Maira Delgado
Mary
se enamoró de Esteban el mismo día que lo vio entrar a su oficina. En una
casona vieja, cuyas habitaciones habían sido restauradas por don Francisco
después de heredarla de sus padres, los señores Rodríguez; en pequeños
cubículos trabajaban un número de once personas con diferentes cargos
administrativos. El apuesto joven de facciones delicadas y sonrisa cautivadora
sería el nuevo supervisor del área de recursos humanos, una cara fresca en
estas cuatro paredes. Allí, varios funcionarios se encargaban de todo lo
relacionado con la contratación en la fábrica textil más importante de
Ríonegro, ubicada desde hace muchos años en el centro de la ciudad.
Su
conexión inmediata los llevó a convertirse en excelentes compañeros de trabajo.
Él sería su llave en la organización de documentos de los empleados y su
seguridad social. El sitio se prestaba para la camaradería; sus espacios
adaptados de una manera moderna le ofrecían a cada trabajador un escritorio, un
computador y una silla separada de su compañero por un vidrio que hacía las
veces de pared. De esta manera pasaban muchas horas juntos, salían a almorzar
al restaurante de la esquina, atendido por su propietario y sin ser un lugar
lujoso, ofrecía a sus clientes un menú variado y la excelente sazón de Manuel, el
cocinero; experto en salsas y ensaladas. Algunas veces continuaban de largo
hasta las cinco, y luego salían a cenar con otros amigos hablando de temas
variados, siempre divertidos. Esto resultaba encantador para Mary: poder reírse
sin parar mientras permanecía a su lado.
—Cuando
estoy contigo, me río demasiado.
—¿Y
eso te encanta?
—Me
hace sentir bien, eres muy divertido.
—¿Es
solo eso, o quieres negarme que te gusto? —Esteban no desaprovechaba
oportunidad para coquetearle.
—Y
presumido a la vez, eres un personaje; lo acepto. Pero un «No» rotundo a las
relaciones en la empresa.
—Siempre
tan cortante, eso me fascina. Debes hacerlo para seducirme, vamos a ver cuánto
te aguanta la fortaleza, no hay piedra
tan dura que una insistente gota de agua no penetre.
—No
apuestes. Hablo en serio.
—No
aseveres. Hablo en serio.
La
amistad avanzó a un flirteo y poco a poco se transformó en una relación
amorosa, la cual los llevó a casi vivir juntos varios meses, algunas veces en
la pequeña y acogedora casa pagada con esfuerzo por Mary, decorada de manera
sobria como se caracterizaba su dueña. Los fines de semana solían ir al
apartamento de Esteban, un espacio más moderno y con el toque descomplicado del
hombre. Dormir juntos se les hizo costumbre, además de cocinar, salir a trotar
antes de ir al trabajo o disfrutar pequeños viajes fue parte de su itinerario
romántico.
Esto
se repitió durante seis meses, mientras a ella le picó el bicho del compromiso
y él se tornó resbaladizo; conocerlo más a fondo fue descubrir a un joven
inmaduro, inseguro, a quien la vida no había tratado muy bien. Su madre
falleció cuando apenas tenía cuatro años y su padre trabajaba todo el tiempo,
dejando su cuidado a la niñera de turno. Recordando la dureza de algunas, sus
ojos se tornaban lagrimosos y se sonrojaba al evitar hablar del tema.
—No
creo necesario casarme con alguien para demostrar mi amor por ella.
—Siempre
he soñado con casarme en una capilla pequeña, llena de flores y colocar esa
foto en la sala de nuestra casa sobre la chimenea.
—Eso
suena a cuento de hadas o película romántica de sábado por la tarde.
—No
hablo de hacerlo ya, pero tú ni siquiera consideras la posibilidad.
Esa
y otras diferencias, iban poco a poco derrumbando el sueño de estar juntos.
Esteban era en realidad un conquistador innato, le encantaba el juego de la
seducción, en su celular aparecían mensajes esporádicos de otras chicas, según
él solo eran amigas, pero su deseo de aventura y diversión contrarrestaba las
ilusiones de Mary; forjando un muro, cuyas piedras, una a una los separaba más.
Sospechar de una infidelidad fue el acabose para ella y sin dar lugar a
contemplaciones decidió echar todo por la borda, terminando esta relación; al
principio trató de manejar las cosas en la oficina pero el ambiente se tornó
insostenible, el joven amable y cordial se volvió pedante y altanero, ella por
su parte sufría y lloraba a escondidas al verlo coquetear a propósito con otras
mujeres y divertirse con ellas cada semana, parecía haberse transformado en un
ser dispuesto a convertir su vida en un infierno de celos y decepciones.
—Lo
siento, jefe, lo he pensado mucho y debo irme de este lugar.
—Conoces
los estatutos de la empresa. Las relaciones amorosas no son permitidas, ahora
no solo pierdo a una de mis mejores empleadas, sino tu ascenso se ve frustrado
por esta situación.
—Lo
sé y lo asumo, mas debo salir; cuanto antes mejor. Esteban parece odiarme y
hace todo por molestarme, además no puedo seguir así sufriendo por un amor
perdido.
—Hablaré
con mis amigos y veré que puedo hacer por ti, para ayudarte a encontrar pronto
un nuevo empleo, no deseo verte hundida en la depresión; te aprecio y sé cuan
valiosa eres como mujer y profesional.
—Gracias,
ya he enviado varias hojas de vida y espero respuesta, me ayudaría mucho tu
recomendación; por favor no le hables a nadie aún acerca de mi salida
repentina. No quiero comentarios malintencionados.
Al
salir de esta oficina, se sentía hecha pedazos, solo miraba el largo pasillo y
luego los escritorios de las personas a quienes por años se había acostumbrado.
Todo parecía venirse encima, una semana más sería interminable para ella, no
obstante, era necesario para dejar en orden su puesto y entregar todo a su
reemplazo. Ese viernes se quedó un poco más de las seis, el lunes no vendría a
trabajar y el rumor era inevitable, sin embargo ella prefería mantenerse
hermética; no quería despedidas ni lágrimas al dejarlo todo.
—Al
parecer, Mary nos deja. ¿Sabías algo, Esteban?; —Maribel se atrevió a romper el
silencio.
—No.
Aunque si es su decisión. La respeto.
—¿No
te importa acaso?
—Me
importa mi trabajo y no tengo más nada que decir, cada uno maneja su vida como
se le antoje.
—Lástima,
realmente creí que se amaban y me encantaban como pareja, pero mira tú... lo
engañoso del corazón. —comentó con sarcasmo la joven, en realidad quien le
habló de frente acerca del incidente.
A
él parecía no afectarle la situación y mantenía una actitud cerrada frente a
los demás, el tema se volvió intocable y con los días las cosas tornaron a la
normalidad. Mary ya había dejado su puesto y Esteban continuaba su vida ajeno a
los comentarios, aunque entre sus compañeros se oían rumores de su sufrimiento
silencioso; bebía los fines de semana y salía con varias mujeres, nada en serio
obvio, solo trataba de borrar el recuerdo de alguien que marcó su vida.
Mary
ya hacía seis meses trabajaba en una prestigiosa fábrica de bordados, al otro
lado de la ciudad. Su carisma e inteligencia le ayudaron a ubicarse pronto en
un buen cargo, con mejor salario. Encargada de la oficina de personal de madres
cabeza de hogar cuyo valioso trabajo era bordar a mano finas prendas
distribuidas muy bien en toda Colombia y en el extranjero; allí conoció a
Rafael, un prestigioso comerciante, cliente número uno y divorciado hace varios
años; al verla quedó preso de su sencillez y belleza genuina.
—Eres
encantadoramente hermosa, Mary; una mujer como tú siempre deja un buen aroma al
pasar.
—Siempre
tan galante y amable, Rafael; ¿cómo puede un hombre así, estar divorciado?
—Bueno,
no a todas las mujeres les gusta que las traten bien, algunas prefieren a los
fanfarrones.
Todo
tembló en su interior. Tal vez ella en el fondo era una de esas, no lograba
olvidar a Esteban y cada día era más triste su soledad; aun así, la insistencia
de Rafael logró abrir una ventana en su alma y tres meses más tarde
formalizaron una relación de noviazgo con intenciones de matrimonio. Él pasaba
los cuarenta años y deseaba restablecer un hogar, ella diez años menor, mas
parecía llenar todas sus expectativas; le encantaba mimarla y era su centro de
atención. Un año después las cosas estaban listas para casarse, todo se daba
tan natural entre ellos, empero, el corazón de Mary no estaba del todo
convencido y le dolía no sentir lo mismo por este maravilloso ser, insistente
en tratarla como una reina. Y la frase: «Algunas prefieren a los fanfarrones»
seguía dando vueltas en su cabeza.
Una
mañana antes de ir a la oficina, decidió buscar a Ezequiel, su antiguo profesor
y entrañable amigo de la universidad; este reconocido psicólogo, había sido en numerosas
ocasiones su confidente. Hace tanto no lo veía, pero sabía donde encontrarlo y
debía consultarle el sentimiento de inseguridad que la embargaba ante un paso
tan definitivo. De pie frente a ese elegante edificio, pensaba mil cosas antes
de entrar y anunciarse con la recepcionista, la misma dama seguía ocupando ese
cargo desde hace varios años. Usaba lentes grandes y tras el escritorio de
madera sonreía amablemente a todos los pacientes. Nada había cambiado en la
última década, la decoración parecía conservarse con el paso del tiempo;
todavía estaba ese hermoso mural abstracto, dibujando rostros femeninos de
distintas edades.
—Buenos
días. Tu secretaria me permitió pasar porque no estabas ocupado aún. ¡Ojalá la
primera consulta te traiga suerte!
—¡Oh,
muñeca!; qué bueno verte, no podía empezar mejor hoy. Pasa, este café sabe
mejor con tu compañía.
Se
abrazaron como los grandes amigos de otros tiempos. Ella estaba emocionada de
encontrarlo; sabía que solo con él podría hablar de todo y su ayuda sería
fundamental para desenredar el nudo tejido en su cabeza.
—La
verdad, necesito una vez más de tu sabiduría. Han pasado los años y sigo siendo
la misma niña perdida enamorada del amor como solías llamarme; estoy en la
puerta de la iglesia mirando a un hombre maravilloso esperando por mí en el
altar y no me atrevo a entrar.
—Suele
pasar —comentó sonriendo—. Eres de esas chicas cuya alma es tan sincera que sin
importar quien es el príncipe, su corazón ya es un castillo.
Empezó
de esta manera a contarle su historia fallida con Esteban y como había conocido
a Rafael, lo quería, era un buen hombre, mas no lograba olvidar a un fanfarrón
que se había escondido en su castillo y no hallaba la forma de sacarlo.
Durante
varias semanas ella lo visitó y él fue descubriendo al personaje del cual ella
tanto hablaba; era uno de sus nuevos pacientes. Esteban había buscado su ayuda
profesional porque estaba desesperado, había perdido al amor de su vida por su
inmadurez y orgullo; hoy se encontraba sumergido en la tristeza, el alcohol y
la promiscuidad; mas nada de esto lo hacía feliz. Hace meses no sabía nada de
Mary, aunque su soledad seguía llamándola a gritos, sin embargo la odiaba por
haberlo dejado sin ninguna consideración.
Y
cuando para ayudar a un amigo debes romper algunas reglas, empiezas a
preguntarte: Si acaso avanzar en contravía, algunas veces puede hacerte
regresar al punto donde te perdiste y encontrar la salida.
—Mi
niña, debo contarte algo: tu adorado tormento es uno de mis pacientes más
complicados, este es el típico caso del «Síndrome del niño huérfano». Esteban
llegó hace meses a este consultorio destrozado en realidad, padece de una de
las afecciones más dolorosas que puede sufrir el ser humano, perder a su madre
a temprana edad y crecer bajo el cuidado de personas duras interesadas nada más
en el pago, lo convirtió en un niño inseguro, triste y con miedo a amar. Estos
individuos temen querer a alguien y perderlo o ser abandonados, eso los ahoga
en un mundo de inseguridades y terminan alejando a todo aquel que se acerque
demasiado por la aprensión de terminar solos otra vez.
—¿No es contradictorio, Ezequiel?; no puedes
amar a alguien y alejarlo de tu lado por miedo a perderlo —Mary no podía salir
de su asombro—. Es increíble. Su sufrimiento es producto de una propia conducta
malsana.
—Así
es, mi niña, y si lo amas debes tomar una decisión definitiva y reorientar tu
rumbo; o inicias un nuevo camino con Rafael y te resignas a una buena vida así
no lo ames, o luchas de manera desesperada por salvarlo y convertir su vida en
un hermoso jardín donde tú siembres, cuides y haga florecer los más bellos
sentimientos.
—¿Cómo
puedo hacer eso si él me rechaza?
—No
es un trabajo fácil, pero no hay piedra tan dura, la cual una gota insistente
de agua no pueda penetrar.
—Eso
lo decía él.
—Lo
sé. Hablaba por él, no por ti.
—Lo
amo y quiero luchar por él. Dime qué debo hacer y ayúdanos por favor.
Las
siguientes semanas no fueron nada fácil, terminar con Rafael era de las cosas
más complicadas; no quería dañar a quien le había ofrecido su amor
incondicional, no obstante, continuar era asegurarle otro fracaso y romper el
compromiso era también partirle el corazón en mil pedazos.
Mientras,
Ezequiel preparaba a Esteban para el encuentro inesperado con Mary, varias
sesiones las dedicaron a hablar de sus traumas de infancia y su inseguridad
disfrazada de indiferencia y deseos de libertad.
—Debes
aceptar tu amor por ella y anhelar su regreso. Esta vez dispuesto a dejarte
amar sin miedo a perderla, todos debemos enfrentar este sentimiento viviendo
con él, nadie es eterno y algún día se puede ir para siempre; aun si ocurriese,
no podemos negarnos la posibilidad de disfrutar a plenitud su presencia.
Y
para Mary el consejo era diferente, parecía absurdo y la idea era alocada.
Ezequiel le dijo: «Tu amor por él debe ser como el amor de una madre». Los ojos
de Mary expresaban su asombro, no comprendía las palabras escuchadas, no era un
hijo precisamente a quien andaba buscando sino a un hombre para amar y ser
amada.
—Lo
que trato de decir es: Debes convertirte en el único ser indispensable para su
corazón de niño. Esteban no pudo disfrutar el más puro sentimiento
experimentado por una persona, nadie te ama como lo hace una mamá, de manera
tan incondicional y sacrificada, puedes encontrar muchas mujeres en tu vida,
pero, terminarás al lado de quien te recuerde a tu madre, te acepte como eres y
viva para hacerte feliz. Los hombres somos más frágiles de lo aparentado y si
logras reconstruir en él esa imagen del amor más fiel y verdadero que pueda existir,
lograrás hacerlo permanecer a tu lado como un gatito abandonado en busca de un
hogar donde pasar cada noche fría.
—Sin
duda, es asombroso oírte hablar así, y en el fondo te creo; el amor de una
madre desmorona el más duro de los caparazones, solo frente a mamá eres tú, sin
mentiras porque: «¿Quién te conoce mejor
que mamá?».
—Aguarda
un poco y recuerda, no es un trabajo fácil. «¿Quién sufre más por ti que mamá?».
Ese
día llegó. En ese consultorio eran dos los pacientes quienes al reencuentro, no
pudieron evitar abrazarse y llorar, terminaron mezclando sus lágrimas con el
más dulce beso jamás sentido en sus bocas.
Sin
la ayuda de Ezequiel nada de esto habría sido posible, lo había hecho una vez
más, convencer a dos corazones de empezar de nuevo sin afanes, sin condiciones,
solo dispuestos a dar amor, no fue tarea fácil. Sin embargo al salir de allí,
sus palabras para ellos fueron: «Si viven sus vidas para hacer feliz al otro,
terminarán siendo felices los dos porque solo cosechamos aquello que sembramos».
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