Aldo Francisco Frater
Luego de un reparador baño y
mientras se vestía, Laura recordó las palabras de Héctor. “Si no vienes a
despedirme es que no me quieres, entonces ya no volveré”.
Debía llegar a Flores antes de
las quince horas o no lo vería más, así que salió con tiempo, caminó con
tranquilidad las tres cuadras que la separaban del subterráneo.
Había mucha gente. Se preocupó
un poco pero la tranquilizó saber que aún era temprano. Esperó unos momentos y
fue cuando su corazón comenzó a latir con inquietud al escuchar por los
parlantes que la línea se encontraba suspendida.
El andén se llenaba cada vez
más, se sintió molesta y se puso
nerviosa, decidió salir y tomar un colectivo, le costó bastante alcanzar la
superficie ya que la gente agolpada ni se movía.
Al llegar a la calle vio que un
señor con valija y una mujer con un niño en brazos se peleaban por subir al
único taxi vacío que había, no se preocupó pues no tenía dinero para tomar un
taxímetro, pero igual se preguntaba qué estaba ocurriendo.
Miró el reloj y al ver que ya
eran las catorce se apuró a llegar a la parada del colectivo. Al acercarse vio
gran cantidad de gente agolpada hablando casi a los gritos.
-¿Qué diablos pasa hoy? –se
preguntó asustada.
Trató de escuchar lo que decían,
pero no entendía bien.
-¿Qué sucede? –le preguntó a una
señora mayor.
-Parece que atentaron contra el
presidente y se decretó un paro general –le informó emocionada la mujer.
-¡No puede ser! ¿Justo hoy? –se dijo a sí
misma en voz alta.
Un frío le corrió por la
espalda, estaba aturdida, confundida, lo que pasaba parecía grave pero más
grave sería si ella no llegaba a tiempo.
Decidió empezar a caminar,
mientras pensaba “Si me apuro, en una hora llego caminando”.
Al pasar las cuadras comenzó a
sentir cansancio, calor, miedo, la gente corría sin sentido, era todo un caos,
pero ella seguía caminando con el objetivo puesto en Flores a las quince.
Eran las catorce y cincuenta
cuando llegó, su corazón latía con tanta fuerza que parecía que se saldría de
su lugar, con sus últimas fuerzas tocó el timbre, esperó un momento y nerviosa,
volvió a tocar, a los pocos minutos salió un hombre de unos cincuenta años,
quien al verla le dijo – ¡Hola, que alegría verte!, aunque no te esperaba hoy.
Ella muy confundida le dijo –pero...
¿no viajas ahora?
-No, el viaje estaba programado
para mañana, pero con este lío del presidente, no sé si saldrán los aviones.
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