viernes, 5 de febrero de 2016

Detalles en bicicleta

María Elena Rodríguez


Las cosas no cambian,
solamente tu forma de mirarlas

Suena la alarma del móvil, “choir of angels” es el nombre de la melodía que escogió Adela para despertarse. Oír esos amables acordes apenas abre los ojos, es una forma afectuosa de iniciar el día, cualquier día, menos ese. Adela se voltea en la cama y lo desactiva, sin darse cuenta, por el brusco movimiento de su mano, el portarretrato que está junto a la lámpara cae sobre la alfombra. Esa música ahora le parece cursi. No lee mensajes, ni noticias, tampoco entra al Facebook y no da los buenos días a Martín, su novio; llevan tres meses juntos, convinieron en saludarse por wasap apenas se levanten, hoy cree que ese es  un acuerdo ridículo.

¡Qué odio!,  no quiero nada… por lo menos hoy es un día menos de vida…

Quiere volver a dormir, pero su mente está ya despierta y lista  para decirle lo insignificante que es, que nada tiene sentido en su vida, que no importa que sea viernes y que mañana es día de descanso, igual, todo, todo es absurdo, aburrido, y ella,  lo es más.

—Adela buenos días, hija,  ya son las siete —le dice su madre mientras da unos leves golpes en la puerta del dormitorio.

—Ya voy —responde, indiferente, abúlica, algo  adolorida, sin ganas de nada.

Antes de entrar a la ducha, no hace lo que acostumbra, abrir la cortina de su
cuarto y ver ¿de qué color está el día?, ¿para qué? Luego escoge del armario lo primero que encuentra, a su trabajo puede ir vestida de manera informal, no le preocupa lucir bien, le da igual. Nada le motiva a combinar colores de ropa con bisutería, accesorios y  maquillaje, ¿qué sentido tiene? Aunque no sabe que tan luminosa será esa mañana o no, solo se pone en la cara bloqueador solar, de todas formas, con ese rostro pálido y desmejorado, muy poco se puede hacer, ¿y a quién le importa? Así piensa  mientras se mira al espejo antes de salir.

Estoy fatal,  ¡odio mi vida! Dios… ¿hasta cuándo todo esto?

—Buen día Adela, ¿qué quieres de desayuno? —le pregunta su padre, mientras termina de amarrarse el nudo de la corbata.

Ella pasa por el comedor, están en la mesa sus dos hermanos menores,  su padre ya hizo el desayuno para todos, la madre frente al espejo termina de retocarse el maquillaje.

—Buenos, días, no tengo hambre —nos vemos en la noche.

Cuando sus padres quisieron decirle algo más, Adela había dado un sonoro portazo. Todos se miran, nadie dice nada, ¿para qué iniciar discusiones tan temprano?, la madre mueve negativamente la cabeza mientras mira su agenda en el  teléfono celular.

En la calle la temperatura es agradable, rayos de sol discretos, las nubes en el cielo  prometen refrescantes sombras. Subida en el autobús, Adela se sabe insignificante y hasta mediocre. Sentada en el último asiento, se molesta cuando el chófer prende la radio, detesta el estridente reggaetón. Mira displicente a través de la ventana, luego, saca del bolso su teléfono celular.

Martín Love: bella, buen díaaaaa
Martín Love: te quiero preciosa… saliendo a la universidad t mando un beso
Martín Love: despierta dormilona zzzz
Martín Love: Ade andas por ahí?... Ade, Ade, Ade, Ade Adeeeeeee

Su wasap tiene también mensajes de amigas, amigos y grupos a los que pertenece, puro mensajito ñoño —pensó —lleno de llamados a la conciencia.

¡Hipócritas, falsos!

Decide responder con un saludo simple a su novio, cualquier monosílabo. Sus leves dolores del cuerpo se hicieron más agudos. No se siente bien, antes de bajarse en la parada, recuerda que no ha comido todavía.

¿Qué podré comer?, debí haberme llevado una fruta… no… ¡que asco!

Adela, tal vez por sus dieciocho años y su despreocupada forma de actuar, no se fija mucho en los temas de nutrición y salud, si tiene una molestia se auto medica, algo ha oído de que todos los nutrientes y remedios, el cuerpo humano los almacena de forma natural, pero claro, es un conocimiento en el que ella no ha profundizado. Trabaja en una compañía constructora, es la asistente de la división de decoración, como aun no  decide qué carrera estudiar en la universidad, optó por trabajar, además, dos veces por semana sale un poco más temprano de la oficina para ir a clases de inglés.

Su labor consiste en coordinar citas, cotizar productos, materiales, y establecer acuerdos con clientes. En general es buena trabajadora, así lo creen sus jefes, apenas está cuatro meses; la única observación que suelen tener respecto a ella es que tiene una actitud de indiferencia cuando se trata de observar pequeños detalles,  particularidades y minucias que para la decoración de interiores son básicas. 

Adela, identifica bien las gamas de colores verde veronés no es lo mismo que verde arlequín los fondos del brocado para tapizar los muebles son diferentes a los de los cojines no puedes poner un visillo tramado para sala de estar en un dormitorio las alfombras deben tener más nudos no olvides colores fríos y calientes gustos del cliente Adela hay que mimarlo Adela Adela… a mí me da exactamente igual… qué aburrido qué sueño...

—Si claro, lo tomaré en cuenta.

Esas eran las permanentes exigencias de sus jefes, Santiago y Osiris, sofisticados y excéntricos decoradores. Todos esos detalles a Adela le producen pereza, y ese día más, solo al pensar que pronto tendría que hacer recuento de texturas, colores, pesos y demás cosas para iniciar el plan de ornamento de dos departamentos nuevos, sentía que su cabeza iba a estallar del dolor.

¡Absurdo!, ¿para qué tanta tontera?, ¿qué sentido tiene?, ¡tarea de ridículos!

Inmediatamente que llegó a la oficina inició la primera reunión de la mañana, lleva su computadora personal, con desgano se preparó un té. Todos le hablaban, le hacían anotar cosas, le entregaban materiales, ella mira, mira, solo mira…

 Ojalá pudiera morirme, ¿quisiera ver qué harían todos?, ¡no los soporto!

La junta se extendió  hasta las dos de la tarde. No tiene idea de  cómo pudo aguantar tanta estupidez, y sus dolores ahora son más intensos. Habla con Damiano, el mensajero de la empresa, le solicita que le compre un sándwich vegetariano, ese sería su almuerzo. Cuando recibió el pedido  vio que  no estuvo acorde a su gusto, apenas dio un mordisco se enfureció, se contuvo las ganas de insultar a Damiano, enseguida fue al baño, echó la comida al tarro de basura, se miró al espejo indignada, presa de la derrota, rompió en llanto, era demasiado por ese día.

¡Dios mío!, ¿qué  hago?, no soporto esto, ¿qué va a ser de mi vida?

Cuando salió del baño se sintió un poco más relajada, pero de nada le sirvió ese pequeño hálito de esperanza.

—Adela, ¿qué te sucede?, qué mal luces hoy, estás tan pálida —le dijo Osiris.

Adela no respondió, le pareció una impertinencia lo que acababa de oír, sus ojos nuevamente se llenaron de lágrimas. Fue a su escritorio, miró su teléfono celular, encontró llamadas de su madre y su padre, les mandaría un recado breve, se animó a publicar un “estado”, para que todos miraran y así desistan de enviarle mensajes, saludos ridículos.

Ade: EN REUNIÓN TODO EL DÍA… NO MOLESTAR

También le escribió Martín, no leyó lo que él decía, solo se limitó a responderle que está muy ocupada, él ya sabe que cuando están armando proyectos de decoración, ella no tiene tiempo para nada. Le tocó trabajar casi hasta las siete de la noche. Al salir le es difícil encontrar un autobús, hace frío,  Adela se siente desfallecer.

Es horrible vivir en estas circunstancias  y estoy tan sola Dios  tan sola…

Llega a su casa, abre la puerta, la escena familiar  con la que se encuentra es la misma de  la mañana.

—Buenas noches —saluda.

—Adela, pedimos una pizza, vamos a ver una película  —le dice su madre.

 —Estoy muy cansada —responde y se va directamente al dormitorio.

Su madre, antes de terminar de arreglar la mesa para comer, sube a su alcoba y entra al baño para constatar que el botiquín esté correctamente abastecido, siempre lo hace. No molestará a su hija, también está cansada, pero relajada, con emoción de compartir esos momentos con su esposo y sus dos hijos, seguro que al día siguiente Adela hablará con ella, lo sabe.

Adela encuentra su recámara impecable,  lanzó la cartera en el  sofá que está junto a la ventana, se siente rendida, las cortinas están  abiertas y ella no las toca,  no las cerrará, tiene pereza, solo se pone la pijama y se echa a la cama, toma el celular y escribe a Martín.

Ade: día a full de trabajo cansada, mañana te escribo.
Martín Love: muñequita mañana…

No ve el último mensaje que recibe como respuesta, siente dolor en su alma, solo emite un vencido suspiro… la  mañana es  fría  y Adela no puede casi cargar con su propio cuerpo, además el odio y la furia no le estimulan a nada. Llega Martín en un enorme Jepp blanco, ella le espera en una esquina solitaria, hay una minúscula garúa, él le saluda muy cariñoso, ella apenas  responde, además que no escucha bien su propia voz, le parece muy extraño,  él se baja y carga su bicicleta en el carro… ¡claro!, el mensaje que no leyó… sí, los días sábados siempre andan en bicicleta en el Parque Nacional Federal, ahora lo recuerda. Aparecen ya montados, Martin quiere hacer carreras, ella le reclama, empieza a escuchar su propia  voz, ahora   con  un eco defectuoso y distorsionado.

—¡No ves cómo me siento, eres necio, impertinente, déjame en paz!

Parece que Martín tampoco escucha sus palabras, pero no deja de sonreírle. Ahora Adela está sentada al pie de un árbol, tiene frío… Martín no está, ella se impacienta, la suave garúa se vuelve continua, se levanta furiosa y va en busca de su novio, supone que  estará esperándola en el parqueadero a la salida del parque. Llega al lugar y ya no están ni él ni su carro, pero  oye que un motor se enciende, se molesta más, —¿cómo puede ser capaz de hacerme esto? —piensa.

Adela corre, tiene la respiración entrecortada, violenta; el parque está vacío, siente pánico. A lo lejos divisa a un  corpulento hombre, era extraño, vestido de rojo total,  está enmascarado y  sube a una bicicleta roja también, pedalea con fuerza, se dirige  hacia donde está ella. Adela quiere huir pero no puede, llama a Martín,  su voz no le sale, en ese momento, el extraño individuo estando muy cerca  se empieza a elevar e  inflarse hasta quedar del tamaño de un descomunal globo, intempestivamente se  revienta y sobre ella  cae un líquido rojo y viscoso que le cubre todo el cuerpo,  ese  lugar se transforma en  un pantano sanguíneo, burbujeante, Adela se ahoga, antes de hundirse, en su desesperación alcanza a gritar…

—¡Martín, Martín!, ¿dónde estáaaaaaas?

En el cielo aparecen los rostros de Osiris y Santiago, cantan con la melodía de “choir of angels”…

—Recuerda los detaaaaaaaaalles Adela, las gamas del rojooooooo… rojoooooooo…

Sigue sonando “choir of angels”, es día sábado. ¡Qué insólito es todo!,  Adela se despierta y se  da cuenta de que  cayó  en un sueño profundo. Sintió escalofrío y algo extraño entre sus piernas, levanta las cobijas y ve como sus sábanas están manchadas de sangre,  le llegó el período.

—Uf…. siempre me olvido, ya me tocaba, ¡por Dios!, ¡qué descuido!

Otra vez dejó de lado  sus fechas de la menstruación. Hace dos meses fue donde una ginecóloga con su madre, le habló de la importancia de estar pendiente de esos días y tomar en cuenta los signos, hasta le dio unos calendarios para que aprenda a calcular su ciclo. A pesar de  que siente fuertes  dolores en el cuerpo está de mejor ánimo, enseguida toma el celular,  iba a escribir un mensaje pero prefirió llamar a Martín.

—¿Martín?, hola mi vida, ¿cómo estás?

—¡Adela!, por fin,  ¿que pasó contigo?,  ayer no hablamos.

Adela le explica que tuvo demasiado trabajo, y ahora se siente mal, le dijo que no iría a montar bicicleta, está indispuesta.

—Te quiero mucho mi vida —le dijo.

—Yo también—le respondió él y se despidió.

Adela mientras va al baño piensa que ayer trató mal a sus padres y a sus hermanos ni los miró, se merecen una disculpa, hablará con su madre primero.  Le apetece comer algo muy ligero y tal como le había dicho la ginecóloga, tomará las tabletas para el cólico. El mes pasado le sucedió lo mismo y su madre le dijo que tenga en el baño los comprimidos, Adela  no le  hizo caso,  así que ella se los guardó en su botiquín, le pedirá luego.

 Cuando cerró el teléfono, Martín se quedó más tranquilo, ayer llegó a pensar  que esa actitud de Adela  significaría que  ella tal vez no quería  seguir con él, pero no fue así, estaba contento, además, él sabe lo que significa cuando las mujeres dicen que están indispuestas,  no en vano tiene tres hermanas, conoce lo especiales que se ponen en “esos días”, inclusive su madre.  Sube  a su  carro, ya cargó la bicicleta, él sí iría a montar en el parque, le fascina hacer deporte  muy temprano los días sábados, piensa en su novia, realmente se siente enamorado.

Adela vuelve a  la cama y mira el portarretrato  con la  fotografía  en la que está  abrazada junto a Martín. Han pasado alrededor de unos veinte minutos desde que habló con su novio, suspira,  cierra los ojos, se imagina a  él ya en el Parque Nacional Federal, sonríe, está feliz.

Martín está subido en su  bicicleta,  y lo hace a toda velocidad inusual,  está desesperado,  con angustia, presa del  pánico; detrás suyo le persiguen amenazantes cinco corpulentos hombres vestidos de rojo, montados en bicicletas de igual color. El parque está vacío, hay neblina, mientras pedalea con una fuerza salvaje, su corazón late con ímpetu y grita desesperado, nadie, nadie  le escucha…


—… Adelaaaaaa… Aldelaaaaa… Adelaaaaa.

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