Luz Hernández
Desde los más empinados cerros, se puede apreciar
la hermosura del paisaje. Al fondo atravesando el cielo azul, un océano de
nubes blancas y suaves como el algodón cubre los dorados rayos solares. En los verdes campos se ven
aparecer las primeras flores de las amapolas, margaritas, geranios y
aromáticas; entre ellas: la yerbabuena, manzanilla, romero, albahaca que
endulzan el ambiente.
Variados árboles resguardan toda la hondonada. En
los labrantíos se escuchan las ardillas jugando por entre las ramas de los
gruesos robles mientras que una bandada de aves alza su vuelo de forma
majestuosa. Allí hay una escuela cerca de un riachuelo de aguas cristalinas con
brillantes peces que juguetean alegremente con algunos niños que les arrojan
hojas para verlos reflejar en el agua y formarse varias ondas, mientras que un
aire fresco roza sus cabellos perfumando el aire.
A lo lejos se levanta una polvareda causada por una
camioneta que se va acercando y de la cual bajan algunas personas. El hombre
más alto dice:
─Buenas tardes. ¿Nos pueden decir dónde se ubica la
escuela?
─Y también queremos saber ─interviene una
mujer.
─¿Cómo
construyeron este maravilloso camino?
Un muchacho levanta la mano y les dice:
─Presentémonos primero. Nosotros somos estudiantes
de la escuela Cañaveral, de décimo grado. Ellos son Andrés, Felipe, Camilo,
Andrea, Catalina, Natalia y yo soy Juan. Representamos el
gobierno escolar y siempre estamos pendientes de nuestra escuela. Llevando el
puño al pecho, inclina levemente la cabeza hacia adelante, sonriendo.
Los dos hombres con vestidos formales y una mujer
sudorosa, que se abanica dice:
─Somos del sector educativo y venimos a ver cuáles son las
necesidades más apremiantes para apoyarlos. El señor de cabello negro es
Efraím, el de corbata gris es Pedro. Y yo me llamo Beatriz, mucho gusto en
conocerlos. ─Extendiéndoles la mano. Luego todo se quedó en un profundo
silencio. De pronto por unos breves instantes Beatriz recordó cuando tenía
nueve años y también a su maestro Juan que les decía: ‹‹Estos alumnos son unos
tontos que no leen, ni entienden nada››. Al terminar las clases los niños salían despavoridos. Hasta que
un día Néstor, uno de los compañeros más curiosos, se le quedó mirando con el rabillo del ojo. Aproximó una butaca y
subiéndose en ella se acerca al
maestro. Él quiso alejarlo pero Néstor le dio un gran abrazo, luego
bajándose se fue corriendo. Pasaron varios días y él seguía repitiendo este
saludo. Hasta que el profesor logró agarrarlo y le indagó por qué lo abrazaba:
‹‹Usted es tan rencoroso porque nadie lo ha querido. Y yo voy a
abrazarle para que calme su rabia. Mi papá nos dice que un abrazo sana el alma››.
Los demás estudiantes vieron a partir de este momento el cambio del maestro
Juan. Beatriz en un suspiro, volvió a la realidad.
Andrés frunció el ceño. A veces se torna un poco receloso porque no
confía en nadie.
─En la construcción del
camino ─interviene Andrés─ se indagó acerca de cuáles eran los
materiales de desecho que mejor se adaptaran al terreno.
─Se utilizaron elementos naturales como el
bahareque.
Levanta la mano Andrea. Y explica:
─La
finalidad era comunicar las veredas entre sí. Evitando los accidentes por las
trochas tan empedradas, resbalosas y a su vez para facilitar la
interconexión con una gran caída de agua que abasteciera a todas las
poblaciones.
Al terminar esconde la cara entre sus manos,
porque descubre a Camilo observándola.
Interviene entonces Catalina con mirada penetrante, que susurra:
‹‹¡Qué
pereza!››. Luego
les dice:
─La protección de las pendientes se realizó mediante la plantación de
vegetales apropiados a crecer en el agua,
como el cactus.
Camilo mirándolos de reojo los invita a entrar al
plantel, el cual está pintado de vistosos colores y en cuyas paredes externas
crecen las enredaderas por entre las cuales los pájaros entonan sus trinos.
Los techos son de madera y el tejado cubierto de
paja entretejida. Las puertas tienen vitrales pintados por los estudiantes.
Ingresan todos. Juliana, caracterizada por su sencillez a pesar de su
maestría en educación, de cabello ondulado, acanelado y sus ojos miel, se encuentra
en la puerta de la escuela; levanta la mano y los saluda. Los otros compañeros
están terminando trabajos en el salón. Luego se acerca y les da la bienvenida
diciéndoles:
─Mucho gusto, soy Juliana, directora y maestra titular de grado noveno. Su llegada ha sido
sorpresiva para ellos. Tomen asiento, por favor. Voy a recoger los trabajos.
Todos ingresan, se sientan y son
presentados al resto de los estudiantes por Natalia. A continuación
el señor Efraím, de pelo canoso, se
pone de pie y dirigiéndose al grupo les pregunta.
─¿Cómo fue construida la escuela?
Juan, levantando la mano, traga saliva, bosteza
y les expresa:
─La escuela fue construida con la
participación de toda la comunidad hace diez años. Con diversos elementos como
el barro, madera, los techos en bahareque fueron elaborados de igual manera con
materiales naturales: hojas de palma, de yarumo, cañas.
Camilo un poco molesto por haberse
privado de la salida a ecoaldea con el resto de los compañeros. Les indica:
─El bahareque ha sido utilizado para la
construcción de las paredes con palos entretejidos con cañas y barro con la
finalidad de dar mayor durabilidad a la estructura y además para la protección
sísmica. Respira y un poco tenso, murmura entre dientes: ─¿Algo más? ¡Qué
mamera!
¿Cuánto tiempo se van a quedar?
Juliana
les da una copia del Plan de estudios actualizado.
Beatriz
lee rápidamente las observaciones:
‹‹La comunidad reconoce a la
escuela como el centro de educación social más importante. Por lo cual se
expresan las felicitaciones del gobernador y de la Inspección escolar››.
A
continuación los
estudiantes los invitan a conocer las dependencias y las necesidades más apremiantes
como son: la dotación del laboratorio de ciencias, de la sala de informática,
del taller de artes y oficios.
Luego los convidan a almorzar al comedor
comunitario escolar para disfrutar de su aroma embriagador con un exquisito
sancocho de gallina acompañado de una torta de plátano y salpicón.
La señora Mariana, excelente cocinera les
ofrece sus apetitosos manjares cuyos olores deleitan y penetran en los
paladares de los presentes.
Beatriz comenta que se les hizo tarde para
emprender viaje a la ciudad y que además están cansados por la caminata.
Pregunta si es posible que puedan quedarse. Andrés, les dice que sus padres
tienen una casa de huéspedes y que allí se pueden albergar.
Por la noche se escuchan los grillos, las luciérnagas
iluminando el camino. Y entre susurros Andrés, que paseaba a sus perros, escucha por la ventana que Pedro uno
de los funcionarios dirige un cuestionario y les va comentando:
─Evaluación de la Institución
«Cañaveral».
¿Tienen plan de estudios actualizado? Riendo
ja, ja, ja… Responden Efraím y Beatriz en coro: No ¿Los estudiantes argumentan?
¿La Institución «Cañaveral» es reconocida por la comunidad?: No.
Beatriz continúa. Así que pueden
demoler la escuela para construir unas cabañas de vivienda vacacional, que eso
sí da plata.
─¡Misión cumplida!
Andrés, al escuchar la conversación de
ellos enrojece, siente ira de haber sido confiados, lanzando una patada al
poste, se dirige rápidamente a buscar a sus compañeros para comentarles. Entre
algunos de ellos deciden hacerles unas bromas.
Se disfrazan, pintan la cara con hollín,
se tiznan el cabello, otros se colocan máscaras y pelucas. Levantan hojas de
palma con sombreros. Camilo coloca el puño en sus labios y emite chillidos: los
perros ladran y aúllan en coro.
En la pared de la habitación se reflejan
solo sombras estiradas por el reflejo de la luna y el movimiento de las
linternas. Los tres se abrazan y tiemblan de pánico.
A
la mañana siguiente, cuando los
funcionarios cautelosamente se disponían a partir, se dan cuenta de que la
camioneta no les funciona. Así que buscan pedir ayuda por teléfono. Pero
sorpresivamente los teléfonos están desactivados por un problema eléctrico
zonal. Con voz temblorosa cuentan lo sucedido en la noche anterior. Doña Carmen
una de las personas más veteranas les señala:
─Seguro fueron los espantos que
de vez en cuando los defienden de los fisgones ─¡Vengan pa’entro sus mercedes,
dejen la asustadera mejor a desayunar!
El gobernador Julio se hizo presente, les
da la bienvenida, agradeciendo su apoyo y les ofrece conducirlos a la ciudad en
una buseta. Inmediatamente les comunica:
─He decretado un día cívico para
acompañarlos junto con Juliana la maestra, el inspector escolar, algunos padres
de familia y estudiantes para que ellos sustenten su proyecto. Y así emprenden
camino a la ciudad.
El resto de estudiantes que llegaron esa
noche, cerca de seiscientos oprimen el arcoíris con sus diferentes coloridos de ropas, sus
risotadas, alboroto, saltos y sus manos que se agitan en señal de despedida.
Beatriz un poco acalorada. Indica:
─Es satisfactoria esta evaluación. Pronto
les llegarán los equipos requeridos.
Pedro un poco nervioso, pasa las manos por
la cara y también expresa:
─Ha sido muy grata esta experiencia y el
acompañamiento que nos han ofrecido. Les vamos a presentar al secretario y a su
gabinete para que de una vez firmen el acuerdo.
Unas dos horas más tarde llegan a la
Secretaría de Educación de la capital.
Ingresa una representación de la comunidad. Juana les muestra un álbum
de fotos de las dependencias y le entrega un video de la escuela Cañaveral al
señor secretario: Humberto. Él observa admirado y pide el consejo de los
delegados.
Pedro dice que este colegio merece el apoyo
necesario. Que se aprecia una gran valoración de la escuela “Cañaveral “por
parte de la comunidad. Mirando a sus colegas. Dice:
‹‹¿Verdad?›› Beatriz mueve la cabeza
afirmativamente, un poco sonrojada y Efraím comenta que sería importante que su
directora Juana diera a conocer este valioso proyecto a otras colectividades.
Ella les agradece y promete colaborar con ellos en lo que
requieran.
Transcurridos seis meses y terminando las ampliaciones
locativas nuevamente celebran en comunidad la llegada del secretario de
educación con los respectivos equipos.