Yadira Sandoval Rodríguez
Son las cuatro de
la tarde, se reunirán cinco amigas en casa de Alicia, para tomar el café y celebrar
la bienvenida de Mónica. Esta última estudió educación en la ciudad de
Monterrey; es madre de tres hijos y está casada. Un día decidió salir de su
pueblo natal, Magdalena, en el estado de Sonora. Ahora de regreso a su pueblo, trata
de reencontrarse con sus amistades de la infancia y adolescencia. A la vez
reflexiona sobre su adaptación al lugar. El olor a pastelillos en el horno le
permite salir de su ensimismamiento; se dirige a la cocina se pone los guantes
para abrir el horno, checa los bollitos, saca uno para probarlo y le da el
visto bueno; empieza a decorarlos y se dice así misma que fue un error
regresar. Tiene días pensándolo, pero no se atreve a platicarlo con su esposo,
ya que este tiene a su mamá enferma en el pueblo. Para salir de su enfado ha
decidido recuperar la amistad de Alicia, quien es una persona con múltiples
actividades sociales. Se han estado llamando una a la otra y visitando. Alicia decide
organizarle una reunión para acercarla con sus otras amigas con el fin de
integrarla a la vida social del pueblo; también le comenta a Mónica que en el
grupo de amigas hay una maestra, su nombre es Marisol.
Las amigas llegan una
por una a casa de Alicia; se abrazan y besan en la mejilla. Alicia recibe a las
amigas eufórica y les dice:
—¡Ganamos el
partido de fútbol americano, esto indica que vamos a Monterrey a jugar! Mis
niños y mi esposo andan muy contentos.
—¿Es caro
pertenecer al grupo de fútbol americano? —pregunta Zulema.
—Así es, la
inscripción cuesta dos mil pesos por niño, incluye uniforme —contesta Alicia.
—¡Carísimo! —responde
Zulema.
—Cuesta más que el
otro equipo. Zulema, en el equipo en donde está mi hijo no cobran tanto. El
uniforme es modesto y los entrenadores son buenos. No viajan tanto como el
equipo en el que están los hijos de Alicia. Por si quieres inscribir a los
tuyos, ahorita te paso la información —dice Marisol.
—¡Felicidades, Alicia!
Van a ganar. Es un paso gigante para ti y tu familia. Después de la mala
experiencia que pasó tu niño en el otro equipo, en este le irá mejor —dice Marisol.
—¿Por qué? —pregunta
Zulema.
—Mi hijo tiene
problemas de hiperactividad, es impulsivo, así que decidimos meterlo en ese
equipo, para que aprenda a canalizar su temperamento —dice Alicia.
—Pero, ¿qué te
dicen los médicos? —pregunta Zulema.
—Que tiene que
estar con medicamentos. Pero no queremos, estuvo un tiempo tomándolos, mi hijo se
la llevaba dormido. Razón por la que no continuamos con la medicación —responde
Alicia.
—Está difícil. Admirable lo que estás haciendo —dice Marisol.
—Gracias. En la
escuela aún no están preparados para trabajar con niños hiperactivos, lo tratan
como a un niño inútil, y eso me hace enojar, a cada rato tengo que estar
peleando con las maestras. Es triste y cansado —dice Alicia.
Marisol se siente
incómoda con el comentario de Alicia.
—¿Por qué tiene
eso tu hijo? —dice Zulema.
—Viene de familia
—contesta Alicia.
Zulema pide a las
chicas que la escuchen, va a leer algo. Lo que ella lee, trata sobre un pasaje en
la Biblia. Todas le ponen atención. En eso Alicia empieza a llorar, se desahoga
con sus amigas. Les dice que está cansada de su vida. Las demás chicas la
abrazan, la consuelan y le dicen que todo va a mejorar. En eso Alicia se
levanta y le pide a Mónica, que le regale otro bollito, Mónica le pasa la
charola. Alicia empieza a saborearlo poco a poco, le da un sorbo a su café. Zulema
y Diana empiezan a hablar de sus familias, de los problemas que tienen con sus
hermanos en relación con las drogas. Zulema narra que en su pueblo los jóvenes consumen
altas dosis, su marido tiene conexión con el narcotráfico. Cosa que a ella no
le gusta y ha tenido que aprender a adaptarse a esa vida.
—Pues yo desearía
ser la Reyna del Pacífico. Y no me refiero a la actriz que interpretó la serie
de Netflix, Kate del Castillo. Sino la verdadera Reyna del Pacífico, Sandra
Ávila Beltrán —dice Diana.
Cuando terminó de decir eso, todas voltearon a
mirarla.
—Qué miedo —dice Mónica.
—Así es —dice Diana—.
La admiro mucho. Ella es mi ídolo, mi fortaleza, mi deidad a seguir. Es una
mujer a quien tenemos que admirar. En la actualidad ser feminista se ha vuelto
una moda, qué mejor modelo a seguir. Todas las mujeres deberíamos ser como Sandra
Ávila Beltrán. Para no llorar como lo estás haciendo tú. —Se quedan mirando las
chicas unas a otras—. Les puedo narrar todo sobre su familia. Mi mamá fue amiga
de Sandra. Iba a su casa a tomar el café, y salían muy seguido de compras, por
su puesto, mi madre no pagaba nada, siempre era la mamá de Sandra quien corría
con los gastos. También se reunían con otras chicas, todas hijas o parientes de
narcotraficantes, me dice mi madre que hacían fiestas muy seguido en las casas
de ellas. Siempre andaban con artistas de televisión, de radio u otro personaje
del mundo artístico de la región. Imagínense estar rodeadas de tantas
celebridades. Me gustaría haber vivido eso. Ni se diga de los carros que les
compraban sus papás.
—Pero… así como lo
cuentas se escucha dudoso. ¿No crees qué pudieron haber pasado otras
experiencias? ¿Drogas, promiscuidad? ¿No, lo crees? —dice Marisol.
—Y si fue así, ¿cuál
es el problema? Es parte de la aventura —dice Diana.
—¿A poco no te
daría miedo experimentar esas cosas?
—No. Al contrario,
te da oportunidad de conocer otra parte de la vida.
—¿Qué no eres
feliz con la vida que tienes?
—No significa que
no esté feliz, lo que digo es que toda mujer debería experimentar esa
oportunidad.
—Pues… estoy en
desacuerdo.
Al rato de estarla
escuchando, Marisol, en tono displicente, le dice:
—Diana, no puedes
estar orgullosa de alguien como ella. Para empezar, esa mujer no representa un
modelo feminista, ya que pertenece al crimen organizado, y te aseguro que esta misma
ha permitido asesinatos entre su mismo género. Solo de pensar en violaciones, trata
de jovencitas, los daños a los familiares, etcétera, y tú poniéndola como una
heroína.
—Bueno, chicas,
mejor cambiemos de tema —dice Alicia.
Diana se suelta
riendo y les dice que es mentira todo lo que les estaba diciendo. Las demás se
quedan serias.
Marisol se
disculpa con las chicas y comenta que tiene que irse, al igual Zulema, Alicia
le pide a Mónica que le dé raite a Marisol. Mónica dice que no, que se siente
mal y desea salir del lugar. Alicia le pregunta: «¿Qué tienes?» Se la lleva a
su cuarto para platicar, mientras las otras chicas se despiden. Alicia le pregunta
a Zulema si puede llevar a Marisol a su casa.
—¡Claro que sí! —dice
Zulema.
Mónica se queja
del estómago y pide el baño a Alicia mientras esta despide a las demás.
—Viste, ¿cómo me
miraba, Diana? —dice Mónica.
—Sí, lo vi. Pero
qué le vamos a hacer, tú no más síguele el rollo. Y no es necesario que te
abras tanto con Diana. A veces tenemos que cuidarnos de nosotras mismas, aunque
no lo queramos —contesta Alicia.
—Pero, ¿le vas a
seguir hablando a la chica? ¿Qué no escuchaste todo lo que dijo?
—Así es, Diana, no
te preocupes. Es fanfarrona, nada más tienes que cuidarte de no hablar mucho.
—Oye, Alicia. Hace
una semana sacamos a los niños de la casa de tu comadre porque el esposo estaba
vendiendo droga, y mi esposo se enojó conmigo. ¿Ahora me propones callar y
seguir con la amistad? Aparte, viste cómo se puso Marisol, la chica no va a
querer regresar a las reuniones, es maestra, o sea, una persona seria como yo. Con
esas historias la espantaron.
—Tranquila,
Marisol igual que tú acaba de llegar y se está adaptando —dice Alicia.
Mónica se enoja,
agarra su bolso y sale de la casa de Alicia. No se despide, se sube al carro y
lo prende. En su cabeza lleva el coraje. Llega a su casa, se pone cómoda, se
relaja, los niños están con su mamá decidieron pasar el fin de semana con ella.
Su esposo está de viaje y llegará hasta la próxima semana. Son las seis de la
tarde, prende la televisión busca una película encuentra nada que le guste, se
sirve una copa de vino, a la par continúa buscando algo que ver. Se enfada, decide
prepararse algo para cenar, después le marca a su mamá para preguntar cómo
están los niños. La madre le dice que ya están dormidos. Mónica le empieza a
narrar lo sucedido, su madre le da el consejo de no continuar con esas
amistades: «Si no te sientes cómoda, mejor aléjate, pero tienes que tomar en
cuenta que te quedarás sola, toda chica actualmente tiene una relación con el
narcotráfico, aunque no te guste y más en esta región». Mónica se queda
pensativa, se despide de su madre y al momento de colgar, su amiga Alicia le
marca. Mónica mira hacia su celular, ve el nombre de Alicia, hace una cara de
enfado y luego contesta.
—Hello.
—Hola, Mónica.
Mujer, olvidé mencionarte que la próxima semana será doce de diciembre y en la
casa velaremos a la Virgen de Guadalupe. Como todos los años, hacemos cena y
rezamos el rosario. A nuestra casa viene el sacerdote de la comunidad para
echarnos la mano, al igual el coro de la parroquia. Preparamos comida,
chocolatito caliente para las personas que vienen a acompañarnos. El año pasado
asistieron cien personas y en este estamos esperando más. Las demás gentes de
las otras rancherías se están uniendo. Este año invitaremos a la policía
municipal. Ya que el año pasado hubo balazos, ningún herido, conoces nuestra
cultura se emborrachan y sacan las pistolas. El padre propone decirle a la
gente que no lleve sus armas. Por seguridad yo hablé con el alcalde del
municipio y me dijo que está bien.
—¿Y en qué quieres
que te ayude?
—Cooperar con seis
kilos de carne para los tamales. Eres maestra y a tu esposo le va bien, me
imagino que no hay ningún problema con la petición. Recuerda, será para el
rosario de nuestra Virgen de Guadalupe y, como dice el padrecito, el apoyo para
estas causas son indulgencias para ir al cielo.
—Lo sé. Está bien,
tendrás tus seis kilos de carne. Te los llevo mañana en la mañana.
—Bueno, Mónica, te
dejo para seguir llamando a las demás personas que solidariamente apoyarán por
la causa.
Mónica cuelga,
checa el reloj y se alista para dormir.
A la mañana siguiente,
pasa a casa de su mamá desayuna con ella y recoge a los niños. Le comenta del
rosario que será el próximo jueves en casa de Alicia.
—Ves, Mónica. Lo
que te dije, tienes que aprender a fingir demencia así son las amistades.
Aunque yo te recomiendo que no asistas, el año pasado estuvo muy feo, la gente
loca se emborrachó y empezaron los tiroteos. Nos enteramos de que el esposo de Alicia
utiliza esas veladas para vender droga. Todos los de la región lo saben, y por
lo que veo te está costando aceptarlo, mija.
Cuatro años de no vivir aquí pasan muchas cosas
—¿Y el sacerdote
qué dice de esto?
—Qué va a decir,
pues nada mija. Él no puede hablar,
solo tiene que cumplir con su deber. Me imagino que también ha de recibir algunas
dosis de droga para soportar su cruz.
—Mamá, ¿cómo
puedes decir eso?
—Hay mija, a veces pienso de qué sirve tener
tantos estudios, si la realidad está oculta para tus ojos. O más bien, no la
quieres aceptar.
—Bueno, mamá, te
dejo. Iré a comprar la carne para pasar a dejársela a Alicia.
Mónica y sus hijos
llegan a la casa de Alicia; atraviesan el jardín repleto de rosales, begonias,
Jazmín, petunias, clavelina y geranio. Alicia abre la puerta y la recibe feliz
mientras los niños saludan a los hijos de Alicia y entran corriendo para ir a
jugar.
—Alicia aquí está
la carne.
—Gracias, Mónica. ¿Gustas
un café?
—Sí.
—Todo está
marchando excelente. De hecho, anexamos un atractivo al rosario para atraer más
gente: vendrán los Pikadientes de Caborca.
—¿Quiénes son
esos?
—Un grupo norteño
de Caborca. ¿A poco no los conoces?
—No. Pero, ¿música
en un rosario?
—Sí, Mónica, a la
gente le encanta esa música. De hecho, les dijimos al grupo que se ensañaran el
himno guadalupano. Y ellos emocionados dijeron que sí. Ya sabemos se los vendí
como indulgencias.
—Órale que bien.
—Bueno, Alicia te
dejo porque tengo mucho que hacer en casa.
—Claro, Mónica, y
te espero el jueves por aquí. El primer rosario empezará a las ocho de la
noche.
—Bien, Alicia. Nos
vemos el jueves.
Mónica se dirige al
jardín trasero por los niños, les habla y les dice que ya es hora de irse. Los
niños salen corriendo de la casa sin despedirse. Mónica se le queda mirando a
Alicia, mientras esta le dice: «Son niños, relájate».
Es jueves y Mónica
alista a los niños para ir a casa de Alicia al rosario. Le dice a su esposo que
irá un rato. Este le dice a su esposa que se cuide. Se dan un beso de despedida
y se suben al carro.
Llegan a casa de
Alicia son las 7:45 p.m. Mónica escucha el barullo de las personas a lo lejos
el grupo probando sonido. Alicia al ver a Mónica la saluda, le dice que pase.
—Es demasiada
gente, Alicia.
—Qué te dije.
Pásale a lo barrido. El padre está adentro confesando, por si quieres
aprovechar.
—Gracias.
Los niños de
Mónica se van a jugar con los otros niños; entra a la cocina, busca algo que
tomar. Al voltearse la sorprende una mujer.
—Hola, me
asustaste. ¿Cómo estás, Alma?
—No tan bien como
tú, Mónica. Me comentaron que ya andabas por estos rumbos. Te extrañé.
Mónica se queda
seria. No le gustó el tono de voz de Alma.
Alma se ríe y le
da un beso. Mónica no reaccionó con rapidez por lo asombrada que estaba. Al
momento la separa con un empujón, ya era tarde, Alicia las había visto y esta se
dio inmediatamente la vuelta para no interrumpir y se dijo así misma con tono
de malicia: «Bienvenida, niña».
Alma al ver que no
fue correspondida le pide disculpas, le comenta que se emocionó al verla; le
dice que la sigue queriendo a pesar de su compromiso: «Serás mi novia por la
eternidad». Mónica, enojada, le contesta: «Vete a la chingada», no quiere
hablar con Alma, quiere ir por sus hijos y retirarse del lugar. Mónica estaba
incómoda por lo sucedido, aparte Alicia había visto todo y eso no le gustó. Alma
le dice que no se preocupe, le promete hablar con su amiga y resolver la
confusión: «Prometo decirle que te confundí con otra persona». Mónica se queda
seria y a la par le da la mano, la mira a los ojos y le dice: «Sigues igualita».
Alma le sonríe y le pregunta: «¿Cómo has estado?». Ella le contesta que bien. Alma
le comenta que anda allí porque uno de sus hermanos toca en el grupo. Esta de
temperamento impaciente le vuelve a dar otro beso y Mónica sin enojarse lo acepta
y unos minutos después se retira del rosario.
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