viernes, 25 de noviembre de 2011

La doble celada

Víctor Mondragón

Tres vecinos,  Luis, Percy y Rubén,  amigos de barrio, acordaron  reunirse un  domingo para cocinar platos a base de pescados y mariscos, a las cinco de la mañana se encontraron; los mezquinos abrigos que vestían poco ayudaban a disimular el frio y sus rostros aún soñolientos reflejaban una placidez bruscamente interrumpida.
-¿Dónde iremos? –preguntó Luis.
-Vamos al  terminal marítimo de Villa María, al sur de Lima –contestó Percy.
Ya en el autobús, uno de ellos leía ávidamente un periódico del día anterior.
-Miren, un día como ayer, dieciséis de noviembre, fue capturado  Atahualpa –dijo Luis.
En el trayecto,  los animosos jóvenes intercambiaron comentarios acerca de la  captura del soberano inca, con la curiosidad práctica  con que indagan los adolescentes,   Percy y Rubén no encontraban respuesta a la forma simple y rápida en  que Atahualpa fue capturado.
-Yo también tenía   dudas pero  desde  niño mi abuelo me lo contó varias veces –dijo Luis. 
A finales del año anterior a la captura,  veloces chasquis   informaban   la reaparición de extraños navegantes en la costa norte del Tahuantinsuyo,  Atahualpa reunió a sus consejeros,   recordó  los últimos días de  su padre  Huayna  Cápac y ordenó al gobernador regional de Tumbes que presionara a los caciques de la zona para que   los capturaran o los mataran.  Tumbalá, cacique de la isla de Puná (1), invitó a los españoles a su isla, su  plan  era transportar sobre el mar a hombres y cabalgaduras, a  mitad de la travesía, desatar las  amarras de las balsas y ahogarlos. El plan fracasó pues  los intérpretes tumbesinos (2), que  convivieron  en España, advirtieron a Pizarro y éste  exigió que Tumbalá y  sus principales  los acompañaran en la misma balsa, de todos modos hubo enfrentamientos,  mataron  al caballo de Pizarro quien ordenó lo enterraran en secreto para evitar que se supiera que los equinos también morían –expuso Luis.
-¿Significa  que hubo enfrentamientos previos? –preguntó Percy.
-Sí, fracasado el plan inicial, el gobernador inca de la región  instruyó al cacique de Tumbes, Chilimasa,  para que retomara el objetivo, éste fue a la isla de Puná y ofreció balsas para el desembarco de los hispanos en la costa. Las balsas iban delante, con tres españoles cada una y detrás las tres carabelas, de pronto una balsa  tomó en adelanto la playa, salieron naturales de la orilla y mataron a tres españoles. Los otros hispanos echaron a los indios de las demás balsas y esperaron el desembarco de los jinetes de Hernando Pizarro, hubo  escaramuzas en la playa, el plan de eliminarlos  falló  por segunda vez. Tras el desembarco, Hernando de Soto y sus jinetes fueron  en busca de Chilimasa a quien hallaron encaminándose hacia la sierra. Pizarro estaba confundido, tres años antes, en su viaje anterior, habían sido  muy bien recibidos, esta vez  encontraron la ciudad de Tumbes arrasada  por Atahualpa quien   acusó a los tumbesinos de   haber apoyado a Huáscar. Pizarro acordó las paces con Chilimasa a cambio de que no divulgara que habían matado a tres españoles –narró Luis.
Tras una hora de viaje, los muchachos arribaron al terminal marítimo, estaban  sorprendidos por la gran oferta de productos y los bajos precios; juntaron sus monedas y adquirieron dos docenas de choros, dos cangrejos grandes y una docena de conchas de abanico. Como su capital era exiguo, compraron cinco kilos de peces pequeños,  chauchillas,  y los entregaron a unos cortadores quienes por módico precio extrajeron los lomos.
-En una bolsa denos  las cabezas y espinazos pues haremos un caldo –pidió  Luis al trabajador.
Con el transcurrir de las horas, el terminal se iba llenando  de gente, tras  varios recorridos por el local los jóvenes fueron llamados por un vendedor.
-¿Qué piensan cocinar? -dijo el comerciante que mantenía en el suelo un par de canastas.
-¡Parihuela! -respondió Percy.
-Necesitan un buen pescado  y justo tengo  mis últimos  borrachos y tramboyos -dijo el astuto vendedor, seguidamente mostró las agallas de uno de ellos.
-¿Son de carne blanca? –preguntó Luis.
-Clar-inete (3), con esto tendrán una exquisita parihuela, es solo para conocedores -replicó el comerciante.
El personaje insinuaba  autoridad en la materia y  sedujo a los jóvenes con  su vocabulario. Mientras recibían sus pescados envueltos con papel periódico escucharon del vendedor:
-Absténgase de  tener relaciones sexuales tras comer su parihuela pues corren el riesgo de tener mellizos.
-Estas bromeando –contestó Rubén.
El comerciante, miró al cielo, juntó sus dedos pulgar e índice, se los llevó a la boca  y soltándolos al aire exclamó:
-Por mi mare (4), no es broma ¡mellizos mínimo!
Los jóvenes estallaron en carcajada mientras juntaban sus últimas monedas para pagar al afanoso vendedor.   
De regreso,  en el autobús,  Luis continuó con su narración:
-En el mes de mayo del año de la captura, los españoles salieron de Tumbes rumbo al sur, en Poechos los recibió el cacique Maizavilca que tenía un plan con los curacas del río Chira y  aconsejó a Pizarro  dirigirse a la sierra. Antes    envió  un mensaje a Atahualpa diciendo que los forasteros eran Viracochas (5) y  de ese modo se excusaba de la orden de capturarlos y del castigo por darles acogida. Haciendo doble juego y con pretextos, contratiempos y evasivas, se    congració con  los españoles. Atahualpa quedó confundido con el mensaje  e inmediatamente envió  un espía de confianza, un noble orejón se infiltró como comerciante  de pacaes (6). El enviado apreció la destreza del herrero, la habilidad del domador  de caballos pero quien más le impresionó fue el barbero tras ver que quienes acudían a él regresaban relajados y embellecidos. El orejón concluyó que los extranjeros no eran dioses sino hombres y volvió a  la sierra para informar a Atahualpa que entendió la treta de los talanes (7) pero guardó su castigo para un tiempo posterior, en la costa norte se corría la voz de que Atahualpa era usurpador, cruel y vengativo.  
De regreso al barrio, los jóvenes se dirigieron a casa de Luis. Tocaron el timbre de la casa y su abuelo les abrió la puerta.
-Hola abuelo, traemos pescados y mariscos para preparar una parihuela –dijo Luis.
-Pasen jóvenes, tomen asiento –contestó el anciano.
-Venimos comentando de cómo fue la captura de Atahualpa, ¿usted conoce la historia de la conquista? –preguntó Percy.  
-He sido profesor universitario y claro que me gustaría compartir con ustedes algunos puntos de vista; la historia la escriben los vencedores y a veces los detalles son olvidados por  los días y  duermen acostados en la oscuridad –dijo el anciano, seguidamente  empezó a narrar:
-Al parecer, durante esos meses,  Pizarro no decidía si ofrecer sus servicios a Huáscar o a Atahualpa, según como se desarrollara la  guerra pensaba aliarse con el bando que se perfilara como vencedor;   en octubre del año de la captura, los españoles salieron del valle del Chira hacia el sur, a su paso encontraron ciudades despobladas pues Atahualpa  obligó al reclutamiento en los pueblos, también había muertos insepultos como represalia a los caciques que apoyaron a Huáscar. En el pueblo de Caxas  encontraron una embajada de Atahualpa que los invitaba a visitarlo y les enviaba dos fuentes de piedra en forma de fortaleza, tejidos finos y patos, el embajador era de alto rango y se quedó  unos días a fin de indagar sobre sus armas e intenciones. Pizarro envió a Atahualpa un gorro de paño encarnado, unos juguetes de vidrio y dijo  al embajador que había escuchado la fama de Atahualpa e iba a apoyarlo en armas contra sus enemigos.
En esos días se libraban las batallas finales entre Huáscar y Atahualpa, estando este último en Huamachuco, preservando las espaldas de su ejército,  hizo una junta con sus principales y acordaron ir hacia  Cajamarca para  satisfacer la curiosidad de saber que querían los extranjeros. Atahualpa pensó que menos de doscientos españoles no serian peligro y mandó a un orejón, pariente suyo, para que investigara la situación, el enviado  supo bastante  de los españoles y confirmaba nuevamente que no eran dioses.
Cuentan los cronistas que una vez aquel orejón en estado ebrio y en presencia de muchos dijo que con cinco mil soldados capturaría a los hispanos  y los haría yanaconas (8).
-Señor, por lo visto usted ha leído bastante –dijo Rubén.
Desde joven dediqué mis mejores horas a leer a los cronistas de la conquista. ¿Saben?, hay belleza en la búsqueda de la verdad y una flácida fealdad en el conformismo, lo que les cuento lo he rumiado largo tiempo en mi mente y  al narrarlo intento ponerlo  a salvo de la herrumbre y el olvido–contestó el abuelo, luego cogió unos  libros de su biblioteca y prosiguió:
-El camino a la sierra era  un laberinto de pasos, para cruzar se sirvieron del  sudor de indios porteadores  llevados desde Centroamérica, los españoles encontraron  una fortaleza en un estratégico  lugar  donde  un puñado de hombres habría podido detener a un ejército, pero la hallaron vacía. Más adelante encontraron otra  fortaleza más imponente aun,  también estaba deshabitada. Al día siguiente los visitantes recibieron a un embajador de Atahualpa que llevaba un regalo de llamas y les indicó que siguieran hacia Cajamarca pues el nuevo soberano llegaría desde Huamachuco y allí se encontrarían. El embajador contó a Pizarro que Atahualpa acababa de vencer a las tropas cuzqueñas y había capturado a Huáscar, el español fingió alegrarse grandemente mientras aseguraba  ser enviado de un gran rey e iba  a  ofrecer servirle en sus guerras en caso de ser recibido en paz.
-¿Atahualpa acababa de vencer a los ejércitos de Huáscar? –preguntó Rubén.
-Si,  en esos precisos días se dio la batalla final entre ambos ejércitos,  los españoles estaban a dos jornadas de Cajamarca. A Atahualpa, le llamó la atención la osadía de los visitantes, hizo un consejo, unos opinaron cercarlos y matarlos, otros opinaron que menos de doscientos barbudos no serian amenaza y que  en  Cajamarca  los capturarían y les harían pagar sus ofensas. Con su  reciente triunfo, Atahualpa ya no veía a los hispanos como necesarios aliados y para amedrentarlos, les envió  una embajada con doce patos con plumas mal asados  y tres cuartos de llama  asada hasta quemarse.  Pizarro no se dio por aludido y astutamente respondió con obsequios, por su parte  Atahualpa abandonó Cajamarca para que Pizarro se hospedara allí.  El soberano inca pensaba cercarlos en el centro de la ciudad y en caso huyeran, designó a su hermano Rumiñahui para que con seis mil hombres cortaran una eventual retirada.
-Bebamos como en tiempos ancestrales con productos autóctonos –dijo Rubén, haciendo un alto en la narración, el joven sirvió vasos con chicha de maíz jora mientras el abuelo proseguía:
-La ciudad de Cajamarca estaba vacía y los pocos habitantes que permanecieron   tildaron a los españoles de locos por su intrepidez; la tarde del quince  de noviembre de mil quinientos treinta y dos los extranjeros entraron en  Cajamarca.  La ciudad fue desalojada,  tenía una plaza trapezoidal  de gran extensión,  rodeada de grandes salones con puertas anchas; en la esquina se situaba  una fortaleza y más arriba otra rodeada de una muralla en forma de espiral. Sin perder tiempo, ese mismo atardecer, Pizarro envió una embajada para invitar a Atahualpa a  cenar, fueron comisionados Hernando de Soto y   Hernando Pizarro  con veinte jinetes, el soberano inca se encontraba a una legua, en las faldas de un cerro. Los caballos corrieron para impresionar al ejército de  Atahualpa quien se encontraba en una casa de recreo con una bañera de piedra adonde llegaban acueductos con agua caliente y fría. Hernando de Soto y Hernando Pizarro junto a tres jinetes,  sin desmontar caminaron lentamente hacia Atahualpa, dijeron provenir de más allá del mar, que habían escuchado la fama de sus victorias e iban  a ofrecerle ayuda, a comunicarle las doctrinas de la fe verdadera e invitarle a una cena. Atahualpa no se inmutó ni contestó, solo miraba al suelo.
“Bien está” contestó un noble que estaba al lado del soberano inca.
El anciano narrador dijo que no podría continuar contando a menos que le diesen otro vaso de chicha, adujo tener seca la garganta, cogió un libro argumentando  que la mente es porosa para el olvido y prosiguió:
-Hernando Pizarro  insistió suplicando al soberano inca que contestara por sí mismo, Atahualpa volvió la cabeza sonriendo, su rostro exhibió esa placidez que solo confiere el poder y dijo ”quel iría por la mañana donde ellos estaban, y le pagarían el desacato que habían tenido en tomar unas esteras de un aposento donde dormía su padre Guaina Capa cuando era vivo, y que  lo que habían tomado desde la Bahía de Sant Mateo hasta allí y comido se lo tuviesen todo junto para cuando él llegase”  (10). Seguidamente Atahualpa les dijo que Maizavilca le  contó que  mató tres barbudos en la costa. Hernando Pizarro contestó que Maizavilca había mentido pues un cristiano valía más que todos los indios. Atahualpa escuchó con desdén aquella fanfarronada.
“Un cacique no me ha querido obedecer; mi gente irá con vosotros, y haréis la guerra” dijo Atahualpa con  tono de quien manda más que de quien escucha o asiente.
 Pizarro le contestó que diez cristianos serían suficientes y no sería menester el ejército inca. Seguidamente Atahualpa ordenó servir chicha en sendos vasos de oro. Desinhibido por el alcohol,  De Soto  metió espuela a su caballo y echó a correr por la llanura haciendo círculos, finalmente detuvo al equino bruscamente frente al soberano y la espuma del animal casi salpica el traje de Atahualpa. El soberano no se inmutó, dio una señal de señorío,  sabía que eran animales;  De Soto pretendió  sorprender a los indios con una  disimulada hostilidad, algunos naturales manifestaron temor por aquel espectáculo, momentos después Atahualpa los mandó matar por mostrar debilidad indecorosa ante los visitantes.
Un felino daba vueltas por la cocina atraído por el olor de pescado, el abuelo de Luis hizo una pausa, pidió un trozo de pescado y le entregó a  su mascota, seguidamente volvió a iluminar el ambiente con su palabra:
-Aquel hecho demostraría que mientras la élite incaica sabía que los españoles eran hombres,  los soldados estaban influenciados por los comentarios populares que especulaban que los extranjeros  eran enviados del dios Viracocha y que iban a socorrer a Huáscar,  capturado días antes y que estaba siendo  llevado ante la presencia de Atahualpa, a  dos jornadas de distancia.
-¿Atahualpa y sus principales tenían un exceso de confianza debido a su superioridad numérica? –preguntó Luis.
-En esos días,  la principal  preocupación de Atahualpa era afianzarse en el poder recibiendo la adhesión de  los caciques regionales;  estaba enceguecido tras su reciente triunfo contra Huáscar y no era para menos pues se  enfrentaron  ejércitos de más ciento cincuenta mil hombres y ciento sesenta extranjeros no eran considerados amenaza. Unos meses antes del encuentro en Cajamarca,  el más renombrado oráculo del norte del Tahuantinsuyo, Catequil, había pronosticado un resultado trágico a Atahualpa. Días antes, éste, una vez vencido y capturado Huáscar,  marchó al mentado oráculo y en castigo por tan mal augurio  mató a los sacerdotes y quemó aquel lugar sagrado, aquello  enturbio más las aguas pues  generó desconcierto entre su propio ejército que quedó pasmado de incertidumbre, atribulados por la fatalidad de la existencia de un destino  vieron en ese acto una grave afrenta a  los dioses –dijo el abuelo.
En la casa de Luis, los jóvenes cocineros se disponían a obtener el caldo base para la parihuela, pusieron a hervir los choros, las cabezas de pescado, espinazos, cangrejos, apio, poro y cebolla cortada en cuatro. Tenían el propósito de conseguir un caldo concentrado a  base de fuego lento.   Mientras los émulos de cocinero daban sus primeros pasos de cocina, el septuagenario señor  continuaba:
-Tras recibir a la comitiva de los españoles, Atahualpa ordenó sacrificios y pidió a sus sacerdotes vaticinar el futuro, las respuestas nadie las sabe,  Atahualpa era muy impulsivo  y no quiso esperar más. No faltaron los principales que le recordaban que su padre, Huayna Cápac, había aconsejado no medir armas contra los barbudos, nadie sabe si   Atahualpa pensó en eludir la advertencia y por eso  optaría por capturar a los españoles sin armas,  tan solo con las manos. El soberano reunió a sus capitanes e hicieron oración acordando que ningún español saldría vivo. Atahualpa iría con soldados desarmados para incitar a los españoles a también salir desarmados mientras que el ejército cercaría el lugar y los atraparía.
Percy procedió  a picar cebolla y ají limo, luego añadió,  una pizca de sal, limón y perejil picado. Sacó los  choros del caldo, los limpió, los unió a la mezcla  y los dispuso nuevamente dentro de sus conchas conformando así el aperitivo  “choros a la chalaca”. Por su parte,  Luis preparaba el sofrito para la parihuela: ajo, cebolla picada, ají panca, ají mirasol, comino, orégano y kion rayado. Por su parte, el abuelo pedía más chicha y continuaba con su narración:
-Los españoles regresaron donde Pizarro un tanto preocupados al ver el orden, disciplina y armamento de las fuerzas indias. Momentos después llegó  un mensajero de Atahualpa que dijo que como los jinetes se presentaron armados,  Atahualpa haría lo mismo. Los hispanos, al introducirse al centro del reino,  comprendieron que obraron con imprudencia,  en una oscuridad insondable  vieron las faldas de los cerros iluminadas por una gran cantidad de tiendas, tan numerosas como las estrellas del cielo. Sin embargo Francisco Pizarro no se amilanaba,  tenía fe ciega en la divina Providencia  que antes no los había desamparado y menos los abandonaría en ese momento, arengó a los soldados, antigua especie convencida de que matando se ganaba   el paraíso, apeló a la memoria de las cruzadas de la edad media  y rompió el temor que se había apoderado de ellos. Para huir ya era demasiado tarde, no podían pues serían masacrados. Tal cual  habló con  Hernán Cortez  solo habría una oportunidad, intentar una celada, única posibilidad de éxito, remota pero no imposible.
-¿Pizarro conocía a Hernán Cortez? –preguntó Rubén.
-No solo lo conocía sino que ambos eran extremeños y parientes, se  encontraron  tres años antes en Trujillo,  España y al parecer intercambiaron ideas sobre cómo guerrear contra los aborígenes americanos. Al día siguiente de la llegada a Cajamarca,  los infiltrados de Atahualpa  le dijeron que los españoles estaban muy asustados y escondidos. Fue así que recién a media tarde Atahualpa dirigió su comitiva hacia la Plaza de Cajamarca, el desfile fue impresionante, en su séquito llevaban unas coracinas de hojas de palma y nudo tan fuerte que la lanza y la  espada la hallarían  dura, encima vestían   ropa de lana para disimular unos pequeños martillos de oro y plata que llevaban escondidos, otros llevaban  cordeles para atar a los españoles y los de atrás para atar a los caballos, los primeros vestían un uniforme de cuadros blancos y rojos,  como un tablero de ajedrez y los cargadores de andas vestían hermosos uniformes azules.
Mientras el abuelo hablaba, el gato insistía con sus maullidos rondando en  la cocina, pidiendo repetición y  los muchachos continuaban con sus ajetreos gastronómicos, Rubén sacó de su bolsillo un trozo de papel doblado donde su madre le había escrito la receta del chicharrón de pescado, el joven hizo una mezcla de leche, huevo, harina, chuño y remojó los lomitos de chauchilla en la mezcla, los llevó a la refrigeradora un rato  antes de freírlos en abundante aceite caliente. Por su parte Luis se preparaba para culminar su parihuela, echó sobre el sofrito el caldo base,  los borrachos, tramboyos, conchas de abanico, cangrejos y un vaso con chicha de jora mientras  Percy seleccionaba unos CD y disponía música criolla para el ambiente.  
-Nadie sabe qué detalles tenía el plan de Atahualpa,  inesperadamente a las cinco de la tarde detuvo su marcha e hizo su tienda afuera de la plaza anunciando que pernoctaría allí y al siguiente día recién entraría en la plaza.  Pizarro se desconcertó,  cada retraso alargaba la  tensión que se traducía en temor entre sus soldados, inmediatamente envió a Hernando de Aldana para que le dijera que ya era tarde y que por favor  ingresara a la plaza. Aldana caminó hacia la tienda de Atahualpa, lo encontró en la puerta sentado. Atahualpa  contestó a Aldana  que pronto iría y que su gente se había asustado por sus caballos y perros; pidió que los amarraran así como  que los cristianos estuvieran en un solo lugar cuando se reunieran, también  envió el mensaje de que entraría en la plaza con poca gente y desarmada y su ejército se quedaría a las afueras de la ciudad. Al escuchar aquello,  Pizarro vio en eso el dedo de la Providencia y se daba cuenta que también le estaban preparando una celada –dijo el abuelo y luego recalcó:
-Al parecer el plan inicial de Atahualpa habría sido desgastar a los españoles posponiendo un día más la reunión; sin embargo nadie sabe por qué una persona tan resuelta como él,   inesperadamente cambió de opinión  dejando a su ejército a las afueras de la plaza. De rato en rato algún indio corría a la plaza y veía solo a Francisco Pizarro con algunos hombres mientras los demás estaban en las casas escondidos, los espías creían que era por temor. La noche anterior el soberano inca estuvo bebiendo en demasía,  reiteradamente deliberó con los sacerdotes cosas que nadie sabe; se especula que le hacían vaticinios difusos o que le ocultaron una funesta predicción por temor a ser castigados, tal cual había ocurrido  con los sacerdotes de Catequil. Tras su captura, Atahualpa confesaría que desde Pachacamac los sacerdotes le habían asegurado que mataría a todos los españoles y este vaticinio fue decisivo pues lo animó a confiarse.
Mientras escuchaba a su abuelo, Luis rectificaba el sabor de su parihuela añadiendo sal y chuño diluido en agua fría. Llegó el momento tan esperado, los comensales dispusieron la mesa, dieron gracias a Dios y se sentaron a disfrutar de  los chicharrones y la parihuela acompañándolos con yuca frita,  jugo de limón y ají limo. 
El abuelo comentó que la historia está expuesta  a interpretaciones erróneas o apresuradas, por ello  había invertido mucho tiempo en leer a cronistas y tenía copia de los escritos de Xerez (11), de Pedro Pizarro (12) y de Hernando Pizarro (13),  testigos de la captura de Atahualpa, calificó a  dichos textos como escudos contra la inexorable evolución de los acontecimientos hacia una manifestación más nefasta, el olvido. Tras el suculento almuerzo, ubicó una cita de Pedro Pizarro:
”Pues llegada la gente a la puerta de la plaza, empezaron a entrar los escuadrones con grandes cantares, y ansi entrando ocuparon toda la plaza por todas partes. Visto el Marquéz don Francisco Pizarro que Atabalipa venía ya junto a la plaza, envió al Padre Fr. Vicente de Valverde, primero obispo del Cuzco, y a Hernando de Aldana, un buen soldado, y a Don Martinillo Lengua, que fuesen a hablar con Atabalipa, y a requerille de parte de Dios y del Rey se subjetase a la ley de nuestro Señor Jesu-Cristo, y al servicio de S. Maj., y que el Marqués le tendría en lugar de hermano, y no consentiría le hiciesen enojo ni daño en su tierra. Pues llegado que fue el padre a las andas donde Atabalipa venía, le habló y le dixo a lo que iva, y les predicó coscas de nuestra sancta ffee, declarándoselas la lengua. Llevava el padre un breviario en las manos donde leya lo que le predicaba: el Atabalipa se lo pidió y él cerrado se lo dio, y como le tubo en las manos y no supo abrille, arrojóle al suelo. Llamó al Aldana que se llegase a él y le diese la espada, y el Aldana se la sacó y le mostró, pero no se la quiso dar. Pues pasado lo dicho, el Atabalipa les dixo que se fuesen para bellacos ladrones, y que los había de matar a todos”.
También Xerex hace referencia a este hecho “Viendo el Gobernador que el sol se iba a poner, y que el Atabalipa no levantaba de donde había reparado, y que todavía venía gente de su real, enviole a decir con un español que entrase en la plaza y viniese a verlo antes que fuese noche”.
Los efectos de los minerales consumidos en los productos marinos  surtieron  efecto,  Luis  apoyó su cabeza sobre la mesa mientras el abuelo y los muchachos se sentaban en los sofás.
-Según Pedro Pizarro, el encuentro entre Atahualpa y Valverde fue a las afueras de la plaza, Atahualpa al ver correr a Valverde y escuchar de sus infiltrados que los españoles estaban escondidos por miedo, se llenó de soberbia, cambió su decisión  in extremis  e imprudentemente entro por una puerta reducida a una plaza que cerrarían los barbudos  instantes después. La mayoría de la gente en algún momento de su   vida tiene un cuarto de hora de imprudente o incauto, al parecer eso le ocurrió a Atahualpa, los españoles al verlo entrar    resucitaron por el vuelco de la fortuna –recalcó el anciano quien continuó  leyendo el escrito de Pedro Pizarro:
-“Pues visto el Marquéz Don Francisco Pizarro las dos andas no conociendo cual era la de Atabalipa, mandó a Joan Pizarro su hermano fuese con los peones que tenía a la una y él iría a la otra. Pues mandado esto, hicieron la señal al Candia, el cual soltó el tiro, y en soltándolo tocaron las trompetas, y salieron los de a caballo de tropel, el Marquéz con los de pie, como está dicho, tras dellos, de manera que, con el estruendo del tiro y las trompetas y el tropel de los caballos con los cascabeles, los Indios se embarazaron y se cortaron. Los españoles dieron en ellos y empezaron a matar, y fue tanto el miedo que los Indios hobieron, que por huir, no pudiendo salir por la puerta, derribaron un lienzo de una pared de la cerca de la plaza…”
-El hecho que confundiesen al señor de Chincha con Atahualpa, mostraría que los españoles no vieron el encuentro de Valverde por haber sido este a las afueras de la plaza. Juan  Pizarro  dirigió su ataque contra el señor de Chincha matándolo,  Miguel de Estete fue el primero en echar mano al soberano inca mientras Pizarro gritaba que no lo mataran –dijo el anciano.
-¿Atahualpa llegó a dar su orden de ataque? –preguntó Rubén.
-Según los cronistas no, peor aún, entró confiado a un lugar que sorpresivamente  fue cercado,  como si fuese un matadero, al parecer Pizarro se adelantó a  la orden de Atahualpa y de ese modo los indios fueron sorprendidos y no dispusieron de ánimo ni reacción para pelear, actuaron  como si Dios los hubiese cegado. Los naturales no actuarían sin la instrucción  de Atahualpa y éste no ordenó  a su capitán ni este la transmitió al ejército que estaba a las afueras de la plaza. Inicialmente el capitán de Atahualpa  se habían ubicado a la espera de la orden: “de la delantera salió un capitán y subió en la fuerza de la plaza, donde estaba la artillería, y alzó dos veces una lanza a manera  de seña” (Xerex).
El anciano enfatizó luego:
-Hasta los más tímidos animales se defienden al ser atacados, sin embargo los indios quedaron extrañamente paralizados y espantados de lo que veían; se preguntaban entre ellos si era un sueño lo que estaban viendo, todo  sucedió entre el inicio y el fin del crepúsculo, aproximadamente duró veinticinco minutos.
Rubén se negaba a sucumbir ante la modorra mientras Percy hacía un esfuerzo por permanecer despierto y preguntaba:
-¿Y por qué no intervino el ejército que estaba fuera de la plaza?
-Nadie puede responder esa pregunta. Sin perder tiempo, Pizarro mando decir a los indios que no temieran y que se acercaran  a ver  qué  Atahualpa estaba sano y salvo, de ese modo Pizarro frenó la reacción del ejército inca. Se especula que Atahualpa pese a su captura se sentía capaz de manejar la situación y habría ordenado no atacar a los hispanos; esa misma noche pasó cerca de Cajamarca un gran ejército que regresaba de la guerra, los hispanos no durmieron por temor, en el espanto de la vigilia los españoles  vieron que dicho contingente  prosiguió su camino hacia el norte sin detenerse.  Causó conmoción y admiración como ciento sesenta españoles  bastaron para paralizar el Tahuantinsuyo, la noticia se difundió rápidamente y  demás cacicazgos confirieron a los peninsulares el prestigio del mito y la leyenda.
-¿Y cuál fue la reacción de Rumiñahui? – preguntó Percy.
El abuelo hacía un esfuerzo por no dormirse mientras argumentaba que en cada frase que decía trataba siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar a los espíritus esquivos de la imparcialidad:
-Conociendo  Rumiñahui   que en la plaza mataron  a muchos caciques y  principales que habían ido presurosos a presentarse ante el nuevo soberano, optó por  dirigir su ejército hacia Quito  para preservarla de una invasión y salvaguardar a los hijos de Atahualpa:  “Y como Rumiñahui oyó el sonido de la artillería y vio que un cristiano despeñó de una atalaya abajo al indio que le había de hacer la seña para que acudiese, entendió que los españoles habían vencido, y se fue con toda su gente…” (14).
-Cabe notar que  los indios no solían guerrear de noche: “La gente siguió el alcance hasta donde estaban los Indios, con armas; no se halló en ellos resistencia alguna, porque ya era de noche” (Hernando Pizarro) –añadió el anciano.
- ¿Prácticamente no hubo batalla en la plaza? – preguntó Percy.
-Yo lo compararía con las tragedias que han ocurrido en los estadios de fútbol  donde la gente entra en pánico colectivo por una sorpresa y en el anhelo de ponerse a salvo, mucha  gente se mata  tratando de huir de un lugar cerrado, corren, se caen, son pisoteados, se empujan mutuamente, se asfixian… sin necesidad de una sola bala.        
-Señor, usted nos ha narrado detalles que desconocíamos –dijo Rubén.
-Ser historiador es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad, no es fácil convertir una niebla agitada de relatos en una historia, la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa –contestó el anciano.
-¿Y cuál fue la reacción de los huascaristas? –replicó Percy.
-Se alegraron  creyendo que los españoles eran enviados de Viracocha, que iban a reponer en el trono a Huáscar, instruyeron que se apoyara a los hispanos y   los llamaron  Ticiviracochas; también los  mitimaes y   algunos oportunistas que buscaban un nuevo acomodo   pronto se aliarían a los hispanos, los yanaconas, convidados de piedra en el Tahuantinsuyo, comprendían que los acontecimientos  no variarían su destino servil, estaban  acostumbrados a mudar de sometimiento de tanto en tanto y vieron los acontecimientos con indiferencia y resignación; de ese modo las raíces de la noche crecieron de súbito sobre la frágil unidad del Tahuantinsuyo que se quemaba en las brazas políticas de los afortunados conquistadores. Al día siguiente de la captura, los pobladores de Cajamarca, partidarios de Huáscar y miles de yanaconas se adhirieron a los españoles, estaban cansados  del  clima de terror que  impuesto por Atahualpa: “todos los demás mandó soltar y que se fuesen a sus casas, porque eran de diversas provincias, que los traía Atabalipa `para sostener sus guerras y para servicio de sus ejércitos” (Xerez) –narró el abuelo.
¿Y qué pensó Atahualpa acerca de su captura? –preguntó Percy.
El gato del abuelo buscaba acostarse sobre las piernas del anciano y éste, inasequible al sueño, proseguía su relato:
-Atahualpa se quemaba bajo el abrazador fuego de su propia humillación, fue capturado  de la forma más ignominiosa, fingió  la aceptación de los hechos consumados diciendo “Usos de la guerra son vencer y ser vencido” pero  su interior era poseído por el demonio de la venganza; su mente le reprochaba  su incuria, al parecer el soberano inca habría querido  hacer un espectáculo capturando a los españoles frente a cientos de caciques y principales, retrasó inútilmente su orden de ataque, su soberbia lo encegueció. Tras la captura, Francisco Pizarro  utilizaría al Inca  para dar un barniz de legalidad a su precaria situación tal cual  hizo Cortez con Moctezuma. Pizarro le increpó haberlos querido matar: “respondió Atabalipa que había sido engañado de sus capitanes, que le dijeron que no hiciese caso de los españoles; que el de paz quería venir, y los suyos no lo dejaron, y que todos los que le aconsejaron eran muertos” (Xerex).
El conquistador repitió   a Atahualpa que los indios irían al infierno por adorar al demonio: “que mirase cuán poca ayuda le había hecho su dios, por donde conoscería que es el diablo que los engañaba” (Xerex).  Atahualpa se sintió abrumado por la contundencia de los hechos: “y más dijo Atabalipa, que está espantado de lo que el Gobernador le había dicho; que bien conoscía que aquel que hablaba en su ídolo no es Dios verdadero, pues tan poco le ayuda” (Xerez) –dijo el anciano.
La sobremesa fue extensa, libros apilados, botellas de chicha vacías, varias servilletas de papel debidamente usadas, platos y cubiertos sobre la mesa eran mudos testigos del sueño de los comensales, unos durmiendo sobre sofás, otro recostado sobre la mesa. El tiempo fluía en aquella tibia tarde, el equipo de sonido repetía una secuencia sin fin de música criolla,  una sinfonía de ronquidos jugaba a competir con la música,  el olor a pescados y mariscos atrajo algunas moscas que arribaron sin ser invitadas.
Horas más tarde  llegaron los padres de Luis y se alarmaron al verlos durmiendo,  observaron el escenario y menearon suavemente un hombro de su hijo.
- ¡Ataquen!, no, mellizos, no…. -gritó Luis entre dormido y despierto; los padres vieron los restos del festín, sonrieron  al comprender  que habían sido  los efectos de los platos ricos en fósforo y minerales que los comensales habían consumido.




1.     Puná: Isla situada en el golfo de Guayaquil, Ecuador.
2.     Intérpretes tumbesinos: tres años antes, durante su segundo viaje, Pizarro llevó a España varios hijos de caciques tumbesinos.
3.     Clar-inete: Vulgarismo,  claro.
4.     Mare: Vulgarismo, madre.
5.     Ticsi Viracocha: Ticsi: El principio de las cosas, Viracocha: lago de la creación. Dios de la creación, adorado desde la época pre incaica.
6.     Pacae: del quechua pacay, fruto de este árbol.
7.     Tallan:   Cultura PRE incaica de la costa norte de Perú y sur de Ecuador.
8.     Yanacona: Pobladores del Tahuantinsuyo sojuzgados y convertidos en gente de servicio.
9.     Hanan Cuzco: Segunda dinastía Inca (1350-1532). La primera fue Hurin Cuzco (1200-1350) aproximadamente.
10.  José Antonio del Busto: autor de “La conquista del Perú”, destacado historiador peruano.
11.  Francisco de  Jerez: autor de “Verdadera relación de la conquista del Perú y la provincia de Cuzco”, secretario de Francisco Pizarro y testigo presencial de la captura de Atahualpa.
12.  Pedro Pizarro: autor del manuscrito  “Descubrimiento y conquista de los reinos del Perú y su estado antiguo”, primo hermano de Francisco. Al no estar en el reparto del botín algunos discuten que no estuvo presente en la captura pero la mayoría de historiadores destacan los detalles de su narración.

13.  Hernando Pizarro: autor, hermano de Francisco y  testigo presencial de la captura de Atahualpa
  1. Agustín de Zárate: autor de “Historia del descubrimiento y conquista de provincia del Perú”,  cronista de la Conquista. “.

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