jueves, 8 de marzo de 2018

El recordador

Armando Janssen


Sara se había obstinado en que fuera un parto natural. Fue una tarea difícil pese a los avances tecnológicos logrados en pleno año 2028. Cuando al fin dio a luz, Sara esperó escuchar algún sonido, un signo de vida. «¿Qué está pasando?», preguntó Sara, aún con las piernas abiertas, totalmente empapada, —el obstetra robot y la enfermera estaban de espalda y no respondían. «Pero ¿qué pasa?» volvió a preguntar al no obtener respuesta, pasaron esos segundos que parecen horas hasta que al fin se escuchó el ansiado llanto, se tranquilizó cuando la enfermera se le acercó trayendo a June en brazos, su hija.

June fue creciendo dentro de la burbuja de sobreprotección que le fue proporcionando su madre desde su primer día, salvo raras excepciones no salía de la casa, su abuelo la cuidaba por las tardes mientras Sara trabajaba como fisioterapeuta en el hospital. Cuando June cumplió cuatro años, Sara se percató de que debería anotarla en la escuela y esto le provocó un mar de dudas. En el trabajo le habían comentado de un centro que anunciaba la inscripción de niños para un programa fiable y gratuito donde optimizaban su seguridad mediante una aplicación que permitiría localizarlos y/o observarlos en todo momento. Sara tomó una cita y fue con June. Las hicieron pasar a la unidad robotizada donde las esperaba una doctora, quien comenzó a explicar el procedimiento a Sara. June, entretenida, miraba dibujos en una pantalla táctil flotante.

—Mientras la unidad robotizada le aplica a June un microchip —iba diciendo la doctora—, le explicaré cómo funciona la…

—¿Que le aplicará qué? interrumpió Sara.

—Es una aplicación indolora e instantánea, June podrá continuar jugando sin darse cuenta de nada.

—Pero

Tranquila, permítame continuar y le explico el procedimiento. Le aseguro que quedará plenamente satisfecha, este es un programa altamente eficaz que queremos optimizar antes de sacarlo al mercado, por este motivo es para unos pocos y gratuito. ¿Continuamos?

—Sí, claro.

Un brazo robotizado saltó de la pared directamente a la sien de June y al instante la doctora dijo:

—Está pronto, vamos al funcionamiento.

Sara no se dio cuenta de nada y June menos.

Esta es su unidad parental, como observará parece una simple tablet, pero se trata de una unidad altamente sofisticada, la cual procederemos a sincronizar con el implante de June. Ya quedó configurada. A partir de ahora, le permitirá localizar y observar lo que June ve y siente en todo momento. Sara observaba la pantalla de la unidad y mostraba exactamente lo que June miraba en la pantalla flotante, —si se pierde solo debe pulsar aquí y al instante la localiza, e introduciendo su pin le dará aviso a la policía. Además se chequean sus signos vitales como: su nivel de sangre, su ritmo cardíaco…, como podrá observar, la unidad indica que June tiene bajos niveles de hierro, ¿qué tal come?, —es que odia las verduras, —un complemento nutricional y asunto arreglado. Continuemos, con este ícono recibirá su actividad visual y observará todo lo que ella ve, en todo momento. También puede aplicar el control parental…, —¿control?, —Sí, son las limitaciones del contenido, al presenciar algo que eleva su nivel de cortisol, como el estrés, bloqueando lo que lo haya desencadenado, permítame enseñarle, en la pantalla que miraba June aparecieron unos soldados matando a otros…, —¿ve?, estas imágenes le provocan un pico de cortisol, pero con este botón de filtro, automáticamente deja de ver y escuchar las imágenes que no deberían alterarla, las cuales aparecerán borrosas.

Sara salió totalmente sorprendida del centro, la aplicación se ajustaba a sus requerimientos. Cuando llegaron a la casa le explicó todo al abuelo, su padre, quien sorprendido dijo:

—Aún recuerdo cuando abríamos la puerta y te dejaba salir a jugar con los otros niños, ¿ahora necesitan llegar a esto?

—No me juzgues, sabes lo temerosa que soy con June, soy madre soltera, ya estoy mayor y esta será la forma de ir obteniendo seguridad de a poco para ambas. Por supuesto que no voy a estar controlándola permanentemente, solo en las primeras instancias en sus cambios de vida en la escuela —indicó muy segura Sara.

Sara chequeaba de vez en cuando a June desde la unidad cuando se iba a la escuela o desde su trabajo del hospital. Una tarde la unidad comenzó a sonar sin parar, Sara podía observar la alteración de su hija, al presenciar a su abuelo tirado en el piso, su silueta aparecía en modo de filtro y se veía borrosa, pero aparentaba ser un ataque cardíaco. Por suerte el abuelo no murió, pero sufrió una parálisis en su lado derecho, desde ese hecho Sara comenzó a chequear a June en forma constante, volviéndose una obsesión. June se sentía muy distinta a las demás, la aislaban diciéndole Cabeza de Chip, tiempo atrás había comentado el procedimiento que le habían realizado pensando que la acercaría a sus compañeros, sin imaginarse que usarían la información para mofarse de ella.

Pasó el tiempo, Sara controlaba periódicamente a su hija, quien ya tenía diez años. June no congeniaba ni con los chicos de su edad ni con los profesores robot, no socializaba, ni tenía amigos, pero, comenzó a tener empatía con un chico más grande que también se sentía excluído. June le insistía a su nuevo amigo para que este le mostrara sus juegos de guerra y muertes de los que tanto hablaba, ella no tenía idea de qué se trataban. La última vez que Sara encendió la unidad, la había dejado en modo sin filtro, June pudo ver varios vídeos de guerra y sexo libremente esa tarde, tratando de comprender las imágenes y las situaciones que su amigo le exhibía.

Era un mundo nuevo para la niña, la cual comenzó a independizarse cada vez más de su madre, luchando para que esta dejara de utilizar la unidad para saber qué hacía en todo momento, pero Sara no dejaba de controlarla, June lo sabía. Para comprobarlo, un día en la casa se le ocurrió pincharse un dedo con el lápiz y le brotó mucha sangre, la unidad comenzó a sonar y Sara preocupada la llevó a la sicóloga, quien después de la sesión con June, le dijo a Sara: “si no desea deshacerse del implante, al menos evite monitorearla con la unidad parental, June debe vivir su vida sin un control extremo, de esa forma usted le permitirá integrarse socialmente de manera más efectiva a su entorno.” 

 Sara le prometió a su hija dejar de controlarla y a cambio le entregó un celular de última tecnología, con imagen tridimensional y holograma, con la promesa de que le respondiera siempre y June accedió. Le dijo:

A partir de ahora estarás sola.

—¿Ya no podrás observarme? —preguntó la niña.

No, ya no —respondió Sara.

A partir de ahí, June creció y se condujo sin filtros, sin el control de la unidad, fascinada experimentaba todas las cosas que veía en su realidad. Sara la controlaba a través del celular, June siempre respondía. Su abuelo falleció cuando cumplió trece.

Al cumplir quince años, su madre le permitió ir a una fiesta tras miles de promesas, ahí June conoció a un chico más grande con el cual congenió rápidamente y comenzaron a frecuentarse, mantuvieron la relación en secreto.

Una semana después, June pidió permiso para dormir en lo de su amiga Tania, pero en realidad su intención era verse con Joan. Sara en la noche la llama para chequear que esté todo bien, pero June no responde, llama a la casa de Tania y la madre desconoce la situación, Sara sube corriendo las escaleras en busca de la unidad parental, la enciende y ve en primer plano a un joven transpirando y gimiendo sobre su hija. Su rostro enrojece, siente que la cabeza le va a estallar y solo atina a gritar llena de rabia y frustración: «¡June!».

Al otro día, Sara le exige explicaciones, juzgándola por su noche de sexo, exige saber quién es ese joven y dónde vive. June no le responde y se dirige a su dormitorio. Sara no deja el tema ahí, va hasta la unidad parental y con la foto del joven busca saber quién es sin conseguirlo. Obsesivamente, comienza a seguir todos los pasos de June, hasta que logra saber dónde trabaja Joan. En su trabajo, Sara amenaza al joven para que nunca más vea a June, le muestra el video de la relación sexual. «Mi hija es menor, puedo lograr que te despidan y hasta sugerir que seas enviado nuevamente a la cárcel», le advirtió.

June busca desesperadamente a Joan, pero él la evita, deduce que la madre tuvo que ver con este rechazo, discute con Sara y deja de hablarle. June, sin perder tiempo, comienza a averiguar los requisitos para quitarse el implante, se trataba de una acción muy sencilla, solo le exigían ser mayor de quince años para tomar la determinación, pidió cita y esa semana en el centro le realizaron la sustracción del implante sin que Sara participara. El mismo día, puso solo unas pocas cosas en su mochila, tomó los ahorros que su madre guardaba y abandonó la ciudad.

Sara, desesperada al no encontrarla, encendió la unidad, pero no logró localizar a June. Fue al centro y le informaron del procedimiento que le habían efectuado a su hija el día anterior. Sara no supo más de June, pero nunca dejó de buscarla.

Cuatro años más tarde, June establecida en otra ciudad, bailaba muy provocativa en una discoteca a miles de kilómetros de Sara. Era ya casi de madrugada y habían tomado mucho. Richard le dijo: «¿Vamos?», salieron y se subieron al auto.

Richard conducía distraído junto a June por aquella carretera desierta a esas horas, cuando a los pocos kilómetros un golpe macizo destrozó el vidrio delantero. Richard paró de inmediato, pero temeroso no bajó, June fue la primera en bajar. Horrorizada por la circunstancia gritó:

—¡Es una bicicleta! —Dio unos pasos más para buscar quién la venía manejando, ya que la parte posterior del auto le impedía ver toda la imagen—. ¡Es un hombre joven! —volvió a gritar—. ¡¡Richard, lo atropellaste!!

Él bajó con sus manos sobre su cabeza. Horrorizado y a paso lento fue siguiendo los rastros de sangre con mucho temor.

—No puede ser, no puede ser —repetía. Se agachó comprobando el pulso del ciclista y no lo encontró. June llevó la mano hacia su bolsillo buscando el celular, Richard le tomó el brazo diciendo—: ¿Qué haces?

—Voy a llamar a la Policía —contestó June.

—No —dijo Richard nervioso—. Pensemos: somos jóvenes, hemos bebido, yo iría a la cárcel, tú estás implicada, ¿no te das cuenta?

—Pero está muerto —respondió June—, no podemos dejarlo aquí.

—Nos deshacemos del cuerpo —dijo Richard.

—¿Cómo?

—Tenemos los sobres de dormir acá, ¿recuerdas?, ahí cerca está el mar, ponemos el cuerpo en un sobre, lo llenamos de piedras y lo tiramos en la zona del acantilado que se encuentra muy cerca de acá…

—Pero…

—June, no tenemos opción, por favor.

La relación entre June y Richard, entre reproches y acusaciones se fue apagando y al poco tiempo se separaron. Él se va de la ciudad. Ella decide cambiar de vida, consigue un nuevo trabajo en un estudio de arquitectos. Su jefe se da cuenta de las condiciones naturales de June y la alienta para que estudie arquitectura, dándole todas las facilidades en el trabajo.

La arquitecta June Thomas, se encontraba en el hotel de una ciudad cercana en donde residía, a punto de recibir un reconocimiento laboral y dar una conferencia. Qué diría Sara, su madre, si la viera en ese momento, pensó June. Richard estaba entre los participantes. Entre las decenas de personas que la vinieron a felicitar una vez recibido el premio estaba Richard. Gracias, dijo June sorprendida, observando a un Richard totalmente cambiado, quizás preocupado, abatido, —debo hablar contigo le dijo Richard, —entiendo, pero este no es el momento, ¿lo entiendes no?, —Sí, claro, pero debe ser hoy sin falta, —de acuerdo, te espero a las veintiuna horas en la habitación 304, —muy bien, gracias.

¿Qué es de tu vida Richard?, ¿qué ha sido de ti en estos diez años?, —la verdad que no tengo mucho para contar, sigo soltero, sin hijos, mismo trabajo…lo que me trajo acá en realidad, era verte para comunicarte que no aguanto más, no he dejado de pensar ni un solo día en el accidente y ya no puedo vivir conmigo, así que voy a confesar mi delito…, —¿qué dices?, no puedes hacer eso…, me vas a perjudicar dijo June con una botella de vino en una mano y en la otra dos copas, ha pasado mucho tiempo, yo tengo otra vida ahora, soy una arquitecta reconocida, tengo una hija de siete años, un marido, un puesto importante en la empresa y en la sociedad…, —June, yo no vine a complicarte, solo a comunicarte lo que haré yo…, —pero yo estoy implicada en eso, no voy a perder lo que he logrado para que tú liberes tu conciencia…, —June, me voy, lo siento, ya dije lo que tenía que decir…

Richard dio media vuelta rumbo a la puerta y June no dudó, levantó instantáneamente el brazo que contenía la botella incrustándola contra la cabeza de Richard, que se desvaneció por completo. Estaba muerto.

June fue hasta la ventana para observar si pudo ser vista, ya que las cortinas de su cuarto de hotel estaban corridas, parecía todo normal salvo un incidente menor en la calle entre una camioneta que frenó bruscamente sin poder evitar deslizarse por la lluvia y embestir sin mayores consecuencias a un peatón. Cerró las cortinas, apagó algunas luces y se dispuso a limpiar todos los rastros de Richard. Pidió al conserje del hotel que le subieran la cena y que le habilitaran una película en la tv de su cuarto, comentando y dejando bien en claro que estaba muy cansada y no quería salir. Le subieron la cena, eligió una película al azar y le dio play, no le fue complicado realizar un procedimiento habitual de su trabajo como arquitecta y diseñadora de seguridad de interiores alterando el reloj e imagen de las cámaras de vigilancia del pasillo del tercer piso, ascensor y garage, para trasladar el cadáver sin ser vista, cargarlo en su auto, conduciendo veinte kilómetros dejando el muerto dentro de una alcantarilla en la calle lateral de un pueblo cercano. Regresó al hotel. Ajustó nuevamente el reloj e imagen de las cámaras. Subió a su habitación, chequeó que restaban veinte minutos para finalizar la película, comprobando que sin darse cuenta había elegido una película porno a lo que no le dio importancia, comió algo de su cena ya fría y trató de descansar.

La companía de seguros Metropolitan estaba incorporando entre sus agentes, la nueva tecnología llamada cellchip, un novedoso y virtuoso chip con todas las utilidades y aplicaciones de un celular altamente tecnológico, del tamaño de un pequeño auricular para llevar dentro del oído y manejado mentalmente, sin tacto alguno, una maravilla. Diana Estévez recibió su primera experiencia con esta tecnología, con la que le asignaban un nuevo caso, un reconocido y joven músico denunciaba un accidente por lo que reclamaba una suma millonaria.

Diana que ya estaba de camino a su casa, haría una parada para visitar al músico, solo se tenía que desviar un poco, comunicándose previamente con él, le dijo que en pocos minutos estaría en su domicilio. Buenas tardes, ¿el señor Julian Simmons?, —sí, pase por favor y tome asiento, ¿café o té?, —té, por favor, Diana advirtió que el músico solo utilizaba su mano izquierda y que la derecha estaba enyesada. Señor Simmons, usted está reclamando una gran suma de dinero, voy a tener que conectarlo al “recordador”, —el accidente me ha dejado sin poder ejercer como músico por un largo período y tenía varios conciertos internacionales ya pactados, ¿y de qué se trata ese aparato?, —es un extractor de recuerdos, colocando un chip externo en su sien, podré ver las imágenes transmitidas por su cerebro en esta pantalla, simplemente recordando la escena de su accidente. —¿pero eso no es un instrumento policial?, —desde hace un año nos está permitido utilizarlo, es muy efectivo. —es como un delator, —preferimos llamarlo «corroborador», señor Simmons. Con esto accederemos a sus engramas, o sea a sus recuerdos del accidente, si bien son subjetivos y pueden no ser precisos del todo porque están sujetos a sus emociones, al recoger una serie de recuerdos, tanto suyos como de otros testigos, podremos crear una imagen completa y corroborada de lo ocurrido, ¿procedemos?, —de acuerdo.

…tengo un vacío comenzó diciendo Simmons, pero la idea está en mi cabeza. —Diana le ofrece una botella de cerveza diciendo: ábrala, no hace falta que la tome, solo con olerla le traerá recuerdos del accidente, el cual ocurrió muy cerca de la fábrica de cerveza. Los olores estimulan la memoria y ayudan a recordar bien el lugar. —si, es cierto, me resulta familiar…, —retenga el olor en su mente, cierre los ojos y visualice la calle por donde usted transitaba. —salía de una tienda, empezó a llover, llovía mucho, se escuchaba una canción, una chica de abrigo amarillo caminaba hacia mí…, —recuerda su rostro muy bien. —si, era muy bonita. —la visualizo perfectamente. —llevaba los labios pintados muy rojos, me llamó la atención…, —cuanto más emocional es su respuesta, más vívidos resultan sus recuerdos. Había música y estaba esa chica, ¿qué pasó después?. —fui a cruzar la calle y esa camioneta me embistió. Luego se me borró todo…, —tranquilo, no pasa nada, conseguimos pistas muy útiles, solo debo buscar a la señorita de abrigo amarillo, muchas gracias señor Simmons.

June regresó a su casa al siguiente día. Trató de disimular por todo lo que había pasado la noche anterior, intentando amoldarse otra vez a su vida cotidiana con su marido e hijo. Más tarde, 19.30 tenía la fiesta de Alex, su hijo, en la escuela.

Diana Estévez en su auto, trataba de ubicar con el localizador de imágenes la dirección y nombre de la chica de abrigo amarillo, después de tres pasadas…¡¡bingo!!, apareció la imagen. Con el gps de su auto y todo el tecnicismo arriba, también encontró donde trabajaba y su nombre, Laura Camps. Llegó a su trabajo, solicitó entrevistarla y le explicó lo mismo que al señor Simmons para utilizar también con ella el recordador y tratar de completar las imágenes del accidente. Laura accedió. Con el chip externo en su sien, le entregó la botella de cerveza, le pidió que cerrara sus ojos y le puso la misma canción que recordó el músico. Trate de recordar el accidente y visualice lo que vio, solicitó Diana. —increíble, dijo Laura, sonaba esa misma canción. Yo caminaba por la avenida Thompson, cerca del hotel, mirando tiendas, recuerdo a un hombre caminando hacia mí, era apuesto, la música venía de un auto que se puso en marcha, en ese momento pasó la camioneta de reparto…, —¿la de Pizza Hut?, ¿a qué velocidad iba?, —¿se refiere a que si iba muy rápido?, —concéntrese en el vehículo. —no lo sé con certeza, no podría decirle. —¿qué podría contarme del golpe?, —en realidad no lo vi, solo sé lo que pasó después…en realidad vi una luz brillante, como un flash de una cámara que venía del consultorio del dentista. —entiendo, gracias por todo.

June continuaba muy preocupada. Se tomó dos copas de vino. Recordó de golpe que su auto tendría rastros de sangre y huellas, se puso unos guantes, tomó un jabón, cepillo y balde. Efectuó una rigurosa limpieza.

Diana lógicamente fue en busca del dentista. Igual que a los demás le explicó el procedimiento del recordador asegurándole que sus recuerdos se almacenarían en privado y comenzaron. Cierre los ojos y trate de recordar lo de esa noche. —la última paciente se retiró a las veinte horas, limpié todo para irme a mi casa y al correr la cortina me entretuve con la ventana del hotel donde se veía la silueta de un hombre desnudo, era muy atractivo, —¿le sacó una foto?, —lo intenté pero al estar con flash solo salió el reflejo, —¿y después?, —iba a sacar otra pero en otra ventana más arriba observé a una mujer mirando algo detenidamente, en la calle había alboroto, vi a una mujer de abrigo verde claro…, —era amarillo, los recuerdos pueden ser subjetivos —si, amarillo, —¿vio el vehículo que atropelló al peatón?, ¿vio a que velocidad iba? —en realidad no ví el momento del impacto, lo siento. Diana hizo un acercamiento de la mujer en la ventana. El doctor Collins le preguntó si iba a comentar lo de la foto. Diana lo tranquilizó diciendo que no sería necesario ponerlo en el informe y se retiró.

Diana se dirigió al hotel, mostrando la foto de la mujer en la ventana, el conserje solo pudo decirle que se trataba de la habitación 304 y que no podía dar datos de los huéspedes, lo que le puedo decir es que la mujer no salió de la habitación y sé lo que estaba viendo, no puedo decirle quien es pero le gusta ver películas porno, eso es todo.

Diana regresó a su casa, la esperaban su esposo e hijo. No pudo con su intriga y se puso a descubrir quién sería la mujer de la ventana. Hacía mucho frío, George le alcanzó una sopa caliente y preguntó: ¿cómo va el caso del accidente del camión de la pizza?, —mmm, gracias, amor, el caso entreverado, aún no puedo determinar la culpabilidad porque nadie recuerda la velocidad y no encuentro a nadie que haya visto el impacto, bueno, por el momento, estoy tratando de afinar la foto pixelada de la mujer de la ventana del hotel, puede ser que lo haya visto…¡¡si¡¡, es ella, el programa de búsqueda la identificó, June Thomas. Podría ser la indicada si quiere hablar…, —¿y porqué no querría?, preguntó George, —porque estaba mirando una película porno en la habitación y no creo se preste a revivir sus recuerdos. Vive a treinta kilómetros de acá, ¿te molesta si voy ahora y trato de resolverlo?, si resuelvo el caso dentro de las veinticuatro horas me darán el doble de bonificación, necesitamos el dinero…, —está bien, ve.

Sara tuvo una extraña comunicación del centro donde le habían realizado el implante a June. Parece que los primeros implantados presentaban síntomas de violencia y estaban muy interesados en entrevistarse con June. Tenía que encontrar a su hija.

June continuaba muy preocupada y no paraba de beber vino blanco. Diana conducía hacia su casa. Al fin llegó, vivía en una zona aislada a las afueras de la ciudad, tocó su puerta y a través del vidrio June le preguntó: ¿que quiere?, —hola, soy de la compañía de seguros Metropolitan…, —no gracias, ya tenemos seguro, —no vine a venderle un seguro, en realidad estoy investigando un accidente automovilístico que quizás usted vio, —no sé nada de ningún accidente…, —fue ayer en la avenida Thompson…, —donde está el hotel, el accidente de la camioneta sin conductor de entregas de Pizza Hut con un peatón…, —si, en realidad no lo asocié al principio, pero vi el accidente,—¿me permite pasar?, —lo siento, estoy muy ocupada ahora, —entiendo, pero si presenció un accidente es necesario que preste declaración, es un requisito legal, —¿un requisito legal?, —sí, desde el año pasado lo es, debo dar aviso a la policía si alguien se niega, solo tardaré unos minutos, —de acuerdo, pase. Diana comenzó a conectar el recordador. June preguntó: ¿para qué es eso?, —me permite llevar un registro de lo que sucedió. —pero puedo contarle todo lo que pasó, recuerdo que la camioneta embistió al hombre…, —¿y a qué velocidad iba?, —eso no lo puedo determinar con certeza, pero…, —escuche, a mí no me importa lo que sucedió dentro de la habitación del hotel, con el recordador podremos evaluar a que velocidad iba la camioneta o quién tuvo la culpa, solo eso me interesa y me voy, no entraremos en detalles, lo privado queda con usted … —¿solo el accidente?, —solamente, —está bien. Diana le conectó el chip externo, le entregó la botella de cerveza, puso la canción y le dijo: solo debe olerla y empezar a recordar…, —de acuerdo, pedí la cena a mi habitación y solicité una película, una película porno…, —solo necesito el accidente, no me interesan los detalles personales, —la camioneta embistió al peatón…, —si lo visualizo, respondió Diana, recibiendo imágenes del momento del accidente mezcladas con otras de la cara de Richard…y otras de cuando incrusta golpeando su cabeza y el se desploma. Diana entendiendo la situación, desconecta el recordador y le dice a June: hemos terminado, ya tengo las cosas claras sobre el accidente, muchas gracias y busca la salida. —de acuerdo, dice June.

June duda del comportamiento de Diana, la cual sale rápidamente de la casa. Sin dudar, le pega con una pala en la cabeza al salir, la lleva a un pequeño galpón al fondo de su casa, la ata y amordaza esperando que despierte. Al despertar Diana nota que tiene instalado el chip externo con el recordador y June le pregunta: ¿qué recuerdas?, —nada, no diré nada, dice Diana asustada, —¿alguien sabe que estás acá?, —no, te lo juro, por favor, Diana observa las imágenes cuando le dice a George: ¡¡si!!, June Thomas. Diana se da cuenta del peligro en el que se encuentra ella y su familia. June toma un tronco y golpea a Diana en la cabeza hasta matarla. Dentro del auto de Diana con su nueva víctima cargada, prende el gps y localiza donde vive su marido, va hasta su casa, entra con las llaves de Diana, June se dirige sigilosamente hacia George que miraba la televisión y con un martillo golpea su cabeza hasta matarlo, buscando la puerta de salida escucha unos chillidos, entra al otro cuarto y se sorprende al ver un niño en el corral.

Una hora más tarde June se encuentra en la fiesta de la escuela de su hijo, Alex. Al mismo tiempo la policía recibía una denuncia de una vecina advirtiendo que la puerta de la casa de Diana estaba abierta. La reconocida detective Emma Raynes encargada del caso concurre descubriendo el cadáver de Diana en el auto y los de un hombre y un niño en la casa. Deduce que no quisieron dejar testigos e instruye al oficial para que lleven al hámster que se encuentra en el dormitorio del niño al laboratorio, agregando: «Que el equipo de recordadores haga lo suyo». A media noche la policía apareció en la casa de June.

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