Aldo Francisco Frater
Era
sábado por la noche y Gaspar, un hombre de cincuenta años, había ido al Corso
de Avenida de Mayo. Al cabo de unas horas, cansado de esquivar a la gente que
tarro de espuma en mano iba arruinándole la paciencia y la ropa a todo el mundo,
decidió alejarse del lugar.
Caminó
muchas cuadras pensando en lo que se había transformado el Carnaval, cuando de
repente se tropezó con una mujer que con dulce voz le preguntó:
-¿Por
qué tan triste amigo?
-Es
que ha muerto el Carnaval, pero… ¿Qué haces
así disfrazada?
-Soy
Colombina y te propongo disfrutar a pleno el carnaval.
Gaspar
decidió llevarle el apunte, total, aburrido por aburrido, al menos la muchacha
se veía bien. Ella comenzó a caminar con paso decidido hasta un pasaje. Él la
seguía no del todo convencido, pero la noche ya estaba perdida de modo que
continuó.
Habían
hecho unos veinte metros por el pasaje cuando vio un patio muy iluminado y su
sorpresa fue mayúscula. Hombres, mujeres y niños jugaban al carnaval. Los mayores
con baldes que llenaban en una canilla del rincón del patio y los niños con
unos pomos de goma que no veía desde su infancia.
Cuando
uno de los niños le apuntó con su pomo anaranjado y lo salpicó, Gaspar se dio
vuelta enojado:
–Mocoso
de…
Pero
una de las mujeres le interrumpió diciendo a viva voz:
–
¡En carnaval nadie se enoja!
Gaspar
forzó una sonrisa y se alejó del lugar. La muchacha seguía caminando, a él le
dio la impresión que ella ni se enteró del hecho.
Llegaron
a un portón verde oscuro y lo invitó a entrar. Al atravesar la puerta Gaspar quedó
totalmente sorprendido cuando vio que se trataba de un gran salón de baile.
Había
mesas y sillas de madera dispuestas alrededor de una pista de baile repleta de
disfrazados. Allí alcanzó a ver a Pierrot, Arlequín, Pantaleón, Pulchinela,
varios diablos, algún mendigo, hadas, bailarinas y hasta un pirata. Cuando miró
hacia el escenario se encontró con el mismísimo Rey Momo sentado en su trono.
Todos reían y bailaban al compás de una alegre canción.
Colombina
lo hizo sentar en una mesa que tenía un cartel de “Reservada”, llamó al mozo y
pidió cerveza para ambos, agarró de la mano a Gaspar y lo llevó a bailar. Luego
de un rato largo de baile él tenía tanta sed que tomó su vaso de cerveza sin
respirar, sin importarle que estuviera caliente.
Así
fue pasando la noche entre baile, tragos, baile y más tragos. Todo era
fantástico, nunca se había divertido tanto. Bailar con esa muchacha lo
alegraba. Mirar esos profundos ojos color avellana lo cautivaban. Escuchar las
hermosas historias que Colombina le contaba lo hacían soñar. Hasta que, por el
cansancio y la cerveza de más, se fue quedando dormido en la mesa mientras
escuchaba a lo lejos los acordes de una canción que decía: “por cuatro días
locos que vamos a vivir…”
Un
sacudón lo despertó. Su boca estaba pastosa, le dolían los ojos y apenas podía
mantenerlos abiertos, no entendía lo que veía, por eso se los restregó y trató de mirar nuevamente. Fue
grande su sorpresa al verse en un bar oscuro con unas pocas mesas donde un mozo
vestido de azul le dijo:
-¡Qué
manera de beber amigo!
Miró
para todos lados buscando la fiesta, a Colombina, pero nadie más que él y el
mozo se encontraba en ese lugar.
Quiso
preguntar por la fiesta, por Colombina, pero no lo hizo, se levantó lentamente para
que el dolor de cabeza no le molestara tanto y caminó hacia la salida, al salir
reconoció el pasaje, cuando pasó por aquel patio antes iluminado solo vio yuyos
y escombros que describían años de abandono.
Aún
confundido le preguntó que día era a un ciclista que pasaba por el lugar, este amablemente
le dijo:
-
¡Miércoles hombre!
No
entendía nada, los recuerdos le explotaban en su mente, ¿Qué había sucedido?, su último recuerdo era
del sábado, estaba seguro que no lo había soñado, pero… Caminó hasta su casa y se
dispuso a darse una ducha para terminar de despertar, al sacarse la ropa vio
caer un papel de su bolsillo, cansado y dolorido lo iba a dejar en el suelo. Algo
le dijo que debía leerlo y lo levantó, era un papel color sepia minuciosamente
doblado, lo abrió y comenzó a leerlo, una sonrisa se le dibujó en la cara al
ver una letra muy prolija que decía “Nos vemos el año próximo – Colombina”.
Muy colorido. Me gustó. Tema original.
ResponderEliminarGracias Angela, tu comentario es una ayuda para seguir adelante
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