viernes, 23 de mayo de 2014

El guardian del bosque

Frank Oviedo Carmona


Johan era único hijo de  los esposos Jorge y Melina; ellos  vivían en una casa cerca de  un bosque, para llegar ahí,  tenías que ir por un camino de tierra estrecho y largo  color ocre.  Su casa era de color amarillo encendido  y puertas blancas, rodeada de abundantes árboles y flores de variados aromas y colores.

Melina le había enseñado a Johan  todos los secretos de la siembra y cosecha,  y en las tardes cuando  todo terminaba lo llevaba al bosque para narrarle  historias fantásticas,  que decía que eran verdaderas.

Cuenta que  un día Melina,  caminaba por el bosque y de repente se paró una ave en lo alto de una rama y le dijo,  que cuando Johan crezca se iría a vivir con ellas  porque  las cuidaba, era como su guardián. Melina pensó que era su imaginación y recordó que  cuando era niña  su mamá le decía, que  el bosque era  mágico porque se realizaban muchos sueños de los jóvenes.

Nunca le contó nada a Johan por temor;  pero con el transcurso del tiempo se daría cuenta que no sería así   ¡de repente se escucha una voz! ¡Mamá, mamá! ¡Voy al bosque a caminar y luego iré  al pueblo a comprar! - era Johan quien hablaba.

 -¿Qué   compraras hijo?  – preguntó   la madre.

–Debo ir al pueblo a comprar  harina para hacer  el pan –dijo Johan.  – No demores y ve con cuidado  –le  respondió.

Johan  sale corriendo. Usualmente  él se encargaba de  comprar  la harina porque a sus  veinte años  era un joven muy fuerte y no le costaba mucho trabajo caminar con peso. Por otro lado él decía  conocer todo los misterios del bosque, así como entender a los animales, que  por  sus movimiento y silbidos  sabía  lo que querían decir, lo mismo le sucedía  con las plantas;  les quitaba la hierba mala y  acomodaba  para que les  dé el sol y crezcan  bellas,  grandes  y de colores  fuertes.

Todo el bosque se perfumaba cuando él  iba.  Ese día se sentó en una piedra a tomar aire fresco, y admirar todo lo maravilloso que era el bosque y vio como las aves y otros animales, lo quedaban  mirando como esperando que les hablase, o les dé una caricia.

Johan  nunca hubiese  imaginado  lo que estaba a punto de suceder y el cambio radical que daría su vida.  El siguió sentado en la piedra y se  puso luego de cuclillas para acomodar las plantas   y mientras lo hacía les iba conversando.

Yo siempre estaré aquí, a su lado, para cuidarlas y protegerlas, al decir eso, las flores comenzaban a brotar con rapidez en agradecimiento de tener un amigo con quien contar y conversar.

De  pronto,  sintió que alguien caminaba, lo dedujo  por el sonido de la hierba seca que pisaba – hola, ¡nunca te cansas de venir aquí! al voltear   vio  que era su amiga Zara,  -nunca me canso, y tú ¿qué haces por acá? – le preguntó  Johan.

  –Voy  camino al pueblo –respondió  Zara, te acompaño le dijo,  porque yo iré a hacer compras. Ambos se fueron conversando atravesando el bosque y mirando el paisaje.  Zara le preguntaba señalando que tipo de ave o flor era esa o aquella.  Él  le respondía como le había enseñado su madre, mientras él le explicaba,  Zara parecía tener la mente en otro lado, a lo lejos había visto a su amigo Amado, recostado en un árbol fumando, él  tenía buena reputación era muy querido por sus padres y por sus amigos, pero  a Johan no le caía bien,  le parecía que algún misterio ocultaba, sin embargo  a  Zara le gustaba mucho  por sus rizos castaños y sus ojos verde esmeralda; ella estaba enamorada de Amado, pero no quería decir nada hasta que él  en algún momento le declare su amor.

-Te dejo, me voy con Amado  – le  dijo  Zara a Johan.

- Ve con cuidado, el bosque es muy grande y a veces todo parece igual –le grito Johan  porque estaban  un poco lejos.

Zara y Amado  continuaron caminando y conversando. Ella  respondía  algunas preguntas  que de vez en cuando él le hacía. Yo amo mucho a mis padres,  le contaba Amado,  ellos han trabajado sin cesar para darme  todo lo que necesito y una buena educación, pero a veces son muy estrictos, porque quieren que sea un hombre de bien, no me dejan decidir, todo lo que escojo les parece que no es lo ideal para mí, a veces me hacen enfurecer y debo callar porque cuando reclamo me castigan, dicen que todo  es por mi bien.  

-Ten calma, lo hacen porque te quieren mucho –le dijo Zara. Tomados  de la mano y siguieron caminando.

-Gracias, -le dijo  él, susurrando  -no puedo negar que en todo me ayudan y me conviene,  mi madre es muy linda pero cuando  habla parece sargento quizás porque viene de una crianza estricta, hasta el novio le escogieron y ella tenía que aceptar sin decir una sola palabra.

Ambos sonrieron.

-¿Estamos yendo por otro camino? – preguntó  Zara  – sí, afirmo él,  quiero que conozcas  un lugar maravilloso,  ¡Es un sueño!

-Me encantaría conocerlo contigo – respondió ella con una sonrisa.

Él no le respondió,  siguió caminando, ya no estaba sonriendo, se puso serio y su mirada la tenía fija, sus pasos eran más lentos como si pensará  en otra cosa.

-¡Que  te sucede! –exclamó  Zara –no, nada, estaba recordando algo que pasó cuando era niño –lo dijo  muy serio.

Amado recordó y le contó  a Zara,  que una vez escuchó  tras la puerta que su padre quería obligar a su madre a tener relaciones, y como ella no deseaba la golpeaba, un día, su papá lo sintió  porque  la puerta se movía y rechinaba, y le dio   una tremenda paliza, lo  encerró en un cuarto oscuro,  Amado lleno de cólera y rabia  de la impotencia se puso a llorar, y cuando la madre lo sacó,  le dijo que  no haga caso, tu padre se pone así cuando está preocupado, luego  le preparaba un dulce,  y con eso según ella bastaba para tranquilizar a su hijo,  sin pensar en cómo se sentía él  y las  de veces que había sucedido, y no solo por eso, sino cuando la cena no estaba a la hora que él quería,  gritaba y rompía las cosas, Melina, siempre sumisa y perdonándole porque el mantenía la casa.

Roberto  al igual que su padre tenía un alto cargo de gerente y estaba acostumbrado a  todo lo que él decía  se haga, parece que esa misma forma la usaba en su casa.

-Cuanto lo siento, ya no quiero ver nada, llévame al pueblo –dijo Zara con las palabras entrecortadas por el asombro.

Él no le hizo caso, se paró y la miró fijamente a los ojos.

-¿Yo te gusto? –le preguntó, ella no respondió, siguió caminando sonrojada  y apresuradamente.

Estaba acercándose la oscura noche, siguieron por un camino largo cubierto  con  ramas,  que se juntaban de derecha a izquierda y se entrelazaban en lo alto formando un techo, dando la impresión de un túnel y al final se veía una luz tenue.

-¿Dónde me estas llevando? – dijo ella, me estas asustando.

-No me haz  respondido la pregunta, pero sé que te gusto y estas enamorada de mi  -dijo él sin  gesto alguno y la  tomó  a la fuerza.

Ella  al soltarse tropezó y cayó rodando a un montículo de hierbas,  Amado se fue encima de ella y comenzaron a forcejear y ella gritaba ¡auxilio ayúdenme por favor!, y  le imploraba que no le haga daño. Johan escuchó  los gritos de Zara y corrió  lo más rápido que pudo para llegar a auxiliarla.

Mientras tanto Amado trata repetidas veces de rasgar el vestido  sin lograrlo, ella responde con patadas, puñetes,  cada vez tiene menos fuerzas para defenderse, le parecía una pesadilla  lo que le sucede, cuando de pronto oye pasos y ve a Johan.

-¡Aquí estoy! –grita Zara,  con la poca fuerza que le quedaba, se acerca por atrás Johan,   dándole de golpes a Amado hasta dejar a Zara libre y Amado cae  al   precipicio, Johan agotado se queda sentado en el suelo y es rodeado por sus amigos los animales y uno de ellos le dice, que a partir de ahora se quedará  con ellos y no en forma humana, Johan con una venia  acepta.

Zara muy nerviosa sin saber que hacer,  corre rumbo a su casa.

Mientras tanto,  la mamá de Johan estaba en casa muy preocupada,  mirando hacia el bosque y pensando: Algo va ocurrir con mi hijo, tengo miedo,  le decía a su esposo, recordando  lo que le dijo una vez una ave y nunca lo comento con nadie.

-Vamos a buscar a nuestro hijo –dijo el padre, y así lo hicieron.

Zara, cuando llegó  a su casa, mintió a sus padres, no dijo que era Amado quien trato de violarla,  sino Johan.  Al enterarse los  padres de Amado, fueron en su búsqueda, sin encontrar rastros de él.

Un día,  Jorge y  Melina  estaban tristes sentados en la cocina mirando hacia el bosque, preguntándose ¡donde estará mi hijo! en ese instante se paró en el filo de la ventana un águila negra mirándolos y aleteando, Melina ve los ojos del águila  que eran iguales a los de  Johan y entiende con lágrimas en los ojos lo que una vez le dijo una ave, que su hijo vivirá en el bosque, sería su guardián.  Desde entonces todos los días el águila los visita en las mañanas a Jorge y Melina.

Zara, nunca volvió a hacer la chica alegre y coqueta era antes, sino todo lo contrario.  Dicen que casi todo el tiempo se  queda sentada en  una banca mirando hacia el bosque,  pensando que algún día regrese Amado.

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