Leonardo Velasco
Hipótesis: La seda generada por los arácnidos
en general y en particular por la araña trepadora azteca -así conocida por
diferentes jeroglíficos de la antigüedad, y que se nombraba como una deidad-,
la cual sirve para la generación de sus telarañas, tiene la suficiente
resistencia para soportar el peso simultáneo de dos mil insectos de
aproximadamente ciento cincuenta miligramos, esto es, aproximadamente 300
gramos por hebra. Esta resistencia va aumentando en relación al apiñamiento de
dichas hebras en un cuerpo uniforme.
Día A: A las ocho de la mañana me desperté
con el sonido penetrante del despertador. Abrí los ojos y me incorporé hasta
quedar sentado en la cama, había sido un sueño reparador, hace mucho no me
sentía tan descansado, era como si toda la depresión y ansiedad de las últimas
semanas hubieran cesado en la última noche. Desaparecido el dolor del abandono,
esa sensación a náuseas y ahogo, efecto de mi última relación frustrada, estaba
listo para ir a la universidad y seguir mi proyecto de investigación sobre las
arañas. Me calcé las pantuflas de cuero, las cuales, por cierto, estaba a punto
de tirar a la basura debido a su olor, que ya no me permitía usarlas con
comodidad, y al ponerme de pie divisé una pequeña mancha en la intersección de
las paredes y el techo, una mancha policromática que cambiaba de colores según
el ángulo en la que se miraba. ¡Qué raro! apenas la semana pasada acababa de pintar
el cuarto, ¿cómo era posible que se ensuciara esa pequeña área que no tiene
contacto con ningún otro objeto?
Me acerqué para ver aquella impresión óptica con mayor detalle, lo
que descubrí fue una increíble sorpresa que ayudó a disipar mis dudas sobre el
giro que debían tomar mis investigaciones relacionadas con el mundo de los
insectos, en particular, las arañas. Era una telaraña orbicular de cinco punto
treinta y ocho centímetros de radio, esto lo pude comprobar minutos más tarde
con los instrumentos de medición precisa que utilizaba para mis
investigaciones. Era una telaraña de reciente creación, esto lo deduje al
confirmar que no había sido violada por ninguna potencial presa presente en
estas redes, muerta o agonizando. Lo policromático de la seda y la resistencia
que a primera vista pude verificar me hicieron pensar en la creadora de aquel
milagro, aquella araña trepadora azteca, una combinación de mito e historia
ancestral, un insecto cuya seda servía para realizar los maravillosos vestidos
usados por los reyes aztecas y por otro lado usada para la elaboración de
cuerdas tan resistentes que soportaban las más grandes rocas utilizadas en la
construcción de sus pirámides. Por otro lado en la mayoría de los estudios de
los últimos siglos relacionados con las arañas nunca se había insinuado la
existencia de este espécimen, pocas investigaciones serias hablaban de su
existencia, y estas marcaban su desaparición hace más de quinientos años, una especie
según ellos extinta. La mayor parte de los estudios la mencionaban como un mito
en la historia mundial de la seda.
La dueña y artífice de aquel principio de obra de arte no se
encontraba en casa, debería de estar muy pendiente para sorprenderla cuando
regresara y así, poder comprobar la especie a la cual pertenece la araña objeto
de mi futuro estudio. Estuve analizando un buen rato la disposición de la
telaraña, la relación entre sus hebras y el grueso de estas, tomé varias fotos
como sustento de mi investigación. Miré el reloj, había estado mucho tiempo
analizando la telaraña y ya iba muy tarde para dar mi clase de biología en la
facultad, así que, sin poder ver a la culpable de aquel tejido tuve que
arreglarme rápidamente y salí de mi casa sin haber desayunado.
Día B: Esta noche no pude dormir tan
placenteramente como lo había hecho desde que empecé mi investigación, algo de
preocupación y ansia comenzaba a invadir mi ser, la comezón aleatoria en el
cuerpo regresaba sin pedir permiso, esta se acentuaba en mis ingles y glúteos, lo
que más me inquietaba de esto era que no sabía la razón por la cual esta
preocupación sin sentido comenzaba a penetrar mi corteza cerebral, bueno esas
eran solamente pequeñeces o por lo menos era lo que creía es ese momento. El
reloj despertador me tomó ya despierto pero algo amodorrado. Estuve algunos
minutos con mi mente perdida en dos cuestiones que se intercalaban a capricho
de mis lóbulos cerebrales: la primera Rosana, aquella diva que había destrozado
mi vida sentimental hace meses y que creí había ya superado. La mentira que mi
mente quería volver verdad irrefutable se desmoronó cuando la primera lágrima
rodó por mi mejilla, todavía la amaba con locura. La segunda, la necesidad de
comprobar o refutar la hipótesis declarada al principio de mi trabajo de
investigación, la desesperación de conocer a mi cómplice de estudio. Esta
segunda razón fue que la que me hizo levantar de la cama y dirigirme a la
telaraña para seguir mi labor.
Un problema primordial abordaba mis estudios. Al ser una araña
ahora en peligro de extinción, la única registrada de este tipo en la historia
de la biología, era imposible trasladarla a un ambiente controlado dentro del
laboratorio de la universidad. Se trataba de un asunto delicado, desplazar la
araña o su telaraña al instituto podría matarla o en dado caso no permitir que
la red de colores siguiera creciendo al verse la araña fuera de su hábitat y
amenazada por otra especie. Así que decidí realizar la investigación en mi
propio departamento.
Al medir la telaraña ya había crecido más del triple del tamaño mostrado
en la medición anterior, el instrumento marcaba treinta y cinco centímetros de
diámetro, era sorprendente la velocidad con que se multiplicaban las hebras de
aquel tejido, su complejidad y densidad me
aseguraron la especie a la que pertenecía aquella araña que no dejaba
mostrar su cuerpo, habría de comprobar estos indicios con la evidencia física
correspondiente. Decidí no moverme de ese lugar hasta que la araña apareciera
reclamando su terreno, mientras tanto había varias pruebas que necesitaba
realizar para mis estudios, mediante un dinamómetro medí la resistencia por centímetro
cuadrado, esta prueba arrojó que en las partes donde el tejido era más denso,
la telaraña soportaba una presión de cuatrocientos cincuenta gramos, algo nunca
registrado en pruebas históricas, mientras en las zonas con menos densidad solo
soportó una presión de cien gramos. Estos resultados aumentaron mi curiosidad
por conocer a la araña capaz de estas hazañas. Después de algunas horas de
espera, dentro de las cuales varias Rosanas y varias moscas habían caído presas
de las telarañas mentales y físicas, apareció la majestuosa araña, caminando
sin prisa y muy cadenciosamente por su reino de seda, cuando se encontraba en
el centro traté de apresarla con unas pinzas quirúrgicas, pero intuyendo mis
intenciones aquel ser bibulboso se desplomó en caída libre sostenido por una
línea blanquecina extremadamente delgada, esa fue una alarma sobre mis
objetivos, no debía interferir de modo alguno en los movimientos y acciones de
la araña si quería el completo éxito de la investigación.
Sonó el teléfono, sería Rosana para felicitarme por mi nuevo proyecto,
imposible ¿Cómo podría ella enterarse de lo que hacía?, por más que quisiera
penetrar en su mente no lo podría hacer, los deseos no se materializan por la
única razón de no dejarlos salir de tu mente. Además Rosana y su carácter
explosivo no eran lo que necesitaba en este momento, seguro si estuviera aquí
me hubiera mentado la madre y con su precisión de boxeador me hubiera dislocado
de nuevo la quijada, y con todo esto sigues loco por ella y no puedes vivir sin
que no te piense, «Eres un idiota» trataba de decirme por consuelo. Para mi
desgracia no se trataba de ella era el director de profesores de la facultad,
no pude contestar a tiempo, veinte llamadas perdidas, la mayoría de ese mismo
número, de nuevo había perdido mis clases matutinas y seguro en la facultad
estaban ya algo preocupados. «Bueno, por la tarde que vaya a impartir mis
clases trataré de buscarlo para ofrecerle mis disculpas y explicarle la razón
de mi ausencia, prometiendo en lo posible no volver a fallar». Era hora de
arreglarme para salir hacia el campus.
Día C: La telaraña sigue en su proceso de
crecimiento, hoy me desperté antes de que el sol se reflejara en los nudos de
seda que cada vez estaban más firmes, el viento que se colaba por la ventana tenía
que hacer un esfuerzo extraordinario para poder mover los flecos de una
telaraña todavía en proceso. Cada día duermo menos, el ansia y el vómito me
despiertan varias veces durante la noche, tengo que levantarme recurrentemente al
baño para refrescar el rostro caliente y sudado producto de las crecientes
pesadillas, cuando sonó la alarma yo ya me encontraba bañado y sentado enfrente
de aquel entrecruzado de caminos por donde se mecía la araña hasta llegar a la
orilla para seguir tejiendo.
Mi mente de nuevo comenzaba a perder su claridad, se entrelazaban
un sinfín de imágenes confusas y difusas, Rosana caminaba sin balancearse sobre
una cuerda de los colores del arcoíris como estrella circense y al fondo una
telaraña esperando recibirla en el primer momento que titubeara, mientras caminaba
me miraba desnudo moviéndome como una marioneta, su risa pasaba de burlona a
paranoica mientras yo gritaba pidiendo auxilio, el ansia que aparecía con estas
alucinaciones se transformaba no sin resistencia dando contorno a una insípida
locura que iba encarcelando la lucidez que debe ser la principal característica
de alguien que se preciase de ser científico.
La expansión de la telaraña me sorprendía minuto a minuto, cubría
ya la parte superior de la puerta que daba a la sala del departamento, por la
otra punta comenzaba a cubrir la ventana con vista a la avenida; aunque la
distancia entre hebra y hebra todavía era considerable se iba reduciendo con el
paso de las horas y los días. Siguiendo mi vocación de investigador que me
advertía sobre la no intervención de forma alguna con la araña y su hábitat, y
sabiendo que en un futuro cercano la telaraña cubriría toda la puerta, con lo
cual, no podría salir por un periodo indeterminado hasta poder terminar la
investigación, salí del cuarto y me dirigí al despacho donde se encontraba mi
escritorio; este era de caoba clara con un diseño posmoderno, ahí tenía mi
computadora y todos los papeles que me servirían como base bibliográfica,
indispensables si quería continuar con la labor, debido a su peso lo tuve que
arrastrar por todo el parqué del departamento para meterlo en mi recámara y
colocarlo al pie de mi cama, ya ahí enchufé la máquina y comencé a escribir
este tratado que espero sea una luz y una piedra fundamental para los
subsecuentes estudios arácnidos.
«Ya casi es hora de ir a la facultad, ahora si no puedo llegar tarde…
Y Rosana, ¿con quién estará? ¿Por qué no me busca? ¿Por qué seguirá jugando
conmigo si sabe que sin ella estoy perdido?». Mi mente, cada vez más confusa,
no me dejaba estar tranquilo, mil ideas daban vueltas sin cesar, sin encontrar
una salida o una solución. La depresión comenzaba a enseñar sus primeros
síntomas, pero tenía que seguir mi investigación, enfocarme, este era el
proyecto de mi vida. «No puede ser, entre el insecto y Rosana han logrado de
nuevo perderme en mis pensamientos y otra vez no llegaré a mi clase, hace una
hora que terminó y apenas ahora consigo acordarme». Cogí el teléfono y me
comuniqué con el director de la facultad para avisarle que estaba enfermo, que
en cuanto me repusiera le avisaría, aunque la verdad sé que no me creyó, seguro
para esos momentos ya estaría buscando un remplazo.
Con el problema escolar resuelto me dispuse a continuar mi
investigación tratando que nada me distrajera, aunque sabía que eso era
imposible, mi reto consistía en minimizar el daño intentando enfocarme sola y
únicamente en la araña y su casa, tenía que retomar las mediciones y
observaciones. La telaraña estaba formada por polígonos continuos que se unían
entre sí por nudos múltiples al estilo de los usados por los marinos, la araña
buscaba la perfección y eso se notaba en la simetría de aquel telar, ningún
tejido lo realizaba al azar. Las dimensiones eran para este punto en el tiempo
cinco metros de largo por uno punto cinco de altura, en cuanto a su resistencia
ya sobrepasaba un kilo con setecientos gramos es su parte más densa. Ya había
trabajado casi toda la noche observando, tomando medidas, fotografías y videograbaciones,
era hora de tratar de descansar un poco por el bien de la ciencia.
Día D: En la madrugada el despertador me
asustó, esa noche dormí por ratos no mayores a los veinte minutos, separados
por dos cigarros, un ron y un ansiolítico, el cansancio ya se acumulaba en mi
cuerpo y mente, tendría que terminar pronto con esta investigación antes que mi
salud sufriera un daño severo, si seguía trabajando como hasta hoy, en un par
de días podría concluir con mi investigación justo antes de que comenzara el
congreso anual de biología y biotécnica donde podría presentar mis
conclusiones. En ese momento mi principal problema era sacar de mi mente mis
conflictos sentimentales que no me dejaban enfocarme al cien en mi trabajo.
«Rosana, Rosana», cantaba monótonamente mi cerebro sin amo. «No te quiere, no
te necesita, ya no piensa en ti», respondía mi parte consciente con la
finalidad de justificar mi locura. Seguía recostado en la cama esperando a que
el sol de la mañana se fundiera con mis pies, al cabo de un rato el sol seguía
sin hacerse presente, algo que me llamó poderosamente la atención ya que era
primavera y el pronóstico del tiempo no mencionaba nublados durante la semana.
Me levanté un poco asustado lo confieso, el cuarto se encontraba en penumbras,
la luz que entraba por la ventana no dejaba distinguir los cuerpos sólidos que
merodeaban el lugar, prendí la luz y para mi sorpresa la telaraña ya había
cubierto la totalidad de la ventana y su densidad era sorprendente, cómo era
posible que aquel tejido hubiera logrado bloquear un gran porcentaje de la luz
que pretendía darle vida a lo que me rodeaba. Había por otra parte un cambio
cualitativo en aquella maraña, pasó sin ningún problema aparente de un bosquejo
bidimensional a un cuerpo tridimensional que dibujaba formas similares a las resultantes
de ecuaciones matemáticas complejas. Esta expansión espacial hacia que la
telaraña que antes era solo una pintura en el espacio comenzara a conquistar
lentamente la habitación, en el otro extremo de esta ya solo se veía una
pequeña rendija entre la telaraña y el piso por donde se veía el engranaje de
madera rojiza que alfombraba la sala. Consciente de que era mi última
oportunidad de abandonar la habitación y como soldado en plena batalla me
arrastré por debajo intentando no tocar la telaraña para no incidir en el
experimento, fui a la cocina y preparé una buena dotación de comida y bebida,
solo tenía que aguantar dos días más para concluir mi proyecto, seguro con lo
que había preparado era más que suficiente, del mismo modo que hiciera minutos
antes regresé a la habitación con mi dotación de provisiones. Me senté frente
al escritorio y fui testigo de cómo aquella ola tejida iba conquistando el aire
de la habitación, agarrándose de cuanto estuviera en su camino: la pared, el
techo, el libro de matemáticas de Baldor y las obras completas de Borges que
descansaban en la larga repisa que se sujetaba a la pared por dos cadenas de
acero cromado.
Para continuar con la investigación realicé de nuevo las medidas de
rutina, las unidades de medida pasaron de metros a metros cúbicos, de gramos a
kilogramos, la telaraña ya marcaba los cinco metros y ya no era posible
romperla con la simple mano, con esta presión solo se llegaba a mover algunos
centímetros, eso me comenzó a preocupar un poco, pero como buen investigador no
podía abandonar el proyecto hasta que se llegaran a cumplir los objetivos, ya
al siguiente día que terminará mis trabajos vería la forma de romper la
telaraña y salir de la habitación. Mi reloj me decía que ya estaba
anocheciendo, la telaraña había cubierto en su totalidad la ventana ya no tenía
forma de saber cuál era la posición del sol en ese preciso instante, por otro
lado la habitación comenzaba a ponerse en penumbra debido a que las hebras de
seda ya comenzaban a cubrir el foco del techo, la única luz que quedaba en la
habitación. Como cualquier hombre precavido saqué del cajón del escritorio una
linterna de pilas y comencé a observar detenidamente la telaraña pasando la
circunferencia iluminada que reflejaba la luz en esos tejidos, de arriba abajo
y de izquierda a derecha. En uno de esos recorridos luminosos vislumbré a la
araña, seguía trabajando sin descanso, desalojando seda, sin otra cosa que
hacer que agrandar su dominio, alumbré fijamente a la araña y después de algún
tiempo caí dormido.
Día E: El cansancio no fue suficiente para
hacerme dormir más de dos horas, me desperté súbitamente asustado de mis
pesadillas, la voz de Rosana se burlaba de mí, estaba feliz de haber ganado la
batalla, si me quería volver loco casi lo lograba, lo único que me mantenía en
este mundo era la sensación de triunfar en mi trabajo, sería la investigación
más profunda sobre el hábitat de las arañas que se había realizado en los
últimos años. Seguía sentado en la silla donde el sueño me derrotó la noche
anterior, la linterna todavía en mi mano seguía alumbrando fijamente a la
araña, Rosana me seguía susurrando al oído que no la olvidara; que la maldijera,
le rogara y que nunca dejara de derramar lágrimas por ella, simplemente
nombrarla la hacía más fuerte, su silueta y su voz estrangulaban mis pensamientos,
ya no soportaba su vuelo sobre escoba surcando mis lóbulos parietales.
Mi espacio de acción cada vez era más limitado, tuve que sentarme
sobre el escritorio para no tocar la telaraña, en cuclillas y con mi libreta en
la mano, seguía apuntando todo lo que la araña realizaba, cuánto tejía por
hora, cuáles eran sus rutas más concurridas, qué hebras se encontraba
reforzando; todo esto sería de gran utilidad para el final de mi investigación.
Unas horas más tarde tuve que pararme en el escritorio, mis movimientos ya eran
muy limitados, solo una mirada más con la linterna y estaría listo para
escribir las conclusiones y los agradecimientos. La linterna en la mano, Rosana
odiándome con todas sus fuerzas, el sonido de la araña haciendo su nido, mi
cabeza no aguantaría mucho más antes de perderse en la locura, era hora de
terminar lo comenzado.
Día E (continuación): No sé si me
quedé dormido, hipnotizado, o perdido en mis pensamientos, seguía parado sobre
el escritorio, el cuaderno de notas en mi mano con su bolígrafo
correspondiente, solo me faltaban unas cuantas líneas. Con la luz de la
linterna que a cada momento se volvía más tenue terminé las conclusiones y los
agradecimientos, trabajo concluido. Dejé caer la pluma color azul, en una parte
de mi cuerpo, no sé a ciencia cierta cuál, la seda comenzó a rozarme con una
gran delicadeza, la luz de la linterna se extinguió, no eran pilas de larga
duración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario