martes, 29 de marzo de 2016

Amor u obsesión

Maira Delgado



Ciudad Esperanza, Marzo 1 de 2016.

Querido Elías:

¿Amor u obsesión? Amigo, en esta misma playa de arena blanca y tibia, dónde caminé contigo, oyendo tus sabias palabras que han sido mi guía, mi descanso. Espero hoy sentada el alba que se ve en el horizonte, con la poca luz del amanecer, lo más parecido a la ilusión que he tenido de volver a ver claridad en mi vida, con mis pies humedecidos en las olas de este inmenso mar azul, escribo para contarte los últimos sucesos, deseando que al terminar, tu respuesta ya haya llegado a mi mente, imaginando qué me dirías de nuevo al aconsejarme. En nochebuena volví a verlo. Ya puedo dibujar tu mirada en mi mente, sé que he sido insistente con el tema, pero eres el único que conoce mis pesares, nadie más honesto y comprensivo, para saber qué hacer en cada circunstancia de mi vida. Supe que volvió a la ciudad dos días antes de navidad, para estar con sus padres, oí que no fue a ver a sus hijos por la congestión de los vuelos, lo variable de las tarifas aéreas en esta época le hicieron perder sus conexiones. Excusa absurda, para un pasajero “categoría Diamante”. Esa noche, después de la “cantata”, lo vi saludando a otras personas, mi corazón se aceleró, las revoluciones parecían sacarlo de mi pecho, ya sabes, como cuando escuchas tus propios latidos, sintiendo un vacío cerca a tu estómago, me puse como loquita, paseándome cerca de ellos para llamar su atención. Por fin logré que me viera, bastó sólo un segundo, nuestras miradas se cruzaron, noté que todavía sus ojos se devuelven para observarme entre decenas de personas. Obviamente, salí despavorida, objetivo cumplido, como ver un fantasma entre la gente, desaparecí ante sus ojos, antes de que notara el rastreo de mi mirada.

Pasaron dos días, él ya había oído el rumor que iba a casarme con Roberto, su madre se lo contó, pues yo lo había dejado correr entre los míos con la esperanza que alguien amablemente imprudente se lo hiciera saber. Efectivamente provocó un cambio de actitud hasta ahora hermética hacia mí y por primera vez después de once meses sin hablar, luego que decidí dejarlo sin decir una palabra, al estar segura de su engaño, volvió a indagar por mí tratando de confirmar las habladurías, hasta se atrevió a saludar a Roberto en el centro comercial más elegante de la ciudad, en el que coincidieron una tarde de compras, ufanaba que lo conocía desde años atrás, aún los dos divorcios anteriores de mi nueva conquista. Se atrevió a expresar que yo merecía a alguien mejor, el solapado quería hablar conmigo para aconsejarme acerca del paso que iba a dar.

Unas noches antes, soñé, que mientras miraba mi Facebook, aparecía una frase publicada que decía: Si quieres que tu amor crezca en él, siembra una semilla de tu amor en su corazón. Me desperté inquieta, lo escribí y luego le pregunté a Dios el significado, así lo hago desde  que me dijiste que no buscara en Internet el contenido de estos, porque era ocultismo y adivinación disfrazada, más bien que recurriera a la oración, que ahí encontraría la respuesta. Hasta ese momento no entendía nada, esperaba, seguía pistas, jamás pensé en buscarlo para una reconciliación o amistad siquiera. De repente, pensé en ti y me pregunté qué harías en mi lugar... Luego, en la noche de año nuevo, volví a verlo, nunca viajó a casa, incluso, lo operaron de una hernia umbilical antigua que lo mantuvo quieto unos días más. Así que al llegar a la iglesia para la última reunión, viéndolo allí, sentado en el lugar de siempre, a pesar de su convalecencia, me confundí, hasta que recibí un inocente mensaje por el whatsApp que decía, amiga, sólo resta decir las palabras mágicas esta noche. “Feliz año”. En ese instante como si una luz se encendiera ante mis ojos, a la medianoche, acompañada por Roberto siempre, me abrí campo entre la gente, hasta donde él estaba, aprovechando la distracción de mi novio con otras personas, caminé por el largo pasillo, directamente hacia él, quien nerviosamente escribía por el celular disimulando frente a mí, sin darle tregua coloqué mi mano sobre su hombro, mientras él levantaba su mirada, me acerqué, lo besé suavemente en la mejilla, al tiempo que tímidamente nos abrazamos susurrando a su oído las palabras mágicas “feliz año”, que este, sea el mejor de tu vida, Josué. Al separarnos, su mirada atónita pero a la vez coqueta me estremeció al decir: “Seguro que sí, Sara, seguro que sí”. Rápidamente huí de su lado, volví a escudarme tras Roberto, como una niña que hace una pilatuna, corrí antes de ser descubierta, había lanzado mi semilla, ahora, esperar que germinara, creí que todo había sido muy sencillo, pero ese era sólo el comienzo del duro camino que me esperaba, pues después una nueva frase apareció ante mis ojos. Cuando te gusta una flor, la arrancas. Pero cuando la amas, la riegas cada día. Volví a pensar en ti, supe que debía acercarme más para no dejar morir esa pequeña semilla que había sembrado, tal vez en un terreno inhóspito y sin arar. Dos días después recordé tus palabras. No dejes de soñar y lucha por lo que quieres. Así que le envié un “e-mail”, pidiéndole perdón por haberlo dejado sin ninguna explicación, le compartí un libro llamado Cumbres Borrascosas, le rogué que volviéramos a ser amigos. ¡Oh, por Dios!, estaré enloqueciendo o ya estaré completamente demente. Pensé, en ese momento, pero tu voz en mi interior me seguía susurrando que hacía lo correcto, que todo esto, me llevaría a descubrir esa verdad oculta que tanto me había torturado, provocando en mí el intenso deseo de tener la certeza de su engaño o recuperar nuestro amor perdido.

Pasaron los días, empezamos a escribirnos con más frecuencia, hasta que tu voz nuevamente me dijo: Si buscas honestidad, siembra honestidad, dentro de mí algo se estremecía, yo tampoco había sido totalmente sincera con él, al mentirle sobre mi pasado, cuando me preguntó si había tenido más de una aventura antes de él, le dije una verdad a medias que realmente fue una mentira, pretendiendo que sólo un hombre había existido antes en mi pasado sexual. Sabes, que lo dije por miedo, vergüenza quizás, o simplemente por aparecer ante él como alguien mejor que su ex esposa quien lo había engañado en repetidas ocasiones, según su versión, no quería que pensara que yo también lo engañaría, si sopesaba mi pasado no muy blanco. Entonces lo busqué, para descubrirme frente a él, lo invité a un almuerzo, que de manera muy caballerosa él pagó, ese día le dije toda mi verdad, la que nunca confesé, que había mantenido no sólo la relación trascendente en mi vida que él ya conocía sino que luego al lograr escapar de ésta, me había lanzado en brazos de varios amantes buscando el amor verdadero, desesperada por encontrar al príncipe de mis sueños, caí en relaciones fallidas, efímeras, superficiales que sólo me hirieron más, hasta su aparición, entonces creí encontrar puerto seguro, por esta razón no me importó que él estuviera saliendo también de un nefasto final con quien había sido su mujer durante veinticinco años y a quien decía no amar, ¡vaya mentira! te puede decir quien está herido, bien dice mi padre, que una persona divorciada debe esperar al menos dos años antes de involucrarse sentimentalmente con otra, ya que era como pegar dos fotografías, al tiempo, si tratas de separarlas, siempre habrá pedazos de un rostro adherido al otro. Le dije que al sospechar y estar casi segura de que él había vuelto con ella, decidí alejarme para que no fuese yo la causa de su dilema, sino que el destino pusiera a cada uno en su lugar. Pero nuevamente, él negó que estuviera con ella, o que hubiese existido algún tipo de reconciliación entre ellos, aunque reconoció que vivían juntos por sus hijos, ya que él debía viajar mucho por su trabajo y ella los cuidaba durante sus largas ausencias. “Somos buenos amigos, pero nada más”. Mi mente se confundía, ilusionándose de nuevo ante la posibilidad de el reencuentro de nuestras almas, pero yo estaba en una relación y él aparentemente estaba solo pero tranquilo, no necesitaba a nadie en ese momento, aunque era bueno haber vuelto a hablar, su indiferencia parecía estar matando mi pequeña semilla en su corazón. Sin embargo, ¿qué crees?, algo en mí despertó la idea de reconquistarlo. Al siguiente día, él, salía de viaje muy temprano, pero antes, me pidió que hiciéramos un cambio, quería de vuelta un “Ipad” que me había regalado para comunicarnos durante sus viajes, realmente lo había sub utilizado, pero en el último año, sí había escrito todas mis premoniciones, tus cartas estaban ahí, más un mundo de confesiones que él desconocía, ofreció darme otra tableta con una tecnología más sencilla para mí, ya que era compatible con mi teléfono móvil, a la que podría sacarle mayor provecho. Pero, todo estaba ahí... La forma cómo tú y yo descubrimos la verdad que él tal vez jamás reconocería ante mí, cómo me ayudaste a tomar la dura decisión de dejarlo. Finalmente, se la entregué, pasé toda la información al nuevo juguete, con el detalle que por el supuesto afán de las cosas, la excusa de no manejarla muy bien, jamás borré la información, siguiendo tu voz, podría ocurrir lo que pasó en la novela Volver a empezar, en la que el protagonista escribe un libro sobre su historia, lo envía a la editorial dónde trabaja su antigua novia revisando escritos y así la reconquistó. Supuestamente, él debía pasarme las demás fotos, archivos y luego resetearla. ¿Ingenuidad o estrategia? Dime tú...

Los días siguientes, coqueteamos sutilmente, por el “chat”, pero tu voz en mí, gritando, enfréntalo, dile que lo amas viéndolo a los ojos, así sabrás en qué terreno estás parada.

Empecé a ser un poco más desinhibida, acosándole, con mis coqueteos más abiertos, le enviaba imágenes sugestivas, tiernas, de niños enamorados, como le gustaba antes, a veces respondía dulcemente, otras veces era frío, como si quisiera hacerme pagar mi culpa. Pasó  casi un mes, él regresaba de su viaje, pasaría por la ciudad dos días, antes de volver a casa de sus hijos finalmente, después de tres meses de ausencia. Así que era mi gran oportunidad, debía hacer algo que lo impactara, permitiéndome confesarle mi amor, mirándolo a los ojos para conocer su reacción. Le compré unas galletas de coco, junto a sus “cakes” de chocolate preferidos y le pedí a una amiga que me los envolviera en un hermoso papel seda azul rey   con una cinta roja que llegó a mis manos como por complicidad del destino. El día que aterrizó, le pedí que me dejara verlo un momento, porque le tenía un regalo. Su reacción, la verdad fue predecible para mí, ya sabes cómo le gustaban los detalles que solía darle, así que verlo, no fue muy complicado. Esa noche, salí temprano de mi trabajo, que está a cinco minutos del lujoso conjunto cerrado donde viven sus padres, corrí en mi carro, a pesar del tráfico, la ciudad parecía favorecer nuestro encuentro, lo esperé parqueada frente a la torre principal del edificio, no demoró mucho en aparecer, nos saludamos de manera cariñosa, nada romántica, como dos amigos que se encuentran, hablamos de su viaje, cómo iba su cirugía, hablamos, bla, bla, bla... Yo, temblando, hasta que puse en sus piernas el regalo, sus ojos se enternecieron, realmente el empaque lo impresionó, mi amiga había hecho un lindo trabajo sin saberlo, él no hallaba qué hacer, si abrirlo o no, pero sé lo curioso que es, así que me pidió que yo lo destapara porque no quería romper el papel. ¡Buen punto!, es decir, logré cautivar su atención, despacio, desenrollé el moño, coqueteando con mis dedos, frente a él para que se fijara en mi “manicure” recién hecho, como a él le encantaba, acercándome un poco hacia su cuerpo para sentir el roce de sus brazos que tímidamente sostenían el regalo, pretendiendo ser una experta en abrir regalos que no soy realmente, lo abrí sólo un poco para que lo viera por un lado, aumentando su curiosidad. Sus manos terminaron de separar el papel, al tener frente a él sus antojos preferidos, realmente se emocionó, mirándome fijamente, sus ojos brillaron como antes, me agradeció el hermoso detalle y no tuvo más opción que abrazarme. En ese momento me lancé en sus brazos como una niña , en la incomodidad del carro, dejé deslizar mis labios sobre su mejilla tibiecita, suavemente le dí un beso con mis labios entreabiertos, para hacerle sentir mi humedad en su cara y él hizo lo mismo en mi rostro, pero luego empezó a rozarme despacio, como quien quiere premiar a alguien por su esfuerzo, lentamente nos buscamos más al centro hasta fundirnos muy tiernamente en un beso. ¡Fue sencillamente escalofriante!, sentir sus labios gruesos y carnosos después de tanto tiempo, no quería separarme de ellos, le dije al oído un te quiero que sólo confirmó con un quejido, si hubiésemos estado en otro lugar, no habríamos parado hasta ser un sólo cuerpo... Pero, ya debía irme, había logrado evadir una hora a Roberto, sin que notara mi demora al salir del trabajo y él debía descansar de su viaje, hablamos unos minutos más, tornamos a la realidad, nos despedimos sin mencionar más nada acerca de nuestro anterior momento de debilidad. Aún así, no quería dejar pasar ese hermoso encuentro, como uno más, así que más tarde, ya en mi habitación, antes de dormir, le envié un mensajito al celular, le dediqué una canción, a la cual respondió dulcemente también. Pero al siguiente día, debía continuar mi labor, no podía dejarlo ir así, le escribí muy temprano, él me respondió más tarde al despertar, pero lo perdí durante la mañana, pues no escribió más, insistí al mediodía y me contestó pasada una hora, diciendo que estaba muy ocupado, se desconectó toda la tarde, pero me tragué mi orgullo, le pedí volver a verlo para besar de nuevo su boca, su mensaje fue evasivo, parecía no querer verme, para no hablar de lo sucedido, o ya sabes cómo soy, empecé a imaginar que estaba con alguien más, que realmente perdía mi tiempo otra vez, así que parecía rogarle que me permitiera despedirme y finalmente, tal vez por cortesía, me dijo que después de las nueve de la noche volviera en mi carro al edificio de sus padres para despedirnos con mi anhelado beso. Antes de las nueve, me envió un mensaje que no podríamos vernos, que mejor, al siguiente día, lo llevara al aeropuerto, pero su vuelo era a las nueve de la mañana, yo no podía salir de mi trabajo, ya sabes, en el hospital no puedo salir cuando quiera, pues siempre hay pacientes para atender. Le dije que no, a esa hora sería muy difícil verlo, entonces me propuso vernos a las seis de la mañana antes de ir a mi trabajo, mi ego estaba siendo fuertemente golpeado, madrugar para mí cada día, ya es un esfuerzo grande y que él piense que puede hacerme salir aún más temprano, sólo por ir tras un beso, era algo presumido de su parte. Le dije que sí quería verlo, pero que no se comportara tan rogado, sus caritas de risa por el chat, cada vez eran más desafiantes, si quería verme a sus pies, lo estaba logrando. No respondí más nada, pero como si alguien me gritara, “Vé, búscalo, no lo dejes ir así, el que se humilla será exaltado, mas el que se enaltece será humillado”. Al rato le respondí que sí iría a verlo temprano, sólo pasada la medianoche me escribió de nuevo, es decir, además de hacerme madrugar, me estaba desvelando. Amigo, mi débil corazón, cada vez perdía fuerza, pero igual a una llama que azotada por el viento, se resiste a apagarse, de esta manera luchaba por mantenerme en pie o mejor, de rodillas me sentía ya. Al salir de casa le avisé, cambió el sitio de encuentro, nos veríamos cerca a su casa, frente al consultorio del cirujano que lo había operado un mes atrás, me dio las indicaciones, dónde esperarlo mientras él llegaba ahí. Nos encontramos las miradas, sin bajarme del carro, me dirigió para estacionarme, subió de nuevo en el asiento delantero junto a mí, se reía, no sé, si algo nervioso, o con cierto sabor a burla, al verme atravesar la ciudad para besarlo. No podía perder mucho tiempo, así que sin mucho preámbulo, como quien está ansiosa por un vaso con agua que calme su sed, le tomé su mano y le dije: “Ven acá”, lo acerqué a mí como para poseerlo y lo besé diferente, con pasión, quería verme muerta de ganas, pues se las iba a mostrar todas, le mordía los labios suavecito, como sé que le excita, le besé los ojos, las mejillas que parecían colchones llenos de deseo, la nariz la bordeé con mi lengua y le apretaba los dedos como suplicando más aún. Él me besó en el cuello, sonriendo como quien lucha entre el deseo y la compostura, pero... Siempre hay un pero, este beso para mí fue distinto al anterior, puedo decírtelo a ti con la mayor franqueza, no sentí nada, mi piernas no temblaban como la noche anterior, ni sentí humedecerme entre ellas como me solía pasar con sólo besarlo, era como si la rabia junto al dolor por su dureza bloquearan mis puntos erógenos y sólo estuviera demostrándole lo vulnerable que es ante mí, así su orgullo machista se negara a reconocerlo, evidentemente al romper el beso con una risita nerviosa, dijo “mala”, algo se movió entre sus piernas, sabía que de nuevo el lugar era lo único que nos salvaba de nosotros mismos. De una vez me decidí a hablar, sin darle tregua, lo miré fijamente, diciéndole: No he venido sólo por un beso, estoy aquí porque te amo, no he podido olvidarte, lo que más deseo en mi vida es volver junto a ti, ya sabes por qué me separé de tu lado hace un año y hoy no encuentro razones para seguir así, sé que hay muchas cosas por resolver, pero si hay un espacio para mí en tu vida, dímelo, yo hago lo que me pidas. Su mirada, inmediatamente se desvío hacia el frente con evasivas, me dijo, en estos momentos, como tú dices, es más que un beso, pero un no sé qué va a pasar, cerró de nuevo la conversación. Trató de dejar pasar el tiempo, así que no insistí más, al minuto, ya debía irme de nuevo, sin una respuesta, sin una negativa absoluta, sólo colgando en sus manos y rogándole que no me dejase caer. Volví a besarlo, como vengando mi orgullo, haciéndole tragar sus palabras, mas con un beso más tranquilo, como quien bebe un poco más de agua para evitar tener sed nuevamente. Bajando del carro, sólo dijo: “Gracias por venir, me encantó verte tan temprano, que linda locura hiciste hoy”. Luego se alejó, mientras yo igual fui del lugar, sin mirarlo más.

Esa mañana, viajaba , no sabía cuándo volvería a verlo, al despedirse, me aseguró volver en un mes, pero no sabía si en ese tiempo aún yo estuviera ahí a sus pies. Las siguientes noches lloraba en mi habitación, le pedía a Dios fuerzas para seguir, o que me indicara cuándo parar, levantarme e irme. Me explicó con detalles su itinerario, como quien es dueño de su vida, esa tarde salía de nuevo del país rumbo a su verdadero hogar, sin contar con que el hombre traza sus planes pero Dios es quien determina si se ejecutan o no, como tantas veces me lo has dicho. Como una respuesta del cielo, el avión falló tres veces esa tarde y no pudo salir de la capital del país hacia su destino final. Lo supe porque me escribió cerca de las seis para contarme, me pidió que lo llamara antes de las diez y hablamos cerca de una hora, de muchos otros temas como solíamos hacerlo en otro tiempo, como viejos amigos, entre esas cosas le dije dos o tres verdades que tenía atravesadas en mi garganta, obviamente, no le gusta cuando hablo de sus defectos, pero podría humillar a la mujer, mas a la amiga siempre tendría que oírla le gustara o no. Al siguiente día, al viajar, ignoró mis mensajes, como si le cayera de perlas, la conversación de la noche anterior, para mantenerme al margen al llegar a casa. Nuevamente mis dudas, si estaba o no con ella, si el cuento de que vivían, mas no convivían era real o la única estúpida en el mundo que le seguía creyendo era yo. Fueron días difíciles, partiendo del hecho de que le creía todo lo que me decía, le seguía envíando mensajes, canciones, frases de amor, a veces frío, a veces amable, pero más endurecido que nunca. Ya, a punto de desfallecer, deseé en silencio una señal de hasta cuándo amor. Mira, todos dirían que es una obsesión, pero, a medida que lo consentía, colocó en su perfil del whatsApp una foto suya de la infancia, dónde aparecía junto a su padre, al fondo de la foto, una niña, que al verla, me impresionó, le pregunté en qué sitio había sido tomada y me respondió que en el aeropuerto, pero te juro amigo, que la niña a la que sólo se le veía el rostro de los ojos para arriba era exactamente igual a mí a esa edad. Era, como cuando alguien queda retratado accidentalmente, lo miraba con ojitos tristes justo a él y aparecía detrás de ellos. No le dije nada, pero sólo concluí, desde niña, detrás de él, si no era yo, la vida me daba una señal inequívoca de la escena que estaba viviendo. Entonces, pensé. Dios, un trato, entre tú y yo, en silencio, para que ningún demonio me escuche, hasta el día que él cambie esa foto, sabré que debo mantenerme como quien ruega amor ante un verdugo. Diez días más, nada cambió, escribía poco, hasta que una noche, me envió una imagen algo morbosa, ofensiva para mi gusto, que soy mojigata, me avergüenza contarte, pero era un órgano masculino calzando una sandalia color rosa, que hacía las veces de un pie. Escribió: “Mira, ¿te gusta esta sandalia?”, sentí estremecerme, Así que rápidamente, pensé qué harías tú y le respondí: “Algo descuidado ese pie, además, no creo que sea tu número”. Irónico, me envió luego la imagen de unos escarpines de color azul, con un osito bordado en el centro, que decían: “Este es mi número”. Fingí reír y escribí. ¡Esos sí!, yo conozco bien tu pie. De manera alocada, respondí, te voy a hacer una, un día de estos, que te dejará como un gatito asustado. Más tarde, antes de dormir, revisando el facebook, en mi cama como suelo hacer cada noche, encontré unas fotos eróticas, bastante fuertes, en una de ellas, aparecía una mujer hermosa, con el cuerpo bien trazado, completamente desnuda, acostada boca abajo, con nalgas perfectas, entre sábanas blancas desordenadas de pasión que decía: Si las vaginas, no estuviesen destinadas a ser besadas, no tendrían labios. Mis latidos se aceleraron a mil por hora, pero estaba frente a la imagen de mi venganza, a esa hora y con la certeza de lo que le encantaba besarme allí, lo dejaría pensando en mí al menos un rato. Después de dudarlo mucho, se la envié con el mensaje: “Mira, que mi amiga quiere comprar tus sandalias”. Al momento respondió: Eso sí es cierto. Como si no le impresionara lo visto.

Sorpresivamente, me escribió a las cinco de la mañana para él, ya las ocho para mí, diciéndome que sólo las sandalias estaban en venta, lo demás no. Vaya sarcasmo, contesté: “Seguro te caíste de la cama”. E inmediatamente me respondió: Perdí el sueño, mira lo que no me deja dormir. Esta vez, la caricatura sugestiva de un hombre chupando la vagina de una mujer, a la que sólo se le veía el vello púbico, con el mensaje: “El origen del bigote”. Eso encendió la llama, alborotó mis sentidos e iniciamos una guerra de frases eróticas, que con sólo recordarlas se me eriza la piel. Lo siento amigo, sabes qué efectos nocivos tiene ese hombre sobre mí, pero lo más sorprendente fue que ni siquiera, me fijé que ese día, al iniciar la conversación cambió su foto por la de su pequeño nieto, un bebé encantador, muy parecido a él, la señal estaba dada y mis bajos instintos no lo percibieron, hasta horas más tarde, cuando después de provocarme a decir barbaridades, simplemente no me respondió más como quien te deja a la mitad del acto, diciendo, lo siento, hoy no quiero. Creo que en el fondo se asustó o quizás quiso humillarme una vez más.

En ese instante, algo se sacudió dentro de mí, vi la señal, no le escribí más y recordé tus palabras, algo va a pasar que cambiará el rumbo de las cosas. Este fin de semana me comprometí con Roberto... Vamos a casarnos en tres meses y nos vamos del país.

Simplemente, Sara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario