martes, 12 de julio de 2011

Donde duerme el sol

Víctor Mondragón



En una tarde de verano del año mil cuatrocientos sesenta y tres el príncipe Túpac Yupanqui, en compañía del Suyuyoc (1) del Chinchaysuyo, se encontraba en las islas de Chincha supervisando el recojo del guano para su equitativa repartición a los pueblos; una suave brisa mitigaba la calurosa tarde, el olor de excremento de aves se rendía ante  el fresco aroma del mar, las olas rompían sobre las rocas mientras  los hermosos paisajes revitalizaban al príncipe;  de regreso a la orilla se encontraron con unos comerciantes Chinchay (2) que estaban desembarcando junto a   diestros navegantes que regresaban  de lejanas islas.
El auqui (3) sintió curiosidad y se acercó  a los comerciantes
-¿De dónde vienen? -pregunto.
Los sorprendidos navegantes rápidamente pusieron cargas sobre sus espaldas, se arrodillaron y sin atreverse a mirarle el rostro  contestaron:
-Señor, venimos de donde duerme el sol.
-¿Cuán lejos es aquello? -replicó el príncipe
-Señor, la distancia equivale al tiempo de  tres periodos de quillas (4) -respondieron los navegantes.
El príncipe se entusiasmó con tal relato e invitó a los comerciantes a  cenar  aquella noche, acompañarían la reunión amautas y consejeros del auqui. Horas más tarde, al ver que las fogatas elevaban blancas nubes hacia el cielo,  el auqui preguntó a su maestro Huamán por qué ocurría eso; el amauta  explicó que el aire caliente subía hacia el cielo ante lo cual el príncipe, como era usual, inquirió
-¿Y en qué nos puede servir aquello?
El amauta se sintió comprometido al no poder responder, pero  intervino el Suyuyoc de Chinchay diciendo que en Nazca había visto  un niño dentro de una cesta que se elevaba gracias al aire caliente que quedaba atrapado en un cono de fina tela cubierta con una resina especial…
La quietud del ambiente dejaba fluir la fresca noche,  aromas  de leña se dispersaban por doquier  mientras  los navegantes se presentaron    ante el príncipe halagados y asustados –en partes iguales-; compartir una cena con el futuro Inca era todo un compromiso. Sobre bandejas de barro  se fueron sirviendo chupes de pejesapo,   mariscos con salsas de ajíes, chitas asadas cubiertas con hojas, mote, yuca y abundante chicha de maíz y de maní.
Los navegantes reafirmaron que a tres periodos de quillas redondas se encontraban las  islas donde dormía el sol.
-El trayecto es conocido desde tiempos antiguos,  frente a las costas del Chinchaysuyo, bajo el mar,  corre un gran río  que conduce las naves  hacia donde duerme el sol  y por el Collasuyo (6)   hay otro  que trae de regreso –explicó un  navegante.
Intervino en la conversación el Suyuyoc y dijo que conocía de casos de comerciantes, que navegando desde Chinchay hacia la tierra de los tallanes (7), se quedaron a la deriva y que tal corriente los había llevado hacia aquellas lejanas islas; el auqui estaba echado sobre la arena donde torpemente trazaba y borraba una hilera de signos,  eran como mensajes  de su mente y de su intrepidez.
Desde niño, al príncipe le enseñaron  que Apu Kon Ticsi Pachayachachic Viracocha era un dios blanco que en tiempos remotos llevó valiosas enseñanzas a los pueblos andinos, por lo tanto  ordenó a sus primos Otorongo Achachi y Chalco Yupanqui  que navegaran con tales comerciantes, que verificasen lo escuchado y que indagasen por Ticsi Viracocha; Túpac Yupanqui debía viajar al norte para fortalecer las relaciones con caciques descontentos y a la vez supervisar obras de importancia para la Confederación Incaica.
En la primavera siguiente, estando el príncipe negociando acuerdos con los señores de Chachapoyas (8), recibió la noticia de que sus primos habían retornado, presuroso coordinó su regreso al Cuzco invitando como acompañante al  príncipe Chachapoya Chuquizuta. En la capital del Tahuantinsuyo (9) sus primos y los navegantes le contaron que donde duerme el sol existían  diversos pueblos y que parte de la flota se había quedado navegando hacia el oeste en busca de Ticsi Viracocha.
Ya en el Cuzco, Túpac Yupanqui solicitó al sumo sacerdote (10) descifrar si un viaje mar adentro permitiría un exitoso retorno; tras sacrificios y extensos rituales, el sacerdote confirmó sobre hojas de coca que el auqui conquistaría nuevos reinos y que siempre regresaría con gloria.
El Sapa Inca (11), Pachacutec, vivía constreñido por las responsabilidades de Estado, largas colas de caciques regionales, tucuy ricuy(12) y sabios esperaban su turno para hablar con él pero éste privilegiaba su tiempo en establecer los estándares de administración y buen gobierno del Tahuantinsuyo; tenía planeado convertir al Cuzco en el ombligo del mundo, con habitantes sabios y nobles de las todas tierras de la Confederación; con el apoyo de constructores provenientes del Collasuyo  había replanteado la ciudad; era tan admirable su dominio para cortar las  piedras y su habilidad en construcciones megalíticas que el Inca había ordenado se  difundiesen tales conocimientos por todo el imperio.
En las tardes Túpac Yupanqui escuchaba las sugerencias de sus consejeros que trataron de persuadirlo para que no viaje, el auqui meditaba y no sabía de qué lado estaba la razón, pero le atraía el puro sabor de lo desconocido, como a otros el amor o las riquezas; apeló a su espíritu donde yacía un valor del tamaño del universo, una intrepidez no menor que aquel valor; resolvió adelantarse a la vanidad que aguarda a todas las fatigas del hombre y optó por acometer una empresa complejísima y de antemano incierta.
Para el auqui no le fue fácil convencer a su padre, pues éste  lo requería por su autoridad y capacidad para negociar y establecer la nueva administración en  sus dominios, finalmente el heredero con el apoyo de nobles orejones de la panaca (13) Atun Ayllu logró convencer al anciano Inca.
El príncipe ordenó a su hermano Amaru Yupanqui la organización de su viaje, éste inmediatamente formó un consejo de sabios similar al que se llevaba a cada pueblo anexado; maestros en astronomía, agricultura,  construcción,  plantas medicinales,  herramientas,  animales, etc., nada podía faltar bajo pena de castigo.
Por su parte los navegantes comerciantes prepararían las naves para salir de las costas del Chinchaysuyo en el siguiente otoño, por ser más favorable; el prototipo que habían usado sus primos se replicó, serían  balsas a vela de dos tamaños, en cada balsa navegarían entre diez y quince personas siendo cinco tripulantes y los demás soldados.
Las naves se construyeron de madera-balsa, llevada desde la tierra de los tallanes, con ligeras cañas de cubierta, tenían una choza, dos palos de fina madera donde fijaban la vela, y maniobraban con un ingenioso timón y quilla.
Los navegantes dispusieron calabazas y cañas huecas como recipientes; llevaron almácigos de plantas,  alimentos deshidratados como chuño (14)  y charqui (15), para acopio de agua dispusieron de planchas de metal que al contacto con la neblina condensaban el agua, también disponían de guaras u orzas de deriva con lo cual prensaban pescados para extraerle el agua en ausencia del líquido elemento y a modo de contingencia usarían calabazas como flotadores aunque las balsas  eran casi imposibles de volcar.
Nada de eso era novedad para los navegantes de Chinchay  que solían comercializar desde el Collasuyo hasta más allá de la tierra de los tallanes, conocían la Cruz del Sur e incluso la estrella polar  y aquellas prácticas les eran rutinarias.
En la costa del Chinchaysuyo, en medio de áridos desiertos se encontraba el santuario de Pachacamac, muy respetado por su adivinación, numerosos pobladores solían peregrinar desde lejanas tierras de Sudamérica; antes de partir, Túpac Yupanqui visitó dicho santuario y tras cumplir  un riguroso ayuno de siete días subió hacia el  afamado oráculo.
En príncipe transitó en silencio  por unas terrazas de adobe y luego ascendió por un camino cercado con altas paredes  que circundaba el templo principal hasta que llegó a la cima donde fue recibido por el sacerdote principal con  la cabeza cubierta, éste lo condujo hacia un pequeño cuarto oscuro  en cuyo  interior se encontraba  el temido dios Pachacamac, solo ingresó el sacerdote y tras presentar ofrendas  invocó al niño dios Antarqui para que volara hacia el oeste. Al siguiente día   éste  retorno  y respondió que eran cierto lo contado por los navegantes; el sacerdote salió de la pequeña habitación levantó sus brazos y  mirando unas islas en  el poniente ratificó que el viaje del príncipe sería un éxito.
En el otoño del año mil cuatrocientos sesentaicinco, el príncipe Túpac Yupanqui inició su travesía con dirección oeste acompañado por ciento veintiocho  naves y un ejército de mil seiscientos soldados.
En cada jornada, los cielos giraban sobre los navegantes,  desde el crepúsculo hasta el poniente, los comerciantes eran diestros en conocer la dirección de los vientos y las corrientes marinas, durante la noche se guiaron con las estrellas y durante el día proyectaban la sombra del sol e identificaban fácilmente los puntos cardinales; en una rutina ordenada y periódica buscaban la sombra del sol con unas estacas, luego la median con muescas en palotes que los quipucamayos  registraban.
El tiempo fue inicialmente magnífico y poco antes de la tercera quilla redonda tuvieron algunos problemas; algunas naves debían ser reparadas  y se presentaron fuertes vientos, una tarde después de la tercera quilla redonda vieron volar diversos pájaros lo cual era la señal que les habían  indicado en Pachacamac.
Al amanecer del día siguiente llegaron a una hermosa isla que bautizaron con el nombre de  Ahuachumpi, dejaron a un lado el vaivén de la navegación y desembarcaron ordenadamente; los isleños se asustaron al ver tan numeroso ejército,  fornidos soldados ataviados con finas vestimentas.
-Hagan el pago a la Pachamama (16) y entreguen ofrendas a esos habitantes -ordenó Túpac Yupanqui.
El príncipe estaba desconcertado, había viajado largas distancias y el sol permanecía tan lejano como en el Cuzco, una vez reparadas las naves, navegó hacia el poniente y solo encontró nuevas islas y gente poco civilizada; parecía que el sol se alejaba cada vez más, entonces, el auqui ordenó a sus primos que continuaran navegando y le llevaran noticias mientras él organizaba obras para aquella gente; por otra parte, conminó a los navegantes de Chinchay a que regresaran al Tahuantinsuyo y dijeran a su  padre Pachacútec que  tardaría en retornar.
El auqui se satisfizo de civilizar a aquellos isleños mostrando compasión al verlos mal vestidos y precariamente alimentados; en un principio los comerciantes hacían de intérpretes pero antes de dos quillas redondas los amautas y el mismo príncipe ya se comunicaban directamente con los isleños. En los hermosos atardeceres de esas paradisiacas islas, el auqui y su corte  departían con los príncipes isleños, les narraban las maravillas de su lejano reino a la vez que compartían pescados, mariscos con ají y brindaban con chicha de maíz.
Al típico estilo inca, los amautas  instruyeron en las técnicas de riego y sembraron sus almácigos para difundir el sembrío de la patata, el camote y las calabazas; de  modo similar,  frutas tales como la ananá (17), la guanábana, la chirimoya y  la papaya; tras unos meses lograron su cometido al ver crecer las primeras plantas. Llegado el solsticio de  diciembre el príncipe Túpac ordenó conmemorar la fiesta más importante del calendario Inca, el Capac Raimi Quilla, una gran fiesta en agradecimiento a su padre el sol y a la Pachamama. Los amautas ordenaron a los soldados cavar y humedecer hoyos en la tierra  mientras otros calentaban piedras redondas con abundante leña; el sacerdote inca bebía chicha y reservaba los últimos sorbos para echarlos a la tierra en agradecimiento de los bienes recibidos.  Cuando las piedras adquirieron un color rojizo, se echaron al interior de los hoyos, luego otros soldados introdujeron cuyes (18) que llevaron y gallinas de la isla envueltos en hojas de palmeras y macerados con ají y hierbas que llevaron consigo,  colocaron patatas, camotes y humitas preparadas con maíz seco que también llevaron, luego ordenadamente cubrieron los huecos con hojas de palmeras, telas y tierra sellando aquello  cual si fuesen ollas a presión.
El sacerdote inca esparció chicha sobre el suelo y fumó hojas secas expeliendo bocanadas de humo hacia los cuatro puntos cardinales dando así gracias a la madre tierra, seguidamente se iniciaron danzas que serían de grata recordación; aproximadamente a la hora y media se destapó los  hoyos y se procedió a servir los alimentos en fuentes de barro y bateas de madera. Todos participaron del convite, especialmente  los más humildes y desposeídos de la isla, pues así como el sol salía para todos, los frutos de la madre tierra debían también ser para todos. 
Los isleños nunca habían degustado sabores tan exquisitos y menos aun se habrían embriagado; los nativos quedaron sorprendidos por las salsas acompañantes con diversos grados de picante y recordarían por generaciones los momentos compartidos con el príncipe inca.
Aquellos pueblos estuvieron tan agradecidos que le pidieron  al auqui que se quedase y reinase entre ellos. El rey Motuto de la isla Ahuachumpi entregó a su hija Houte al príncipe inca y le pidió que extendiera su linaje; el príncipe vivió días felices en esas exóticas islas pero reconocía que aquello sería pasajero, pues debería regresar al Tahuantinsuyo.
Mientras, en el Cuzco, el anciano Pachacútec recibía noticias de su hijo y se apenaba al saber que aquel demoraría aún más mientras las panacas del Hurin (19)  Cuzco presionaban para que se nombre otro sucesor al difundirse la voz de que Túpac Yupanqui habría muerto; el anciano Inca estaba enfermo y temía que el viaje habría sido parte de una conspiración…
Luego de seis quillas redondas los navegantes que se adentraron hacia el oeste y la flota de sus primos regresaron donde el príncipe, éste salió a recibirlos,  caminaron por la orilla de un quieto y hermoso mar turquesa
-Señor, te hemos traído  presentes de diversos lugares, también hemos visto llamas gigantes que corrían  llevando personas sobre su lomo -dijo un comerciante Chinchay.
-Señor, en un lejano pueblo nos entregaron plantas curativas y en compensación les enseñamos el uso del quipu -dijo el primo Chalco Yupanqui
-No debiste hacerlo, eso es reservado -contestó el príncipe
Seguidamente convinieron en reunirse esa noche;  horas más tarde, bajo la luz de las estrellas, los navegantes, el príncipe y sus consejeros se reunieron alrededor de una fogata
-Señor, al parecer el sol nunca duerme, por más que hemos   navegado hacia el oeste, las sombras del sol muestran igual lejanía y nadie nos   pudo dar razón del dios  Ticsi Viracocha –dijo el primo Otorongo Achachi. El príncipe se desconcertó, se puso de pie,  miró a su maestro   y levantó la voz
-¿Donde está Ticsi Viracocha?
-Señor, el dios blanco se despidió en Manta adentrándose  al mar  y prometió que regresaría algún día, no está en nuestras manos buscarlo -dijo un amauta.
El príncipe  ordenó a los sabios interpretar lo ocurrido; especularon que no era un sol sino muchos soles, o que el sol al ocultarse rápidamente se movía al lado opuesto; mucho le intrigaba que la tierra aparentaba nunca acabar.
¿Por qué si navegaban en dirección donde se oculta el sol, el día se alargaba y si navegaban en dirección contraria, el día se acortaba?, ¿Por qué la inclinación del sol es distinta en  verano que en invierno?; no faltó algún sabio que mencionó que la pachamama tendría forma esférica como  la luna y las estrellas, pero esa opción implicaba que los habitantes se precipitarían en algún lugar, ¿dónde sería ese lugar?, no les fue convincente.
El príncipe no quería regresar sin dejar huella de su paso por esas lejanas islas así que ordenó a los constructores collas edificar templos en honor al sol al estilo del Cuzco; luego, a su regreso hacia el Tahuantinsuyo, los navegantes  lo condujeron a una pequeña isla volcán de roca, lava y pobre vegetación a la cual llamaron Ninachumbi o cinturón de fuego.
-Señor, quien se aventurase más al sur de esta isla no regresará jamás pues hacia allá hay solo mar sin fin –dijo un navegante Chinchay.
-Construyan en esta isla cabezas y cuerpos de piedra gigantes como señal para los futuros navegantes, los gigantes serán orejones (20) como los nobles incas y los principales vestirán tocados en sus cabezas.
Desde ahora esta isla se llamará ombligo del mundo por estar a la mitad de distancia entre las islas y  el Tahuantinsuyo –añadió el príncipe.
Posteriormente miró al príncipe Chuquizuta y le pidió que  brinde la logística necesaria y dirija personalmente la obra, el príncipe Chachapoya se mostró  halagado por tal encargo.
De ese modo, el auqui buscó perennizar su largo viaje  y derrotar a la carcoma del tiempo;   como era usual en él,  pensaba que había belleza en la grandeza y una flácida fealdad en el conformismo rechazando que algún día la desinformación empañara su memoria.
En el verano del año mil cuatrocientos sesenta y seis la naves del príncipe besaron las orillas de la costa del Collasuyo, a pocos minutos de su llegada, veloces chasquis (21) corrieron hacia el Cuzco llevando primicias al anciano Inca, éste al conocer la noticia ordenó un mes de festividades en todo el Tahuantinsuyo; la entrada al Cuzco fue triunfal, el príncipe llevó consigo presentes y habitantes de los remotos lugares visitados.
Días después en el Cuzco, el príncipe convocó al consejo de amautas  para interpretar por qué el sol era igual de distante pese a largos recorridos; muy de temprano se dirigió presuroso a un ambiente del  templo Coricancha, la sala era amplia, las paredes y el suelo de piedra brillaban de pulcritud, en el techo se abría un amplio orificio que iluminaba el ambiente, cuatro hornacinas con sendas momias de sabios acompañaban la reunión; el auqui y los amautas se sentaron sobre un grueso y hermoso tejido:  
-Señor, al parecer la pachamama no es plana, más bien tiene forma de esfera –dijo el sumo sacerdote.
-¿Qué sustento tiene tu afirmación? –replicó el príncipe.
-Señor, tus dominios se extienden desde territorios mapuches (23) hasta la tierra de los caranquis (24), como bien sabes, las épocas de siembra y cosecha dependen de las estaciones que no son las mismas en cada lugar -contestó el sacerdote.
-Desde antes lo intuíamos pero  con tu viaje lo hemos confirmado, las sombras que proyecta el sol sobre el inti huatana o sobre una estaca permiten inferir que la pachamama tiene forma de esfera, lo que no entendemos es en qué lugar la gente se cae -añadió el sacerdote.
-Señor, a base de la longitud de tales sombras, hemos hecho una estimación del tamaño de la Pachamama y vemos que es grande, muy grande -añadió otro sabio.
Las palabras de los sabios regalaron al príncipe una consoladora revelación de que su intento no había sido en vano, Túpac Yupanqui mantuvo la ilusión de que algún día la verdad se abriría paso.
En el Tahuantinsuyo ciertas informaciones y conocimientos eran reservados solo para la élite,  el príncipe pidió discreción sobre lo desvelado  y dejó el caso en manos de los astrónomos incas. El heredero que se creía muerto había regresado, la extensión de sus dominios cruzaba la línea ecuatorial y aun hoy los habitantes de las lejanas  islas del oeste cocinan la pachamanca (22), bailan frente al mar  la danza del rey Tupa y lo llaman hijo del sol como remembranza de aquel legendario príncipe que una vez los visitó y que provenía de donde sale el sol.  

1.       Suyuyoc: Sacerdote.
2.       Chinchay o Chincha: Cultura prehispánica de la costa peruana. Se caracterizaban por ser grandes navegantes y comerciantes.
3.       Auqui: Príncipe inca
4.       Quilla: Luna en idioma quechua
5.       Amautas: Maestros, sabios en el imperio incaico.
6.       Collasuyo: Región del sur del imperio incaico, desde el sur del Cuzco (Perú), pasando por el altiplano peruano-boliviano y  hasta el río Maule en Chile.
7.       Tallan: Cultura PRE incaica de la costa norte de Perú y sur de Ecuador.
8.       Chachapoyas: Cultura PRE-hispánica del norte del Perú.
9.       Tahuantinsuyo: Palabra quechua para referir al  reino o confederación incaica.
10.    Sumo sacerdote: sacerdote principal, descifraba presagios, usualmente  hermano o tío del inca.
11.    Sapa inca: Inca supremo.
12.    Tucuy ricuy: (El que todo lo ve), funcionarios que dependían del Inca y visitaban los reinos de incógnitos
13.    Panaca: Familia real descendientes o emparentada con algún inca.
14.    Chuño: Patata deshidratada
15.    Charqui: Carne deshidratada
16.    Pachamama: Madre tierra
17.    Ananá: Piña
18.    Cuy: Conejillo de indias.
19.    Hurin Cuzco: Casta que habitaba la parte alta de la ciudad del Cuzco.
20.    Orejón: Persona de la nobleza incaica
21.    Chasqui: mensajeros ubicados a lo largo y ancho de los caminos del Tahuantinsuyo.
22.   Pachamanca: Cocción bajo la tierra  a base de piedras precalentadas. Forma ancestral de cocinar de los pueblos andinos pre-hispánicos.
23.    Mapuche: Pobladores  amerindios que, en la época de la conquista española, habitaba en la región central y centro sur de Chile
24.    Caranquis: Pobladores amerindios que en épocas pre hispánicas habitaban en el norte de la actual República del Ecuador.

2 comentarios:

  1. Soy fanático de la literatura que recrea la historia tipo Perez Reverte, es un género muy poco explotado en el Perú desde la desaparición de Ricardo Palma, a pesar del gran pasado que tenemos, gracias por tus estupendos cuentos cuya lectura me alegra siempre el día.

    ResponderEliminar
  2. Hola Gonzalo.
    Gracias por tu apreciación, me estimula. Voy a averiguar de Perez Reverte (disculpa la ignorancia pero soy nuevo en el campo literario).
    Hace años que vivo fuera del Perú y espero estos escritos sean un grano de arena en la consolidación de nuestra nación (aun hoy algo difusa). Hay aspectos de nuestra historia poco tratados. Por ejemplo este caso y su trascendencia. La distancia recorrida supera el viaje de Colón, a veces pienso se esconde cierta intencionalidad tras esto. Nuestra autoestima quedó venida a menos con la conquista y peor aun con la guerra del Pacífico, es tiempo de volver a nuestras raíces y recuperar nuestra vocación de grandeza. Ahi nadie nos detendrá.
    Saludos,
    Víctor Mondragón.

    ResponderEliminar