES">ñero</span><span lang="DE"> y trabajaba
como herrero para un hacendado en la costa norte del país. Vivía junto a mi
familia, en un modesto rancho en los linderos de la hacienda. El patrón solía enviar,
durante breves periodos de tiempo, peones a las distintas y extensas áreas de tierra
que poseía.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Él hizo una
adquisición de terrenos aleda</span><span lang="ES">ños</span><span lang="DE">. Alegaba
que era necesario aprovechar la apertura de Perú a la economía mundial, la
misma que renovaba la capacidad productiva del país. Entonces me fue
encomendado durante tres semanas entre finales de marzo y quincena de abril,
realizar trabajos en el anexo adquirido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">Antes de mudarme hice
los retoques necesarios que me protegerían del viento y la lluvia. En la casucha
oscura y lúgubre entendí rápidamente porque los otros peones se negaron a
quedarse allí. Yo amaba aquellos momentos de soledad y escribía versos en mis
ratos de descanso, en un cuaderno que llevaba siempre conmigo. Por las noches
me alumbraba con velas o lamparines a kerosene. La modernidad, traducida en
energía eléctrica, aquel entonces no era accesible para la clase trabajadora.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">En esa morada tuve
desde el primer día sue</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">os extra</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">os,
en los que un hombre desconocido, a quién le colgaba trozo del cráneo, se me
aparecía hablándome cosas que no alcanzaba a entender. Al despertar, desconcertado
por lo que hasta el momento no comprendía, veía su figura difuminarse ante mis
ojos, como un enjambre de moscas peque</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">as que
desaparecían conforme la vista se volvía más clara. Otras veces, mientras hacía
una ronda nocturna a caballo antes de dormir, una sombra siniestra salía del ca</span><span lang="ES">ñaveral</span><span lang="ES">
</span><span lang="DE">y
traspasaba las paredes de la casa. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Los sue</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">os
y las apariciones se hicieron más recurrentes. Por las </span><span lang="DE">mañanas sentía un cansancio incontrolable que empezaba a afectar mis sentidos. Al ser
yo un hombre creyente y también supersticioso, tenía la sensación de que
aquella figura del sue</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">o, cuya voz al
principio había sido inaudible y con los días tornábase más alta, se alimentaba
de la energía de mi cuerpo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">En mi ni</span><span lang="ES">ñez</span><span lang="ES">
</span><span lang="DE">había
escuchado a mi abuela decir que cuando un muerto te visita, es muy importante
preguntarle la razón. Darle la oportunidad para expresar lo que desea. Una
noche, dispuesto a resolver el enigma, me acosté en la cama con la cara a la
pared tal como decía la creencia popular, cansado como estaba por el trajinar
diario me dormí enseguida y aquel desencarnado llegó a mi encuentro. Yo no
sentí el menor temor a pesar de su abominable aspecto. Mi cuerpo yacía sobre el
colchón, pero una parte de mí flotaba frente aquel ser fantasmal.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué quieres? —pregunté sin mover los labios.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">—Eres el elegido —respondió
una voz hueca—. En este lugar hay un entierro. Yo soy el guardián de ese tesoro.
Pagué con mi vida conocer el secreto y no podré descansar hasta haberlo
revelado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">—¿Qué debo hacer? —inquirí intrigado.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">—Necesitas cuatro
carretes de hilo grueso virgen y herramientas para hacer hoyos profundos. Además,
un trapo rojo con el que cubrirás tu nariz y boca al desenterrar los objetos,
esto te protegerá del antimonio. Cuando los hayas conseguido, te indicaré el
lugar exacto dónde deberás cavar. Tienes que actuar en solitario. Una cosa he de
pedir para mí, tres misas a mi nombre, mi alma está cansada de vagar por estos
parajes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;">—¿Por qué yo? —indagué con extrañeza.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">—Porque en ti no
habita la codicia y tu corazón está libre de maldad —respondió.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Exaltado, me
desperté de aquel sue</span><span lang="ES">ño apuntando con ahínco lo más
relevante en una libreta que acostumbraba tener al lado de mi cama sobre una rústica
mesita de noche.</span><span lang="DE"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">En los días
siguientes, antes de volver con mi familia, caminé por las calles angostas y
torcidas de Chiclayo en busca de los ovillos hasta conseguirlos. Pasé el fin de
semana con mi esposa y mis cinco hijos, trabajando en mi parcela. Doce días al
mes debía yo arar el fundo de media hectárea, que el patrón me había concedido
para alimentar a los míos. Luego tuve que volver al anexo otra vez.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Coloqué sobre la
mesita de noche los carretes adquiridos. Al día siguiente encontré el hilo del
primer ovillo atado a la manija de la puerta, este avanzaba en línea recta cruzando
el ca</span><span lang="ES">ñ</span><span lang="DE">averal. Aquel ser del otro mundo había desmadejado el carrete
se</span><span lang="ES">ñalando de esta forma el camino desde la casucha hasta uno
de los entierros. Asombrado, quise verificar que no hubiera nadie en la
cercanía y al dar la vuelta a la morada, descubrí los tres hilos que me
indicaban los otros lugares.</span><span lang="DE"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="DE"><span style="font-family: verdana;">Me pareció curioso
que el área donde debía cavar, estuviera alejada varios metros del lugar donde
había visto los fuegos varías veces. Solo uno se encontraba al pie de un árbol
de mangos cerca de la casa. Recogí el hilo de las madejas, colocando primero estacas
de madera en los lugares asignados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="DE">Esperé al día
indicado para romper el suelo en los confines de la vieja hacienda, viernes
santo, fecha en que según algunos, la tierra se abre para dar a luz los
secretos de su interior. Me hice la se</span><span lang="ES">ñal de la cruz
como un gesto instintivo y comencé a remover el terreno, al inicio con un pico
y después con una pala, de vez en cuando me detenía a descansar y beber agua. De
pronto, oí el ruido de la herramienta al chocar contra el metal. Un escalofrío
recorrió mi cuerpo al intentar sacar el objeto, era una lata de unos veinte
centímetros y que retiré cuidadosamente. La </span><span lang="ES">envolví con
papel periódico y la coloqué en mi alforja. Luego continué cavando en los otros
lugares indicados.</span><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><o:p><span style="font-family: verdana;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Con el paso de las horas el sol comenzó a ocultarse, mostrando en el cielo
sus hermosos tonos rojizos. Poco después fue necesario alumbrarme con el lamparín
a kerosene para poder ver con claridad. Cuando encontré la última lata y, al
parecer, la más grande e importante, tuve una extraña visión. La tranquila
noche se agitó y un remolino atravesó el terreno helándome la sangre. Las ramas
del árbol de mango se menearon amenazantes ante mis ojos, como un gigante
dispuesto a devorarme.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Mi corazón se aceleró y empecé a respirar con dificultad. Sólo quería
terminar lo que había empezado. Estaba allí en medio del campo, cavando con el
único propósito de hacerle un favor al muerto. ¿Qué más podría suceder?, me</span><span lang="ES"> pregunté temeroso
y a la vez fastidiado. Después de unos minutos todo volvió a la normalidad. Exhausto,
saqué la lata que había quedado destrozada por el impacto de la herramienta. Relucientes
monedas saltaron a mi vista, eran libras de oro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Cuando tuve los cuatro envases metálicos y después de comprobar que las
otras tres latas contenían también libras, me invadió la euforia y luego una
gran preocupación. Aquel hombre había pagado con su vida la posesión de su
tesoro. Qué deparaba el destino para mí. Era notorio que él había sufrido una
escena de violencia que acabó con su existencia. Hice lo posible para no romper
mi campo de serenidad, con mucho respeto elevé una oración de agradecimiento
por la experiencia y el regalo recibido. Al día siguiente terminado el trabajo
encomendado por el patrón, tomé el caballo y me dirigí al lugar donde vivía con
mi familia. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Era necesario actuar con cautela y precaución. Puse a buen recaudo mi
tesoro, las cosas de valor nunca se deben tener al alcance de las manos, ni a
los ojos de la gente. Bajo tierra estarían seguras. Esperaría tres meses hasta
poder comercializar las monedas, era lo que el alma en pena me había dicho.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">La posesión de aquellas libras de oro, ochocientas ochenta y dos en total, en
cuyo anverso podía leerse: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">verdad y
justicia</i>, empezaron a robar la paz y tranquilidad de mis días. Siendo yo un
hombre sencillo, sin vicios, afrodescendiente, temeroso de Dios y sabedor de que
la riqueza corrompe el espíritu, opté por llevar la misma vida mísera que tenía
hasta entonces. Un estilo ostentoso solo habría causado envidia de los vecinos
e ideas paranoicas de mi parte. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Cómo podría explicar de pronto lo que poseía. Un tesoro oculto pertenece al
que lo descubre si el sitio es de su propiedad. De qué forma podía yo relatar
al patrón la historia del alma en pena y los carretes de hilo. Las monedas de
oro me trajeron la misma sensación de incertidumbre que la libertad a los
antepasados míos, al principio no supieron que hacer con ella. Se vieron
obligados a regresar a las haciendas y trabajar como jornaleros a muy poco
sueldo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><span lang="ES">Con el paso de
los días, mis hijos empezaron a hablarme acerca de una silueta sombría que creían
ver a menudo de pie junto al fogón. Yo imaginé de quién se trataba. Debía tomar
una decisión para deshacerme de su fastidiosa compa</span><span lang="ES">ñía</span><span lang="ES">.</span><span lang="ES"><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Queriendo descargar mi alma del peso que la agobiaba, confesé al cura de la
parroquia lo ocurrido, el mismo que me aconsejó compartir mi tesoro con los más
pobres y en obras de caridad para la iglesia del pequeño pueblo que se había
formado alrededor de la hacienda. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin: 6pt 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES"><span style="font-family: verdana;">Después de las misas por el alma de aquel difunto y temiendo que una
maldición cayera sobre mí y mis descendientes, adquirí en Monsefú, una imagen
sagrada y le regalé a mi pueblo, en complicidad con el párroco, la tradición de
celebrar durante tres días, la fiesta patronal del niño Jesús. Aún después de
mi muerte, cada año en el mes de diciembre y al amparo de una gran fogata por
las noches, la algarabía se apodera del polvoriento lugar.</span></span></p>José Alejandro Felipe Valencia-Arenas Abruzzesehttp://www.blogger.com/profile/06135929544228010381noreply@blogger.com6