lunes, 26 de agosto de 2013

Ilusión a destiempo

Nelly Jácome Villalva


Lo conocí una mañana de verano entre la multitud apresurada, el cielo azul y despejado y un intenso olor a humo y gasolina, cuando me encontraba desilusionada porque no conseguí mi esperado ascenso, pudo más la influencia y la billetera del padre de Sofi, quien fue nombrada jefa departamental. 

Sofi era una mujer de mediana estatura, tenía el pelo tinturado de rubio, vestía siempre ceñido dejando ver sus formas y sus zapatos constituían para mí una gran hazaña por el alto de sus tacos, nunca me hubiese atrevido a caminar con algo así, pero a ella parecía que no le molestaban y se deslizaba con facilidad dejando una estela perfumada a su paso. Me dije a mi misma que las cosas cambiarían, así que seguí adelante. Y es esa mañana al dirigirme a mi oficina que apareció Rigo, un hombre alto, un poco más del promedio, con una melena castaña y rizada, su tez tan blanca que me iluminó con tan solo sonreír al ver que di un traspié por alcanzar el bus, enseguida me tomó del codo, me ayudó a subir, le devolví la sonrisa y empezamos a charlar, fue todo tan natural como si ya nos hubiésemos conocido antes y hasta nos citamos para tomar un café el fin de semana.  Este encuentro me hizo olvidar mi rabia y resentimiento, decidí encaramarme en esa ventana y aventurarme sin miedos.

Como esperaba, Sofi empezó a pedir mi ayuda, decidí no ser egoísta, porque por ahora esa no era mi preocupación, tenía otras cosas que hacer y con quien hacerlas; de pronto su rostro se me dibujó en la pared: forma ovalada, cejas pobladas, ojos grandes de color almendra con pestañas rizadas, nariz larga en debida proporción con su cara, mentón algo prominente con un lunar cerca de su oreja derecha y unos labios carnosos irresistibles.

La noche era fría, amenazaba la lluvia y mi calle se mostraba desolada de peatones, pero, como siempre, el ruido perturbador de los autos que la cruzaban a mucha velocidad, distraía cualquier meditación; nada importaba, me maquillé y recogí el cabello como sé que a Rigo lo enloquece. Desde mi ventana vi su automóvil llegar puntual y estacionarse, por lo que bajé rápidamente sin terminar de arreglarme para no hacerlo esperar mucho, no quería estropear la noche. 

¡Mmmm!, cómo me besa es maravilloso, nada me importa junto a él, pienso mientras me dirijo al baño antes de cenar.  Flotaba entre nubes cada vez que lo sentía hundirse en mí, mi lengua se convertía en una serpiente tratando de acaparar toda su geografía, mi mundo no tenía límites y ya ni me acordaba de Sofi.

Al regresar, observé la mesa ubicada en un lugar muy íntimo, cubierta con un mantel de color perla sobre el cual lucía un arreglo floral discreto con un globo de corazón en el centro y un sutil aroma a vainilla invadía el ambiente, todo de buen gusto incluido lo que Rigo había ordenado por mí. Luego lo miré a él, me esperaba con esa sonrisa que hacía que olvide cualquier preocupación, y de pronto -¡Cásate conmigo!, eres la mujer que he estado buscando, estoy seguro, dame el sí y seremos felices por siempre, ¡te lo juro!-  Al escucharlo, la alegría que me inundaba era indescriptible, no podía creerlo, casarme con Rigo, ser su esposa, pertenecerle y que todo el mundo lo sepa... Confundida gritaba internamente y sin pensarlo me lancé a sus brazos besándolo, y de a poco separé mis labios de los suyos, cogí mi cartera y huí del restaurante.

Desde ayer el timbre de mi casa no ha dejado de sonar, así que decidí enfrentar a Rigoberto y mientras  me dirigía a abrir la puerta, recapitulaba nuestra relación, me molesta que decida por mí, o tener que cambiar mis actitudes por temor  a que se enoje, ¡Oh Dios, pero cómo me gusta! mi cuerpo se transformaba con tan solo su presencia, sus largas piernas velludas, su cintura y pectorales ejercitados en conjunción con sus frondosos brazos, provocaban un cóctel de imprevisibles consecuencias, aunque todas gozosas. ¡NO, no! definitivamente no era con quien yo quería continuar mi vida.

-Hola Rigo, pasa por favor -dije sin mayor entusiasmo.  Me miraba en silencio con una expresión muy seria, tenía los ojos enrojecidos y ligeramente inflamados, -¡Por qué! -me dijo en tono furioso. -Lo siento, pero no quiero comprometerme -es lo que supe decir y agregué- por ahora. Quería que ya terminara esta escena, me resultaba incómoda y no sabía cómo explicarle mi confusión y mis temores. -Está bien, tú has querido que todo termine así, ojalá no te arrepientas -me respondió de manera amenazadora, se dio media vuelta y al salir dijo- ¡Adiós!

Lo miré cruzar la calle desde mi ventana y grité su nombre, quería proponerle que sigamos nuestra relación y que solo aplacemos el compromiso,  Rigo retrocedió unos pasos, bajó de la vereda para mirarme y como adivinando mi propuesta, nos regalamos sonrisas mutuas… Solo recuerdo el ruido estremecedor de un auto y el grito angustioso de una mujer: ¡RIGO!, que resuena en mi cabeza.


Hace más de un año, todas las noches caigo en un túnel oscuro sin fin junto a un hilo de sangre que se va ensanchando y entrelazando tibiamente a mi cuerpo y me despierto con el grito de Sofi.

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