Camila Vera
«En cada buena historia de amor, debe haber un gato. Este es el
inicio de la nuestra. Te amo». Esas fueron las palabras escritas
en un post-it sobre una caja de
cartón con agujeros de donde salía un tierno maullido que me despertó aquella
mañana de abril, el primero de los regalos que recibí de Eliot. Lo conocí de
forma inusual en una estúpida ruleta para juntar parejas, una iniciativa que la
facultad había creado para recolectar fondos que se usarían en arreglos de
infraestructura. Quién diría que este simple juego al azar nos uniría.
«Las
reglas son muy sencillas ─dijo el organizador del evento─: cada uno al ingresar
escogió una pulsera con los colores del semáforo, los que tienen la roja
significa que están con pareja, aquellos con la amarilla no quieren algo serio,
pero los que poseen la verde, déjenme decirles que hoy es su noche. Señoritas,
deben darle la vuelta a la pulsera y verán un número; caballeros, ustedes girarán
la ruleta y descubrirán el número de la chica de sus sueños. Si por alguna
razón la chica que tiene el número no se hace presente antes que termine el
evento, ese ya no es nuestro problema. Queremos ser Cupidos pero no somos
dioses. Que inicie el juego del amoooooor, la ruleta de Cupido abre sus
puertas».
Vine con
mis amigas para saltarnos las clases de la tarde, era tan simple como pagar la
entrada y venir a jugar. Mi amiga Eva, tiene una pulsera roja, lleva alrededor
de cinco años con el mismo chico de su calle, aunque no creo que se casen, es
su forma de estar estable. Por otro lado está Fer, ella cogió la pulsera
amarilla, su concepto de relación es un poco más abierto, solo debe ser ella
misma para conseguir con quien pasar la tarde. Pero para mí, las habilidades
sociales son algo que no he podido dominar en mis veinte años de vida, por lo
tanto, tengo la pulsera verde. El número posterior es el veintidós. Aunque fue
pura casualidad, tengo un gran apego con ese número, tenía el presentimiento de
que me llevaría a algo bueno, es el día de mi nacimiento.
Había
pasado casi una hora desde que llegué y nadie cantaba mi número. La ruleta
asemeja a la de un casino, pero mucho más sencilla y sin tantas reglas confusas
como el juego original, solo debías girar y esperar un número, si la chica
aparecía se tapaba de la ruleta su número, caso contrario seguía jugando. Comí
algunos snack de papas mientras
conversaba con Eva sobre lo difícil que estaría el semestre, las siete materias
acabarían con la poca cordura que nos dejó el anterior, cuando al fin dijeron
«número veinte y dos, tu galán te está esperando». Sentí un vuelco en el
corazón, no sabía a quién el destino había puesto en mi camino, todos nos
acercamos a la ruleta y lo vi. Eliot Polit, un chico extraño del semestre
superior que había visto en un congreso gratuito sobre «La importancia de la
protección en los empleados»; esperé un momento por el temor a que me vean
extraño, respiré profundo y como toda mujer adulta que soy, cité en mi cabeza
las palabras de valor que todos decimos antes de saltar al precipicio «qué más
da» y alcé la mano.
Eliot me
llevó a un parque de juegos mecánicos, caminamos un tramo largo hasta llegar
ahí, no mentiré, mis manos sudaban; no había estado con un chico de esa forma
desde que rompieron mi corazón a la salida del colegio, un pequeño amor de
verano pero tan intenso que dejó marcas en mí. Lo primero que hicimos fue conversar
un poco para conocernos, nunca me había fijado que tiene unos ojos cafés muy
cautivadores y que la barba no le sale pareja, me sonrojaba al verlo muy de
cerca. No me importó que la noche haya llegado o que mis amigas seguían en el
evento de la facultad, me quería sentir una mujer, me sentí una mujer viva con
Eliot Polit en la noria bajo las estrellas.
─Siena,
explícame el significado de tu nombre ─me dijo, mientras trazaba círculos en mi
palma.
─Mi padre
es un artista, le encanta pintar y mi madre enseña historia, al quedar ella
embarazada no llegaban a un acuerdo respecto a mi nombre, querían algo neutral
entre sus pasiones, así fue como salió a la luz Siena, es tanto un color como
una ciudad de Italia. Según la historia, fue fundada esta ciudad por los hijos
de Remo, el hermano de Rómulo, a quien se le acredita Roma, por lo tanto les
pareció una forma convincente del nombre perfecto. Siena Julia Capazar Prado. Y
¿el tuyo?
─¿Qué pasa
conmigo?
─Tu
nombre, ¿de dónde proviene?
─Claro, la
historia es un poco aburrida. No viene del ganador del Premio Nobel,
simplemente mi padre se llama Eliot, su padre igual y así por cinco
generaciones. Considero que soy solo un Eliot más a la lista.
─Creo que
tu nombre es hermoso.
─Yo creo
que lo eres tú.
Después de
ese momento mi vida giraba alrededor del cuento que estábamos creando. Nos
veíamos por los pasillos o a la salida, iba a mi casa tan seguido que le di una
llave de las puertas principales para no tener que levantarme cuando tocaba el
timbre. Vivía con mi abuela desde que entré a la universidad, pero por
problemas de salud tuvo que mudarse con una de mis tías a ciento veinte
kilómetros, yo seguía ahí por lo céntrica que se encuentra la pequeña villa, a
unos pasos de la universidad y solo a un kilómetro del centro comercial. Eliot
con todo y sus rarezas fue encajando cada vez más, hasta que terminó
prácticamente mudándose conmigo. Ese fue el día en el que me desperté con los
maullidos del gato que llamaríamos Rómulo ─ironía por la proveniencia de mi
nombre─ y sus maletas junto a mí. Solo habían pasado siete meses desde el día
de la ruleta de cupido, más de un semestre. Eliot estaba cerca de terminar la
carrera, aunque yo seguía luchando en la mitad. No me sentía tan especial hace
tanto, nos fusionamos.
Eliot aún
tenía cosas en la casa de su madre, a una hora de la mía, nunca me había
invitado a pasar pero por fuera me daba cuenta de lo grande que era. La casa
tenía tres pisos más una terraza, varias habitaciones en su interior y tres
autos en excelente cuidado; el padre de Eliot es abogado y su madre enfermera
en un hospital dedicado a la investigación de la oncología. Su hermana mayor,
Terra, vive en el extranjero por una maestría en cuidado de alimentos, al final
estaba Eliot, la oveja diferente, al escoger trabajo social nunca se sintió
entendido en su hogar y cuando tuvo la oportunidad prefirió salir de ahí. No lo
juzgaba por aquello, yo me sentía de lo más feliz independizada de mis padres,
aunque los amo con todo mi corazón no me veía regresando a las afueras de la
ciudad para vivir con ellos, me gustaba su ayuda económica, que me salvaba en esos
días donde mi sueldo de cajera no era suficiente, pero mi vida la estaba
formando aquí, con él, para siempre… ¿Qué tan corto puede ser un para siempre?
Rómulo se
había adueñado de cada parte de la casa, la cama, los baños, la cocina, hasta
de mi sábana favorita, me daba la idea de cómo es ser madre y agradecía que
solo sea de un gato, por otro lado, Eliot amaba demasiado a Rómulo y el gato
gordo negro efectuaba un cariño impresionante hacía él, ¿celos?, no es a lo que
me refiero, tenían una conexión impresionante, a tal punto que cuando Eliot
debía irse por alguna razón, Rómulo lloraba en la ventana o sobre alguna de sus
camisetas con leyendas de superhéroes, su favorito es Flash. Como si de alguna
forma que no entiendo el gato sintiera cuando Eliot no está en casa, pero cuando
yo me iba, el gato continuaba con sus obligaciones: comer, dormir y repetir.
─Siena,
¿me amas? ─dijo Eliot a las cinco de la mañana un sábado.
─Te amo,
Eliot. Vuelve a dormir.
Este
sistema se repitió por semanas, luego por meses; siempre me preguntaba si lo
amaba en la madrugada, cómo si estar junto a él en la cama no fuera suficiente
para declararle mi amor.
Los meses
seguían su rumbo, otro semestre pasaba raspando por nosotros, para la graduación
de Eliot faltaba que termine su tesis, el gato engordaba, era más difícil
cargarlo con una sola mano. Eva terminó con su novio y se declaró en fase de
conquista. Fer, ganaba premios a la excelencia académica. Yo ya modelaba una
bella perla en mi dedo declarando mi compromiso con Eliot. Eliot tiene el
cabello azabache, cejas grandes y un cuerpo delgado, tiene un tatuaje en la
espalda, el cual es un misterio para mí hasta el día de hoy, y eso que conozco
bien cada parte de su cuerpo, es un símbolo de un punto y coma de color negro.
Cuando Eliot tenían quince años lo molestaban mucho por su forma única de ser,
a veces puedo escuchar cómo se queja de esas cicatrices de su vida, pero al
menos ahora sé que es feliz, al menos intento que lo seamos. Conversar no es de
nuestros fuertes, pero estar con él acostada viendo alguna película en la
televisión puede ser la mayor de las felicidades. Será mi esposo, tendremos más
hijos aparte de Rómulo, pondremos una empresa y trabajaremos arduo para construir
nuestro hogar. Envejeceremos de la mano, contando cada arruga como una
experiencia vivida, cada cana como una lección y cada beso como el amor profundo
que nos dio la ruleta de cupido. Siempre seré suya y él siempre será mío.
Siempre.
Gracias a
la suerte o a mis rezos, pude conseguir trabajo en una empresa auditora como
gerente de recursos humanos, un gran puesto para una universitaria. Eliot,
brindaba sus servicios en las oficinas del bufé de su padre, haciendo de todo
un poco, ya con su título en la mano podría tener el trabajo de sus sueños,
pero por el momento la paga era buena donde estaba. Mi horario era matador,
debía correr a la universidad, al trabajo, a la casa, dormir y repetir, casi no
nos veíamos como antes, pero los días libres podíamos estar juntos como
siempre. Mi desempeño en la oficina había hecho que ame mucho más a lo que le
he dedicado tantos años, me decidí a conservar este trabajo hasta que me lo
permitan. Estaba completa. Aún no nos casamos por el problema económico y de
sus padres, que no dejarían que contraiga nupcias con una simple universitaria.
Solo esperaríamos a que me gradúe, mientras, seguíamos llenando el tarro de
ahorros para la boda. Sería como un sueño.
El sueño
empezó, un poco diferente a como lo habíamos pensado una noche en la bañera:
─¿Cómo
imaginas nuestra boda, Eliot?
─No lo sé,
quizás música de fondo, juntos, un notario y las firmas.
─¿Nada
más, solo eso? ─dije algo decepcionada.
─Te verás
hermosa, tu cabello estará suelto y tendrás un vestido blanco. Es suficiente.
─Yo
imagino un gran salón, una orquesta, nuestras familias con vestidos elegantes,
un bufet con mucha comida, Rómulo con un traje, muchas fotografías. Bailaríamos
una coreografía y haríamos juegos de pareja para que todos se rían. Sería la
boda de la que hablen por años, llena de amor y armonía.
─Es una
buena idea, solo debemos esperar a que te gradúes.
─¿Qué
piensas de las despedidas de soltero? ─le lancé, más como una prueba.
─¿Debemos
hacer eso? ¿Mujerzuelas y alcohol? ─dijo riendo.
─No, nada
de mujerzuelas, pero puedes salir con Gonza y yo vería a Eva y Fer. Nuestros
amigos merecen algo de tiempo antes que seamos legalmente marido y mujer.
─Ja, ja, ja.
Está bien, Siena, me gusta la idea, le escribiré. Podríamos irnos de viaje un
fin de semana.
─Nuestro
siempre. ─Y lo besé.
Los
preparativos estaban en marcha, mi madre pidió vacaciones en su trabajo para
ayudarme con los arreglos florales, aunque soy muy devota, no nos casaríamos
por la Iglesia, Eliot había abandonado hace mucho tiempo el catolicismo al no
poder comprender varias dudas que tenía sobre la religión, así que solo optamos
por un notario en un gran salón. Los tonos que escogimos fueron lavanda y
dorado, todo tendría un aspecto como la Toscana, mucho vino y todo muy combinado.
Mi vestido de novia es blanco con encajes e incrustaciones de piedras, la
espalda descubierta para acentuar mi figura y una larga cola que lo completaría
de maravilla. Las damas de honor tienen sus vestidos hechos a mano, mi corte
nupcial es de diez personas en total. Ya casi todo el dinero del tarro estaba
invertido pero gracias a mis padres y los de Eliot, pudimos mantener los planes
en marcha. Eliot me veía de reojo cada que escribía en mi libreta para no
olvidar nada, yo le regresaba el gesto con una sonrisa nerviosa, me casaría al
fin, con el hombre que me deslumbró en la noria.
Las
semanas más largas de mi vida se me escapaban, ya casi estaba todo listo, Eliot
se fue a dormir a la casa de su familia hace ya un mes, puesto que mi abuela
regresó a la casa y la visita de mi madre hacía difícil tener tanta gente en la
villa, lo extrañaba, pero era una idea genial mantener ese momento de soltera,
no me pienso casar de nuevo. Solo faltaban cuatro semanas.
El momento
de la despedida de soltero llegó, a siete días de la boda. Eva, Fer y yo,
escogimos un hotel frente a la playa, para acudir al spa, nadar, irnos de
fiesta y recordar esos viejos tiempos en los que no importaba nada, son mis
amigas desde el primer día que llegué a la universidad, pero ahora son como una
familia. Eva regresó con el antiguo novio de su calle, ahora están casados;
Fer, hizo un préstamo y viajó al extranjero para hacer una maestría y continuar
su vida, aún no consigue pareja. Nuestro pequeño momento lejos de las
obligaciones. En casa se quedó mamá cuidando a Rómulo, en casa, porque tenemos
al fin nuestro propio departamento, pequeño, pero nuestro, el comienzo del «para
siempre» ─uno que otro electrodoméstico, la cama y nuestra ropa─.
Eliot y
Gonza son amigos desde el colegio, aunque no se ven muy a menudo, él tiende a
venir en las fiestas como navidad a comer con nosotros en la casa de los Polit,
es muy allegado a todos, mi relación con él no es la mejor, pero si Eliot es
feliz con Gonza como amigo, no tengo más que aceptarlo, creo que hay algo
extraño en él. Me recuerda al Eliot que todos decían que era antes de conocerlo
el día de la ruleta, pero quizás es solo una pantalla, a fin de cuentas, Eliot
resultó ser una persona diferente con el paso de los años, una mejor persona.
Ellos harían un viaje en auto, hasta la cabaña de verano de los Polit, a tres
horas con velocidad constante, se podría considerar campo, tiene un bello lago
y es muy acogedora, eso me ha dicho, he querido ir desde que lo conozco, pero
casi siempre está rentada.
─Te voy a extrañar, Eliot.
─Yo siento que ya te extraño, Siena.
─Solo será un fin de semana y el que sigue, estaremos juntos para
siempre.
─¿Cuánto es para siempre, Siena?
─Mmmmm, a qué te refieres, no ves un para siempre en nuestra
historia.
─No es lo que estoy diciendo, solo me preguntaba cuánto es.
─Hasta la muerte, supongo ─le respondí.
─Entonces hasta para siempre, Siena.
─Hasta para siempre, amor.
Eva pasó por
nosotras a las diez de la mañana, con Josh su esposo, para dejarnos en la
estación. Eliot ya debería estar por mitad de camino para esas instancias. Nos
subimos al autobús que nos llevaría directamente al hotel y solo nos relajamos,
el mejor fin de semana que puede existir es entre amigos. El lugar era aún más
bello que en el folleto, Fer, había venido ya en tres ocasiones, pero yo era
neófita. El hotel era de unos quince pisos, las habitaciones eran tan elegantes
y olían tan bien a una combinación frutal, todo estaba reluciente de limpio. La
brisa marina me hizo considerar vivir en un lugar así, con palmeras, frutas,
cocteles y muchos meseros. Nadamos en el mar hasta que la piel se me tostó,
debí pensarlo mejor, ahora estaría muy quemada al usar mi vestido de novia,
pero lo valía. En la fiesta no había nada de strippers o cosas por el estilo,
solo buena música y muchos tragos, tomamos hasta que todo se puso nublado y
regresamos a la habitación.
─Siena, ¿en
verdad amas a Eliot? ─dijo Eva.
─¿Tú crees que si no lo amara, estaría gastando todo mi dinero en una
boda de ensueño?
─Solo queremos estar seguras de que eres feliz ─argumentó Fer.
─Chicas, las amo. Pero esta vez, creo que he logrado que Eliot sea
feliz.
─No entiendo lo que dices. ─Me miró muy
confusa Eva.
─Nada malo, no me hagan caso. Somos muy felices, nos vamos a casar y
hoy es mi último día con ustedes como soltera. Eva, ¿acaso dudaste de casarte
con Josh?
─Nunca dudamos de dar el siguiente paso ─respondió.
─Es nuestro para siempre, ya vengan a darme un abrazo.
A la mañana
siguiente con la cruda del reventón solo nos placía dormir, ni había revisado
mi celular hasta ese momento, solo unas indicaciones de mi jefe, algunas
facturas de cuentas y un mensaje por parte de Eliot preguntándome si lo amaba.
Después de desayunar recibí otro, se notaba que me extrañaba tanto o más de lo
que lo extrañaba yo, decía: «Saldremos entrada
la noche, hasta siempre Siena. Eliot XOXO». No pude
evitar sonreír, nuestro para siempre, estaba tan cerca. A las cinco de la tarde
ya estaba en mi casa, mi madre había regresado a la villa de mi abuela. Rómulo
y yo comíamos helado mientras veíamos una serie de médicos con amoríos, él
también merecía una despedida de soltero conmigo.
La noche
estaba asomándose, así que llamé a Eliot.
─Eliot,
¿ya van a salir?
─Sí, es
ahora o nunca.
─Llámame
cuando estén cerca, te amo, mi para siempre.
─Te amo,
Siena, nombre de color y de ciudad italiana.
─Te amo,
Eliot, único entre los Eliot.
Abracé el
celular por un tiempo largo, ya lo podía sentir cerca.
─Discúlpame,
no sé qué pasó. Yo estaba conduciendo. ─Era Gonza frente a mí puerta con los
ojos abiertos como platos.
─Gonza…
─No sabía
qué hacer, vine a verte de inmediato.
─Gonza…
─Necesito
que me escuches, no pude hacer nada.
─Gonza…
─Mis ojos se llenaban de lágrimas a la tercera repetición.
─Siena…
Discúlpame.
─¿Qué pasó
con Eliot?
─Yo
quisiera saber qué pasó, me cogió de sorpresa, no sé cómo explicar esto, no lo
entiendo, por favor, debes perdonarme, yo no pude hacer nada, solo venir aquí…
─Por un
demonio, González, ¡qué mierda pasó!
«Le dije
que salgamos temprano para evitar el tránsito, la neblina haría más difícil
llegar, pero insistió en subir al mirador, en el que tantas veces hablamos de
como desaparecer, porque ese es el tipo de cosas que piensas al ver a la nada,
solo un barranco, el cielo y tú. Hablamos por horas sobre las cosas que
vivimos, los tiempos del colegio, la vida de la universidad, cómo es ser
adulto, hasta de convertirse en papá. Simplemente hablamos y lanzamos piedras
para verlas caer. Comimos estupideces que compramos en la carretera con
anterioridad, pizza fría y refresco. Para ese momento Eliot ya había hablado
con Siena, vi cuando la llamó, aún estábamos en el mirador, le sonreí porque él
hizo lo mismo y después colgó, me dijo que era el mejor momento para tomar
decisiones, que era ahora o nunca. Luego bajamos siguiendo el lago, recogimos
todo, cerramos la cabaña y nos fuimos. Escuchamos música, me habló de Siena y
cómo era su vida ahora, su futuro estaba planeado. Luego se quedó muy callado,
pensé que se había dormido, nos amanecimos la noche anterior, era normal que
quiera descansar. No dije nada alrededor de media hora, no era mucho lo que nos
separaba del siguiente pueblo, solo la cordillera, solo nos quedaba pasar la
cordillera. Yo estaba viendo la carretera cuando, abrió la puerta y se dejó
caer, no pude reaccionar rápido, estaba manejando de subida, podía perder el
control del auto, simplemente se lanzó barranco abajo, señor policía. Traté de
frenar en la primera entrada que vi, todo estaba oscuro, la neblina se metía
por la puerta abierta. No sé cómo pasó, no podía detenerlo, todo fue muy
rápido, le juro que yo no le hice nada, solo se dejó caer del auto. Él es mi
mejor amigo. Mi mejor amigo, señor policía».
El cuerpo
de Eliot fue encontrado a las 17:43, por un hombre de la policía, la caída fue
de más de cuatrocientos metros, murió desangrado entre las rocas, lleno de
lodo, piedras y plantas. Murió. Me permitieron verlo el lunes a las 12:32,
después de la autopsia, su cara no era la misma, tenía partida la cabeza y unos
algodones en la nariz, me acerqué a su cuerpo para verlo de frente. Era él, su
tatuaje en la espalda del cual nunca supe el significado fue la forma de
reconocerlo. Lo cremaron el miércoles y el jueves pude llevarlo a nuestra casa,
lo puse sobre una repisa en una habitación al final del pasillo, no quería
verlo en su nueva forma. Por ese momento lo odié. La boda debería ser al
siguiente día, a las 19:30 en el salón de eventos del centro, con una orquesta,
un bufet y mi corte de honor de diez personas, usaría un vestido blanco con
espalda descubierta y él, un smoking negro.
Has de
estar buscando un porqué, pensarás que dejó una carta o un mensaje antes de
dejarse ir, quisiera poder decir que tengo la respuesta, pero solo me quedan
estúpidas hipótesis que dan vueltas en mi cabeza, seguirán dando vueltas. ¿Hice
algo tan malo para que haya decidido lanzarse al vacío antes de tener una vida
conmigo? o ¿había algo dentro de él que nunca entendí que no le dejaba ser
feliz?, quizás no logré que sea feliz como había pensado. ¿Qué tan corto puede
ser un para siempre?, un pestañeo, el tiempo en que cae una lágrima, un suspiro,
una decisión, dejarte ir, una apuesta en una ruleta de cupido, una vida. Me
debería estar casando, escuchando la marcha nupcial, viendo a mi amado al final
del pasillo, pero lo que escucho es el maullido del infernal gato, que no ha
entendido que esta vez, no volverá.
La mejor de todas ❤😍
ResponderEliminarGracias!
EliminarInteresante historia.
ResponderEliminarGracias!
EliminarWow... Me quedé sin palabras; increíble historia.
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