miércoles, 31 de marzo de 2021

Sin nombre

Lizbeth Ramírez Torres


En una casa pequeña de donde el humo salía por la chimenea, un aura de melancolía y decadencia parecía reinar dentro y fuera. Una niña de apenas diez años vivía ahí, sus ojos grandes y curiosos observaban hacia el exterior, ya que no podía salir, y junto con ella habitaba su abuela, una anciana severa y de ojos sanguinolentos. Nunca se había molestado en darle un nombre, porque desde que la pequeña quedó en su custodia, algo sobre ella la incomodaba o le irritaba, por lo que era mejor llamarla cosa o estorbo y por mucho tiempo la niña creyó que era todo eso.

La mayor parte del tiempo la pequeña se quedaba encerrada en la casa, mientras su abuela hacía las faenas en el invernadero. Una vez en su habitación se sentaba en la cama, para observar lo que ocurría afuera. Los rayos del sol iluminaban el hermoso día. Algunos niños se divertían jugando con la pelota o construyendo castillos con tierra, reían con soltura y alegría. La niña se preguntó por qué no podía ser como todos esos niños. Nunca la dejaban salir. «Mi abuela dice que estoy loca, que hay algo mal en mí, por eso debo de estar siempre en casa, por eso no puedo tener un nombre». Los ojos se le humedecieron y siguió observando con melancolía.

 ―¡Pedro! ―llamaron a uno de los niños. Se levantó y fue corriendo hacia su madre.

¿Acaso sus padres nunca la llamaron de alguna manera? Pero no podría saberlo, porque ya no existían. No importa, encontraré un nombre para mí, se dijo.

Al poco rato, la anciana llamó a la niña, pues era hora de que le leyera el siguiente capítulo de la biblia. Gracias a que su abuela había perdido gran parte de su vista le enseñó a leer, algo que la pequeña agradeció mucho. Se sentó en uno de los sillones, junto a la chimenea, y comenzó a leer, mientras la anciana escuchaba atentamente.

La búsqueda dio inicio. Sin embargo, no sabía cómo dar con su nombre perfecto, pues solo conocía el de sus padres, el de su abuela y los que leía en la biblia. Empezaba a creer que sus pesquisas eran inútiles. Además, no tenía a nadie que pudiera ayudarle. Un día se armó de valor y le preguntó a su abuela si sus padres nunca le habían llamado de alguna forma, pero esto despertó su furia y la pobre muchacha se arrepintió de haber pedido su apoyo.

¿Por qué mi abuela se molesta tanto cuando le menciono sobre mi nombre?, se preguntó.

Se dirigió al cuarto triste y abatida. Esto era importante para ella porque ya no quería que la llamaran cosa o estorbo. Deseaba ser algo más que eso. Se acercó a la ventana de su habitación y divisó al mismo niño del otro día: Pedro. El sol se metía en el horizonte y el cielo se pintó de tonos naranjas y rosas.

Una lágrima descendió por su mejilla.

Pronto la noche llegó, y con ella, miles de estrellas. En momentos de gran soledad contemplar el firmamento no la hacía sentir tan sola, pues experimentaba que de alguna manera entendían su tristeza aquellas bolas de fuego tan lejanas y silenciosas.

Al despertar la mañana siguiente, corrió la cortina que cubría la ventana y se percató de que había un libro tirado en el suelo. Su abuela nunca le había dejado tener uno, porque la harían pensar cosas raras. ¿Por qué lo habían dejado ahí?

Al poco rato ideó un plan para ir por él.

Esperó que la anciana se fuera y salió cuidadosamente de la casa hacia donde se encontraba el objeto. Para su terrible sorpresa, el niño de siempre estaba ahí, intentó ocultarse, pero ya la había visto.

 ―Ven, no tengas miedo ―dijo Pedro.

 El corazón de la niña latía con fuerza, pero salió de su escondite.

 ―¿Cómo te llamas?

 La pequeña se ruborizó.

 ―Mi nombre es Pedro ―dijo el niño, y se percató de que la niña veía fijamente el libro―. ¿Quieres esto?

 Asintió.

 Pedro le entregó el libro en las manos.

 ―Gracias ―logró articular la niña, y salió corriendo a toda prisa hacia su casa.

Este había sido el único encuentro que había tenido con alguien más que no fuera su abuela.

Se dirigió a su habitación rápidamente, donde empezó a hojearlo con mucha alegría, y pronto se enfrascó en la lectura.

 ―Electra, mi nombre será Electra ―dijo la niña con una sonrisa en los labios (era el nombre de la protagonista del libro).

Electra, por fin había llegado al final de la búsqueda y jamás estuvo tan feliz como ahora. Sin embargo, tenía que ser muy cuidadosa para que no se enterara su abuela. Escribió su nombre en el libro y en una hoja de papel que pegó en la pared (la abuela nunca iba al cuarto).

Por otro lado, Pedro quería volver a ver a aquella niña, así que se dirigió hacia su casa, pues algunas veces la había visto a través de la ventana sin que se diera cuenta, por lo que tenía claro donde vivía.

 ―Buenas tardes, ¿está su nieta? ―preguntó el niño inocentemente.

 ―¿De qué hablas? ¿Cómo es que la conoces? ―preguntó la anciana.

 ―Algunas veces la veía cuando se asomaba a través de la ventana para observarnos, nunca la vi poner un pie afuera de la casa, hasta el otro día que salió para recoger un libro, y se lo obsequié ―contestó Pedro―. Y me preguntaba si podría salir a jugar conmigo.

 ―¡Ella no vive aquí! ―dijo la anciana enfurecida, y cerró la puerta dando un portazo.

Pedro se fue decepcionado, pero no perdía la esperanza de que la volvería a ver.

La anciana se dirigió a la habitación de la niña, sus ojos parecían que se saldrían de sus órbitas. Electra estaba tan inmersa leyendo que no se percató que alguien se acercaba, cuando lo hizo su abuela estaba en la entrada mirándola encolerizada.

―¡Tú no eres nadie, entiéndelo! ―dijo la anciana hecha una furia, y le arrebató el libro de las manos y con todas sus fuerzas empezó a destruirlo, las hojas caían al suelo en pedazos; después, tomó la hoja donde la muchacha había escrito su nombre y la destrozó―. ¡Eres una cosa, un estorbo, eso eres! ¡No puedes tener un nombre!

Electra permaneció sentada en la cama, sin oponer resistencia a lo que hacía su abuela, las lágrimas salían corriendo por sus mejillas.

Finalmente, la anciana abandonó la habitación.

No soy Electra, soy una cosa, un estorbo, pensó.

En el piso se hallaban las hojas del libro hechas pedazos, pero al parecer no era lo único que había roto la anciana. Electra se sentía cayendo en un abismo sin fondo y su mirada se perdió en el vacío. Se levantó como mecanizada por un solo pensamiento, tomó una soga que estaba en uno de los cajones.

La mañana volvió a llegar, sin embargo, el cielo estaba gris y lleno de nubes, auguraba lluvia. La anciana se levantó de un humor más intolerante que de costumbre. Se dirigió hacia la cocina para desayunar y le sorprendió no encontrar a su nieta todavía. Cuando terminó lo que había en el plato, fue hacia el cuarto de la cosa para despertarla.

 ―¡Holgazana!

 Abrió la puerta, y un grito desgarrador salió de su boca, parecía que la muerte se había presentado a su puerta.

 ―¡No, no, no! ―decía la abuela mientras se tomaba de la pared para no caer.

El cuerpo de su nieta colgaba desde el techo, sostenida por una soga amarrada a su cuello.

La anciana yacía en el piso hecha un ovillo.

En el cementerio local se llevaría a cabo el sepelio. Su abuela, el cura, Pedro acompañado de su madre y los que cargaban el féretro desfilaban hacia el camposanto en un día con el cielo gris y el viento gélido, pues la temporada de lluvias había comenzado. Pronto el ataúd estuvo bajo tierra.  El sacerdote trataba de consolar a la pobre anciana, sus ojos estaban inyectados de sangre de tanto llorar. Pedro contemplaba la escena con tremendo pesar y no entendía cómo la niña murió tan repentinamente si se veía tan sana.

Una vez que la ceremonia hubo concluido y todos se habían ido, a la vista quedó la lápida que decía:

 

Aquí yace

 Electra

 1965-1975

lunes, 29 de marzo de 2021

Técnicamente viuda

Rosario Sánchez Infantas


Hace diez años que ha muerto y nadie se ha dado cuenta.

*****

Leía en la tarde sombría y húmeda. Levanté la vista y me conmovió ver, a través de la ventana, un enorme macizo de nubes oscuras. Una gran dinámica se había estado produciendo en las alturas sin que lo supiera. Devendría en tormenta. Tardes como esta me impelen a recordar arropándome con una manta y lumbre a falta de compañía humana. 

Su descripción objetiva sería la siguiente: «José Manuel Valera Mendoza, sesenta años, un metro setenta de estatura, ochenta kilos de peso, rubio, tez blanca. Editor de una revista cultural en Trujillo, Extremadura, España. Posee amplios intereses culturales y artísticos. De carácter nervioso y restableciéndose de un divorcio. Busca pareja virtual hispanohablante. Espera recuperarse de la crisis económica mundial, para poder disfrutar en compañía si surgiera el romance». Sin embargo, él se presentó en el sitio para buscar pareja, de la siguiente manera: «Lugus, español, raíces celtas, seminarista de mirada profunda, busca cómplice de Iberoamérica, pues, “la vida es como una obra de teatro: no es la duración sino la excelencia de los actores lo que importa” (Séneca)». Parecía interesante. Por las aproximaciones cautelosas y luego el desborde de fina sensualidad contenida, me di cuenta de que ambos tenemos carácter nervioso. ¡Somos muy sensuales, voluptuosos y creativos! Tenemos una vida subjetiva rica, compleja… pero ¡somos inconstantes!, ¡melodramáticos!, ¡temerosos!, ¡susceptibles! Sin embargo, los nerviosos también tenemos derecho a ser felices. Apostamos por disfrutar virtualmente nuestros gustos comunes, el deslumbramiento y la ilusión que fueron brotando, hasta poder reunirnos (querer con un océano de distancia en plena crisis económica requiere tener vigorosa la esperanza).

Compartíamos el ser de izquierda, y estar en contra de las monarquías, los neocolonialismos y la discriminación de cualquier índole. Eran estimulantes sus análisis de la política internacional, y la poesía o fragmentos de narrativa que cada día compartía generando polémica e intercambio de textos entre sus contactos de la red social. Con principios y gustos afines, con mucha voluptuosidad y creatividad fuimos construyendo un cálido espacio de afecto, pasión y complicidad.

*****

¡Ha muerto! ¡José Manuel ha muerto! Un ser único, valioso, sensible y que me amaba, no está más. ¡Sus recuerdos, luchas, logros, afectos y sueños se diluyeron en la nada! 

De bruces se agolpan los recuerdos, sensaciones, emociones y sentimientos compartidos. 

¡Debo pedir una misa… buscar una iglesia disponible… enviar las invitaciones! ¡Tengo tanto que hacer!

Todas las culturas han creado rituales para procesar el dolor de la muerte. Necesitamos actos tangibles para aceptar lo inaceptable y entender a cabalidad la expresión para siempre de esa partida. Me apoyé en el afecto de los amigos para sentir que estoy entrando, acompañada, a vivir mi condición de viuda. 

Ni él ni yo creíamos en un dios, pero imagino que su espíritu agradecería que lo recordemos con afecto y que explicitemos el dolor por su pérdida. Qué hermosa me quedó la invitación con el Cristo de San Juan de la Cruz de Dalí (¡tan dolido, tan humano!):   

«La compañera, amiga y cómplice de quien fuera José Manuel Valera Mendoza, agradece su compañía en la misa que tendrá lugar al conmemorarse el décimo aniversario de su partida. Nos dejó un cuatro de julio de dos mil diez, en trágico accidente automovilístico en las cercanías de Trujillo-Extremadura-España. 

Lugar: Fan page del Templo de la Buena muerte. Ayacucho-Perú.

Fecha: 4 de diciembre de 2020. Hora: 4.00 p.m.  

Media hora antes se le enviará el enlace, vía WhatsApp».

*****

Cuando dijo que no veía televisión por ser una herramienta de adormecimiento masivo celebramos la afinidad. Pero ahí están los periodistas, creando ídolos, expectativas y pasiones. Recordándonos, cada día, cuánto falta para el campeonato mundial de futbol. Poder olvidar por una temporada la crisis, el desempleo y el hambre, reaparecidos después de décadas, ¡sería demasiado bueno para España! Cuidando su imagen de contracorriente, insiste en no ver televisión. ¡Qué final de infarto entre Japón y Paraguay! Nadie habla de otra cosa. La histeria colectiva que desata el España 1 y Portugal 0, termina por despertarle al futbolista que todo hombre lleva en sus genes. Pero el triunfo sobre Paraguay y ¡entrar a las semifinales España-Alemania!, lo llevan al pueblo a traer su viejo televisor. El calor del verano europeo, la preocupación por las deudas, el haber madrugado, la apnea o sabe dios qué, lo hicieron volcar en la carretera, y ya no pudo ver a la roja pasar a la final. Tampoco su viejo televisor pudo mostrar aquel 1 a 0, en tiempo suplementario y gracias a Iniesta en el minuto ciento dieciséis, que coronó campeón del mundial al pulpo Paul y a España un once de julio de dos mil diez.

*****

Con media hora de anticipación ingreso al fan page para la misa virtual. Sin tener que preocuparme por organizar una misa presencial, en la comodidad de mi casa me pongo a reflexionar. Desde que envié las invitaciones he sentido en varias ocasiones la falta de un propósito real para esta ceremonia y me he preguntado si participar en ella es enfermizo. Me doy cuenta de que me fuerzo a estar triste por José Manuel. En estos días he recordado la ilusión que le trajo a mi vida, la ternura desplegada, el juego de la seducción, el despliegue de la pasión, también el apego y los celos. Pero todo ello lo siento distante. Aparece también lejano el dolor cuando dejó de contestar mis mensajes y llamadas, y las detalladas referencias a las «relaciones abiertas» que estableció con otras mujeres. Solemos vivir bien hasta que construimos un nosotros, y entonces la soledad forzada agobia. Me recuerdo buscando sin hallar su nombre en mi bandeja de entrada, aun al hurgar avergonzada-esperanzada entre el correo no deseado. Se tensan mis mandíbulas, el pecho se me oprime. Siento una tristeza antigua.

Es la hora, inicia la ceremonia. Veo conectarse a mis amigos. Repito de manera mecánica los diálogos de una misa aprendidos desde la infancia. Surgen espontáneas las conexiones de mis neuronas. Me descubro reconociendo que soy melodramática, y cuánto dolor y belleza hallé en el hecho de ser viuda. Me recrimino participar en la ceremonia sin mediar mi voluntad. Trato de concentrarme en ella. Pienso que luego de enamorarnos parecía el único desenlace posible disfrutar nuestro amor y gustos afines en una sencilla casita, apenas interrumpidos algún fin de semana por entrañables amigos o bulliciosos nietos. Sobrio disfrute del encuentro humano. El sacerdote menciona el lugar y la fecha de la muerte de José Manuel. Eso me recuerda al campeonato de futbol y la secuencia de hechos que llevó a campeonar a España; los encuentro, ¡tan anodinos! Siento culpa, me disculpo con José Manuel, quisiera experimentar tristeza por su partida. Sin embargo, cuando me doy cuenta evalúo que, en el campeonato mundial —como cuando la especie humana aún no había desarrollado el neocórtex— las emociones, los sentimientos de filiación, la prevalencia del clan, fueron exaltados hasta el delirio por los publicistas en favor de los intereses de los empresarios. Como especie nos costó tanto sobrevivir y desarrollarnos, y para José Manuel la ilusión de poder, vía un campeonato mundial de futbol, fue cuestión de vida o muerte. Me descubro recitando de forma inconsciente el Padre nuestro. La culpa me lleva a participar en voz alta en los diálogos. Me invade una laxitud extrema. 

No tiene ningún sentido esta ceremonia. Había logrado olvidarlo, pero enterarme de su muerte actualizó recuerdos, sentimientos y emociones que creía olvidados. Además, saberlo muerto me hizo concentrarme en todo lo bueno que compartimos y magnifiqué la necesidad de rendir homenaje a quien fue mi compañero.

Solo queda recordar ese auténtico e intenso encuentro que pudimos vivir. 

Me siento mar que mientras se adentra en el piélago mira al delta con profunda nostalgia. 

El sacerdote afirma: «Pueden ir en paz». Quedo en paz.

*****

José Manuel dejó de escribirme mas llegaban a mi cuenta de la red social sus devaneos con otras mujeres, para ser vistos por todo el mundo. Anuncia que busca ligar. Escribe febrilmente. Derrocha cultura general, pero, desnuda sus calenturas pidiendo consejos para pasar los fines de semana de un modo divertido, barato y lubricado. Solía denunciar el sacrificio exigido a los que menos tienen habiendo quienes poseen en demasía. Antes clamaba por los parados, por los que debían dormir en la calle en la España del siglo veintiuno, por los que debían vivir con cuatrocientos euros y por aquellos que intentarían sobrevivir cuando les quitasen los cuatrocientos euros. Ahora pregunta si sus pastillas energéticas interactúan con el viagra, o si un polo de AC/DC le quedará chuli. El último día que lo vi en la internet relataba algunos detalles escabrosos de su ligue del fin de semana.

Como la tecnología ha creado soluciones para todos los avatares humanos, cambié el número de teléfono móvil, lo bloqueé en mis cuentas de redes sociales y aunque en ese momento no lo creía posible, la vida lentamente se volvió a abrir paso. 

*****

¡Qué buena música en la sala de espera de este médico!¡Narciso Yepes en Concierto de Aranjuez! ¡Esa era nuestra melodía! La entrada triunfal de toda la orquesta en el minuto ocho me decía: todo lo anterior fue aprendizaje, puedes dedicar lo que te queda de vida a ser tú misma, a amar y ser amada. El pecho se me aprieta con dolor. Sé que cuando desborde la primera de las lágrimas que están creciendo en mis ojos, no habrá quien las detenga. Desesperada, cojo una revista científica y leo una página al azar:

«Los pacientes con lesiones prefrontales ventrales muestran un síndrome caracterizado por desinhibición de las pulsiones y liberación de la conducta de sus mecanismos reguladores normales. Presentan despreocupación por las convicciones sociales y éticas, y no les preocupa el impacto de su conducta sobre otros. Se muestran hiperactivos, pueriles, libidinosos, exhibicionistas, oportunistas, violentos».

Las aguas de los deltas tienen distintos sabores. Navego en un agitado estuario que ora penetra en el mar, ora regresa a tierra firme.

¡No soy mal amada! ¡Mi José Manuel ha muerto! ¡Me quiso mientras vivió! ¡Técnicamente, soy su viuda!

lunes, 15 de marzo de 2021

Club de lectores

Ricardo Sebastián Jurado Faggioni


Patricia, una escritora profesional de cuarenta años, había terminado de escribir su décima novela, sentía satisfacción porque era su obra más reciente. Después de un mes de haber publicado Antes de morir deseo decirte, una tarde decide revisar el correo electrónico y se encuentra con lo siguiente.

De: Club de lectores.

Soy Susana Rivadeneira la dueña y representante de este club. Vi las noticias del periódico «El Nacional» donde mencionan tu última obra. Quiero felicitarte por esa trayectoria y quisiera invitarte a nuestro grupo de lectores.

Estaba acostumbrada a recibir correos de seguidores, felicitándola por su manera de escribir, esto la halagaba. Sin embargo, se mantenía fría con las emociones para que la fama no le haga ilusiones. Nunca le había llegado una invitación a un club. Por un lado, tenía el presentimiento de que no debía ir, pero después de pensarlo confirmó su asistencia.

Apagó el ordenador para irse a trotar. Tenía esta costumbre desde que era joven. Corría para sentirse bien con ella misma, además, las ideas fluían libremente al finalizar un entrenamiento intenso. Patricia llevaba consigo su IPOD para escuchar música. Llegó al hogar cuando terminó de hacer ejercicio, se duchó, se vistió y comió saludable. Volvió a prender el ordenador por si alguna idea nueva se presenta para escribirla en el bloc de notas.

Navegando en internet se da cuenta de que el club de lectores le había enviado su dirección y la fecha en la que se encontrarían.

El fin de semana llegó. Se arregló para dirigirse al club en el centro de la ciudad. El sitio era tenebroso, viejo y descuidado. Le resultaba extraño que se reunieran a leer libros en el sótano de un edificio abandonado. Había cinco personas, Patricia era la sexta. Susana la presenta a los demás miembros. Nunca estaba cómoda hablando en público.

Al comienzo del discurso dio una extraordinaria introducción de la obra Antes de morir deseo decirte, y al finalizar los elogios, les pidió leer los primeros cinco capítulos para el próximo fin de semana. La reunión duró dos horas, hubo una pequeña merienda para poder conversar, entonces Jorge un miembro del grupo se le acerca de forma sospechosa. 

—Te felicito por tu maravillosa obra, pero si puedes huir de este club, ¡hazlo! —comentó Jorge. 

—¿Por qué? —dijo Patricia.

―No puedo mencionarlo. Me asesinarían ―susurró Jorge, volteando para cerciorarse de que nadie lo escuchaba. 

No pudo seguir conversando debido que la líder del grupo se aproximaba, pero en una servilleta anotó su número y escribió ¡Llámame apenas puedas! Pensaba que la gente era paranoica. Trató de esbozar una sonrisa cuando ella le dio un abrazo de agradecimiento por haber asistido. Susana decide invitarla a cenar y ambas fueron a un bar cercano. 

—Cuando leí tu obra me pareció interesante que Max sea un espía, sabía que en cualquier momento iba a morir y aun así se daba tiempo para mandarle cartas a su amada —comentó Susana.

—Sí, escribí esa parte porque mi madre decía que cuando existe el amor verdadero no importan los obstáculos ―dijo Patricia.

—Me gusta que huyas del cliché, ¿has pensado escribir algo últimamente? —dijo Susana.

—Deseo viajar por el momento —Sonó cortante.

—Es una lástima. Tal vez el club te regrese las ganas de escribir ―rio Susana

—Es amable de tu parte. Se está haciendo tarde y tengo que regresar a casa —contestó Patricia. 

Salieron del bar y se separaron. Patricia recordó al misterioso hombre que le dijo que huyera. Trató de no tomarle importancia, seguir con su vida y disfrutar del club. Aunque le dio curiosidad saber quién es Susana Rivadeneira. Llegó a su hogar, lo primero que realizó fue indagar en Google sobre esta mujer. Las primeras páginas no daban ninguna información sobre la dueña del grupo, hasta que por fin entró en una noticia amarillista cuyo título despertó su interés. 

Exdrogadicta publica novela sobre detectives, siguió profundizando en la lectura , encuentra una noticia relacionada con el mismo personaje. Escritora de novela negra lanza cuentos de ciencia ficción, además termina fundando un club de lectores en el centro de la ciudad. Al terminar de leer le produjo un respingo. Susana tiene dos éxitos rotundos en corto tiempo, cuando ella se toma uno o dos años escribiendo sus historias.

Tal vez lo estaba relacionando con los celos, si no le había contado sobre su pasado era porque posiblemente se estaban conociendo. Esto la motivó a ir más seguido al club, hacerse amiga de los miembros, aunque también se preguntaba por qué no iban más personas. Sentía que estaba otra vez en el colegio realizando un examen de ecuaciones donde no podía despejar lo que le pedían. El fin de semana llegó. Esta vez fue la primera en asistir y pudo apreciar a los cinco invitados con cautela: dos hombres y tres mujeres. En ese instante se sintió como su personaje, Max, queriendo espiar vidas ajenas. 

A su vez tomó iniciativa para comenzar el análisis de su obra. 

—¿Por qué Max es espía? —preguntó Patricia.

—Max quiso ser espía porque deseaba servir a su país —respondió Pedro.

—Respuesta acertada —afirmó Patricia.

—¿A quién le pareció interesantes los cinco primeros capítulos? —dijo Susana

—A mí, esta historia es atrapante —respondió Jorge. 

Patricia se sentía igual que Susana porque estaba sintiéndose importante. La reunión había llegado a su fin, quiso quedarse, pero decidió invitar a Jorge a comer a su hogar. 

―Me gusta tu casa, es elegante. Debe ser increíble haber triunfado después de escribir tu décima novela ―comentó Jorge. 

—En realidad mi éxito iba encaminado con mi novena novela, No acepto un rechazo de tu parte, aunque mi última obra la aplastó rotundamente. Dijo Patricia.

—¿Por qué me invitaste a cenar? —preguntó Jorge.

—Quiero saber sobre Susana—comentó Patricia.

Jorge hizo un largo suspiro hasta que comenzó a contar una historia de diez años atrás. Susana y él eran drogadictos, se conocieron en rehabilitación. Siempre me ha gustado la literatura, leía a Poe, Benedetti, Vargas Llosa, etcétera... Los libros se convirtieron en una adicción, lo que me llevó a mi verdadera pasión: escribir. Esta profesión me sacó de las drogas, porque tenía que mantener mi mente sana para redactar un texto. Comencé a trabajar en una novela, pero cometí el error de contarle a Susana, tal vez porque fuimos novios por un periodo extenso.

Terminé la obra en un año, estaba a punto de cambiar mi vida, hasta que ella me amenazó con un arma. Me dijo que si no le entregaba el borrador de la obra iba asesinarme, entonces con el alma partida se la di. Pasó un tiempo hasta ver la narrativa publicada en una librería y en las noticias, sabía que iba a ser un éxito.

El libro se vendía bien y las editoriales le solicitaban nuevos proyectos a Susana. Volvió a hacer lo mismo, me pidió que escribiera cuentos de ciencia ficción. El resultado fue superior que el primero. Esta vez los medios se fijaron en ella, fue entonces que decidió fundar el club de lectores para que un grupo pequeño lea libros, escriba cuentos o novelas para después apoderase de las ganancias de los escritos. Además, escogía a las personas adecuadas para este trabajo y lo hacía porque estudiaba sus vidas. Sin embargo, yo fui el que más compras le generó hasta que tú apareciste. La primera vez que nos vimos debiste escucharme e irte lejos, donde no pueda hallarte. Ahora es tarde para ti. Patricia estaba procesando esta increíble historia.

—¿Cómo se llamaba el centro de rehabilitación donde se conocieron? —preguntó Patricia.

—San Pedro, está ubicado en el sur de la ciudad —comentó Jorge.

—Muchas gracias —respondió Patricia.

Cuando Jorge se despidió, Patricia se sintió sola y de repente se acordó cuando su marido vivía. De alguna manera haber escrito Antes de morir quiero decirte era una forma de revivir esos recuerdos de su juventud. Lastimosamente, él falleció en un accidente automovilístico, por esa razón Max y su novia mueren para poder estar juntos en la otra vida. Fue una noche agotadora. Decidió irse a dormir para viajar al sur de la ciudad temprano por la mañana. Al llegar a San Pedro se sorprende de la modernidad de las instalaciones. A la entrada hay una recepcionista elegante y simpática. 

—¿Tiene algún familiar? —preguntó la joven.

—No, deseo información sobre alguien—respondió Patricia.

—¿Sobre quién? —dijo la recepcionista.

—Tiene alguna información sobre Susana Rivadeneira —preguntó Patricia

—Ella estuvo hospedada muchos años atrás, se convirtió en una escritora reconocida y con lo que ganaba remodeló este edificio, algo más que desea saber —dijo la secretaria.

—No muchas gracias.

Había una pequeña cafetería y fue a desayunar. Podía observar a los enfermos que estaban en aquel sitio. Susana era una serpiente; sabía cómo engañar, manipular y usar a las personas para satisfacer sus necesidades. Patricia se imaginó que arregló la rehabilitación para tapar sus crímenes, si lograba convencer a la sociedad que era una filántropa nadie sospecharía de ella.

Robar, amenazar, estaba mal ella iba a detenerla. Todavía no tenía un plan de acción, pero desarrollaría uno. Al acabarse su chocolate caliente se marchó del sitio. Revisando su cartera para sacar las llaves del auto, encontró la servilleta que Jorge le dio. Una vez dentro, le marca por teléfono, pero está apagado. Lo volvió a llamar y no obtuvo respuesta. Al pasar unos minutos recibe un mensaje de texto que la dejó sin aliento. 

Sé tu conversación secreta

 

Abriste una puerta

 

Ahora una tormenta se aproxima

 

Escribe para mí o pasa a la otra vida.

 

Definitivamente era un pésimo poema, aunque logró asustarla. Se preguntó cómo pudo espiarla, luego recordó el abrazo que se dieron. No se había dado cuenta que le puso un chip pequeño en la espalda para poder oír sus conversaciones. Se lo sacó, y lo tiró al piso. Sentía que los caminantes de las calles la observaban, de repente le entró una oleada de pánico. Aceleró rápidamente para dirigirse a su hogar. Decidió no hacer ruido cuando llegó pues no sabía si habían instalado dispositivos para vigilarla. Vertiginosamente armó una maleta de equipaje, esa noche iría a dormir en un hotel barato para poder desarrollar su plan de escape.

 

En la noche recibe otro mensaje aterrador.

 

No puedes huir de mí

 

Tengo ojos en todas partes

 

Estás atrapada y la solución

 

Es escribir para mí.

 

No durmió tranquila aquella noche, de hecho, en la mañana siguiente se levantó recordando una pesadilla. Se bañó para tranquilizar los nervios, se vistió y prosiguió a coger un librito. Comenzó a notar lo que le había sucedido hasta ahora. Posteriormente al saber la historia de Jorge, se imaginó que Susana lo asesinaba de la peor forma, puede que incluso yo tenga mis días contados. Tachó el escrito, volvió a poner un pensamiento distinto. La esperanza es lo último que se pierde. Jorge no está muerto al menos no por ahora, y con ese positivismo llama a Susana para hacerle una trampa. 

―Acepto. Voy a escribir para ti.

―Te dije que ibas a terminar trabajando para mí —respondió Susana.

―¿Qué es lo que deseas? ―preguntó Patricia.

—Una novela de terror de doscientas páginas en un mes, porque la editorial esta exigente —comentó Susana.

—Trato hecho —contestó Patricia. 

Decidió quedarse en el hotel hasta terminar la novela, pero ella fue ingeniosa, guardó una copia para luego denunciarla de plagio. Pasó un largo periodo y noches de desvelo hasta que por fin obtuvo el producto final. Una madrugada decide llamarla, para indicarle que terminó su proyecto. 

—¿Cómo se llama la obra? —preguntó emocionada Susana.

—Si el monstruo te persigue, conviértete en uno —dijo Patricia.

―Eres una escritora de verdad. Regresaré a la cima pronto ―respondió Susana.

Colgó. Susana no se imagina que la llamada fue grabada, además Patricia había guardado los chats. Tenía evidencia suficiente para enviarla a la cárcel. Dejó pasar dos meses después de la publicación de la novela, mientras tanto, contrató a un abogado al que entregó todas las pruebas de las que disponía.

Una mañana la policía tocó la puerta de Susana.

―¡Venga con nosotros!

―¿Qué ocurre?

―Está bajo arresto por plagio y extorsión, tenemos la obra original de su novela.

―¡No! ¡Soy inocente!

―Todo lo que diga puede ser usado en su contra...

Patricia sintió paz en su ser, al ver las noticias en la televisión de noche, cuando el reportero mencionaba que Susana iría a prisión. De repente su celular suena y se percata que es una llamada de Jorge.

viernes, 12 de marzo de 2021

Todo es un malentendido

Omar Castilla Romero

 

Miguel sacó el teléfono móvil de su bolsillo para hacer una llamada con el rostro cargado de angustia durante la espera. De pronto se oyó una dulce voz femenina del otro lado.

Aló, buenos días, hermanito, ¿cómo estás?

—Aló manita, bien ¿y tú? ¿Cómo amaneciste? ¿Ya te sientes mejor?

—No he tenido más fiebre y toso menos, pero todavía me duele mucho el cuerpo. Ah y otra cosa, tengo un antojo —Se oyó una risa.

—¿Qué quieres que te lleve?

—Vale gracias, quiero unos caramelos, el problema es que el portero de la clínica no deja entrar nada, ayer mami trajo uvas y no las pudo ingresar.

—No te preocupes, ya veré como hago.

—Bueno vale, espero tu visita.

Alejandra era la hermana menor y adoración de Miguel. Hacía una semana se había enfermado con el virus y aunque se supone que a los jóvenes no los ataca de forma agresiva, los síntomas en ella fueron tan intensos que obligaron a hospitalizarla. Miguel lucía marcadas ojeras producto del insomnio asociado a la preocupación. Incluso solicitó al alcalde en cuyo despacho trabajaba como secretario, permiso para ausentarse unos días. Este, entendiendo su situación le permitió un descanso gracias a la alta estima que le tenía, pues con su ayuda logró depurar de corruptos su administración. Aquella labor les granjeó muchos enemigos que intentaban por todos los medios destituir al alcalde y a Miguel, hombre sin tacha en parte por idealista, en parte por ser nuevo en política. Su madre se preocupaba pues pensaba que al meterse con gente tan peligrosa ponía en riesgo su vida, sin embargo, él parecía no tener miedo o si lo tenía lo compensaba con la satisfacción de hacer lo correcto. Ingresó a un supermercado cercano y se dirigió al área de golosinas agarrando un paquete de caramelos de marca Andina, que sabía eran los favoritos de su hermana, pero vio que era un tanto grande y pensó que no podría ocultarlo en el bolsillo de su chaqueta, por lo que lo guardó a ver si cabía y notó que lo hacía sin inconvenientes, así que sería difícil que el portero de la clínica lo detectara. En ese momento cayó en cuenta de que cualquier persona que lo estuviera observando pensaría que estaba robando, así que sacó las golosinas de inmediato y se dirigió a pagar a la caja.


Para Damián Fernández su día de trabajo transcurría igual que cualquier otro del último mes desde que asumió el cargo como jefe de seguridad en la sede local de almacenes La Cima. Su rutina era vigilar las instalaciones del accionar de los ladrones, por lo que pasaba la mayor parte del tiempo posando su regordete trasero en una silla de la cabina, desde donde observaba lo que ocurría en el almacén a través de las diferentes cámaras de seguridad instaladas en el edificio, a la vez que escuchaba música para escapar del aburrimiento. De pronto vio en uno de los pasillos a un hombre que se introducía un paquete en la chaqueta y luego lo palpaba para evaluar si se notaba.

—Vaya, vaya —dijo y señaló el segundo monitor de arriba a la derecha —Mira lo que tenemos allí.

—Parece que se quiere robar algo —dijo el asistente —, oh, pero mira, lo acaba de sacar del bolsillo, como que se arrepintió.

—Te equivocas —le espetó Damián—, el robo fue consumado.

—Pero ¿cómo? Si lo volvió a sacar y no sabemos si irá a pagar.

—Mira si yo digo que el tipo fue sorprendido robando es porque así fue. Si tienes alguna objeción recuerda que dormir en horas laborales está prohibido y hay en mi poder más de un video que atestigua que lo has hecho.

El ayudante hizo una expresión de indignación, pero guardó silencio. Luego Damián se levantó de la silla y salió hacia el pasillo de tecnología.


Miguel pensaba en que tendría que regresar a sus actividades al día siguiente. Le agradaba su trabajo, pero se había vuelto extenuante por cuenta de la presión que ejercían los poderosos a los que había desbancado de sus privilegios. En ese momento vio como dos individuos le cerraban el paso.

—Buenos días, señor —nos permitiría una requisa le dijo el que parecía ser el jefe, que sin mediar palabra metió la mano en el bolsillo de su chaqueta—. ¿Qué hace este teléfono móvil en su bolsillo?, ¿acaso se lo piensa robar?

—Pe... pero ¿cómo?, ¿no sé cómo ha llegado allí? —respondió Miguel sorprendido.

—Eso no es lo que atestigua la cámara donde se ve claramente cómo usted introducía un paquete en la chaqueta, el mismo que ahora encuentro en su bolsillo, ¿qué más pruebas quiere? —preguntó Damián.

—Oh por Dios señor por qué hace esto, si en verdad vio el video completo, pudo observar que yo lo saqué del bolsillo enseguida.

—¿Entonces, reconoce que lo ocultó?

—Sí… ósea no, es que usted no entiende.

—Qué quiere que entienda que es un ladrón de supermercados. Lo peor es que el señor Miguel no se ve de mala procedencia.

—¿Cómo sabe usted mi nombre?

—Eee… el sistema de cámaras es muy avanzado —respondió titubeando, luego se dirigió a su asistente, quien lo miraba perplejo —vigílalo mientras hago una llamada.

Miguel se quedó un momento mirando lejos y luego se dirigió al encargado de cuidarlo.

—Oye, mira esto es un malentendido yo no he hecho nada, te lo puedo jurar —notó en sus ojos nerviosismo y entonces agregó—. Sabes que no estoy mintiendo, por favor ayúdame.

—Aunque quisiera no puedo, me tiene amenazado.

—Por favor no permitas que cometan una injusticia, por lo menos dime por qué sabe mi nombre.

—No tengo idea —respondió a la vez que se encogía de hombros.

—Entonces, ¿cómo se llama?

—Damián el Zorro Fernández.

—Damián Fernández, ese nombre me suena familiar.

 

—Señor Truco, le tengo una primicia —decía por teléfono Damián mientras hacía una pausa para respirar—, sí señor, tengo al perro de Miguel cogido de las pelotas y esta vez no veo como se pueda escapar —de nuevo tomó una bocanada de aire y agregó— claro que sí, esta vez es verídico, fíjese las cosas de la vida, lo he agarrado robando en el supermercado… Sí, en el que trabajo desde que me despidieron de la administración de impuestos; sí señor, robando, bueno más o menos, en todo caso eso no importa, el punto es que tengo una grabación, entonces creo que esto debe interesarle. —Se oyó otra pausa y luego preguntó— ¿Qué?, sí, se la puedo pasar, pero usted entenderá que después de esto es posible que pierda mi trabajo, así que no estoy tan seguro de hacerlo. —De nuevo hubo un silencio— Gracias señor Truco, pero me pregunto qué haré mientras usted me devuelve el trabajo, no sé, no estoy convencido…, claro que sí señor, pero con cuánto… ¿Cuánto?, señor agradezco su oferta, pero preferiría que fuera el doble… Entonces, ¿trato hecho? Perfecto, hace la consignación a mi cuenta bancaria y de inmediato le envío la grabación.


Cinco minutos después regresó el supervisor llevando a Miguel y al asistente a través de un pasillo que terminaba en unas escaleras, las cuales conducían a una oscura oficina en el sótano del almacén en cuyo interior había multitud de cajas desde donde se oía el chirrido producido por las ratas que vivían allí. Mientras Damián jugaba al policía malo para intimidarlo, Miguel se desconcentraba con el ruido de la respiración entrecortada del supervisor debida a su extrema gordura. Luego intentó aclararle que se trataba de un malentendido, pero no sirvió de nada. Sonó el teléfono, era su hermana, desvió la llamada. Sonó otras dos veces. Empezaron a llegarle mensajes de texto cada vez más frecuentes, al punto que tuvo que silenciar las notificaciones. Cuando terminó de escuchar a Damián abrió el celular para ver de dónde venían tantos mensajes. Le habían escrito unas veinte personas, entre ellas su novia, su hermana, su madre y el alcalde. Se preguntó cuál podía ser la causa y decidió abrir primero los de su hermana temiendo que le hubiera ocurrido algo grave, pero se encontró con un panorama diferente: ¿Hermanito te encuentras bien? —escribía. Él respondió que sí, que por qué se lo preguntaba, entonces ella le envío el video donde se veía guardando un paquete en su bolsillo en el supermercado. No es lo que tú piensas aclaró, es un malentendido, pero ya lo estoy resolviendo. Cualquiera que viera el video podría creer que estaba robando, puesto que solo se veía la primera parte. Sabía que esto causaría un daño irreparable en su reputación y que debía estar circulando en las redes sociales, entonces pensó en la posibilidad de que fuera una treta de sus enemigos políticos, pero abandonó la idea creyendo que se estaba volviendo paranoico. En todo caso si ya el alcalde lo había visto, debía estar furioso. En ese momento sonó el teléfono.

—Aló Miguel, me parece increíble que hayas caído tan bajo, mis ojos lo ven y no lo creen, has echado en saco roto el trabajo de dos años, ¿ahora qué credibilidad va a tener mi administración que dice luchar contra los corruptos y ladrones?

—Señor alcalde, puedo asegurarle que es una confusión y ya lo estoy resolviendo, luego le marco —y le colgó.

De nuevo abrió la aplicación y vio el mensaje de su novia Silvana, quien le preguntaba si él era quien aparecía en el video. Si soy yo, pero no es lo que piensas. Ella respondió lo siento eres alguien especial, pero esto no lo puedo tolerar, además si en mi trabajo se enteran de que mi novio es un cleptómano, no podré obtener el ascenso que vengo esperando hace meses. Cuando le escribió pidiendo que se vieran para explicarle personalmente lo sucedido, notó que su mensaje no cargaba. Marcó a su teléfono, pero se iba a buzón de voz. Intentó escribirle por medio de las redes sociales, sin embargo, era tarde, ya lo había bloqueado en todas. Era increíble, su novia lo estaba goshteando. No quiso ni siquiera abrir los mensajes de su mamá imaginando la perorata: Así es como me pagas, ¿acaso esta es la crianza que te hemos dado? ¡Cómo nos haces esto Miguel! En fin.

Esperaba en la oficina sudando a cantaros por el calor infernal que reinaba a pesar del viejo aire acondicionado que trabajaba a expensas de un ruido insoportable. En ese momento llegaron dos agentes de policía.

—Buenos días, señores —dijo uno de ellos a la vez que se acomodaba el quepis. Luego giró y se sorprendió al ver allí a Miguel—. Señor secretario, ¿qué hace usted aquí?

—Es una larga historia, me tiene retenido el jefe de seguridad del almacén acusándome de haber robado un celular.

—¿Cómo puede ser eso?, de seguro no lo conoce, pero dígame algo, ¿de verdad no lo robó?

—Por supuesto que no, teniente, no sé por qué me está pasando esto —entonces se le vino a la mente que sí era posible que todo fuera un complot en su contra.

—Creo que puedo ayudarlo, pero señor secretario, usted sabe cómo se mueve esto, siempre se necesitan recursos para poder estimular a la gente —dijo frotando el índice contra el pulgar.

—¿Recursos? —se encogió de hombros y luego agregó—, ah ya entiendo, le agradezco teniente, pero prefiero mantenerme firme en mis convicciones. Soy inocente y lo demostraré.

El policía hizo un ademán despreocupado y procedió a tomar los testimonios, luego de lo cual se marchó junto a Damián a legalizar la denuncia. Unos minutos después lo llamaba Fercho su mejor amigo, pensó en desviar la llamada, pero al final contestó. 

—¿Ajá llave cómo anda todo?, te tengo la última, ahora eres famoso.

—Oye Fercho tu eres la patada —le respondió Miguel, sorprendido ante su capacidad de convertir hasta la peor tragedia en un acontecimiento—. No te das cuenta de que esto puede hacerme la vida cuadritos.

Ombe Migue quién dijo, fama es fama, buena o mala. Es más, deberías aprovechar tu cuarto de hora y volverte influencer para que te llenes de billete. Mira cuantas personas te siguen en las redes sociales.

Miguel abrió su Instagram y notó que de ciento cincuenta seguidores que tenía el día anterior, pasó a más de veinte mil, de seguro para mirar la vida de rey que se daba el nuevo ladrón de la ciudad. Notó que en la mitad de los comentarios le recriminaban y en la otra lo exaltaban como el héroe que robó al infranqueable supermercado que abusaba de sus precios.

—Vale, luego hablamos, debo resolver algo —y le cerró la llamada.

Sacó una caja de chicles de menta que tenía guardada en el bolsillo, se metió uno a la boca y lo masticó. En ese momento se le vino de nuevo la idea de que lo que pasaba, estaba relacionado con su trabajo, pero solo podía demostrar que era inocente teniendo el video completo. Quizás el único que podía ayudarlo era el asistente que se había quedado a vigilarlo. El problema era el pánico que le tenía al supervisor, así que debía encontrar la forma de convencerlo. Pero ¿quién era aquel hombre que se le hacía familiar? Empezó a hacer memoria y cayó en cuenta de que uno de los analistas que tenía contratado Truco, el político corrupto, se llamaba Damián. Solo hasta ese momento pudo atar cabos.

—Oye si te ayudo a deshacerte de tu jefe, ¿me apoyarías?

—No creo que sea posible, ese tipo es muy astuto, por algo le dicen el zorro.

—Resulta que ya recuerdo quien es y sé por qué está haciendo esto. Es por venganza, debido a que yo revelé todos los desfalcos que hizo a la administración municipal, así que puedo desenmascararlo ante los dueños del almacén.

—¿Y por qué no usa eso para para que lo deje en paz?

—Porque quiero limpiar mi nombre y en eso solo tú me puedes ayudar.

—Le voy a confesar algo, antes de detenerlo él fue al área de tecnología y tomó un teléfono móvil que fue el que introdujo en su bolsillo.

—Eso puede ayudar, pero sería tu palabra contra la de él, a menos que consigamos la grabación de las cámaras de ese pasillo.

—De seguro ya la borró, es muy astuto, sin embargo…

—Sin embargo, ¿qué?

—Hay una cámara que mira hacia ese sitio, que no se puede borrar desde la cabina, así que podríamos ir y extraer la memoria.

—Entonces, vamos allá.

Salieron de la desvencijada oficina e hicieron el recorrido de vuelta hasta llegar al pasillo donde se encontraba la cámara. Tomaron una escalera rodante que había al final de este, gracias a la cual el asistente se subió para abrir con un destornillador el compartimento que guardaba la memoria. En ese momento notaron que Damián se acercaba por lo que el asistente la extrajo a toda prisa y se la entregó a Miguel quien acto seguido empezó a correr. Detrás de él iba el supervisor que hacía un esfuerzo sobrehumano debido a su obesidad. Miguel podía oír el jadeo de la respiración cerca de él, cuando hizo un ágil giro a causa del cual Damián chocó con un estante atestado de envases de salsa de tomate que se quebraron contra el piso. Miguel aprovechó la confusión y entró en la cabina de seguridad asegurándola con el cerrojo, desde donde insertó la tarjeta de memoria en su celular y cargó el video en las redes sociales para que todos lo vieran completo. Mientras tanto pensaba como su vida había cambiado en un día, siempre había actuado conforme a la ley y nunca nadie le había reconocido nada, pero en el momento en que se puso un manto de duda encima suyo, todos lo acusaron y le dieron la espalda: el alcalde decepcionado, la madre avergonzada, la novia ingrata; quizás su amigo Fercho tenía razón y en el mundo de las redes sociales lo más importante era tener seguidores sin importar como se conseguían, quién sabe, con el tiempo podría volverse influencer, aunque en realidad en ese momento no le importaba lo que iba a ser de su vida.

viernes, 5 de marzo de 2021

En el país de las hadas

Laura Sobrera


En los confines de la tierra hay una isla que no figura en los mapas, porque está protegida dentro de una burbuja de energía mágica producida por un poderoso hechizo de Merlín, paradigma de los magos posteriores, que no permite el flujo en ninguno de los sentidos ni hacia adentro ni hacia afuera y la vuelve invisible. La llaman el país de las hadas, aunque muchas criaturas viven allí, hadas, duendes, gnomos, elfos, jóvenes magos y también el gran hechicero. Su superficie es un gran bosque con protuberancias rocosas, en cuyo centro hay un claro que se destaca por la presencia de un árbol diferente, el Árbol de las Almas. Su grueso tronco y retorcidas ramas de oro nos cuentan que su vida ha sido larga y fecunda. Sus hojas doradas penden de las ramas junto a una enorme cantidad de grandes diamantes, rubíes, esmeraldas y otras piedras de fulgurante brillo que contienen las almas de estos seres mágicos que aún no han nacido y son el fruto de tan preciado árbol. El paisaje es polícromo con hojas de diferentes colores verdes, naranjas y amarillos. Las texturas son variadas, desde la lisa y brillante de algunas hojas, hasta lo rugoso de ese suelo tapizado de yuyos, musgo y fronda que cae, dando una tonalidad ocre al ambiente con aroma a tierra después de un aguacero. Las setas agregan color al entorno y sirven de protección en los días de lluvia a pequeñas hadas y elfos. El suave aleteo de las hadas con insectos y pájaros sumados al golpeteo de gnomos, duendes y elfos tallando madera o picando piedras completan la sinfonía de la naturaleza. En las aguas que la circundan de un color azul profundo que se torna verde esmeralda sobre la blanca arena de la orilla, sirenas y tritones ayudan a resguardar este preciado lugar en el mundo. Cuando algún residente muere, las otras criaturas lo despiden y una brecha en esa energía que la rodea le permite salir y esa alma puede volar hacia otras dimensiones para llevar su encanto a una nueva forma de vida.

Concluido este proceso, una hada es elegida para tomar un fruto del Árbol de las Almas y permitir el nacimiento de un nuevo ser que mantenga el equilibrio de pobladores de la isla y de ese modo, la magia de este sitio y del mundo.

Estos seres que emigraron de la tierra poblada hasta esta nueva localidad, habían tenido poco contacto directo con humanos exceptuando las travesuras de algunos duendes, a diferencia de Merlín, que antes de encontrar esta isla privilegiada y prepararla para esas criaturas, vivió con los humanos y los ayudó en múltiples tareas, desde algunos hechizos para enamorar a la persona que podía robar el sueño de algún hombre o mujer, hasta transformaciones físicas importantes que los hicieran ganar batallas y conquistar reinos. Cuando los humanos comenzaron a buscar a estos pobladores mágicos para usar sus dones en beneficio propio, el gran mago decidió que debía resguardarlos de la avaricia humana, por eso los trasladó a ese territorio y cuidó que no pudieran ser encontrados.

Pasaron siglos, la isla nunca fue descubierta y nadie halló sus tesoros físicos ni ese otro más valioso: la magia que poseían los habitantes ocultos por el hechizo protector del gran mago. El conjuro garantizaba además que vivieran mucho tiempo, porque ralentizaba la vida dentro de la burbuja.  

Una vez que el hechicero desapareció y junto a él, toda la gama de hadas, duendes, gnomos y elfos, los hombres comenzaron a investigar la vida de Merlín y explorar buscando documentos que pudieran haber quedado de su realidad fascinante. Rastreaban viejos hechizos para seguir disfrutando sus beneficios como antaño. Era la forma en que mejoraban su vida diaria. Las bajas sufridas por los ejércitos eran demasiado costosas en recursos humanos y económicos. Debían resguardar a los soldados y también lo conquistado por ellos, además, cuidarlos de enfermedades a las que estaban expuestos, sin mencionar los sufrimientos por mal de amores.

La ciencia avanzó y con ella los estudios de tiempos pasados que exploraban épocas antiguas buscando datos que los llevaran a Merlín y su entorno mágico. Visitaron vetustos castillos, escudriñaron torres donde los descendientes del buen brujo aseguraban se refugiaba el mago para hacer sus conjuros a pedido de quien los necesitara, probar originales hechizos y preparar nuevos magos o adiestrar jóvenes brujas.

Nadie logró alcanzar el nivel magistral de su magia.

Encontraron viejos manuscritos con una desconocida escritura simbólica de dibujos y letras góticas y celtas. Los llevaron ante eruditos en el estudio de lenguajes arcaicos. Los estudiaron en profundidad y supieron a través de estos documentos que Merlín se había retirado de la escena pública por la desmedida ambición humana y reunió a las criaturas mágicas para acompañarlo en su exilio, pero no especificaban el lugar que escogieron como destino.

Inspeccionaron fortalezas en las que creían que el mago había utilizado para sus actividades extraordinarias y de prevención a los hombres de los peligros que podían acecharlos, desde desastres naturales, hasta conjuros oscuros.

Continuaron el seguimiento en otros bastiones donde se podía haber albergado el hechicero. Llegaron hasta un castillo edificado sobre ancestrales ruinas druidas y descubrieron más pergaminos con información pertinente. El lugar era solitario. El viento aullaba entre las grietas de las paredes de piedra, permitiendo una apariencia fantasmal. Al parecer Merlín tuvo una oponente que también era muy poderosa, Morgana y ella no estaba de acuerdo con la forma en que usaba su magia. Ansiaba tener un poder total e ilimitado utilizando hechizos tenebrosos para conseguirlo. Cuando su muerte se aproximaba, dado su profundo rechazo hacia el brujo que se originó al no ser elegida para guardar su acervo mágico, con varios lóbregos conjuros grabó en una gran piedra un legado en símbolos y letras raros, y en ese mensaje, la posible ubicación del país de las hadas y la probable utilización de algunos aparatos que dejó junto a ese pétreo escrito. La información no estaba completa, pues carecía de gran parte de tan complejos datos, pues Merlín no confiaba en sus intenciones y fue reservado con su conocimiento porque sabía el poder que contenía. De cualquier modo, esta hechicera creía firmemente que era en un lugar ubicado entre la costa sur de la placa continental mayor y la inexplorada Antártida y que, además, podría tratarse de una isla. La zona a investigar era enorme, pero sabían por dónde iniciar el rastreo de Merlín, sus criaturas y, sobre todo, esa magia oculta tan codiciada.

La expedición partió de Londres e hizo algunas escalas técnicas en Marruecos, Congo y el Cabo de Buena Esperanza. Allí se reabastecieron, porque desde ese sitio emprenderían la parte más larga e intrigante del viaje. Zarparon con destino al sudeste de la zona en la que se encontraban. El capitán del barco era Drake, un descendiente lejano del único hijo que Merlín tuvo con su esposa Gwendolen, que falleció al dar a luz, llamado Gawain.

—Quiero que me enseñes a ser un mago como tú—, solía decirle.

—Se nace para ser mago, no es algo que se pueda enseñar, careces de lo necesario —cortaba siempre su padre.

Esto era lo que siempre escuchaba su directo sucesor. Había aprendido algunos pocos hechizos que su padre hacía combinando ingredientes, gestos y palabras en los idiomas arcaicos que usaba. Cuando quedaba solo anotaba estas cosas, mientras su encono creía exponencialmente. Estos fueron los apuntes que llegaron hasta Drake. Dentro de esos escritos se registraron los puntos débiles de las criaturas y algunos del propio hechicero. Conjuntamente con los manuscritos hallaron aparatos desconocidos que se sumaron a brújulas, astrolabios, cuadrantes y se añadieron a la tecnología del barco con la creencia que, al acercarse a la magia de Merlín, se encendieran o hicieran algo que señalara la ubicación precisa del misterioso lugar y lo volvieran visible a los ojos humanos.

La travesía llevaba más de un mes desde la salida del Cabo de Buena Esperanza y la tripulación estaba inquieta, porque se hallaban en mares desconocidos muy lejos de la placa continental en medio de la nada, solo rodeados de agua.

Lo más difícil de este tipo de viajes expedicionarios, era mantener a flote la moral de los marineros de abordo.

Cuando ya comenzaban a prepararse para cambiar de rumbo y corregir la ruta, algunos de esos aparatos empezaron a chirriar fuerte y de forma descontrolada.

Drake los observó con mucha atención e intentó situar el barco que comandaba en el mapa que tenía desplegado en la mesa de trabajo dentro del camarote. Su seriedad hablaba de la concentración que había puesto en organizar la información obtenida en las anteriores búsquedas. Ordenó a su tripulación prepararse para lo inesperado y también abrir las opciones de un posible desembarco en la isla, si esta se hiciera visible. Disminuyeron la velocidad para observar la reacción de los dispositivos. Según los grabados de Morgana, cuando se silenciaran, la isla se haría visible disminuyendo el conjuro merliniano, aunque sin hacerlo desaparecer.

Pasaron más de dos semanas. Un amanecer suprimió los ruidos molestos e inquietantes de los instrumentos y al hacerse visible la tierra de la magia soltaron anclas y descendieron con rapidez, ávidos de encontrar tesoros incalculables, después de todo, nadie había visto antes esta tierra y ese fue el motivo de tan larga y desconocida travesía.

La isla era grande para los pequeños refugiados, pero estos hombres rudos podían recorrerla en pocos pasos

Un deslumbrante brillo desvió sus miradas hacia el centro del atolón. El árbol de oro destacaba entre el resto y esas piedras preciosas colgadas en él sacudieron la ya excesiva avaricia de la tripulación. Procedieron entonces a cortar ramas y frutos que tanta riqueza prometía para el regreso. Fueron poniendo estos preciados tesoros en burdos sacos de cuero sucio. Toda esta barbarie desatada generó un colapso total en la isla que continuaba bajo el hechizo protector de Merlín, aunque pudieran verla, tocarla y reclamarla como suya con todos sus tesoros.

La tierra comenzó a temblar convulsivamente. Los marineros se detuvieron mirando alrededor con asombro y algo de miedo. El mago hizo una aparición furibunda envolviendo a los seres mágicos en una nueva burbuja de seguridad que colocó a su espalda usando su cuerpo como muralla, mientras interrogaba a los intrusos la razón de la violación a su hogar.

Las respuestas no resultaron satisfactorias y surgieron argumentaciones varias, desde el odio de Morgana porque no heredó su magia, hasta Gawain que mantuvo su rencor durante mucho tiempo debido al sentimiento de abandono que interpretó como provocado por Merlín, sus ausencias, la opinión que tenía de él y lo trasladó sin filtro a su descendencia.

Hadas, duendes, gnomos y elfos, tenían su encanto propio y por esa razón decidió que debían ser resguardados para conservar esa magia en el mundo. Su desaparición, condenaría a todo el planeta a una oscuridad peligrosa.

Llegado este momento, Merlín tuvo una sola opción. Haría un hechizo de tal magnitud que acabaría con su existencia, porque necesitaba una capacidad energética enorme para llevarlo a cabo, pero era el propósito que había elegido en su vida, salvar la magia que existía en el mundo.

Empezó a hablar un lenguaje desconocido para esos hombres y un gran vórtice multicolor se abrió, donde estaba la caverna que utilizaba como morada, provocando un sonido ensordecedor. Esos hombres rudos cayeron de rodillas tapándose los oídos. Apuntó su mano abierta y crispada hacia la raíz del Árbol de las Almas. Al momento, una enorme roca transparente y brillante, por estar llena de bolitas de luz, es atraída hacia ese agujero energético que la absorbe junto a la burbuja con las hadas, gnomos, duendes y elfos. Ambos fueron aspirados con gran fuerza e inmediatamente se esfumaron, incluido el oro del árbol, los brillantes, rubíes, esmeraldas y hasta los pedazos guardados en las bolsas de cuero se convirtieron en simple madera y trozos de vidrio.

Drake y sus hombres quedaron asombrados flotando en el agua cuando la isla se hundió por completo y terminó por desaparecer.

—¿Qué has hecho con nuestros tesoros? —preguntó altanero el capitán, a la imagen de Merlín que comienza a desvanecerse.

—¿Vuestros tesoros? —preguntó Merlín con voz profunda e intimidante—. Nunca os pertenecieron. Mi vida termina aquí, pero la supervivencia de esas criaturas está asegurada. Ya no me necesitan. Ahora puedo marcharme.

—¿Dónde están?

—Había preparado este conjuro hace mucho tiempo, porque imaginé que el ser humano querría apoderarse de esta magia para beneficio propio y poco le importarían estos seres puros u otro hombre, aunque estuviera a su lado, pero, a decir verdad, esperaba no tener que usarlo. Envié sus esencias y encantamientos a un pasado anterior a mi llegada, al comienzo de todo y deposité estos seres maravillosos en el primer niño que nació en el mundo. De esa manera, cada vez que nazca un bebé, la magia volverá para el mundo. Una y otra vez su inherencia será real y estará viva en cada pequeño que abra sus ojos a la vida. Ese era mi verdadero legado, el que nadie quiso, por eso tuve que vivir tanto tiempo y hacerlo en persona. En cuanto al árbol, esa roca que extraje llena de pequeñas luces era el gran útero donde se gestaban las almas de hadas, gnomos, duendes y elfos. En él se nutrían de la magia y el milagro de la naturaleza, hasta convertirse en los frutos brillantes que intentaron llevarse. Una vez que retiré la matriz, el árbol regresó a su espíritu natural de madera.

En su último suspiro se le oyó decir:

—La magia permanecerá viva con cada niño que nazca.

Su figura se volvió iridiscente y traslúcida cual pompa de jabón y como ella, se elevó hasta desaparecer de la faz de la tierra para siempre.