lunes, 25 de abril de 2011

Conversaciones sobre lo mismo

Oscar Pastor


Apenas había terminado de acomodarse en el sillón, tomó el teléfono, distrajo su vista en un viejo cuadro frente a él y en el gran reloj que marcaba las nueve y diez minutos y llamó a su secretaria.
- Martha, dile al gerente que venga a la oficina
- En este momento señor.
Unos minutos después se abrió la puerta que dejó salir el aroma de tabaco que todas las mañanas masticaba el presidente de directorio
- Buenas tardes presidente, para que soy bueno
- Para nada, -le contestó con un tono poco cortés - parece que de un tiempo a esta parte no eres bueno para nada.
- No entiendo, la empresa tiene utilidades, la gente habla bien, el personal está contento, debe haber algún mal entendido.
- Los dueños de la empresa no quieren números, no sabes entenderlos.
- Sigo sin entender, siempre dijo que mi responsabilidad es la empresa y de usted las relaciones con la gente importante, -le respondió mientras miraba con atención uno de los tantos adornos sobre el escritorio- yo no converso con los dueños, el día que quise hacerlo los directores y el presidente dijeron que era un acto de deslealtad, recuerde eso.
- Encima me echas la culpa, parece que no te das cuenta de lo que está pasando
- Usted se pone nervioso por cualquier cosa, o por lo menos eso quiere hacernos creer. Presidente, tengo cientos de cosas que atender todos los días, mi compromiso es hacerlo bien, para que usted pueda mostrar los resultados a los dueños, así ha sido los últimos cuatro años, nunca hemos tenido una situación favorable como ahora, en ningún momento he puesto en peligro a la empresa.
El presidente se levantó de su cómodo sillón, se alejó del escritorio y empezó a jugar con las perillas de una vieja radio que adornaba un anaquel lleno de libros, tomó uno de ellos que levantó señalando al rostro del interlocutor.
- Ese es el peligro, todos creen que la empresa camina sola y que tú ya no eres necesario. A los directores no les interesa la historia, quieren otras cosas.
- Hace unos años nadie daba un peso por la empresa. Usted lo sabe mejor que yo.
- Te repito por última vez, no importa la historia, importa lo que pasa ahora y lo que puede pasar.
- Que quiere que pase presidente, empecemos por ahí.
- Bueno, hay gente que ya no te quiere por aquí.
- Si eso es todo, pídame que me vaya y listo, es fácil.
- Bueno te lo pediremos y por la amistad que tenemos, sugiere un nombre para tu puesto, uno que no le ponga trabajas a lo que quiere el directorio.
- Pero hasta ahora no me dice que quiere el directorio, además de verme lejos.
- No te hagas el tonto bien que lo sabes.
- Presidente, el gerente no es adivino, es muy peligroso si se pone a adivinar.
El presidente había vuelto a su sillón, se recostó, cruzó las piernas y preguntó casi para que no lo escucharan.
- ¿No adivinas lo que se viene?
El Gerente estiró la mano y tomó un cenicero de metal, lo giró a manera de acomodarlo cerca a una ruma de papeles que siempre adornaban el escritorio y respondió.
- Mi compromiso va más allá que mantener contentos a un grupo de personas que lo último que quieren es el bienestar de la empresa.
- Ese es tu problema, te crees bacán.
- Ese es su problema presidente -le contestó levantando la voz y sin perder la calma-, recuerde que cuando las cosas estaban mal en la empresa nos juntábamos para ayudar, ahora que están bien, se juntan para demostrar su poder; a mí me van a recordar por lo que se ve, no por lo que se habla. Las mentiras  tienen patas cortas y las patas cortas obligan a mirar hacia arriba, casi implorando; como puede ver las mías son bastante largas.
Un breve silencio recorrió la oficina, sonó el teléfono, el presidente no deseaba ninguna comunicación, levantó el aparato y lo volvió a poner en su lugar, aspiro aire y continuó.
- Te crees mejor que los demás, por eso te quieren ver lejos.
La respuesta fue más rápida de lo que podía esperar.
- Yo no tengo la culpa de sus temores y complejos, mi preocupación son los resultados y darle confianza a la gente, no llenarlos de miedo.
- Realmente eres insoportable con los resultados, yo quiero otros resultados y no haces nada por ayudarme, ya no puedo hacer mucho para que te quedes.
- Nunca me dijo presidente cuales son los resultados que quiere, nunca me dijo nada, esas indirectas no ayudan. Usted y sus amigos deberían ser más claros y decirme que quieren y yo les contestaré si puedo ayudarlos desde donde estoy, sino puedo también lo diré.
- No son mis amigos, y sigues con lo mismo.
- Presidente, estamos dando vueltas. Hasta ahora no me ha dicho que quieren de la empresa, le aviso que los trabajadores tienen una idea de lo que están buscando y si se hace pública van a tener problemas.
- Me dijeron que cuando te ves perdido sacas tus armas, ahora lo compruebo.
- Que paranoico, no puedo decir nada.
- Lo que pasa es que los directores están desesperados, quieren que te vayas.
En toda la conversación el gerente había permanecido sentado, se levantó y se tomó la correa trató de acomodarse el pantalón para luego seguir.
- Sería bueno que se pongan los pantalones y pidan que me vaya, que no manden indirectas, que terminen la costumbre de decir una cosa y hacer otra, que ofrezcan y no cumplan y si algo sale bien, desesperados se atribuyan los resultados. La gente ya no les cree.
- Si quieres decirme algo, es mejor que seas directo.
- Sabe bien de que estamos hablando presidente, pero dígame que  quiere el directorio, o por lo menos alguno de ellos.
- Solo que te vayas.
- Mi oficina está vacía, si me piden que me vaya no me demoro más de un minuto.
- Si aún te queda algo de amistad, dame un candidato para la gerencia.
La conversación se había vuelto circular, había perdido la intensidad del comienzo, ahora parecía más reflexiva; fuera de la oficina del presidente los trabajadores no pensaban igual, pocas veces en los últimos años se había producido una conversación tan larga a puerta cerrada. El Gerente se levantó de la silla nuevamente y se alejó hacia una de las ventanas.
- Candidatos hay muchos, ustedes no quieren un gerente, quieren un títere y de esos hay muchos, no necesita buscar, levante la mano y vendrán como moscas a un pastel.
- Bueno, estamos que nos tiramos piedras a las ventanas y aún no se rompen, te recomiendo que mañana vengas preparado para todo, yo reforcé mis vidrios.
- No tengo vidrios. Yo camino por toda la empresa, no escondido ni agazapado como sus amigos. Hemos hablado un buen rato y no ha tenido la valentía de decirme cual es su proyecto, quiere que lo adivine para confirmar una de sus sospechas.
- Ya no hay más que hablar, creo que finalmente todo lo que empieza termina
- Por primera vez de acuerdo, una pregunta final; que es lo que comenzó y que es lo que termina.
- Eres insoportable.
- Lo mismo decía mi mamá y me abrazaba para que no me vaya, eso no pasa aquí, ¿verdad?
- Necio
Dejó pasar unos segundos y respondió despacio, como arrastrando cada una de las silabas.
- Insoportable, ……………. fue lo que dijo hace unos minutos.
- Por qué no arreglas tus cosas y te vas sin hacer bulla.
- Por qué no toman la decisión, se han vuelto expertos en aplicar la estrategia de los rayos “X”.
- Solo por curiosidad que es eso -preguntó el presidente.
- No se mueven, no respiran. Se están haciendo los muertos para afuera y muy activos para adentro. Tomen una decisión el tiempo dirá si fue la mejor.
- Volvemos a lo mismo, mejor lo dejamos ahí, las cartas ya están echadas
- Así es, la empresa es un casino donde se echan cartas y se juegan dados.
- Eres insoportable.
- Y necio, no se olvide.
- Buenas tardes gerente.
- Ex, sería más honesto.
- Bueno, ex.
- Gracias por haber sido sincero por una sola vez, por lo menos al final. Gracias
- Es todo gerente, puede retirarse.
- Eso es todo presidente, y en algún momento futuro ex presidente.
- Insoportable.
- Necio………… fue lo que dijo.

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