Marco Antonio Plaza
Hoy, después de muchas décadas, Benjamín recordaba con bastante lucidez un diálogo que tuvo con Roberto en una de las tantas noches de sus vacaciones de verano. Y esto lo departía con Pablo, un amigo del trabajo, cuya amistad fue creciendo en los últimos años. Ambos solían reunirse en el Haití, una cafetería miraflorina antigua de más de cincuenta años de existencia, muy concurrida por turistas y gente conversadora. En ésta se veían grupos de cinco o seis personas charlando.
Una tarde los dos amigos se reúnen para tomarse un café. Al verse se estrechan las manos y se dan un abrazo.
-Hola Pablito.
-Hola compadre, ¿cómo estás?
-Bien felizmente, ¿y tú?
-Tranquilo hermano como siempre; con muchas ganas de contarte algunas ideas que me rondan la cabeza últimamente.
En eso le piden al mozo un par de cortaditos y Benjamín le dice a su amigo.
- Hace unos días te quería contar sobre un diálogo que tuve cuando era un imberbe y estaba estudiando en el colegio. Y me estoy acordando con mucha lucidez de las ideas que surgieron en aquella oportunidad.
-Habla entonces, pero, no te olvides, que tienes que darme la palabra de cuando en vez para no caer en un adormecedor monólogo ja ja ja ja.
-Tú siempre tan bromista, ¡tá bien! Haré pausas y me vas dando tu opinión, así enriquezco la charla, ¿qué te parece?
- Bacán
- Pablo, cuando recuerdo lo conversado en aquella época siento la misma sensación que tuve esa misma noche, de libertad infinita, pues, parezco por ratos un adolescente aventurero, pero luego, vuelvo a sentirme un hombre mayor, y así alterno entre uno y otro estado de ánimo y cada vez con mayor intensidad. No sé qué me pasa.
- Trata que ese sentimiento de aventurero te dure lo más que puedas. Lo que sucede es que de repente no toleras que los años pasen sin que tengas una vida intensa como siempre tuviste, me refiero cuando eras bastante joven.
- Es cierto, hay días que vivo un entusiasmo increíble pero después desaparece. ¡Es como si se apagara la luz ja ja ja!
- Los años que tienes sobre tus hombros amigo y las responsabilidades que afrontas hacen que muchas veces vivas cansado luego de las largas faenas que tienes todos los días para mantenerte a ti y a tu familia. ¡Pero eso es heroico, no tienes que sentirte mal!
- Aunque no lo creas Pablo, en los últimos meses, después de mucha meditación y un intenso esfuerzo por comprender la vida, ésta se ha vuelto emocionante, ¿y sabes por qué?, porque mi mente está creando ideas cada vez más profundas, filosóficas y hasta místicas. Es una energía que me viene no sé de dónde. Y fíjate, cuando evoco aquel diálogo la sensación de libertad se acentúa.
- ¡Qué interesante! Me imagino lo importante que fue aquella experiencia. Creo que esa costumbre de expresar tus pensamientos a los demás té ha ido desarrollando una actitud de búsqueda de la verdad. Seguro que ahora mismo podrás aclarar tus ideas.
- ¡Cierto! Actualmente disfruto más intensamente mis ratos de ocio lo que antes no podía hacer. Pues no tenía tranquilidad. Ahora me siento libre de las ataduras de la rutina, del stress y de los prejuicios sociales.
- ¿Y dime?, ¿qué fue de tu amigo?, ¿cómo se llama?
- Roberto. No sé nada de él, lo vi hace años pero como tú sabes las relaciones amicales se enfrían. El diálogo fue en una noche de verano, después que todo nuestro grupo se despidió para irse a sus casas porque al día siguiente nos esperaba el colegio. Ambos, cuando nos retirábamos, decidimos quedarnos unos minutos a conversar en una esquina que estaba cerca a nuestras casas. Recuerdo perfectamente las dos calles vacías y silenciosas, sin gente ni autos. Nos paramos en el medio del cruce. Comenzamos a reflexionar sobre cómo nos iría en esta nueva etapa escolar. Pero en un momento determinado se me vino a la mente el tema del ideal de la vida y le lancé una feroz pregunta iniciando un diálogo que me cambió para siempre.
-Roberto, ¿cuál es el ideal de tu vida?
-No lo he pensado –responde sorprendido.
- ¿Ni se te ha ocurrido?, ¿acaso tú viejo nunca te lo preguntó?
-Nunca, pero sí te puedo dar una respuesta porque todas las personas tienen por lo menos uno en su vida. El mío es diferente al de la mayoría de la gente, que seguramente es tener una carrera, un buen trabajo hacer dinero, tener una familia e hijos y ser feliz. Todo esto me parece tonto. Yo quiero, realizarme como persona -decía Roberto mientras saboreaba una gaseosa helada calmando el gran calor, que con el viento húmedo, se hacía más intenso hasta volverlo insoportable-. No quiero ser social ni me interesa la gente. Tampoco le doy importancia al qué dirán y más aún, la mayoría de las personas me parecen huachafas sencillamente porque le dan mucho valor a la forma de vestirse y a las relaciones sociales. Quiero vivir de la manera que más me gusta, hacer lo que quiero y ser totalmente libre.
- ¡Qué gracioso eres patita!, quieres ser un idealista sin tener ideales, pues lo que dices no es más que un deseo. Mira, el mío se parece en algo al tuyo. Pero también quiero tener una buena chamba, triunfar en mi carrera, hacer billete y vivir tranquilo al igual que mi familia. Y eso no le quita nada a una persona de ser idealista. ¿Qué hay de malo en eso?
-Pero si tú piensas así acabarás como toda la gente, como la masa, un burgués más.
-En parte tienes razón, mas, ¿cómo vivir en un mundo si no nos socializamos?, a menos que quieras seguir el ejemplo de Juan Bautista, que vivía solo en el desierto comiendo langostas. Eso es una vida totalmente mística, alejada del mundanal ruido. Estamos en otras épocas, pienso que se puede ser idealista aun trabajando en una fábrica, siendo obrero, gerente general o artista de Hollywood. Este será el nuevo líder del futuro. Los extremos no son buenos, pues, sabemos que la gente muy social siempre es muy superficial, y la gente muy pensante, tiende a volverse antisocial, pero uno los extremos siempre nos llevará a extrañar el otro, por tanto nunca debemos estar en los límites. Fíjate en el colegio, los chancones andan solos y los más sociales paran jalados ja ja ja. Yo quiero intentar ser un idealista aunque la gente me vea como una persona práctica. Cómo se dice, la procesión se lleva por dentro, ¿no crees?
-Eso suena interesante, estar y no estar a la vez, ser y no ser, claro, pero no es fácil ponerlo en práctica, ¿cómo harías? Esto va en contra de lo que nos han enseñado todos los años en el colegio que los místicos deben dejarlo todo.
-Al diablo con lo que nos han intentado enseñar que los profesores se vayan de vacaciones eternas no los necesitamos para las cosas profundas de la vida pongamos en práctica nuestras ideas lo que más quisiera realmente es ser independiente y disponer de mi tiempo desarrollarme como persona y a esto le tengo temor porque siempre escucho decir a mi padre y a mi hermano que la mayor parte de las veces en la organizaciones existe mucho celo profesional y muchos empleados o profesionales se quedan estancados de por vida a menos que tengan la valentía de rebelarse y volverse independiente y justamente este es mi ideal en la vida estar en el mundo pero ser libre una libertad responsable sin patear el tablero que no sea libertinaje es una mezcla de estar y no estar pero Roberto tienes que entender que estamos pisando tierra y estamos sujetos a la ley de la gravedad y no podemos volar ser libre no significa acabar pidiendo limosna a menos que quieras ser un místico como te señalé antes al mejor estilo de San Francisco de Asís recuerda la película que vimos hace unos años que logró hacer reflexionar al Papa de por qué tanta opulencia si el objetivo es el mensaje divino y tuvo mucha razón lo apoyo realmente mucha hipocresía veo pero ya es otro tema a ninguno de los dos nos atrae esa forma de vida.
- ¡Tienes razón amigo! Entonces debo soñar pero sin dejar de estar en el mundo tal como es, ¿no?
-¡Claro! Tómate un tiempo, recapacita y tendrás tu propia respuesta.
-¡Eso haré! ¿Qué hora es?
-Ya es tarde y en breve, apenas en ocho horas regresaremos a las aulas, uniformados de color plomo, a la rutina, a los timbres, formaciones, clases, exámenes, descansos, recreos, entradas, salidas, tareas, sermones, consejos, llamadas de atención, gritos destemplados, castigos, deporte, peleas y nuestro diálogo se irá diluyendo en el tiempo pero me gustaría que recordemos siempre estas ideas que tuvimos una noche de verano a pocos metros de nuestros hogares. Estas quedarán grabadas en nuestra mente y en algún momento de nuestras vidas saldrán a flote y nos salvarán del hundimiento de la nave y nos darán un rumbo certero que nos conducirá a una conciencia elevada, a estar por encima de lo mundano, entender a las personas, ver en qué momento de su vida se encuentran y eso es lo más importante.
Y así fue cómo Benjamín, luego de muchos años recuerda perfectamente cómo pudo interiorizar aquel diálogo que se mantendría en el recuerdo para siempre.
- Muy bien Benjamín –le dice Pablo cuando ya el café que le quedaba en la tacita estaba frío- ¿cómo pudiste convencerlo a tu pata?
-No sé amigo, fue una inspiración que tuve aquella noche, pero me da vueltas y vueltas en la cabeza.
-Pero en ese momento de tu vida ni te imaginabas como ibas a estar cuando tendrías la edad que tienes ahora mismo.
-Así es, ni se me ocurría cómo sería la vida, los éxitos, fracasos, reconocimientos, desprecios, enfermedades, muertes de familiares, matrimonio, hijos buenos, cariñosos, ingratos y así todo lo propio de una vida terrenal intensa. Ahora que he pasado la prueba de fuego, viviendo varias décadas comprendo más.
-¡Ya entendí! ¡Tú hermoso ideal fue guardado en un cofre sagrado intocable y lejos de toda corrupción, una especie de reserva moral y ahora la estás usando, estás aprovechándola! ¡Este es un momento especial amigo! y ¿sabes por qué?, porque estás superando tu crisis existencial –le dice Pablo muy emocionado.
-Con los años fui absorbido por la forma de vida de un burgués típico, pero ahora he despertado de aquel letargo porque he recurrido a mi interior, al rincón más profundo de mi mente y espíritu.
-¿Acaso estás logrando tu sueño de volverte totalmente independiente? ¿Crees que has roto las cadenas que te tenían atado a los prejuicios propios de la sociedad? ¿Llegó la hora de poner en práctica tu ideal?
-Te doy un sí rotundo. Ahora, más que ambicionar, disfruto lo que tengo. Hay un sentimiento incomprensible en mi interior. Agradezco al cielo haber tenido la oportunidad de comprender que para cada edad existió una verdad. Pero ahora las siento todas juntas, una sensación inexplicable.
-¡Caray!, ¡qué bárbaro!
-Sólo ideas amigo que quiero ponerlas en práctica.
Luego ambos pagaron la cuenta y se despidieron.
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