lunes, 15 de marzo de 2021

Club de lectores

Ricardo Sebastián Jurado Faggioni


Patricia, una escritora profesional de cuarenta años, había terminado de escribir su décima novela, sentía satisfacción porque era su obra más reciente. Después de un mes de haber publicado Antes de morir deseo decirte, una tarde decide revisar el correo electrónico y se encuentra con lo siguiente.

De: Club de lectores.

Soy Susana Rivadeneira la dueña y representante de este club. Vi las noticias del periódico «El Nacional» donde mencionan tu última obra. Quiero felicitarte por esa trayectoria y quisiera invitarte a nuestro grupo de lectores.

Estaba acostumbrada a recibir correos de seguidores, felicitándola por su manera de escribir, esto la halagaba. Sin embargo, se mantenía fría con las emociones para que la fama no le haga ilusiones. Nunca le había llegado una invitación a un club. Por un lado, tenía el presentimiento de que no debía ir, pero después de pensarlo confirmó su asistencia.

Apagó el ordenador para irse a trotar. Tenía esta costumbre desde que era joven. Corría para sentirse bien con ella misma, además, las ideas fluían libremente al finalizar un entrenamiento intenso. Patricia llevaba consigo su IPOD para escuchar música. Llegó al hogar cuando terminó de hacer ejercicio, se duchó, se vistió y comió saludable. Volvió a prender el ordenador por si alguna idea nueva se presenta para escribirla en el bloc de notas.

Navegando en internet se da cuenta de que el club de lectores le había enviado su dirección y la fecha en la que se encontrarían.

El fin de semana llegó. Se arregló para dirigirse al club en el centro de la ciudad. El sitio era tenebroso, viejo y descuidado. Le resultaba extraño que se reunieran a leer libros en el sótano de un edificio abandonado. Había cinco personas, Patricia era la sexta. Susana la presenta a los demás miembros. Nunca estaba cómoda hablando en público.

Al comienzo del discurso dio una extraordinaria introducción de la obra Antes de morir deseo decirte, y al finalizar los elogios, les pidió leer los primeros cinco capítulos para el próximo fin de semana. La reunión duró dos horas, hubo una pequeña merienda para poder conversar, entonces Jorge un miembro del grupo se le acerca de forma sospechosa. 

—Te felicito por tu maravillosa obra, pero si puedes huir de este club, ¡hazlo! —comentó Jorge. 

—¿Por qué? —dijo Patricia.

―No puedo mencionarlo. Me asesinarían ―susurró Jorge, volteando para cerciorarse de que nadie lo escuchaba. 

No pudo seguir conversando debido que la líder del grupo se aproximaba, pero en una servilleta anotó su número y escribió ¡Llámame apenas puedas! Pensaba que la gente era paranoica. Trató de esbozar una sonrisa cuando ella le dio un abrazo de agradecimiento por haber asistido. Susana decide invitarla a cenar y ambas fueron a un bar cercano. 

—Cuando leí tu obra me pareció interesante que Max sea un espía, sabía que en cualquier momento iba a morir y aun así se daba tiempo para mandarle cartas a su amada —comentó Susana.

—Sí, escribí esa parte porque mi madre decía que cuando existe el amor verdadero no importan los obstáculos ―dijo Patricia.

—Me gusta que huyas del cliché, ¿has pensado escribir algo últimamente? —dijo Susana.

—Deseo viajar por el momento —Sonó cortante.

—Es una lástima. Tal vez el club te regrese las ganas de escribir ―rio Susana

—Es amable de tu parte. Se está haciendo tarde y tengo que regresar a casa —contestó Patricia. 

Salieron del bar y se separaron. Patricia recordó al misterioso hombre que le dijo que huyera. Trató de no tomarle importancia, seguir con su vida y disfrutar del club. Aunque le dio curiosidad saber quién es Susana Rivadeneira. Llegó a su hogar, lo primero que realizó fue indagar en Google sobre esta mujer. Las primeras páginas no daban ninguna información sobre la dueña del grupo, hasta que por fin entró en una noticia amarillista cuyo título despertó su interés. 

Exdrogadicta publica novela sobre detectives, siguió profundizando en la lectura , encuentra una noticia relacionada con el mismo personaje. Escritora de novela negra lanza cuentos de ciencia ficción, además termina fundando un club de lectores en el centro de la ciudad. Al terminar de leer le produjo un respingo. Susana tiene dos éxitos rotundos en corto tiempo, cuando ella se toma uno o dos años escribiendo sus historias.

Tal vez lo estaba relacionando con los celos, si no le había contado sobre su pasado era porque posiblemente se estaban conociendo. Esto la motivó a ir más seguido al club, hacerse amiga de los miembros, aunque también se preguntaba por qué no iban más personas. Sentía que estaba otra vez en el colegio realizando un examen de ecuaciones donde no podía despejar lo que le pedían. El fin de semana llegó. Esta vez fue la primera en asistir y pudo apreciar a los cinco invitados con cautela: dos hombres y tres mujeres. En ese instante se sintió como su personaje, Max, queriendo espiar vidas ajenas. 

A su vez tomó iniciativa para comenzar el análisis de su obra. 

—¿Por qué Max es espía? —preguntó Patricia.

—Max quiso ser espía porque deseaba servir a su país —respondió Pedro.

—Respuesta acertada —afirmó Patricia.

—¿A quién le pareció interesantes los cinco primeros capítulos? —dijo Susana

—A mí, esta historia es atrapante —respondió Jorge. 

Patricia se sentía igual que Susana porque estaba sintiéndose importante. La reunión había llegado a su fin, quiso quedarse, pero decidió invitar a Jorge a comer a su hogar. 

―Me gusta tu casa, es elegante. Debe ser increíble haber triunfado después de escribir tu décima novela ―comentó Jorge. 

—En realidad mi éxito iba encaminado con mi novena novela, No acepto un rechazo de tu parte, aunque mi última obra la aplastó rotundamente. Dijo Patricia.

—¿Por qué me invitaste a cenar? —preguntó Jorge.

—Quiero saber sobre Susana—comentó Patricia.

Jorge hizo un largo suspiro hasta que comenzó a contar una historia de diez años atrás. Susana y él eran drogadictos, se conocieron en rehabilitación. Siempre me ha gustado la literatura, leía a Poe, Benedetti, Vargas Llosa, etcétera... Los libros se convirtieron en una adicción, lo que me llevó a mi verdadera pasión: escribir. Esta profesión me sacó de las drogas, porque tenía que mantener mi mente sana para redactar un texto. Comencé a trabajar en una novela, pero cometí el error de contarle a Susana, tal vez porque fuimos novios por un periodo extenso.

Terminé la obra en un año, estaba a punto de cambiar mi vida, hasta que ella me amenazó con un arma. Me dijo que si no le entregaba el borrador de la obra iba asesinarme, entonces con el alma partida se la di. Pasó un tiempo hasta ver la narrativa publicada en una librería y en las noticias, sabía que iba a ser un éxito.

El libro se vendía bien y las editoriales le solicitaban nuevos proyectos a Susana. Volvió a hacer lo mismo, me pidió que escribiera cuentos de ciencia ficción. El resultado fue superior que el primero. Esta vez los medios se fijaron en ella, fue entonces que decidió fundar el club de lectores para que un grupo pequeño lea libros, escriba cuentos o novelas para después apoderase de las ganancias de los escritos. Además, escogía a las personas adecuadas para este trabajo y lo hacía porque estudiaba sus vidas. Sin embargo, yo fui el que más compras le generó hasta que tú apareciste. La primera vez que nos vimos debiste escucharme e irte lejos, donde no pueda hallarte. Ahora es tarde para ti. Patricia estaba procesando esta increíble historia.

—¿Cómo se llamaba el centro de rehabilitación donde se conocieron? —preguntó Patricia.

—San Pedro, está ubicado en el sur de la ciudad —comentó Jorge.

—Muchas gracias —respondió Patricia.

Cuando Jorge se despidió, Patricia se sintió sola y de repente se acordó cuando su marido vivía. De alguna manera haber escrito Antes de morir quiero decirte era una forma de revivir esos recuerdos de su juventud. Lastimosamente, él falleció en un accidente automovilístico, por esa razón Max y su novia mueren para poder estar juntos en la otra vida. Fue una noche agotadora. Decidió irse a dormir para viajar al sur de la ciudad temprano por la mañana. Al llegar a San Pedro se sorprende de la modernidad de las instalaciones. A la entrada hay una recepcionista elegante y simpática. 

—¿Tiene algún familiar? —preguntó la joven.

—No, deseo información sobre alguien—respondió Patricia.

—¿Sobre quién? —dijo la recepcionista.

—Tiene alguna información sobre Susana Rivadeneira —preguntó Patricia

—Ella estuvo hospedada muchos años atrás, se convirtió en una escritora reconocida y con lo que ganaba remodeló este edificio, algo más que desea saber —dijo la secretaria.

—No muchas gracias.

Había una pequeña cafetería y fue a desayunar. Podía observar a los enfermos que estaban en aquel sitio. Susana era una serpiente; sabía cómo engañar, manipular y usar a las personas para satisfacer sus necesidades. Patricia se imaginó que arregló la rehabilitación para tapar sus crímenes, si lograba convencer a la sociedad que era una filántropa nadie sospecharía de ella.

Robar, amenazar, estaba mal ella iba a detenerla. Todavía no tenía un plan de acción, pero desarrollaría uno. Al acabarse su chocolate caliente se marchó del sitio. Revisando su cartera para sacar las llaves del auto, encontró la servilleta que Jorge le dio. Una vez dentro, le marca por teléfono, pero está apagado. Lo volvió a llamar y no obtuvo respuesta. Al pasar unos minutos recibe un mensaje de texto que la dejó sin aliento. 

Sé tu conversación secreta

 

Abriste una puerta

 

Ahora una tormenta se aproxima

 

Escribe para mí o pasa a la otra vida.

 

Definitivamente era un pésimo poema, aunque logró asustarla. Se preguntó cómo pudo espiarla, luego recordó el abrazo que se dieron. No se había dado cuenta que le puso un chip pequeño en la espalda para poder oír sus conversaciones. Se lo sacó, y lo tiró al piso. Sentía que los caminantes de las calles la observaban, de repente le entró una oleada de pánico. Aceleró rápidamente para dirigirse a su hogar. Decidió no hacer ruido cuando llegó pues no sabía si habían instalado dispositivos para vigilarla. Vertiginosamente armó una maleta de equipaje, esa noche iría a dormir en un hotel barato para poder desarrollar su plan de escape.

 

En la noche recibe otro mensaje aterrador.

 

No puedes huir de mí

 

Tengo ojos en todas partes

 

Estás atrapada y la solución

 

Es escribir para mí.

 

No durmió tranquila aquella noche, de hecho, en la mañana siguiente se levantó recordando una pesadilla. Se bañó para tranquilizar los nervios, se vistió y prosiguió a coger un librito. Comenzó a notar lo que le había sucedido hasta ahora. Posteriormente al saber la historia de Jorge, se imaginó que Susana lo asesinaba de la peor forma, puede que incluso yo tenga mis días contados. Tachó el escrito, volvió a poner un pensamiento distinto. La esperanza es lo último que se pierde. Jorge no está muerto al menos no por ahora, y con ese positivismo llama a Susana para hacerle una trampa. 

―Acepto. Voy a escribir para ti.

―Te dije que ibas a terminar trabajando para mí —respondió Susana.

―¿Qué es lo que deseas? ―preguntó Patricia.

—Una novela de terror de doscientas páginas en un mes, porque la editorial esta exigente —comentó Susana.

—Trato hecho —contestó Patricia. 

Decidió quedarse en el hotel hasta terminar la novela, pero ella fue ingeniosa, guardó una copia para luego denunciarla de plagio. Pasó un largo periodo y noches de desvelo hasta que por fin obtuvo el producto final. Una madrugada decide llamarla, para indicarle que terminó su proyecto. 

—¿Cómo se llama la obra? —preguntó emocionada Susana.

—Si el monstruo te persigue, conviértete en uno —dijo Patricia.

―Eres una escritora de verdad. Regresaré a la cima pronto ―respondió Susana.

Colgó. Susana no se imagina que la llamada fue grabada, además Patricia había guardado los chats. Tenía evidencia suficiente para enviarla a la cárcel. Dejó pasar dos meses después de la publicación de la novela, mientras tanto, contrató a un abogado al que entregó todas las pruebas de las que disponía.

Una mañana la policía tocó la puerta de Susana.

―¡Venga con nosotros!

―¿Qué ocurre?

―Está bajo arresto por plagio y extorsión, tenemos la obra original de su novela.

―¡No! ¡Soy inocente!

―Todo lo que diga puede ser usado en su contra...

Patricia sintió paz en su ser, al ver las noticias en la televisión de noche, cuando el reportero mencionaba que Susana iría a prisión. De repente su celular suena y se percata que es una llamada de Jorge.

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