miércoles, 3 de octubre de 2012

Un amor extraño, muy extraño


Julio Luis Chang


La oportunidad que la providencia me dio de tener un trabajo digno y productivo, a mis treintaicinco años de edad  hizo que tuviese tiempo para cumplir mi compromiso  personal asumido desde muy joven, de dar lo mejor de mí pensando en el bienestar de los demás; mi vocación de servicio me hizo asociarme a un club filantrópico cuyos miembros prestaban ayuda voluntaria a la comunidad. Quizás influyó en ello el hecho que de niño y joven me sentí atraído por la vocación sacerdotal de la que desistí posteriormente por razones que no caben mencionar ahora.

Mi afecto lo volqué al amor al prójimo por ello conseguí muchas amistades, aunque de mucho mayor edad que yo, a algunos les caí tan bien que me presentaban a sus jóvenes y simpáticas hijas para ver si congeniábamos pero me limité a desarrollar una buena amistad y no logré concretar relaciones más allá de la simpatía y sano afecto, en fin seguramente aún no era para mí  el momento de encontrar el  amor de mi vida. Más bien mí tiempo libre además de compartir con mis amistades lo dedicaba con pasión a labores filantrópicas, como visitar a gente que necesitaba ayuda. Así en una de las visitas que programó el club, organizamos una actividad en el “Hogar de ancianos” de nuestra ciudad. Las edificaciones antiguas, elegantes, muy pulcras, con amplios jardines generaban un grado de  calidez que aliviaba en algo la penosa situación de abandono en que los ancianos vivían día y día.

Como es usual, ese fin de semana, quisimos y logramos dar algo de alegría a las personas de la tercera edad, ancianos abandonados y pobres, que vivían de la caridad pública. Les presentamos un festival de coro, un grupo de danzas y música y luego el baile. Me tocó a mi, al igual que a mis otros consocios, hacer bailar a algunas damas de avanzada edad. En el momento en que debía escoger una anciana como pareja, se levantó  una señora que me había estado observando desde hace algún rato.

Su aspecto realmente era penoso, con rasgos de una mujer muy sufrida, rostro curtido por la vida, encorvada por el peso de los años, ¿tendría ochenta años de edad o quizás más?,  lo único que no encajaba y más bien resaltaba era su mirada vivaz y profunda. De joven, pensé, debió haber tenido unos ojos muy bellos, sin embargo ahora físicamente no era la sombra de lo que podría haber sido antes, mantenía la apariencia de dama de alcurnia. Cuando le pregunté acerca de su vida pasada, no supo o no quiso responder -señora, le dije, es un honor para mi, invitarle a bailar esta pieza que seguramente usted disfrutó en su juventud. ¿Cómo se llama usted?

-Gracias, muchas gracias joven. Mi nombre ya me he olvidado, pero puede llamarme Jennifer, así me llaman. La verdad es que no he bailado mucho, disculpe en caso no sea capaz de seguir su ritmo.

-No, no se preocupe Jennifer, lo importante es disfrutar con sus compañeras y compañeros del hogar estos momentos. Yo me llamo Jorge, los amigos me dicen Coco. Disculpe que le pregunte, ¿tiene usted familia?

-No joven, no tengo familia ¿le puedo llamar por su nombre Coco?

-Claro que si, llámeme Coco.

-Soy una anciana solitaria. No recuerdo haber tenido familia…ni me acuerdo quiénes han sido mis padres, ni se si habré tenido hermanos, esposo e hijos. Más bien, muchas gracias por ser generosos con nosotras, pobres y feas viejas; ya ni recuerdo dónde he vivido ni  sé como son las playas, los parques, ni las cosas bellas de la ciudad. En este asilo, nos sacan muy pocas veces a pasear, pues tienen temor de que nos caigamos o hagamos daño.

-Oh, lo siento mucho. No se subestime por favor, todos llegaremos a la edad de oro.

-Ay, que lindo eufemismo, decir edad de oro. La compasión que sienten usted y sus amigos por nosotras nos conmueve bastante, a mi personalmente me emociona. Esta visita espero que sea la primera de muchas más. Les agradecemos por acordarse de nosotros.

-Claro que les continuaremos visitando Jennifer claro que sí, le dije, mientras trataba de hacerle seguir el compás de la música durante el baile, melodía de antiguos boleros, pero notaba que  tenía dificultad en seguirme, como si nunca antes hubiese bailado. Lo que si me llamó la atención era la fuerza con que se aferraba de mis manos y los pasos firmes que daba, aunque sin compás, sus pisotones me sorprendían por lo fuerte que eran, se notaba más enérgica que la edad que aparentaba. Diría que era una anciana con la fuerza de una adolescente.

Al terminar de bailar, la acompañé para que tome asiento, no quiso sentarse, más bien me dijo que quería conversar y caminar, me comentó que le gustaría salir a ver el mar y recorrer algunos sitios bonitos de la ciudad, siempre y cuando yo tuviese tiempo de invitarla a salir, esa era una gran aspiración que tenía. Para mis adentros pensé que viejita tan osada, pareciese sino fuera por su edad que pretendiese algo más; pero me dije a mi mismo, eso es absurdo, ya veremos pensé cuándo podré cumplir digámoslo así su último deseo.

A la semana siguiente, cuando ya me había olvidado de esa conversación, recibo una llamada de la administradora del asilo  que me dice que Jennifer estaba esperándome para la invitación a salir que supuestamente le había hecho, lo que yo no recordaba haber efectuado, más bien ella misma se había invitado…caramba, que compromiso,  en qué aprietos me he metido ahora. Está bien soy un buen voluntario para estos casos, en fin…

-Bueno señora administradora, respondí, dígale a la señora Jennifer que pasaré mañana domingo a primera hora, pero que disculpe porque hoy sábado no puedo. Pero, sin falta mañana domingo a primera hora estaré recogiéndola. Gracias por llamar y hacerme recordar.

Al día siguiente, tuve que cumplir y pasé por el asilo a recogerla  para dar un paseo con la anciana, llevándola a pasear por los lugares que ella quería. Pensaba dar un par de vueltas y volver a regresarla cuanto antes, pero no me imaginaba lo que iba a suceder después.

-Buenos días Jennifer, como está usted. Ahora cumpliré con el ofrecimiento de pasear por los sitios que usted ansía ver  -observándola me di cuenta que se había tratado de arreglar acicalándose lo mejor que podía, su aspecto con ese vestido colorido apropiado para mujeres jóvenes  la hacía ver totalmente fuera de tono,  llamaba la atención, se le veía estrambótica.

-Muchas gracias joven por su fina atención. La verdad es que pensaba ya que no iba a venir. Al fin y al cabo, una pobre y vieja anciana en lugar de una joven atractiva nada puede ofrecer, sino incomodidad…y pérdida de tiempo para un joven apuesto y activo como usted.

-No, no diga eso, por favor. Suba, si usted gusta estar más cómoda puede ubicarse en el asiento posterior.

-No, no, prefiero ir  en el asiento delantero con usted. De allí podré ver mejor el recorrido.

-Sí, como no. Como usted prefiera. No se vaya a atemorizar por algunos temerarios e imprudentes conductores que manejan sin respetar las reglas de tránsito. Yo manejo despacio

Subió a mi pequeño pero moderno auto. Se acomodó y le ayudé a colocarse el cinturón de seguridad, le sugerí como me había pedido ir a hacer un recorrido por la Costa Verde. Aceptó.

-Bueno, Jennifer iré parando en algunos lugares para que usted vaya recordando si la Lima de ahora, se parece a la que usted conoció.

-No, la verdad que no he visitado Lima antes. Nunca tuve oportunidad de venir a la capital…

-Oh, lamento que se haya perdido esa oportunidad. Ha  habido muchos cambios, la Lima antigua de construcciones coloniales y republicanas se ha perdido, con la modernidad muchos sitios tradicionales se han destruido, ahora hay muchas nuevas construcciones y nuevos lugares que conocer. Bueno, voy a iniciar el recorrido para que disfrute de este paseo.

-Gracias Coco. Eres muy gentil con esta pobre anciana. No sólo Dios te lo pagará sino yo misma…cuando pueda y de la forma que te mereces.

La manera, el modo, todo lo que dijo y luego la mirada que recibí, la verdad que me estremeció, no se si de angustia, susto o una emoción extraña. Me dije a si mismo, que situación tan rara, sacar a una viejita que no tiene familia y que no se acuerda de nada, sin embargo con esa obsesiva persistencia en que la saqué fuera del asilo ¿por qué, para qué? Era  una interrogante para mí.

Así, bajamos con el vehículo por el puente de Armendáriz, entramos a la Costa Verde, le iba comentando las zonas por dónde íbamos pasando.

-Coco, qué hermoso, me encanta  ver el mar, la cantidad  de agua, las olas, el paisaje; de dónde vengo casi no hay agua, me dijo la anciana.

-Pensaba que no recordaba de dónde venía. Ahora me sorprende diciéndome que del lugar  de donde proviene casi no hay agua  ¿Qué sitio es ese?

-Te dije antes que no me acordaba de donde vengo, lo cierto debo confesarte ahora, es que no deseo recordar ni comentar dónde ni cómo he vivido antes, lo único que puedo decirte ahora es que es un lugar desértico que carece de agua y los recursos necesarios para la subsistencia. Recursos que acá ustedes tienen y desperdician.

-Cierto…el agua es el sustento de la vida, aunque ahora por el calentamiento global se está produciendo el deshielo y estamos perdiendo los glaciares de las cordilleras, además del daño ecológico que producen las empresas mineras y madereras, que contaminan el ambiente…

-Sí, lo sé. Es una pena que permitan que las industrias intoxiquen su ambiente; ya la capa de ozono ha sido perforada, el calentamiento global, la contaminación ambiental, las guerras, la corrupción generalizada en muchos sectores, en fin, siento que este mundo tal como lo conocemos está en riesgo, serio riesgo de acabar con la vida, con la gente, con la flora, la fauna. Si no vea lo que pasa con el deshielo de las cordilleras, las empresas mineras que quieren hacer desaparecer las lagunas, el hermoso paisaje fuente de vida. ¿No te parece Coco paradójico esta situación?

-Qué sorpresa, sus comentarios demuestran que usted Jennifer es una persona muy informada. Seguro ha estudiado alguna profesión ¿no?

-Sí te dijese que he estudiado bastante no lo creerías. Sé de lo que pasa en el mundo. Algo grave que puede perjudicar a la humanidad, al igual de lo que sucede en el lugar de donde provengo.

-Sabe Jennifer usted me asombra. Ahora comenta con versación de temas que son complejos, que sólo científicos toman en serio mientras nuestros políticos ni se dan por enterados.

-Bueno, informada estoy. Leo periódicos, veo las noticias en televisión y escucho radio. Me interesa conocer lo que pasa en este mundo.

-Sí, se nota…

Al pasar por uno de los restaurantes de la Costa Verde, la viejita me pregunta: -Esas estructuras tan bonitas ¿que son?

-Es un restaurante muy prestigioso en nuestro medio, de comida gourmet, muy elegante y donde hay el sistema de autoservicio de buffet,  shows con espectáculos dirigidos a turistas y clientes de alto nivel socio-económico.

-¡Oh!, que interesante. ¿Puedo abusar de tu confianza?

-¿Cómo así?

-Me gustaría conocer ese sitio, si se puede y probar algo de comer. En el asilo sólo como alimentos sosos, sin sabor. Además yo soy casi como una turista.

Al decir esto, hizo un mohín coqueto que no correspondía con su edad, lo que me desconcertó. Además, ir yo con una anciana de su edad, que tendría los años  de lo que ahora correspondería a mi abuela, o quizás mi bisabuela, la verdad que no era una idea muy agradable para mí. Sobre todo por la manera como estaba vestida y el recargado maquillaje inapropiado para su edad.

-Pero Jennifer ¿no tiene usted un régimen alimenticio especial? No vaya a ser que le caiga mal.

-No te preocupes Coco. Creo que noto que sientes vergüenza de ir acompañado de una fea anciana como yo ¿cierto?

-No, no, -atine a decir, pero era la verdad.  Me causaba cierta turbación entrar con esa señora; pero en fin, pueden pensar que es un familiar, una abuela, quizás mi abuela vestida y arreglada de manera muy extravagante e inapropiada para su edad…

-Bueno, me he dado cuenta que por mi edad y mi apariencia no te sientes cómodo para invitarme a un sitio público y elegante como este restaurante. Es evidente tu pudor y desagrado. ¿Y que pasaría si yo tuviese un aspecto juvenil, bien presentable como para aparentar ser una amiga de edad similar a la tuya?

-Oh, por favor Jennifer no es eso…o ¿acaso pretende saber lo que pudiese yo estar pensando?

-Bueno, no tanto como eso. Reconozco tus gestos. Las mujeres aunque ancianas algo de intuición conservamos; de dónde vengo tenemos capacidad para entender muchas cosas.

-¿Cómo es eso? ¿Qué quieres decir?

-Tú eres una persona joven, atractiva que tienes tus propios gustos y criterios sobre la edad, la belleza. Son tus usos y costumbres, tus hábitos sociales…yo puedo adecuarme a eso. Además es tiempo que busques una amiga, quizás una pareja a tu medida, yo creo que puedo serlo.

-¿Perdón? Creo que he escuchado mal Jennifer…

-No, no has escuchado mal. Por ejemplo yo en el poco tiempo que te conozco, ya estoy enterada de todas tus predilecciones, hasta del tipo de mujer que te gustaría tener. ¿Quieres verla sin que la sorpresa te cause un paro cardíaco?

-Sigo sin entender.

-Bueno, llévame al restaurante, entraré a los servicios y cambiaré de apariencia. Ya verás…

Pensé que la anciana estaba desvariando, pues primero que no llevaba ropas para cambiarse y segundo, que aunque se cambiase y se acicalase siempre será una anciana encorvada como para parecer juvenil, pero bueno habrá que complacer a la pobre viejita; estacioné el vehículo en el estacionamiento del restaurante, la acompañé a los servicios de damas y la dejé entrar. Pasaron largos minutos y observaba que iban saliendo las damas que habían entrado, menos la viejita, hasta que en un momento se acerca una señorita de unos treinta años muy guapa, pelirroja de rasgos muy hermosos y me pregunta si estoy esperando a alguien.

-Si, señorita. ¿Usted debe ser la anfitriona o recepcionista del restaurante, no? Estoy preocupado. Desde hace media hora que estoy esperando a una anciana y no sale. ¿Le habrá pasado algo? Por favor podría ver si está allí.

-Ja, ja, ja, se río la joven. Yo soy Jennifer, no te dije que iba a cambiar de apariencia. ¿Te gusto? ¿No me reconoces?

Me sorprendió. Me  asustó al observarla usando la ropa de la anciana. Pensé que le había arrebatado su vestimenta a la pobre vieja; me estremecí de pensarlo.

-Oiga señorita déjese de bromas que me estoy poniendo nervioso, ¿quién es usted?

-Ya no hay ninguna anciana. Yo soy ella, con casi cincuenta años menos.

-Bah! Me estás tomando el pelo, ¿jovencita te estás burlando de mí? No, no lo creo. Te estás haciendo pasar por la anciana. Algo muy extraño está sucediendo. Hazme el favor de explicarme qué ha pasado, debo buscarla dentro,  por su edad temo que le haya sucedido algo. Dime ¿no habrás hecho algo malo con ella?

-No. Por favor. ¿No te acuerdas? me respondió la señorita, no recuerdas que me sacaste del asilo a las nueve de la mañana después de hablar con la administradora y que luego de comentarios sosos, veníamos conversando del calentamiento global, los glaciares y otros temas. Y que me di cuenta de que te sentías avergonzado de entrar conmigo con esa apariencia de anciana.

-Sí, claro. Eso debe haberte comentado la anciana. Déjate de bromas y acompáñame para ver qué ha pasado. Bajaré para preguntar y ver dónde está la viejita ¿No me están ustedes  haciendo una broma pesada?

Bajé,  la señorita me acompañó. Pregunte a la recepcionista si podía permitirme entrar y ver en los servicios de damas. Obviamente se extrañó.

-Disculpe señora, deseo que me acompañe y me ayude a comprobar que ha pasado, hace media hora que acompañé a una anciana de cerca de ochenta y tantos años de edad a los servicios y aún no sale.

-No, usted no puede entrar. Es baño de damas. Si gusta, espere un momento, voy a verificar si está la anciana que usted dice.

-Bien señor, he entrado y no hay nadie en el servicio, puede usted pasar y comprobarlo  usted mismo.

-Muchas gracias por su amabilidad.

Entré acompañado de la señora recepcionista, vimos si había alguien adentro de los servicios de damas y no había nadie. ¡Oh!, me dije, debe haberse ido por otro lado y se ha extraviado. Adentro observé que efectivamente ya no estaba. Sólo los aparatos sanitarios y un hermoso y amplio espejo.

-Como ve en los servicios no hay nadie- me reconfirmó la señora recepcionista.

La jovencita guapa que decía llamarse Jennifer me acompañó, diciéndome -iré contigo para que compruebes que en el restaurante  no hay ninguna anciana con las características que buscas, pues el cambio de apariencia que te ofrecí, ya lo he hecho ¿O no te agrada? ¿No te caigo bien? ¿No era lo que querías para poder invitarme? Mayores detalles te los daré después ¿te parece?

-¿Qué o quién eres? ¿No serás una bruja o un demonio? Lo cierto, es que no eres la anciana que me acompañó.

-Te demostraré que soy la misma, mira mis ojos ¿Acaso no son los mismos que te impresionaron. Confiesa, mis ojos te gustaron e impactaron. El resto, la edad, mi forma física,  la he cambiado para adaptarme a tus gustos. De tu mente he sacado el modelo físico de lo que te gusta como mujer y también el temperamento y carácter que te agrada. A mi también me interesa la labor comunitaria como a ti.

-Bueno…pasemos, espero que me expliques lo que ha sucedido y no entiendo.

-Acaso ¿no recuerdas Coco?, que yo  llevaba este prendedor durante tu visita al asilo y que te abracé fuertemente para no caerme, pues bailar es una costumbre que no he aprendido.
Mientras nos servíamos el buffet la joven  que decía llamarse Jennifer disfrutaba del ambiente, de la vista del mar, del show, de las parejas que al escuchar la provocadora música salían a bailar; la jovencita me pidió que la invite a  la pista de baile, al igual que lo hizo la anciana; grande fue mi sorpresa, cuando noté que la forma como me agarraba las manos y movía las caderas y pies durante el baile, eran exactamente iguales que los de la anciana, sin ritmo, ni compás; por lo que le pregunté: -¿No serás la hija o la nieta de la señora Jennifer? ¿No será que estás detrás de su herencia? Y por eso las has hecho desaparecer causándome un serio problema.

-Por favor Coco, en primer lugar no hay herencia alguna y en segundo lugar no soy ni la hija ni la nieta de Jennifer... Los detalles debo explicártelos en un lugar privado, por ejemplo en  tu departamento.

-No sé cómo, pero algo le ha pasado a la anciana, tú tiene mucho que ver en este tema y me ayudarás a desentrañar este misterio. ¿Cómo sabes que tengo un  departamento?

-En algún lugar tienes que vivir ¿no? Además lo sé porque me lo dijiste en el asilo. Aunque no creas conozco mucho de ti y por mi parte me gustaría que sepas más de mí. Ten confianza, no dudes, yo te voy a ayudar y tú a mi; nos vamos a apoyar mutuamente.

-Primero, que no creo que seas la anciana transformada y segundo, me preocupa lo que pueda haberle pasado ¿Qué diré de la anciana extraviada? ¿En el asilo me pueden denunciar por secuestro y hasta por desaparición de la viejita? ¿Crees que puedo estar tranquilo así? Me vas a tener qué contar qué ha pasado.

A pesar de mi desconfianza acepte llevar a la joven Jennifer a mi departamento. La hice pasar a la sala. Miraba con curiosidad el ambiente, que hice decorar por una especialista, de manera que mi departamento con sus muebles modernos y coloridos, las selectas pinturas en las paredes y la frescura de las plantas resultaba un lugar muy agradable. Allí dentro me explicó algo desconcertante.

-Ya te dije que provengo de una  sociedad que está en peligro de desaparecer por el desmedido uso de nuestros recursos naturales y la depredación indiscriminada que ha dañado terriblemente el medio ambiente, ya casi no tenemos agua, ni alimentos, ni energía; la población ha decrecido por la crisis alimentaria y energética, además de la terrible disminución de la población por los altos índices de mortandad. Es hacía dónde ustedes se encaminan si es que no reorientan sus patrones de consumo y crecimiento.

A mí, más me preocupaba la extraña situación que yo pasaba. Algo desconcertante, muy extraño estaba sucediendo. Mi mente estaba lejos, pensando en otro tema.

-¿Y cómo apareciste con ese cuerpo de la desafortunada anciana? -le dije- ¿dónde  está ella?

-Te contaré cómo sucedió todo. En un mundo paralelo a este, de donde vengo, tenemos la tecnología suficientemente desarrollada como para traspasar esa barrera.

-No entiendo, ¿qué mundo es ese?, ¿qué es un mundo paralelo?…

-Si, te explicaré, existen varios mundos o universos con realidades relativamente independientes. En la creación del universo, el ser supremo generó varios mundos paralelos que coexisten simultáneamente. Yo vengo de un  mundo paralelo, con una misión que te haré saber poco a poco. ¿Te parece? Sino te confundiría más.

-Bueno…estoy desconcertado, no sé que pensar…

- Según la investigación denominada “Muchos mundos” cuyo autor es un científico llamado Everett, se explica que el universo se divide. Dado un número de alternativas posibles resultantes, cada una de ellas se realiza en su propio universo. Así por ejemplo, un motociclista que se salva por un pelo de un accidente, puede sentirse afortunado de haber escapado de morir. Pero en otro mundo paralelo, otra versión del mismo motociclista habría muerto. Y en otro mundo veríamos al motociclista accidentado recuperarse en el hospital. El número de escenarios alternativos así, pues es infinito.

-¡Qué complicado! Eso quiere decir que en otro mundo paralelo ¿hay otra persona que se parece a mí?

-Efectivamente, así es. Pero lamentablemente no lo he conocido en mi mundo, sino ya habría sido mi pareja…Ja, ja, ja.

-Bueno, en este mundo estamos juntos ¿no?

-Así es, eso me tiene contenta y satisfecha.

-Bueno, pero dime, ¿cómo así apareciste en el asilo de ancianas con la apariencia de una viejita?

-Cuando llegué a este mundo, aproveché los restos algo conservados de una anciana que estaba en la morgue como una N.N. pues desde dónde provengo  no podemos transportarnos con la misma forma física, que es muy similar a la de ustedes. Mantuve esa apariencia, para ti desagradable, hasta que luego de conocerte  hice una reingeniería corporal, modificando su estructura y aprovechando todos sus órganos incluyendo el cerebro y el corazón, optimizándolos y rejuveneciéndolos. La parte estética fue mucho más fácil, para hacerla más agradable y aceptable por ti. Debo ser sincera contigo y decirte que me agradaría me aceptes como tu pareja, y si te animas, más adelante tener hijos; una descendencia saludable,  inteligente y con los mismos intereses por el bien común que compartimos. Luego te confiaré mis expectativas en detalle.

-La verdad es que eres bien parecida, diría que muy guapa, de amplia cultura y no me costaría ningún esfuerzo ser tu pareja. Pero, no. No me  basta lo que me dices, necesito más pruebas, además primero debo cumplir con devolver la anciana al asilo. Eso de qué vienes de otra dimensión, es algo de ciencia ficción, una fantasía que no puedo asimilar…me parece que me estás tomando el pelo.

-Créeme, por favor. Volver yo a ser la anciana va a ser muy complicado, pues esa forma, como ya te expliqué, ya la cambié y no puedo volver a hacerlo, pues implica un desgaste terrible de energía para mí. Más bien, déjame ver cómo conseguimos alguna documentación que justifique su ausencia sin que te comprometa. Relájate y pensemos ahora en nosotros. ¿Te caigo bien, sí? Dime que sí, por favor…

-Vamos, vamos, no me sigas asustando con lo que me cuentas; déjame asimilar todas esas cosas extrañas.

Así llegamos poco a poco a compartir nuestro tiempo y me di cuenta que teníamos hábitos, gustos comunes. De esta manera me comencé a enamorar de esa desconocida llamada Jennifer; terminé aceptando que la joven era realmente la vieja Jennifer. Inesperadamente me vi durmiendo con ella en mi cama,  empezamos a hacer el amor y se desarrolló una complicidad mutua deseándonos  el uno al otro, nos pusimos de acuerdo para convivir juntos, el temor que sentía al comienzo fue desapareciendo, hasta convertirse en admiración por su manera de ser, su habilidad para desempeñar el rol de pareja en la casa donde vivíamos. Ella tenía mucha facilidad para hacer que los productos comestibles mejorasen en capacidad nutricional, tamaño y sabor; lo hacía con sus técnicas de mejoramiento y repotenciación de sus vitaminas y proteínas además de hacerlos durar mucho tiempo más de lo usual.

Nos convertimos en  pareja gracias a la empatía, diálogo, pero sobre todo  el amor que surgió entre nosotros. Salió embarazada. Allí si me comencé a preocupar, no por el hijo o hija que íbamos a tener, que me alegró…sino porque me adelantó, de manera inesperada y triste para mí,  que iba a tener que regresar al mundo de donde vino; se iba a alejar, a ir  con nuestro vástago. Había cumplido su tiempo en nuestro mundo.

La posibilidad de su alejamiento, de su partida me deprimió bastante. Jennifer me explicó que era parte de su responsabilidad retornar, pues habiendo alcanzado parte significativa de sus objetivos y metas en nuestro mundo  me dijo  que si bien su amor por mí era verdadero, lamentablemente tenía que regresar a su mundo. Estaba obligada, su tarea en este mundo había terminado.  En el nivel afectivo, sentí que ella me había utilizado. Quedé muy afectado.

-Jennifer, le dije, ¿no me puedes llevar contigo y con nuestro hijo?

-No, mi amor. Lamentablemente las reglas que me han impuesto, no lo permiten.

Mientras estuvo conmigo, le ayude a tener contacto con políticos y científicos de nuestro medio, para convencerlos qué había que contrarrestar el daño ambiental que estábamos causando al mundo; claro, entendieron el problema, pero poderosos intereses económicos se oponían a cualquier intención de cambio del modelo industrial vigente. En ese sentido, Jennifer no pudo cumplir con esa parte importante de su misión.

Hasta ahora, las investigaciones del Ministerio Público, de la Fiscalía, me han puesto en serios aprietos, pues aparezco como presunto secuestrador y autor de la desaparición de ya no sólo la anciana, sino también de la joven que la sustituyó y nuestro hijo, total tres personas desaparecidas. Lo único que me consuela es saber que Jennifer con mi descendencia está contribuyendo a mejorar ese mundo lejano de otra dimensión que yo, que nosotros no logramos avizorar.

Lo probable es que me declaren inimputable, pues esta historia no me la cree nadie. Piensan que estoy alucinando y sufro de psicopatía. Además, no hay delito, sin cuerpo. Ese es mi único consuelo. Pero sé que encontrar acá a alguien como Jennifer será imposible…me acostumbré a ese amor excepcional, la extraño. A esa viejita convertida en joven, en una hermosa mujer, me apena que nunca más la vuelva a ver. Mientras tanto, siento que he envejecido, lo más grave que me puede pasar es que me internen en un sanatorio mental.

3 comentarios:

  1. ¡Muy bueno ! felicitaciones

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  2. Muchas gracias Susana. Estoy tratando de compartir experiencias narrativas y seguir aprendiendo de todos
    los miembros del Taller, con las valiosas orientaciones de nuestro profesor José Alejandro. Saludos cordiales, Julio

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  3. Muy bueno, la historia captura y hace que la recreemos en la mente con imágenes nítidas..!Felicitaciones.Marilyn G.C

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