miércoles, 6 de junio de 2012

Feliz día


Clara Pawlikowski


Después de misa me tiré en la hamaca con los periódicos esperando el medio día para almorzar con la familia de mi hermana Celia.

Para ir a su casa tomé la ruta que uso los domingos, no hay otra mientras la Avenida Arequipa permanezca cerrada para los deportistas. La Avenida Javier Prado estaba congestionada. Todos manejaban fascinados tocando sus bocinas sin motivo, querían lucir sus autos aunque sea por ese día para hacer las morisquetas consabidas a sus madres. A modo de limpiar el óxido que dejaron durante el año.

El almuerzo era en el departamento de Miguel, el hijo menor de mi hermana. Debo añadir algunos datos para que ustedes comprendan mejor esta historia. Celia vive en el mismo edificio donde también tienen sus departamentos Miguel y Carmen, sus hijos. Es un edificio nuevo de esos que actualmente se construyen en serie y en menos de un año cambian el paisaje del barrio. Tienen pequeños espacios con dos o tres dormitorios de los que uno tiene que salir de costado.

Mis relaciones con  esta hermana siempre han sido distantes, no conozco muy bien a su familia. Soy la última de una decena de hermanos y poco he sabido de los mayores una vez que migraron a Lima.

Celia me anticipó que Carmen, su hija llegaría tarde porque iban a recoger al hijo de su pareja internado en un centro de rehabilitación de adictos. No pregunté nada al respecto por temor a ser tildada de entrometida.

Cuando entré al baño escuché al guardián del edificio que le reportaba a mi hermana que la noche anterior habían robado a una vecina, la durmieron, mataron a sus perros y se llevaron todas sus pertenencias.

─ ¿Todo? ─pensé. Me embargó de inmediato una sensación de desconfianza y temor de dejar mi carro estacionado en la calle durante el almuerzo. Mi hermana no comentó sobre este incidente y yo hice como sino hubiera escuchado.

Fuimos las primeras en llegar. Vi numerosos platos de entremeses en la mesita de centro de la sala.

Miguel preguntó gritando desde la cocina, tenía la licuadora funcionando preparando pisco souer:

─ ¿Te gusta seco? o ¿le añado azúcar?

Celia le respondió:

─Acuérdate que está tu tía Elena ─refiriéndose a mi.

─Claro, la pregunta iba para las dos.

Miguel se apareció con dos copas. Mi hermana le dijo:

─Finalmente ¿vas a saludar a tu madre? deja eso ─abriendo los brazos hizo un ademán para que la salude.

─Si, si, perdonen, me olvidé que era el día de la madre. Bienvenidas ─y nos abrazó a las dos.

─Prueben primero, si no les gusta le añado más azúcar.

            Justo en ese momento llegaban Carmen, Guido, su pareja y el hijo de éste. Yo me quedé mirando largo rato al joven pero no noté nada anormal.

─Llegamos a tiempo ─dijeron, señalando las copas llenas.

Luego de terminar de servir lo que quedaba en la licuadora, Miguel volvió a la cocina a  preparar más pisco souer.

Llegó mucha gente, saludaban y sin mayores preámbulos se integraban a los grupos y a las discusiones.

Los brindis no  paraban,  se servían los entremeses, algunos cogían varias galletas en la mano, se colocaban cerros de queso en cada una para evitar volver tan seguido.

Cuando la licuadora no funcionaba, el crujir de las galletitas en la boca de los comensales parecía un concierto de trituradores que amortiguaba la música de los Wachiturros que Miguel colocó en el mini componente.

El jovencito, hijo de Guido, se sentó sobre un cojín en el suelo, no participó de la conversación. Salvo cuando alguien entró y le echó un piropo por lo bien que se le veía, respondió en tono sarcástico:

─Es que me bañé hoy.

Llevaba el pelo largo recogido con una liga a la altura de la nuca. No dejaba de tomar, en un momento dado lo observé con los ojos entreabiertos hasta que se quedó dormido.

Con tanta gente, la pequeña sala se repletó, no quedó espacio. Hablaban a gritos, el tema era el vóley y las posibilidades de la selección de participar en las próximas olimpiadas. Habilitaron una laptop con la pantalla del televisor para ver en directo el partido de Perú con  Brasil. Los que no hablábamos de vóley permanecimos callados.

Casi todos fumaban, la sala se lleno de humo. El olor fuerte de cebollas fritas al inicio se fue desvaneciendo para dar paso al del culantro, preparaban arroz con pollo. Nuestros estómagos languidecían de hambre, eran pasadas las tres de la  tarde.

Después que tomé del segundo pisco souer entré en una especie de sopor, la cabeza me daba vueltas, todo lo veía brumoso. En ese momento vi al hijo de Guido vestido de negro, con pantalones pitillos muy apretados  que dejaban ver  los bordes de su calzoncillo. El cabello lacio tenía flequillos cubriéndole un ojo, llevaba zapatillas altas a cuadros blanco con negro.

Tenía un piercing en el labio inferior y cicatrices en las muñecas, lleva puestos los audífonos de su MP3 y hasta alcancé a escuchar lo que cantaba:

Ahora te diré lo que he hecho por ti
Cincuenta mil lágrimas he llorado
Gritando, engañando y sangrando por ti
Y aun así tú no me escuchas
Me estoy hundiendo

Luego se levantó y acercándose me entregó una tarjeta con un símbolo, era una boca con la lengua extendida, me dijo que representaba la muerte. Recordé que Gene Simmons de Kiss acostumbra a realizar esta mueca. Se desabotonó la camisa y distinguí sus tatuajes.

Claramente noté que este muchacho fue a la cocina  salió empuñando un cuchillo grande y mirándonos con los ojos desorbitados lo clavó con fuerza en el centro de un cheescake de fresa, desparramándolo sobre el mantel y su camisa, el cuchillo quedo fijado a la mesa, balanceándose, al tiempo que decía:

─No se engañen, éste es un  día de putas.

Todos nos quedamos en silencio, inmovilizados. Miguel grito:

─ ¡Mi mesa!

Su padre que no dejó de beber desde que llegó, corrió hacia él, enfurecido lo arrastró al balconcito del comedor. Cogiéndolo del tiro de su pantalón lo lanzó al vacío. Guido perdió el equilibrio al empujarlo y cayó sobre su hijo.

Me quedé dormida, nadie se percató.

Sentí algo helado en la espalda, me pasé la mano y palpé un pedazo pequeño de hielo. Me desperté. Eran alrededor de las cinco de la tarde. Discretamente me levanté, alguien había colocado su copa de pisco souer en el borde del espaldar del sofá donde estuve sentada y se había volcado.

Todos estaban mirando el partido de vóley Perú-Brasil, comentando las jugadas a voz en cuello.

Fui hacia el comedor, ahí estaba un enorme cheescake de fresa. Me  acerqué al balcón, miré hacia abajo y no vi nada extraño. En ese momento, el muchacho salía de la cocina.

La aparecida


Julio Luis Chang


Renzo regresa al Perú luego de estudiar un curso de postgrado en una prestigiosa universidad de Roma. Estaba muy entusiasmado por la interesante oferta para trabajar en la ciudad del Cuzco aplicando sus habilidades profesionales en la especialidad de restauración de  monumentos arquitectónicos. Lo que aprendió en las obras de estudios arqueológicos como el Foro Romano, la ciudad de Pompeya  y otras estructuras antiguas le enseñó lo relevante que era conocer y diferenciar las distintas etapas de construcción de una edificación.

¡Qué gran oportunidad poder supervisar las obras de restauración de casonas en el Cuzco!  Ojalá que el  responsable de la exploración arqueológica sea alguien con buena vibra, para trabajar bien. Renzo entra a la primera obra que le encomiendan  supervisar, buscando al colega a cargo. Observa a una simpática joven en el patio central de la casona cerca a una fuente de agua, se acerca y entabla conversación.

-Buenos días, soy Renzo Monsanto, el nuevo encargado de la supervisión de obras. Por favor podrías indicarme ¿Dónde puedo encontrar al  arqueólogo de la obra?

-Buenos días. ¿Qué tal? No  hay arqueólogo, sino una arqueóloga, y  esa soy yo. Mi nombre es Kusy Grandez, la encargada de esta obra; estoy para servirte.

-¡Ah! Qué grato que una dama sea la responsable. Me gusta tu nombre, es muy original: Kusy, suena bonito, ¿de qué origen es?

-Kusy es un nombre quechua, significa alegría.

-¡Que original! Alegría. ¿Sabes  que tu rostro tan simpático refleja esa alegría?, me agrada ese nombre. -¿Desde cuándo trabajas en esta obra?, pregunta Renzo.
  
-Gracias por el halago. Encantada de poder trabajar contigo. Estoy en la obra mucho tiempo, ¡uf! si te digo que son más de veinte años no me creerías.

-¿Qué?, tan joven eres y tienes tanto tiempo trabajando, replicó Renzo.

-Aunque no lo creas y no lo parezca, es cierto. Te lo juro por mi santa madre.

-Bueno, si tú lo dices, debo creerte, pero realmente me intriga tanta experiencia en una persona tan joven. ¿Has encontrado algunos hallazgos de interés en esta obra?

-Acá hemos encontrado restos de antiguos pisos y gradas, de una etapa anterior de construcción, pero nada muy especial, respondió Kusy.

-Dime por favor, ¿en cuál de las otras obras que conoces hay algo que sea de mayor importancia e interés?

-Estoy segura que te agradará conocer el “Monasterio de Santo Domingo”, donde hay evidencias de algo muchísimo más interesante. ¿Deseas visitarlo y conocer esos hallazgos?, dijo Kusy con un mohín y un gesto muy simpático hacia Renzo.

-Claro, cuando gustes. Estoy especialmente interesado en verlos…

-Bueno, queda cerca podemos ir a pie en estos momentos.

-OK, estoy a tu disposición, vamos.

Mientras, se dirigían caminando a la obra, Renzo, impresionado por el porte y garbo de Kusy, así como por los hermosos rasgos andinos de su rostro, nariz aguileña, ojos negros de mirada profunda, pelo color negro; piensa: Esta  arqueóloga  me cae muy bien, parece que tiene buen carácter, no sólo es simpática de trato sino muy atractiva, al parecer conoce bastante su trabajo.

Llegan a la obra, atraviesan el zaguán  y el primer patio, entonces Kusy le indica  –Esta obra tiene muchas evidencias valiosas, pues como debes conocer hay una superposición de la obra del templo cristiano de los conquistadores sobre los restos de lo que fue el antiguo Templo inca del Coricancha. En este muro de piedra de la época inca, puedes ver restos de pintura mural de la época colonial, ya que sobre el antiguo Templo inca se construyó la Iglesia y Convento de Santo Domingo.

-¡Ajá! Qué impresionantes se ven estos ejemplos de superposición de arquitectura hispánica sobre la inca, ¿sabes?, no tienen mucho que envidiar a las obras de arquitectura romana sobrepuesta a la etrusca.

-¿Has estado en Roma? ¡Qué suerte!

-Sí, estudie un postgrado durante dos años allá. Pero no ha sido suerte, me costó bastante esfuerzo lograr ganar la beca.

-Muy interesante. Tus méritos destacaron ¿no? Habrás conocido muchas lindas obras de arte, pero seguramente también muchas chicas guapas. Por tu personalidad tan extrovertida y tus ojos tan vivaces, habrás tenido muchos romances. ¿Verdad?

-No tanto, no tanto. Conocí bastante de arte y arquitectura, pero efectivamente no sólo eso. Claro que tuve muy simpáticas compañeras, excelentes amigas y guapísimas por cierto,  pero no tuve oportunidad de ningún affaire con ellas.

-¿De verdad?

- ¡Realmente no! El estudio ocupaba mucho de nuestro tiempo. Sólo los fines de semana teníamos algo de tiempo para compartir en grupo algún paseo y una cena. Pero sin chance de intimar con nadie. Culturas y costumbres diferentes eran algunas barreras. ¡Ganas no me faltaban! Pero allá las chicas son muy independientes. No aceptan invitaciones, corren con sus propios gastos… salvo que tengan interés en ti no ceden tan fácilmente.

-¡No te creo! ¿O son muy conservadoras o muy modernas…?

-No, lo que pasa es que las invitaciones con fines románticos, se dan sólo después de conocerse bien. Además la galantería es un rasgo latino, que no siempre cae bien en un ambiente dónde hay gente de varias culturas: latinos, nórdicos, asiáticos, africanos, etc…

-Interesante ese cosmopolitismo…

-En general, tuve muy buenas amistades. Hasta ahora nos seguimos comunicando por correo electrónico. Mi estadía allá fue bastante estresante de lunes a viernes,  dedicada a los estudios.

-¿Y eran muy interesantes esos fines de semana?

-Claro que si, los dedicaba a salir en grupo, para conocer algunas ciudades y pueblos, en que habían obras de interés turístico. Bacán, por cierto.

-Como tú dices, realmente la has pasado recontra bien, realmente te envidio, has sido muy afortunado… bueno, volviendo a nuestra realidad, retomando el tema de las obras, como bien sabes, los españoles en Cuzco quisieron desaparecer la antigua religión inca, imponiendo su Dios sobre los ancestrales ídolos incas, a través de la construcción de sus iglesias encima de los antiguos templos incas. La dominación española sobre  la cultura inca fue opresora; pero a partir de allí surgió una nueva arquitectura, con el estilo virreinal.

-En el caso de Roma, comentó Renzo, también los bárbaros provenientes de lo que ahora es Alemania y Francia, generaron una mixtura de estilos arquitectónicos, la arquitectura románica fue parte de ese proceso, pero después de la Edad Media, edad oscura, resurgió el humanismo y a partir de allí las hermosas obras del renacimiento.

-En cuanto a lo artístico, en Cuzco puedes observar lo  impresionante y hermosas que son las pinturas murales. Usan elementos de la flora y fauna de la zona para ambientar sus temas, dijo Kusy.

-Si. Eso se evidencia muy claramente. Y se ve en casi todas las obras.

-Cierto. Hay otros elementos artísticos, dijo Kusy, que te van a interesar y agradar más.

-A ver, muéstrame.

-Ya, vamos, a la sacristía de la Iglesia.

Cuando llegaron al ambiente que indicaba Kusy, luego de mostrarle una serie de obras de platería, le pide a Renzo que  identifique la obra que más le llamaba  la atención

-Aquí vemos una serie de copas de plata, que usaron los sacerdotes católicos para su liturgia a lo largo de muchos años, desde la época colonial. ¿Notas algo especial en alguna de ellas?,  pregunta Kusy.
  
-A ver, a ver. Todas estas son muy parecidas, pero… aquella parece distinta, es una copa que no es de plata, sino de oro que tiene una piedra turquesa que resalta por su color y su hermoso brillo…

-Caliente, caliente. Has acertado Renzo. ¡Te felicito!  Esa obra es la más importante, es la única hecha en oro, se dice que data de la época en que los conquistadores saquearon el Templo Inca, asesinando al curaca y sacerdote del antiguo Templo del Coricancha.  Según la leyenda, este curaca lanzó una maldición, sobre quiénes fundieran y usaran el oro del templo, para fines distintos al de adoración a sus antiguos dioses. Lo cierto, es que los sacerdotes que oficiaron misas usando esa copa de oro, fallecieron en circunstancias muy extrañas e inexplicables. Por eso, a partir de esos hechos, se prefirió mostrarla como una muestra artística e histórica.

-¡Ah! Es un hecho interesante, que le da un atractivo turístico. ¿Realmente sucedió así?

-Lo que puedo decirte es que según la tradición oral así dicen que sucedió. No podría afirmar si es o  no verdad, en todo caso así lo cuentan. También hay una tradición antigua que dice que aquellas parejas que lo utilicen en ritos sagrados siguiendo la liturgia de desagravio de los dioses incas, podrán tener un amor eterno.

-¡Ah, Kusy! Esto se pone interesante, Renzo le da un guiño y le dice -¿Amiga y si hacemos la prueba?

-¡Ay, Renzo! Estás loco, eso es una tradición no comprobada… además no podemos tocar esa pieza, está prohibido pues es una pieza artística de mucho valor. ¿No ves que está dentro de una urna especial hermética? Además hay cámaras de vigilancia, por seguridad.

-Bueno, bueno. Lo podemos pedir prestado y hacer la prueba. Dime Kusy,  ¿con quién hay que hablar?

-El administrador te mandaría a rodar. Ni pensarlo, ya te he dicho que eso es una tradición, no necesariamente significa que es algo real. Es para promover el turismo. ¿Y además para qué quieres hacer esa prueba absurda?

-¿Cómo que para qué? Para ver si resulta, y a lo mejor tú y yo iniciamos un amor eterno…

-Oye, Renzo ¡Qué atrevido que eres! Ni pensarlo. Además hablar de amor eterno es cosa seria ¿Te atreverías acaso en tener un amor conmigo para siempre?… Si ni siquiera nos conocemos bien. Podrías sufrir mucho.

-¿Sufrir? Créeme, amiga. No es una broma, si alguien como tú me cae bien soy capaz de comprometerme y jurar amor eterno para compartir no para sufrir. Por ahora, te invito a tomar un lonche en el  “Café Ayllu” y conversamos. ¿Te parece bien?

-Ya, vamos pues. Bueno, sobre tu propuesta, ojo que puedo aceptar el amor eterno y espero que luego no te arrepientas; mejor es conocernos primero. Así que mejor, cambiemos de tema, por ahora sólo te acepto ese lonche, por gentileza a ti… y por el frío que hace. Gracias por la invitación. La próxima a lo mejor te invito yo.

-Ja,ja. No tienes por qué sentirte obligada a retribuir nada.

- No, de verdad. La próxima yo te invito a un lugar típico, que queda en San Sebastián. Ojo, sólo si quieres. Como dice la canción, la vida da sorpresas…

-Me agradan las sorpresas inesperadas, afirma Renzo, siempre que esté junto a ti.

-La verdad, no sé si cumplas con estar junto a mí para siempre; sería muy difícil  responde  Kusy, de manera enigmática.

-Claro que sí podría, lo prometido es deuda, afirma Renzo.

-Ojalá Renzo, ojalá…

Esa tarde, después de terminar un  agradable lonche, luego de una amena charla no sólo de trabajo sino de temas personales, Renzo  acompaña a Kusy hasta la puerta de su casa ubicada en el Barrio de San Sebastián frente al camposanto. Casa que resaltaba por su fachada muy original  cuya portada estaba decorada con hermosos labrados en piedra, las paredes coloridas muy pulcras y el interior bastante iluminado. En el exterior se sentía la humedad provocada por la ligera lluvia, y el agradable aroma de las flores;  la abraza afectuosamente dándole un beso en la mejilla, que la percibe, bastante fría, quizás por el clima húmedo, pensó Renzo. Él siente que se le estremece su cuerpo luego de esa despedida, asume que es por la emoción, y le dice -Ya nos vemos mañana, que tengas un buen descanso con un buen sueño y que no se te aparezca el curaca del cuento, ja, ja.

-Si, apreciado Renzo. Igualmente, que descanses bien, responde Kusy, te recomiendo reflexionar mucho antes de hacer tu promesa de amor eterno, espero que mañana no tengas percances que te inquieten. Le dice adiós, entra a su casa muy iluminada, en cuyo interior se percibía mucho movimiento, Kusy se despide y cierra la puerta. Renzo supone que debe ser su familia esperándola.

Esa noche, en su fría habitación del hotel, dónde la calefacción se había malogrado,  Renzo no logra conciliar el sueño, recuerda lo agradable que fue para él  su primer día de trabajo con Kusy. Pensaba, ojalá que para ella haya sido  igual de emocionante, con sus sentimientos y emociones parecidas a las mías.

Al día siguiente, luego de un sustancioso desayuno, soñando despierto con la arqueóloga, Renzo va a su centro de trabajo y pregunta por Kusy.

-¿Kusy? Le responde uno de sus colegas, ¿Qué Kusy?

-¡Kusy! Kusy Grandez, la arqueóloga que trabaja en el Monasterio de Santo Domingo.

-No, acá no trabaja con nosotros en obra alguna ninguna arqueóloga con el nombre de Kusy ¿No es cierto colegas?, responde el jefe del equipo. Los arqueólogos acá son todos varones, así que no te hagas ilusiones apreciado Renzo, ja,ja.

En eso, el viejo guardián de la oficina, luego de escuchar atentamente se atreve a hablar  y comenta: -Si, en esa obra del Monasterio, hace ya muchos años atrás, hubo una arqueóloga Kusy Grandez, será por lo menos hace veinte años que sucedió. Ella falleció trágicamente en un accidente, cuando en pleno trabajo cayó un muro encima de ella, y nadie pudo socorrerla, murió instantáneamente… desde ese entonces se dice  que hay ocasiones en que se aparece a desconocidos. Su alma vaga por esa obra, que ella quiso mucho.

-¿Qué broma pesada es ésta? Grita alterado Renzo. No estoy para más bromas. Déjense de decir tonterías y díganme dónde está Kusy.

El viejo guardián responde –En el Cementerio de San Sebastián está su tumba. Se compadece y saca de un archivo, una antigua y amarillenta foto de un periódico de la época en que luce Kusy, la misma imagen jovial que vio y trató Renzo; se la muestra a él. Cuando Renzo, ve la imagen, dice asustado, sí es ella. Entonces, implora, ya dejen de jugarme esta broma. ¡Dígame la verdad! ¡No le creo!

-Esa es la verdad, masculló el viejo guardián. Lo lamento mucho.

Se hizo un silencio, en la oficina, en dónde todos miraban expectantes y silenciosos a Renzo. Nadie quiso responder, ni agregar nada. El viejo guardián lo había dicho todo. Y era cierto. Kusy, según esa explicación,  ya no estaba en este mundo. Quizá su alma vagaba y encontraría algún otro desconocido desprevenido que la escuchase y tratase con afecto. Al menos, eso le hicieron saber a Renzo.

Mortificado por esos comentarios Renzo decide ir al Café “Ayllu” para despejar las dudas que atraviesan su mente. Se acerca al mozo que los atendió a él y a Kusy y le pregunta:
-Amigo, ¿te acuerdas cuando vine acompañado por una amiga a tomar lonche, el fin de semana? –Bueno, señor, sí me acuerdo que vino usted sólo. –¿Cómo que sólo?, dice Renzo, yo vine acompañado e incluso pedí dos lonches, uno para mí y el otro para mi acompañante. El mozo, lo mira extrañado y le dice: -Sí, es cierto, usted pidió dos lonches, pero sólo consumió uno y pagó también por el otro, pero sin que nadie lo consuma.  Renzo, se sorprende, y le dice: -No puede ser, acaso no vio a mi acompañante; estuve conversando toda la tarde con ella. –No señor, estuvo usted sólo, me llamó la atención, que usted hablase como si se dirigiese a otra persona hacia un asiento dónde no había nadie.

En ese momento Renzo, recuerda que cuando visitaron la sacristía de la Iglesia de Santo Domingo, Kusy le comentó que había cámaras de vigilancia; prestamente se dirigió a comprobar si en el video del día que fueron juntos para ver las obras en la sacristía, estaba la grabación en que aparecen ambos. Luego de conversar con el administrador del Museo del convento, logró convencerlo para que le permitan el acceso al video. El mismo administrador, hace que le muestren el video grabado en el día y hora en que ambos estuvieron de visita.

Grande fue su sorpresa cuando le muestran el  video grabado, en que sólo aparecía él, como si estuviese hablando, dirigiéndose a alguien inexistente a su costado. -¡Oh! ¡No puede ser! Yo estuve acompañado señor, le dice al administrador.  Éste le responde: -Esto es lo que está registrado en el video, se ve que allí aparece usted, pero nadie más. ¿No se habrá confundido? Y lo mira extrañado a Renzo. Ante su rostro de sorpresa el administrador le confiesa: -Lo siento señor, ya otras veces ha pasado lo mismo; personas que aseguran haber visitado este convento con una dama, ¿una arqueóloga me dijo? –Sí, responde Renzo.

-¡Ah! Pareciera que usted ha visto un alma en pena,  que le ha jugado una mala pasada, es la aparecida, el espíritu de Kusy Grandez, la arqueóloga que se accidentó y falleció hace cerca de veinte años, cuando cayó un muro sobre ella. Señalando hacia afuera, le pide que lo acompañe y le muestra el ambiente contiguo en que sucedió ese terrible hecho.  

En ese escalofriante momento, Renzo, no acepta convencerse, siente que no puede haberle sucedido algo tan extraño a él. Se dice a sí mismo, es imposible, yo mismo la vi y conversé con ella. –Me apena mucho lo sucedido, respondió el administrador. Lo observa cuando Renzo desesperado sale intempestivamente. Quería encontrar a Kusy a como dé lugar, decide ir a buscarla en su casa, en el barrio de San Sebastián. Hacia allá se dirige raudamente.

Apenas llega, encuentra que la hermosa casa  iluminada dónde se despidió y vio entrar a Kusy, ahora lucía totalmente descuidada, como si estuviese abandonada, al preguntar a los vecinos le comunican que está deshabitada desde hace veinte años; su familia decidió mudarse, después del trágico suceso.

Decir que Renzo enloqueció es poco; su estabilidad emocional, su salud mental se fueron resquebrajando rápidamente. Perdió su trabajo. Desde esa terrible impresión, se le comenzó a ver deambulando por el barrio. Andaba barbudo, descuidado, totalmente desaliñado; era una sombra del Renzo que llegó al Cuzco. Se le veía merodeando día y noche por el Barrio de San Sebastián, tocando las puertas de casa en casa preguntando y repreguntando por Kusy... Los vecinos lo miraban compasivos. Ninguno se atrevía a decirle que Kusy estaba al frente. Sí, al frente pero enterrada en una tumba del cementerio. El aroma de las flores que percibía,  es el mismo que Renzo sintió cuando acompañó y se despidió del alma de Kusy, a quién jamás volvería a ver… Al menos en este mundo.