viernes, 21 de septiembre de 2012

La odisea de Laura

Aldo Francisco Frater



Luego de un reparador baño y mientras se vestía, Laura recordó las palabras de Héctor. “Si no vienes a despedirme es que no me quieres, entonces ya no volveré”.

Debía llegar a Flores antes de las quince horas o no lo vería más, así que salió con tiempo, caminó con tranquilidad las tres cuadras que la separaban del subterráneo.

Había mucha gente. Se preocupó un poco pero la tranquilizó saber que aún era temprano. Esperó unos momentos y fue cuando su corazón comenzó a latir con inquietud al escuchar por los parlantes que la línea se encontraba suspendida.

El andén se llenaba cada vez más, se sintió molesta y  se puso nerviosa, decidió salir y tomar un colectivo, le costó bastante alcanzar la superficie ya que la gente agolpada ni se movía.

Al llegar a la calle vio que un señor con valija y una mujer con un niño en brazos se peleaban por subir al único taxi vacío que había, no se preocupó pues no tenía dinero para tomar un taxímetro, pero igual se preguntaba qué estaba ocurriendo.

Miró el reloj y al ver que ya eran las catorce se apuró a llegar a la parada del colectivo. Al acercarse vio gran cantidad de gente agolpada hablando casi a los gritos.

-¿Qué diablos pasa hoy? –se preguntó asustada.
                                                                                                               
Trató de escuchar lo que decían, pero no entendía bien.

-¿Qué sucede? –le preguntó a una señora mayor.

-Parece que atentaron contra el presidente y se decretó un paro general –le informó emocionada la mujer.

 -¡No puede ser! ¿Justo hoy? –se dijo a sí misma en voz alta.

Un frío le corrió por la espalda, estaba aturdida, confundida, lo que pasaba parecía grave pero más grave sería si ella no llegaba a tiempo.

Decidió empezar a caminar, mientras pensaba “Si me apuro, en una hora llego caminando”.

Al pasar las cuadras comenzó a sentir cansancio, calor, miedo, la gente corría sin sentido, era todo un caos, pero ella seguía caminando con el objetivo puesto en Flores a las quince.

Eran las catorce y cincuenta cuando llegó, su corazón latía con tanta fuerza que parecía que se saldría de su lugar, con sus últimas fuerzas tocó el timbre, esperó un momento y nerviosa, volvió a tocar, a los pocos minutos salió un hombre de unos cincuenta años, quien al verla le dijo – ¡Hola, que alegría verte!, aunque no te esperaba hoy.

Ella muy confundida le dijo –pero... ¿no viajas ahora?

-No, el viaje estaba programado para mañana, pero con este lío del presidente, no sé si saldrán los aviones.

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