miércoles, 27 de abril de 2011

Vamos a salir adelante

Oscar Pastor

Los últimos días de noviembre, Juan Diego Callapaza viajo a Anta, provincia cercana a la ciudad Cusco, quería asegurarse que el campamento se instale en el tiempo programado e iniciar la construcción de obra en el menor tiempo, contrató más de veinte personas, fue atendido por el alcalde y otras autoridades, al hotel donde estaba hospedado llegaron decenas de jóvenes de ambos sexos a solicitarle trabajo y ofrecerle algunas atenciones que como en otras ocasiones rechazó. A medio día del jueves viajó con unos trabajadores hasta Hurocondo, le habían hablado tanto de los lechones al horno que no resistió la tentación de probarlos, el corto viaje le abrió el apetito y no se cansó de preguntar con que podría acompañar el plato de bandera; sus expectativas fueron satisfechas en exceso, la tarde en compañía de amigos de reciente factura como los llamó y varias cervezas lo hizo más conversador, uno de los trabajadores que le empezó a guardar admiración le preguntó:
- ¿Ingeniero, usted es de Lima?
- Si, mis padres son de Huancavelica y Abancay, -la nostalgia llegó sin que la llamen, Jota como lo llamaban en su oficina, se sentía libre de preocupaciones- ya que se presenta la oportunidad les contaré algunas cosas que siempre las he guardado solo para mí, es hora de sacarlas. He vivido toda mi niñez y juventud en un asentamiento humano ubicado por la carretera central de Lima, las casas desafían la gravedad y la estabilidad del cerro, hace treinta años o más, mis padres llegaron junto con una oleada de provincianos y no tuvieron más remedio que convertir un terreno hostil en su morada, desde que Cascajal nos recibió con los brazos cerrados y sin servicios públicos, un camino zigzagueante blanco de tanto recibir pisadas apuradas era todo, el agua la recibíamos de un caño ubicado en la parte más baja del cerro, cuando jóvenes me acuerdo -prosiguió Juan Diego-, teníamos la desesperación por asistir a cualquier instituto técnico a estudiar, queríamos salir adelante, y estudiar era la única forma de abandonar el cerro.
El relato impresionó a los invitados, en silencio se pasaban lentamente el vaso de cerveza y escuchaban atentos todo lo que venía del ahora llamado jefe.
- Soy hijo único, recuerdo mi infancia llena de rasmillones, mi juventud entre el colegio y la cancha de fútbol, mi adolescencia en el instituto y después mi primer trabajo, recuerdo muy bien la fecha que deje mi casa, el dos de febrero, mi cumpleaños, viví en cuartos alquilados que los cambiaba cada vez que empezaba una nueva obra, empecé a trabajar como ayudante de almacén, luego almacenero, asistente de administrador, administrador de obra y acepté todos los cargos que me ofrecieron, aprendí como resolver situaciones complicadas, tomaba decisiones, al comienzo con algo de temor y después sin consultar a nadie, como ahora siempre he buscado ser amigo de mis trabajadores.
- Gracias ingeniero, interrumpió el más delgado de los presentes.
- Me acuerdo un día, había un flaco igual que tú, un gran pendejo, me invitó a tomar una cerveza para celebrar el vaciado de la loza, le acepté la invitación y brindé -levantó el vaso de cerveza que tenía en la mano y continuó- espero que no se venga abajo carajo, con rima para que no se olviden -les dije-, me contestó, vamos a dormir debajo carajo, con rima para que no desconfíe.
Hizo una pausa para acomodarse en la silla, mientras se sonreía junto con sus acompañantes, cambió de posición para no seguir recibiendo el sol en la cara.
- Las veces que regresaba al Cascajal a visitar a mis padres, los vecinos me pedían trabajo y ayude a muchos, estaban orgullosos y creo que por eso no podía acercarme a ninguna muchacha, si lo hacía se rompía el encanto, como un estúpido pensaba que tenía que ser diferente y me dedique a trabajar, -la reunión fue interrumpida por la llegada de dos jóvenes del lugar, saludaron a todos y con algo de vergüenza se sentaron juntas.
- Bienvenidas muchachas, ahora ustedes cuénteme como es la vida por aquí.
- Bien ingeniero, no queremos interrumpir, continué por favor, -contestó una de ellas.
- En todos estos años he leído todo lo que ha caído a mis manos, desde Miguel Angel Cornejo a Depaak Chopra, en pocos años, tal vez diez he cambiado los botines punta de acero por los zapatos, el mameluco y casco por la camisa blanca, los planos y escalímetros  por los cuadros en Excel y los informes de avance de obra, por eso he venido por aquí, ya me cansé de las oficinas, quiero regresar a las obras, quiero volver a vivir como ustedes, tranquilos y sin más preocupaciones que el lechón que está muy bueno.
La tarde se amplió hasta la noche, el frío obligaba tomar algunos tragos cortos, la cerveza fue dejada de lado, el frío y la oscuridad o la media luz del parque ecológico recreacional, lo acercaron a una de las invitadas y se enfrascó en una conversación sin fin, casi a la media noche, su chofer se acercó para recordarle de su viaje de regreso a Lima, tenía que llevarlo a descansar, con dificultad para caminar subieron a la camioneta y regresaron al hotel de Anta.
El día amaneció con el frío de siempre y con una compañía que no podía explicar y que tampoco quería despertar, en realidad hacía mucho tiempo que no recordaba haber pasado una noche en compañía, pasaron unos minutos antes que el chofer toque la puerta, el ruido le ahorró los saludos, se dirigió al baño con la vista fija en el suelo, se duchó tan rápido que no tuvo tiempo para ensayar ninguna respuesta, ya en el dormitorio se enfrentó a una situación a la que no estaba acostumbrado.
- Tengo que viajar
- Si me lo dijiste anoche, ¿cuándo vas a regresar?
- No sé
- Si no quieres volver a verme es mejor que me lo digas.
- No es eso, estoy algo confundido
- No tanto como yo, si pudieras recordar todo lo que me dijiste sería diferente
- Vamos a Lima, allá conversamos con calma
- ¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo?, seguro que ni siquiera recuerdas mi nombre -le contestó aún desde la cama.
- Sí, estoy seguro de lo que te estoy pidiendo, no me preguntes nada, ya habrá tiempo para contarnos muchas cosas.
- Una relación no tiene condición, si quieres una compañía que no hable, lleva un perro
- Pero ladra -le cortó con algo de sorna y autoridad-, dime si quieres viajar para pedir el pasaje.
- Si quiero viajar, pero hoy día no. Cuando vuelvas a Anta si lo haces, me llamas.
Se despidieron con un beso en la boca, Juan Diego tomó el maletín con la Laptop y salió sin voltear la vista, en el trayecto al aeropuerto pensó muchas cosas, sobre todo en la posibilidad de iniciar una relación formal, de esas que hasta ahora le había sido negada.
Nunca había salido de vacaciones, el trabajo ocupaba todo su tiempo, había escuchado decir que las vacaciones son para divertirse y conocer nuevas amistades; no tenía la más mínima idea de cómo acercarse a una mujer que no conocía, sus compañías femeninas por lo general recibían un pago pactado previamente.
Durante el vuelo de regreso, pensaba que hacía algunos años que soñaba con salir adelante, estudió duro, durmió poco, ayudo a cuantos pudo y ahora que todos creían que estaba en la cima, en el lugar más alto que cualquier muchacho del Cascajal podía soñar, se sentía extraño, raro ansioso, se había esforzado tanto para llegar, que empezó a dudar si ese era el destino que había perseguido en los últimos años. Salir adelante no era la casa o el carro que compró, o las reuniones almidonadas con gente que como él defendían intereses ajenos, se ilusionó con aquella muchacha de la que conocía poco, pero se la imaginaba en todas las formas.
Juan Diego, llegó a la oficina antes de las diez de la mañana del viernes, revisó en unos minutos toda la información pendiente y antes de las doce del día ya estaba en la oficina del ingeniero Domínguez, amigo y gerente de la empresa.
- Tato –empezó un breve informe-, el campamento de la obra de Anta ya está instalado, debemos cumplir el cronograma mucho más rápido de lo que dice el expediente, por seguridad mañana regreso para asegurarme que no surjan problemas. Las cosas de Lima las tengo controladas -le dijo con la seguridad de siempre-, hay muchas posibilidades de conseguir nuevas obras por allá.
- Espera compadre, -le contestó el gerente, levantándose de su escritorio- como es que mañana regresas al Cusco, aquí tienes un montón de cosas pendientes, quién se va hacer cargo, cual es el apuro para regresar, mejor te quedabas un día más y punto.
- Todo lo tengo arreglado, ya te he dicho, no hay de que preocuparse -luego le lanzó una pregunta- ¿Tú no quieres viajar a Cusco?
- No me entiendes Jota, te necesitamos aquí.
- Creo que allá soy más útil. Tato no te has dado cuenta que allá hay muchas posibilidades, las instituciones tienen mucho dinero.
- Seguro, -le interrumpió- pero de las ventas y los concursos públicos se encargan otras personas, aquí te necesito, si estamos como estamos es por qué has hecho las cosas bien en obras, no en ventas, -algo contrariado y tomándole el hombro, continuó- está conversación no me gusta, por lo general no tenemos punto de vista diferentes.
- Como te digo Tato, quiero vacaciones, dame un par de meses.
- Eso es diferente, vete un par de semanas al Caribe, a una playa del norte, que te compren el pasaje ahora mismo, pero no me jodas, la obra del Cusco era para ti hace algunos años, es muy pequeña.
- Más tarde volvemos a conversar, -insistió-  puedo trabajar mientras estoy de vacaciones.
- ¿Quieres vacaciones o tienes algún interés, de esos qué hace tiempo no llegan?
- Quiero vacaciones, lo que haga en esos días no lo discutiré
- Tranquilo compadre, tómate unos minutos y luego seguimos conversando
El sábado a primera hora, el avión con Juan Diego a bordo aterrizó en el aeropuerto Velazco Astete de Cusco, el chofer de la compañía lo esperaba con algunas noticias, antes de darlas se enteró que su jefe no llegaba al Cusco a ver la obra. Jota se hospedó en un hotel de varias estrellas, luego saco de su bolsillo una carta que debía ser entregada a su amiga de la noche del jueves, le ordenó al chofer que no regrese al Cusco sin ella.
Antes de medio día el chofer entró al hotel con Elena, que traía tomado de la mano a un pequeño de aproximadamente tres o cuatro años que no  se cansó de juguetear durante el viaje, junto con ellos una señora mayor de grandes polleras. Juan Diego las miró y tragó saliva varias veces, cuando las tuvo en frente las miró por encima de los lentes y sin levantarse les estiró la mano para saludarlas y les pidió que tomaran asiento, luego de una pausa les preguntó.
- Quieren tomar algo, un té o gaseosa. A tu hijo le puedes pedir un jugo -le habló a la recién llegada mientras miraba con curiosidad al pequeño.
- No es mi hijo, es mi sobrino, mi hermana falleció al dar a luz.
- Perdón, es que no me diste tiempo, fue tan rápido, perdóname por favor.
- Siñor, -interrumpió la señora- el  hombre no pide perdón, tampoco agacha la cabeza. Por qué quiere ver a Ilena, por qué quiere llevarla a Lima.
- Elena -recordó su nombre- quiero conversar contigo un momento, dile a tu mamá que nos deje solos por favor.
- No es mi mamá, es mi tía, no tengo mamá -la segunda respuesta fue como una bofetada.
- Perdón, dile a tu tía que nos deje unos minutos.
- Siñor, el hombre nunca pide perdón, ya me voy -se levantó, tomó al pequeño de la mano y salió hacia el patio del hotel.
- Hace dos días querías llevarme a Lima, ahora me haces venir como loca al Cusco, que está pasando por tu cabeza, -preguntó la mujer.
- Nada en especial, te dije que volvería y yo siempre cumplo con lo que digo.
- No te vayas por las ramas, algo está pasando por tu cabeza, quiero saber que es, quiero saber que quieres.
- ¿Te quieres casar conmigo?
El aroma de los gladiolos de la pequeña sala de recepción era lo único que se podía sentir, el silencio era absoluto.
- Que tienes, estas loco, -le respondió con la voz entrecortada- ni siquiera sabes mi nombre, hace un diez minutos creías que Javiercito era mi hijo, que mi tía Margarita era mi madre. Conozco muchos locos, pero tú, ay ingeniero eres el mejor de todos.
- Tú tampoco me conoces, no soy ingeniero -le dijo lo que siempre trataba de ocultar-. Soy un muchacho que con su esfuerzo salió adelante, se hizo de un trabajo y dejó de lado la vida, dejó de lado a sus padres y a sus amigos, nunca como ahora tengo la seguridad de lo que quiero hacer, no me interesa tu pasado, por eso te dije que no quiero preguntas, tampoco las voy hacer, solo dime si te quieres casar conmigo -le volvió a preguntar.
- Vives en Lima, debes conocer a miles de mujeres, a mi no me conoces, la noche del jueves llegaste totalmente borracho y te quedaste dormido antes de llegar a la cama, no me conoces -le repitió mirándole fijamente a los ojos-, he venido a decirte que no quiero ilusiones, déjame en el campo con mis cuyes y mis vacas. Ya he sufrido bastante y no quiero volver a sufrir. Hace unos años cuando termine el colegio mi tía quería que estudie en la universidad y me trajo al Cusco a la casa de uno de sus compadres, allí me convertí en sirvienta, realmente en su esclava, comía las sobras, me levantaba primero que todos y me acostaba al último, a veces me tiraban unas monedas, el poco tiempo que me quedaba lo usaba para estudiar, cuando regresaba a mi comunidad sonreía, todos creían que vivía en el paraíso, que mi futuro sería diferente, era un ejemplo, por primera vez lo digo, no era cierto, no era feliz, pero no podía fallarle a mi tía que me dio todo, solo quería salir adelante, ahora soy profesional, y no sé si le he cumplido como ella quería.
Todavía no se habían dicho todo, Jota levantó la mano como queriéndola hacer callar, quería hablar.
- No soy ingeniero, escucha por favor, hace muchos años empecé a trabajar en la empresa, creo que lo he hecho bien, tengo muchos profesionales a mi cargo, al igual que tú estudié y deje de hacer muchas cosas por salir adelante, nunca hasta hace un par de días me fijé en una mujer, nunca pensé en tener una familia, la que tuve no me trae los mejores recuerdos, prefiero imaginarme que eres todo lo poco que he soñado y que tú también sueñes que soy todo lo que te imaginas -se acercó a ella y la tomó de los brazos-, salir adelante es un sueño que no tiene fin, creo que es un sueño que comienza todos los días, no te conozco, tú tampoco me conoces pero lo que has vivido es lo mismo que yo. Algo me decía que somos iguales, juntos podemos salir adelante, Elena no me interesa tu pasado, cásate conmigo.

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