Aldo Francisco Frater
Shelly
una mujer de cuarenta y tres años, soltera, vivía desde siempre en Oxford, su
vida había pasado sin sobresaltos hasta que empezaron en la tranquila ciudad aquellos
crímenes sin explicación. Todos comenzaron a estar temerosos, en especial
Shelly a quien afectó mucho este tema y quedó sumamente impresionada con los
rostros desfigurados de las víctimas. Se encontraba nerviosa, temerosa,
angustiada.
Para
distraerse estuvo leyendo algunos libros, hasta que el cuento “Siete pisos” de
Dino Buzzati, que relata cómo el personaje queda atrapado en una experiencia
aterradora en el Hospital Radcliffe descendiendo
piso por piso hasta llegar al primero donde los médicos ya no tienen más que
hacer y sólo trabajan los sacerdotes, la afectó muchísimo.
Su
angustia aumentaba día a día, por lo tanto decidió visitar a su médico de
cabecera, éste luego de examinarla le indicó que debía hacerse algunos exámenes
en el séptimo piso del Hospital Radcliffe.
-Nooooo ¿Justo ahí? ¿No puede ser en otro lugar? Le dijo
preocupada.
-No, pues casos como el suyo sólo se tratan ahí, contestó su médico,
sin prestarle mucha atención.
Trató de olvidarse del tema y así llegó el
día que debía concurrir a su chequeo. Era un
típico día de invierno y a pesar de sus temores llegó al hospital a la
hora indicada. Cruzó el pasillo principal y llamó al ascensor, no había casi
nadie en los pasillos, se abrió la puerta y ella fue la única que entró, estaba
sola, se cerró la puerta y comenzó la lenta subida.
Unos
pocos segundos después, Shelly repentinamente
sintió una oleada de miedo sin que hubiera razón alguna. El corazón le latía
rápidamente, le dolía el pecho y se le dificultaba cada vez más respirar, llegó
a creer que se iba a morir. Inmediatamente vio con preocupación que el ascensor
comenzaba a cambiar de fisonomía, las paredes metálicas se tornaron oscuras y
al mirar el espejo que había en una de sus paredes vio que de pronto entraba
gente extraña, deformada. “Dios mío ¡Esos rostros! ¡Son ellos!” pensó,
“Tranquila, trata de dialogar” se dijo. Pálida y al borde del desmayo trató de
mantener la calma y hablar con los inesperados acompañantes, quiso preguntarles
qué hacían ahí, quiénes eran, pero no recibía respuestas. Ella transpiraba
sudor frío y de pronto comenzó a llorar y a gritar, nadie la escuchaba, y cada
vez subía más gente, ya tenía un aspecto terrible ese ascensor. Sus paredes
ahora parecían de madera oscura y el espejo por donde espiaba la gente se
transformaba en una nebulosa gris y pesada, sus gritos eran aterradores. De
pronto el ascensor se detuvo y se abrió la puerta, antes de desmayarse alcanzó
a ver que alguien la tomaba en sus brazos y la aferraba con fuerza.
Cuando despertó estaba acostada en una camilla
asistida por una enfermera, ella sólo atinó a preguntar -¿Qué me pasó? ¿Quiénes
eran las personas del ascensor? ¿En qué piso estoy?
Que la enfermera le dijera que estaba en el
séptimo piso y había sufrido un ataque de pánico no la tranquilizó y obsesionada
con el cuento de Buzzati, quiso
saber más.
Cuando la enfermera le dijo:
-Al revisarla surgieron algunas dudas, así
que la llevaré al sexto piso para realizarle una tomografía y luego quedará
internada en observación en el quinto.
Quedó petrificada y sólo atinó a balbucear –
¡No Dios mío!
Escribir es el arte de mostrar los sentimientos, con palabras
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