miércoles, 26 de abril de 2023

Reseña: «El otoño del patriarca», de Gabriel García Márquez

Bastante se ha escrito sobre la obra de Gabriel García Márquez, sin embargo, El otoño del patriarca es una de sus novelas menos comentadas. Y existe una buena razón para ello.

Hay mucho que podemos aprender de esta obra.

La historia narra el surgimiento, apogeo y caída de un dictador latinoamericano. Se lo denomina genéricamente el Patriarca, y viene a ser una suma de las características de muchos de los lamentables sátrapas que ha sufrido nuestro continente. 

En esta novela, por un lado, Gabo hace un uso magistral de diversas técnicas narrativas y entre ellas destaca la construcción de la atmósfera. 

Entendemos por atmósfera un escenario en sintonía con los personajes que, mediante asociación de ideas con experiencias pasadas del lector (vivencias, lecturas, películas), lleva a este a compartir el sentir de los personajes. 

Muestra de ello es la casa presidencial, la cual vemos evolucionar junto con el protagonista: Lujosa y ordenada en un momento, desordenada en otro, con signos cada vez mayores de deterioro y abandono, hasta el gran final en que, al morir el protagonista, la casa es tomada por asalto por aves carroñeras que penetran rompiendo las ventanas. 

Pero como dijimos, hay una razón para que esta obra no tuviese el éxito de crítica y lectores que han tenido otras de las obras de Gabo pues, si somos objetivos, es preciso reconocer que fue, hasta cierto punto, un experimento fallido. 

En esta obra Gabo hace algo que nunca hizo antes y nunca volvería a hacer. De hecho, ningún otro escritor, hasta donde sé, lo ha querido intentar. Me refiero a escribir una historia con oraciones larguísimas, que se extienden sin encontrar un punto seguido que las limite a lo largo de decenas de páginas. Y, por si esto fuera poco, los párrafos no tienen mejor suerte: solo hay cinco puntos y aparte en todo el libro. 

Por supuesto, todo escritor tiene derecho a experimentar, como lo hizo Gabo en esta obra. Cuando un experimento resulta bien, el mismo escritor lo repite y otros muchos lo imitan; en cambio, cuando ni el propio inventor vuelve a utilizar un recurso y nadie desea imitarlo, hay que reconocer que el experimento no fue exitoso. 

Pero también de los errores se aprende. Hoy en día se recomienda que, para facilitar la lectura y mantener la atención del lector, los párrafos de una obra literaria no excedan las diez líneas y se denomina reprobatoriamente «sábana» a los párrafos más largos. Así mismo se sugiere que una oración no se extienda más allá de tres líneas. 

En resumen, hay tres importantes lecciones que aprender de esta novela de García Márquez: Cómo construir atmósferas, como no escribir párrafos (evitar que tengan más de diez líneas), y cómo no escribir oraciones (evitar que tengan más de tres líneas).

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