Yadira Sandoval Rodríguez
Una
comadre saluda a la otra en un parque cerca de su casa. Allí se reúnen con
frecuencia para platicar, mientras sus niños se entretienen jugando. El lugar
está lleno de árboles del tipo nogal y pino. Al hablar mezclan el español, su lengua
materna, con el inglés, lo cual es muy común entre la gente hispana que vive en
Estados Unidos. Ellas llegaron a EUA buscando una mejor vida ante la falta de
oportunidades económicas en México. Son las siete y media de la tarde, a lo
lejos se ve la puesta de sol en todo su esplendor, la mezcla de colores que en el
área semidesértica del sur de Texas se da: el anaranjado, amarillo mixto con un
suave rosado dándole al color lila. Entre la plática se escuchan los gritos de
los niños y sus risas. Es un área cómoda para reunirse por la tarde. No lejos
se observa a ciudadanos norteamericanos haciendo ejercicio solos, otros lo
hacen acompañados; algunos saludan a las mujeres.
—Hola,
comadre. ¿Cómo ha estado? —dice Gloria.
—Aquí
con dolor de espalda. Es más fácil limpiar casas que un hospital. The pay is better, pero la chinga es
tremenda —contesta María Luisa.
—¿Desde
cuándo trabaja allí?
—Two months ago.
—El
aceite de sándalo es muy bueno para relajar los nervios de la columna. Puede
poner a unas de sus hijas o a su marido a que le den masajes antes de dormir. Le
aseguro que va a descansar. También puede hervir un litro de agua con un cuarto
de vinagre y añade dos cucharadas de romero. Deje que repose durante unos cinco
minutos, después moje una toallita y aplíquelo en la espalda. The pain will disappear.
—I will do it.
—Vi
en las noticias lo que pasó en el hospital; pobre mujer. ¿Usted trabaja ahí, verdad?
—Sí.
Fue una señora de unos cuarenta años, la cual estaba a punto de internarse para
su operación de un tumor en el cerebro. Los médicos se opusieron, también las
enfermeras intervinieron para que no se la llevaran, pero los del Servicio de
Inmigración y Aduanas los hicieron a un lado y la sacaron a la fuerza. Coincidió
cuando iba entrando al turno de la tarde, de hecho, tuve que regresarme al
carro, y no me bajé de él hasta que todo pasara; tenía mucho miedo, mis
compañeros me platicaron todo. Me dijeron que los médicos estaban indignados,
las enfermeras latinas estaban llorando y suplicando que la dejaran operarse. Todo
pasó en la mañana en eso de las once, momentos antes de la cirugía. La señora
suplicó a los del Servicio de Inmigración y Aduanas que le permitieran operarse
para poder regresar con salud a México y volver a empezar. Imagínense allá en
nuestro país y sin nada, pobre señora. Cuando los oficiales salieron del
hospital, yo bajé del carro y me metí corriendo. Me fui directo a cambiarme, en
eso salgo para empezar a limpiar y qué me toca escuchar la conversación de una
enfermera la cual me cae superbién, quien estaba platicando con el familiar de
la detenida. Y le dice: <<¿Y qué va a pasar con los niños?>> El
familiar se quedó asustado, no sabía qué decir. <<Se los van a llevar a
un hogar de crianza a través del sistema de Servicio Social para después darlos
en adopción>>, dice la enfermera. <<Pobres niños>>, contesta
otra enfermera. Todos estábamos al pendiente de la conversación… pues, que se
me fue una hora limpiando la recepción, el mitote se puso interesante… Lo bueno
que mi jefa no me cachó, pude pasar desapercibida… El muchacho estaba asustado y
esperando en la recepción del hospital a que llegaran por los niños. Una
enfermera se acercó para ofrecerle agua o un café. Él le da las gracias y le
dice que no quiere nada. <<Investigue sobre la Ley SB 1064; en California
por medio de esta ayudan a los papás deportados para que recuperen a sus
hijos>>, dice la enfermera.
—¿En
qué me puede ayudar estando yo en Texas, señora?
—Toda
información es útil, posiblemente algún abogado por acá tiene más conocimiento
de eso. Al menos que lo orienten para que pueda obtener la custodia de los tres
niños; no lo quiero asustar, pero usted debe saber que estos, una vez que
entran a las casas de crianza, no se recuperan, ya que los dan en adopción, les
cambian el nombre y borran todo rastro de su identidad original. ¿Usted sabía eso?
—No.
Cuando
todas escuchamos ese “no” bajamos la cabeza. A mí me entró un estremecimiento y
se me apachurró el corazón. Las demás enfermeras se quedaron serias, se miraron
una a la otra. Continúa la enfermera informándole:
—Entonces,
es mejor que investigue. California y Arizona han avanzado en proteger a los
niños de padres deportados. Desconozco que en Texas exista esa ley, tengo un
mes aquí. Se lo comento porque me tocaron varias experiencias en esos estados.
Conocí un caso en donde los papás acudieron al registro civil en México con el
acta de nacimiento original de los niños nacidos aquí, apostillada y traducida
por un perito, para reclamarlos desde allá. A partir de ese hecho, muchas
familias empezaron a apostillar las actas de nacimiento de sus hijos. Como le digo,
muchacho, no sé cómo es el procedimiento por estos rumbos, acabo de llegar. Usted
sabe que en cada Estado las leyes son diferentes.
—No
sé nada, señora. Posiblemente a mí también me deporten.
Se
queda seria la enfermera y voltea a ver a los niños.
—Muchas
gracias, por la información —le dice el muchacho.
Al
instante que da las gracias, entran por recepción los del Servicio Social, eran
dos hombres con actitud sobria, se dirigen directo al joven, no lo saludan y le
piden que entregue a los niños. Estos empiezan a llorar, y el tío se despide de
sus sobrinos. Les dice que todo va a estar bien.
—Eso
pasó, qué triste —dice Gloria.
—Ni
modo, se decide venir a este país y por lo tanto tenemos que asumir los riesgos.
Por lo que he escuchado en las noticias, la popularidad del presidente ha
bajado, todos los medios de comunicación están en contra de él, la diplomacia
internacional ni se diga. Parecen que lo van a sacar —dice María Luisa.
—¿Eso
se puede?
—¡Imagínese!
Algunos republicanos se están poniendo en contra de él, al menos tienen que
hacer algo. Si el sistema pudo quitar al presidente, Nixon, ¿por qué no a este,
pelos de elotes?
—Me
gustaría poder tener la seguridad que usted tiene. La verdad, yo sí tengo mucho
miedo. Qué vamos a hacer si llega la Border
Patrol por nosotros. Lo malo de todo es que nos separan de nuestros críos,
eso me atemoriza.
—No,
el Servicio de Inmigración y Aduanas es el encargado de eso. La Border Patrol es la que vigila la
frontera. Esta primera es la que anda en las ciudades y condados, ayudados por
la policía local; es federal. Se dijo en un principio que estos levantaban a
inmigrantes con antecedentes penales, pero ahora con este presidente todo es
parejo. Estos se dirigen con la persona a quien van a restar, les presentan la
orden y se los llevan. No significa que a usted la vayan a detener; para esto la
SIA debe tener los documentos anteriormente descritos para levantarte. De lo
que sí debemos tener cuidado, Gloria, son de las redadas… Le sigo contando lo
que pasó después en el hospital, se puso tenso el ambiente. Después de que se
llevaron a los niños, el muchacho sale del hospital. Al instante llega una
enfermera de esas gringas enfadosas de mal genio. Y le dice a las enfermeras
latinas:
—Deberían
irse todos los mexicanos de Estados Unidos. ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué permiten
que sus hijos corran peligro de esa manera?
<<Híjole
en dónde aprendió tan buen español esta gringuita>>, me pregunté. Se va a
reír de mí, porque coincidió mi pregunta con el de un enfermero latino. Y le contesta
la gringa:
—Estuve
tres años en España. Allá lo aprendí en una escuela.
—Felicidades,
porque lo habla muy bien —le dice el enfermero.
Las
enfermeras latinas que se le van a la gringa con los comentarios y es allí
donde se pone bueno el mitote. Con decirle que aprendí cosas nuevas que
ignoraba.
En
eso que se mete en la conversación Lucrecia. ¿Se acuerda de ella? Es la señora
que todas las mañanas nos la encontrábamos en la parada del camión, siempre
leyendo un periódico o libro. ¿La recuerda?
—Sí.
Usted no me había informado que trabajaba allí. ¿De qué?
—Sorry, por no decírselo, se me pasó.
Igual que yo, en limpieza. Sigamos con la plática…
—Los
mexicanos tenemos el derecho a vivir en Texas. Este territorio nos perteneció. Estados
Unidos nos lo quitó —dice Lucrecia.
Contesta
la gringa:
—Los
mexicanos perdieron esa lucha. Y los texanos decidieron anexarse al país. Ellos
pidieron separarse del gobierno mexicano. Por lo tanto, ustedes no tienen ningún
derecho de vivir aquí.
—Más
bien lo que dice la historia es, en ese tiempo Estados Unidos violó el tratado
de la frontera de 1828 en el cual se reconocía la soberanía de México sobre
dicho territorio. Era un principio fundamental de derecho internacional. Es
decir, hurtaron esas tierras como si fueran suyas, cuando realmente le
pertenecía legítimamente a otro país. Es como si yo tomara algo de su casa,
para todos eso es robar. ¡Oh!, ¿no?
—Está
equivocada. Cuando los texanos perdieron la batalla del Álamo, hubo otra en San
Jacinto comandada por Samuel Houston contra el ejército mexicano en donde
tomaron preso al general Antonio López de Santa Anna, mientras su tropa dormía
la siesta. De hecho, duró muy poco esa ofensiva.
—Pero
Houston obligó a Santa Anna a reconocer la independencia de Texas mediante el
Tratado de Velasco el 21 de mayo de 1836.
—Los
texanos ganaron la guerra, señora, ellos exigieron la independencia y le
pidieron ayuda a Houston. Los mexicanos no pueden aceptar esa derrota.
—Entonces,
¿por qué Texas no se mantuvo independiente? Tuvieron que anexarse a Estados
Unidos. Eran plan con maña. ¿Y qué me dice de los otros estados? ¿Por qué esa
necesidad de quitarle California, Nuevo México, parte de Arizona, Nevada, Utah,
Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma a México?
—Y
que se me atora el chicle, por andar en el mitote, la plática se estaba
poniendo más buena, hasta dije: <<Estas se van a agarrar de las greñas>>
—dice María Luisa.
—Lo
creo hasta me emocioné con el pleito. Siga, siga, siga… —dice Gloria.
—Por
la simple razón que el gobierno mexicano no hacía nada por ellos, estaban
deshabitados —dice la americana.
—¡Ese
sí fue un robo, enfermera! —contesta Lucrecia.
—Pasaron
diez años y como México no aceptó la anexión de Texas a EUA se inició otra
guerra; perdiéndose las zonas que usted menciona. Así son las batallas. En
México se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo, llamado Tratado de Paz,
Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos y los EUA, firmado
el 2 de febrero de 1848 y ratificado el 30 de mayo de 1848. En este tratado México
renunció a todo reclamo sobre Texas.
—
…y más de la mitad del territorio mexicano pasó a EUA. ¡Eso duele! Es el tema
de nunca acabar —dice Lucrecia.
—Expansionismo,
señora. Esa es una historia del pasado y se tiene que ver así. Lo que me
preocupa a mí es todo lo que dice el presidente sobre los mexicanos, ¿qué no
han escuchado? —dice la americana.
—¿Qué
dice? —contesta Lucrecia.
—Que
son unos violadores y criminales.
—Claro,
el que exista el problema del narcotráfico en nuestro país no significa que
todas las personas somos así. Es lo mismo que sucede con ustedes, el que siempre
estén en guerra, no los convierte en unos asesinos y sin sentimientos hacia los
demás.
—La
americana se queda seria, no podía creer que Lucrecia conociera tanto del tema.
Esa impresión me dio. De hecho, pensé que la iban a correr por contestona —dice
María Luisa.
—Sin
olvidar, que el mismo suceso se repitió en los años mil novecientos setenta con
Baja California Sur y Quintana Roo; varios veteranos estadounidenses estaban
habitando las zonas costeras, por las playas; como alerta para prevenir que no
se volviera a repetir lo de Texas, el gobierno federal los constituyó en
estados soberanos mexicanos con gobierno, autonomía y jurisdicción propias; promoviendo
el envío de población mexicana a esos lugares. Por lo tanto, es una historia
sin fin… el problema de todo es que juzgamos las cosas antes del tiempo
oportuno sin tener de ellas cabal conocimiento, siempre estamos juzgando al
otro, y la verdad eso cansa, mis hijos lo viven a diario en las escuelas. Son criticados
por el simple hecho de tener papás mexicanos. ¿Cómo cree usted que uno se
siente? Ha meditado alguna vez: ¿De dónde viene su familia?, ¿Cómo llegó a
Estados Unidos? Me imagino que, inmigrando, igual que nosotros. Así estamos
miles de mexicanos buscando esa calidad de vida que no pudimos encontrar en México.
Por la situación que se vive allá, de pobreza e inestabilidad social. Miles de
familias han tenido que salir huyendo de sus lugares de origen por el problema
del narcotráfico. ¿Usted sabía eso?
La
americana se queda reflexiva, mira a Lucrecia y le pregunta:
—¿Es residente?
—No.
—¿Está
consciente de su situación aquí?
—Sí.
Todos los días asumo con dignidad esa responsabilidad.
—Y
que me meto yo también en la plática —dice María Luisa.
—¿Cómo
que se mete? —Gloria.
—Sí,
para ayudar a Lucrecia. Me acerqué a ella y le dije: <<Cierra la boca, te
van a correr>>. Lo que hizo es mirarme y continúo contestándole a la
enfermera americana.
—Ustedes
suelen mirarnos por debajo y nosotros estamos acostumbrados a agachar la
cabeza. Y no tengo miedo de decir lo que pienso, lo digo con mucho respeto.
—La
comprendo, señora. Yo no tengo nada contra ustedes, solo que estoy defendiendo
a mi gente. Para ellos también hay problemas, ¿están enterados de que han
dejado de remunerar a los veteranos de guerra como se hacía en años anteriores?
Nosotros creemos que el problema es la sobrepoblación latina en Estados Unidos;
los recursos del gobierno a ellos se los quitan para dárselos a ustedes; y eso
no se nos hace justo, ya que ellos van a las guerras en representación de
nuestro país, y por lo tanto esas personas merecen más que ustedes. Aparte usurpan
los trabajos, y utilizan mucha ayuda del gobierno.
—…pero
usted sabe que nosotros no somos una carga para este país, al contrario, hemos contribuido
a su economía con nuestro trabajo, el cual genera más empleo. Solo en este año
aportamos a la federación cincuenta y cuatro mil millones y a nivel local y estatal,
treinta y dos mil millones. También se ha demostrado que los habitantes de las
ciudades con más inmigración tienen menos pobreza y bajos niveles de
criminalidad, que aquellas pobladas con pocos inmigrantes. Así que no me venga
a decir que somos una carga para este país. Somos personas leales, pagamos los
impuestos, aunque no estemos legales aquí. Nos han enseñado a respetar lo que
no es de nosotros y reconocer la ayuda que este país nos ha ofrecido para
darnos una vida digna para nuestras familias. Claro que sabemos reconocer esa
parte. Lo que se ha dicho de nosotros a través del presidente es una barbaridad,
él está atacando a nuestra cultura nada más porque le han presentado cifras e
historias de criminales. Pero este país también los tiene, como cualquier otro.
Además, el narcotráfico aumentó en México por la venta de armas. ¿Usted sabe
que su país trafica con armas?
La
americana se quedó seria, comadre; por lo que le dijo, Lucrecia.
—En
vez de ayudar a nuestro gobierno en combatirlo, han promovido el contrabando y
no solamente en nuestro país sino en toda América Latina. Setenta y tres mil seiscientos
ochenta y cuatro armas fueron compradas en Estados Unidos entre el 2009 y el
2014. ¿Se les hace justo? Estoy consciente que hay mexicanos que no cumplen con
las reglas del país, evaden los impuestos y cometen cosas malas, pero en toda
sociedad existen. Es decir, lo malo de México lo hace resaltar su presidente
para ponerlos en contra de ustedes. Cuando varios mexicanos están aportando al conocimiento
científico en EUA, ¿qué me dice de ello? Son jóvenes de diferentes disciplinas que
están en centros de investigación trabajando, al igual para empresas
norteamericanas.
—La
americana no sabe qué decir, se queda buen rato seria, después de que pasan
unos minutos, adivine qué sucede.
—Despidieron
a Lucrecia.
—No,
al contrario. Pidió disculpas la gringa a ella. Eso fue amazing. Yo me quedé sin habla por lo sucedido, ni se diga los
demás que estaban allí escuchando.
—Órale,
interesting.
—Sí.
¿Ve, Gloria? Hay que leer más, por si nos sale una gringa, así.
—Ja,
ja, ja, ja, ja… Pues sí, comadre.
Como siempre excelente historia. Este un tema actualísimo que nos pega a todos. Good job Yadira. Esta gringa está contigo!
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