martes, 21 de junio de 2011

Un juane especial

 Víctor Mondragón

Era las nueve de la mañana y  habían arribado a Tarapoto, mientras bajaban la escalinata del avión percibieron humedad con intensa temperatura: 
-¡Qué calor hace! -dijo Brenda Luna.
-Parece una sauna -replicó Ernesto Yap. Los jóvenes biólogos habían viajado   para realizar investigaciones sobre plantas medicinales de la selva amazónica; para estos estudiosos no había  placer más complejo que el pensamiento y a él se entregarían mientras cargaban  en su equipaje un mar de ilusiones; un laboratorio extranjero, casi en secreto, les había dado las pautas necesarias acerca de lo que debían analizar, el estudio iba más allá de las ya reconocidas uña de gato (1), sangre de grado (2), chuchuwasi (3)  y ayahuasca (4). 
Como buenos profesionales, previamente habían  leído abundante información  acerca de la región; tan pronto arribaron llamaron a la señora Rosa Bartra pues habían  concertado una cita con ella; al día siguiente, Brenda y Ernesto se levantaron muy temprano  y fueron al mercado a comprar dos gallinas negras y enrumbaron hacia las afueras de la ciudad, estando aún  distantes de su destino, percibieron olor a humo y divisaron  a lo lejos a la señora Bartra soasando hojas de bijao.
Fue así que en forma conjunta iniciaron la elaboración de un plato tradicional denominado “juane”, acompañaba la reunión el anciano  José del Águila quien narraba  que había visto al Chullachaqui y que aquel ser no era malo, más bien lo reivindicaba como un protector de la selva, seguidamente, intercambiaron ideas acerca de este controvertido personaje que decían que confundía y extraviaba a quienes se internaban en la selva con el ánimo de depredarla; la señora Bartra acotó:         
-Abundan historias acerca del Chullachaqui pero quienes lo han identificado coinciden en que mide aproximadamente un metro y medio, tiene nariz grande, pelos en el rostro, orejas puntiagudas y ojos rojizos.
 -Además es encorvado como si  fuese anciano -añadió don José.
Ernesto nació en Cantón y su familia había emigrado a Lima cuando  tenía ocho años de edad, él mencionó que en Cantón había leyendas parecidas acerca de un duende que simulaba la fisonomía de algún familiar o conocido e inducía a la gente a encaminarse hacia el interior del bosque con el ánimo de extraviarlos; el anciano José añadió que en los casos que rescataron niños, ellos solían tener paja o palitos en la boca y que por lo general respondían que eran dulces que les había invitado algún familiar que los condujo hacia el bosque.
-¿Qué curioso?, ¡similar es la leyenda en Cantón!- exclamó Ernesto.
Don José mencionó que aquellas historias provenían de tiempos inmemoriales, aún antes de la llegada de los españoles, explicó que la palabra provendría del quechua y que significaría chulla: falso y chaqui: pie, es decir “pie cambiado” pues quienes rompen el encanto lo hacen reconociéndole los pies y descubriendo que uno de éstos era de ave, venado, sajino u otro animal, Ernesto se levantó y esgrimió:
-¡No puede ser!, una leyenda similar la escuché en Cantón en mi niñez
-¡Nadie puede explicar esto! -replicó el anciano y añadió que la tradición era similar en los países vecinos; los minutos siguientes prosiguieron  alimentando dicho mito  como queriendo aplacar el apetito voraz de toda leyenda que al crecer quisiera tragarse todas las leyendas.
Un agradable aroma se deslizaba en el ambiente, la señora Bartra estaba haciendo el sofrito con una mezcla de condimentos, el olor despertaba el apetito de los concurrentes mientras el anciano servía sendas copas de una bebida llamada siete-raíces.
-¿Acaso la receta no es con pollo? -preguntó Brenda.
-¡Sí! puede ser con pollo; pero este juane es especial, pues el comensal también es especial -respondió don José.
Los atentos concurrentes miraban como la señora Bartra mezclaba el arroz cocido con huevo batido, mientras el anciano, utilizando un plato hondo colocaba dos hojas soasadas en forma de cruz, rellenaba el contenido con arroz, una presa y medio huevo cocido; finalmente ataba las hojas hacia arriba con un pabilo y las introducía en una olla grande con agua hirviendo
-El juane  simula la cabeza decapitada de San Juan Bautista cuando Herodes se la presentó a Salomé en una fuente -concluyó el anciano.
La bebida alcohólica pronto surtió efecto en el espíritu de los concurrentes, conversaban más animadamente, mientras Ernesto preguntaba cuales eran las raíces empleadas:
-El nombre es místico,  es una mezcla de no menos  de doce especies entre raíces, cortezas, tallos, flores y frutos macerados en aguardiente -contestó el anciano.
Luego de almorzar el sobrino del anciano condujo a los investigadores selva adentro, se detuvieron donde la camioneta no podía avanzar más y continuaron la travesía a pie hacia la zona de investigación; en el camino encontraron un forastero que se identificó como cazador y les pidió compartir el campamento.
-¿Caza para su sustento? -preguntó Brenda.
-Cazo para probar mi puntería -respondió el forastero- soy empresario, tengo dos profesiones, la caza para mi es solo una diversión -añadió.   
La tarde había dado paso a la penumbra, el anciano y su sobrino procedieron a encender un lamparín mientras todos se congregaron alrededor, don José  narró la creencia de que el chullachaqui sería un nonato producto de un aborto y por eso gustaría de llevar niños al bosque para tener con quien jugar; en dichos casos,  los niños solían ser hallados sin daños pero distorsionados sicológicamente bajo un comportamiento salvaje que solo sería curado por los chamanes de la zona; mientras platicaban, a lo lejos  se escuchaba  sonidos curiosos de pájaros cual si se acercasen; al cazador le parecieron tan inverosímiles esos relatos, tan alucinantes y tan basta aquella exposición que las relacionó con historietas que en su infancia infestaron sus pesadillas; atinó a repetir con fatuidad que no creía en leyendas de seres desconocidos, más bien, decía que  confiaba en cosas tangibles como una escopeta bien cargada de municiones; los asistentes lo miraron con temor, casi con repulsión, el anciano sugirió no retar al chullachaqui añadiendo que  quienes osan acercarse al depravado manantial de las afrentas terminan bebiendo tarde o temprano  la locura y la muerte.
-Ya es de noche y cada vez se escucha más cerca  ese silbido, ¿hay aves que cantan en la noche? -preguntó Brenda.
-El chullachaqui posee la facultad de imitar los sonidos de diversos animales por lo que sería poco menos que inútil explorar los abismos de lo desconocido -contestó el anciano; seguidamente, los investigadores convinieron en descansar; el cielo estaba iluminado por estrellas y una hermosa luna, Brenda y Ernesto cogieron al mismo tiempo otra lámpara y por cosas del azar sus manos se rozaron, ella se la cedió a él para que la encendiera; pero la suerte estaba echada, algo más que una lámpara se encendió esa noche;  Ernesto finalmente apagó la luminaria y  condujo a su amiga hacia los jardines de Epicuro, entraron al interior de una carpa y se fundieron en un beso profundo y apasionado; así prolongaron con embeleso una pasión que pareciera contenida hacía algún tiempo; cerraron los ojos y aguardaron (sin dormir)  que relumbrara el día;  al alba cada uno no haría más que mirar los pies del otro a fin de confirmar que fuesen pies humanos.
Al  despertar los biólogos y el cazador salieron de sus tiendas y vieron a lo lejos que don José les llamaba levantando sus brazos, los visitantes lo siguieron mientras el anciano caminaba por delante a unos treinta metros, tras veinte minutos de caminata, seguían viendo al señor José por delante y de súbito lo perdieron de vista; al caminar en la estrechez de la selva, un árbol espinoso laceró el dorso de una mano del cazador, mientras éste contemplaba la preciosa formación de una lenta gota de sangre, decidió trepar un árbol alto a fin de divisar  la zona en que se encontraban, seguidamente, a lo lejos  vio  un  lugar donde se juntaban dos pequeños riachuelos y sugirió dirigirse hacia  allí; al bajar del árbol, no hallaba su escopeta que minutos antes  había dejado al pié de aquel frondoso árbol; ni él ni los investigadores encontraron explicación a lo acontecido, quedaron absortos; tras varios minutos de búsqueda desistieron de su propósito y se encaminaron hacia los riachuelos mencionados; al llegar a ese lugar  apreciaron que a su alrededor habían varias de las plantas que los investigadores buscaban analizar, sorpresivamente reapareció el anciano que seguía caminando unos metros delante; los caminantes inferían que alguien los vigilaba hasta que llegaron a una pequeña loma desde donde se podía apreciar la zona y al notar que don José no dejaba que se le acerquen, apuraron los pasos mientras el anciano hacia lo mismo; los visitantes, intrigados querían confirmar la identidad de la persona a quien seguían.
Tras recorrer unos mil metros, pisando confundidas generaciones de rotas y rígidas hojas, se dieron cuenta que habían caminado en círculo pues habían regresado al pequeño campamento donde encontraron sentado  al anciano; seguidamente le narraron la inusitada desaparición de la escopeta e intercambiaron curiosas opiniones mientras don José contestaba que deberían hallar con premura algún árbol de lupuna colorada.
Los investigadores muy extrañados se dieron cuenta que el anciano no vestía tal cual lo vieron momentos antes, luego,    don José pidió le indicasen por donde habían ido, fue así que repitieron la caminata y estando en la pequeña loma divisaron el árbol denominado lupuna-colorada que suele identificarse como la casa del Chullachaqui; el anciano  mencionó que aquello era un buen augurio, Brenda y Ernesto procedieron a dejar  una cesta al pie del árbol con tres juanes y una botella de ventisho(5). Brenda estaba aun impresionada por lo acontecido mientras Ernesto  no salía de su asombro por las coincidencias del día anterior pues recordaba que en Cantón también había un plato tradicional de arroz con una presa de pollo, huevo de pato encurtido,  cubierto con hojas  de palmera y se llamaba “Choung”; en su mente se preguntaba por qué pudiendo haberse hecho el juane alargado como tamal o quizás redondo, tanto éste como el choung tenían forma de pirámide; mientras tanto, el cazador se mantenía intrigado por el extravío de su arma, decidido, pidió al anciano que lo acompañase;  se internaron  nuevamente en la selva y después de ubicar el lugar donde subió al árbol,  encontró sobre el suelo su escopeta pero en ésta habían anidado docenas de avispas que hambrientas  carcomían el mango de la misma, aletargando su dicción y traspasado de sorpresa, se precipitó  a pronunciar: -larguémonos de aquí, pero regresaré.
En días posteriores los investigadores encararon con entusiasmo la labor encomendada, definitivamente sus proyectos no se marchitarían sobre el papel, trabajaron día y noche como quien se entrega a un vicio inconfesable, a una pasión prohibida; al poco tiempo  disponían de un esquema de los componentes de la bebida denominada siete-raíces; su misión había sido identificar si existía sustento científico a la fama de que la gente de la zona tenía actividad sexual hasta la ancianidad y si aquello se debía al consumo de algún producto de la región, estaban maravillados pues la zona de la loma y los dos riachuelos contenían no solo gran cantidad de las plantas buscadas sino también diversas variedades dentro de las  mismas especies.

Definitivamente intuían que más que afrodisíacos, algunos de esos componentes contribuían a desinflamar y a limpiar de desechos el organismo, tales como el colesterol y las grasas saturadas que se acumulan y estrechan las arterias, dificultando la circulación que es básica para una relación sexual apropiada.
Al cabo de unos meses, la investigación daba sus primeros frutos, habían analizado los principios activos de la chuchuasha (6), huacapurana (7), Taquari (8),   icoja (9), sanando (10), clavo huasca (11),  fierro caspi (12), uña de gato,  también sangre de grado, moruro (13), ayahuasca  y  cascarilla (14); quedaba pendiente el estudio de los radicales funcionales y la sinergia de estos elementos al macerarlos con aguardiente y mezclarlos luego con miel de abeja. 
Pareciese que habían ganado los favores del Chullachaqui, quizás los estudiosos se tomaron muy a pecho el consumo de las siete-raíces siendo así que a los nueve meses de comenzado el  proyecto, éste tuvo otro fruto, Brenda dio a luz un robusto bebé.
Poco tiempo después, los investigadores se re-encontraron con el cazador que deambulando por las calles repetía:
-Te desdeñé desconocido amigo, fui mal aconsejado, la noche me condujo por errados  caminos, los antiguos asesinos me prestaron su razón, la oscura selva confundió mi andar, ¿dónde estás chullachaqui?.
En la búsqueda y el estudio de las mencionadas plantas, los investigadores habían encontrado diversas variedades y familias de otras plantas como el higo del duende comúnmente llamado huanarpo-macho (15),  el cual sería de sumo interés para el laboratorio y años después se convertiría en ingrediente  de un fármaco contra la disfunción eréctil; de este modo una vez más los estudiosos sucumbieron a los hechizos de la selva,    se internaron en el bosque para regalar juanes a ese ser  de ambivalente personalidad, generoso para unos,  maligno para otros y cuya leyenda  duerme acurrucada bajo  la sombra de la selva.

1      Uña de gato: Uncaria tormentosa, variedad que crece en la selva peruana con propiedades des inflamatorias e inmunológicas
2      Sangre de grado: látex de ciertos árboles amazónicos con propiedades des inflamatorias y cicatrizantes entre otras.
3      Chuchuhuasi: árbol amazónico con variadas propiedades curativas en su corteza y raíz.
4      Ayahuasca: liana de la Amazonía, banisteriopsis caapi, usada por chamanes como recurso psicoanalítico y psicoterapéutico.
5      Ventisho: Jugo de caña de azúcar macerado sobre hojas de plátano.
6      Chuchuasha: Corteza de árbol amazónico al cual atribuyen propiedades tonificantes y afrodisíacas.
7      Huacapurana: Campsiandra angustif, hierba medicinal amazónica.
8      Tahuari: Corteza amazónica, Tabebuia serratifolia.
9      Icoja: Corteza de árbol amazónico. Se usa como astringente y desinfectante entre otros
10    Sanango: Brunfelsia grandi- flora, fruto en baya ovado-redondeada. Tonificante
11    Clavo huasca: Tynnanthus panurensis. Corteza y raíz,  reconstituyente y energizante
12    Fierro caspi: Minquartia guianensis Aubl. Se le atribuye propiedades antivirales y antibacterianas.
13    Moruro: Cojoba arborea de la Amazonía. Se le atribuye ser energizante.
14    Cascarilla: También llamado quina. Es un medicamento febrífugo, tónico y antiséptico
15    Huanarpo macho: Jatropha macrantha,  renombrada  planta vigorizante de la Amazonía

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