viernes, 25 de noviembre de 2011

La Chica inestable

Marco Antonio Plaza



Julio y Anita eran amigos del mismo grupo y hace unos meses comenzaron a frecuentarse. Escuchaban música y veían películas en unos de los ambientes de la casa de Anita especialmente ambientado para que ella y sus hermanas pasen horas de sano esparcimiento, sobre todo en casa. A ella le gustaba más la música tranquila mientras que a Julio le gustaba mucho el rock pesado donde abundan los punteos de la guitarra eléctrica. Ana preparaba unos jugos excelentes y unos ricos bocadillos. Julio había caído muy bien a los padres  y a los hermanos de Ana así que cada vez que llegaba a la casa le conversaban como si fuesen grandes amigos. Eso lo hacía muy feliz a Julio porque se sentía como de la familia.


Algunas tardes se encontraban en el malecón que colindaba con la Escuela Naval de la Punta en el Callao, después de clases cuando salían a montar bicicleta. Se podía divisar la isla San Lorenzo y El Frontón. La primera pertenecía a la Marina de Guerra, y la segunda era un penal de alto riesgo. El mar era espumoso lleno de olas y rompientes y Luis adoraba dicha playa porque ahí había aprendido a practicar la tabla hawaiana hacía un par de años, la que seguía practicando con pasión.  Se sentaban en una de las bancas y conversaban sobre cómo les había ido en el colegio, en sus clases, que tal eran los profesores y que cursos les gustaban y cuáles no, mientras veían el mar y sentían su exquisita fragancia, escuchando sus rompientes y el fuerte soplido del viento sur que se acentuaba a medida que se acercaba el anochecer. Conversaban de cualquier cosa y los diálogos eran naturales y muy divertidos. Julio era más un aventurero y Ana romántica. Era la típica evolución de dos amigos que estaban a punto de convertirse en enamorados.


Un sábado a la diez de la noche Julio va a buscar a Ana a su casa para ir a una fiesta. Era la primera vez que salían juntos por la noche porque siempre se encontraban en el grupo.  


-Hola Julio- saluda Ana mientras abre la puerta de su casa luego de escuchar el timbre.


-Hola Anita, que gusto verte, como siempre.


-¿Vamos? Ya pedí permiso a mi mami pero por si acaso me ha dicho que regrese temprano, ni pienses que nos vamos a amanecer.


-¡Pucha! ¡No pues! la fiesta recién se arma a las doce de la noche  y mientras conversamos y saludamos a la gente nos dan las dos de la mañana y mínimo nos quedaremos hasta las cuatro. ¿Sí?


-No te pases, no estoy en edad para pasarme la madrugada en la calle además que mis viejos son conservadores y desde la una de la mañana me van a estar llamando desesperados por el celular así que debo estar mosca. Además, tengo que hacer una tarea del cole de mate y es una tranca, así que me reuniré con unas amigas el domingo tempano para hacerla. Mi papá me va a recoger a las dos de la mañana.


-Bueno pues, qué vamos a hacer.


-¿Qué música vamos a bailar?, no me has contado que banda va a tocar -pregunta Ana.


-¡Qué pregunta tan rara! Ya te dije la vez pasada que es una banda roquera,  Análisis y toca excelente.


-No te pases oye, esa banda es un adefesio y hace full bulla y no se entiende nada de lo que canta ese horrible de pelo largo con arete que se computa Mick Jager ja ja ja ja siempre tú con tus gustos estrafalarios. ¿No recuerdas que el año pasado  el grupo fue a una fiesta en el Regata Unión?, para mí realmente fue un suplicio escucharlos hasta las dos de la mañana.


-¡Qué raro, a mi me pareció que te estabas divirtiendo, y bailaste bastante, recuerdo!


-Sí, la pasé bien pero no me gustó la música y sobre todo el estilo. Por lo que veo, me estuviste chequeando ja ja ja


- ¡Claro! Siempre lo hago. A mí me vaciló cualquier cantidad la banda de rock!


- ¡Otra vez tener que soportarlos!, ¡qué aburrido!


-Aunque con esas, ahora seguro que quieres escuchar a Julio Iglesias, lo que escucha mi viejo cuando se pone romántico con mi cocha.


-No es para tanto, pero si fuese un buen rock, sería excelente. No nos pongamos tan cerca de los parlantes para poder conversar bien.


Así, la pareja se dirige al club Canottieri de La Punta. Este club se encontraba  en el malecón Figueredo conocido como Cantolao. En el segundo piso estaban los ambientes para la fiesta y tenía un balcón que daba una vista excelente del mar desde el cual, por la noche, se puede apreciar los veleros anclados a unos doscientos metros de la orilla pertenecientes al  Yacht Club, con sus luces tenues, mientras se escucha el sonido típico de los tumbos arrastrando las piedras del fondo marino y se siente un viento fresco. Este balcón se convertía en un lugar ideal para ser romántico. Y eso lo sabía muy bien Julio. Al entrar al club los recibe el grupo.


-Ahí está llegando el flaco acompañado de Anita –grita Armando en medio del grupo. La pareja escuchó el buen recibimiento que les hicieron. Todos se saludaron mientras Armando pensaba «¡que simpática está Anita!». Luego se le acerca Amílcar su mejor amigo y saluda a la pareja muy amigablemente.


-Hola muchachos ¿qué tal? ¿A qué hora arranca la música? ¡Tengo muchas ganas de rockear! Esta banda tiene una primera bravaza, el flaco puntea excelente –dice Julio.


-Bueno, creo que en una hora –le dice Amílcar.


-Oye, ¿recuerdas la vez pasada, más o menos como cinco meses esta banda tocó en un tono en el Regatas?


- ¡Claro!, recuerdo al flaco de la primera guitarra, ¡ahí está! ¿No lo ves? Está afinando su guitarra.


- Aunque te parezca increíble, a Anita no le vacila este flaco, no le cae nadita bien ja ja ja ja-. Para esto, ella se había ido al baño con una amiga.


-Creo que no es muy rockera, de la manera como baila te das cuenta –le dice Amílcar.


-Oye patita, no me digas que la estás chequeando ja ja ja, ¡me voy a poner celofán!


-Nada que ver, pero cuídate de Armando, le ha puesto el ojo encima, siempre habla que está en algo.


-Gracias por el dato amigo, ahí viene Anita, cambiemos de tema.


-Los dejo un ratito –dice Amílcar mientras se dirige a comprar una gaseosa.


- ¿Qué te parece si vamos al balcón a conversar mientras la banda se alista? –le dice Julio a Anita en el oído muy entusiasmado-. En eso mientras la pareja se dirigía al balcón Armando los intercepta.


-¡Oye!,  ya te quieres poner romanticón con la nota del balcón con vista al mar ja ja ja ja, no seas agua fiesta, quédate acá con la mancha. ¡No te lleves a Anita!  –mientras Julio pensaba «siempre este baboso con sus metidas de pata, ¿acaso no se da cuenta que la estoy afanando?»


-Está buena la idea –le dice Anita a Julio-, vamos a conversar con el grupo -y Julio pensaba, «no puede ser, Anita le sigue la corriente y me deja tirando cintura».


En ese instante Amílcar se reintegraba al grupo y ve la maniobra de Armando.


-Oye Armando, déjalos tranquilos, querrán ver el mar, o estar solitos. ¡No te metas!


-Ya pues, pareces el guardián de Julio.


-¡Tá bien!, ¡no peleen!  –dice Julio mientras mira a Anita notando un gesto de conformidad que lo mortificó.


Después de unos cuarenta minutos la banda empieza a tocar un rock  y todos se ponen a bailar. Después de varias canciones y justo cuando Julio estaba muy entusiasmado Anita le dice.


-Julio, ahora sí quiero ir al balcón.


-¡Pero estamos bailando y la música está buenaza!


-¡Ya no quiero bailar! ¡Estoy cansada!


-¡Está bien! pero, ¿te sientes mal? –le pregunta Julio medio preocupado porque estaba notando que Anita no lo seguía con la alegría que caracteriza a una pareja de amigos que están próximos a convertirse en enamorados. Julio sospechaba un cambio en los sentimientos de Anita, pero él insistía.


- Solo quiero un poco de silencio y tranquilidad.


-¿Qué cosa? ¿Silencio en medio de una fiesta rockera? Ja ja ja ja.


-¿ Y que tiene de malo? ¿Acaso no puedo tener mis gustos?


-Pero no te entiendo, al llegar a la fiesta te dije para ir al balcón, y el tarado de Armando metió su tremenda boca y malogró todo, y tú lo apoyaste, y ahora que estamos bailando sí quieres ir al balcón.


- Sí pues, no me entiendes ¿y qué?


-Oye, mejor nos vamos a mi casa a ver películas en DVD y se acabó la vaina, porque ya veo que te vas a colgar toda la noche, que raro, antes eras más pilas.


- Estás exagerando, lo que pasa es que quiero estar relajada hoy por la noche y el ritmo que te gusta últimamente me está estresando. Ahora prefiero música tranquila, que yo entienda, que disfrute.


-¿Y qué hago ahora?- se pregunta Julio – Creo que ya no te entusiasma venir a este tipo de fiesta, me hubieses dicho antes.


-¡Es cierto!, ¡ahora he cambiado y ya  no me gusta mucho la música que a ti sí te gusta, que vamos a hacer! Además, ¿por qué no aceptas que no tengo ganas de bailar? ¿Acaso tengo que hacer lo que tú quieres?


-En ningún momento te he dicho que hagas lo que yo quiera, sino, que hemos venido juntos y se supone que tienes ánimo de estar aquí conmigo y disfrutar de este ambiente, de la música, del baile y todo lo demás. Jamás me imaginé que viniendo conmigo de un momento a otro detestes estar aquí. Eso me parece muy raro de tu parte.


-Oye, ¡deja de analizarme! La verdad es que eres muy dominante y tú quieres que te siga como si yo fuese una chiquita.


-¡Que manera de complicar las cosas!, ¡con qué facilidad armas lio!, ¿te has vuelto conflictiva?


-¡Ya me  cansé de darte explicaciones y de escuchar tus sermones!, ¡Me voy! ¡Chau!


-¡Espera! ¡Que van a decir en tu casa si llegas sola!, déjame siquiera acompañarte. Voy a quedar mal con tu familia.


-No es necesario, me voy sola.


Julio se quedó mudo de aquella reacción y determinación para irse sola haciéndose la idea que nunca lo aceptaría como enamorado y eso le partía el corazón. En eso la banda deja de tocar y el grupo se reúne.


-Miren –grita Armando con tono burlón-, Anita se ha ido de la fiesta y lo ha colgado a Julio ja ja ja ja.


-¿De qué te ríes sonso?, ¡eso es lo que querías!, ¿no es así? ¡Se hombrecito y dímelo en mi cara! ¡Sé que Anita te gusta! –grita enfurecido Julio.


-¡A mí me vas a respetar patita! –dice Armando lanzándose sobre Julio listo para tirarle una trompada, mientras éste lo esperaba en posición de ataque para agarrarse a golpes. En eso interrumpe Amílcar y los separó rápidamente evitando un mayúsculo escándalo en el club, ante la pasividad del resto del grupo.


-¡Oye, si quieres a Anita, anda y búscala!  


-Tranquilo Julio –le dice Amílcar-. Vamos, te acompaño a tu casa. No le hagas caso, ya lo conocemos por ser lanza.


- Vámonos de este sitio –dice Julio decepcionado.


-Así son a veces las chicas Julio, inestables, de un momento a otro cambian de ánimo.


-Pero esta vez se pasó, si estábamos tan bien, hablábamos por teléfono todos los días, nos escribíamos correos  y chateábamos a cada rato. No entiendo como una persona puede cambiar tanto de la noche a la mañana-. Minutos antes Julio le había contado a su amigo sobre la discusión con Ana.


-Vamos hermano, más ánimo, es tan solo una templada que tienes, mejor que te desilusiones rápido antes que sea muy tarde. Todavía nos faltan más decepciones así como aciertos en el largo camino que nos espera. Pero déjame decirte algo. Cuando Anita te dijo para dejar de bailar e ir al balcón, ¿por qué no aceptaste?, ¡eso es lo que tú querías! Ahí fallaste loquito, debiste ceder. Si quieres a una chica, tienes que aceptar muchas veces sus arranques, me lo enseñó mi viejo.


-Bueno, yo estaba entusiasmado con la música y francamente no pensé, me puse duro y no quería ceder a su engreimiento, pero que voy a hacer, ya peleamos.


-Vamos Julio,  ya no te martirices. Le va a pasar y habrá oportunidad de que conversen tranquilos y por lo menos queden como amigos.


-Si pues, así aprendemos a madurar sentimentalmente – dice Julio tristemente.


- Y lo de Armando, déjalo ahí no más, no nos metamos en problemas, pues, el flaco es violento.


- No hay que empelotarlo nunca más. ¡Es un indeseable!


-¡Levanta ese ánimo mi querido surfer! Mañana te busco tempranito para ir a correr olas, ¿qué te parece? Mi viejo me va a prestar el carro y nos vamos a costa verde, a la Pampilla, me han dateado que el mar está excelente. Te busco a las siete de la mañana.


-Bacán, te espero, aunque será bravo levantarme. Pero por las olas, cualquier cosa.


-Entonces, nos vemos en unas horas.


-¡Chau!


Los buenos amigos se despiden. Fue así como Julio al día siguiente empezaría una nueva vida con más experiencia.

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