Horacio Vargas Murga
El equipo de guardia se sobresaltó al ver ingresar por la puerta de
emergencia, a un señor que sangraba por la boca, sostenido a duras penas por
una mujer que gritaba pidiendo ayuda. Sus gritos se escucharon en diferentes
lugares del gran hospital, en donde decenas de pacientes realizaban largas
colas esperando ser atendidos. Inmediatamente dos técnicos de enfermería lo
colocaron en una camilla y lo condujeron al ambiente de los pacientes críticos,
donde un médico alto, delgado y de cabello entrecano, fue tomándole las
funciones vitales y una enfermera de baja estatura, robusta y de melena ensortijada,
canalizaba una vía endovenosa para colocar un frasco con cloruro de sodio. El
paciente, pálido y frío, estaba inerte en la camilla. El miedo y la
incertidumbre eran percibidos en el ambiente, tanto como el alcohol y el agua
oxigenada.
—Su presión arterial está muy baja, necesitamos urgente trasfundir un
paquete globular —dijo el médico de
turno alarmado.
—¿Se salvará mi esposo, doctor? Creo que su úlcera ha reventado —manifestó la mujer, muy preocupada.
—No lo sé, señora, su estado es crítico, haremos todo lo posible para
salvarlo.
Un técnico de laboratorio extrajo del paciente una muestra de sangre,
para cumplir con los análisis solicitados. A los pocos minutos enviaron la
bolsa con el paquete globular, que fue transfundido de inmediato, mientras el
frasco con cloruro de sodio goteaba con gran velocidad. El paciente permanecía
postrado sobre la camilla, sin abrir los ojos, completamente pálido y su mujer
lloraba a su lado, mientras le cogía una de las manos, que se encontraba reseca
y rugosa. La señora sudaba copiosamente y de su frente cayeron algunas gotas sobre
sus labios, llegando a sentir aquel sabor salado que terminó convirtiéndose en
amargo.
Con sorpresa llegaron a ver cómo
se abría un agujero en la pared, a través del cual, ingresaba un líquido vinoso,
muy similar al líquido donde ellos habitaban. Este fluido entraba en forma
continua con cierta lentitud. Sumergidos en este fluido, también aparecieron unos
seres en forma de discos bicóncavos, de color rojo, con una zona periférica más
coloreada y una zona central clara.
—Mira, Ricardo, son similares a
nosotros —dijo Eduardo al ver a estos nuevos personajes.
—Sí, hermano, parece que vienen
de algún lugar desconocido.
Se acercaron a conversar con
los foráneos. Ellos les contaron que vivían en un lugar similar, pero se abrió
un agujero en la pared y fueron aspirados al exterior, donde había mucha claridad
y no distinguían bien lo que pasaba. Posteriormente, recuerdan haber estado en otra
zona de paredes transparentes y luego en otra más grande donde todo estaba
oscuro. A veces, cuando esta se abría, nuevamente todo lo exterior se ponía muy
claro. Finalmente fueron aspirados a través de un tubo largo y delgado y
aparecieron en este nuevo lugar.
—Es fabuloso, hermano, yo
también quisiera salir de aquí y conocer un mundo diferente, saber cómo son las
cosas en el exterior —dijo Eduardo entusiasmado.
—No es conveniente, no sabemos
qué peligros habrán fuera de aquí. Últimamente he visto agujeros que se han
abierto en la pared y por donde muchos de los nuestros han sido aspirados. No
hemos vuelto a saber más de ellos. Quizás estén sufriendo en un lugar
desconocido o quizás ni siquiera estén con vida —afirmó
Ricardo.
—Hermano, yo quiero conocer otros lugares, aquí estoy
aburrido, siempre nadando sobre este líquido detestable, sin hacer nada nuevo.
Mis amigos sienten lo mismo.
—No, Eduardo, puede ser muy
peligroso, recuerda que nuestro hermano Diego también fue aspirado y no hemos
sabido nada de él.
—Con mayor razón, Ricardo.
Saliendo de aquí podemos ir a buscarlo.
Ricardo sintió una gran
tristeza y a la vez una ligera esperanza.
—Déjame
pensarlo, hermano, déjame pensarlo.
Al lugar de los hechos
llegaron algunos más, informando que en otro lugar, un tiempo antes, se abrió
un agujero grande en la pared, por donde un grupo numeroso de conocidos, fueron
aspirados al exterior en forma súbita y a gran velocidad. Igualmente, en un
lugar distinto, se abrió también un agujero en la pared, donde fueron aspirados
un número mucho menor de conocidos.
—Es curioso que algunos
agujeros aspiren a conocidos y otros nos traigan foráneos a nuestro lugar —comentó
Ricardo.
—Tienes razón hermano, por eso
mismo, debemos salir al exterior para averiguarlo —dijo
Eduardo.
Eduardo estaba cansado de su
vida rutinaria, siempre en movimiento, sumergido en el líquido vinoso,
recorriendo de manera permanente los mismos lugares, tubos a veces anchos y
otras veces estrechos. Los había recorrido tantas veces que ya se los sabía de
memoria. No tenía que hacer mucho esfuerzo para desplazarse, siempre era
empujado por el líquido vinoso, que a veces iba lento y otras rápido. Lo que no
le gustaba nada, era cuando aumentaba la presión del fluido, generando que se
golpeara contra la pared del tubo. Cada vez que esto ocurría, gritaba una
grosería. Ricardo no podía contener la risa al verlo, lo que aumentaba más su
cólera.
Junto con ellos también
circulaban unos personajes de características similares, pero de color blanco. Igualmente,
había otros personajes pequeños, medio deformes, que parecían partidos. Casi no
podían conversar con ninguno de ellos, siempre estaban todo el día ocupados.
Los personajes blancos aceleraban su movimiento cuando aparecía un ser extraño
e inmediatamente lo neutralizaban y los personajes pequeños aceleraban cada vez
que aparecía una abertura en alguna pared para cerrarla. Eduardo envidiaba la
vida de estos cohabitantes y detestaba no poder hacer las cosas que ellos
hacían. Ricardo por el contrario, se sentía contento con su vida tranquila, sin
mayores problemas. Le decía a su hermano que debería estar agradecido por tener
una vida sin riesgos.
Llegó el resultado del análisis de sangre que se tomó previo a la
transfusión. La hemoglobina estaba en 7 gr/dl. El paciente comenzaba a abrir
los ojos con cierta dificultad, su presión arterial había subido de 60/40 mmHg
a 90/60 mmHg, y sus latidos habían descendido de 140 por minuto a 110 por
minuto. Se mostraba menos pálido. Su mujer se alegró y le acarició la mano
rugosa, que sintió menos reseca que antes.
—Tiene anemia severa, esperemos que con la transfusión se obtenga un
ascenso importante de la hemoglobina. La presión arterial y la frecuencia
cardiaca han mejorado, aunque están todavía en valores anormales. El paciente está
evolucionando bien, pero aún sale sangre por la sonda nasogástrica. Espero que
sea sangre residual —dijo uno de los médicos de guardia.
—Es muy prematuro para decir que ha salido de peligro —comentó el otro médico que lo acompañaba.
—Necesitamos un control de hemoglobina, para ver cuánto ha mejorado —mencionó el médico de guardia anterior,
mientras llenaba la orden de laboratorio.
Nuevamente se abrió un agujero
en la pared y muchos personajes conocidos fueron absorbidos al exterior.
—Este agujero es parecido al
otro que se abrió antes —afirmó Eduardo.
—Es verdad, siempre los
agujeros se abren en lugares cercanos —comentó
Ricardo.
—Si es así como dices, podemos
estar pendientes en forma permanente, por donde suelen abrirse los agujeros que
aspiran, para poder salir en cualquier momento —replicó Eduardo.
—¿Estás seguro de lo que estás
diciendo? Puede ser peligroso —mencionó Ricardo.
—Nunca he estado seguro de algo
como ahora, me muero por conocer cómo es afuera y además quiero reencontrarme con
mi hermano —insistió Eduardo.
—Bueno, te acompaño, pero te
juro que tengo algo de miedo —afirmó Ricardo.
—Yo también, pero esta aventura
es mayor que mi miedo. El que no arriesga, no triunfa —dijo
Eduardo.
En un momento inesperado, el paciente presentó un sangrado masivo y
luego un paro cardiorrespiratorio. El equipo de guardia entró en gran tensión. Los
médicos empezaron a realizar las maniobras de resucitación, pero el paciente no
respondía. Uno de ellos tuvo que emplear el desfibrilador, con lo cual el
paciente recuperó los latidos y la respiración. Fue trasladado inmediatamente a
la unidad de cuidados intensivos. Un nudo en la garganta fue instalándose en
todo el equipo de guardia.
—Se ha salvado por poco —comentó uno de los médicos.
—Ojalá no vuelva a tener otro sangrado, lo más probable es que termine
ingresando a sala de operaciones para cerrar esa úlcera —comentó el otro.
Se abrió un agujero grande que
comprometió la pared en una zona muy distante a la que estaban Ricardo y Eduardo.
Una gran cantidad de personajes conocidos fueron aspirados al exterior.
—Maldición, el agujero se abrió
por otro lado y salieron muchos, perdimos esta gran oportunidad —dijo
con cólera Eduardo.
—Me contaron que hace poco,
también se abrió un agujero en esa misma zona, pero no fue tan grande como este
—comentó Ricardo.
—Entonces hermano, no nos queda
otra cosa que dividirnos, uno esperará en el lugar donde se abren los agujeros
pequeños y el otro donde se abren los agujeros grandes —manifestó
Eduardo.
—Tendrá que ser así hermano, yo
me ubicaré en el territorio por donde se abre el agujero pequeño y tú por donde
se abre el agujero grande, para que tengas más posibilidad de salir primero —dijo
Ricardo.
—Gracias hermano, el primero
que logre salir buscará a Diego y juntos encontraremos la forma de sacar al que
se quede de nosotros —manifestó Eduardo.
El paciente se encuentra en cuidados intensivos conectado a un monitor.
Lleva puesta una sonda nasogástrica, una sonda Foley para evacuar la orina y
una vía endovenosa central. Sus signos vitales aún no se estabilizan. Su mujer
llora en la sala de espera, su cabello canoso resalta entre las personas que
están a su alrededor. Se limpia los ojos y siente sus párpados hinchados, así como la piel arrugada y frágil de su
rostro. Esta vez la acompaña su hijo, triste, pero sereno; quien la abraza
consolándola.
—Ha perdido mucha sangre, hay que transfundirlo inmediatamente —menciona uno de los médicos de cuidados
intensivos.
—Mientras traen las bolsas con paquetes globulares, hay que pedir exámenes
de laboratorio, para ver sobre todo cómo está la hemoglobina —dice el otro médico que lo acompaña.
Un agujero pequeño se abre en
la pared y Ricardo es absorbido junto con otros personajes conocidos. Le
comunican a Eduardo lo sucedido con su hermano. Siente a la vez alegría y pena.
—Ojalá Ricardo pueda contactar
a Diego y luego me ayude a salir de aquí. Estaré pendiente de lo que suceda —dice
con satisfacción Eduardo.
—Es una posibilidad muy remota.
Los que han salido de aquí nunca más han regresado —comenta
su amigo Pedro.
—¡Cállate!, no seas pesimista,
mis hermanos vendrán por mí —manifestó Eduardo molesto.
Mientras tanto, Ricardo y los
demás que habían sido aspirados, se encontraban en un tubo largo y
transparente. Pudieron percibir con cierta dificultad, la claridad de la que
habían escuchado hablar. Luego pasaron por diversos aparatos desconocidos y
finalmente fueron desechados en un frasco, rumbo a ser tirados a la basura.
Llega el resultado del siguiente análisis de sangre. La hemoglobina está
en 6.5 gr/dl. Los médicos de cuidados intensivos miran el resultado con
desagrado.
—Continúa con una anemia severa. Este paciente es una bomba de tiempo,
ojalá podamos sacarlo de peligro —dice uno de los médicos.
—Ya llegaron los paquetes globulares. Esta vez han tardado más de la
cuenta. Hay que comenzar la transfusión de inmediato —refiere otro de los médicos.
Un agujero pequeño se abre en
la pared e ingresan nuevos personajes. Vienen de un lugar diferente al que
provienen los otros foráneos, pero con un hábitat similar. Conocidos y foráneos
entablan un largo diálogo y especulan sobre la posibilidad de la existencia de
mundos diferentescon características semejantes.
—Cuando observé que se abrió el
agujero, me acerqué para ser succionado para afuera y me cayó un chorro fuerte
de líquido vinoso con ustedes encima. No sé por qué en ocasiones nos succionan
y en otras ingresan foráneos que se parecen mucho a nosotros —comenta
Eduardo.
—A nosotros nos ha pasado lo
mismo. Fuimos succionados de nuestro lugar de origen y ahora estamos en el
lugar de ustedes, sin saber cómo ni por qué —contesta
uno de los foráneos.
—¿Han visto a mis hermanos Ricardo
y Diego? —pregunta Eduardo.
—No los conocemos. Todo el
tiempo que hemos estado afuera, no hemos tenido contacto con nadie más que con
nosotros mismos —contestó el foráneo.
Eduardo se quedó triste, pero
mantuvo la esperanza de salir y encontrar a sus hermanos. Pensó que era
cuestión de saber buscar.
El paciente vuelve a presentar nuevamente un sangrado masivo y luego un
paro cardiorrespiratorio. Los médicos realizan las maniobras de resucitación
sin ningún efecto. Uno de ellos usa el desfibrilador en varias oportunidades
sin conseguir resultados.
—Es una lástima, hicimos todo lo que pudimos, pero finalmente falleció —dijo uno de los médicos apesadumbrado.
—Así es el destino colega, algunas veces podemos salvar vidas y otras
veces no. Tenemos que avisarle a la familia. Es una situación triste y
desagradable —refirió otro de los
médicos.
Un agujero enorme que
comprometió una gran extensión de la pared, se abrió cerca del último agujero
grande. Eduardo fue aspirado al exterior junto con otros personajes conocidos.
En el trayecto, Eduardo se sintió asustado, pero con la ilusión de encontrar un
mundo diferente y también a sus hermanos que habían salido antes. Una vez en el
exterior, la intensa claridad le nubló la visión y apenas pudo conversar con
sus conocidos que también experimentaban lo mismo. Pasó el tiempo y sintió que
ya no podía respirar y que sus fuerzas iban decayendo. No pudo hablar ni
escuchar las voces de sus compañeros. Una sensación de miedo intenso invadió
todo su organismo. Recordó las palabras de su amigo Pedro al decir que los que
salían ya no regresaban. Emitió un grito tenue de desesperación y expiró al
igual que sus compañeros.
El personal técnico, retira la ropa ensangrentada del cuerpo del
paciente fallecido y luego cubre al occiso con una sábana blanca y larga. Sienten
la rigidez y dureza del cadáver. Uno de los médicos informa sobre la mala
noticia a los familiares, que estallan en llantos y gritos de impotencia. En la
calle, se observa una lluvia persistente y algunos charcos de agua sucia sobre
la pista, fluyen como la sangre donde alguna vez vivieron Eduardo, sus hermanos
y sus compañeros.
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