martes, 24 de enero de 2017

Como el amor de una madre

Maira Delgado


Mary se enamoró de Esteban el mismo día que lo vio entrar a su oficina. En una casona vieja, cuyas habitaciones habían sido restauradas por don Francisco después de heredarla de sus padres, los señores Rodríguez; en pequeños cubículos trabajaban un número de once personas con diferentes cargos administrativos. El apuesto joven de facciones delicadas y sonrisa cautivadora sería el nuevo supervisor del área de recursos humanos, una cara fresca en estas cuatro paredes. Allí, varios funcionarios se encargaban de todo lo relacionado con la contratación en la fábrica textil más importante de Ríonegro, ubicada desde hace muchos años en el centro de la ciudad.

Su conexión inmediata los llevó a convertirse en excelentes compañeros de trabajo. Él sería su llave en la organización de documentos de los empleados y su seguridad social. El sitio se prestaba para la camaradería; sus espacios adaptados de una manera moderna le ofrecían a cada trabajador un escritorio, un computador y una silla separada de su compañero por un vidrio que hacía las veces de pared. De esta manera pasaban muchas horas juntos, salían a almorzar al restaurante de la esquina, atendido por su propietario y sin ser un lugar lujoso, ofrecía a sus clientes un menú variado y la excelente sazón de Manuel, el cocinero; experto en salsas y ensaladas. Algunas veces continuaban de largo hasta las cinco, y luego salían a cenar con otros amigos hablando de temas variados, siempre divertidos. Esto resultaba encantador para Mary: poder reírse sin parar mientras permanecía a su lado.

—Cuando estoy contigo, me río demasiado.

—¿Y eso te encanta?

—Me hace sentir bien, eres muy divertido.

—¿Es solo eso, o quieres negarme que te gusto? —Esteban no desaprovechaba oportunidad para coquetearle.

—Y presumido a la vez, eres un personaje; lo acepto. Pero un «No» rotundo a las relaciones en la empresa.

—Siempre tan cortante, eso me fascina. Debes hacerlo para seducirme, vamos a ver cuánto te aguanta  la fortaleza, no hay piedra tan dura que una insistente gota de agua no penetre.

—No apuestes. Hablo en serio.

—No aseveres. Hablo en serio.

La amistad avanzó a un flirteo y poco a poco se transformó en una relación amorosa, la cual los llevó a casi vivir juntos varios meses, algunas veces en la pequeña y acogedora casa pagada con esfuerzo por Mary, decorada de manera sobria como se caracterizaba su dueña. Los fines de semana solían ir al apartamento de Esteban, un espacio más moderno y con el toque descomplicado del hombre. Dormir juntos se les hizo costumbre, además de cocinar, salir a trotar antes de ir al trabajo o disfrutar pequeños viajes fue parte de su itinerario romántico.

Esto se repitió durante seis meses, mientras a ella le picó el bicho del compromiso y él se tornó resbaladizo; conocerlo más a fondo fue descubrir a un joven inmaduro, inseguro, a quien la vida no había tratado muy bien. Su madre falleció cuando apenas tenía cuatro años y su padre trabajaba todo el tiempo, dejando su cuidado a la niñera de turno. Recordando la dureza de algunas, sus ojos se tornaban lagrimosos y se sonrojaba al evitar hablar del tema.

—No creo necesario casarme con alguien para demostrar mi amor por ella.

—Siempre he soñado con casarme en una capilla pequeña, llena de flores y colocar esa foto en la sala de nuestra casa sobre la chimenea.

—Eso suena a cuento de hadas o película romántica de sábado por la tarde.

—No hablo de hacerlo ya, pero tú ni siquiera consideras la posibilidad.

Esa y otras diferencias, iban poco a poco derrumbando el sueño de estar juntos. Esteban era en realidad un conquistador innato, le encantaba el juego de la seducción, en su celular aparecían mensajes esporádicos de otras chicas, según él solo eran amigas, pero su deseo de aventura y diversión contrarrestaba las ilusiones de Mary; forjando un muro, cuyas piedras, una a una los separaba más. Sospechar de una infidelidad fue el acabose para ella y sin dar lugar a contemplaciones decidió echar todo por la borda, terminando esta relación; al principio trató de manejar las cosas en la oficina pero el ambiente se tornó insostenible, el joven amable y cordial se volvió pedante y altanero, ella por su parte sufría y lloraba a escondidas al verlo coquetear a propósito con otras mujeres y divertirse con ellas cada semana, parecía haberse transformado en un ser dispuesto a convertir su vida en un infierno de celos y decepciones.

—Lo siento, jefe, lo he pensado mucho y debo irme de este lugar.

—Conoces los estatutos de la empresa. Las relaciones amorosas no son permitidas, ahora no solo pierdo a una de mis mejores empleadas, sino tu ascenso se ve frustrado por esta situación.

—Lo sé y lo asumo, mas debo salir; cuanto antes mejor. Esteban parece odiarme y hace todo por molestarme, además no puedo seguir así sufriendo por un amor perdido.

—Hablaré con mis amigos y veré que puedo hacer por ti, para ayudarte a encontrar pronto un nuevo empleo, no deseo verte hundida en la depresión; te aprecio y sé cuan valiosa eres como mujer y profesional.

—Gracias, ya he enviado varias hojas de vida y espero respuesta, me ayudaría mucho tu recomendación; por favor no le hables a nadie aún acerca de mi salida repentina. No quiero comentarios malintencionados.

Al salir de esta oficina, se sentía hecha pedazos, solo miraba el largo pasillo y luego los escritorios de las personas a quienes por años se había acostumbrado. Todo parecía venirse encima, una semana más sería interminable para ella, no obstante, era necesario para dejar en orden su puesto y entregar todo a su reemplazo. Ese viernes se quedó un poco más de las seis, el lunes no vendría a trabajar y el rumor era inevitable, sin embargo ella prefería mantenerse hermética; no quería despedidas ni lágrimas al dejarlo todo.

—Al parecer, Mary nos deja. ¿Sabías algo, Esteban?; —Maribel se atrevió a romper el silencio.

—No. Aunque si es su decisión. La respeto.

—¿No te importa acaso?

—Me importa mi trabajo y no tengo más nada que decir, cada uno maneja su vida como se le antoje.

—Lástima, realmente creí que se amaban y me encantaban como pareja, pero mira tú... lo engañoso del corazón. —comentó con sarcasmo la joven, en realidad quien le habló de frente acerca del incidente.

A él parecía no afectarle la situación y mantenía una actitud cerrada frente a los demás, el tema se volvió intocable y con los días las cosas tornaron a la normalidad. Mary ya había dejado su puesto y Esteban continuaba su vida ajeno a los comentarios, aunque entre sus compañeros se oían rumores de su sufrimiento silencioso; bebía los fines de semana y salía con varias mujeres, nada en serio obvio, solo trataba de borrar el recuerdo de alguien que marcó su vida.

Mary ya hacía seis meses trabajaba en una prestigiosa fábrica de bordados, al otro lado de la ciudad. Su carisma e inteligencia le ayudaron a ubicarse pronto en un buen cargo, con mejor salario. Encargada de la oficina de personal de madres cabeza de hogar cuyo valioso trabajo era bordar a mano finas prendas distribuidas muy bien en toda Colombia y en el extranjero; allí conoció a Rafael, un prestigioso comerciante, cliente número uno y divorciado hace varios años; al verla quedó preso de su sencillez y belleza genuina.

—Eres encantadoramente hermosa, Mary; una mujer como tú siempre deja un buen aroma al pasar.

—Siempre tan galante y amable, Rafael; ¿cómo puede un hombre así, estar divorciado?

—Bueno, no a todas las mujeres les gusta que las traten bien, algunas prefieren a los fanfarrones.

Todo tembló en su interior. Tal vez ella en el fondo era una de esas, no lograba olvidar a Esteban y cada día era más triste su soledad; aun así, la insistencia de Rafael logró abrir una ventana en su alma y tres meses más tarde formalizaron una relación de noviazgo con intenciones de matrimonio. Él pasaba los cuarenta años y deseaba restablecer un hogar, ella diez años menor, mas parecía llenar todas sus expectativas; le encantaba mimarla y era su centro de atención. Un año después las cosas estaban listas para casarse, todo se daba tan natural entre ellos, empero, el corazón de Mary no estaba del todo convencido y le dolía no sentir lo mismo por este maravilloso ser, insistente en tratarla como una reina. Y la frase: «Algunas prefieren a los fanfarrones» seguía dando vueltas en su cabeza.

Una mañana antes de ir a la oficina, decidió buscar a Ezequiel, su antiguo profesor y entrañable amigo de la universidad; este reconocido psicólogo, había sido en numerosas ocasiones su confidente. Hace tanto no lo veía, pero sabía donde encontrarlo y debía consultarle el sentimiento de inseguridad que la embargaba ante un paso tan definitivo. De pie frente a ese elegante edificio, pensaba mil cosas antes de entrar y anunciarse con la recepcionista, la misma dama seguía ocupando ese cargo desde hace varios años. Usaba lentes grandes y tras el escritorio de madera sonreía amablemente a todos los pacientes. Nada había cambiado en la última década, la decoración parecía conservarse con el paso del tiempo; todavía estaba ese hermoso mural abstracto, dibujando rostros femeninos de distintas edades.

—Buenos días. Tu secretaria me permitió pasar porque no estabas ocupado aún. ¡Ojalá la primera consulta te traiga suerte!

—¡Oh, muñeca!; qué bueno verte, no podía empezar mejor hoy. Pasa, este café sabe mejor con tu compañía.

Se abrazaron como los grandes amigos de otros tiempos. Ella estaba emocionada de encontrarlo; sabía que solo con él podría hablar de todo y su ayuda sería fundamental para desenredar el nudo tejido en su cabeza.

—La verdad, necesito una vez más de tu sabiduría. Han pasado los años y sigo siendo la misma niña perdida enamorada del amor como solías llamarme; estoy en la puerta de la iglesia mirando a un hombre maravilloso esperando por mí en el altar y no me atrevo a entrar.

—Suele pasar —comentó sonriendo—. Eres de esas chicas cuya alma es tan sincera que sin importar quien es el príncipe, su corazón ya es un castillo.

Empezó de esta manera a contarle su historia fallida con Esteban y como había conocido a Rafael, lo quería, era un buen hombre, mas no lograba olvidar a un fanfarrón que se había escondido en su castillo y no hallaba la forma de sacarlo.

Durante varias semanas ella lo visitó y él fue descubriendo al personaje del cual ella tanto hablaba; era uno de sus nuevos pacientes. Esteban había buscado su ayuda profesional porque estaba desesperado, había perdido al amor de su vida por su inmadurez y orgullo; hoy se encontraba sumergido en la tristeza, el alcohol y la promiscuidad; mas nada de esto lo hacía feliz. Hace meses no sabía nada de Mary, aunque su soledad seguía llamándola a gritos, sin embargo la odiaba por haberlo dejado sin ninguna consideración.

Y cuando para ayudar a un amigo debes romper algunas reglas, empiezas a preguntarte: Si acaso avanzar en contravía, algunas veces puede hacerte regresar al punto donde te perdiste y encontrar la salida.

—Mi niña, debo contarte algo: tu adorado tormento es uno de mis pacientes más complicados, este es el típico caso del «Síndrome del niño huérfano». Esteban llegó hace meses a este consultorio destrozado en realidad, padece de una de las afecciones más dolorosas que puede sufrir el ser humano, perder a su madre a temprana edad y crecer bajo el cuidado de personas duras interesadas nada más en el pago, lo convirtió en un niño inseguro, triste y con miedo a amar. Estos individuos temen querer a alguien y perderlo o ser abandonados, eso los ahoga en un mundo de inseguridades y terminan alejando a todo aquel que se acerque demasiado por la aprensión de terminar solos otra vez.

 —¿No es contradictorio, Ezequiel?; no puedes amar a alguien y alejarlo de tu lado por miedo a perderlo —Mary no podía salir de su asombro—. Es increíble. Su sufrimiento es producto de una propia conducta malsana.

—Así es, mi niña, y si lo amas debes tomar una decisión definitiva y reorientar tu rumbo; o inicias un nuevo camino con Rafael y te resignas a una buena vida así no lo ames, o luchas de manera desesperada por salvarlo y convertir su vida en un hermoso jardín donde tú siembres, cuides y haga florecer los más bellos sentimientos.

—¿Cómo puedo hacer eso si él me rechaza?

—No es un trabajo fácil, pero no hay piedra tan dura, la cual una gota insistente de agua no pueda penetrar.

—Eso lo decía él.

—Lo sé. Hablaba por él, no por ti.

—Lo amo y quiero luchar por él. Dime qué debo hacer y ayúdanos por favor.

Las siguientes semanas no fueron nada fácil, terminar con Rafael era de las cosas más complicadas; no quería dañar a quien le había ofrecido su amor incondicional, no obstante, continuar era asegurarle otro fracaso y romper el compromiso era también partirle el corazón en mil pedazos.

Mientras, Ezequiel preparaba a Esteban para el encuentro inesperado con Mary, varias sesiones las dedicaron a hablar de sus traumas de infancia y su inseguridad disfrazada de indiferencia y deseos de libertad.

—Debes aceptar tu amor por ella y anhelar su regreso. Esta vez dispuesto a dejarte amar sin miedo a perderla, todos debemos enfrentar este sentimiento viviendo con él, nadie es eterno y algún día se puede ir para siempre; aun si ocurriese, no podemos negarnos la posibilidad de disfrutar a plenitud su presencia.

Y para Mary el consejo era diferente, parecía absurdo y la idea era alocada. Ezequiel le dijo: «Tu amor por él debe ser como el amor de una madre». Los ojos de Mary expresaban su asombro, no comprendía las palabras escuchadas, no era un hijo precisamente a quien andaba buscando sino a un hombre para amar y ser amada.

—Lo que trato de decir es: Debes convertirte en el único ser indispensable para su corazón de niño. Esteban no pudo disfrutar el más puro sentimiento experimentado por una persona, nadie te ama como lo hace una mamá, de manera tan incondicional y sacrificada, puedes encontrar muchas mujeres en tu vida, pero, terminarás al lado de quien te recuerde a tu madre, te acepte como eres y viva para hacerte feliz. Los hombres somos más frágiles de lo aparentado y si logras reconstruir en él esa imagen del amor más fiel y verdadero que pueda existir, lograrás hacerlo permanecer a tu lado como un gatito abandonado en busca de un hogar donde pasar cada noche fría.

—Sin duda, es asombroso oírte hablar así, y en el fondo te creo; el amor de una madre desmorona el más duro de los caparazones, solo frente a mamá eres tú, sin mentiras porque: «¿Quién te conoce mejor que mamá?».

—Aguarda un poco y recuerda, no es un trabajo fácil. «¿Quién sufre más por ti que mamá?».

Ese día llegó. En ese consultorio eran dos los pacientes quienes al reencuentro, no pudieron evitar abrazarse y llorar, terminaron mezclando sus lágrimas con el más dulce beso jamás sentido en sus bocas.

Sin la ayuda de Ezequiel nada de esto habría sido posible, lo había hecho una vez más, convencer a dos corazones de empezar de nuevo sin afanes, sin condiciones, solo dispuestos a dar amor, no fue tarea fácil. Sin embargo al salir de allí, sus palabras para ellos fueron: «Si viven sus vidas para hacer feliz al otro, terminarán siendo felices los dos porque solo cosechamos aquello que sembramos».

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