viernes, 31 de agosto de 2012

El ascensor


Aldo Francisco Frater 



Shelly una mujer de cuarenta y tres años, soltera, vivía desde siempre en Oxford, su vida había pasado sin sobresaltos hasta que empezaron en la tranquila ciudad aquellos crímenes sin explicación. Todos comenzaron a estar temerosos, en especial Shelly a quien afectó mucho este tema y quedó sumamente impresionada con los rostros desfigurados de las víctimas. Se encontraba nerviosa, temerosa, angustiada.

Para distraerse estuvo leyendo algunos libros, hasta que el cuento “Siete pisos” de Dino Buzzati, que relata cómo el personaje queda atrapado en una experiencia aterradora en el Hospital Radcliffe  descendiendo piso por piso hasta llegar al primero donde los médicos ya no tienen más que hacer y sólo trabajan los sacerdotes, la afectó muchísimo.

Su angustia aumentaba día a día, por lo tanto decidió visitar a su médico de cabecera, éste luego de examinarla le indicó que debía hacerse algunos exámenes en el séptimo piso del Hospital Radcliffe.

      -Nooooo ¿Justo ahí?  ¿No puede ser en otro lugar? Le dijo preocupada.

-No, pues casos como el suyo sólo se tratan ahí, contestó su médico, sin prestarle mucha atención.

Trató de olvidarse del tema y así llegó el día que debía concurrir a su chequeo. Era un  típico día de invierno y a pesar de sus temores llegó al hospital a la hora indicada. Cruzó el pasillo principal y llamó al ascensor, no había casi nadie en los pasillos, se abrió la puerta y ella fue la única que entró, estaba sola, se cerró la puerta y comenzó la lenta subida.

Unos pocos segundos después, Shelly repentinamente sintió una oleada de miedo sin que hubiera razón alguna. El corazón le latía rápidamente, le dolía el pecho y se le dificultaba cada vez más respirar, llegó a creer que se iba a morir. Inmediatamente vio con preocupación que el ascensor comenzaba a cambiar de fisonomía, las paredes metálicas se tornaron oscuras y al mirar el espejo que había en una de sus paredes vio que de pronto entraba gente extraña, deformada. “Dios mío ¡Esos rostros! ¡Son ellos!” pensó, “Tranquila, trata de dialogar” se dijo. Pálida y al borde del desmayo trató de mantener la calma y hablar con los inesperados acompañantes, quiso preguntarles qué hacían ahí, quiénes eran, pero no recibía respuestas. Ella transpiraba sudor frío y de pronto comenzó a llorar y a gritar, nadie la escuchaba, y cada vez subía más gente, ya tenía un aspecto terrible ese ascensor. Sus paredes ahora parecían de madera oscura y el espejo por donde espiaba la gente se transformaba en una nebulosa gris y pesada, sus gritos eran aterradores. De pronto el ascensor se detuvo y se abrió la puerta, antes de desmayarse alcanzó a ver que alguien la tomaba en sus brazos y la aferraba con fuerza.

Cuando despertó estaba acostada en una camilla asistida por una enfermera, ella sólo atinó a preguntar -¿Qué me pasó? ¿Quiénes eran las personas del ascensor? ¿En qué piso estoy?

Que la enfermera le dijera que estaba en el séptimo piso y había sufrido un ataque de pánico no la tranquilizó y obsesionada con el cuento de Buzzati, quiso saber más.

Cuando la enfermera le dijo:

-Al revisarla surgieron algunas dudas, así que la llevaré al sexto piso para realizarle una tomografía y luego quedará internada en observación en el quinto.

Quedó petrificada y sólo atinó a balbucear – ¡No Dios mío! 

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