lunes, 29 de marzo de 2021

Técnicamente viuda

Rosario Sánchez Infantas


Hace diez años que ha muerto y nadie se ha dado cuenta.

*****

Leía en la tarde sombría y húmeda. Levanté la vista y me conmovió ver, a través de la ventana, un enorme macizo de nubes oscuras. Una gran dinámica se había estado produciendo en las alturas sin que lo supiera. Devendría en tormenta. Tardes como esta me impelen a recordar arropándome con una manta y lumbre a falta de compañía humana. 

Su descripción objetiva sería la siguiente: «José Manuel Valera Mendoza, sesenta años, un metro setenta de estatura, ochenta kilos de peso, rubio, tez blanca. Editor de una revista cultural en Trujillo, Extremadura, España. Posee amplios intereses culturales y artísticos. De carácter nervioso y restableciéndose de un divorcio. Busca pareja virtual hispanohablante. Espera recuperarse de la crisis económica mundial, para poder disfrutar en compañía si surgiera el romance». Sin embargo, él se presentó en el sitio para buscar pareja, de la siguiente manera: «Lugus, español, raíces celtas, seminarista de mirada profunda, busca cómplice de Iberoamérica, pues, “la vida es como una obra de teatro: no es la duración sino la excelencia de los actores lo que importa” (Séneca)». Parecía interesante. Por las aproximaciones cautelosas y luego el desborde de fina sensualidad contenida, me di cuenta de que ambos tenemos carácter nervioso. ¡Somos muy sensuales, voluptuosos y creativos! Tenemos una vida subjetiva rica, compleja… pero ¡somos inconstantes!, ¡melodramáticos!, ¡temerosos!, ¡susceptibles! Sin embargo, los nerviosos también tenemos derecho a ser felices. Apostamos por disfrutar virtualmente nuestros gustos comunes, el deslumbramiento y la ilusión que fueron brotando, hasta poder reunirnos (querer con un océano de distancia en plena crisis económica requiere tener vigorosa la esperanza).

Compartíamos el ser de izquierda, y estar en contra de las monarquías, los neocolonialismos y la discriminación de cualquier índole. Eran estimulantes sus análisis de la política internacional, y la poesía o fragmentos de narrativa que cada día compartía generando polémica e intercambio de textos entre sus contactos de la red social. Con principios y gustos afines, con mucha voluptuosidad y creatividad fuimos construyendo un cálido espacio de afecto, pasión y complicidad.

*****

¡Ha muerto! ¡José Manuel ha muerto! Un ser único, valioso, sensible y que me amaba, no está más. ¡Sus recuerdos, luchas, logros, afectos y sueños se diluyeron en la nada! 

De bruces se agolpan los recuerdos, sensaciones, emociones y sentimientos compartidos. 

¡Debo pedir una misa… buscar una iglesia disponible… enviar las invitaciones! ¡Tengo tanto que hacer!

Todas las culturas han creado rituales para procesar el dolor de la muerte. Necesitamos actos tangibles para aceptar lo inaceptable y entender a cabalidad la expresión para siempre de esa partida. Me apoyé en el afecto de los amigos para sentir que estoy entrando, acompañada, a vivir mi condición de viuda. 

Ni él ni yo creíamos en un dios, pero imagino que su espíritu agradecería que lo recordemos con afecto y que explicitemos el dolor por su pérdida. Qué hermosa me quedó la invitación con el Cristo de San Juan de la Cruz de Dalí (¡tan dolido, tan humano!):   

«La compañera, amiga y cómplice de quien fuera José Manuel Valera Mendoza, agradece su compañía en la misa que tendrá lugar al conmemorarse el décimo aniversario de su partida. Nos dejó un cuatro de julio de dos mil diez, en trágico accidente automovilístico en las cercanías de Trujillo-Extremadura-España. 

Lugar: Fan page del Templo de la Buena muerte. Ayacucho-Perú.

Fecha: 4 de diciembre de 2020. Hora: 4.00 p.m.  

Media hora antes se le enviará el enlace, vía WhatsApp».

*****

Cuando dijo que no veía televisión por ser una herramienta de adormecimiento masivo celebramos la afinidad. Pero ahí están los periodistas, creando ídolos, expectativas y pasiones. Recordándonos, cada día, cuánto falta para el campeonato mundial de futbol. Poder olvidar por una temporada la crisis, el desempleo y el hambre, reaparecidos después de décadas, ¡sería demasiado bueno para España! Cuidando su imagen de contracorriente, insiste en no ver televisión. ¡Qué final de infarto entre Japón y Paraguay! Nadie habla de otra cosa. La histeria colectiva que desata el España 1 y Portugal 0, termina por despertarle al futbolista que todo hombre lleva en sus genes. Pero el triunfo sobre Paraguay y ¡entrar a las semifinales España-Alemania!, lo llevan al pueblo a traer su viejo televisor. El calor del verano europeo, la preocupación por las deudas, el haber madrugado, la apnea o sabe dios qué, lo hicieron volcar en la carretera, y ya no pudo ver a la roja pasar a la final. Tampoco su viejo televisor pudo mostrar aquel 1 a 0, en tiempo suplementario y gracias a Iniesta en el minuto ciento dieciséis, que coronó campeón del mundial al pulpo Paul y a España un once de julio de dos mil diez.

*****

Con media hora de anticipación ingreso al fan page para la misa virtual. Sin tener que preocuparme por organizar una misa presencial, en la comodidad de mi casa me pongo a reflexionar. Desde que envié las invitaciones he sentido en varias ocasiones la falta de un propósito real para esta ceremonia y me he preguntado si participar en ella es enfermizo. Me doy cuenta de que me fuerzo a estar triste por José Manuel. En estos días he recordado la ilusión que le trajo a mi vida, la ternura desplegada, el juego de la seducción, el despliegue de la pasión, también el apego y los celos. Pero todo ello lo siento distante. Aparece también lejano el dolor cuando dejó de contestar mis mensajes y llamadas, y las detalladas referencias a las «relaciones abiertas» que estableció con otras mujeres. Solemos vivir bien hasta que construimos un nosotros, y entonces la soledad forzada agobia. Me recuerdo buscando sin hallar su nombre en mi bandeja de entrada, aun al hurgar avergonzada-esperanzada entre el correo no deseado. Se tensan mis mandíbulas, el pecho se me oprime. Siento una tristeza antigua.

Es la hora, inicia la ceremonia. Veo conectarse a mis amigos. Repito de manera mecánica los diálogos de una misa aprendidos desde la infancia. Surgen espontáneas las conexiones de mis neuronas. Me descubro reconociendo que soy melodramática, y cuánto dolor y belleza hallé en el hecho de ser viuda. Me recrimino participar en la ceremonia sin mediar mi voluntad. Trato de concentrarme en ella. Pienso que luego de enamorarnos parecía el único desenlace posible disfrutar nuestro amor y gustos afines en una sencilla casita, apenas interrumpidos algún fin de semana por entrañables amigos o bulliciosos nietos. Sobrio disfrute del encuentro humano. El sacerdote menciona el lugar y la fecha de la muerte de José Manuel. Eso me recuerda al campeonato de futbol y la secuencia de hechos que llevó a campeonar a España; los encuentro, ¡tan anodinos! Siento culpa, me disculpo con José Manuel, quisiera experimentar tristeza por su partida. Sin embargo, cuando me doy cuenta evalúo que, en el campeonato mundial —como cuando la especie humana aún no había desarrollado el neocórtex— las emociones, los sentimientos de filiación, la prevalencia del clan, fueron exaltados hasta el delirio por los publicistas en favor de los intereses de los empresarios. Como especie nos costó tanto sobrevivir y desarrollarnos, y para José Manuel la ilusión de poder, vía un campeonato mundial de futbol, fue cuestión de vida o muerte. Me descubro recitando de forma inconsciente el Padre nuestro. La culpa me lleva a participar en voz alta en los diálogos. Me invade una laxitud extrema. 

No tiene ningún sentido esta ceremonia. Había logrado olvidarlo, pero enterarme de su muerte actualizó recuerdos, sentimientos y emociones que creía olvidados. Además, saberlo muerto me hizo concentrarme en todo lo bueno que compartimos y magnifiqué la necesidad de rendir homenaje a quien fue mi compañero.

Solo queda recordar ese auténtico e intenso encuentro que pudimos vivir. 

Me siento mar que mientras se adentra en el piélago mira al delta con profunda nostalgia. 

El sacerdote afirma: «Pueden ir en paz». Quedo en paz.

*****

José Manuel dejó de escribirme mas llegaban a mi cuenta de la red social sus devaneos con otras mujeres, para ser vistos por todo el mundo. Anuncia que busca ligar. Escribe febrilmente. Derrocha cultura general, pero, desnuda sus calenturas pidiendo consejos para pasar los fines de semana de un modo divertido, barato y lubricado. Solía denunciar el sacrificio exigido a los que menos tienen habiendo quienes poseen en demasía. Antes clamaba por los parados, por los que debían dormir en la calle en la España del siglo veintiuno, por los que debían vivir con cuatrocientos euros y por aquellos que intentarían sobrevivir cuando les quitasen los cuatrocientos euros. Ahora pregunta si sus pastillas energéticas interactúan con el viagra, o si un polo de AC/DC le quedará chuli. El último día que lo vi en la internet relataba algunos detalles escabrosos de su ligue del fin de semana.

Como la tecnología ha creado soluciones para todos los avatares humanos, cambié el número de teléfono móvil, lo bloqueé en mis cuentas de redes sociales y aunque en ese momento no lo creía posible, la vida lentamente se volvió a abrir paso. 

*****

¡Qué buena música en la sala de espera de este médico!¡Narciso Yepes en Concierto de Aranjuez! ¡Esa era nuestra melodía! La entrada triunfal de toda la orquesta en el minuto ocho me decía: todo lo anterior fue aprendizaje, puedes dedicar lo que te queda de vida a ser tú misma, a amar y ser amada. El pecho se me aprieta con dolor. Sé que cuando desborde la primera de las lágrimas que están creciendo en mis ojos, no habrá quien las detenga. Desesperada, cojo una revista científica y leo una página al azar:

«Los pacientes con lesiones prefrontales ventrales muestran un síndrome caracterizado por desinhibición de las pulsiones y liberación de la conducta de sus mecanismos reguladores normales. Presentan despreocupación por las convicciones sociales y éticas, y no les preocupa el impacto de su conducta sobre otros. Se muestran hiperactivos, pueriles, libidinosos, exhibicionistas, oportunistas, violentos».

Las aguas de los deltas tienen distintos sabores. Navego en un agitado estuario que ora penetra en el mar, ora regresa a tierra firme.

¡No soy mal amada! ¡Mi José Manuel ha muerto! ¡Me quiso mientras vivió! ¡Técnicamente, soy su viuda!

No hay comentarios:

Publicar un comentario