jueves, 25 de noviembre de 2010

El puesto de pescado

Tatiana Miró-Quesada



Cuidadosamente Fanny había escondido la liquidación por los tres años de trabajo de su marido.

A pesar de que él incesantemente le pedía el dinero para comprar ropa, muebles o artefactos, ella no se lo iba a entregar, no importaba que pelearan constantemente por el. Ella quería progresar, no quería quedarse en ese cuartito de madera con techo de calamina por donde se colaba la brisa del mar, en donde aparte de dormir los tres, tenían que cocinar y lavar. Eso no es lo que quería para su hijo. Ese dinero debía servir para poner un negocio, algo que los ayudara a salir adelante y no vivir con el temor constante  de que el jefe los corra y no tener dinero ni siquiera para darle de comer al niño.

Pablo se conformaba con tener para comer, pero Fanny quería más, quería poder darle a su hijo las oportunidades que ella no había tenido.


En una de sus idas al mercado, escuchó al Sr. Néstor, su casero del pescado, que quería vender su puesto, como quien esta escogiendo que pescado llevar, se acercó más, para  escuchar los detalles de la conversación.


- Solo lo vendo si me paga 1500, -dijo Néstor.
- No sea así Don Néstor, yo tengo 1200, pero son en efectivo, contadito pues.
- Por menos de 1500 no me muevo.
- Pieeénselo, es un precio justo.


Fanny sintió que se le paralizaba el corazón, no creía lo que escuchaba, ¿Sería posible que fuera la oportunidad para realizar su sueño?, ella tenía ahorrados 1700 soles,


¿Y si me aventuro a comprar el puesto?, por fin tendría mi negocio propio, Mi sueño hecho realidad –pensó.

- Caserito, ¿He escuchado que quiere vender su puesto? –preguntó Fanny tratando de esconder su emoción.
- Si casera, ya estoy cansado de venir todos los días, quiero dedicarme a otra cosa
- Yo se lo quiero comprar casero, yo tengo los 1500 que usted quiere.
- ¿En serio casera?, no me vaya a estar tomando el pelo.
- Nooo caseero, yo quiero poner mi negocio y tengo una platita ahorrada
- Y qué sabe usted de pescado?
- Bueno, no sé nada, pero usted me podría enseñar, ¿Verdad?
- Por supuesto casera, yo le enseño. ¿Está realmente decidida?
- Claro ¿Cuándo cerramos el trato? Consultó Fanny
- Mañana a las tres en su casa casera, por favor, anóteme la dirección en este papelito.


Fanny no lo podía creer, estaba a un paso de tener su propio negocio, pocas veces se había ilusionado tanto como ahora.


Cuando llegó a su casa, con el corazón acelerado por la emoción, fue corriendo al escondite para comprobar que aún tenía el dinero y que su marido no lo había encontrado y malgastado.

Que feliz estaba, lo volvió a guardar y se puso a hacer los quehaceres de la casa mientras esperaba que llegue su pareja. Apenas lo escuchó llegar, salió presurosa a recibirlo con una sonrisa para contarle la maravillosa noticia que tenía. Cuál sería su sorpresa cuando le dijo
- Pero mujer ¿Qué sabes de pescado? ¿Cómo vas a llevar el negocio?, ¿Cómo te vas a gastar la plata en eso? ¿Y si te va mal? Mejor compramos un televisor.
-  Como que un televisor, porqué me va a ir mal, -le increpó entre molesta y confundida-. Tú nunca quieres nada más, yo quiero mejorar, eres un ave de mal agüero.
-  Yo insisto en que deberíamos comprar el televisor –Dijo Pablo con desdén.


Fanny no lo podía creer, pero aunque le costara el matrimonio, ella estaba decidida a comprar ese negocio, ver a su hijo jugando en el cuarto la llenaba de valor para emprender esta nueva empresa, todo lo hacía por el, no importaba que pensara el conformista de su marido.

Sin decirle nada a Pablo, Fanny recibió a Don Néstor, firmaron un papel que decía que le estaba vendiendo el puesto, le entregó el dinero y acordaron en verse en el mercado al día siguiente para que él le enseñe todo acerca del negocio.

Desde muy temprano, Fanny estuvo esperando para encontrarse con Don Néstor, pero él no llegaba, que distinto se veía el puesto vacio, era un pequeño cuadrado con mostradores de cemento pulido y un lavadero, en los otros puestos ya se encontraban acomodando la mercadería y los clientes empezaban a llegar al mercado.


Ya no debe tardar en llegar –pensó Fanny-, seguro que no ha conseguido movilidad.


Las horas siguieron pasando y Don Néstor no llegaba, Fanny se dio cuenta de que ni siquiera sabía su dirección para ir a buscarlo.


Ya va a llegar – se repetía- debe haber tenido algún inconveniente.

Hacía mitad de la tarde, la cantidad de gente en el mercado empezó a disminuir, y algunos puestos empezaron a cerrar, en especial los de pescado. Por fin se convenció de que Don Néstor no vendría.


Regresó al día siguiente, pero fue la misma historia, todo el miedo reprimido durante esos dos días se apoderó de ella y rompió en llanto, las lágrimas se deslizaban entre sus manos con las que cubría su rostro, pero en eso se armo de valor y se dijo que no se iba a dejar vencer, aprendería de todas formas. Su anhelo de progresar era tan grande que nada la detendría, desde chica había tenido que valerse por sí misma, no sería la primera vez que tenía que luchar, solo estaba segura de algo, no se iba a rendir. Se limpió las lágrimas con la chompa y poniendo su mejor cara empezó a preguntar en los puestos vecinos donde podía comprar el pescado para abastecer su puesto, muchos la mandaban al desvío, hasta que uno se apiadó y le dijo donde compraban el pescado y a qué hora debía ir para encontrar los mejores precios y productos.


Al siguiente día, entró al terminal pesquero del Callao y vio los grandes camiones cargados de pescado, pero ¿Qué comprar?, las personas hablaban en términos que ella no conocía, estaba totalmente atolondrada con el barullo producido por la gente hablando al mismo tiempo. Ella solo tenía doscientos soles que tenían que alcanzar para comprar la mercadería y el hielo, además de sus pasajes desayuno y almuerzo. Decidió no gastar todo y comprar poco para empezar, de todas maneras, ella sola no podría cargar mucho hielo y pescado, ya más adelante se enteraría que el hielo  lo vendían en el mercado donde tenía su puesto y la diferencia de precio era muy poca.

Fanny estaba empapada hasta la mitad de la pantorrilla, no sabía que el piso del terminal iba a estar lleno de agua helada con sanguaza que caía de los camiones de donde bajaban el pescado. Sus bolsas estaban muy pesadas y resbaladizas, con mucho esfuerzo las llevó hasta el paradero para tomar la combi.


Ella sabía que se había demorado en escoger que comprar, pero estaba segura que había hecho una buena elección. Llegó un poco tarde al puesto y ya todos los demás estaban armados y con clientela, no importa –se dijo- me va a servir para ver como pongo el mío.


Colocó el hielo sobre el mostrador y acomodo los pescados poniendo los que eran iguales uno junto a otro, no tenía mucha mercadería, pero al menos había escogido los pescados más bonitos que había visto.


Llego la primera clienta, la felicidad embargaba a Fanny, pero rápidamente surgió un nuevo problema.


- Casera, pésame este, me lo evisceras, lo desescamas y me lo fileteas, regreso en un momento.
¿Y ahora? – Pensó Fanny-

Nada la iba a detener, había visto al casero hacerlo muchas veces, pensó en su hijo y puso manos a la obra. Como era de esperar, el pescado no quedó muy bien.


- Pero casera, que le ha hecho al pescado
- Disculpe dooña, pero es mi primer día, le hago un descuentito para que no se moleste.
  
Y así realizó su primera venta.


En los días posteriores fue agarrando cada vez más cancha, su trato amable y jovial atraía a los clientes. Todo iba viento en popa, pero a los veinte días de haber empezado se le acercaron los de la Junta de propietarios.


- ¿El Sr. Néstor? -Le preguntaron.
- Él ya no viene, me ha vendido el puesto.
- ¿Cómo que le ha vendido el puesto?, a nosotros no nos ha informado nada.
- Pero me ha firmado un papel y todo.
- Los puestos son de la junta, solo los socios pueden ser propietarios, él no ha informado que usted es la nueva socia.
- Pero yo he pagado –dijo Fanny angustiada.
- Lo que ha comprado son los mostradores y el lavadero, si el no viene a informar de la transferencia va a tener que desalojar el local. Tiene una semana.


Fanny sintió que le había caído una piedra sobre la cabeza, el corazón se le aceleró y pensaba ¿Dónde lo ubico? ¿Dónde ubico a este desgraciado? Con razón no da cara. El ha tenido el puesto por más de dos años, alguien debe saber en donde vive.  Empezó a preguntar  en los puestos vecinos hasta que uno le dijo más o menos por donde vivía.


Esa tarde, cerró el puesto, encargo a su hijo con una comadre y se fue  a buscarlo.


Una vez en la zona que le habían dicho pensó ¿Y ahora?, ¿Cómo lo encuentro?, comenzó a tocar en cada casa, preguntando por Don Néstor, el del puesto de pescado, algunas personas no tenían idea, hasta que una señora le dijo
- Don Néstor vive frente a la tienda celeste, a unas dos cuadras para allá.
- Muchas gracias señora –exclamo Fanny agradecida. 


Una vez que llegó a la casa que le había indicado la señora tocó la puerta y justo abrió él.


- Señor Néstor, se ha olvidado de avisar a la junta que me ha vendido el puesto.
- No tengo tiempo de ir –respondió con desaire
- Pero si no va me van a botar del puesto
- Eso te pasa por no averiguar, si te botan yo sigo siendo el socio -le dijo groseramente.
- No me puede hacer esto, Don Néstor
Y le tiró la puerta.


Fanny se sintió indignada por la frescura de aquel hombre que en todo momento supo lo que iba a pasar. Esto no se queda así –pensó- no voy a dejar que me arrebate lo que con tanto esfuerzo estoy construyendo, ahorita mismo me voy a la comisaría para que me digan que hacer.


Entro furibunda a la comisaría y a la primera mujer policía que vio, le dio los detalles de lo sucedido.


Ya en su casa le contó a Pablo
- La policía me dijo que las personas que hacían ese tipo de cosas, segurito que se lo ha hecho a alguien más.
-  Mañana averigua en el mercado, que se ha creído este desgraciado – respondió Pablo.

Al día siguiente preguntando en el mercado, se enteró que el tal Néstor debía plata a varias personas de cosas que había comprado en partes, así que en la tarde se fue a hablar con el, pero se hacía negar. Lo esperó hasta las 10 de la noche, pero no llegó. Al día siguiente después de trabajar hizo lo mismo, pero igual se hizo negar y por más que lo esperó no se apareció.

No me la va a hacer –pensó- me voy a quedar aquí hasta que aparezca. Llamó a su esposo y  le pidió que le traiga una manta y comida para pasar la noche ya que le iba a hacer la guardia hasta que apareciera.

Al día siguiente, temprano el Sr. Néstor salió de su casa y Fanny, que se encontraba escondida detrás de unos arbustos, salió a encararlo
- Don Néstor, como es posible que se haga negar. Usted quien cree que soy.
- Mire casera, yo le puedo devolver la mitad de lo que me dio y la otra mitad cuando me paguen una junta en la que estoy.
- Y usted cree que yo voy a confiar en usted, además usted ya me vendió el local, yo no quiero la plata, quiero que le informe a la junta que me ha vendido.
- Pero caserita por que se pone así, ese puesto no es para usted, ni siquiera sabe nada de pescado. Mejor regrese a su casa a cuidar a su hijo.

Totalmente indignada tomó aire y lo amenazó
-  Que se cree, encima me quiere ofender diciéndome que yo no puedo, he estado averiguando y usted tiene varias deudas por ahí que no ha pagado. Le advierto que si no va ahora mismo conmigo para hablar con los de la junta, nos vamos a unir todos a los que nos debe plata y vamos a venir con la policía y le vamos a dar muchos problemas. Si la policía no puede hacer nada vamos a regresar con palos. Usted decide.
- Creo que ha malinterpretado Doña Fanny, yo le decía esto pensando en usted, de ninguna manera quería perjudicarla.
- No me venga con palabrería y vamos ahora mismo o se va a arrepentir.
-  Yo me acerco hoy en la tarde
- De ninguna manera, si no viene conmigo ahora le voy a hacer un escándalo del que se van a enterar todos sus vecinos.
- Bueno casera, no se ponga así, vamos.
  
Esa mañana se arregló la transferencia del puesto. Fanny tuvo muchas más trabas y penurias, pero eso es ya otra historia.


Con su trabajo construyó su casa y educó a sus dos hijos, ahora ellos tendrán más oportunidades. No importa que tenga artrosis en el brazo derecho por trabajar con tanto hielo, ni las manos destrozadas por las escamas, que importa su cansancio si con su esfuerzo logró sus metas. Ahora ellos están en institutos y van a conseguir buenos trabajos.


El puesto  ya que no puede trabajarlo más, la artrosis no se lo permite, pero no importa cuál fue el costo, nunca le importó.

3 comentarios:

  1. Muy lindo y conmovedor me encantó aunque según aprendí en el nivel básico me parece que en lugar de 1700 tendria que poner letras: mil setecientos

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Gracias Marlene

    José Alejandró también me indicó este error. Siempre son buenas las críticas, así se aprende más.

    Saludos
    Tatiana

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