miércoles, 29 de abril de 2015

Desde la red

Eliana Argote Saavedra


“…No sé por qué en un instante todo el camino que me había trazado se desvaneció. ¿En qué momento la curva de mi vida giró encerrándome en este presente que parece  no tener salida?…”

Mi nombre es Lily y la historia que les voy a contar ocurrió cuando tenía dieciséis años, estaba sedienta de vivir después de haber permanecido en el colegio de monjas donde me matriculó mi madre luego de divorciarse de papá, para asegurar la disciplina que a ella le costaba imponer. Nos habíamos mudado a un barrio de Magdalena, un condominio cerca de la plazuela principal desde donde se podía saborear el aire salado; “para que no extrañes el puerto”, me dijo, cuando le  pregunté por qué Magdalena.

Hacía tiempo no salíamos a divertirnos y estábamos hartas de tanta tarea, solíamos reunirnos en casa de Susana, sus padres se habían ido de viaje y la hermana que supuestamente nos vigilaría, casi nunca estaba. Una de esas tardes Diego, el enamorado de mi amiga, sugirió una escapada a la playa.

¿Es seguro ese lugar hija?, preguntó mi vieja cuando le conté acerca del plan. ¿Qué pasa ma? Nunca me haces problemas para salir, ¿ya vas a comenzar a comportarte como las otras mamás?; no hija, no es eso, es solo que quieres quedarte todo el fin de semana. ¡Claro! Pero ya te expliqué, es justamente por la distancia, ¡ya pues vieja!, no empieces ¿Quieres?

El día en cuestión, en casa de Susana, estábamos ella, Rafo y yo;  habíamos contratado una combi que nos llevaría hasta Punta Hermosa y de allí tomaríamos una moto-taxi hasta la casa de playa de un familiar de mi amiga. Cuando llegó Diego; falta una punta, dijo, con actitud intrigante. ¡No! Interrumpió ella, convencimos a Rafo para que nos acompañe; noté su incomodidad cuando jaló a un lado a Susana, estuvieron discutiendo un rato, pero luego se reunieron con nosotros; bueno, dijo él, forzando una sonrisa, viene una punta más. ¿Una punta? ¿Y quién es?, pregunté; es un pata del Face, es bacán, conoce a la gente de LEVEL, la discoteca de moda en Punta Hermosa a la que ni en sueños podríamos entrar sin DNI. ¿O sea que el tono va a ser en LEVEL?, dije completamente entusiasmada; yessss, respondió; y no solo eso, él tiene auto así que la combi ¡Ya fue ya!

No terminábamos de hacernos a la idea cuando sonó una bocina tan escandalosa, que hizo salir a algunos vecinos con cara de pocos amigos, nos asomamos y vimos en la entrada del condominio una cañaza con lunas polarizadas y música a todo volumen; del auto bajó Mirko; Susana y yo nos miramos, el chico estaba “buenazo”.

“…nunca me había detenido a ver el cielo, suena cursi pero en verdad es maravilloso, que sensación de paz…sería genial pasar horas observando como poco a poco aparecen esos puntos brillantes y se quedan parpadeando mientras las nubes se desplazan silenciosas, sin prisa… y la luna… ¡Ah la luna! parece de cuento árabe…si tan solo pudiera moverme…hace rato siento  un liquido tibio deslizándose por mi frente y sospecho su color... ¡No!, no debo pensar en eso, será mejor que siga observando el cielo…”

¡Bienvenido! A ver, te presento a la gente…estos son… ¡La gente!, ja, ja, dijo Diego soltando una carcajada; hacía bastante calor; pucha, manejar con este sol está tranca, ¿un par de chelas para enfriar la garganta?, sugirió; me gusta, pensé, observando al recién llegado; se ve medio salvaje y a mí esos me encantan; tenía la piel tostada, los ojos caramelo, “de esos que pueden causar adicción”, el cabello ensortijado sobre los hombros, la barba ligeramente crecida, era un festival de atracción y para rematar el asunto, cuando nuestras miradas tropezaron, noté cierta turbación en él, la misma que sentí yo.

A la casa de playa llegamos casi de noche, luego de un viaje divertido por la costa bañada incesantemente por un sol abrasador que fue desapareciendo ante nuestros ojos transformado en estelas de colores intensos. Al quedarme sola en el baño, el recuerdo de la mirada de Mirko clavada en mí durante casi todo el trayecto, se estacionó en mi mente; me inquieté un poco, sabía que Rafo quería algo conmigo, ¿habría notado acaso nuestra mutua atracción?

“…Me siento agotada, los ojos se me cierran aunque no sé si es sueño o estoy debilitándome, desde aquí puedo ver a Susy, hace un buen tiempo no se mueve, parece muerta…”

Cuando estuvimos todos listos nos acomodamos en la camioneta, Diego destapó una lata de cerveza; yo paso indicó Mirko forzando una sonrisa, soy el amigo elegido; Rafo que estaba conmigo en la cabina me acarició la barbilla y se bajó, lo siento chiquita pero te cambio por la chela, dijo, ya Susy, las mujeres adelante acompañado al “amigo elegido”, agregó con tono burlón. Así quedamos las dos chicas con Mirko en la cabina; en varias oportunidades pude percibir su aliento cerca cuando sorteábamos alguna curva de la carretera, era obvio que lo hacía a propósito, se cuidaba de no ser visto por los chicos; poco antes de llegar susurró muy cerca: Por ningún motivo salgas de la disco con Diego; no tuvo nada de romántico o de atrevido lo que dijo, ¿qué le pasa?, me mira todo el camino por el reflejo del retrovisor, coquetea respirando casi al lado de mi cuello, ¿y ahora me dice que no salga con el enamorado de Susy?, ¿qué clase de tarado es este?,  o acaso… ¿Está celoso?, ja, ja, el muy tonto ni siquiera se ha dado cuenta que el que quiere algo conmigo es Rafo y no Diego.

“…este ruido me enloquece, suenan fierros retorciéndose, sé que algo va a pasar... ¡Auxilio!, ¡Auxilio por favor!… ¿Por qué no viene nadie?... aunque dudo que alguien pueda escucharme porque ni yo misma lo hago… calma “Caperucitaroja”, calma, no os desesperéis, es lo que siempre me decías mi “locoporelchat”, cuántas veces me dijiste eso, eres la única persona que me conoce perfectamente bien, te extraño amigo, ¿podrás adivinar que en este mismo instante estoy aterrada? ¿Sentirás mi ansiedad como lo hacías cuando chateábamos? …eres una loca desesperada, no piensas, mi “caperucitaroja”, es lo que me decías siempre, ¿qué estarás pensando luego de tantos días sin conectarnos?, sabías de la escapada del fin de semana y a pesar de animarme al comienzo, faltando apenas unos días me dijiste que no fuera, insististe mucho, ¿qué pasó con el loco en busca de adrenalina? Te pregunté ¿por qué no te hice caso?, no te conozco amigo pero te necesito, estoy segura que tú sabrías qué hacer…”

Llegamos a la disco y bailamos a más no poder, entre baile y tragos Diego comenzó a insinuarse; al comienzo lo tomé como una broma pero poco a poco caí en cuenta que la cosa iba en serio, Susy no nos quitaba los ojos de encima.
¿Qué te pasa Diego? Susy te está mirando, ¿no te importa?, dije; yo solo paso tiempo con su mejor amiga, respondió mientras me sujetaba con fuerza de la cintura llevándome a la pista de baile. Casi al terminar la canción apretó mi  mano y acercó la cara a mi oído, vamos afuera para conocernos mejor, susurró. Eres un tarado, respondí soltándome de inmediato, me siguió pero pude perderme entre los chicos que bailaban agitando los brazos, y dando vueltas, perdidos por completo en el éxtasis de la música y la sensación de sentirse en otro mundo. Me abrí paso entre los muchachos y vi a Susana, ¿dónde está Rafo? Pregunté; me miró fijamente con la cara enrojecida, si no andaras de zorra sabrías donde está, dijo y se alejó.

Mirko también nos estuvo observando, más que molesto lucía preocupado, pero no hizo nada. Decidí buscar a Rafo; mientras me alejaba lo vi en el segundo nivel bailando pegado con una chica, estaba completamente ebrio; los vigilé un largo rato hasta que se retiraron a un lugar oscuro, cerca de la barra; subí, los seguí y pude ver como ella lo besaba y él respondía al beso dando rienda suelta a sus instintos, pegándola aún más a su cuerpo y metiendo las manos por debajo de la blusa; bueno, dije para mí misma llena de ira, si así lo quieres, aquí tengo un excelente prospecto.

Regresé a buscar a Mirko,  mientras me acercaba, escuché a Diego que hablaba con un pata grande y fornido, no recordaba haberlo visto, pero ambos lo miraban; ya tengo dos aseguradas pero éste no ha conseguido ninguna, ¿no nos irás a dar lo mismo no?, dijo el desconocido; no se supone que él consiga nada, ese es un cachorrito, está de prueba. Me detuve delante de ellos, ¿qué es lo que tienen aseguradas?, pregunté; las chelas pues flaca, respondió Diego riendo, ese no es trabajo de cachorros, y hablando de cachorros… agregó sujetándome del brazo. Me solté mortificada; estás borracho, le dije y me alejé en busca de Mirko.

¿Bailamos? Le pregunté al llegar; esa canción no me gusta, dijo. ¡Qué tonta excusa!, pensé y me alejé; me sentía algo ebria y llena de cólera por el rechazo de aquel muchacho, sé que le gusto, ¿por qué me rechaza entonces?; insistí pero volví a escuchar las mismas excusas tontas, no quería bailar, solo me pedía que no salga de la disco; estaba histérica; en ese instante apareció Diego; “celos”, me dije, eso siempre funciona, recibí al conquistador con una sonrisa, él volvió a pedirme que lo acompañara y esta vez accedí.

Salimos de la disco, estaba tan indignada por el comportamiento de uno y la indiferencia del otro, que no me importaba traicionar a mi mejor amiga, además la había visto entrar al baño, no tenía por qué enterarse; una vez afuera, Diego me tomó por la cintura y al ver salir a Mirko de la discoteca, de pura bronca me di de lleno a la locura del momento, me sugirió ir hacia un lado que estaba poco iluminado y bastante solitario; me dejé llevar pero cuando estuvimos lejos del bullicio, apareció el pata que había estado hablando con él en la disco y otro más de aspecto parecido; Diego me soltó; hasta aquí llegamos zorra, dijo.

Los dos patas me sujetaron con fuerza, en ese instante apareció Susy gritando, pero Diego la detuvo y le cubrió la boca, uno de los desconocidos colocó en mi cara un trapo húmedo y en cuestión de segundos perdí la conciencia.

“…Tengo mucha sed, daría lo que fuera por un poco de agua…¡Susy!, despierta amiga, tal vez si tú despiertas pueda descubrir que todo esto no es más que una pesadilla…¡Susy!.. Espera, escucho voces, se acercan voces, ¡auxiliooo! ¡Auxilioooo!, ¡Oh no!, pasaron de largo, se alejan las luces de unas linternas, ¡nos están buscando amiga! ¿Ya ves? No nos van a abandonar aquí, me resisto a creer que este sea el último capítulo de nuestra historia...”

Cuando desperté, Susy estaba cerca de mí, atada de manos y piernas sobre el piso de un cuarto sucio iluminado con una lámpara de kerosene. ¿Qué pasó?, pregunté aterrada observando las sombras enormes de dos cucarachas que paseaban a su antojo por el suelo; una mirada llena de ira fue la única respuesta que recibí; perdóname Susy, yo no quise… ¿no quisiste? Te vi, no parecía que no quisieras; lo sé, sé que fui una estúpida pero; eras mi mejor amiga, gritó llena de ira; en ese instante la puerta se abrió y apareció un hombre alto, era el que me había puesto el trapo en la cara, llevaba una cadena de oro y los brazos cubiertos de tatuajes, cerró la puerta tras de sí y se acercó lentamente, se arrodillo muy cerca de Susy; las niñas bonitas no gritan; susurró y le colocó un dedo sobre la boca, la sombra proyectada en la pared de su mano deslizándose por el cuello de mi amiga, me hizo temer lo peor. Ella lo miraba horrorizada; el hombre volteó a verme y sonriendo maliciosamente mientras se acercaba a mí dijo: Esto también va para ti zorra; comencé a temblar, acercó el rostro y pude percibir el aliento a licor; olfateó por el escote de la blusa que llevaba, y tiró de mi cabello hacia atrás, sentí su lengua en la piel; yo forcejeaba, y Susy de pronto, ¡basta por favor! ¡Basta!  Comenzó a gritar.

La puerta se abrió de golpe y apareció el otro hombre que me había sujetado cuando comenzó aquella pesadilla, llevaba un arma en la mano; la mercancía no se toca, gritó y colocándole la pistola en la cabeza, obligó a salir a mi agresor; y ustedes, más vale que se callen o las amordazo, dijo,  aunque sus “caritas” se maltraten.

Yo estaba en shock, cuando por fin dejé de llorar, vi a Susy mirándome; estos son delincuentes, dijo con la voz quebrada, ya nos fregamos, tú te desmayaste y yo fingí hacerlo también cuando nos traían pero estuve despierta y los escuché hablar, se habían puesto de acuerdo con Diego desde que comenzamos a planear la escapada, el pata que llegó, Mirko, es carnada, solo sirve para atrapar chicas, luego se las entregan a otros, que se las llevan para usarlas... Tú sabes…

En ese instante entró nuevamente el hombre que parecía ser el jefe de aquella banda de delincuentes, llevaba un palo en la mano, había escuchado las últimas palabras de Susy, lo sé, porque fue directo hacia ella con una expresión de ira. ¡Cállate estúpida! ¿No te han enseñado a cerrar la boca? Dijo, y sin dudarlo le propinó tal golpe que cayó contra la pared. Yo observaba aterrada; o te callas tú también o vas a correr la misma suerte, agregó con desprecio, chicas como ustedes abundan así que no me importa perder parte de la mercancía.

El hombre revisó que no hubiera lugar alguno por donde escapar, chequeó las cuerdas de nuestros brazos y piernas y se retiró dando un portazo, desde dentro pude escuchar el ruido de una llave tras la puerta y sus pasos alejándose.

Al cabo de un rato Susy despertó, al verme comenzó a llorar como si fuera una niña pequeña, sentí pena aunque era mayor la vergüenza. Me arrastré como pude hacia ella y pegué mi cabeza a la suya, perdóname Susy, dije, fui una estúpida, perdóname; tenemos que salir de aquí, respondió, ya habrá tiempo de dar explicaciones. Colocó la mano sobre su boca indicándome que baje la voz, Diego es un  maldito, agregó, y Rafo… ¿qué pasó con Rafo?; él salió cuando estabas con Diego, se veía tan molesto, creo que iba a pegarle pero uno de los hampones lo vio y le golpeó la cabeza con la pistola; sí Lily, tienen armas, me dijo cuando vio mi expresión incrédula. ¿Diego? ¿Cómo? Si tú lo conoces, pregunté, cómo pudiste estar con un pata así; no lo sabía, ¿o me crees tan idiota?, conocí a Diego a través del Chat y estuve con él, me gustaba tanto, jamás me di cuenta que no sabía, qué hacía ni con quién andaba; cuando lo conocí le pregunté dónde estudiaba y me dijo que se había graduado en la universidad de la vida y ante cada insistencia mía, respondía con evasivas; solo me hablaba de su abuela, recuerdo su sonrisa cuando hablaba de ella, el rostro se le iluminaba, era tan gentil conmigo, tan encantador con todos, todos los días me esperaba a la salida del colegio… el muy maldito… ¡Espera!, ahora entiendo…Una vez salí temprano porque tenía una cita con el dentista y mamá fue a recogerme en la camioneta, faltaba una hora para la salida, él estaba afuera con un grupo de patas bien raros, con unas fachas….ni te imaginas, me supo extraño pero cuando me vio con ella, se acercó y se mostró tan encantador como siempre. Luego de ese día comenzó a interesarse por mis viejos, a hacer preguntas tontas como ¿Qué hacían? ¿Dónde trabajaban?, no solo eran preguntas de mí sino de todo el grupo, y especialmente de ti;  ¿de mí?; sí, la verdad ya estaba celosa por ese interés y en una oportunidad le reclamé; es tu mejor amiga, quiero saber el tipo de influencias que tienes, respondió en tono burlón. Dicho eso, se quedó callada con una expresión extraña; ¿qué pasa?, pregunté; hay algo más, dijo, ahora que lo pienso, en varias oportunidades tuvo un comportamiento extraño, una vez cuando estábamos en la plazuela por mi casa, un muchacho venía en patines y no pudo frenar, se fue a estrellar contra una de las bancas y en su caída golpeó sin querer a una anciana, el chico se disculpó con ella pero Diego se levantó y fue directo hacia él, lo agarró a golpes y solo se detuvo cuando varios muchachos lo sujetaron, cuando le reclamé por su reacción no podía responder, estaba enrojecido de ira, solo estrelló el puño contra la banca lastimándose la mano, varias veces tuvo reacciones de ese tipo pero siempre encontré una justificación para ellas, estaba ciega Lily, ahora lo sé.

Había llegado la noche y estábamos semidormidas cuando un ruido nos despertó, ¡qué pasa!; no sé, están peleando creo. De pronto la puerta se abrió y apareció Mirko con la cara golpeada. ¡Tenemos que salir de aquí!, gritó nerviosamente mientras intentaba cortar las cuerdas que nos sujetaban; yo lo observaba con una mezcla de sorpresa y susto; Susy se equivocó, pensé, tiene que haberse equivocado, no puede ser, es un chico tan lindo…además…..nos está liberando… Pero alguien interrumpió mis pensamientos aclarando las dudas de un solo golpe. Era uno de nuestros captores que apareció de pronto.

Te fregaste, dijo mirando a Mirko, ¡por estúpido!, ¿sabes cómo terminan los traidores?,  prosiguió acercándose a él y apuntándolo con su arma; le advertí a Diego que no quería novatos ¿Qué te creíste “hijito de papá”, que te podías salir así nada más? ¿Te arrepentiste?, agregó con ironía mientras le colocaba el arma bajo el mentón.

Mirko estaba asustado, pero al levantar la cara lo miró a los ojos fijamente en actitud desafiante; el otro hombre estrelló el puño en su rostro. ¡No me mires así mocoso estúpido! ¡A mi nadie me mira así!, dijo lanzándose sobre él; rodaron por el suelo tropezando con la lámpara, esta cayó sobre un rollo de cuerda, encendiéndola en el acto; nosotras gritábamos temiendo que se desate un infierno mientras los golpes iban y venían entre ellos.

El delincuente tenía a Mirko inmovilizado en el suelo pero nuestro salvador, con mucho esfuerzo y algo de suerte, logró coger el arma que había caído cerca, y la estrelló en la cabeza del hampón dejándolo inconsciente.

Salimos con dificultad dejando atrás el incendio que ya se había desatado y subimos a una camioneta estacionada cerca de la entrada, el ruido de las olas se escuchaba bastante cerca. De pronto, el sonido de un disparo me estremeció, el ruido del motor y el olor a humo habían alertado al otro delincuente que comenzó a disparar mientras abordaba un auto iniciándose así una persecución.

Habíamos avanzado apenas un par de kilómetros por la Panamericana Sur, cuando un disparo impactó en una de las llantas de la camioneta y Mirko perdió el control del vehículo que fue a estrellarse contra uno de los contenedores de la vía. Antes del choque, alcancé a escuchar las risas de los hombres que volvieron a disparar como si se tratara de una celebración.

Desde ese instante estamos aquí atrapados, algo se ha clavado en mi pierna y Susana no responde, percibo un quejido muy cerca, creo que es Mirko que aún está con vida, escucho  voces; todos están con vida, grita alguien, y siento una alegría que no puedo expresar, están retirando los fierros que me tienen inmovilizada y tiran de mi cuerpo hacia afuera, percibo el oxígeno y respiro hondo, la brisa salada me inunda el olfato pero no siento las piernas; parece que ha perdido mucha sangre, dice uno de los rescatistas.


Seis meses después. Hospital del Sagrado Corazón.

Estoy sentada sobre la cama con la mirada perdida, preguntándome por qué en un instante todo el camino que me había trazado se desvaneció, ¿en qué momento la curva de mi vida giró encerrándome en este presente que parece  no tener salida?

Lily, hoy es el día, dice la enfermera que me ha cuidado los últimos meses distrayéndome de mis pensamientos, ¡ánimo!; sonrío, porque ella me inunda de esperanza cada vez que llega; hoy intentarás caminar, agrega; es cierto, respondo, hoy es el día.

De pronto se abre la puerta y aparece Susana, lo último que me dijo mi mamá fue que estaba hospitalizada y que no quería saber nada de mí, pero ahora está allí como un resplandor, mirándome con un cariño que no había advertido antes, y que no merezco; yo voy a estar contigo, dice acercándose a mí; no puedo evitar que se me quiebre la voz, ¡estás bien!, digo, con la emoción al tope, ¡estás bien! ¡Estás bien! gracias a Dios.

Todo ha pasado ya, han sido seis meses durante los cuales he tenido tiempo suficiente para reflexionar acerca de las cosas que realmente importan. El camino se ve difícil pero siempre se puede volver a comenzar. Llegamos a la sala de rehabilitación y me incorporo ayudada por esa chispa, ¡qué chispa!, digo; por ese torrente de esperanza que se ha desbordado sobre mí al ver a Susana y aun más, al sentir su perdón; me incorporo; yo sola por favor, yo puedo, insisto, y ellas se apartan.

Parece un camino largo, ¿y si no puedo?, debo intentarlo al menos; apoyo el pie casi de memoria sobre el suelo, no siento dolor aunque mis piernas están agarrotadas, coloco el otro pie delante, ¡lo estoy haciendo! ¡Lo estoy haciendo!, digo emocionada, de pronto siento debilitarme, no por las piernas sino por una mezcla de sensaciones; ellas me esperan al final de la pasarela y estoy llegando… pero, ¿por qué se apartan? ¿Qué sucede? ¡No puede ser! ¿Quién es ese muchacho que aparece tras ellas? ¿Acaso…? Es Mirko, sí… es él.

Casi me dejo caer por el impacto, allí está aquel que me despreció, el que colaboró con esos hombres, recuerdo aun que esos malhechores lo llamaron traidor; recupero el aliento y me sujeto con fuerza; sí es él, el que me advirtió, el que se arriesgó por salvarnos, el que nos salvó. Ya no queda nada del porte atlético ni de la melena crecida, tampoco de la sonrisa encantadora, solo un muchacho frágil con la mirada más triste que he visto en mi vida, pidiéndome perdón.

He llegado al final de la pasarela. Las expectativas de que vuelva a caminar son buenas, dice la enfermera. Susy me abraza; lo lograste amiga, dice con alegría sincera y se aparta; habla con él, agrega.

Y aquí estamos, ambos en silla de ruedas, sin poder valernos por nosotros mismos… aun. Cometí un error, dice, conocí a Diego en el chat; siempre alardeaba respecto a sus actividades peligrosas y yo estaba sediento de experiencias nuevas, pero jamás le creí hasta que me contó acerca de aquel plan, de unas chicas que pensaban secuestrar, me invitó a participar, había mucha adrenalina, era dinero fácil y nadie correría peligro, aseguró; pensaban pedir un rescate y asunto resuelto; fui un estúpido por creerle, si hubiera sabido de qué se trataba realmente, te juro que no hubiese participado. Cuando estuve en la disco comprendí la verdad, el resto de la historia ya la sabes.

Lo escucho atentamente y poco a poco siento como si lo conociera muy bien, creo en todo lo que me dice, no sé por qué me inspira tanta confianza.

Hoy salgo de alta, estoy caminando por mí misma, visitaré a Mirko antes de irme. He llegado hasta su habitación pero ya no está, tal vez sea mejor así, pienso, y me siento sobre la cama donde reposa tranquilamente un sobre; para “caperucitaroja”, dice; lo abro con el corazón a punto de salírseme del pecho; espero que algún día puedas perdonarme. Firma: Locoporelchat.

En ese instante lo comprendo todo y no puedo evitar que las lágrimas, que durante mucho tiempo han estado agolpándose en el pecho se desborden. Se abre la puerta, es la enfermera que viene por mí, salgo llena de decepción e impotencia por no haberlo descubierto antes y allí está él, esperando, apoyándose en unas muletas;  lleva el cabello rapado, ha adelgazado mucho aunque su mirada es la misma, estamos frente a frente, ahora sabemos quienes somos, nos observamos mutuamente y luego de un instante de haber permanecido inmóviles nos acercamos hasta que nos confundimos en un abrazo fuerte y sin palabras; no sé si lo he perdonado pero no siento odio por él, tampoco sé si algún día “locoporelchat” y “caperucitaroja” vuelvan a conectarse, solo sé que jamás seremos los mismos.

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