lunes, 14 de noviembre de 2011

Las oficinas también dan vueltas

Marco Antonio Plaza


Suena el despertador a las cinco y media de la mañana, aun sin los rayos del sol, Mónica se levanta y sale al patio   húmedo, para prender la terma que demora, con el frio de invierno típico de Lima, cuarentaicinco minutos por lo menos para poderse dar una ducha decente. Cada vez que hace esto, siente lo mismo que abrir la puerta de un congelador.  Y de ahí se vuelve a acostar hasta las seis y quince minutos para iniciar la faena agotadora del día, que no acaba hasta las ocho de la noche en que regresa del trabajo para atender al marido, Luis, y a su hija de apenas doce años, Noelia, que la espera con ansias después de haberla extrañado la mayor parte del día. Prepara el desayuno, hace un rico jugo de papaya o plátano, avena caliente de manzana, sirve la leche para Noelia, que está en crecimiento y el té puro al esposo, que se cuida el alto colesterol que tiene en la sangre,  y saca de la refrigeradora la mantequilla, el queso, el jamón de pavo y la mermelada, siguiendo los consejos de su abuelita, que el desayuno es muy importante para que una persona se desenvuelva bien en sus actividades laborales. Para esto, Noelia la noche anterior pone la mesa para el desayuno. Luis, cuando sale muy temprano de la casa por las mañanas para el trabajo, tres veces a la semana,  la ayuda levantándose para prender  la terma. Así, Mónica no recibe el frío de la madrugada.

Una vez que prepara el desayuno lava el servicio utilizado y arregla el dormitorio. Noelia tiende su propia cama, limpia y ordena su habitación. Luego se despide de Luis, que sale normalmente a las seis y media de la mañana a trabajar para evitar el intenso tráfico que se vuelve insoportable a partir de las siete de la mañana en la Avenida Javier Prado.  Después de muchos abrazos y besos cariñosos, se despide de su hijita a las siete de la mañana en que la movilidad la recoge al frente de su departamento.

Mónica es de las personas que se entrega a su trabajo en la oficina. Sin embargo, por cosas del destino, muchas veces no es valorada como debe ser.  El dinero que gana lo necesita,  para que, conjuntamente con los ingresos de Luis,  la calidad de vida de su familia se mantenga de acuerdo a como están acostumbrados a vivir, una típica familia de clase media que vive de sus rentas con cierta capacidad de ahorro.

Su trabajo se inicia a las ocho y media de la mañana en la avenida Pardo de Miraflores, tiene un descanso de apenas treinta minutos para almorzar, a partir de la una de la tarde y luego retorna a la oficina hasta las siete de la noche. A ella le parece demasiado largo el horario de trabajo y eso la agota considerablemente lo que a veces ocasiona que llegue malgeniada a la casa y se pelee con su marido e hija, aunque no frecuentemente. Y en esto siempre le hace hincapié Luis, enfatizando que una jornada muy agotadora y sobre todo en un mismo lugar le altera el ánimo a cualquiera, por muy tranquilo que sea. Ambos esperan con ansias que llegue el fin de semana para poder descansar y hacer las cosas de la casa y también para compartir con su menor hija, que cada vez se alejaba más de la niñez muy pronta a convertirse en una adolescente tierna.

Mónica era amiga de la gerente comercial de la empresa, Roberta, desde hace mucho tiempo cuando trabajaron juntas en una gran compañía de aviación comercial, que luego de varios años de ineficiente  administración, cerró sus operaciones y quebró.  Justamente  fue Roberta quien la llamó a Mónica para que trabajen juntas en una nueva empresa del mismo rubro, pequeña, en comparación con la anterior.

Después de unos días, a Mónica la enviaron temporalmente a una oficina en Lima que se dedicaba a vender boletos. La gerente comercial le había prometido que en breve retornaría a la oficina principal y que sería  cuestión de un par de meses hasta que se consiga a un nuevo agente.

Mónica aceptó sin problema alguno porque tenía el incentivo de retornar a Pardo y con una mejor posición.

Un día, cuando todo iba muy bien, Roberta la llama a  Mónica urgente a su oficina y le dice:

-Querida Mónica, te tengo que dar una mala noticia

-Qué sucedió, por favor, no me asustes –le dice Mónica angustiada.

-Resulta que la empresa está teniendo malos resultados económicos, y como tú sabes, la pita se rompe por el lado más débil y el dueño de la empresa, seguramente influenciado no se por quién, ha tomado la decisión de despedirme, y fíjate como lo hizo, ¡con un correo electrónico!, ¡así de basura el viejo!, ¡increíble!

-¡No puedo creerlo! –manifiesta Mónica con un tono de voz de sorprendida y angustiada.

-Yo tampoco, pero así se manejan las cosas acá.

-Siento mucho Roberta que dejes la compañía. Tanto tiempo trabajando juntas.

-¡Así es amiga, recuerdo los buenas épocas que tuvimos en aquella empresa!  Ahora todo es diferente, lo tomaré con calma y no perdamos contacto ¿ok?

-¡Claro! pero no sé qué decirte realmente.

-No te preocupes, ya sabré que hacer. No me voy a desmoronar ni de vainas.

Se despidieron con mucha melancolía sin perder la esperanza de volver a trabajar juntas.

Después de unos días, nombraron al nuevo gerente comercial, y las cosas cambiaron totalmente para Mónica. Chabuca, encargada de los puntos de ventas, era una uruguaya que se sentía importante en la empresa, mujer amargada, fea y antipática. Con el cambio de este funcionario se hizo más poderosa que antes ya que no se llevaba bien con Roberta. Fue así como Chabuca descargó sus baterías contra Mónica al asumir que no tenía cerca a su amiga de siempre.

La oficina de Mónica quedaba en la avenida La Colmena en el distrito de Lima y era un lugar realmente muy diferente a aquel en que venía laborando en la avenida Pardo, que quedaba en Miraflores. La cuadra estaba plagada de gente y ambientes de mal vivir. Al lado derecho de su oficina había un bar con mujeres de compañía que ejercían la profesión más antigua del mundo desde el cual se escuchaba una música propia de los conos de la ciudad; y al lado izquierdo, un casino lleno de ludópatas ojerosos,  que caminaban torcidos, gente mayor sin más ambiciones en la vida que ganar el dinero fácilmente; y  al frente, un cine pornográfico donde la gente, incluyendo a veces menores de edad, hacía cola desde horas de la mañana; y en las esquinas prostitutas muy mal arregladas, gordas desproporcionadas la mayoría, con unos pantalones cortos apretados que les daba un aspecto horripilante aparte de ser muy vulgares por los gestos que hacían, ofreciéndose al mejor postor. Lo que la animaba a Mónica es que Roberta le había prometido sacarla de ese ambiente sórdido y de lumpen. Pero ahora la situación es completamente diferente, pues sin el apoyo de ésta, cualquier cosa podía pasar. Dicho y hecho, la situación comenzó a volverse insostenible. 

El horario de Mónica era desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde,  en que la avenida mencionada se hacía más peligrosa porque pululaban tipos de aspecto horrísono, como si se tratara de tratantes de mujeres y vendedores de droga. Ella conversaba con su familia quien la animaba a seguir trabajando en esa oficina al menos por un tiempo.

Una mañana mientras Mónica estaba atendiendo a unos clientes,  Chabuca llamó por teléfono y nadie le contestó. Después de unos minutos,  Mónica recibe una nueva llamada telefónica.

- ¡Mónica, estoy llamando hace horas y no contestas! ¡Cómo es posible que no lo hagas!, ¿qué estás haciendo?  -grita eufóricamente Chabuca perdiendo los estribos.

- No te contesté porque estaba con muchos clientes y no podía dejar de atenderlos - le dijo Mónica de manera tranquila.

-¡Eso no lo voy a permitir! ¡Ya sabes cómo soy de exigente y  de ahora en adelante te tendré chequeada! - le grita con tono colérico.

Se iniciaba así una guerra desproporcionada entre ambas simplemente porque la primera no contestó automáticamente el teléfono a la segunda. Los días pasaban y Chabuca en cuanto podía llamaba a Mónica y la abucheaba a su gusto, le pedía cuadros de ventas, de clientes, todo para hoy y se los devolvía haciéndole entender que los hacía muy mal. Y así este maltrato se mantuvo durante meses. Estos sucesos se los contaba a su familia como medio de escape. Luis le dijo que si quería renunciara, que él la apoyaba, porque ésta presentaba síntomas de nerviosismo, no podía dormir bien, sufría insomnio y  acabó con una gastritis leve.

El resultado económico tampoco fue bueno para la organización con el nuevo gerente comercial y después de seis meses lo despidieron. El dueño de la empresa comenzó a buscar a un sustituto. Mónica estaba desesperada y no sabía quién vendría y así pasaron dos semanas con una terrible incertidumbre. Solo quedaba esperar y rezar para que quién venga ponga las cosas en su sitio y Chabuca deje de maltratarla. Esto lo pensaba Luis y le decía a Mónica que tenga un poco de paciencia, y si las cosas siguen igual, que pida una entrevista con un funcionario de mayor nivel que Chabuca y que le cuente su caso. Lo peor era quedarse callado le insistía Luis.

Y así pasaron varias semanas, casi dos meses de incertidumbre hasta que un día la llamaron de la gerencia comercial a Mónica para que al día siguiente se presente a primera hora. Sorprendida por esta llamada se llenó de angustia, pues, ella se imaginaba a Chabuca gritándola y despidiéndola.

Al día siguiente se levanta con mucha vacilación y se va a la oficina principal cual manojo de nervios. Se encuentra con la secretaria, la que por su gesto, daba la sensación que la noticia es buena. Mónica presintió que se trataba de algo que le causaría mucha alegría. Pero siempre quedaba la duda.

-Buenos días señora –saluda la secretaria muy respetuosamente.

-¡Hola! –responde sorprendida por tanta reverencia sin motivo alguno.

Mónica no podía con su genio y le pregunta a la secretaria.

-¿De qué se trata, se puede saber o quieres que me muera de angustia?

En eso la secretaria efectúa una llamada por el teléfono interno y después de unos segundos le dice a Mónica:

-Señora, la nueva gerente comercial la está esperando, pase por favor.

Mónica sintió una electricidad por el cuerpo cuando la secretaria usó la expresión «la está esperando». Se le vino a la mente que podría ser Roberta sobre todo por el trato que le había dado la secretaria cuando la recibió, con una expresión típica cuando algo bueno se viene. Una sonrisa que le decía «¡felicitaciones!» Pero siempre quedaba algo de pesimismo, la duda propia del ser humano, como si quisiera que siempre las cosas salgan mal, eran sentimientos encontrados, en pocos segundos se le vinieron miles de ideas a la mente, era un manojo de dudas ¿Quién será?¿Roberta?

Cuando abrió la puerta de la oficina no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Pues, era Roberta bien sentada en su antiguo escritorio, con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hola Moniquita! –la saluda con mucho entusiasmo y cariño.

-¡Roberta!, ¡qué gusto verte por estos lares! Dime, ¿retornas a la empresa? Le pregunta con voz dubitativa y muy emocionada.

-¿Qué crees que hago acá sentada? Me acaban de nombrar nuevamente gerente comercial -dijo Roberta con voz de satisfacción y con una luz en sus ojos que daba la señal que se hizo justicia con ella.

Mónica sintió que la sangre le volvía al cuerpo, que respiraba más hondamente y su espalda y cuello, ambos,  se volvieron más erguidos que nunca. Roberta ya se había enterado por medio de una amiga como Chabuca trató a Mónica durante su ausencia y decidió tomar cartas en el asunto.

- ¡Muy bien, desde la próxima semana te vienes a trabajar conmigo, acá a Pardo y te harás cargo del nuevo programa de atención al cliente especial que voy a desarrollar en mi gestión. Nombraré a una chica para que te reemplace en Lima, espero que así te sientas mejor y seas más productiva como siempre lo eres! -le dijo Roberta con voz de autoridad.

-No sé cómo agradecerte – le decía con lágrimas en los ojos.

Después de unos quince días en su nuevo puesto, Mónica se sentía relajada y a gusto, pues, se encontraba trabajando en Pardo, en la oficina central.

Una fría mañana a Mónica le provoca tomarse un café caliente, y se va a un ambiente preparado para tal fin ubicado en el segundo piso, frente a la gerencia comercial. Y sucedió lo que ella esperaba algún día tarde o temprano, pues,  encontrarse cara a cara con la mismísima Chabuca.

-¡Hola! -saluda Chabuca con emoción como si nada hubiera sucedido entre ellas.

-Hola, -contesta Mónica de manera fría pensando «¡que suavecita el energúmeno este!».

-¿Te sirvo un cafecito? –le pregunta con voz amigable.

- Está bien  -contesta Mónica de compromiso y diciendo dentro de si «¡esta mujer es una hipócrita y ya no se acuerda como me trataba la salvaje esta, pero yo no le creo nada, es como confiar en una serpiente!»

-Te felicito por tu nuevo nombramiento –le dice con una sonrisita media sarcástica dándole una señal, «¡por ahora no te puedo hacer nada!, ¡te salvaste!, ¡pero en cuanto pueda, te hundo!».

-Gracias – le contesta Mónica pensando, « ¡qué se ha creído esta rayada, miren pues, ahora me felicita ja ja ja después que me gritó alocadamente»

-Bueno, que te vaya bien, chau Mónica.

-¡Gracias! chau –pero por dentro decía, «espero no verte nunca más bruja horrible»

 Fue así como Chabuca cambió totalmente con Mónica como si fuera otra persona y atrás dejó los malos tratos simplemente porque ya no tenía el poder sobre ella. Ahora el escenario era completamente diferente. Era un juego de poder sobre las personas.

A los quince días, a Chabuca la alejan de su cargo y la pasan al área de logística, que por cierto no es muy relacionada con la aviación comercial. Ahora se dedica a proveer útiles de escritorio a los puntos de venta y oficinas. Al final, así como el mundo, las oficinas también dan vueltas.  

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