martes, 17 de mayo de 2016

La Fe, la Esperanza y el Amor

Maira Delgado


Ahora permanecen la Fe, la Esperanza y el Amor. Pero el mayor de ellos es el Amor.

Cierto día, estaba Dios sentado en su gran trono blanco, rodeado de millares de ángeles diciendo a una voz: “Santo, Santo, Santo es el Señor”. Se oían muchas voces más al unísono de seres que habitaban este hermoso y sagrado lugar, una ciudad llena de brillo y resplandor, su aspecto era multicolor, diversidad de tonos se mezclaban para crear el más indescriptible paisaje que ojo humano jamás haya podido ver, calles de apariencia radiante como el amarillo del oro, con piedras preciosas incrustadas en toda su extensión, jardines con flores que expelen aromas fascinantes, radiantes pastos con el colorido verde iluminando el eterno día, pues allí siempre hay luz, la oscura noche no existe y al fondo un gran mar azul cristalino se podía contemplar, inundándolos de una insondable paz. Las almas cantaban y danzaban al ritmo de himnos celestiales entonados junto a las bellísimas creaturas, cuyos vestidos resplandecían un blanco jamás observado, con hilos dorados de apariencia muy brillante y cinturones de tonos azules combinados perfectamente con aquel deslumbrante sitio.

En un momento, la mano de Dios se levantó y a su orden hubo profundo silencio. Luego se puso de pie y caminó hacia el centro del lugar, postrados sobre sus rostros, esperaban oír su voz. Él avanzó lentamente entre ellos y sus ojos como fuego ardiente se posaron justo hacia la tierra, su perfecta creación, ahora estaba llena de caos y dolor.

—¿Qué observas mi Señor? —le preguntó uno de esos hermosos seres— es cierto, el hombre ha destrozado tu más grande obra, se han ensañado unos contra otros y han consumido los recursos otorgados, contaminaron el ambiente y miles de ellos han derramado sangre inocente la cual corre por sus ríos.

—Necesito hacer algo —contestó Dios muy entristecido— no es posible contemplar a la humanidad insistente en destruir mi más grande regalo, la maldad de los demonios los ha cegado, de tal forma que no pueden ver en ese lugar el reflejo de mi majestuosidad, ni la eternidad junto a mí esperándolos, si deciden alzar sus ojos al cielo y ver más allá de sus narices.

—¿Pero cómo hacerles entender, si sus mentes han sido cerradas al conocimiento de la verdad y Satanás tiene plena potestad sobre ellos?

—¡No! —gritó desesperado— eso no es cierto, todavía podemos hacer algo, ningún demonio supera en poder a su creador, no olvides que fui yo quien lo expulsó por su ambición y lo arrojé a la tierra, pero sigo siendo el dueño y haré lo necesario para desenmascararlo.

—¿Qué haremos entonces Señor? Dinos cómo debemos proceder y lo haremos, recuperar tu dominio y traer de vuelta a tantos perdidos ignorantes del mal venidero.

—Necesito enviarles a la Fe, ella se puede encargar de conducirlos hacia mí nuevamente, tráinganla ante mi presencia y le diré cuál es mi plan.

Corrieron a buscarla y muy diligente vino a verle. Este maravilloso ser, había participado en la creación del universo, sostenía las estrellas con sus manos y al sonido de su voz los montes temblaban, era de aspecto fuerte, su rostro semejante al de un león y su figura poseía la potencia de un caballo. Se puso de frente ante él y sus ojos brillaban de emoción.

—Su majestad me mandó a llamar y acá estoy a su entero servicio, ya he recibido el mensaje y conozco su intención, solo espero instrucciones y detalles de mi misión, he realizado diligentemente mi labor, pero el ser humano es una nueva experiencia para mí y luchar junto a ellos es todo un reto, quiero hacer lo mejor para ti y pondré mi mayor empeño en cumplir cada orden.

Dios la miró fijamente y de su boca salía un enorme resplandor cuando hablaba, la Fe se inclinó ante él, mientras oía sus palabras.

—Es muy importante que desciendas a la tierra y te personifiques en muchos hombres y mujeres que les hablen de mí, de mi existencia, ellos han perdido su razón de vida y aún peor, demasiados ignoran quién soy, mi plan es darme a conocer, fui yo quien los creé, con el poder de mi voz fue hecho lo que les rodea, por lo tanto me pertenecen, pero no quiero tomarlos a la fuerza, espero de ellos gratitud y amor, que me busquen por esas dos razones, cuéntales cómo los formé y escribe todas mis palabras en este gran libro, necesito que vuelvan a creer en mí como al principio y si logras establecerte en ellos, habrás salvado a muchos. 

—Ese plan es perfecto y sabes que te obedeceré, no será nada fácil, pues un mundo dominado por el imperio enemigo no estará dispuesto a oírme sin dudar, tal vez tardaré mucho tiempo en obtener resultados que te satisfagan. Necesito el respaldo de tus ángeles para que con señales y manifestaciones sobrenaturales me ayuden a convencerlos. Ahora pondré mi semilla en cada uno, pero el fruto dependerá de ellos. 

—Un gran ejército irá contigo, no estarás sola y el comienzo de nuestra conquista está en tus manos. Pero no olvides que Yo estoy siempre detrás de todo lo que hagan, anda, no hay tiempo que perder, cada minuto para ellos es definitivo.

Así empezó la Fe su gran misión, buscó entre ellos y hombres piadosos escucharon su voz, los llamó profetas porque a través de sus gargantas se emitió sabiduría y los pueblos escucharon hablar de Dios, empezaron a escribir el gran libro inspirado por el creador, muchos creyeron y obedecieron a sus mandatos, se levantó una nueva generación de personas que sembraban en lugares desérticos y los árboles de todas las clases florecieron y dieron frutos, la tierra parecía recuperarse poco a poco.

Pero el diablo, príncipe de este mundo se enojó en gran manera contra ellos y congregó a sus ejércitos de demonios para impartir órdenes.

—Debemos personificarnos también en hombres, llenarlos de maldad y avaricia, que los asesinen, deben morir a espada, apedreados o desterrados para siempre. 

Y de esta manera, los profetas sufrieron persecusión en sus tierras, muchos padecieron violencia y sus voces se escucharon por doquier, gritos de auxilio desde los desiertos, sangre clamando justicia mientras corría mezclándose con el agua de los ríos y los que lograron llegar a su vejez, no dejaron de anunciar su mensaje en el mundo entero.

Una vez más los ángeles escucharon la voz de Dios y esta vez su llamado era más intenso, se necesitaba un refuerzo en esta ardua labor.

—Necesito a la Esperanza frente a mí. Vayan a buscarla ahora mismo, es necesario comisionarla para ayudar a la Fe y mantenerla viva.

—Ante tu presencia me inclino mi Señor, si he servirte en algo, esta es mi hora —dijo la hermosa Esperanza, su dulce rostro reflejaba ternura y su sonrisa llena de fulgor armonizaba con el paisaje, siempre se había vestido de colores, iluminando cualquier ambiente a su alrededor, en sus manos llevaba un cofre dorado guardando en él miles de palabras de consuelo, alivio y bondad para los seres humanos. 

—Debes correr con gran esmero, necesito saciar a los humanos de confianza, muchos han creído en mí, pero han perdido sus ganas de luchar, es urgente rescatar en ellos la ilusión, que las flores de un nuevo amanecer los hagan ser valientes y creer no sólo en mí sino en ellos mismos.

—Sí Señor, he visto a la Fe luchar incansablemente y muchos han sido transformados por su poder, pero Satanás se ha ensañado contra ella, devastando su obra, necesito idear nuevas estrategias que convenzan a muchos de unirse a esta misión, los que quedan se han fatigado, sus fuerzas han disminuido y el horizonte que pueden divisar no es prometedor, creo que esta vez necesitamos llevarles palabras de aliento, llevo muchas en mi cofre, pero envía ángeles con regalos para ellos, que gratifiquen su esfuerzo y les alegren sus rostros, solo así retomarán fuerzas y se unirán a la causa.

—Toma contigo lo que necesites, llévales millones de pequeños angelitos juguetones, lleva el canto y la poesía e inspíralos con la danza y la alegría que te caracterizan, toma lo suficiente y no escatimes esfuerzo, esta vez tendremos que doblarnos para vencerlos.

Así la Esperanza descendió rápidamente, pero esta vez se encarnó en los niños, pues fueron los seres más puros que encontró, su alma no había sido contaminada y creían firmemente en sus palabras, el mundo aún podía cambiar y en ellos estaba la fuerza para hacerlo.

Alrededor del mundo nacieron muchos seres con nuevas ideas y corazones ilusionados con la paz y la bondad, habían sido engendrados por hombres y mujeres perseverantes, pero necesitaban nuevas generaciones para inmortalizar sus creencias y extender las convicciones aprendidas en valles, montañas, costas y nevados. Los niños fueron creciendo, se convirtieron en grandes hombres y mujeres, establecieron nuevos imperios llenos del conocimiento de Dios, conservando su pureza y procreando más niños con iguales características.

Pero una vez más, el mal desencadenó su furia sobre ellos y el diablo soltó a sus peores asesinos, se apoderó de mentes perversas y llenas de avaricia.

—Vamos a acabar con ellos —fue la nefasta orden— debemos sacrificarlos a los dioses, busquen reyes en las naciones, gestores de muertes masivas, a espada deben morir los primogénitos.

De esta manera el mundo se llenó de holocaustos, pequeños e inocentes seres murieron en cada rincón de la tierra, otros fueron abusados por mentes sucias, llenaron sus almas de rencor y les borraron de la memoria la Esperanza que había sido implantada en ellos.

El llanto de estos subió hasta el cielo, se oían gritos desconsolados de madres que perdieron a sus hijos, fueron arrebatados de sus brazos, asesinados brutalmente frente a ellas, a algunas embarazadas les abrieron sus vientres para sacar su fruto y murieron desangradas clamando misericordia, la tierra se llenó de sangre inocente y sus mares se enrojecieron de dolor.

Este gran grito de terror se escuchó hasta el infierno y Satanás gozaba con tanto sufrimiento provocado, sus demonios creían haber acabado con la esperanza y celebraban su victoria con cada muerte.

—Nunca podrán vencerme, soy el dueño absoluto de la tierra y morirán sin poder salvarse, caerán uno a uno, se matarán entre ellos y serán destruidos como plagas.

Pero, esta vez la indignación de Dios fue extrema, se escuchó un gran lamento desde el trono blanco y sublime, llenando por primera vez de dolor y de miedo aquel lugar, mientras rasgaba sus vestiduras, porque se encendió su furor.

—Basta, no más, esta vez lo venceré para siempre, la muerte y el infierno, serán exterminados. Bajaré yo mismo y acabaré con Satanás. Y llamando a su hijo, con lágrimas le ordenó ser sacrificado por la humanidad. Te necesito hijo, tú irás al mundo, encarnado en un niño para salvar a los hombres de la maldad y la muerte, porque en ti está depositado todo el Amor y sólo este gran sentimiento redimirá a las naciones, vencerá al diablo y tu sacrificio tendrá un valor eterno.

—Padre, tú y yo somos uno, yo en ti y tú en mí, haré lo que me ordenes. Amamos a la humanidad, pues es el resultado de nuestra inspiración y hechos están a nuestra imagen y semejanza. 

De esta manera se dio lugar al más maravilloso plan creado para la salvación del ser humano,  por el cual serían librados cuantos quisieran y su eterno padre y creador los esperaría con los brazos abiertos en el cielo, pues toda su maldad sería borrada por el sacrificio de Yeshúa hecho hombre. 

Se necesitó de una mujer pura y virgen, escogida para ser la madre de este hermoso bebé que sería el rey sin trono en la tierra, pero asignado para la más grande misión de todos los tiempos, a su lado estaría un hombre bueno, cuidando de ellos hasta que el plan fuese terminado. Ella siempre vivió recatadamente, conservó su pureza y era admirada por su nobleza y buen corazón, sus padres la habían guardado para entregarla en matrimonio a un joven humilde y trabajador a quien ella amaba profundamente y con quien anhelaba casarse desde hacía mucho tiempo. Pero sus planes naturales fueron alterados por la mano divina y sus sueños de ser esposa y madre se harían realidad de manera diferente a lo estipulado por las leyes de ese tiempo.

María, bienaventurada eres, has sido escogida abrigar en tu vientre al Salvador del mundo, su reino no será de esta tierra, vendrá del cielo y su ley será el amor.

—He aquí tu sierva Señor, hágase en mí cómo quieras. —Contestó temerosa pero dispuesta a cumplir tan dulce mandato.

El carpintero seleccionado para ser su esposo, no conocía los detalles del plan y pensó en abandonarla secretamente para no exponerla a la censura y crueldad de un pueblo regido por costumbres que castigaban severamente cualquier falta a la moral, mas sin saberlo él era el asignado para esta noble tarea y la visita de un ser enviado del cielo abrió sus ojos para tan gran trabajo puesto en sus manos.

Así, en un humilde pesebre, lleno de paja y sin ningún lujo nació el ser más importante en la historia de los hombres, la pequeña aldea de Belén, también ignorada hasta ese día por un imperio y un gobierno lleno de opulencia y crueldad, lo vio resplandecer, al lado de sus padres y en medio de una sociedad aparentemente común creció el hijo de Dios. 

—Mi ley es el Amor, amen a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismos. En esto se resumen todas las leyes, no hagan a nadie lo que no quieren que hagan con ustedes.

Muchos creyeron en él, conocieron sus obras, fue un hombre de apariencia tierna pero firme, su sonrisa hermosa daba fuerzas al necesitado y reposo al cansado, sanó a quienes rogaron su favor, alimentó a muchos hambrientos y liberó a aquellos a quienes el demonio había poseido, de temperamento controversial, pues sus palabras llenas de autoridad enmudecían a grandes y chicos sorprendidos ante tanta sabiduría. 

—He venido a salvar lo que se había perdido. —Esto repetía mientras se sentaba con prostitutas, ladrones y pordioseros—. Muchos sentirán envidia de mi bondad, porque su corazón está contaminado pero yo los venceré con Amor, nada tiene sentido sin él y todo recupera su esencia en mí.

Recorrió kilómetros polvorientos, buscando seres para amar, llevando mensaje de esperanza y salvación, recorrió mares y lagos en barca junto a sus seguidores y revolucionó un imperio con su forma de vivir. Siendo diferente se enfrentó a una sociedad corrompida y por treinta y tres años el mundo disfrutó de su presencia encarnada.

—Ja, ja, ja, —una carcajada infernal se escuchó en los abismos—, este Yeshúa, no podrá vencerme, lo ajusticiaré igual que a todos. Y será tan cruenta su muerte que a mi enemigo acérrimo no le quedarán ganas de enviar a nadie más por acá. 

La tierra se estremeció ante tan diabólico plan, pero cada detalle estaba fríamente calculado, esta vez la estrategia había cambiado y él debía morir, con esto vencería a Satanás para siempre, haciéndole beber de su mismo veneno. 

Satanás se inventó la forma de hacerlo parecer falso profeta y el mismo imperio romano temía ante la amenaza de un nuevo rey, incitó a su propio pueblo a traicionarlo y lo crucificaron en un madero, clavándolo de pies y manos, derramó hasta su última gota de sangre, creyó vencerlo, se rió de su maldad y lo encerró en una tumba. 

—Consumado es. Fueron sus últimas palabras en esa cruz, padeciendo el dolor del mundo, por sus heridas venció a las enfermedades, perdonó los pecados del hombre y les devolvió la fe en Dios y la esperanza de un mundo mejor. 

Satanás creía haber ganado otra vez, pero mientras Yeshúa era puesto en un sepulcro, encerrado con una gran piedra y custodiado por muchos hombres durante tres días, desde el cielo se escuchó de nuevo la gran voz:

—¿Dónde está oh muerte tu aguijón y dónde oh sepulcro tu victoria?

Y hubo un gran temblor en la tierra, el espíritu de Dios descendió, levantó de los muertos a su amado hijo y venció para siempre a Satanás, condenándolo al destierro eterno y a un juicio venidero del que no podrán escapar ni él ni sus demonios. 

—Volveré a mi Padre, debo preparar muchas moradas, vayan por el mundo y anuncien esto a las naciones, el que crea en mí se salvará, mi espíritu estará con ustedes hasta el fin del mundo, ámense entre ustedes como yo los amé y quien muera yo le resucitaré en el último día, cuando regrese a buscarlos, juntos juzgaremos a los malos y haremos un nuevo cielo y una nueva tierra.

No dejaban de mirarle, temerosos y asombrados, pero quienes fueron testigos de esto lo dejaron impreso a través de los siglos hasta hoy. 

Entonces, la valiente Fe y la hermosa Esperanza encadenadas en un lugar de tormento, fueron rescatadas para seguir encarnándose en millones de seres humanos comisionados para pregonar por el mundo entero que no sólo vino, sino que regresará a hacer justicia, a condenar al malo y a encadenar al diablo por la eternidad.

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