miércoles, 8 de junio de 2011

Corruptios (Avance de novela)

Oscar Pastor

Es domingo por la mañana y el Parque de las Leyendas empieza a recibir a los niños que corren alegres de un lado a otro cual fieras dejadas en libertad, a toda prisa y con sus gritos como música de fondo, toman por asalto los caminos del zoológico que llevan a las zonas de costa, sierra y selva, quieren ser los primeros en ver a los animales que por años han entretenido a familias enteras, que sonrisa en ristre se imaginan ser parte de la naturaleza pura que los rodea, cerca a las jaulas de los leones, tigres y osos los visitantes muestran sin pudor su miedo y sorpresa, muy cerca de allí, el murmullo de las hojas de añejos árboles adormece los pensamientos de  Elcira Fabrini, qué orgullosa observa a sus hijos mellizos que ocupan su tiempo entre las observación y el dulcero que aprovecha el buen humor de los padres para vender sus golosinas. La alegría de los niños dista mucho de la preocupación de su madre quien ha asumido la tarea de cuidarlos y educarlos, evitando todos los errores del pasado, al terminar el paseo les repite el mismo sermón que escucho de niña:
-         Ya han jugado bastante, llegando a la casa se bañan y a estudiar, arreglan su cuarto, a dormir temprano niños y no se olviden de preparar sus cosas para el colegio.
Elcira, es hija de italianos nacida en Cusco y criada en Lima, como muchos provincianos se considera limeña, vive con sus dos pequeños en la casa que le dejaron sus padres. De regreso del zoológico observa el cielo plomo enfermizo de Lima que le recuerda a la Madre Directora del Colegio Sagrado Corazón colegio que la cobijo desde su niñez hasta su juventud, se sonríe al imaginar su cara regordeta y rojiza, sus gritos, sus indiferencias y de su cariño, luego su pensamiento la lleva a las palabras de su padre, el avance de las clases populares está perjudicando a las oligarquías -decía-, la ciudad ha dejado de ser aristocrática y se ha convertido en destino atractivo para los provincianos que imponen su música y sus costumbres variopintas, Lima se está volviendo chola -ten cuidado le recordaba-; para no caer en la trampa de la choledad, le pedía mantener prudente distancia de la gente que no se merecía el apellido Fabrini.
Llegar a su casa después de un largo día de paseo y un incómodo viaje en ómnibus es toda una larga historia; como siempre la comida esta lista y solo resta calentarla, la mesa del comedor cubierta con el mantel comprado en Italia recibe a la corta familia, antes de cenar cumplen el ritual que la abuela dejó como herencia, agradecer a Dios por la salud y la alimentación, momento para repetirle a los niños lo que escuchó tantas veces “la educación abre muchas puertas”, estudien por que “sin profesión no podrán defenderse en el futuro”, consejos familiares que en su momento despertaron su interés por el estudio, ahora con dos hijos a cuestas no se puede explicar cómo pudo abandonar su carrera de derecho por amor, es algo que solo se hace con el fuego juvenil que calienta la cabeza y turba las decisiones -piensa en silencio-, pasado el tiempo le queda claro que su decisión fue incorrecta.
Se casó con un vendedor de repuestos de equipos mineros, el matrimonio iba aparentemente bien, con el nacimiento de los mellizos llegaron los problemas, las ligeras escaramuzas se convirtieron luego en una pesadilla, las ausencias del esposo eran cada vez más frecuentes, los padres de Elcira en más de una oportunidad le exigieron cambiar de trabajo para que pase más tiempo con sus hijos, hasta que un día desapareció de sus vidas, no dejó ni una carta, tan solo ropas viejas que terminaron en el tacho de basura. En la tienda de los Concilieri se cuenta que ha formado otro hogar y vive fuera de Lima, de Elcira dicen que nunca ha mostrado interés por otro hombre, siempre se le ve acompañada de sus hijos.
Los días pasan sin sobresaltos, el dinero y el futuro son únicas preocupaciones de la familia, mejor dicho de la madre de familia, que ve con indiferencia como el paso del  tiempo ha dejado huella en la pintura de las paredes de la casa, las puertas han perdido el brillo de antaño, las cortinas de las ventanas ya no se abren y ocultan no solo lo que hay dentro, también el paso del sol, los adornos más que alegrar las habitaciones, recuerdan a los antiguos propietarios, ya no llaman la atención a nadie.
La estrechez económica y la costumbre han marcado el ritmo de vida, Elcira trabaja como secretaria en una empresa industrial, es exigente en el control de sus gastos, guarda todos los comprobantes de pago y no permite que sus prioridades queden desprotegidas económicamente, primero la comida, luego el colegio, servicios, ropa y si queda algo de dinero disponible se permite algunos lujos, como visitar el Parque de las Leyendas, su cabeza se ha convertido en una calculadora, a la que recurre cada vez que con preocupación mete mano a su cartera, cada gasto lo acumula y lo deduce del total, así tiene siempre presente el dinero disponible, ahorra todo lo que puede para cuando sus hijos tengan que ir a la universidad, ese es el único regalo que no tendrá límite de gastos, así se lo prometieron sus padres y así lo cumplirá con sus hijos.
La vida de la familia transcurre entre el qué dirán y el qué podré, esa es la conclusión a la que ha llegado Elcira después de muchas horas de pensar el presente y el futuro, su preocupación la agobia, no puede traicionar el legado familiar de vivir bien, vestir bien, parecer bien, compromiso no firmado que a veces no puede cumplir por razones económicas, ha sacrificado todas sus salidas públicas que comprometan gastos no programados, ha reducido al mínimo la compra de gringadas, como llama a todo artículo que sin tener uso práctico provoca su compra.
No le tomó más de dos meses en acondicionar un pequeño gimnasio en la azotea de su casa, con máquinas compradas de segundo uso o aprovechando las ofertas que sin lugar a dudas llaman su atención, ya hace un tiempo que ha incorporado a su rutina diaria los ejercicios, al volver del trabajo, ni bien pasa el umbral de la puerta, a tranco largo cruza la sala y deja en el camino sobre los viejos sillones de tela color crema, su cartera y si tiene puesto un saco lo tira en el espaldar de la gran silla de madera, aposento desde donde su padre daba sus interminables sermones, en la cocina despliega todas sus energías para abrir y cerrar las puertas de los reposteros, para sacar y guardar ollas, latas, botellas, para cocinar, luego alista la mesa, arregla la sala y su dormitorio, que como le dijeron sus padres es el reflejo de lo tanto que uno se quiere.
Entrada la noche y antes de llamar a sus hijos a cenar, se enfunda el buzo negro de licra, unas zapatillas de las que mejor no hablar y se instala en el gimnasio, calienta el cuerpo con movimientos rítmicos y cuando las primeras gotas de sudor corren sus mejillas, se sienta en la máquina de pesas para ejercitar sus piernas y glúteos, buena salud es menos gastos, piensa mientras se mueve al ritmo de la música. Cuando termina su jornada deportiva, terminan también las conversaciones en silencio con sus padres y la necesidad de soñar despierta sobre el futuro de sus hijos, mientras se baña duda sobre sus sueños, se llena de miedo al pensar que sus deseos no se cumplan, entra en la etapa de la auto tortura, como denomina a estos pensamientos, luego reacomoda los sueños o el camino para alcanzarlos y la tranquilidad regresa, tantas veces ha pensado sobre las posibles fallas en el programa de vida, que tiene respuestas para cada variante que se le viene a la cabeza, sabe es que la vida es un sueño y que está obligada a recordar el pasado y soñar el futuro.
Dos gritos, son necesarios para sentar a sus hijos a la mesa, la oración familiar y la sobremesa muchas veces en silencio son infaltables durante la cena, también lo son las conversaciones cortas, generalmente preguntas y respuestas igualmente cortas: el colegio, las tareas, la comida, la ropa y algo de filosofía de vida. Desde niños los mellizos han soportado en silencio los repetitivos sermones, aunque parecen realmente dos gotas de agua, la madre observa en ellos algunas diferencias, la curiosidad y responsabilidad son dos características distintivas de la personalidad de los niños, la afición por los deportes es otra, Elcira se llena de alegría cuando comprueba cómo crecen sus hijos, luego el temor invade su pensamiento, el futuro existe para ella, es un gran monstro que no perdona, siempre se acerca, está al acecho.
La indiferencia de los vecinos y la inseguridad que todos los días invade las noticias, ha obligado a poner rejas en todas las casas, la suya aún mantiene la tradicional puerta a la calle, los vecinos del barrio se han convertido en sospechosos, en esas condiciones no puede dejar a sus hijos solos, toda la primaria escolar los ha llevado una movilidad escolar, y ahora que están en la segunda etapa del colegio no puede poner en peligro su seguridad, cuando hay compromisos estudiantiles ella y solo ella tiene que acompañarlos, su vida se limita a trabajar, a ver crecer a sus hijos y a seguir soñando despierta, a creer que no tiene problemas o si los tiene ya no lo son, ha aprendido a sonreír recordando a su madre que decía que una ciudad con tanto problema y desconfianza debería llamarse la “Ciudad de los sueños …… difíciles”.
Cada uno dentro de la familia tiene sus obligaciones y responsabilidades, la madre aprovecha cualquier espacio de tiempo para ocuparse de las labores de la casa, los hijos dedican su tiempo a las tareas del colegio y a jugar, han desarrollado una oído selectivo, por ejemplo el timbre del teléfono o de la puerta no lo escuchan nunca, en realidad el teléfono suena muy poco, la madre corre a levantar el auricular para escuchar la voz de alguna compañera de trabajo que la invita a salir o le cuenta algo generalmente intrascendente, o el saludo de los padres del colegio o de la clase de sus hijos para citarla a una reunión. El mundo se le ha hecho cada vez más pequeño, aún así no ha renunciado a la vida, sabe que debe vivir bien, vestir bien, parecer bien, se ha encerrado en una burbuja donde sólo existen sueños que son burbujas independientes y aisladas de la realidad, su trabajo es hacer que se cumplan.
El desayuno para los chicos en los días de colegio son austeros y muy rápidos, son la antesala de la despedida, luego ella sale a tomar el ómnibus que la llevará al trabajo, a ver el mismo clima de Lima, que generalmente es horrible, las pocas veces que aparece el sol siente una sensación de hipocresía climática, definitivamente el sol en invierno no es limeño -piensa mientras va al trabajo apretada por decenas de desconocidos-; el tránsito, los gritos, las pésimas noticias, las huelgas, las promesas de los políticos, los malos programas de televisión, lo caro que están las cosas en el mercado, son la despensa de donde alimenta sus pensamientos diarios, durante el viaje aprovecha para repasar las compras para la casa, luego el trabajo pendiente en la oficina, donde espera encontrar el mejor ánimo en sus compañeros y poder salir temprano para repetir la misma rutina.
Elcira tiene ojos color caramelo, perfectamente encajados en su pequeño rostro ajeno al maquillaje, algunas veces cubierto por su cabellera negra, su uniforme de trabajo oculta su delineada figura, prefiere mostrar la imagen de madre y no de mujer en busca de algunas aventuras, personalidad que se afirma con su trato distante y respetuoso para con sus compañeros, su comportamiento en general genera comentarios diversos, a pesar de querer ser ignorada, cada vez que camina por la oficina es el blanco de las miradas y de los comentarios. No es posible que siga sola, fiel a su marido que la abandonó, no es posible que esté dejando pasar la vida sin aprovechar los mejores años -son algunos de los comentarios que se dejan escuchar.
Sentado en su sillón de cuero y con las manos pegadas al teclado de la computadora, Pablo Suarez, antiguo chofer y hoy destacado asistente de ventas de la empresa Sarandela, pasa su tiempo revisando las proyecciones y los resultados acumulados de su trabajo, habla por teléfono y atiende los mandatos del jefe sin perder de vista a Elcira, a quien mira por la gran ventana de vidrio de su oficina, hasta ahora no tiene una estrategia de acercamiento, tampoco un tema de conversación para compartir.
Pablo Suarez nació en Lima, hijo de padres provincianos provenientes de Ica y Cusco que hablan siempre de su terruño, de sus costumbres y sus fiestas, Pablo se considera provinciano, puede hablar y preparar un sabroso cuy al horno o un dulce de frejol, conoce la tierra de sus padres, que ha visitado muchas veces. La familia Suarez no ha tenido problemas económicos, siempre ha vivido de acuerdo a sus posibilidades, como hijo único nunca se le negó nada, especialmente la comida, verlo de lejos o de cerca alimentándose o caminar, es reconocer un sello personal, su amigo Juan Tai dice que se engorda más viéndolo comer, que comiendo uno mismo.
Pablo prefiere alejar su voluminoso cuerpo, de aquellos grupos que tienen la mala costumbre de criticar a las compañeras de trabajo, la vida personal en su opinión se debe respetar, no tiene tiempo para esas cosas, prefiere pensar cómo acercarse a Elcira, sabe que tarde o temprano llegará su oportunidad y cuando llegue ese momento, sabrá si ella lo acepta o lo rechaza, en su caso los sueños no son eternos, tienen posibles soluciones y plazos.
No fue un alumno destacado, en el colegio sabía ser amigo pero no buen estudiante, al terminar el colegio se tomó un tiempo para decidir si asistía a la universidad, finalmente convenció a sus padres que la mejor opción era estudiar una carrera técnica, lo primero que hizo fue solicitar una licencia de conductor que consiguió con esfuerzo y algunos regalos, inmediatamente después de ingresar a trabajar a Sarandela, busco estudiar cursos cortos, luego se volvió un adicto a los estudios y gran analista de las teorías administrativas, su tesis en Administración fue la aplicación de esas teorías a la vida cotidiana.
Pablo Suarez se considera un producto vendible y a Elcira una compradora potencial que hasta ahora no ha mostrado interés por comprar, tal vez el empaque o el precio no estaban bien orientados, en otro momento pensó que no se había desarrollado una verdadera promoción de ventas, que lograra despertar la curiosidad del mercado, si cambia de estrategia y se presenta como producto novedoso es posible que tenga alguna respuesta positiva -volvió a pensar-. Pablo sabe que para vender un producto deben utilizarse estrategias de venta adecuadas, revisó sus libros y encontró que la estrategia para un producto nuevo en un mercado nuevo es la penetración de mercados, ofrecer un producto con empaque llamativo, a bajo precio con alta promesa de promoción y muchos regalos es el camino a la victoria.
Buscó en la biblioteca las estrategias que Sarandela utilizó para vender un producto nuevo en la sierra del Perú: pastillas medicadas contra el cansancio. Revisó la efectividad de la coca ante males de altura, tomo nota del color verde intenso del empaque y finalmente subrayó el precio bajo comparado con otros similares. La publicidad se centró en la gente común y corriente que podía correr, saltar y trabajar sin cansarse, los personajes en la publicidad mostraban su mejor sonrisa. Sabía que allí estaba la respuesta, debía adecuar la experiencia exitosa de las pastillas medicadas para aplicarla en la conquista de Elcira.
Agosto es el mes de aniversario de la empresa, tradicionalmente los trabajadores de Sarandela son convocados para participar de la semana deportiva, toda la semana no se habla más que de las competencias, Pablo trató por todos los medios de acercarse a Elcira, que fiel a su costumbre abandonaba la oficina apenas podía hacerlo. El sábado muy temprano y con un sol que alegraba el día, Sebastián de la Piedra, gerente general de la empresa, inició así la jornada deportiva con un breve discurso, desde un estrado improvisado en el centro del campo de fulbito:
- Estimados amigos, en este día de espléndido sol, que invita a gastar energías para alcanzar el objetivo supremo del deporte, quiero darles las gracias por su trabajo, trabajo que ha permitido que nos reconozcan en todo el país como una empresa de éxito -hizo una pausa y continuó-, esto no sería posible si ustedes no entregan horas de su vida a la empresa -abrió los brazos y elevó el tono de voz-, todos los ejecutivos reconocemos su compromiso y entrega, somos consientes que la empresa está primero en su tiempo y pensamiento; el país, la ciudad, su familia y Sarandela estarán siempre agradecidos por su esfuerzo, -con el puño en alto, concluyó-, declaro inaugurado los juegos deportivos de Sarandela, que gane el mejor -gritó eufórico.
Cuando el gerente general terminó su corto discurso los trabajadores explotaron de alegría, empezaron a saltar, a palmearse la espalda, a desearse lo mejor; lo que paso mientras el gerente general hablaba no fue de interés general, los ojos de Pablo Suarez recorrieron el campo deportivo, la cancha de fulbito recién pintada, los arcos con mallas nuevas, las gradas de cemento pintadas con los colores azul y rojo de la empresa, en realidad buscaba a Elcira, cuando la ubicó, no dejó de observarla hasta que las miradas de ambos se cruzaron, en ese momento Pablo inclinó la cabeza levemente hacia la izquierda, abrió los ojos todo lo que pudo y con un leve movimiento de nariz juntó los labios y los levantó hacia arriba, sus manos separadas levemente de la cintura, se flexionaron y con las palmas hacia el cielo, sin pronunciar palabra alguna la invitó a salir, ella con una sonrisa tímida aceptó, dio la vuelta con prisa, mientras levantaba la mano en señal de despedida, luego se escabulló algo sonrojada en medio de los asistentes.
Juan Tai, trabajador del área de ventas que observó en su opinión una conversación entre monos, se frotó sus achinados ojos, se retiró el cabello de la cara, puso suavemente sus manos sobre el voluminoso abdomen de su amigo Pablo Suarez y le preguntó:
- ¿Gordo qué pasó, qué pasó? No me dejes en pindinga, habla… habla corazón, esto no se puede quedar así -insistió en tono burlón.
- No tengo nada que decir -respondió.
- Sí tienes y no te hagas el huevón, no soy ciego -hablaba con su habitual rapidez, se notaba algo sorprendido.
- Nada, creo que el discurso del gerente nos ha puesto algo raros.
- Algo cojudos, diría yo -apuntó Juan Tai.
El gordo tomó unos segundos para asimilar lo que acababa de ocurrir. Producto nuevo, mercado nuevo ya es historia; ahora es producto conocido o reconocido  y  mercado dispuesto a probar el producto. El precio, el precio retumbaba en su mente, se tomó unos segundos mientras miraba sus zapatillas, luego dijo en voz baja:
- Una forma de ahorrar es no gastar. Una forma de conseguir un precio bajo es recibir regalos. Necesito revisar libros, no puedo abandonar el equipo, si logramos el campeonato será más fácil hablar con ella, mis amigos pueden ayudar, para algo han de servir, - todo había sucedido más rápido de lo esperado.
Juan Taí no entendía nada, movió la cabeza tratando de encontrar una explicación que no recibió, buscó con insistencia a Elcira que trataba de pasar desapercibida en medio de un grupo de compañeros de trabajo, la mirada de Pablito, -así lo saludaba en la oficina- le martillaba la cabeza, buscó en sus recuerdos alguna situación parecida y no la encontró.
El sábado era el día dedicado a lavar la ropa del colegio, limpiar la casa y ayudar a sus hijos con sus tareas, también era el día de las compras semanales, todo se atrasaría si seguía en el campo deportivo, Elcira hacía esfuerzos para no mostrar su preocupación, a´pun así sabía que no podía permanecer más allá de las once de la mañana, sintió la necesidad de despedirse de Pablo Suarez, lo busco disimuladamente, luego le levantó la mano y con una sonrisa le anunció que se iba. Juan Tai se sorprendió nuevamente al ver lo que pasaba, puso sus pequeñas manos sobre la espalda de Pablo Suarez y trato de empujarlo hacia donde estaba Elcira, el gordo lo ignoró, no se movió, y devolvió el mismo saludo, por varios minutos ignoró las insistentes preguntas de su amigo.
Ya en casa, Elcira empezó con sus obligaciones, la frase que escucho tantas veces de pequeña volvió a su pensamiento: “no puedes mezclar el apellido, no lo manches”, con temor ensayaba todas las respuestas posibles. Por primero vez sus preocupaciones se convirtieron en una conversación interior entre ella y la mujer que llevaba dentro.
- No puedo esperar mi vejez sola, necesito un compañero
- Además un hombre que te quiera y te ayude económicamente
- Mis hijos también necesitan un padre, alguien a quien respetar en casa, alguien con quien conversar cosas de hombres.
- La pareja es de dos, no puedes vivir la vida solo para tus hijos, diviértete. Ve al cementerio y conversa con tus padres.
- Están por comenzar la secundaria y necesitan control.
- Tú necesitas ser mujer, no te olvides
Elcira movió la cabeza varias veces y sonrió en soledad al imaginarse lo que podría pasar en Sarandela si se enteran de sus pensamientos. Recordó el discurso del Gerente General, los gestos de Juan Tai y la necesidad de correr al cementerio; los gritos de sus hijos la hicieron volver a la realidad. La vida no es justa, la vida debe vivirse en familia, en pareja, no en la oficina -pensó mientras cumplía la más noble de las tareas: alimentar a sus hijos.
Sarandela había visto crecer profesionalmente a muchos de sus trabajadores, de estudiantes pasaron a profesionales, de operarios a empleados; la especialización en el trabajo facilitó la formación de grupos de diferente naturaleza, los más con motivación laboral, otros de carácter social, deportivo o simplemente para compartir un rato entre amigos.
Los trabajadores más veteranos habían bajado la intensidad de sus reuniones públicas, pero mantienen un sólido espíritu de cuerpo, nadie conocía cuantos formaban la denominada “Sagrada Familia”, lo que si sabían que estaba integrada por profesionales, técnicos, secretarias, operarios, trabajadores que en su momento fueron compañeros cercanos de trabajo, de juergas y sabe Dios de que más, este grupo nunca ha tenido problema para adecuarse a los cambios internos y externos, para ellos es una obligación casi militar lograr que uno de sus integrantes se ubique en un puesto expectante y desde allí garantice la estabilidad económica y laboral de todos los integrantes del grupo.
Pablo Suarez es el líder de un pequeño grupo de cinco amigos que salen en cualquier momento a comer algo ligero, sus reuniones son informales y no programadas, aprovechan la reunión para conversar de todo, aunque el propósito central sea no hablar de la empresa, siempre terminan hablando de trabajo, su punto de encuentro es el Camaleón. Todo el fin de semana se la había pasado pensando como acercarse a Elcira, sus fuentes bibliográficas le aconsejaban formar un equipo de ventas para presentar el producto al potencial consumidor, a primera hora del lunes puso en práctica su plan, invito a su pequeño grupo a reunirse ese mismo día lunes por la tarde en el bar de siempre.
- Muchachos -Pablo se dirigió a sus amigos- antes de empezar con nuestra jornada cervecera quiero pedirles que hagamos el esfuerzo para invitar algunas amigas al grupo, necesitamos cambiar de ambiente, salir a bailar, viajar, sin ser malcriado ya creo que nos estamos aburriendo tanto tiempo juntos.
Juan Tai mientras se llevaba un bocado de picante ceviche a la boca, dijo.
- En realidad el Gordo quiere que invitemos a Elcira, está que la persigue y hasta ahora no se le presenta la Virgen -dijo par la risa de sus compañeros.
- No seas gil, chino -contestó Pablo- ya es tiempo que el grupo crezca, podemos salir a divertirnos una vez por semana, integrarnos más, necesitamos compañía, entre hombres ya resulta sospechoso y peligroso -concluyó con una sonrisa.
- Es cierto -respondió Juan Tai, moviendo sus huesudas manos-, estoy de acuerdo, les recuerdo que la tasa de efectividad de ventas en la empresa es del 70%, si queremos cinco amigas para el grupo debemos invitar a 8, le voy a explicar a Elcira la justificación del gordo, seguro que a la primera acepta, yo puedo invitar a dos incluida la susodicha.
- Está bien, cada uno invitará a dos compañeras de trabajo, si aceptan más de lo que necesitamos invitamos al gringo Uceda o al Plátano Martínez.
Los cinco amigos se hicieron de objetos promocionales de venta, lapiceros, peluches, galletas entre otros, el mensaje se centraba en la necesidad de compartir un momento de relax, para evitar malos entendidos las invitadas podían integrar al grupo a su pareja o familia.
Las estrategias de comunicación, las tácticas de acercamiento y las herramientas utilizadas habían resultado exitosas, lograron que tres compañeras de trabajo aceptaran la invitación a la primera reunión el día viernes, el punto de encuentro tenía que ser el clásico Camaleón, respetuosamente Juan Tai acompañó a sus amigas a tomar asiento, luego empezó a mover las manos más rápido que las alas de una mosca, pidió silencio y aprovecho para dar la bienvenida a las integrantes, dirigió la mirada al gringo Uceda que fue invitado a integrarse al grupo y le dijo medio serio y medio en broma.
- El costo del ingreso al grupo es la cuenta, así que prepara tu billetera gringo.
Elcira, no había podido ser convencida de asistir a la reunión, la idea de Pablo de ampliar el grupo era la estrategia para tenerla cerca, una forma de conocer y promocionar el producto pensó. Se levantó de la silla con cara de pocos amigos, los botones de su camisa hacían un gran esfuerzo por no salir disparados, tomó una bocanada de aire apoyó sus manos en la mesa algo húmeda por las cervezas y gritó mirando fijamente a Juan Tai:
- Si ella no viene al grupo, no cuenten conmigo.
- Tranquilo gordo -replicó Juan Tai-, todos estamos trabajando en eso, si bajaras unos 50 kilos de peso, seguro ayudaría -dijo tratando de disminuir la tensión que empezaba a aparecer en la reunión.
Como todos los fines de semana Elcira se preparaba a disfrutar del almuerzo con sus críos, recordó que tenía pendiente una visita al cementerio El Ángel, debía apurar el almuerzo y salir en busca de un consejo, en el trayecto, mientras sus pensamientos peleaban con la cotidianidad de la ciudad, ensayo la conversación que sostendría con sus padres. Al llegar se bajó rápidamente del ómnibus, antes de cruzar la pista tuvo que esquivar a los vendedores ambulantes, ignorar los quioscos de comida que le daban un ambiente festivo al lugar, para Elcira el desorden que allí se vivía era una falta de respeto permanente a los difuntos.
Se detuvo a comprar un ramo de flores, no reparó en el precio, escogió ramos coloridos para darle un mensaje de alegría a los que ya no están, los colores son una forma secreta de decirle que por aquí las cosas están más o menos bien         -pensó mientras pagaba-, ingresó al cementerio y no reparó en la belleza de los mausoleos, es más no los vio, su pensamiento estaba entregado completamente a sus padres.
Se detuvo unos segundos en el Cuartel San Genaro para recordar el último adiós, ahora los tiene cerca, lejos en realidad, ahora tiene que hablarles y escuchar sus respuestas, no puede irse sin ellas, no tiene mucho tiempo para venir cada rato. Su cuerpo se prepara para enfrentar la cita, siente un ligero temblor en sus piernas, una sensación de vacío en el estómago, le vienen mareos, los ojos se humedecen por lagrimas que se resisten a salir, esta frente a ellos y a punto de iniciar la conversación esperada, piensa que es necesario contarle a sus padres cómo están las cosas, que los recuerda siempre, que no olvida sus consejos.
Qué estarán haciendo mis hijos, no saben que estoy aquí, no tengo cómo llamarlos, esto debe ser rápido -pensó-, mientras arreglaba las flores en una botella de plástico descartable que hacía las veces de florero; se tomó su tiempo para lavar sus tristezas con lagrimas, esas que sus padres no le permitían desperdiciar en su casa y empezó a hablar, convencida que sería escuchada.
- No es fácil vivir sola con el recuerdo de lo poco o mucho que hicieron por mí, no es fácil cumplir una promesa que nunca fue hecha y que debe cambiar, papá a mi edad ya no estoy para sueños, debo enfrentar la realidad -se limpió la cara con ambas manos, arregló su pelo, intentó sonreír, miró ambas tumbas, no sabía qué hacer con las manos, las cruzó delante de su pecho, se mordió los labios y continuó la confesión frente a la tumba de sus padres, frente a sus recuerdos:
- Los pequeños están bien aunque ya no son tan pequeños, en el colegio no tienen problema, parece que no salieron como yo, estudian siempre, ellos les van a dar la alegría que yo no pude darles, trabajo todo el día para que no les falte nada, todo está bien, el trabajo, la casa, todo. He venido porque quiero decirles que hasta ahora he sido respetuosa del matrimonio, que ya saben que no ha funcionado, la vez pasada el gerente general dijo que pasábamos más tiempo en la oficina que en la casa y es cierto y eso está mal, ahora quiero empezar a vivir diferente sin dejar de cuidar a los chicos, ayudarlos hasta que tengan su profesión, pero quiero que parte de mi trabajo me permita vivir como mujer, no quiero pasar todo el tiempo entre la oficina y la casa, entre trabajar y cuidar a los chicos, no quiero ser una máquina sin sentimientos.
Sin darse cuenta estaba conversando con alguien que no le iba a responder, en realidad estaba conversando con ella misma, buscaba respuestas en su interior, compromisos que se obligaba a cumplir o favores que esperaba recibir, después de todo nadie se muere, solo se aleja por un tiempo, hasta que realmente se va. Elcira, no consiguió ninguna respuesta, pero estaba segura estaba sacando todo el peso de sus recuerdos, se llenó de paz y tranquilidad, con el rostro relajado y los brazos sueltos, continuó:
- Papá y mamá, no estuvo bien que me dijeran que cuide el apellido, tal vez hubieses sido mejor decirme que lo conserve y haga lo que quiera, no lo que me dé la gana, realmente lo que quiera, lo que me guste y allí creo que fallamos todos, ustedes por no decirme las cosas claras y yo por no preguntar, acepto este error que lo cometimos con amor, así que no es un error, es solo un acto equivocado de amor -respiró profundamente y pudo ver sin perder sus pensamientos las ramas de los pinos y eucaliptos tras el cuartel San Genaro-. Voy a conversar con ustedes con mayor frecuencia, no voy a venir hasta aquí, ustedes ya no están aquí, no han muerto, están en mis pensamientos. Los quiero mucho, les pido que me ayuden a no equivocarme de nuevo, les pido que me ayuden a criar bien a sus nietos -concluyó mientras arreglaba su vestido.
Los ojos volvieron a humedecerse, algunas lágrimas bajaban por sus mejillas como baja el agua de los nevados.  Sus padres era todo lo que tenía, en realidad todo lo que ya no tenía, por primera vez en muchos años se dio cuenta que ya no podría abrazarlos, sólo imaginar que los abrazaba, aceptar que no iba a recibir sus caricias la ponía más triste. Muchos recuerdos peleaban por aparecer primero, ninguno con claridad, todos a lo lejos, era incapaz de ordenar sus pensamientos, flexionó ligeramente sus rodillas, se llevó la mano derecha al pecho y se despidió con una ligera genuflexión. No encontró las respuestas que había venido a buscar pero se sentía más tranquila, podía caminar más rápido, probablemente pesaba menos. Una ligera sonrisa apareció en su rostro, ahora les contaría a sus hijos que conversó con sus abuelos, que ahora podía tomar nuevas decisiones.
Ya en el ómnibus, dejó caer su cabeza sobre la ventana, recordó que hacía algunos días en esa misma posición se comunicó con Pablo Suarez, con quien tenía pendiente una cita que nunca llegó a pedir. Recordó que había olvidado de preguntar a sus padres si estaban de acuerdo con su ingreso al grupo de amigos de la empresa, cerró los ojos por unos instantes y recibió la respuesta: puedes hacer lo que quieras. Tenía unas horas más para saber realmente si quería ser parte del grupo, si les va a regalar su tiempo, si va a dejar a sus hijos solos, si le alcanzará el dinero para las reuniones, si realmente vale la pena. Tantas preguntas en tan poco tiempo la asustaban.
El grupo de amigos se reunía todos los viernes hasta las 9 de la noche, Pablo Suarez sentado al costado de Elcira se esforzaba en mantener la alegría de la reunión, sus teorías nuevamente se apoderaron de su mente, producto nuevo, estrategias, fuerza de venta, ya estaban en el olvido, sabía que para fidelizar a sus clientes debía hacerles probar el producto, tenía que pensar en algo y así lo hizo:
- Escuchen muchachos, es hora de pensar en hacer algo para el siguiente fin de semana, son cuatro días que tenemos para sacarle el jugo a la vida, debemos planear un viaje inolvidable.
Pablo recordaba que los vendedores manipulan al comprador haciéndoles creer que son ellos los que tomaran la decisión de comprar, cuando es el vendedor quien decide por ellos, una pequeña pausa y lanzó una frase motivadora
- Ustedes ordenan y se cumple - exclamó.
- Estoy de acuerdo en que debemos hacer algo -intervino el gringo Uceda-, al igual que Pablito, yo estoy para cumplir órdenes, entonces que hablen las del sexo débil que en realidad son el sexo fuerte.
Martha Galdos, secretaria del área de producción, movía ambas manos con como aspas de molino para llamar la atención, pedía que la escuchen, era el momento de hablar en nombre de las mujeres.
- Podemos viajar por aquí cerca, sería bonito planear un campamento, pero recuerden que todos tenemos familia, debemos consultar y luego tomar un acuerdo. Propongo que viajemos el sábado a medio día y retornemos el lunes en la tarde -dijo mientras miraba la cara de alegría de Pablo Suárez.
- Estoy de acuerdo -replicó el aludido-, pongo a disposición mi camioneta y seguro todos harán lo mismo, debemos consultar en la casa y se puede aprovechar para integrar la familia, padres, hermanos, hijos todos son bienvenidos.
En el silencio de la noche, Elcira tomó una decisión de no ir al paseo, los gastos de tres días fuera de casa no estaban previstos, pensó que no podía darse el lujo de gastar el dinero destinado a los estudios de sus hijos. La vergüenza llegó con la misma velocidad que la justificación, sus compañeros no deben saber que no pueden contar con ella cuando se trataba de gastar dinero, la noche del viernes llamó por teléfono a Juan Tai:
- Juan disculpa que te llame a estas horas -le dijo con voz débil-, no he podido resolver un problema en la casa, no creo que pueda ir con ustedes al campamento, discúlpame con el grupo.
Juan Taí poco pudo hacer para convencerla, mantuvo en secreto la conversación hasta el día del viaje; de regreso todos comentaron lo bien que la pasaron en el campamento, de la falta que hizo Elcira y de lo mal que la pasó Pablo.
Pocas veces el silencio podía decir tanto, Pablo Suarez salía de la oficina rodeado de un silencio casi sepulcral. Elcira Fabrini sabía que era culpable y sentía la necesidad de explicarle lo que pasó, no sabía nada de marketing, no tenía ninguna estrategia, solo sabía que tenía que hablar con Pablo. La mañana del miércoles cogió un paquete de documentos, se levantó de su escritorio y sin decir palabra a nadie se fue directo a la oficina de Pablo, abrió la puerta entró sin preguntar, dejó los documentos sobre una pequeña mesita y con las manos juntas preguntó:
- ¿Puedo hablar contigo un minuto?
- Seguro - contestó Pablo con poca cortesía.
- Es mejor que cambies de cara, todos ya saben que estás molesto, solo yo sé el motivo -le dijo mientras cogía la perilla de la puerta para dejar la oficina; luego de pasar un trago de saliva continuó-, ¿Podemos hablar aquí o prefieres que lo hagamos fuera de la oficina? Puedo pedir permiso en este momento -le dijo sin dejar de mirarlo.
Pablo cambió su cara de tristeza por otra de asombro, después de incredulidad y finalmente de alegría. La miró de pies a cabeza, se pasó la mano por la frente algo sudorosa y sin retirar la mano de la cara la invitó a salir en ese momento.
Sentados en el Camaleón, pidieron una cerveza bien helada y unos chifles de plátano de la selva, luego de varios minutos de silencio, Elcira empezó
- Discúlpame, no pude ir al campamento a ti no te puedo mentir, no tengo dinero para esos gastos, no me atreví a decirle a mis hijos que me moría de ganas por estar con ustedes.
Pablo, mientras tomaba suavemente la mano de Elcira le preguntó:
-¿Querías estar con todos o conmigo?
- Parecemos dos jóvenes que ya no lo somos Pablo, tengo dos hijos, tu seguro tienes una vida por contar, si pasa lo que creo está pasando debemos ser lo suficientemente responsables para no complicarnos la vida, la verdad es que ya la tengo bastante difícil y no quiero causar daño a nadie, tampoco quiero sufrir por algo que podemos dejar claro desde el comienzo.
Ningún libro de estrategia de marketing habría previsto el ataque de un cliente al proveedor o al nuevo producto. Pablo nunca imaginó que una conversación podría empezar por el final, golpeó rítmicamente sus dedos en la mesa, paseo su mirada por el salón del Camaleón, respiró profundamente y sintió el aroma a comida marina que le era familiar; la tomó de la mano y empezó por el final:
- ¿Elcira, quieres casarte conmigo?
- Estás loco -le contestó- soy casada y tengo dos hijos que están empezando la secundaria, piensa antes de hablar, te repito no somos niños- luego de una pausa y apretándole la mano le contestó- Sí quiero, Pablo si quiero, no jueges conmigo por favor, si quiero.
Lo que siguió después fue un día de largas conversaciones, horas interminables de amor y sexo, promesas, preguntas, respuestas, planes, estrategias para agradar a los hijos de Elcira, historias de la familia de Pablo. Todo había pasado muy rápido, en unas horas planearon tanto que parecía imposible, ambos estaban viviendo el mejor momento de sus vidas que se interrumpió por el reloj que les recordaba que tenían que volver a la oficina.
Tardaron algunos días en comunicar a sus amigos del compromiso que habían asumido.  Durante todo ese tiempo trataron de no evidenciar su amor, lo llevaron a escondidas y negaron todas las preguntas que a diario les hacían. El apoyo de los amigos cuando se formalizó lo que todos ya sabían, era abierto y sincero, algunos se preocupaban por consejos necesarios para la vida en familia, otros para no tener problemas con los hijos de Elcira.

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