jueves, 26 de noviembre de 2015

Como mariposas

María Elena Rodríguez


Los cuerpos son temporales,
son personajes oníricos.
Grafiti pintado en una enorme pared blanca.


El tono de voz de Armando Lomar, médico psiquiatra, es suave, apacible. Se muestra  piadoso cuando Gloria y Ana, tía y abuela de Rosario, lloran desconsoladas al saber que bajo esa sábana amarillenta de bordes deshilachados, yace su cuerpo sin vida. En medio de la conversación, entran a la habitación dos mujeres, son las encargadas de la limpieza, su presencia se torna perturbadora para las visitantes, cada paso que dan, provoca un crujido persistente sobre el viejo tablado.

—La vamos a trasladar para cumplir con los protocolos que exige la Secretaría Pública de Salud y así poder registrar el acta mortuoria. Pueden volver más tarde. Lo sentimos mucho, era una niña llena de bondad… le llegó la hora de descansar.

—Gracias doctor —dijeron las parientes de Rosario, en medio de sollozos.

Gloria y Ana se retiran, el regreso a casa es custodiado por la culpa que empieza a mortificarles; en el autobús, los delirios llenan sus cabezas; se mezclan muchas cosas, todas extensiones de sus propios sueños: neurosis, desamor, mentiras, imágenes y vivencias junto a esa nieta y sobrina que seguramente, en esos precisos momentos, estará mucho mejor que ellas; así lo pensaron, cada una a su manera y con resignación.

En el  Centro de Ayuda Integral para Adolescentes (CAIA) se alberga a pacientes con adicciones y desórdenes congénitos; el lugar depende administrativamente de la Secretaría Pública de Salud, funciona en una antigua edificación construida a inicios del siglo pasado, su presupuesto es precario pero regular.

Al CAIA se incorporó laboralmente hace una semana, Nelsy Sacramento, están  acondicionándole un espacio provisional en la unidad tercera para que ingrese los datos de las historias clínicas de cada interno; han instalado la red de sistema informático;  en  las dos primeras secciones del centro, ella ya registró los datos, no le tomará más de un día hacer lo mismo ahí. Hasta que  coloquen su computador se dio tiempo para transmitir mensajes desde el teléfono celular a su novio:

Nelsy butterfly: …estoy en descanso, todavía no terminan de arreglar escritorio con la compu…
Gordo precioso: ¿Cómo irás vestida esta noche? linda kmo siempre???
Nelsy butterfly: jajaja lindoooooo, siiiiiii. Estoy happy ya me probé mi vestido, y me pusieron las pestañas postizas.
Gordo precioso: glup! wou ahora como te veso…beso jiji…

Nelsy deja de chatear, el doctor Lomar despidió a las familiares de Rosario, sale de la  habitación y se dirige hacia ella; está parada en un rincón que le ofrece una  vista a todos los aposentos y al jardín en el que se encuentra una vieja pileta edificada con piedras que lucen enmohecidas, y desde cuyo centro brota defectuosamente un tímido chorro de agua. Nelsy se restriega el párpado derecho, todavía no se acostumbra a las pestañas postizas. Hace tres semanas  obtuvo el título de bachiller como técnica en informática y sistemas. Tiene razones para estar feliz: inmediatamente logró una plaza de trabajo en el CAIA, y sobre todo, esa noche, es su fiesta de graduación.

—La información en este pabellón es precaria, pero ahora, con ayuda del sistema, inclusive quiero que consten todas las visitas que tiene cada paciente, ¿hay función para eso? —pregunta Lomar a Nelsy.

—No específicamente doctor, pero se puede añadir un dato así en observaciones, eso es muy sencillo —responde ella con gran solvencia, le encanta la computación.

—Bien, tome en cuenta que aquí debe usar mandil, identificación y no mascar chicle, son las reglas.

Armando Lomar, luego de esbozar una sonrisa, se retira a su  despacho ubicado al final del pasillo, el cual  termina en un  enorme portón color café que cubre casi toda la pared blanca; al extremo del mismo, de forma temporal, está el improvisado rincón de trabajo de Nelsy. Después de unos minutos pasan frente a ella un hombre y una mujer vestidos con mandil azul, llevan una camilla e ingresan a lo que fue hasta hace unas horas, la habitación de Rosario.

Aproximadamente a las nueve de la mañana, los internos e internas de ese pabellón, luego de ser atendidos por las enfermeras en tareas de aseo y suministro de medicinas, son conducidos al patio comunal, ahí reciben su ración de comida e interactúan con todos quienes viven en el centro.
Para quienes creen en la inmortalidad de las almas, lo que pensaron por separado y en distintas formas, tía y abuela de Rosario, era muy cierto; en ese preciso instante, ella debía estar mejor, libre y despierta del sueño de una vida no muy generosa durante sus casi diez y seis años de paso por el mundo.
—¡Es una niña! —dijo la obstetra en el momento mismo que recibió a Rosario y la entregó a los brazos de Marco, su padre,  él asistió al parto.
Nacida del vientre de Graciela, a temprana edad le detectaron un problema en el corazón, era congénito; por falta de oportuna atención este se fue agudizando y se convirtió en una dura prueba para la pequeña familia.
—Juntos podremos enfrentar esto, ¡no debemos desanimarnos! —insistía Marco cuando consolaba a Graciela, ella vivía afligida por las evidentes limitaciones de su hija; a veces, en el fondo, él  también  flaqueaba de la desesperación.
Marco decidió ir a buscar trabajo en España para mejorar sus ingresos, ¡y vaya que lo hizo!, era la época de bonanza para la mano de obra sudamericana; tenía un título técnico en plomería y soldadura, así que su especialización le ayudó encontrar trabajos bien remunerados. En principio los aportes que recibía Graciela, le permitieron llevar una holgada vida; además de cubrir las demandas de salud de Rosario, los beneficios se hicieron extensivos hasta su madre y hermana. Como suele suceder en muchos de esos casos, ese flujo de dinero no compensó las carencias afectivas que poco a poco se tornan más evidentes, y que perjudican tanto a emigrados como a quienes se quedan. Marco empezó a fallar con los envíos de remesas, llamaba poco por teléfono; finalmente, un día canceló su línea celular. En adelante, la madre de Rosario, inicia una travesía abismal en busca de su esposo.
—¿No dejó ningún teléfono?, ¿cómo que abandonó la pensión?, debe haber dejado alguna información —era el reclamo angustioso de Graciela.
—Sinceramente le voy a decir lo que pasó señora, Marco dejó esta ciudad. Sí… sí… está vivo. Está pagando puntualmente un préstamo que hizo en una pequeña financiera que ayuda a migrantes —fue la última noticia certera que tuvo.
La vida de Graciela se volvió insostenible, a pesar de que tenía un trabajo, este no le permitía sufragar los gastos, adicionalmente, y de forma absurda, la relación con su madre y hermana se deteriora, o tal vez muestra su verdadera cara, ellas  también  son afectadas por  la carencia de dinero.
—Tienes que ayudarme para las medicinas, tú tienes trabajo Graciela, yo no puedo dejar sola a nuestra madre —le decía siempre Gloria, quien estaba al cuidado de Ana que padecía  diabetes, ella no trabajaba.
Graciela se vuelve ausente, el afecto y atención  hacia Rosario decaen; la niña ya  había cumplido los catorce años; casi no creció, era muy delgada, hablaba poco, por su problema del corazón, el tono azulado de la piel le daba un aspecto muy triste. Sus estadías en  la escuela y  colegio fueron complicadas, no podía hacer esfuerzos, era más bien retraída, y ahora, aquella falta de interés de su madre la fue alejando más del  mundo,  entonces, ella empezó a construirse uno paralelo, a su antojo.
Rosario dejaba rondar fantasiosamente en su cabeza la  persistente remembranza de los domingos familiares, ella y sus padres; la entrada al jardín botánico municipal y luego el paseo por un invernadero donde había una reserva de mariposas, mariposas de todos los colores, que se posaban en cualquier parte del cuerpo de los visitantes; a ella le hechizaba mirarlas cuando les ofrecía el dedo índice para que se pararan ahí, en ese instante desaparecían todas sus limitaciones, se sentía fuerte, feliz.
Cuando estaban juntos todavía, en su casa, aprendió a dibujar las mariposas y luego Graciela  que gustaba de la costura le enseñó a bordarlas.
—Hasta que vuelva papi vamos las mariposas, vamos las mariposas mamiii —decía Rosario a su madre, con su precario lenguaje.
—Otro día Rosario, otro día…
 Graciela se la pasaba echada en la cama, deteriorándose por la depresión; empezaron a molestarle las deudas. Durante el tiempo que recibía el dinero de Marco, su ritmo de gastos aumentó considerablemente. Ahora, su madre y hermana, solo le visitaban para presionarle.
—¿Y qué vas a hacer?, ¿no será que tiene otro hogar?, —le dijo un día su madre, era cruel cuando le hablaba, no tenía prudencia ni compasión.
—Verás que no se puede descuidar el tratamiento de Rosario —también intervenía su hermana, sin aportarle absolutamente nada.
La vida se volvió un agobio, de forma secreta planificó su viaje a España para buscar a Marco, tenía clara información de que estaba vivo, y lo que era peor, de que tenía otra mujer. Renunció a su trabajo, vendió parte de su mobiliario, habló con su madre, y como le dejó una importante suma de dinero y lo que le quedó de los enseres de la casa, ella aceptó el encargo de quedarse con Rosario, con la expectativa de que inmediatamente recibiría sus remesas, apenas consiguiera empleo.
—No dejes de bordar  mariposas, cuando tengas muchas,  miles, millones, ellas podrán elevarte y te llevarán donde yo voy a estar, ahí te esperaremos con papi —le dijo Graciela a su hija mientras un amargo abrazo las despedía, algo  oprimía su corazón de madre.
También dejó una buena dotación de medicinas y retazos de tela con  muchos hilos para que Rosario borde las mariposas, sabía que eso la ponía feliz, o quizás, secretamente descubrió que esa distracción de su hija le permitía a ella, al no darle atención, sumergirse más en su dolor.
—¡Mujer recién empiezas a trabajar y ya pides un préstamo, encima quieres salir de la ciudad… ¿qué, quieres permiso?, pues estás equivocada, ¡por lo menos cumple el año!
Graciela dio con las pistas de Marco, ya no vivía en Madrid, estaba en el sur de España, en Meliá. En algún momento lo iba a hacer, llegaría de sorpresa, tenía mucho dolor, y sobre todo, celos.
—¡Pero Gloria, Rosario no puede pasarse solo dormida, debe estar en actividad!
—Yo bastante tengo con atender a nuestra madre, verás que ella también necesita medicinas. Rosario por lo menos pasa el tiempo solo bordando cuando se despierta, eso la calma, a veces se pone histérica y agresiva, ¿sabes?, mejor sería que mandes a ver por ella. Esto se está poniendo difícil, tú sigues en tu locura de perseguir a un hombre, yo no puedo con esto.
Ese era el tono de los diálogos telefónicos que mantenía con su hermana o a veces con su madre, nada halagador, rara vez habló con su hija.
Gloria y Ana comenzaron yendo al CAIA por  ayuda ambulatoria para Rosario, pero finalmente pidieron que sea recibida como interna en el lugar, alegaron incapacidad para cuidarla, manifestaron que su madre desapareció y que no tenían recursos para atenderla, nunca le contaron a Graciela lo que hicieron, pues los contactos con ella también disminuyeron, al igual que Marco, fue distanciándose en su relación con la familia y casi no mandaba dinero. Por allá, ella empezó una vida de tumbo en tumbo, perdió su primer empleo, y optó por otros de menos remuneración y beneficios laborales, en bares,  cafeterías y en un mercado de hortalizas.
Albergada en el CAIA Rosario, era más bien inofensiva, recibía tratamiento, y encontraron como una buena opción el dejarle que  borde mariposas, eso la conservaba estable y entretenida. Así, a ese ritmo, pasaron dos años.
El doctor Lomar después de casi media hora volvió donde Nelsy; ella ya estaba trabajando en el escritorio, llevaba puesto el  mandil blanco, tenía junto a un bolsillo dos prendedores de mariposas escarchadas, y en su identificación colgaba un pequeño oso  gris de peluche con ojos en forma de corazón rojo, regalo de su novio en el día del amor.
—Estos son todos los archivos existentes en este pabellón, ingrese la información que encuentre, las dudas que tenga las escribe aparte, luego revisaremos juntos para completar los datos, caso por caso; haga primero esto —le dijo el doctor, a la vez que le entregaba un fajo de carpetas viejas.
Mientras le hablaba no dejaba de fijarse en los adornos que llevaba Nelsy, estaba serio, pero luego sonrió.
Nelsy seguía ingresando datos en la computadora, justamente le llegó la historia clínica  de Rosario, los detalles eran limitados, preguntó a una enfermera la causa de su muerte, para tal caso, el registro del sistema exigía algunos datos médicos, anotó en una libreta toda la información faltante para luego conversar con el doctor Lomar. Estaba empeñada en su trabajo, pero igual, se dio tiempo para enviar unos mensajes por celular a su amiga Karina.
Nelsy butterfly: holaaaaa amiguitaaaaa
Kari: holaaaa
Nelsy butterfly: estaré hta las cinco
Kari :no te olvides q a las 6 es cita en la peluquería
Nelsy butterfly: siiiiiii… pero solo necesito peinado, yo me maquillo, y ya puedo mover mejor los ojos, jajaja…. ya no me estorban las pestañas postizas. Bye. sigo trabajando.

Nelsy interrumpió su diálogo cuando se fijó que al frente de ella llevaban el cuerpo cubierto de Rosario, tuvo un estremecimiento especial, la habitación estaba muy cercana y se notaba que seguían  haciendo la limpieza; más adelante, empezaron a sacar algunas  cosas: cartones, sábanas, y muchas telas con mariposas bordadas, mariposas que para Nelsy  eran su signo, su leitmotiv, su fetiche. Cuando era pequeña tenía las pestañas tan grandes que cada parpadeo suyo emulaba a un aleteo de mariposa, así le decía su abuela, de ahí que quedó con ese apodo,  Mariposa; ya de adolescente, sus amigas en el colegio la bautizaron como Nelsy butterfly, a pesar de que  sus pestañas ya no eran tan largas como antes, por eso, para ocasiones  especiales, se ponía unas postizas.
Pobrecita, parece que le gustaban mucho las mariposas… como a mí…
Nelsy se santiguó cuando pasaron con el cadáver frente a ella, cerró los ojos, en ese momento, obró en su entorno un efímero vacío total, luego volvió a lo suyo.
Rosario Juliana Amores Carmona, diez y seis años, instrucción primaria, nacionalidad, fecha de nacimiento, nombres de los padres, síntomas, referencias, todo incompleto. Al visualizar esa historia clínica entendió que era un ser abandonado, sin amor, por  instantes, su emoción y entusiasmo por la fiesta de graduación se paralizaron, pensó que apenas le llevaba dos años, sintió pena, impotencia; pero le  seguían entrando a su teléfono mensajes, volvió en sí,  esta vez, era del grupo de WhatsApp que tenía con sus padres y hermano. 

Papi hermoso: mijita linda ya me entregaron terno de la lavandería. Voy a hacer el padre más guapo.
Nelsy butterfly: ahhhh…chistosito, precioso. No te pondrás cursi.
Mami loquilla: mija, qué manera de tratar a tu padre.
Nelsy butterfly: uyyy…no sermón telefónico por favor. Estoy trabajando. Plancharán mi vestidoooo. Les quiero
Hermano lobo: igual vas a estar fea jajajaa…
Nelsy butterfly: calla engendro del diablo jajajaa…no molesten estoy trabajando…no vemos de noche.

La habitación que ocupaba Rosario, quedó vacía, las paredes desgastadas y húmedas albergaban una frecuencia insonora de voces perdidas…
…hasta que vuelva papi vamos las mariposas hasta que vuelva papi vamos las mariposas no dejes de bordar miles millones muchas ellas te elevarán y te llevarán donde voy a estar hasta que vuelva papi tu madre no nos manda dinero no sobres nada de la comida que no es gratis mami Marco mariposas vuela vuela vamos las mariposas ahí te esperaremos vamos las mariposas miles miles miles ya miles miles mariposas vamos las mariposas… papi mami vamos…
La última noche, Rosario, como poseída por una fuerza especial, bordó hasta la madrugada mariposas, tenía fiebre muy alta. Mientras ella seguía con su tarea,  en las raídas paredes blancas se proyectaban como si fuera una pantalla, varias imágenes que transcurrían todas paralelamente: su madre deambulando por  calles y oscuros pasillos, su padre cargando bultos en algún puerto, trabajaba de  estibador, su abuela que rezaba en la iglesia y su tía aguardaba un turno en una casa de empeños, se despedía llorando de unas medallas de la virgen, a las cuales besaba insistentemente; luego de la última puntada cerró los ojos y se sumergió en un ahogado aliento,  su débil corazón dio un latido final.
Después de que se llevaron el cuerpo y las pertenencias de Rosario, entró otra vez a la habitación el  doctor Armando Lomar, se quedó en silencio por breves segundos, de forma pausada, como a hurtadillas, el viejo tablado crujió, después todo se transmutó en  silencio, la cortina floreada que estaba junto a la cama se elevó un poco por  fuerza de  un nimio viento. Él sonrió otra vez y volvió a su trabajo. Nelsy que continuaba en lo suyo, decidió descansar por un momento; se levantó del escritorio, estaba más experta  manejando  sus pestañas postizas, recordó lo que le dijeron en el salón de belleza:
…cuando ya te acostumbras las mueves tan rápido que tus ojos parecerán como mariposas, vas a ver… quedaste guapa Nelsy…
Como en la mañana, se arrimó a la misma pared, al disimulo se introdujo otro chicle a la boca. Mirando fijamente ensayaba sus parpadeos. Delante de ella pasaron las dos empleadas que hicieron la limpieza en el cuarto de Rosario, luego vaciaron junto a la pileta, una caja con las sábanas y los retazos de tela, con despreocupación empezaron a sacudirlos mientras hablaban de sus hijos,  de la carestía de la comida, de la vida y de sus propias historias.
Nelsy miró hacia el cielo, cuando agitaban las telas, vio una inusual manada de mariposas que se elevaba  junto a la fuente, su rostro se iluminó, el silencio era total, luego, de la pileta brotó un fuerte  y vigoroso chorro de agua cristalina.
Cuando se fue a sentar en su escritorio encontró un diminuto ovillo de hilo para bordar, sobre los papeles y carpetas, este empezó a moverse ligeramente en medio de una brisa inusitada, y entre sus hebras apareció vacilante una pequeña mariposa que salió volando. Nelsy se sorprendió, la miró con ternura, así volvió a su rutina; recordó otra vez a Rosario a quien no conoció, pero ya no sintió pena. Estaba pendiente de que el doctor salga otra vez de su oficina para revisar las carpetas con las historias clínicas.

A Nelsy la distrajo el sonido de una singular algarabía. Durante la hora del almuerzo, en el comedor para empleados,  le contaron sus compañeras que trabajan en el CAIA que la bulla se originó en el patio central, pues por ahí surgió de repente una enorme nube de mariposas, lo que provocó alegría y emoción entre todos los internos. Ella dio un suspiro y sonrió… era ya una experta parpadeando con sus pestañas postizas.

1 comentario:

  1. Dulce cuento. Sumerge al lector en una historia inspiradora y la magia de las mariposas bordadas que cobran vida después de la muerte de su creadora.

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