lunes, 29 de febrero de 2016

La heredera

Frank Oviedo Carmona


Cuatro años han pasado desde la muerte de Marco; y su viuda, Victoria Linares, estaba participando de la ceremonia religiosa por el aniversario de su partida. Ella era de mediana estatura, delgada, cintura pequeña, ojos grandes y marrones y tenía un largo cabello ondeado; le gustaban los colores claros pero no los usaba desde la muerte de su esposo. 

Antes de que salgan los invitados, Victoria se acercó a la puerta de la iglesia con Martha, su madre y la prima Rebeca, que siempre habían estado acompañándola en sus peores momentos; le decía que con el tiempo se volvería a enamorar; a lo que Victoria respondía que no creía que eso sucediera. Una vez que los invitados se despidieron, Victoria acompañó a Martha de regreso a casa; su vivienda estaba ubicada en la Avenida Salaverry; en una esquina rodeada por un muro de aproximadamente dos metros de alto, pintada de color rosado, ventanas a doble hoja, una con  vidrio y la otra de madera. A unos treinta metros se encontraba la vivienda de Victoria de tres pisos con techo a dos aguas y piso de losetas. A los extremos había palmeras de diferentes alturas y un rosal.  

Durante el camino a casa, Victoria pensaba en el temor que le causaba la considerable herencia que le había dejado su esposo y en las palabras de su prima Rebeca. 

–Si me vuelvo a enamorar, ¿cómo saber que me ama verdaderamente o solo quiere mi dinero? Creo que estoy pensando demasiado, además de acá a que vuelva a amar a alguien como a Marco, pasará tiempo; trataré de pensar más en mí porque eso es lo que hubiera querido él. 

Llegó a casa, la empleada le había preparado un baño tibio y una taza de té  con miel para conciliar el sueño. Algunas horas durmió y despertó temprano con el pulso acelerado por una pesadilla, quizás la ceremonia le trajo recuerdos. Se levantó, cogió su bata color turquesa de la banqueta, para cubrirse, se puso sus pantuflas del mismo tono que la bata, caminó haciendo crujir el piso que era de tablones de madera en dirección a la mampara de su dormitorio, tomó asiento en la terraza y cruzó sus brazos para protegerse del frío que hacía en el jardín. Contempló el rosal que su esposo sembró para ella con amor e inhaló el infaltable aroma a jazmín rosado que el viento esparcía por toda la casa. Victoria no sabía si dejar pasar esta nostalgia que sentía, seguir su vida y ser feliz. Pero estaba segura que su esposo así lo hubiera querido ya que cuatro años de luto eran suficientes. 

–La sentí caminar,  señora, como ya está aclarando y hace frío, le traje café y jugo de naranja. 

–Gracias María, este cielo de Lima nunca está celeste, siempre gris.

–Sí, señora Victoria, pero no se ponga triste por el clima, disfrute su café caliente, las rosas y el olor a jazmín; mire el cielo, está llenándose de nubes que parecen algodón y el aire nos acaricia suavemente el rostro.

–María, te has levantado toda una poetisa.

Ambas sonrieron.

–Al menos logré sacarle una sonrisa, señora.

Victoria le agradeció por su apoyo incondicional de tantos años y le dijo que para ella, era como una segunda madre.

En el transcurso de la mañana, después de realizar algunos quehaceres, llamó su prima Rebeca para invitarla a una fiesta en una casona de Barranco.

–¿De quién es cumpleaños, Rebeca?

–No es cumpleaños, es una bienvenida a mi primo Julián que no lo he visto en años, estará en Lima por unos meses por motivos de trabajo,  he hablado por whatsapp con él y me comentó que viene con un amigo Renzo, es peruano, ha vivido muchos años en Italia,  pero regresa para quedarse, dice extrañar sus raíces. 

–¿Es soltero?  –Preguntó con una sonrisa pícara.

–¿Renzo? Sí, es soltero, de apellido Almeida, guapo, elegante y adinerado; así me han comentado, lo tiene todo y se echó a reír.

Ella aceptó ir a la reunión, había pensado en lo que le dijo Rebeca, pero tenía miedo, todos la conocían y sabían de su fortuna.

Rebeca, Victoria y su madre llegaron a la reunión de bienvenida de Julián y Renzo. Al entrar, fueron recibidas por una anfitriona, quien las condujo, cruzando un salón de estar, a una amplia habitación, con altas ventanas, muebles en terciopelo rojo y otros de color azul. Cerca de la ventana estaba el bufet adornado con rosas amarillas en floreros largos de cristal, ensaladas variadas, salmón rostizado y papas horneadas. Al costado se encontraban Julián y Renzo. Victoria se detuvo y pidió permiso para ir a los servicios higiénicos. 

–Renzo, deberías de sentar cabeza, todo el tiempo no vas a seguir siendo joven y don Juan, te vas a quedar solo o te descubrirán y meterán preso, tú sabes a lo que  me refiero. Además deseas tener una familia, no quieres que sea igual a la tuya donde tu mamá engañó a tu padre y los abandonó.

–¡Sí! tienes razón Julián. ¡Por qué crees que he venido a Perú! Quiero conocer a la mujer de mi vida, enamorarme de verdad, trabajar y tener una familia. Quizás el cariño de mi madre me hizo falta para tener seguridad en mí. Después de todas las mujeres que he conocido y que he dejado sin ningún motivo haciéndolas sufrir, creo que ya es tiempo de que madure. 

Julián se refería a que lo habían acusado de sospechoso de fraude en un negocio que formó con su novia, en la que ella invirtió una fuerte suma de dinero y nunca vio las ganancias ni recuperó la inversión.  A tal grado fue que la novia le puso una denuncia por estafa pero como no hubo pruebas ya que por la confianza que había no se firmaron algunos documentos; por esta razón, se cerró el caso. 

–Ojalá sea verdad lo que dices, aunque me cuesta creerte.

–¡Por favor Julián créeme es verdad lo que te digo! Además no pudieron probar que hubo estafa; simplemente, el negocio no salió.

–Ya, está bien, sabes que en el poco tiempo que te conozco te he cogido aprecio.

Mientras conversaba, Renzo percibió un aroma suave y fresco, giró hacia atrás  dejando a Julián hablando solo y vio a Victoria; ella vestía un traje color negro con escote en v y sin mangas; un collar dorado y pendientes tipo lágrimas; cabello suelto recogido a los lados que se movía suavemente al caminar.

Julián dio una palmada a Renzo en el hombro.

–No puedes con tu genio.

–¿Quién es esa mujer tan bella?

En ese preciso momento fue interrumpido por su prima Rebeca y la madre de Victoria. Luego de las presentaciones respectivas y de conversar por unos momentos, Renzo pidió permiso y se retiró para tomar una copa.

Mientras se servía, vio caminar de espaldas a Victoria que buscaba a su prima. Renzo  le dio el alcance y se presentó.

–¡Buenas noches! Mi nombre es Renzo, Renzo de Almeida. Si busca a Rebeca yo la conduzco.

–¡Oh!, gracias por la amabilidad.

Victoria se quedó sorprendida al verlo cómo la miraba, sus grandes ojos azules parecían hipnotizarla. Él se disculpó explicándole que su belleza lo había dejado sin habla. 
Avergonzada y con una mueca de sonrisa, dijo.

–Soy Victoria, viuda de Fernández.

–Cualquier hombre que la viera sonreír, saldría corriendo de alegría o se quedaría contemplándola hasta que se marchase.

Victoria volvió a sonrojarse, agradeció sus palabras e inmediatamente fue interrumpida por su prima Rebeca y Julián.

–Veo que ya se conocen – dijo Julián.

–Renzo ha sido muy amable, ofreció llevarme donde ustedes.

Seguro que te ha alagado porque Renzo, además de ser un joven encantador, solo supera su atractivo físico, con el don de las palabras precisas que posee.

Todos rieron y siguieron conversando hasta la media noche.

Desde ese momento Renzo quedó encantado con Victoria y ella igual; continuaron conversando por teléfono durante varias semanas, ya que Victoria rechazaba la invitación a cenar que constantemente él le hacía; hasta que terminó accediendo.

Las cenas, paseos al bulevar de Barranco, teatros, cine y tours para conocer Lima se hicieron frecuentes.

Tanto es así que Renzo le declaró su amor, ella respondió que lo pensaría y que lo antes posible le daría una respuesta. Él no entendía qué era lo que necesitaba pensar, pero igual esperó la respuesta. 

En el transcurso de los días, Victoria conversó con Rebeca.

–Me dijo que me amaba, me sonrió dulcemente y con ternura, sentí como sus ojos me acariciaban  y no dejaba de mirarme sin soltarme la mano.

–¿No me digas que te has enamorado de él?

–Sí Rebeca, creo que sí me he enamorado.

–No le digas nada de tu fortuna. Aunque si todas las personas lo saben te aseguro que él también está al tanto.

–No, nada le he dicho, solamente que lo pensaría.

–Entonces, manos a la obra con nuestro plan –dijo Rebeca.

Ambas coincidieron en hacer un trato. Si Victoria decidía casarse, le diría al futuro esposo que no disponía de dinero, que la herencia le sería entregada cuando tenga un hijo y este cumpla los quince años, mientras tanto, solo contaba con una pensión para vivir.

Victoria aceptó a Renzo y todo marchaba bien hasta que pasado unos meses  la relación comenzó a ponerse tensa, ya que en muchas oportunidades Renzo olvidaba la billetera y Victoria era quien pagaba las salidas a cenar o algún perfume caro o ropa que él quería, pero a ella no le molestaba. Victoria se imaginaba que le iba mal en los negocios porque lo sentía preocupado.

Una noche cálida de luna llena en el restaurant Señorío de Sulco, cenando en la terraza con vista al mar. 

–¿Qué te parece el lugar amor? –preguntó Victoria.

–Muy lindo, típico peruano, me encanta todos los adornos incaicos.

De pronto sonó el celular de Renzo, habló unos minutos; después de colgar, se quedó preocupado. 

–¿Qué te sucede amor? Parece que has recibido malas noticias.

–Es sobre un negocio que estoy haciendo y desde ayer estoy esperando el depósito del dinero a mi cuenta y hasta ahora nada de llegar, si no pago, todo mi trabajo será en vano y perderé lo invertido; pero olvídalo estamos juntos y eso es lo importante lo demás puede esperar, encontraré una solución.

–Por favor dime, si me explicas quizás pueda ayudarte.

–No mi reina, con que estés a mi lado ya me estás ayudando.

Victoria lo tomó de la mano y le pidió que la mirara a los ojos.

Él la miró. Ella le dijo que lo amaba y que los dos formaban uno y si necesitaba el dinero, ella se lo prestaba y una vez que se lo depositen, se lo devolvía.

–No, por favor no puedo aceptar, de ninguna manera; esperare a mañana, eso les he dicho. 

–¡Por favor acepta!

Renzo se paró de la mesa, agradeció el gesto, la abrazó e hizo una mueca de sonrisa.

–Eres una mujer maravillosa, qué suerte la mía de haberte conocido, la verdad, otra mujer como tú no creo que haya.

Se retiraron del restaurant, al siguiente día Victoria le hizo la transferencia del dinero.

Julián se enteró del amor que decía sentir Renzo por Victoria.  Pero  debido a sus antecedentes de estafa a otras mujeres, le pareció oportuno que ella supiera toda la verdad. 

Cuando le contó a Victoria que Renzo era un vividor, caza fortunas y  mentiroso, ella se negó a creerlo y se puso a llorar.

–¿Pero, cómo puede ser? Me dijo que me amaba, que el solo mirarme le daba tranquilidad.

Se repetía una y otra vez que no era verdad.

–Es que no imaginan lo dulce que es, no creo que sea un vividor. Si vieran cómo me mira cuando está a mi lado, me creerían.

Cuatro días después, en una tarde gris, Victoria se encontraba sentada en un sofá, en un rincón  de la sala,  con las cortinas cerradas y una luz tenue, que al mirarla de lejos, ella parecía una sombra. 

–Señora Victoria está alimentándose muy poco, déjeme que le prepare un dulce rico para esta tarde fría.

–Gracias María, pero no tengo deseos de comer, tráeme una taza de café por favor. Están equivocados; no creo que Renzo sea capaz de hacer lo que dicen; además no hay ninguna prueba.

– ¿Qué ha pasado? ¿Por qué dice eso?

Victoria  le ordenó que se retire sin dar una respuesta.

Al poco rato, Renzo tocó la puerta. Desde afuera le pedía que lo perdone. 

Victoria se levantó rápidamente para hacerlo entrar mientras que Renzo seguía hablando.

–Perdóname Victoria por favor, es verdad lo que dicen de mí, soy un vividor, un caza fortunas sin escrúpulos. Pero esta vez, estoy perdidamente enamorado de ti,  por eso he vuelto, el dinero en unos días te lo devolveré.

Ella sorprendida de la verdad, redujo la velocidad a la que iba, se tapó la boca con las dos manos y se apoyó en la puerta abriendo los ojos, como si hubiera visto un monstruo sin decir palabra alguna.

Renzo insistió en que lo dejara entrar para explicarle todo, sin tener respuesta de ella.

Se retiró a paso lento, volteando cada cierto tramo para ver si Victoria salía; en vista que no lo hacía, caminó rápido para tomar el bus, sin mirar al cruzar la pista, pensando: 

Caramba, no me ligó el plan, esta mujercita sí que se envalentó y todo por la culpa del tonto de Julián que habló, bueno de todas maneras se enteraría; pero no tan rápido. Aún me rio de la cara de Julián cuando le dije que quería formar una familia, sus ojos me decían que me creía. Sonrió, escucho una bocina, cuando volteo a mirar, era muy tarde, fue atropellado por una camioneta, muriendo instantáneamente. 

Victoria se enteró del accidente de Renzo, no podía creerlo.

Se  encerró en su habitación, no quiso recibir a nadie. 

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