Victor Mondragón
Una cálida mañana de la década de mil doscientos setenta, tres grandes navíos de juncos arribaron a las costa de Fu Sang Guo (1). Hacía meses que habían partido de las costas de China y luego de descansar y comerciar en lugares previos, llegaron a aquel promisorio lugar: las tierras del sol naciente. Tenían la intención de apoderarse del oro, plata y demás riquezas que se hallaban en la región.
No eran los primeros asiáticos en llegar allí; era conocido que tiempo atrás habían viajado flotas de comerciantes chinos; pero esta vez habían sido enviados por Kublai khan (2) al ser informado éste de la abundancia de metales preciosos.
Entre sus tripulantes viajaban también una veintena de monjes nestorianos (3). Dichos religiosos provenían de una escisión de la Iglesia Católica pues fueron separados el año cuatrocientos treintaiuno D.C., luego del concilio de Éfeso. Para los nestorianos Jesucristo era dos personas distintas: divina y humana, fueron calificados de heréticos; sin embargo aquellos religiosos se propusieron llevar el Cristianismo hasta los confines del mundo sea éste conocido o no. Aquellos monjes eran muy influyentes y disponían de buenos contactos comerciales, tanto así que tras huir hacia Mesopotamia durante siglos propalaron la fe cristiana en Irán, India y la China.
Luego de su separación del Catolicismo, para facilitar su expansión, los nestorianos mostraron cierta flexibilidad hacia las costumbres de otros pueblos, eran buenos administradores, grandes médicos y consejeros perspicaces lo que les sirvió para ser respetados, incluso en la corte tártara de Kublai Khan que les permitió comercializar a lo largo de la ruta de la seda.
Con los años, dichos monjes fueron informados que donde nacía el sol existía gente de mucha fe que buscaba encontrar al Dios verdadero, gracias a sus influencias, les permitieron participar en la gran travesía hacia Fu Sang Guo. Por otra parte, tales monjes conservaban la esperanza de la segunda venida de Jesús tal cual Él lo prometió, después de siglos de espera confiaban que ese lugar sería en los confines del mundo y que se caracterizaría porque desde allí nacería el sol, habría abundante oro, plata y gente con gran fe.
Dichos monjes fueron como acompañantes más no como soldados, luego de la llegada a las costas de Fu Sang Guo, los planes de las tropas del Khan resultaron infructuosos, encontraron a los reinos costeños consolidados y diestros en el arte de la guerra, tras tres meses de batallas dispusieron su rendición a cambio de salvar sus vidas.
El lenguaje predominante en aquella región era la lengua yunga y prontamente los monjes la aprendieron, ávidos de extender su fe en aquellas tierras; los extranjeros iniciaron sus prédicas en esos lugares hasta que les notificaron que al sur, frente al mar existía un famoso oráculo de gran adoración y de nombre Pachacamac (4).
Pasado un año, un grupo de monjes se adentró hacia la región de Chachapoyas mientras la mayoría de los otros iniciaron su recorrido hacia el sur hasta llegar a una rica región muy poblada donde abundaba la pesca y la agricultura a la cual llamaron Shangai. Por unos meses iluminaron la zona con su palabra, concluyeron que estarían tan solo a pocos días de camino del gran oráculo buscado. La doctrina propalada se volvió un desasosiego, un entusiasmo; algunos adeptos, modelados con la arcilla de la fe verdadera se ofrecieron como mensajeros para adelantarse y anunciar la llegada de los ilustres visitantes que repetían provenir de ultramar y ser discípulos del hijo del hacedor del universo.
Al llegar a los fértiles valles de la actual ciudad de Lima, miraron con asombro la cantidad de pirámides truncas que se habían erigido en los siglos previos, como esfuerzo de los naturales para recibir la llegada del Dios verdadero que esperaban arribaría en un futuro próximo. Los predicadores fueron conducidos hacia una gran huaca (5) en Maranga (6) y los recibió un consejo de veinte curacas, representantes de la región, éstos esperaban escuchar la revelación que decían traer los portadores.
-Nos han dicho que son enviados por el dios supremo, cuéntanos –dijo un curaca regional.
-El creador de todas las cosas es amor en esencia, es personificado y envió a su hijo a la tierra para redimirnos de nuestras faltas y con su muerte pagó el precio de nuestra salvación…nosotros somos sus discípulos -predicó el monje Tabitah, cauteloso al principio, con entusiasmo después, con exultación al fin.
Para tales curacas no les fue fácil aceptar que los hombres habían matado al hijo del creador del universo; tras permanecer una semana en Maranga, los monjes recibieron el permiso para visitar Pachacamcac con la exigencia de realizar un ayuno previo de veintiocho días; los nestorianos creían haber llegado al lugar tan deseado, apreciaban en los pobladores una gran fe y ansias de encontrar a ese Dios que desconocían, pero que intuían.
Una mañana de verano se congregó gran cantidad de gente que desconocía de qué lado estaba la razón, a algunos les atraía el puro sabor de la novedad:
-No entendemos aquello que llamas fe, muéstranos una señal prodigiosa y creeremos –dijo un sinuoso curaca.
-Déjense de adorar ídolos y conozcan la verdad cuyo nombre usurpan los hombres, una realidad que ustedes rechazan y es el amor –contestó el monje Tabitah.
No faltaron sacerdotes escépticos que propiciaron la incredulidad de los pobladores y nuevamente exigieron hechos concretos. Los nestorianos evitaron los enfrentamientos y fueron frecuentes sus reuniones con el fin de trazar una mejor estrategia de introducción.
-Estos naturales han inferido que hay un ser personificado que es el Dios creador de todo y por lo visto, creen que una vez vino y los visitó, es un gran apoyo para nosotros que venimos del mar y somos sus discípulos -dijo el monje Tabitah.
Con el apoyo de algunos convertidos los nestorianos empezaron a tallar sobre un árbol de lúcumo un Cristo con los brazos extendidos a fin de representar el precio de la redención, durante meses continuaron las prédicas que se tradujeron progresivamente en disputas pues para ciertos curacas no les era convincente y menos aún conveniente, juzgaron que la empresa de los monjes era vana, determinaron vivir como estaban, en la pura especulación; los sacerdotes se consideraban mediadores entre Dios y los hombres por tanto veían un peligro en la predicación nestoriana de un Dios al alcance de todos.
Con su fuerte predicación sobre un Dios único y creador del universo, los monjes lograron el apoyo de un mayor número de pobladores, así pidieron permiso al sumo sacerdote para colocar el tallado de lúcumo en el santuario de Pachacamac. Los nestorianos recibieron como respuesta que sería necesaria una deliberación, dicha respuesta había sido solo un ardid para ganar tiempo pues tramaban matar a los monjes y a sus seguidores.
Algunos fieles a la prédica intuyeron la confabulación urdida y avisaron a los monjes para que se pusieran a buen recaudo. Los nestorianos se reunieron en consejo y decidieron morir antes que claudicar, su fe era muy grande y pensaban que si habían podido expandir el Cristianismo por toda Asia, serían capaces de sentar sus bases en Fu Sang Guo. Esa misma noche en sueños vieron que tres blancas aves se elevaban por los aires mientras que otras eran devoradas por una gran ave rapaz, era una consoladora revelación de que su intento no sería en vano
Al amanecer ordenaron partir hacia la sierra a los hermanos del patriarca Tabitah, éstos aceptaron el acuerdo del Consejo y se fueron acompañados de unas docenas de pobladores que habían abrazado la fe.
Hasta los instantes finales, los nestorianos mantuvieron su fe y confiaban en que la alarma sería solo una prueba de Dios, ordenaron enterrar la cruz tallada frente al mar, en las faldas del santuario de Pachacamac. La incomprensión, la traición y la angustia se acentuaron, mientras entonaban salmos fueron cercados, cruelmente martirizados y finalmente asesinados junto a sus principales seguidores, la orden había sido no dejar huella alguna del paso de los monjes por esas tierras, los seguidores de aquella fe fueron también perseguidos y amenazados en caso de querer persistir en esa extraña religión, una vez más, habían triunfado la incomprensión y la envidia.
Los hermanos del patriarca Tabitah, Tomás, Tomé y Bernabé, se dirigieron hacia el centro del poder Wari que eran comunidades dominantes de los Andes centrales, pese a sus esfuerzos, pronto se dieron cuenta que los Wari poseían una fe difusa y eran muy proclives a la intriga, la maledicencia y los belicismos entre sí. Luego de unos meses de esfuerzos vanos el grupo humano se desplazó hacia la meseta del Collao (7) en el sur andino.
Fue allí que interactuaron con los habitantes del altiplano, pasaron dos años donde aprendieron las técnicas de agricultura, medicina y la organización del ayllu andino. El grupo se había incrementado a más de cien pobladores y hablaban lengua tupina pero con ciertas particularidades. Como los nestorianos hablaban la lengua aramea de Persia, influyeron sobre sus seguidores hablando una lengua que los caracterizaría y sería denominada la lengua de Jesús o Qjeshua. Viendo que la tarea de evangelización era ardua, los hermanos acordaron distribuirse por las tierras descubiertas; el mayor, Bernabé, se dirigió a la región colla para de allí internarse en la selva mientras los menores permanecerían en los Andes.
Al cabo de diez años Tomás y Tomé se desplazaron en busca de fértiles valles donde gracias a sus dotes administrativas y su prédica se acrecentaron pacíficamente con otros grupos de la región. Estando en el pueblo de Cacha, actual provincia de Canchis, entre el Cuzco y Sicuani, Tomé contrajo una enfermedad mortal, tras innumerables esfuerzos, sucumbió a los embates del infortunio y murió rodeado de sus seguidores; antes de fenecer pidió que sobre su tumba erigieran un gran templo en honor al único Dios creador de lo visible e invisible. El monje fue momificado, en su ajuar funerario se dispuso esencialmente cereales andinos como quinua y quiwicha; años después se levantaría allí el templo al hacedor del universo, Viracocha.
Tomás, el menor de los hermanos continuó hablando de su doctrina hasta su ancianidad, repetía que hay un solo Dios creador de todo lo existente y también del símbolo de la cruz. Los relatos que perdonaron el olvido gozaron de una curiosa interpretación por parte de los cronistas de la conquista que escribieron recuerdos que los naturales guardaban en su memoria, relatos antiquísimos que sus temerosas memorias apenas abarcaban, tal como que estando el predicador en el pueblo de Canas impactó con su predicación y consiguió nuevos adherentes, repetía que la fe se muestra en las obras y acompañó sus palabras con normas de conducta, compromiso, a menudo agobiante que se adquiere tras asentir, algunos encolerizados disidentes le refutaron, eran diestros en el arte de la intimidación progresiva, en la diabólica maniobra de humillar al contendor, combinando falsedades y burlas, trataron de capturarlo con la intención de matarlo, rodearon al monje cerca al lago Titicaca, estando a orillas de la desesperación, el nestoriano imploró el favor divino y ocurrió el milagro de caer fuego del cielo; los Canas se asustaron y le pidieron perdón al ver que el monje levantó un bastón y detuvo el fuego. Para recordación, los pobladores en ese lugar esculpieron una gran piedra con rasgos humanos.
En otra oportunidad y en sus constantes esfuerzos por erradicar la adoración de ídolos, mensajeros de la concupiscencia y la perversión, cerca del Cuzco, el misterioso personaje tuvo compasión de los pobladores que parecían inexorablemente condenados a adorar huacas y espíritus malignos, luchó contra esos acechadores y como castigo, los desterró hacia las cumbres nevadas por la eternidad.
En la prédica de dicho personaje, colaboraba su fe, el esfuerzo y su terquedad, en otra vez, llegó al pueblo del cacique Apotambo y predicó insistentemente y con tal autoridad que muchos aceptaron sus preceptos, las palabras del predicador derritieron un ídolo de piedra con forma de mujer que adoran en el cerro Cachapucara, finalmente dejó a todos agradecidos por sus enseñanzas y se retiró a predicar a otras tierras.
El monje también padeció los naturales reveses y frustraciones que inflige la vida, hubo lugares donde no fue bien recibido como en Yamquesupa; en una noche de lluvia el predicador llegó padeciendo hambre, sed y frio, solicitó que lo cobijaran por una noche; al reconocerlo y queriendo los habitantes seguir viviendo en libertinaje y en sus su vicios perniciosos, lo desairaron. El predicador miró al cielo y la lluvia se incrementó de tal forma que anegó el pueblo hasta cubrirlo y hoy es conocido como la laguna de Yamquicupacocha. En otros lugares, pese a sus diversas victorias contra los sordos poderes de las enfermedades, fue rechazado y agredido por pobladores a los que convirtió en piedras como sucedió en Quinamares y Pucará, la contrariedad era grande así como la constante disidencia de sus seguidores. En los naturales estaba muy arraigado el principio de reciprocidad, hermana de la equidad y prima de la justicia. El predicador rumiaba largo tiempo en su mente como explicarles que el amor va más allá que la equidad y que la misericordia es el beso que la caridad da a la justicia.
Los relatos de los cronistas se basaron en una realidad que no es la del papel, sino, más bien de la tradición oral pero coinciden en que el predicador vivía una vida muy austera, asceta como forma de resistir la adversidad, de piel blanca, barbudo, de cabellos largos, delgado, canoso, solía vestir una túnica blanca y se atribuía ser discípulo de Viracocha. Siglos después cuando llegarían los sacerdotes españoles, a los indios les llamaría la atención que llevaran una biblia en la mano pues en sus relatos rememoraban que el extraño monje que les predicó solía portar algo parecido en su mano.
También los cronistas escucharon que el predicador fabricó una gran cruz de madera que cargó sobre sus hombros, a modo de penitencia, desde la sierra de Carabaya hasta el cerro Carapucu, junto a la laguna de Carapucu y luego predicó con la autoridad de quien ha explorado los abismos de lo humano, muchos se conmovieron, quedaron traspasados de emoción y se precipitaron a dejarse mojar la cabeza con el agua de la laguna, llorando de emoción.
El anciano recorrió los andes centrales llevando su mensaje de amor y de redención, cada jornada le concedía un instante de luz en su meditación y oración al alba; las miserias humanas de los pobladores abrían rendijas y resquicios que el monje sabía llenar con una prédica conmovedora; su vejez se tradujo en vastos amaneceres y jornadas que le dejaban el olor de la tierra y el polvo de los caminos recorridos. En Huánuco ocurrió algo curioso:
-El predicador ha anunciado que vendrá a iluminarnos con su palabra –dijeron los naturales de Huánuco.
-Construyamos una gran puerta para honrar su visita –dijo el cacique de Huánuco.
Al arribar el personaje, fue recibido con gran alborozo y no quiso ingresar por la susodicha puerta, las loas triviales no tenían cabida en su espíritu, subió a la construcción y se dirigió a los pobladores, su prédica carecía del comercio de la palabra dado que su conducta siempre era intachable. Tan pronto encendía corazones, con el tiempo, éstos se enfriaban, algo usual en los seguidores de espíritu quebradizo.
El persistente predicador tenía la facultad de inferir el corazón de sus oyentes, sean estos yungas, quechuas o aimaras, puso énfasis en la tradición oral que hablaría de un hombre blanco, discípulo de Dios, venido del mar y el símbolo de la cruz Cristiana, irradiaba tal autoridad que los naturales le llamaron Tonapa, molinillo de fuego, pues sus palabras hacían arder los corazones de la gente.
El inca Garcilaso de la Vega escuchó relatos inmemoriales que dormitaban acurrucados bajo la sombra de los tiempos, cuenta en su narración: “Tuvieron los Reyes Incas en el Cuzco una cruz de mármol fino, de color blanco y encarnado, que llaman jaspe cristalino: no saben decir desde qué tiempo lo tenían. Yo la dejé el año de mil y quinientos y sesenta en la sacristía de la iglesia Catedral de aquella ciudad, que la tenían colgada de un clavo, asida con un cordel que entraba por un agujero que tenía hecho en lo alto de la cabeza. Acuérdome que el cordel era un orillo de terciopelo negro; quizás en poder de los indios tenía alguna asa de plata o de oro, y quien la sacó de donde estaba, la trocó por la seda…”. El mestizo concluye diciendo “Tenían la en una de sus casas reales, en un apartado de los que dicen huaca, que es lugar sagrado. No adoraban en ellas, mas de que la tenían en veneración; debía ser por su hermosa figura o por algún otro respecto que no saben decir”, de ese modo el escritor reconocía que la mente es porosa para el olvido, por eso escribió lo que vio, para que no se exponga a interpretaciones erróneas o apresuradas.
-Mirad al cielo, allí verán el precio de la redención, nuestra unión con el único Dios –solía decir el monje en sus prédicas nocturnas apuntando la figura de la Cruz del Sur; con el tiempo el mensaje se fue componiendo de las palabras chaca (unión, puente) y hanan (arriba, alto) y finalmente se redujo a la palabra chacana (9), símbolo del sacrificio del hijo del Dios supremo, ordenador y hacedor del universo al cual los naturales llamaban desde tiempos inmemoriales Apu Kon Ticci Pachayachachic Viracocha.
-Con el sacrificio de la cruz fuimos redimidos por la sangre del hijo de Dios –repetía el monje los días tres de mayo, día en cual la Cruz del Sur se aprecia con mayor notoriedad y que coincide con el inicio de las cosechas. No pocos sucumbirían al hechizo de una realidad imaginaria pero más reconfortante.
Posteriormente, dicho símbolo se fue asociando a las cuatro estaciones y bajo la natural erosión de los años, se desvirtuó, la doctrina del amor y el sacrificio en la cruz fueron superados por algo más objetivo: la reciprocidad, ya extendida desde tiempos ancestrales, con el tiempo solo quedarían palabras, frases desplazadas y mutiladas, palabras de otros, sería la pobre limosna que dejarían las horas y los siglos, se fue diluyendo el mensaje que llevaron los monjes persas; sin embargo quedaron para la posteridad diversas palabras que coinciden en significado y sonido entre la lengua Quechua andina y la lengua aramea que llevaron aquellos nestorianos.
Hasta los tiempos de los primeros incas se recordaba al mencionado monje, cuenta la leyenda que el inca Capac Yupanqui, al nacer su hijo mandó llevar agua del lago Titicaca, de donde el predicador se salvó de morir por los canas y dicha agua la roció en la cabeza de su primogénito. En otro relato, cuando el Cuzco fue amenazado por tropas vecinas, el príncipe Hatun Túpac hizo ayunos y en un retiro espiritual, mientras meditaba, se le apareció el mismo dios Viracocha, por tal motivo el príncipe al asumir el mando cambió su nombre por inca Viracocha, octavo soberano, durante su gobierno, la veneración del hacedor del mundo alcanzó su apogeo. El hijo de Viracocha, Pachacutec luego de vencer a los chancas, atribuyó su triunfo al sol que presuntamente convirtió las piedras en soldados cuzqueños, en agradecimiento por tal hecho, impuso la supremacía de adoración al sol quedando el dios Viracocha y su discípulo predicador relegados a un segundo plano y al olvido de los tiempos; la mayoría de los pobladores actuaron ante ese hecho con indolente pero engañosa distancia.
El predicador repetía a los naturales que estén preparados para la segunda venida del Redentor, pasados veinte años, muchos seguidores perdieron en la espera la fuerza de sus anhelos, el monje predicador pidió a sus últimos seguidores internarse hacia donde sale el sol, a la selva y llevar el misterio de la fe cristiana, luego se dirigió a la costa norte del Perú; dispuso una manta sobre las aguas del mar, esta flotó, frente a las tierras de los tallanes se despidió no sin antes pedirles que perseveraran en la fe. En una hermosa mañana se fue adentrando en el mar turquesa mientras les decía que en un futuro enviaría hombres blancos, barbudos como él y les pidió que los recibieran con bien y en paz. El tiempo no rehace lo que se olvida, la eternidad lo guarda para sorprendernos y también para la burla y el desdén; entre los pobladores andinos se forjó la leyenda de que el gran Dios hacedor del universo los visitaría algún día siendo eso el rezago de la esperanza de aquellos monjes que habían buscado el lugar donde sería la segunda venida del redentor.
(1) Fu Sang Guo: Presuntamente las costas de América según relatos de los viajes de Marco Polo (llamado también Cipango, Catigara o Chrise).
(2) Kublai Khan: Fundador de la dinastía Yuang en el siglo XIII. Imperio Chino-mongol
(3) Nestorianos: Seguidores de Nestorio, fueron separados del Catolicismo y expandieron el Cristianismo en gran parte de Asia.
(4) Pachacamac: Dios pan andino de adoración PRE- inca. Adoratorio a 15 Km . al sur de Lima.
(5) Huaca: Adoratorio PRE-hispánico en forma de pirámide de adobes.
(6) Maranga: Barrio de la ciudad de Lima
(7): Collao: Meseta del altiplano entre Perú y Bolivia.
(8): Aimaras: Grupo étnico PRE-incaico que habitaba la meseta del Collao.
(9) Chacana: Representación gráfica de una cruz andina de varios niveles.
Bien Victorio, especialmente el esfuerzo por citas que no se si seran reales o forman parte de la ficcion del relato; en todo caso algunas precisiones que vale la pena hacer: los Aimaras son un grupo étnico que aun existe; Maranga no es solo un barrio de Lima, sino una cultura con ese nombre que ocupaba una vasta zona del antiguo valle del Rimac, desde el actual Brena hasta el Aeropuerto. Collao es una meseta que ocupan tres paises: Peru, Bolivia y Chile. Aimaras también hay en Chile y este pais es el unico que tiene cursos universitarios dictados solo en aimara. En suma, es complicado y ocupa demasiado tiempo escribir cuentos historicos, a veces es mejor dar claras senales que se trata de ficcion y que solo estamos "cuenteando" parte de la historia conocida o de leyendas perdidas. Alguna vez lo intenté y tiré la toalla. Pero tu has tenido exito en darle consistencia a la trama del cuento y quedaria solo el detalle de ficcionarlo mucho mas para que las imprecisiones sean irrelevantes. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Darío.
ResponderEliminarTienes razón, no es fácil hacer cuentos que tienen bases en historia. Afortunadamente, en la WEB se puede encontrar abundantes fuentes de información, incluso hallé un artículo que hace ocho citas de diversos cronistas españoles acerca de este misterioso personaje. Este tema tiene mucho para rebanar, si uno busca en la WEB encuentra curiosidades como los planos de Ptolomeo, los de Piri Reis u otros de la época de Alejandro Magno donde hablaban del Perú y su oro. Ni que hablar de Alonso de Mendaña que cuando descubre la Polinesia, ponen por nombre a las islas: SALOMON (pues creian haber descubierto la ruta del oro del Rey Salomón), En la WEB hay un artículo muy curioso que postula los viajes de chinos hacia el Perú y cita a un argentino que en el siglo XIX escribió un diccionario QUECHUA-ARAMEO pues enocntró casi 600 palabras comunes en sonido y significado. Es alucinante realmente. En primaria un profe nos contaba que creian que los incas era una de las doce tribus perdidas de Israel y yo no le encontraba pies ni cabeza. Luego comprendí que los científicos que trajo el Virrey Toledo (entre ellos linguistas), habian llegado a similares coincidencias. Mas alucinate, acabo de ver en la WEB y la palabra Viracocha y otras andinas tienen coincidencias en una provincia rusa....es tema para los investigadores. Por mi parte procuro no fantasear desmedidamente y hago el esfuerzo para que calce con escritos históricos.
Una vez gracias por tus comentarios Tomo nota de tus precisiones y haré los ajustes respectivos).
VICTOR MONDRAGON