lunes, 3 de noviembre de 2014

Berisso

Mario César Ríos Barrientos


El frío invierno limeño empañaba los vidrios del restaurante Berisso y enfriaba los cafés que sorbían Ruth y Pedro de tanto en tanto. Estaba allí otra vez luego de tantos años, en aquel lugar de encuentros intelectuales y conversaciones sobre cualquier cosa: el amor, el desamor, los principios, las ambiciones, el “sistema”, el “cambio de sistema”. Sentada frente a su viejo profesor universitario, le contaba sus penurias en la empresa minera de la que había sido despedida.

-Nadie está preparado para la traición, Ruth –le decía el profesor Pedro Tresierra  a Ruth Buendía dejando la taza de café luego de tomarse el último sorbo. La joven mujer mostró un rictus de desolación en su rostro y tomó la mano del maduro profesor conmoviéndolo.

La abogada Buendía era en la universidad una chica tímida e idealista que solía vestir jeans raídos por el desgaste y blusitas sencillas que conseguía de oferta en las ferias de los artesanos en Miraflores con quienes con frecuencia solía pasar horas antes de ir a su habitación de soltera de Barranco. Ella provenía de Piura de una familia de padres separados. Cuando conoció a Tresierra en el curso de derecho procesal todo cambió, se sintió atraída por la inteligencia y seguridad que proyectaba el experimentado de Pedro.

El sexagenario profesor Tresierra tenía fama de andar siempre rodeado por alumnas bellas con las que organizaba interminables tertulias en el restaurante Berisso, su punto de encuentro desde hace treinta años. A Pedro, le impresionaba la rara combinación de belleza exótica e inteligencia natural de Ruth Buendía, su conexión con ella fue instantánea desde la primera clase. De allí en más, la reclutó a su selecto círculo de debates con punto de reunión en el restaurante y establecieron un sólido vínculo que le hizo al hombre trazar un plan de vida para la muchacha: profesora universitaria, becas de posgrado en el extranjero, ingreso al servicio diplomático, mil planes. Él creía que no había límites para ella por eso se decepcionó tanto cuando Ruth le comunicó hace cuatro años que su nuevo novio le propuso trabajar para una empresa minera.

-Me echaron doctor Tresierra, me usaron y luego me echaron como cualquier objeto inservible –decía con la voz temblorosa Ruth.

-¿Y qué sucedió con este Fernando Nuggent de quién me hablaste? –preguntó Pedro recordando al gerente general que llevo a Ruth a aquel empleo.

-Me traicionó ese mal hombre a quien di todo –musitó la mujer recordando las circunstancias alrededor de su despido.

Fernando Nuggent, es un abogado amante de la pompa quien presume de pertenecer a los mejores clubes de Lima y de su relación con empresarios y políticos importantes. Nunca fue un estudiante aplicado. En la escuela y la universidad privada donde estudió sus calificaciones las obtuvo adulando, o cuando fuera necesario, con obsequios a los profesores o directamente a las autoridades. Lo suyo siempre fueron las relaciones sociales que sustituían con eficacia cualquier  otra deficiencia. Él pensaba que podía obtener lo que fuera a cualquier costo y llegó precedido de esa fama a la empresa. Impresionó a los ejecutivos  con sus redes de contactos, y a su turno, a la idealista Ruth a quien propuso irse a trabajar con él a la minera. Y es que cuando conoció a la piurana sintió fascinación y envidia por la preparación profesional y juventud de agraciada morena de cabello rizado.

En el Berisso, el mozo aguardaba a la mesa de Pedro y Ruth por indicaciones. A dos mesas, un grupo de jóvenes amigos probaban unas tapas de jamón, queso y cabanossi acompañados de una res de mosto verde. Uno de ellos les hizo observar al resto del grupo el modo en que Pedro tomaba la mano y miraba a Ruth:

-Ese tío quiere con la chiquilla y está funcionado –dijo provocando la risa en el grupo. Un grupo de señoras en otra mesa sintió incomodidad por el bullicio del grupo. Otro grupo de jóvenes universitarios bebían cafés y comían sándwiches fríos. El Berisso a las seis de la tarde lucía abarrotada de gente y sus exhibidores mostraban bocaditos dulces y salados que se terminarían en pocas horas.

-¡Que dices Ruth! ¿Tú sabías que era casado y tenía familia pero te metiste con ese hombre? ¿En que estabas pensando? –dijo el profesor encolerizado soltando la mano de la chica ante la primera revelación de la chica. Ella le había terminado de contar cómo conoció al rubio cincuentón por una amiga común y luego en el trabajo ambos se apoyaron. Él a ella en su meteórico ascenso hacia la gerencia legal de la empresa y ella a él cuando la buscaba como refugio de su matrimonio malavenido.

-Él me aseguró que era solo cuestión de meses para formalizar el divorcio –detalló la mujer resignada. Otro de los amigos de la mesa del extremo llamó la atención del grupo con una mirada cómplice diciendo: “Parece que no funcionará”. El grupo de señoras  en otra mesa observó a Ruth y Pedro y rumoreo en voz bajita: “Uuyy, parece que tenemos lío”

-¿Cuestión de meses? Ya han pasado cuatro años, ¿Eres idiota? Bueno, eso no importa ahora, este es el menor de tus problemas. Ese delincuente está a punto de arruinar tu carrera –resondró Tresierra recordándole que le había advertido acerca del peligro de la gente que hace promesas fáciles y tiene carreras fulgurantes. Tresierra le pidió entonces documentación que incriminara a Nuggent y su alumna le alcanzó información no solo contra el abogado, sino contra directivos de la minera y contra una decena de funcionarios públicos del más alto nivel: reportes de transferencias ilegales, grabaciones, copias de contratos perjudiciales para el Estado, libros de contabilidad paralela.

-¿No perdiste el tiempo con esto, no es cierto? – dijo sorprendido Tresierra por la abundancia de pruebas que había extraído Ruth de su maletín y luego haciendo un gesto con la mano le pidió a su alumna le diera más detalles.

Entonces le contó como hace tres meses les encargaron a Fernando y ella la negociación de una inversión en Huancavelica con el gobierno nacional quedando sorprendida por que le dieran un encargo de ese tamaño. Copper Worldwide quería concretar este negocio rápidamente, lo cual podría incluir estímulos a funcionarios gubernamentales y políticos. El día clave de la negociación, la mujer procesaba una infernal lucha interna de camino a la reunión en el hotel “Los Delfines”. Me siento incómoda con esta vaina, una cosa es atender a esta gente ofreciéndoles una beca o un cursito financiado, una cena coqueta y hasta allí pero hacerme cargo de transferencias ilegales ni huevona que fuera, ¿por qué no habrá querido venir Fernando dejándome toda la carga?, avanza nomás dijo el engreído, seguro pensará que soy una tonta, mejor lo llamaré.

-Hola mi rey, estoy a diez minutos de Los Delfines, ¿te veo allá, no? –dijo Ruth con ese tono sarcástico y enojado que Fernando conocía tan bien.

-Ay princesita pero si no es nada del otro jueves, ya está todo hablado. Qué jodida es esta loca sabe bien que el vice me conoce y se puede poner en plan pedigüeño será mejor que tome medidas total da igual si habla o no la transferencia se hace ahora o se cae el negocio.

-¿Y si es tan fácil por qué no estás aquí? Lo solucionamos rápido y te prometo ser bien obediente a la noche, rey. Conozco ese silencio algo tramas mejor grabo esto si quieres hacer otra de esas chanchadas no será a mi costa ay pero qué no daría por tener un consejo del viejito Tresierra tan correctito como galán antiguo el tío.

-A ver negrita, esto haremos. Cenas con ellos y te olvidas de entrar en detalles con el chino, solo le dices que estamos muy contentos con la gestión y que cumpliremos estrictamente con los números pactados como siempre hemos hecho.

-Te refieres a los cien mil del vice –dijo con aire distraído Ruth.

-¡Carajo, que mierda te pasa! ¿No te das cuenta de lo peligroso que es hablar así al teléfono? –replicó nervioso Fernando.

-Perdona amor, es que estoy un poco insegura sin ti a mi lado. Ayayay sí que te enojaste y por qué no te enojas con los socios de la empresa cuando te tratan como ignorante y te tengo que salvar o cuando tu mujer no te da sexo.

-Está bien mi vida, solo hazme caso con lo que te pido, alquila una habitación y cumple lo que me prometiste, je je, ¿dime, tienes tu laptop, no? Necesito chequear unos temas del trabajo llegando y luego toda la noche para los dos.

 -Okey Rey, ya me encargo, no te demores, te quiero.

Ruth se dirigió al restaurante del Hotel y reconoció rápidamente sentados alrededor de una mesa redonda de superficie de vidrio y patas de aluminio al viceministro de minas charlando animadamente con el asesor del presidente regional de Huancavelica. Se sentó y dejó el encargo de Fernando simplemente señalando que las cosas se han resuelto según lo pactado y que Fernando dará más detalles. Su sonrisa coqueta ocultaba a esos funcionarios su fastidio con esa reunión. Todo le parecía mal, la frivolidad de la gente, la fría corrección de los mozos. Parecía que todos la miraban y sabían que estaba sucediendo en esa mesa. En ese momento extrañó a Tresierra, los cafés y los dulcecitos del Berisso.

Fernando llegó al hotel dos horas después directamente a la habitación que había encargado alquilar a Ruth. La encontró durmiendo, extrajo la laptop del maletín ejecutivo que Ruth llevaba a las reuniones de trabajo y operó como solía hacer en estas situaciones. Se  había entrenado en un método de intermediación de pagos por internet para lavar activos donde alguien ofrecía un servicio o producto inexistente y él compraba. En esta ocasión el viceministro de minas y el presidente regional de Huancavelica vendían algo que le interesaba a la empresa. Viéndola pensó que no era la misma mujercita ingenua de la que se enamoró, se había tornado reclamona y sin gracia como su mujer. No le vendrá mal “ir de compras” a la negra, no todo son análisis e informes legales, pensó. Entonces terminó la operación, entró en la cama con ella, le regaló esa sonrisa despreocupada que a ella le gustaba y le hizo el amor.

-Yo sabía de la cercanía de Fernando con muchos funcionarios públicos pero no conocía de los sobornos profesor Tresierra. Él uso mi laptop y cuenta de correo para hacer sus cochinadas, así fue como pasó todo –respondía Ruth al interrogatorio del profesor buscando comprensión. El olor de las empanaditas de carne y queso que despedían las bandejas transportadas por los mozos invadía el ambiente y le traía a Ruth los mejores recuerdos. Observó con detenimiento aquel ambiente que añoraba. Mesas siempre con gente jovial y auténtica, adultos o jóvenes. Señoras mayores en una mesa disfrutando de un té caliente acompañados de tartelitas, cocadas u orejitas. Otra mesa de gente más joven, universitarios de la edad que ella tenía cuando frecuentaba el Berisso, disfrutaban de café y sandwich de jamón y queso con lechuga que tenían un equilibrio perfecto de mayonesa y mostaza. Frente a su mesa, un grupo de imberbes se empeñaban en demostrar su hombría bebiendo pisco como si fuera agua mineral. 

-Tienes razón, te usaron y botaron, eres una víctima de tu novio delincuente. Nuggent ha cometido delitos informáticos usando tu cuenta de correo, tráfico ilegal de datos, violación a tu intimidad, transferencias ilegales, cohecho y según la documentación que has traído para revisar hay un patrón, un modus operandi de esta empresa. ¡Qué joyas con la que has estado trabajando, eh¡ Pero dime, ¿segura que no  sobornaste a algún funcionario estando en ese trabajo? –interrogó nuevamente Tresierra.

-¡Ay profesor!, ya le dije que no. Saber, sabía, así funciona el mundo. Ojalá la vida fuera como nuestras clases pero no es así. Le juro que me cuidé de participar y no embarrarme, hasta hoy –respondió Ruth observando como Tresierra masajeaba la zona de su sien derecha como buscando extraer alguna idea de allí.

-Varias cosas habrá que hacer, si las grabaciones contienen lo que dices más los otros documentos, esto está listo para ir al Ministerio Público y al Congreso para una investigación más política. Tengo amigos en ambos sitios y puedo canalizarlo si quieres pero tendrás que declarar, salir a medios. No será nada sencillo, esto es un Bocatto di Cardinale para la prensa. Mucha gente irá presa, tu novio el primero. Tu nombre estará en boca de todos pero quizás si manejas esto con temple, termines convertida en una heroína anticorrupción. No me extrañaría, he visto casos así –señaló el profesor con aire confiado.

Ruth escuchó la fría exposición de su maestro asintiendo a cada sentencia y recomendación. Se sentía liberada del problema pero no se sentía bien con ella misma, transitando así del miedo a la vergüenza viendo a su viejo mentor esforzándose por ayudarla. Pobrecito tan bueno y tan solo el tío Tresierra pensó Ruth extendiendo su mano hacia el dorso de la arrugada mano de su mentor.

-¿Me acompañaras Pedro en todo este infierno que se viene? -Tuteó a su maestro como le gustaba a Tresierra que haga ensayando esa coqueta sonrisa que lo desquiciaba.

El profesor acarició la tersa mano de su alumna, la miró de frente como en los tiempos del círculo de debate académico, cuando ocultaba su amor por la muchacha y le dijo:

-Todo bien Ruth, tu sabes que nunca dejo de acompañarte, lo importante es que estamos juntos otra vez.

En la mesa del frente, el grupo de muchachos era más bullicioso luego de su segunda res. Uno de los chicos hizo un comentario en voz alta que la pareja alcanzó a escuchar cuando salían tomados de la mano del Berisso:


-Después de todo parece que le funcionó al tío, ¡Grande maestro!

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