miércoles, 14 de marzo de 2018

Amigas

Yadira Sandoval Rodríguez


Son las cuatro de la tarde, se reunirán cinco amigas en casa de Alicia, para tomar el café y celebrar la bienvenida de Mónica. Esta última estudió educación en la ciudad de Monterrey; es madre de tres hijos y está casada. Un día decidió salir de su pueblo natal, Magdalena, en el estado de Sonora. Ahora de regreso a su pueblo, trata de reencontrarse con sus amistades de la infancia y adolescencia. A la vez reflexiona sobre su adaptación al lugar. El olor a pastelillos en el horno le permite salir de su ensimismamiento; se dirige a la cocina se pone los guantes para abrir el horno, checa los bollitos, saca uno para probarlo y le da el visto bueno; empieza a decorarlos y se dice así misma que fue un error regresar. Tiene días pensándolo, pero no se atreve a platicarlo con su esposo, ya que este tiene a su mamá enferma en el pueblo. Para salir de su enfado ha decidido recuperar la amistad de Alicia, quien es una persona con múltiples actividades sociales. Se han estado llamando una a la otra y visitando. Alicia decide organizarle una reunión para acercarla con sus otras amigas con el fin de integrarla a la vida social del pueblo; también le comenta a Mónica que en el grupo de amigas hay una maestra, su nombre es Marisol.
Las amigas llegan una por una a casa de Alicia; se abrazan y besan en la mejilla. Alicia recibe a las amigas eufórica y les dice:  
—¡Ganamos el partido de fútbol americano, esto indica que vamos a Monterrey a jugar! Mis niños y mi esposo andan muy contentos.  
—¿Es caro pertenecer al grupo de fútbol americano? —pregunta Zulema.
—Así es, la inscripción cuesta dos mil pesos por niño, incluye uniforme —contesta Alicia.
—¡Carísimo! —responde Zulema.
—Cuesta más que el otro equipo. Zulema, en el equipo en donde está mi hijo no cobran tanto. El uniforme es modesto y los entrenadores son buenos. No viajan tanto como el equipo en el que están los hijos de Alicia. Por si quieres inscribir a los tuyos, ahorita te paso la información —dice Marisol.
—¡Felicidades, Alicia! Van a ganar. Es un paso gigante para ti y tu familia. Después de la mala experiencia que pasó tu niño en el otro equipo, en este le irá mejor —dice Marisol.  
—¿Por qué? —pregunta Zulema.
—Mi hijo tiene problemas de hiperactividad, es impulsivo, así que decidimos meterlo en ese equipo, para que aprenda a canalizar su temperamento —dice Alicia.
—Pero, ¿qué te dicen los médicos? —pregunta Zulema.
—Que tiene que estar con medicamentos. Pero no queremos, estuvo un tiempo tomándolos, mi hijo se la llevaba dormido. Razón por la que no continuamos con la medicación —responde Alicia.
—Está difícil. Admirable lo que estás haciendo —dice Marisol.
—Gracias. En la escuela aún no están preparados para trabajar con niños hiperactivos, lo tratan como a un niño inútil, y eso me hace enojar, a cada rato tengo que estar peleando con las maestras. Es triste y cansado —dice Alicia.
Marisol se siente incómoda con el comentario de Alicia.
—¿Por qué tiene eso tu hijo? —dice Zulema.
—Viene de familia —contesta Alicia.   
Zulema pide a las chicas que la escuchen, va a leer algo. Lo que ella lee, trata sobre un pasaje en la Biblia. Todas le ponen atención. En eso Alicia empieza a llorar, se desahoga con sus amigas. Les dice que está cansada de su vida. Las demás chicas la abrazan, la consuelan y le dicen que todo va a mejorar. En eso Alicia se levanta y le pide a Mónica, que le regale otro bollito, Mónica le pasa la charola. Alicia empieza a saborearlo poco a poco, le da un sorbo a su café. Zulema y Diana empiezan a hablar de sus familias, de los problemas que tienen con sus hermanos en relación con las drogas. Zulema narra que en su pueblo los jóvenes consumen altas dosis, su marido tiene conexión con el narcotráfico. Cosa que a ella no le gusta y ha tenido que aprender a adaptarse a esa vida.
—Pues yo desearía ser la Reyna del Pacífico. Y no me refiero a la actriz que interpretó la serie de Netflix, Kate del Castillo. Sino la verdadera Reyna del Pacífico, Sandra Ávila Beltrán —dice Diana.
 Cuando terminó de decir eso, todas voltearon a mirarla.
—Qué miedo —dice Mónica.
—Así es —dice Diana—. La admiro mucho. Ella es mi ídolo, mi fortaleza, mi deidad a seguir. Es una mujer a quien tenemos que admirar. En la actualidad ser feminista se ha vuelto una moda, qué mejor modelo a seguir. Todas las mujeres deberíamos ser como Sandra Ávila Beltrán. Para no llorar como lo estás haciendo tú. —Se quedan mirando las chicas unas a otras—. Les puedo narrar todo sobre su familia. Mi mamá fue amiga de Sandra. Iba a su casa a tomar el café, y salían muy seguido de compras, por su puesto, mi madre no pagaba nada, siempre era la mamá de Sandra quien corría con los gastos. También se reunían con otras chicas, todas hijas o parientes de narcotraficantes, me dice mi madre que hacían fiestas muy seguido en las casas de ellas. Siempre andaban con artistas de televisión, de radio u otro personaje del mundo artístico de la región. Imagínense estar rodeadas de tantas celebridades. Me gustaría haber vivido eso. Ni se diga de los carros que les compraban sus papás.
—Pero… así como lo cuentas se escucha dudoso. ¿No crees qué pudieron haber pasado otras experiencias? ¿Drogas, promiscuidad? ¿No, lo crees? —dice Marisol.
—Y si fue así, ¿cuál es el problema? Es parte de la aventura —dice Diana.
—¿A poco no te daría miedo experimentar esas cosas?
—No. Al contrario, te da oportunidad de conocer otra parte de la vida.
—¿Qué no eres feliz con la vida que tienes?
—No significa que no esté feliz, lo que digo es que toda mujer debería experimentar esa oportunidad.
—Pues… estoy en desacuerdo.
Al rato de estarla escuchando, Marisol, en tono displicente, le dice:
—Diana, no puedes estar orgullosa de alguien como ella. Para empezar, esa mujer no representa un modelo feminista, ya que pertenece al crimen organizado, y te aseguro que esta misma ha permitido asesinatos entre su mismo género. Solo de pensar en violaciones, trata de jovencitas, los daños a los familiares, etcétera, y tú poniéndola como una heroína.
—Bueno, chicas, mejor cambiemos de tema —dice Alicia.
Diana se suelta riendo y les dice que es mentira todo lo que les estaba diciendo. Las demás se quedan serias.  
Marisol se disculpa con las chicas y comenta que tiene que irse, al igual Zulema, Alicia le pide a Mónica que le dé raite a Marisol. Mónica dice que no, que se siente mal y desea salir del lugar. Alicia le pregunta: «¿Qué tienes?» Se la lleva a su cuarto para platicar, mientras las otras chicas se despiden. Alicia le pregunta a Zulema si puede llevar a Marisol a su casa.
—¡Claro que sí! —dice Zulema.
Mónica se queja del estómago y pide el baño a Alicia mientras esta despide a las demás.  
—Viste, ¿cómo me miraba, Diana? —dice Mónica.
—Sí, lo vi. Pero qué le vamos a hacer, tú no más síguele el rollo. Y no es necesario que te abras tanto con Diana. A veces tenemos que cuidarnos de nosotras mismas, aunque no lo queramos —contesta Alicia.
—Pero, ¿le vas a seguir hablando a la chica? ¿Qué no escuchaste todo lo que dijo?
—Así es, Diana, no te preocupes. Es fanfarrona, nada más tienes que cuidarte de no hablar mucho.  
—Oye, Alicia. Hace una semana sacamos a los niños de la casa de tu comadre porque el esposo estaba vendiendo droga, y mi esposo se enojó conmigo. ¿Ahora me propones callar y seguir con la amistad? Aparte, viste cómo se puso Marisol, la chica no va a querer regresar a las reuniones, es maestra, o sea, una persona seria como yo. Con esas historias la espantaron.
—Tranquila, Marisol igual que tú acaba de llegar y se está adaptando —dice Alicia.
Mónica se enoja, agarra su bolso y sale de la casa de Alicia. No se despide, se sube al carro y lo prende. En su cabeza lleva el coraje. Llega a su casa, se pone cómoda, se relaja, los niños están con su mamá decidieron pasar el fin de semana con ella. Su esposo está de viaje y llegará hasta la próxima semana. Son las seis de la tarde, prende la televisión busca una película encuentra nada que le guste, se sirve una copa de vino, a la par continúa buscando algo que ver. Se enfada, decide prepararse algo para cenar, después le marca a su mamá para preguntar cómo están los niños. La madre le dice que ya están dormidos. Mónica le empieza a narrar lo sucedido, su madre le da el consejo de no continuar con esas amistades: «Si no te sientes cómoda, mejor aléjate, pero tienes que tomar en cuenta que te quedarás sola, toda chica actualmente tiene una relación con el narcotráfico, aunque no te guste y más en esta región». Mónica se queda pensativa, se despide de su madre y al momento de colgar, su amiga Alicia le marca. Mónica mira hacia su celular, ve el nombre de Alicia, hace una cara de enfado y luego contesta.
—Hello.
—Hola, Mónica. Mujer, olvidé mencionarte que la próxima semana será doce de diciembre y en la casa velaremos a la Virgen de Guadalupe. Como todos los años, hacemos cena y rezamos el rosario. A nuestra casa viene el sacerdote de la comunidad para echarnos la mano, al igual el coro de la parroquia. Preparamos comida, chocolatito caliente para las personas que vienen a acompañarnos. El año pasado asistieron cien personas y en este estamos esperando más. Las demás gentes de las otras rancherías se están uniendo. Este año invitaremos a la policía municipal. Ya que el año pasado hubo balazos, ningún herido, conoces nuestra cultura se emborrachan y sacan las pistolas. El padre propone decirle a la gente que no lleve sus armas. Por seguridad yo hablé con el alcalde del municipio y me dijo que está bien.
—¿Y en qué quieres que te ayude?
—Cooperar con seis kilos de carne para los tamales. Eres maestra y a tu esposo le va bien, me imagino que no hay ningún problema con la petición. Recuerda, será para el rosario de nuestra Virgen de Guadalupe y, como dice el padrecito, el apoyo para estas causas son indulgencias para ir al cielo.
—Lo sé. Está bien, tendrás tus seis kilos de carne. Te los llevo mañana en la mañana.
—Bueno, Mónica, te dejo para seguir llamando a las demás personas que solidariamente apoyarán por la causa.
Mónica cuelga, checa el reloj y se alista para dormir.
A la mañana siguiente, pasa a casa de su mamá desayuna con ella y recoge a los niños. Le comenta del rosario que será el próximo jueves en casa de Alicia.
—Ves, Mónica. Lo que te dije, tienes que aprender a fingir demencia así son las amistades. Aunque yo te recomiendo que no asistas, el año pasado estuvo muy feo, la gente loca se emborrachó y empezaron los tiroteos. Nos enteramos de que el esposo de Alicia utiliza esas veladas para vender droga. Todos los de la región lo saben, y por lo que veo te está costando aceptarlo, mija. Cuatro años de no vivir aquí pasan muchas cosas
—¿Y el sacerdote qué dice de esto?
—Qué va a decir, pues nada mija. Él no puede hablar, solo tiene que cumplir con su deber. Me imagino que también ha de recibir algunas dosis de droga para soportar su cruz.
—Mamá, ¿cómo puedes decir eso?
—Hay mija, a veces pienso de qué sirve tener tantos estudios, si la realidad está oculta para tus ojos. O más bien, no la quieres aceptar.
—Bueno, mamá, te dejo. Iré a comprar la carne para pasar a dejársela a Alicia.
Mónica y sus hijos llegan a la casa de Alicia; atraviesan el jardín repleto de rosales, begonias, Jazmín, petunias, clavelina y geranio. Alicia abre la puerta y la recibe feliz mientras los niños saludan a los hijos de Alicia y entran corriendo para ir a jugar.
—Alicia aquí está la carne.
—Gracias, Mónica. ¿Gustas un café?
—Sí.
—Todo está marchando excelente. De hecho, anexamos un atractivo al rosario para atraer más gente: vendrán los Pikadientes de Caborca.
—¿Quiénes son esos?
—Un grupo norteño de Caborca. ¿A poco no los conoces?
—No. Pero, ¿música en un rosario?
—Sí, Mónica, a la gente le encanta esa música. De hecho, les dijimos al grupo que se ensañaran el himno guadalupano. Y ellos emocionados dijeron que sí. Ya sabemos se los vendí como indulgencias.
—Órale que bien.
—Bueno, Alicia te dejo porque tengo mucho que hacer en casa.
—Claro, Mónica, y te espero el jueves por aquí. El primer rosario empezará a las ocho de la noche.
—Bien, Alicia. Nos vemos el jueves.
Mónica se dirige al jardín trasero por los niños, les habla y les dice que ya es hora de irse. Los niños salen corriendo de la casa sin despedirse. Mónica se le queda mirando a Alicia, mientras esta le dice: «Son niños, relájate».
Es jueves y Mónica alista a los niños para ir a casa de Alicia al rosario. Le dice a su esposo que irá un rato. Este le dice a su esposa que se cuide. Se dan un beso de despedida y se suben al carro.
Llegan a casa de Alicia son las 7:45 p.m. Mónica escucha el barullo de las personas a lo lejos el grupo probando sonido. Alicia al ver a Mónica la saluda, le dice que pase.
—Es demasiada gente, Alicia.
—Qué te dije. Pásale a lo barrido. El padre está adentro confesando, por si quieres aprovechar.
—Gracias.
Los niños de Mónica se van a jugar con los otros niños; entra a la cocina, busca algo que tomar. Al voltearse la sorprende una mujer.
—Hola, me asustaste. ¿Cómo estás, Alma?
—No tan bien como tú, Mónica. Me comentaron que ya andabas por estos rumbos. Te extrañé.
Mónica se queda seria. No le gustó el tono de voz de Alma.   
Alma se ríe y le da un beso. Mónica no reaccionó con rapidez por lo asombrada que estaba. Al momento la separa con un empujón, ya era tarde, Alicia las había visto y esta se dio inmediatamente la vuelta para no interrumpir y se dijo así misma con tono de malicia: «Bienvenida, niña».
Alma al ver que no fue correspondida le pide disculpas, le comenta que se emocionó al verla; le dice que la sigue queriendo a pesar de su compromiso: «Serás mi novia por la eternidad». Mónica, enojada, le contesta: «Vete a la chingada», no quiere hablar con Alma, quiere ir por sus hijos y retirarse del lugar. Mónica estaba incómoda por lo sucedido, aparte Alicia había visto todo y eso no le gustó. Alma le dice que no se preocupe, le promete hablar con su amiga y resolver la confusión: «Prometo decirle que te confundí con otra persona». Mónica se queda seria y a la par le da la mano, la mira a los ojos y le dice: «Sigues igualita». Alma le sonríe y le pregunta: «¿Cómo has estado?». Ella le contesta que bien. Alma le comenta que anda allí porque uno de sus hermanos toca en el grupo. Esta de temperamento impaciente le vuelve a dar otro beso y Mónica sin enojarse lo acepta y unos minutos después se retira del rosario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario