Julián Cervantes
Mientras se encontraba echado en su cómodo sofá viendo la
televisión, a Adrián, justo antes de irse a dormir, le pareció escuchar una
inocente pero juguetona risa de un niño, acompañado de unos pequeños pies que
se movían de manera acelerada por el hall de su departamento, esto lo
sorprendió, ya que pese a llevar casi cinco años casados con Sara, no tenían
hijos. Su corazón empezó a palpitar tan rápido que se podía ver como se movía
su pecho a través de esa vieja y desgastada camiseta del colegio que usaba como
piyama.
En el momento que se
incorporaba para salir del cuarto, agarró el control remoto y apagó el
televisor, en ese instante, vio de reojo una pequeña sombra, como la de un
niño, que atravesó la oscuridad del largo hall que recorría de lado a lado todo
su apartamento, esto reafirmó su teoría de que algo extraño pasaba en su casa.
–Mierda, hay fantasmas
en mi casa –se dijo para sí mismo.
Totalmente incorporado, no quiso llamar a Sara, que se
encontraba en el baño del dormitorio principal, al final del largo pasillo,
desmaquillándose para dar por terminada la jornada del domingo y acostarse a
dormir. La sombra que vio correr se dirigía a la cocina, así que fue en su
búsqueda, dando pasos lentos y con mucho sigilo. No alcanzó a dar más de diez
hasta que tuvo su primer susto.
–¿Qué haces?
La voz de Sara a sus espaldas
hizo que su cuerpo se estremeciera pero que no reaccionara de manera brusca
gracias a lo familiar que la encontraba. Volteó a mirarla con su dedo índice atravesando
verticalmente sus labios. Ella intrigada por lo extraño que estaba actuando lo
siguió con el mismo ritmo lento y sigiloso rumbo a la cocina. Tres pasos más
tarde un segundo susto vino, inesperadamente la luz de la cocina se encendió,
lo cual hizo que los dos se miraran con cara de pánico. La reacción natural de
ella fue pegarse a él. Cuando Adrián, logró asomarse a la puerta de la cocina y
vio todo el panorama de la situación, su cuerpo dejó de estar encorvado y tenso
como el de un gato a la defensiva, su semblante cambió, ahora estaba erguido y
con una expresión de extrañeza y curiosidad en el rostro, el miedo ya no se le
reflejaba en la cara. Tomó a su esposa de la mano y halo hacia él para
mostrarle lo que sucedía en la cocina. Ella también cambió su aire, ya no
estaba asustada, pero su rostro reflejaba que lo que vio en la cocina,
realmente la desconcertaba.
Una chica de entre treinta y treinta y cinco años, de
contextura media, pelo castaño y recogido en una cola de caballo, estaba en la
estufa de la cocina friendo algo, dos pequeños niños, uno de unos ocho y el
otro, un poco más pequeño estaban sentados en el frío piso de baldosa jugando.
La similitud entre los dos infantes denotaba que eran hermanos y el bronceado
color de la piel de los tres intrusos hacía que cualquiera que los vea por la
calle se dé cuenta que se trataba de una madre con sus dos hijos. Adrián
carraspeó para llamar la atención de los extraños invasores, aferrado a la mano
de su amada y bella esposa para demostrarle que todo iba a estar bien. El
sonido que hizo no bastó para que la chica interrumpiera su labor, –Buenas
noches –dijo Adrián con un tono firme y autoritario, nada común en él ya que su
personalidad era más bien relajada y curiosa. La chica no se sorprendió pero sí
dejó el sartén y la espátula que tenía en sus manos, y lentamente se dio la
vuelta para dar la cara a los dueños del lugar, mientras se secaba las manos
con uno de los trapos que había en la cocina.
–Buenas noches –respondió la chica con una sonrisa amable en
el rostro.
Sus profundos ojos negros se achinaban, sus rojizos cachetes
hacían aún más redondo su rostro, dándole un toque de inocencia a su sonrisa,
que pese al contexto de la situación hacia que tanto Adrián como Sara se
sintieran en confianza de manera inmediata. Los dos pequeños niños se
levantaron del suelo y se escondieron detrás de las piernas de su progenitora.
Esta con un tono de voz amable pero autoritario les ordenaba que fueran
educados y devolvieran el saludo. Aun escondidos en la falda de su madre, en
coro respondieron con timidez la cortesía por parte del dueño de casa.
Un delicioso y dulce
olor a plátano frito envolvía la cocina, haciendo que la extraña situación se
volviera un poco más familiar para la pareja.
–¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? –le preguntó
Adrián a la intrusa.
–Mi nombre es Daniela
y vengo del futuro para ayudarles –respondió la mujer con tal seriedad que
desconcertó al joven matrimonio.
–¿Perdón? –interrumpió Sara volteando a mirar
a su esposo que también tenía una expresión de incredulidad única. Daniela
esbozó una leve sonrisa en sus carnudos labios.
–Vengo del futuro para
ayudar a la señora Sara en su embarazo.
La cara de la pareja era cada vez peor, su desconcierto
seguía creciendo y la desconocida no los sacaba de su asombro, peor aún, les
planteaba más preguntas en sus cabezas.
–¿Esta es tu forma de decirme que estás embarazada? –dijo
Adrián al mismo tiempo que volteaba a mirar a Sara que sin regresar a ver y sin
dejar su expresión de asombro, meneaba la cabeza negando que todo fuera idea
suya.
–No señor, ella no está embarazada todavía, el próximo fin
de semana va a quedar en cinta y yo estoy aquí para ayudarlos en el proceso y
la crianza del niño –interrumpió Daniela.
Sara y Adrián ya con sus pijamas puestas no salían de su
asombro, simplemente se sentaron en el pequeño comedor de madera falsa para
cuatro personas instalado en la cocina. Sus rostros incrédulos y sus ojos
llenos de preguntas miraban lentamente para todos lados, de repente sus ojos se
cruzaban en medio del espacio para generar más preguntas en sus cabezas. Ella se
acercó sin que la vieran y puso un plato
de comida frente a cada uno de ellos, los plátanos fritos que se estaban
haciendo cuando todo esto pasó, los devolvió a la realidad.
–A ver si entendí
–dijo Adrián. –Usted se llama Daniela, y ¿viene del futuro a ayudarnos con un
bebé que todavía no esta ni siquiera concebido?
–El próximo fin de
semana se va a concebir –respondió la mujer con tanta confianza que hasta el
más desconfiado le creería.
–¿Qué tanto nos va a ayudar? ¿A concebirlo también?
–interrumpió Sara.
Adrián de manera
pícara volteaba a mirar a su mujer asintiendo con la cabeza para aprobar su no
nombrado plan de formar un trío con la desconocida y su esposa.
–Señora, no diga eso
por favor –dijo Daniela con una sonrisa en el rostro dando por bien recibida la
picante broma. –Vengo de lo que ustedes llamarían el año 150.486 después de
Cristo, mas o menos, ese conteo ya no se utiliza, pues resulta un poco ilógico
anotar tal número en cualquier tipo de formulario en el que toque poner la
fecha.
Adrián con su acostumbrada glotonería ya estaba comiendo los
delicioso y dulces plátanos fritos que estaban en su plato, mientras escuchaban
la interesante historia de Daniela. Sara no dejaba de mirarla con cara de tener
muchas preguntas para hacerle, los dos pequeños niños ya estaban nuevamente
sentados en el piso jugando entre ellos.
–Tengo una pregunta,
¿qué pasa si mi esposa y yo no tenemos relaciones sexuales el próximo fin de
semana? –preguntó él, todavía masticando el sabroso bocadillo que Daniela les
había preparado.
–Mi viaje en el tiempo
no tendría sentido y regresaría a donde estaba para que me asignen un nuevo
trabajo –respondió mientras estaba parada en la cabecera de la mesa
rectangular.
–Si vienes del futuro, tú sabes lo que va a pasar con
nuestras vidas, cuéntanos, ¿como vamos a ser más adelante? –preguntó Sara con
gran emoción.
–Lamentablemente la
única información que me dieron sobre ustedes eran sus nombres, me mostraron
imágenes suyas y que el próximo fin de semana iban a concebir un bebé con el
que van a necesitar ayuda.
–¿Por qué vamos a
necesitar ayuda? –preguntó Adrián con algo de preocupación en el rostro– ¿Va a
nacer enfermo? O tal vez va a ser un mutante incontrolable con poderes que
intentará conquistar el mundo…
–¡Adrián! –Interrumpió
Sara la imaginación divagante de su esposo.
Una sonrisa en el rostro de Daniela dio a entender que las
palabras de Adrián la entretenían.
–La verdad, esa es una pregunta que no podría contestarles,
a mi simplemente me dicen que es lo que tengo que hacer a donde llegar y una
carpeta en la que hay un detallado resumen de cada uno de ustedes.
–¿Por qué nosotros?
¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? –preguntó Sara
–No lo se a ciencia
cierta. Compatibilidad me imagino. Seguramente mi personalidad, mi rostro y
otras cualidades que tengo, harán que gane su confianza rápidamente. ¿O me
equivoco?
Más preguntas rondaban
en la cabeza del joven matrimonio.
–¿Cómo nos conocen? ¿Quién
le da esta información? –cuestionó Adrián.
–Hay gente que
proviene del futuro y los estudia durante toda su vida desde compañeros de
colegio, de trabajo, amigos cercanos, vecinos e incluso extraños con los que se
cruzan en la calle tienen como labor estudiar a cada uno de los seres que
habitan, habitaron o habitarán en el planeta tierra. –dijo Daniela durante su
caminata a la refrigeradora con el fin de sacar algo de tomar para Adrián, que
en ese momento empezaba a comerse los plátanos fritos del plato de su esposa.
–Eso es un montón de trabajo, ¿Quién paga eso? ¿De dónde
sacan a toda la gente para hacerlo? –preguntó Sara haciendo esfuerzos en vano
por recuperar el plato con los apetitosos plátanos fritos.
–Nadie, en el futuro
el concepto del dinero es algo obsoleto, todos tenemos todo lo que queremos,
pero el ser humano por naturaleza necesita ocupar su tiempo, así que lo que
ustedes llaman trabajo, para nosotros no es más que una actividad de nuestro
día a día, lo que hacemos, se hace por verdadera vocación. –Contaba Daniela
mientras servía dos vasos de jugo para sus nuevos jefes.
–Pero para que pasar el tiempo trabajando si puedes tener
todo lo que quieres sin necesidad de hacer nada, yo pasaría viajando y viviendo
como rey. –Dijo Adrián para botar a la basura el mundo anticapitalista que
pretendía venderles Daniela –la vida es muy corta para perderla trabajando sin
un fin.
–Esa es la diferencia,
la vida ya no es corta, la gente vive eternamente, la medicina es tan avanzada
que cualquier mal o enfermedad se cura en segundos, yo tengo setecientos
cincuenta años.
–¿Y la sobrepoblación
mundial? –preguntó Sara muy preocupada
–Migramos, no a
lugares, sino a momentos.
–Volviendo al tema del
bebé, si no tenemos a nuestro hijo como dices tú, ¿eso no creará un universo
alterno en el futuro donde la realidad sería diferente a la que conoces? –preguntó
Adrián. Su esposa lo miraba sorprendida por lo profunda y científica que sonaba
su pregunta –¿qué? Me acordé de la película Volver al Futuro –dijo él para
aclarar de donde salía sus nuevos dotes científicos.
–No, lamentablemente el ser humano es tan pequeño que su
trascendencia a través de una historia tan larga es irrelevante. Por eso vengo
de tan adelante, entre más espacio de tiempo hay entre nosotros, menor será el
impacto de sus actos en mi realidad. Ustedes conocen personas que cambiaron el
mundo en estos dos mil años, pero como todo recuerdo, el tiempo va borrando las
cosas que se hacen o dejan de hacer, las historias se dejan de contar, resultan
caducas y el planeta vuelve a su curso normal después de unos miles de años
–respondió Daniela sacando de una gran duda a la pareja.
Adrián tomó de un solo trago todo el vaso de jugo que ella
le había dado anteriormente. El asombro de los dos era cada vez más grande.
Parecía que Daniela tenía una respuesta a cada duda que la joven familia tenía.
–Mamita, ya tengo sueño –dijo uno de los pequeños. Sara se
levanto de la mesa y decidió unánimemente instalar a los viajeros del tiempo en
la habitación de huéspedes que normalmente usaban como cuarto de televisión.
Un sofá cama moderno muy acorde con la decoración sobria de
muy buen gusto del departamento, se convirtió en la posada momentánea de los
dos niños. Sara acomodó a los pequeños, no sin antes contarles un cuento y
arroparlos para que se sintieran cómodos. La conversación entre los adulto no
terminó ahí, las horas pasaron, llegando así el amanecer.
Daniela sin recibir
orden alguna inició con la preparación del desayunos, mientras las preguntas
seguían. La sonrisa siempre cálida y amable de la extraña, hacía que cada vez
pierda más sentido, denominarla con ese adjetivo. El olor del café hizo caer en
cuenta a la pareja que la noche había terminado, pero las preguntas no dejaban
de rondar por la cabeza de los dos jóvenes profesionales.
–Necesito que me
saques de una duda, ¿qué pasa si yo decido contarle tu historia a la gente, si
hago público todo esto? –preguntó Adrián sin ningún interés evidente de que
fuera a hacer esto.
–La gente no lo creería, lo llamarían loco. –Le respondió
Daniela con una amabilidad tal que lo fuerte de la palabra paso desapercibida,
pero sí dejó marcada la conversación.
El día transcurrió con
relativa naturalidad, Sara fue a su oficina, en la cual se desenvolvía como
exitosa abogada y Adrián que gracias a su gusto por las letras podía trabajar
como editor en una revista enfocada en la sátira política. Para ellos no les
quedó otra opción que aceptar a la visitante, que pese a ganarse la confianza
de los dos, no dejaba de ser una extraña en su hogar. Llegó la noche, todos
estaba reunidos nuevamente en el departamento, y por supuesto nuevas dudas
salían a flote.
–¿Quién distribuye el
trabajo, nunca nos respondiste quién te asignó que vinieras a trabajar para
nosotros? Preguntó Sara comiendo lo que Daniela había preparado para ellos.
–La persona que estaba detrás del mostrador cuando fui a
solicitar un nuevo trabajo. Atrás de él hay una infinidad de personas con datos
recolectados a través de los tiempos sobre los habitantes de la tierra,
millones de procesadores seleccionan mediante algoritmos las posibles
combinaciones de trabajo para mi, no todas las personas en la historia llegan a
conocer la verdad sobre los que vienen del futuro. –contestó Daniela mientras
terminaba de hacer quehaceres domésticos –no todos necesitan de nosotros.
–Y si una persona
cuenta esta historia y coincide con otra que también la conoce y se corre la
voz y se logra un gran alboroto, todo esto puede cambiar nuestra historia –dijo
Adrián al mismo tiempo que empezaba a jugar con los hijos de Daniela.
–Los mismos algoritmos se encargan de que ese tipo de cosa
no sucedan. De seguro muchas personas a través del tiempo las han contado, no
tengo esos datos, no se de nadie que puede aprenderse cientos de miles de años
de historia. –contestó Daniela dando de baja una nueva teoría de conspiración.
–Entonces nadie es
dueño de su destino, miles de procesadores son los que manejan nuestras vidas
–dijo Sara con indignación en su rostro.
–Procesadores, computadoras, destino, fe, dios… dile como tu
quieras siempre va a ser lo mismo, cualquier pequeña cosa cambia y marca el
destino de cada uno de nosotros pero somos tan pequeños y tan insignificantes
que no tenemos trascendencia en el universo, el momento que el ser humano se
dio cuenta de eso, cambió su mentalidad y decidió aceptar su destino –le
explicó Daniela a los dos esposos que cada vez más admitían lo que estaba
sucediendo.
–Pero ¿Quién creó esa
computadora? ¿Quién descubrió que era posible viajar en el tiempo? Esas
personas cambiaron el mundo y sin embargo ¿No tienen trascendencia en la
historia? –preguntó Adrián, que cada vez se hacía más amigo de los niños.
–Te voy a responder
esa pregunta con otras preguntas, ¿Quién inventó la rueda? ¿Quién descubrió el
fuego?
La interrogante
planteada por Daniela los dejó maravillados, y dio por terminado el día, todos
los habitantes del departamento se fueron a finalizar su jornada, Sara ayudando
a Daniela a acostar sus hijos y Adrián evitando que esto suceda, incitando a
los pequeños a que pasen un entretenido rato con un juego que había preparado
para ellos.
Los días pasaron y la cabeza
tanto de Adrián como de Sara estaban todo el tiempo en su huésped, nunca se pusieron
a pensar en un posible bebé.
Llegó el último día de
la semana, el plazo para concebir se había terminado al parecer el trabajo de
Daniela no sería completado.
Adrián, lleno de
imaginación debido a su profesión llegó con una nueva pregunta, esperando que
la respuesta le ayude con su futuro personal.
–No sé si sabes, pero
siempre quise escribir un libro, y tú serías un tema perfecto. Contaré al mundo
todo lo que hemos vivido durante estos días –expresó con ánimo de desafiar a
Daniela a que lo impida, todo como parte de una prueba para ver los límites de
una sociedad futurista.
–Qué bueno Adrián, me alegro que te sirva de fuente de
inspiración –le respondió con evidente alegría.
–¿No te preocupa lo
que te dije?
–Para nada. Es más,
espero que tu novela se convierta en un gran éxito mundial. Yo se que el tema
económico es una fuerte preocupación para ti en el caso de tener un hijo, y poder
crear un libro que llegue a todo el mundo, eliminaría esa carga de tus hombros.
–De ser así me podría
convertir en el nuevo Julio Verne –observó Adrián alzando su mirada sonriendo
con una expresión soñadora.
–¿Quién? –preguntó.
–¿Julio Verne?…
¿Ciencia ficción? ¿Capitán Nemo? ¿Viaje a la luna? –preguntó Adrián para ver si
alguno de los términos y nombres le resultaba conocido a Daniela. Ella
simplemente negaba con la cabeza.
–Era un escritor, de ciencia ficción que en sus libros
predijo o se acercó mucho a cosas y sucesos que realmente pasaron muy adelante
a su tiempo –la ilustró.
–Es probable que a él alguna vez lo visitó alguien del
futuro y como resultado de sus conversaciones surgieron esos temas tan
adelantados a su época –le propuso Daniela como una teoría a Adrián por la gran
inventiva de uno de sus escritores favoritos. La expresión en el rostro de él
fue una mezcla entre sorpresa, desazón e incertidumbre.
–Lamento informarles que no estoy embarazada y el tiempo que
nos dijiste terminó. Tu trabajo no cumplió su objetivo –interrumpió Sara al
entrar a la cocina donde se habían reunido los tres durante todas las noches de
esa semana.
–En el trabajo
asignado me dicen lo que tengo que oír para cumplir mi meta, no siempre es
literal lo que va a suceder. Ustedes dos que son tan reacios a los niños,
lograron convivir sin problema junto a mis dos hijos durante este tiempo,
además Adrián tiene un tema del cual puede escribir y convertirse en alguien
célebre. Es verdad que vengo del futuro pero eso no quiere decir que lo
conozca, ni que lo pueda cambiar. Mi finalidad es cumplir mi trabajo, ese es mi
rol en la sociedad. Lo que suceda con lo que yo hago no es de mi interés.
Recuerden que la falta de objetivos materiales hace que la ambición del ser
humano cambie –estas fueron las últimas palabras de Daniela que simplemente se
desvaneció de la misma forma en la que el viento se lleva la arena que se nos
cae de las manos.
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