martes, 26 de abril de 2011

El gallo que canta

Clara Pawlikowski
             
Federico ayudó a empujar la refrigeradora fuera de su departamento, cerró la puerta y se recostó largo rato en ella antes de decidirse hacer otra cosa. Felizmente, la gente del almacén vino a recoger el aparato cuando ya casi todos los vecinos habían salido a trabajar, el edificio se sentía vacío.
Sara y sus hijas salieron muy temprano al colegio parroquial donde estudiaban las niñas.
Federico estaba sin trabajo desde hace medio año, sin anticiparlo, le dieron su carta de despido. Se enteró que la caída del dólar estaba afectando a la empresa, le dijeron que ya no era negocio exportar pero nunca se imaginó que le dejarían en la calle.
Su salario era bueno y gracias a él se animaron a salir de los Olivos, un distrito populoso, con grandes problemas de seguridad. Se compraron al crédito, para pagar en veinte años, un departamento nuevo en el piso doce, en una avenida de Jesús María. Cerca del trabajo de su esposa y del colegio de sus hijas.
Con una de sus gratificaciones por navidad se animó a darle una sorpresa a su mujer y compró a crédito una refrigeradora. La misma que acababan de llevarse.
Cuando la compraron todos se pusieron contentos, era grande con dos puertas verticales, relucientes. Les daba satisfacción mostrarla a sus amigos. Se lucía en la pequeña cocina del departamento, donde el resto de electrodomésticos eran antiguos heredados de la madre de Sara.
Federico se sentó en el comedor como lo hacia todos los días con el periódico abierto mirando posibilidades de trabajo. Esperaba la llamada de Luis que le había conseguido una chambita de profesor de gimnasia, no tenía experiencia en esto pero no podía esperar más.
Era la última semana de marzo, aún estaba el verano con el sol que quemaba desde temprano. A pesar que vestía un dividí y un short holgados, Federico sudada. Levantaba la vista y sólo veía el edificio de enfrente, evitaba pensar en el espacio que existía entre ambos, la puerta de su balcón la tenía abierta de par en par. Para ahuyentar su desesperanza y pensamientos oscuros que últimamente le acompañaban prendió la radio.
Sintonizó radio Capital, le entretenía escuchar las opiniones de la gente y se dejaba ir con las respuestas y los temas que trataban durante el día.
                       ─ ¿Un gallo que canta en San Isidro? –Se     interrogó molesto el Alcalde– ¿Canta un gallo en San Isidro, en medio de edificios y avisos luminosos? Va contra las normas. Ese gallo va preso.
Federico no se sorprendió con la noticia, la repitieron varias veces. El locutor tomó el asunto como la novedad del día.
Bueno se dijo, este país es así. Le sacaron a Barrios del Seguro Social y todo el día hablaron de sus robos y de sus jugosos despidos, aparentemente no había otra noticia.
En otra oportunidad el Ministro de salud repartió condones en los colegios y al Cardenal Cipriani se le pararon los pocos pelos que tiene, dijo que si persistimos en el pecado de la lujuria Dios nos va a enviar muchas plagas. Esta noticia y las declaraciones de Benedicto XVI apoyando el uso del condón repitieron durante todo el día. Los radioescuchas dieron sus opiniones en los diferentes programas. Uno de ellos hasta  explicó con lujo de detalles los condones para los superhombres, para iroman, spiderman, aquaman, thor, capitán América, hulk entre otros.
Vinieron los Príncipes de Asturias pero no se ni porque vinieron, quizás porque no tuvieron nada que hacer en su país pero lo que escuché, pensó Federico, todo un bendito día fue el paseíllo que hizo la princesa del brazo del Presidente García Pérez sobre la alfombra roja frente a los Húsares de Junín. Pero ¿A quién le puede interesar esto?
Ahora resulta que en San Isidro cantó un gallo, voy a escuchar que opina la gente.
–Buenos días, su nombre por favor –preguntó el locutor.
–Julio.
–De que distrito.
–Soy de Ate.
– ¿Qué le parece señor sobre el gallo que canta? en Radio Capital su opinión importa.
–Qué bueno que si quiera en San Isidro canta un gallo, acá en Ate todos están mudos.
–Aló,  señor, su nombre por favor.
–Me llamo Félix y soy de Comas.
– ¿Qué opina sobre el gallo? Baje por favor el volumen de su receptor para poder escucharlo.
–Soy defensor de los animales ─dijo Félix─ a los gallos hay que dejarles cantar, el que debe ir preso es el Alcalde.
–Aló, señor tiene unos segundos para opinar, porque la hora es la hora en Radio Capital.
–Soy Pedro de San Borja, quisiera saber ¿a quién se le escapo el gallo?
            –Son las diez de la mañana, vamos a la pausa vial con Carola Villacrez.
–La Avenida Tacna presenta tránsito moderado. Afíliese al SIS ¡el Perú avanza!  Evite que los menores consuman alcohol, Radio Capital y Backus unidos en esta campaña.
–Aló, buenos días seguimos con la noticia del gallo que canta.
–Soy Adela de Barranco, mejor ha sido que cantó un gallo porque en mi pueblo si canta una gallina es porque morirá una persona.
–Llámenos al 2220586 o, al 2220512 su opinión importa en Radio capital.
–Aló, aló, con quien tengo el gusto.
–Con Carmen de Lince.
–Qué opina señora Carmen.
–Discúlpeme todavía soy señorita, quería opinar sobre el gallo, tengan en cuenta que las últimas palabras de Sócrates fueron sobre un gallo.
– ¿Sobre un gallo? ¿Qué tiene que hacer Sócrates con el gallo? Bueno creo que no la capto.
–Soy Alfredo de Breña.
– ¿De Breña? Dígame don Alfredo ¿qué opina sobre el gallo de San Isidro?
–Quisiera contactarme con la persona que ha amaestrado al gallo para treparse a los avisos luminosos porque mi gallo los tiene miedo.
– ¿Trepado? Sólo dijimos que cantó. Aún los reporteros no saben quién es el propietario del gallo.
Federico se quedó dormido, sujetando su cabeza entre las manos. Soñó que su tiempo se ha detenido, que su realidad es ficción, que no le sirvió de mucho sus estudios y sus esfuerzos por trabajar y estudiar. ¿Por qué le botaron del trabajo? Aún le resultaba extraño su despido, siempre fue buen empleado, trabajaba horas extras cuando le pedían y cuando despachaban los productos al extranjero hasta se quedaba horas extras sin reclamar pago.
De pronto se despertó, miró su reloj y ya eran casi las once de la mañana, tenía que apresurarse. Desde que se quedó sin empleo, cada mañana con la ayuda de una ganzúa abría las puertas de los departamentos de su edificio, rebuscaba por todos los rincones, le interesaban sólo las joyas y el dinero.
Todos los meses asistía a las reuniones de los propietarios, de ese modo se informaba quiénes eran sus vecinos y si trabajaban o no. Sabía que en el quinto piso había comprado dos departamentos una señora que tenía un local de venta de ropa en Gamarra y ahora ella era su siguiente presa.
Palpó su bolsillo y localizó la ganzúa, no utilizó el ascensor para no despertar sospechas con el administrador, bajó por las escaleras rápidamente, estaba sudoroso, despeinado, las zapatillas a medio amarrar. Llegó al quinto piso y metió la ganzúa suavemente, no tuvo dificultad de abrir la llave, empujo sigilosamente la puerta y entró.
─ ¿Quién está ahí?  Dijo Martha, la dueña del piso, mientras caminaba hacía la sala.
Federico salió corriendo, dejó abierta la puerta, subió a trancos las escaleras hasta su departamento, sudaba, llegó extenuado y jadeante, le temblaban las piernas. Nunca se imaginó que la dueña estaría a esas horas en su departamento.
Al poco rato escucho las sirenas de la policía, Federico volvió a sentarse en el comedor, la radio seguía en el mismo tema. Su tema era otro, tenía que conseguirse el dinero para pagar al banco la deuda del departamento. Mientras pensaba en su futuro y las pocas posibilidades que tenía, la voz del locutor de Radio Capital continuaba:

–Dime Adrianita, tienes una voz muy dulce, ¿tú qué opinas?
–Señor tengo miedo, dice que se van a ir contra todas las normas, mi mamá se llama Norma y nunca hemos tenido un gallo.
–Ay hijita no entendiste la noticia, pero sigamos.
–Parece que el tema ha interesado a muchos,  aló, si señor ¿qué opina usted?
–Soy Antonio de Pueblo Libre, habría que averiguar el color del gallo porque los blancos son de mal agüero.
–Aló, si soy Rosita de Jesús María, si el gallo vive en este distrito tendría que vivir solo porque el Alcalde quiere sólo una mascota por familia.
–Aló ¿con quién tengo el gusto?
–Soy Tina de la Residencial San Felipe.
– ¿Qué opina usted Tina?
–Qué bueno que haya cantado en San Isidro porque si hubiera sido en la Residencial San Felipe lo matan.
– ¿Cómo que lo matan? –preguntó el locutor.
–Si señor, acá mataron cincuenta gatos hace un par de días.
–La hora es la hora en Radio Capital, son las diez y diez de la mañana. Vamos con los titulares:
–Se cuelga en un árbol por amor en el centro de Lima. Se regresaron los Príncipes de Asturias, declararon que en Arequipa les gustó el rocoto relleno y el queso helado. El Perú es el país donde se distribuyen el mayor número de billetes falsos. El plazo para cambiar de brevete es el treinta de diciembre pero todo hace suponer que habrá prórroga. Siguen insistiendo que habrá pronto una burbuja crediticia, cuidado con caer presos del miedo; me da pena que algunos medios de comunicación se presten a esta jugarreta –dijo el especialista.
–Estas son las noticias que todo el mundo comenta, somos Radio Capital, tu opinión importa.
–Aló, si con quién tengo el gusto.
–Soy Jacky de San Juan de Lurigancho.
– ¿Qué opinas Jacky?
–Entraron unos ladrones y nos rociaron con gases para dormirnos y se llevaron todo.
–Jacky estamos hablando del gallo que cantó en San Isidro.
–Si señor a eso iba, por si acaso, yo me compré una gallina chilena que hace más bulla que un perro para ahuyentar a los ladrones.
–-Aló, me llamo Jesús y soy de Chorrillos
–No escuché lo del gallo pero si se que el Alcalde  prohibió que cuelguen una chalina en su distrito.
– ¿De qué habla usted señor?, chalina sólo tiene la señora Susana. Manténgase por favor en línea para que nos explique un poco más, porque la hora es la hora en Radio Capital.
–Son las diez y media de la mañana, aló, señor ¿todavía está en línea?
–Voy a decirles rapidito porque tengo poco saldo, soy vigilante de la cárcel de mujeres, dicen que el Alcalde no le gustó la chalina que tejieron las madres de los desaparecidos y prohibió que la colgaran en su distrito.
–Estamos hablando de un gallo señor. No tenemos la información que usted habla, pero vamos a corroborar con nuestros reporteros, gracias.
–Aló señor, me llamo Cristina y soy de San Isidro.
–Dígame Cristina que opina.
–Ese Alcalde es el azote del distrito. ¡Pobre gallo! Seguro que lo metió preso porque era “giro” y no hace juego con los ladrillitos rojos que puso en todas las esquinas, porque el canto es una excusa, hace años que el Alcalde es sordo.
Federico apagó violentamente la radio desconcertado de las preocupaciones de los radioescuchas. Se acordó que dentro de poco regresaría su mujer y sus hijas y debía preparar el almuerzo. Escuchó un par de veces la voz del administrador conversando con los policías, estos subían y bajaban revisando el edificio.

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