martes, 8 de noviembre de 2011

Cuando sólo deseas una Luz y una copa de Vino

                  Ricardo Ormeño Valdizán

          Hay días muy especiales, días que se añoran, se desean, Jorge Frías no tenía uno de ellos desde hace mucho tiempo, pudo regresar a su casa a tomar unos alimentos y para él aquello era verdaderamente milagroso, la intervención quirúrgica había tardado cerca de cinco horas y el estar en contacto con el agua caliente, era parte de su aburrido y necesario programa hogareño. Bastaba una hora y media a dos horas de efectivo descanso para sentir que su alma se encontraba en condiciones óptimas para volar por jardines, prados, bosques y demás escenarios imaginables sólo en grandes pinturas pero Jorge no tendría esa satisfacción, la discusión con su esposa hace tres días creaba un ambiente tenso y absurdo que lo incomodaba hasta llegar casi a la desesperación sin embargo, el sólo pensar en un fugaz momento de sosiego lo llenaba de valentía para enfrentar al monstruo de hielo con el que había contraído matrimonio hacía más de una década, donde los monosílabos y respuestas ásperas eran el común denominador hasta en los mejores momentos. Jorge entra a la ducha y empieza a sentir el placer del agua en su cuerpo una mezcla de relajación y placer sexual, el doctor Frías era todo un sibarita, sin embargo el contacto con el jabón y el especial masaje que provocaba el fuerte chorro del cristalino elemento no duraba nunca más de treinta minutos. Terminado su relajante ritual queda envuelto en la enorme toalla dirigiéndose a su habitación donde cae con ella en su cómoda cama animándose por unos segundos en cerrar los ojos sintiendo casi automáticamente que su alma desea pasear. ¡No ahora no, tengo que volver al consultorio! –se decía así mismo Jorge.

           El descansillo y la pequeña siesta de veinte minutos hizo que el estado de ánimo del facultativo se estabilizará sin llegar a dibujar una pequeña sonrisa como en otras ocasiones, pero bastó para intentar salir rápidamente, pasar al lado del temible personaje de hielo y correr a refugiarse en el trabajo. Unos metros antes de arribar a su clínica Frías observa deslizarse sutilmente la puerta del garaje dándole la bienvenida, Jorge siente una extraña pero gratificante sensación eran las tres de la tarde y la atención a sus pacientes se iniciaba a partir de las cuatro y media, lo que le daba unos minutos glorificantes para leer, escribir, responder mails, o simplemente levantar las piernas sobre su escritorio y prepararse psicológicamente para trabajar intensamente durante unas tres horas. El dinámico cirujano ya no era obeso como cuando joven y tampoco llevaba los gruesos bigotes que lo acompañaron hasta los treinta y tantos años de edad y que acariciaba inconscientemente al pretender realizar un diagnóstico cual detallista e inteligente detective extraído de alguna novela o película, no ya no era así, el deporte y el ansiar dar el ejemplo a su clientela habían realizado casi el milagro de convertirlo en una persona lo suficientemente atlética para soportar la tensión de su profesión y la de prevenir una hipertensión arterial como la tuvo y sufrió su padre. El cuarentón pero juvenil e hiperactivo médico ingresa su automóvil al garaje privado, ahora sí sonriente, saluda a la simpática y esbelta secretaria cuando de pronto observa que los muebles de la sala de recepción se encuentran totalmente colmados de seres humanos, sin embargo saluda con la cortesía de siempre y se dirige deprisa al consultorio.

-¡Jessica me puedes decir que pasó! -pregunta el cirujano a su secretaria sin poder evitar dirigir su mirada directa y sin apocamiento a los bellos muslos que mostraba ingenuamente debajo de esa estilizada minifalda.

-Doctor todos decidieron venir antes ya que el tráfico en la ciudad está insoportable -respondió la alta y atractiva fémina de grandes e intensos ojos marrones y cabello azabache.

-¡Da la impresión que se pusieran de acuerdo, en fin déjame que me siente un minuto por favor! –casi suplicaba el confundido Frías sin pensar que sus ruegos no serían escuchados por nadie y que sus horas de trabajo ya no serían tres esa tarde sino cuatro.

            Cuando el sonido de un teléfono es melodioso, inmediatamente ofrece  una grata sensación a nuestro cerebro, ese dulce sonido puede entonces ser codificado como un placer al atender la llamada, pero cuando un teléfono que emite angelicales armonías es destinado para el trabajo la situación cambia un poco y si nos referimos al trabajo de Jorge Frías… la situación realmente podría desquiciar a cualquiera, ahora si a ése teléfono le agregamos dos más y encima lo decoramos con dos celulares muy simpáticos y muy a la moda, pues logramos aparte de una torta de compleja telefonía, entender que si las bellas armonías y melodías de orquestas sinfónicas o grupos populares no se ponen de acuerdo, las cuerdas se superponen a la teclas, los vientos entran en batalla con las percusiones y las guitarras contra las trompetas luchando por sobresalir todos a la vez creando una atmósfera de verdadero caos y destrucción no sólo para nuestros oídos sino para nuestro cerebro que en instantes empieza a querer defenderse tratando, no de fungir de director de orquesta corriendo de un lado a otro o girando la cabeza de derecha a izquierda para lograr orientar a tan virtuosos músicos sino de radar de última generación, para saber cual o cuales son los que deben ser atendidos  primero, es en esos desesperantes momentos en que aparece dentro de nosotros  el sublime gusto de coger algunos de esos tecnológicos, bellos, simpáticos y hasta envidiables aparatitos y simplemente estrellarlos contra la pared. Jorge necesitas un descanso urgente en muy buena compañía lejos… muy lejos de allí.

        La tarde transcurre sin darle un respiro, los pacientes impacientes desean ser atendidos con prontitud y los teléfonos con resonante algarabía se ponen de acuerdo para entonar sus melodías uno detrás del otro.

-¡Doctor, disculpe que lo interrumpa, Tecno medical desea pasar a cobrar ahora! –comunica la secretaria por el teléfono interno.

-¡Pero…ahora, no entiendo ellos siempre se demoran en cobrar y estoy atendiendo las consultas, diles que si puede ser mañana, total recién hemos utilizado sus insumos hace unas horas! –respondió el cirujano disculpándose ante su paciente por la interrupción.

-¡Muy bien doctor, pero también han llamado la señora Vergara, quiere que se comunique urgente, su hermano desea lo mismo con usted y la señorita Carbajal piensa operarse cuanto antes porque empiezan sus clases! –informaba la dulce secretaria.

-¡Muy bien los llamaré luego, diles que estoy en consulta y no puedo atenderlos! –respondía el galeno con incomodidad.

                Los minutos transcurrían y el agotado Jorge Frías sólo pensaba en llegar a su casa, tomarse una copa de vino y buscar aquella enigmática luz blanca tan intensa como la nieve que se le cruzaba ocasionalmente en algún sueño, eso bastaba para sentir las  fuerzas necesarias para seguir adelante. Los pacientes salían y entraban de su consultorio, consultas nuevas, controles, curaciones, desplazándose, cada que disponía de unos minutos, hacia el área de hospitalización para observar la evolución del paciente recientemente operado.

-¡Doctor, tengo en la línea a la señora Gonzáles, dice que le duele la mama izquierda y se encuentra asustada, quiere que la llame urgente, bueno también ha llamado la señora León, dice que el tarot le aconseja que la opere el próximo viernes pero no en el horario de costumbre sino a las tres de la mañana! –interrumpía la aturdida secretaria con temor de molestar a su jefe.

-¡Bien tienes mis celulares y todos los teléfonos, diles que los llamaré a la brevedad posible, pero ayúdame que ya estoy realmente mareado! – expresaba Jorge casi desesperado.

                  Conforme las horas pasaban Jorge empezaba a sentir que su copa de vino y la extraña luz de sus sueños se encontraban cada vez más cerca, cuando de pronto el discreto teléfono interno suena otra vez haciendo que imaginariamente se derrame la copa de vino del cirujano.

-¡Doctor, disculpe pero ha venido la paciente Krauss y su esposo, desean entrar a su consultorio urgente, no entienden que deben esperar y se encuentran muy agresivos! –informaba mucho más nerviosa la atractiva y sensual secretaria.

-¡Pues que esperen, no puedo hacer más y que pase de una vez la siguiente paciente! –ordenaba el doctor. Cuando de pronto se oye el fuerte sonido de la puerta del consultorio, no era necesario convertirse en Sherlock Holmes para suponer que la persona que emitía ese brusco y fuerte sonido se encontraba cargado de agresividad; el perturbado facultativo se levanta y se dirige hacia aquellos tambores de guerra encontrando como enérgico emisor, una persona de mediana estatura, corpulento, vestido con un saco muy ajustado, de rasgos oscuros y toscos que le traen a la memoria aquellos boxeadores de la liga americana que tanto disfrutaba con su padre por la televisión; al lado de él, Josefina Krauss una mujer de la misma estatura que su pareja que escondía la belleza de sus ojos verdes, cabello rubio y finos rasgos faciales, en su gruesa contextura que la había llevado a someterse a una liposucción hacía más de un año y a una abdominoplastia hacía dos meses.

-¡Doctor he venido para hablar con usted y quiero decirle que necesito saber la verdad, soy muy agresivo y no tengo paciencia! –expresó enérgicamente el intimidante sujeto.

-¡Tomen asiento y para empezar me encantaría saber quien es usted! –respondía Frías con poca paciencia.

-¡Soy esposo de Josefina y tengo las pruebas! –afirmaba con seguridad el símil de un famoso luchador mientras a su lado Josefina sollozaba sin consuelo.

              El amable y a veces ingenuo Frías no infería nada miraba a Josefina Krauss y ella se limitaba a llorar, realmente no entendía lo que pasaba delante de él, había conocido a Josefina apenas unos meses atrás acompañada siempre de Raúl Montes su esposo que vivía en Japón y que se había sometido a una rinoplastia justo el mismo día y en turno seguido a la intervención de Josefina; venían a su memoria y de manera muy intensa los abrazos y besos apasionados de la pareja de esposos en la recepción de la clínica no importando la presencia de las demás personas, escogiendo siempre el mueble de un cuerpo para depositarse enroscados simulando dos alocados adolescentes.

-¿Pruebas de qué? –preguntó sorprendido el doctor.

-¡De la infidelidad doctor, ella lleva la prueba, el corazón, usted le ha hecho un corazón y dígalo de una vez que soy muy agresivo! -respondió la copia fiel de un ex boxeador.

-¿Corazón dónde por favor? Sea más explícito –preguntaba Jorge Frías tratando de ojear su reloj.

-¡Cómo se le ocurre hacerme esto doctor!  ¿Le gustaría que le hagan esto a su esposa? –preguntaba Josefina llorando sin control dejando al galeno mirando hacia el infinito.

-¡El ombligo doctor, usted le ha hecho un ombligo en forma de corazón y esa es la prueba de la infidelidad así que hable que ya le he dicho… soy muy agresivo! –expresaba enérgicamente el supuesto esposo de Josefina Krauss. El siempre amable y cortés Jorge Frías siente que la calma, paciencia y ecuanimidad comienzan a convertirse en palabras extrañas, casi nunca oídas o escritas y después no de un día complicado por la tensión del trabajo sino de varias semanas plenas de días complicados, se pone de pie.

-¡Bueno ya basta… a usted señor no lo conozco, viene, interrumpe en mi consultorio y me habla de un corazón en el ombligo de su esposa y que encima es usted muy agresivo, pues le diré que yo también soy muy agresivo y no va a venir nadie a decir o hacer lo que le plazca… y contigo Josefina, tengo todas las consultas y operación incluidas filmadas y grabadas, así que por derecho tu esposo puede solicitarme la información completa acerca de tu tratamiento que con mucho gusto se la daré así que por favor se ponen en orden, son claros y me dicen la verdad o simplemente llamo a mi secretaria me firman un documento en especial tu Josefina que eres la paciente y les muestro la historia clínica , videos y demás a pesar que exista temas privados que siempre me refieren o confían los pacientes –amenazó el doctor de manera determinante y sin mostrar signo alguno de vacilación a pesar de no tener realmente nada grabado o filmado.

-¡Lo privado no doctor, es privado usted no puede decirlo! –acotó Josefina dejando que sus lágrimas se evaporen velozmente cambiando bruscamente su expresión.

- ¡Pues bien primero veamos ese ombligo de una buena vez! – ordenó el cirujano, que muy molesto se limito a examinar con detenimiento la prueba de la infidelidad.

-¡Pues bien esto es una mala cicatrización, se llama cicatriz hipertrófica, muy similar al queloide que deben haber oído alguna vez, Josefina ha debido acudir a sus controles y no desaparecerse por casi mes y medio y esta cicatrización antojadiza en forma de corazón no hubiera existido, así que si desean corregirla, a partir de mañana mismo vienen a las citas que se requieren para estos casos y me firmaran la asistencia en cada una de las fechas para no tener problemas con ustedes a no ser que deseen irse a otro sitio… pero aquí se debe hacer esto y punto! –explicó Jorge dispuesto a enfrentarse ante cualquier demonio o monstruo que se le apareciera en el camino incluyendo a su esposa, claro.

-¡Doctor es usted un profesional le aseguro que vendremos puntualmente y haremos lo que nos diga, es más lo recomendaré con mi hermana que también tiene una cicatriz similar pero en la pierna, la traeré se lo aseguró! –finalizó el símil de pugilista muy eufóricamente levantándose y despidiéndose con un fuerte apretón de manos al juzgar que el médico frente a él no había intentado nunca interpretar el papel de amante con su pareja. 

          Tras la despedida, el agotado Frías se comunica con su secretaria para saber si los pacientes que esperaban en la sala percibieron algo ya que la conversación había sido muy intensa y amenazante limitándose a esperar alguna respuesta misericordiosa por parte de ella, la cual recibió muy delicadamente haciéndolo sentir algo más reposado. Jorge no olvides que tu copa de vino te espera. Los pacientes pasaron uno tras otro, los teléfonos cumplieron con su inflexible función hasta el último minuto, no dejando en paz a Jorge, pero por fin culminó el día, era viernes y generalmente el dinámico cirujano no acudía a ningún sitio ya que siempre terminaba casi destrozado física y mentalmente debido al extenuante trabajo de la semana.

-Mañana haré lo que no hago hace mucho tiempo, me quedaré en la cama y punto, soportaré hasta un cataclismo pero nadie me moverá de allí –pensaba Frías casi desesperadamente. 

              El despertar del doctor al día siguiente fue muy placentero, la copa de vino de la noche anterior se había convertido en una botella, sólo así pudo conciliar el sueño automáticamente sin poder siquiera intentar buscar aquella enigmática luz que a veces lo llevaba a paseos oníricos increíbles, simplemente se sintió desconectado totalmente.

        Dada la poca comunicación con su esposa, lo mejor que habitualmente podía esperar era recibir una taza de café de parte de ella de manera lacónica y ausente de una sonrisa, pero cuando las discusiones se daban era una semana totalmente carente de saludos, diálogos y de su habitual dosis de moca. Jorge se estiró totalmente en la cama luego de servirse el un desagradable recuelo y tratar de disfrutar de la televisión poniendo énfasis en los programas de actualidad con la intención de enterarse someramente de lo que acontecía fuera de su clínica. El doctor disfrutaba de su descanso, no quiso en esa ocasión reunirse con sus amigos en el club como cada sábado, sino descansar, sólo descansar, hasta que al darse cuenta que se había perdido de muchas noticias durante la semana,  es cuando se  dispone a rastrear  tenazmente los programas noticiosos o similares logrando encontrar uno en el cual daban cuenta, en un extenso reportaje, del malestar del ministro del interior por un ex policía que resultó ser jefe de una banda de secuestradores, quien además se encontraba involucrado en la falsificación de visas para los Estados Unidos, preocupación que se debía a que dicho individuo exigía retornar al cuerpo de la policía al que perteneció alguna vez por no haber sido encontrado culpable ante ningún juzgado, Jorge gira su cabeza a la vez que deja su taza de café en una pequeña mesa al lado de su cama quedando estupefacto al ver la fotografía de Ronaldo Medina, personaje intimidante que había visitado su consultorio el día anterior. Jorge salta literalmente de la cama tratando de grabar el reportaje, al no lograrlo corre hacia el teléfono y llama a un ex –productor de teatro y amigo de muchos años.

-¡Carlos, habla Jorge! , ¿Estás viendo la televisión en estos momentos? –pregunta con voz entrecortada el asustado facultativo.

-¡Sí claro estoy justo viendo un reportaje acerca de un secuestrador¡ -respondió Carlos

-Te llamo por la sencilla razón que ése tipo estuvo en mi consultorio y tuvimos un intercambio de palabras, inclusive me levanté y le dije que yo también era muy agresivo, en fin te contaré luego con paciencia pero ahora hazme un favor corre y grábame el programa o por favor comunícate con tus amigos del canal para conseguir una copia, luego te vuelvo a llamar para contarte con lujo de detalles –despidiéndose ansiosamente Jorge.

                 Llegó el lunes y Jorge luego de haber contado su historia no sólo a Carlos sino a sus familiares y algunos amigos más, se encontraba esperando a Josefina Krauss quien acudiría a su consultorio acompañada de tan peligroso sujeto.

-Doctor buenas tardes, le presento a mi tía Laura, vengo como acordamos –saludó Josefina ante la sorpresa del cirujano de no verla acompañada de su temible pareja.

- Buenas tardes, tanto gusto conocerla señora –saludó el doctor muy parco a la tía de la señora Krauss.

-¿Vieron el reportaje televisivo de ayer? –preguntó Jorge algo incómodo esperando alguna reacción por parte de ellas.

-Sí doctor, pero eso es mentira, de paso ya que toca el tema quiero disculparme por lo que pasó el viernes, lo que sucede es que como vino mi esposo de Japón después de tanto tiempo y no solamente me acompañó en la operación sino que él también se operó no pude evitar pasar unos buenos momentos con él y Ronaldo no debía enterarse –explicaba con mucha soltura y sin preocupación la rubia Krauss.

- No entiendo bien esto así que mejor explícamelo muy bien –ordenaba Jorge tuteándola de manera casi desafiante

- Lo que sucede es que la persona que me mantiene económicamente es Ronaldo no mi esposo que vive en Japón quien nunca me envió dinero ni saludos y justo ahora se apareció y al creer que algo bueno sucedería con él, es que evité que se cruce con Ronaldo, pero ya ve… tres meses estuvo aquí y ya se fue de nuevo, así que al evitar que Ronaldo pise su consultorio pensó que usted era mi amante, eso es todo doctor –narró Josefina casi sonriendo.

-¡No entiendo lo que dices, me ha podido matar de un balazo y luego hacerme las preguntas! –intervino Frías totalmente contrariado.

-La verdad es que al temer de mi infidelidad lo siguió a usted por casi dos meses e incluso envió a uno de sus amigos para hacerse pasar como paciente para ver si descubría algo y no sucedió nada doctor así que no se preocupe -respondió Josefina.

-¡No me preocupe… ha podido desgraciar a toda mi familia y tú eres cómplice, es más creadora de toda esta peligrosa y desconsiderada situación! –acotó Jorge Frías indignado por tal descaro de Josefina al narrar los hechos.

-¡Bien doctor disculpe que interrumpa pero creo que esto ya pasó y más bien vayamos a lo que queremos! – interrumpió Laura la tía de Josefina.

-Bien ¿Qué es lo que desean? – preguntó Jorge imaginándose  ya cualquier cosa y empezando a desear su copa de vino esa misma noche de manera urgente con luz o sin luz onírica incluida.

-¡Doctor, deseo otra liposucción arreglarme las mamas y tal vez algo en la cara – intervino la señora Krauss muy segura de sí misma.

-Lo que sucede es que Ronaldo quiere volver a la policía y como usted sabe, ganan muy poco como para mantener a mi sobrina como se debe, así que Josefina ha tomado la decisión de arreglarse todo lo que pueda porque quiere trabajar en una discoteca… usted ya sabe –explicó la tía Laura casi con un tono de administradora al referirse a su sobrina como candidata a meretriz.  
 
                Jorge se limitó a tratar la cicatriz y no entendió nunca porque razón no volvió a ver a Josefina sin haber concluido su tratamiento, después de tan sólo tres citas desapareció literalmente del mundo. Dos meses después, Laura tía de Josefina Krauss sin tomar en cuenta las altas horas de la noche de un sábado cualquiera se comunica telefónicamente con el doctor Frías solicitándole una atención de emergencia para la guapa sobrina la cual había sido agredida por el explosivo, frío e iracundo Ronaldo, quien no pudiendo controlar sus celos, no encontró mejor solución que vaciar el tambor de su revólver a la persona que se encontraba con su mujer saliendo de un pequeño y solapado hotel, sin imaginar nunca, que no era un amante el blanco que había recibido los seis impactos de balas sino más bien  un asiduo cliente. No satisfecho con tal execrable acto enviste cual toro de lidia a la rubia de ojos verdes propinándole una serie de golpes por todos los ángulos posibles produciéndole marcas y fracturas severas en el rostro debido al efecto contuso y cortante de los gruesos anillos con exóticos adornos que llevaba en la casi totalidad de los dedos de ambas manos. Laura suplica al cirujano por la atención de su sobrina ella sólo confiaba en él asegurando que no sucedería nada lamentable con Ronaldo quien se encontraba detenido y por lo visto se había hecho acreedor de una largas vacaciones en la cárcel por el crimen perpetuado al inocente parroquiano. El doctor Frías duda en atender a Josefina no se fía de ella, de sólo imaginar algún mínimo problema con el terrorífico jefe de secuestradores sentía que sus piernas empezaban a temblequear, sin embargo no podía abandonar a un ser humano en desgracia mucho menos si había sido su paciente, así que acepta que la tía disponga de la ambulancia para traer a la infeliz Josefina.

                         Cuatro largas e interminables horas duró aquella reparación en el rostro de Josefina sin contar algunas suturas en sus miembros superiores. Jorge la mantuvo hospitalizada por tres días quedando más que satisfecho con los resultados iniciales. La desdichada paciente por su parte cumplió a cabalidad las indicaciones, acudió a todas sus citas, tomó y se aplicó los medicamentos adecuadamente y pudo así casi milagrosamente mantener su atractivo. Seis meses después se encontraba nuevamente por ingresar al quirófano.

-Gracias doctor por confiar en mí nuevamente- expresaba Josefina Krauss sin soltarle la mano al doctor Frías.

-No te preocupes entiendo ahora, que si vale la pena el someterte a una liposucción y un pequeño arreglo en las mamas ya que tu vida es más tranquila, sin el asedio de tu explosiva pareja, así que relájate y déjalo todo bajo mi responsabilidad- consuela Jorge tratando de acariciar el cabello de su paciente sin lograrlo conformándose con sólo tocarlo por unos segundos entendiendo que era preferible imaginarse a su paciente alquilando su cuerpo que verla mermada física y mentalmente de tanta agresión.

                          Unos tres meses después aproximadamente, se observa una escultural mujer de cabello rubio subirse a su pequeño pero elegante auto, colocarse unos lentes oscuros camuflando sus intensos ojos verdes y conducir raudamente por el sótano del edificio de siete pisos de altura alcanzando la calle con rapidez. Veinte minutos después un elegante y deportivo vehículo hace exactamente lo mismo, evacuando el elegante pero pequeño hotel de tres estrellas, una vez en ruta y a velocidad de crucero su conductor no deja de pensar en la intensa atracción que sentía por aquella rubia. Nunca hubiera pensado que sería ella, su paciente, la que le haría comprender tanto de su vida personal y sentimental, la persona que le daría placer como nunca antes, el poder deleitarse con la grata y divertida compañía de Josefina, de su rostro, de su cuerpo quedando totalmente extasiado con el magnífico trabajo que había logrado en aquella mujer  sin pensar nunca, que el agradecimiento de la señorita Krauss fuera tan intenso y desinhibido, limitándose Jorge esta vez, el siempre apresurado cirujano, a detener por unos momentos su acelerado ritmo de vida y disfrutar del manjar que tenía frente a él sin importarle el mañana.         

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