sábado, 3 de marzo de 2012

Una corta travesía

Antonio Bardales


El brillo solar ingresa a la habitación. Los pajarillos anuncian que la naturaleza como el destino sigue su camino. Es la cinco y treinta de la mañana. La licuadora alerta que tu abuelo se encuentra despierto, preparando el desayuno. Los párpados de tu tío se resienten. Intenta dormir. No puede. Lo ruidoso que resulta el funcionamiento del artefacto no se lo permite. Sus ojos reprochan, claman descanso. En las rodillas y piernas persiste el dolor. Los analgésicos tardan en hacer efecto. Aparentemente, la actividad física es ajena a él. ¡Ja!, seguiremos en la lucha – murmura en la soledad de su cuarto. Hace dos semanas que intenta correr cinco kilómetros en veinte minutos. A los treinta y un años la situación atlética no es como fue, al menos lo siente así. Trata de recordar sus sueños. Ni modo. No logra evocar nada. Qué más da – expresa.

Dentro de su habitual fatiga, agarró el calendario. Realizó cálculos. Se dio con la sorpresa que hace más de sesenta días llegaste a esta travesía. Tu nacimiento ilumino su rostro con sonrisas. Efectuó nuevos cálculos. Un nuevo resultado: En treinta y cinco días estaría casado. El reloj despertador chilla. El horrible zumbido irrumpe sus razonamientos. Es hora de tomar fuerzas, dejar atrás el aburrimiento y la debilidad física. Cruzó el pasadizo que une las habitaciones. Aprecia que su madre, tu abuela, sigue dormida.  En la cocina saluda a tu abuelo.

- Buenos días ¡pa!
- Hola. ¿Vas a salir a correr?
- Sí – contestó.
- Hijo en la mesa se encuentra la soga para que saltes como canguro. Es lo que pude conseguir.

Revisó la cuerda. Era extensa, gruesa y pesada. Sentía que se iba a fusionar con su cuerpo y obstinación. Recordó a aquella que utilizó quince años atrás, cuando la práctica del atletismo era su pan diario.

-¡Gracias pa! Necesito recobrar agilidad. Mi cuerpo no responde al entrenamiento.
- Poco a poco. Recuerda que dejaste de correr hace muchos años. Hoy eres más hábil con las leyes que con el deporte. Ten paciencia como la tienes con los políticos. No te vayas a romper un ligamento. Cuidado con los carros. Ya regresó, voy a la panadería.
- ¡Listo!

Bebió su habitual vaso de agua y de regresó a la habitación. Vio que la abuela esta despierta.

- Hola ¡ma!
- Hola. Sales a correr – afirmó ella que se encontraba envuelta con unas blancas, delgadas y frescas sabanas.
- Sí.
- Cuidado con los carros.
- ¡Yap!

En el transcurso, Estrella aparece. Lo mira y mueve la cola. Los ojos de la cachorra brillan. ¡Carajo! ¿Por qué no hablas? – dijo con cariño. La cargó. La acaricia. Luego, la ubica en la cama. Se coloca el reloj de pulsera en la muñeca, guarda las llaves. Raudamente sale. En menos de cinco minutos llega a la pista atlética. El parque tiene una extensión de un kilometro. Es verde. Se respira un fresco aire matinal, pese a que lo cruza una avenida principal. En una esquina, inicia con rigor el calentamiento. Prosigue con los estiramientos que aprendió en su infancia. Aprecia que en la arboleada hay personas mayores de distintas edades con diversas vestimentas en pleno esfuerzo físico. Muchas se encuentran sudorosas, otras casi nada. Hay hermosas mujeres. Se encuentran prohibidas. La disciplina, la lealtad, lo que se llama compromiso y, sobretodo, el querer evitarse problemas, determinan que se concentre en sus actividades. Es parte de una filosofía que aprendió. En sus pensamientos se leía: “Mi cuerpo quiere mis principios no dejan”. El reloj marca las siete de la mañana. Alistó el cronómetro. Verifica que los audífonos del antiguo MP3 se encuentren correctamente ubicados. Empezó la rutina. 

Al compás de Gozar la Vida de Julio Iglesias, corre alrededor del campo. Recuerda cómo el disco llegó a sus manos. En esos días, un hombre alto, flaco de cabellera blanca, educado, gentil, de ciertas exquisiteces aromáticas y añejo conductor de programas radiales se lo regaló. En ciertas ocasiones sentirás que la vida es injusta. Será así. Por ejemplo, nunca aprendió como se llamaba aquel hombre juicioso, porque hasta hoy, no tuvo el valor de preguntarlo ni la voluntad de investigarlo. El practicaba en una oficina del Estado, junto a dos abogados.  Me acuerdo que el obsequio le disgusto, pues a cada uno de los letrados, aquel hombre entregó un CD con veinte canciones. A él únicamente le obsequió un CD con una solitaria canción de aproximadamente cinco minutos.

Escucha la letra de la canción. Se concentró. Continúo corriendo. Ya van cuarenta minutos de trote. Un pequeño dolor en el muslo hace que corra lento. Sin embargo, siguió. Se abstrae en la melodía.  

Hay amigos pa´ siempre,
Y otros vienen y van
Pero todos vivimos en una ruleta
Que no para más, caballero
Camina pa´lante, no le tengas miedo
Que los que critican se critican ellos
Y busca tu suerte
Que nada está escrito, no mires atrás

Caballero, gózate la vida
Caballero no lo pienses más
Y vive lo que puedas
Caballero goza, vive hasta el final

Son las ocho y treinta de la mañana. Exhaló por última vez. Se detiene. Realiza los últimos estiramientos. De vuelta a casa. Sobre la mesa del comedor observa una jarra de jugo. Toma lo necesario. Se dirigió a su cuarto. Observa al interior de las habitaciones. Sólo encontró a Estrella. Ella ni se inmuta. Mamá y Papá han salido - pensó. Escuchó que en los pisos superiores su hermano Alexander y su hermana Diana, tu tío y tía, te están cuidando. Tu padre y madre han salido. El celular vibra. Revisó los mensajes y leyó:

- Hola amigo sty q llamo no cntestas en q planes andars bueno te aviso q ha salido la cnvotaria del Consejo Nacional de la Magistratura para plazas de juecs spcializads.

Inmediatamente escribió:

- Uyuyuy! Gracias gorda J  t llmo x l nche, peo conteta pe J

Sigue con la vestimenta de deporte. Su piel se permeabiliza con el sudor. Una nostalgia extraña lo invade. Quería estar a tu lado porque desde que naciste sólo estuvo contigo unos pocos días. Ubica los números de su socio. Acto seguido redacta:

- Javier, hoy continuamos con lo planeado? Si la respuesta es si, a que hora debo estar en your jato?

Se para. Tira el aparato a la cama. Mira al espejo. Un suave y fresco viento ingresa a la habitación. En el cristal ve que la barba esta crecida. De pronto el celular. Lo coge. Javier había dado respuesta. Y lee:

- Si tio te espero 10.30 y trae el libro. Revisa la pag. del Consejo. Hay concurso.

Miró el reloj. Son las nueve y treinta de la mañana. Rápidamente se desviste y ducha. Regresa a la cocina. Agarra el libro para su socio. Nuevamente ingiere un vaso de jugo. Escucha tu llanto de bebé. Diana intenta darte el biberón. Él se despide.

- Chau hermana – dijo con su habitual fuerza de voz que apasionadamente estremece a algunos y algunas letradas.

- ¡Ya! No vengas tarde. Chau – dijo ella.
Se colocó el habitual lente para sol. Acomoda los auriculares de su MP3 en sus oídos. Sale de su hogar. Rumbo al paradero. La vía era de doble tránsito vehicular. Timbra nuevamente la pequeña máquina telefónica. Aún no cruza la esquina. El vehículo lo arrolló.  Nunca llamo a su amiga ni prestó el libro, menos aún, llegó al matrimonio. En su MP3 se escucha:

Me he salvado en tantas guerras
Me he cansado de llorar
Y ahora que ya estoy de vuelta
Quiero vivir más

Unos nacen con todo,
Y otros casi sin na´
Pero todos llevamos
Un ticket que dice
Principio y final, caballero.

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