jueves, 12 de noviembre de 2015

De lo cotidiano del amor... segunda parte

Héctor Luna



—¡Voltea hacia mí!

—¡Sonríe!

—¡Mójate los labios!

De fondo y a medio volumen se escuchaba “Sexual Healing” de Kygo.

—¡Mirada sexy! ¡Vamos! Ya casi terminamos.

Sofía mide casi un metro con setenta, piel apiñonada,  cabello castaño, delgada, ojos cafés y una sonrisa que enamoraba a cualquiera. 

—¡Eso, así!

Al fondo una pequeña repisa sobre la cual había tres velas encendidas,  la pared de ladrillos detrás.  El olor era mezcla entre incienso y cigarro.

—Muy bien Sofía, terminamos, ¡estuviste maravillosa! 

Sonriendo, se levantó de la cama a medio tender tirando los pétalos de rosa mientras lo hacía, se puso una blusa semitransparente con las piernas desnudas, amarró su cabello y salió por la puerta de enfrente.

Comenzó a sonar ahora “Firestone”.

Se encendieron las luces del estudio.

—¡Por fin! Lo logramos, gracias a todos.  Ahora sí a festejar y a descansar.

Todos en el set aplaudieron.

Sofía regresó vestida con jeans azules pegados, una blusa negra con escote discreto y sus botas que la hacían verse diez centímetros más alta.

—Gracias mi amor, sé que estás fotos serán la sensación ahora que las publiquen —dijo mientras besaba a su novio el fotógrafo. 

—Estoy seguro de ello, ¡estás guapísima! ¡te amo! —respondió Manú y le devolvió el beso.

Hace dos años, en el bar “Pata Negra”, ubicado en la condesa en la Ciudad de México.

Salí rápido del baño y de repente choqué con alguien.

—¡Mil disculpas! ¡Perdóname por favor!

—No te preocupes, yo también venía distraída.

Desde la barra Mike había visto el choque, pero no supo quiénes eran, apenas vio un suéter rosa.

—¡Hola soy Manú! —le dije titubeando y sonriendo.

Ella con otra sonrisa me respondió: 

—¡Hola, yo soy… Sofía!

—¿Puedo invitarte algo de tomar? —preguntó Manú nervioso.

—¡Mmmm! Vengo con mis amigas pero si te late puedes unirte a nuestra mesa.

—¡Me encantaría!

En la actualidad.

—¿Te acuerdas cuándo nos conocimos? —preguntó Sofía

—Nunca lo voy a olvidar, me tardé tres semanas en acercarme a ti —mientras alzaba la mano para llamar al mesero.

Música clásica de fondo, iluminación a media luz, una perfecta cena romántica.

—La ensalada y la pasta están deliciosas —dijo ella.

—Muy ricas —afirmó Manú.

Celebraban un año de novios, dos de conocerse  y la terminación del estudio fotográfico que Manú le había hecho a su novia para la siguiente publicación de la revista Vogue México donde él trabajaba.

—¡Salud! —dijeron y chocaron sus copas.

—¿Quién lo diría? Ahora eres una de las modelos más cotizadas de nuestro país.

—Pero esto no sería posible sin las buenas fotos y el extraordinario manager que tengo —respondió Sofía mientras se llevaba una uva a la boca.

—Y, ¿te acuerdas aquella noche en la que te pedí ser mi novia?

—Cómo olvidarlo, ¿qué te parece si lo repetimos?

—No digas más, ¡vamos ahora mismo!

Manú pidió la cuenta y salieron inmediatamente después de pagar.

Estaba lloviendo, decidieron irse caminando. No pasaban más de diez pasos para que se mostraran cariño.  La ropa mojada, los besos y las caricias prendían más a cada uno.

Finalmente llegaron al estudio fotográfico de Manú, ubicado al sur de la Ciudad de México sobre la calle de Miguel Angel de Quevedo. Es un espacio grande, en la parte de abajo tiene una galería en donde exhibe exposiciones de fotografías suyas y de otros colegas; en la parte de arriba hay un cuarto adaptado como estudio y otro es su oficina. Todas las paredes son de de ladrillo y la luz que ocupa es baja, lo que le da un toque romántico y atractivo.

Tuvieron una noche ardiente, aprovecharon cada rincón del lugar para mostrar su amor, desbordaron su pasión.

Al día siguiente y durante los meses subsecuentes su relación iba muy bien, la carrera profesional de ambos estaba en ascenso, Manú era contratado para fotografiar a grandes personalidades del mundo de la moda y artístico a nivel internacional mientras Sofía caminaba por las pasarelas más importantes y modelaba a los mejores diseñadores.

Su vida era envidiable, tenían dinero, fama, lujos, fiestas, lo mejor de lo mejor.

Siete meses después.

Acabando un día de trabajo arduo, cenaron en su departamento y después entre beso y beso terminaron haciendo el amor como cada noche.

—Manú, tengo que decirte algo.  Ni por dónde empezar sé, tengo sentimientos encontrados, estoy confundida, no sé qué hacer —dijo Sofía.

Manú encendió una de las velas que estaban sobre el tocador y bajó un poco al volumen del componente que tocaba un cd de música clásica.

—Dime qué pasa amor —sugirió él.

—Desde hace unos días me he sentido un poco mal.  Pensaba que era por la carga de trabajo, he tenido mareos y naúseas.  Ayer se suponía que entraba en mi periodo y nada.  Así que hoy en la mañana decidí ir a la farmacia y comprar una prueba de embarazo y…

—¿Y…? —preguntó Manú entre asustado, nervioso y sacado de onda.

—Estoy embarazada —respondió ella con cara de miedo y lágrimas rodando por sus mejillas.

—No es que no me de gusto, creo que ser mamá es una de las mayores bendiciones que una mujer puede tener pero en este momento de mi vida no lo veo así.  Estoy en la mejor etapa de mi carrera como modelo, viajando, estando en las pasarelas más importantes del mundo, haciendo lo que realmente me gusta y me llena y un hijo en estos momentos frenaría ese crecimiento que llevo sino es que me dejaría fuera del medio.  Engordaría, mi cuerpo perdería esta forma que no sé si pueda recuperar de nuevo o quién sabe en cuánto tiempo lo pueda lograr, ¡no sé!, son muchas cosas, no sé qué hacer.

—A mí me gustaría ser papá, no lo niego pero respeto tu punto de vista y tomándolo desde esa perspectiva tienes razón pero no sé me ocurre qué podamos hacer.

—Creo que una de las mejores opciones sería abortar, me da miedo y va en contra de mi religión pero es lo más viable si queremos seguir triunfando por los próximos años como lo habíamos planeado —sugirió Sofía.

—¿Abortar? ¿Podríamos vivir con eso el resto de nuestras vidas?  Sabes que te amo y que te apoyo en las decisiones que tomes. No estoy del todo de acuerdo con esto pero si crees que sería lo mejor para nosotros, cuenta conmigo.
Manú no era muy religioso el tema del aborto era algo que le daba escalofríos sólo de pensarlo. Era un hombre responsable, de mente abierta y siempre trataba de ayudar en lo que pudiera los demás. Medía un metro con ochenta centímetros de estatura, no era gordo pero tampoco muy delgado, cabello castaño obscuro y ojos cafés. Hacía ejercicio todas las mañanas antes de irse a trabajar.

Dos semanas después todo cambio en sus vidas, sentían un remordimiento que no los dejaba.  A todos lados a los que iban siempre veían un bebé, la culpa los estaba acabando.

Decidieron darse un tiempo separados, sin buscarse y cada quien por su cuenta empezó a tomar terapia con una psicóloga que les había recomendado un amigo que vivió una situación similar y que gracias a ella logró superar el trauma.

En las sesiones con la psicóloga, ambos se desahogaban y sacaban todo lo que sentían, la sensación de culpa, el hubiera, etc. Fueron de gran valor para ellos aunque a decir verdad no lograron sanar ese gran remordimiento que sentían.  Habitaba una mirada triste en sus corazones que se reflejaba en sus ojos.

Después de una sesión fotográfica, Manú entró en su oficina y empezó a revisar sus mails.

Correo de Sofía García decía en su bandeja de entrada.

“Mi amado Manú

He vivido meses muy tristes, días sin fin, llenos de llanto, de arrepentimiento. 

No logro superar lo que hicimos, no sé por qué lo permitimos.  Todos los días que veo un bebé en la calle me siento la peor mujer del mundo.

Como acordamos he estado yendo a las terapias, me han ayudado pero no del todo. No aguanto seguir viviendo así sin pagar un precio.

Parte de eso fue haberte perdido, te extraño no sabes cuánto, quisiera tenerte entre mis brazos, que me besaras y me hicieras el amor como cada noche. Me gustaría volver a verte y empezar desde cero pero antes debo cumplir y pagar mi condena para ya no sentirme culpable.

Espero que estas líneas sean un hasta luego y no un adiós y que el destino en algún momento de nuestras vidas nos vuelva a unir y si así sucede es porque ambos estábamos destinados para estar juntos.

He decidido meterme en un convento durante un tiempo y renunciar a la vida profana que he llevado hasta el momento, espero lo entiendas y me apoyes como siempre lo has hecho.

Te amo por siempre…

Sofía”

Con lágrimas en los ojos, Manú golpeó el escritorio.

“Mi amor, no puedes hacer eso, podemos darnos una nueva oportunidad, nos seguimos amando, te extraño, no lo hagas por favor, ¿a qué convento vas a meterte? Te voy a sacar de ahí, lo prometo”

Respondió el mail casi sin pensar.

Durante meses Manú pensaba en su amada Sofía, la veía en cada sesión fotográfica, en los rostros de las modelos que retrataba, no dejaba de pensarla.  
Por las noches no podía dormir y cuando lograba hacerlo soñaba a Sofía caminando hacia él y cuando estaba por abrazarla y besarla escuchaba los llantos de un bebé a lo lejos.

Por otro lado, Sofía, desde su celda en el convento, en donde muchas noches las pasaba en vela, siempre pensaba en Manú, sentía sus manos tocándola, acariciándola.  Le pedía todo el tiempo a Dios que si tenía que estar con él que los juntara y sino que le arrebatara esos pensamientos y sentimientos hacia él.
El convento de San Juan está ubicado al sur de la ciudad, su arquitectura obedece al estilo barroco. Tiene dos muy grandes patios con jardines perfectamente cuidados, en el centro de uno hay una fuente y en el otro una enorme cruz.  En una de las esquinas está una torre que se eleve sobre todo el convento y en la que se encuentra el campanario. 

Tiene una vasta biblioteca, quince celdas, una capilla, una cocina, un comedor y dos oficinas.

Siempre que había algún evento en el convento, Sofía no dejaba de mirar a los fotógrafos pensando que un día sería su amado Manú.  Pero en el fondo sabía que él no se dedicaba a ese tipo de fotos.

—¿Por qué te la pasas viendo a los fotógrafos? ¿Tienes una fijación con ellos? —preguntó Sor Ana con una risa picarona.

La hermana sorprendió a Sofía mirando a un fotógrafo que hablaba con la madre superiora para ponerse de acuerdo sobre el evento del fin de semana.

—No es eso, ¡cómo crees! —respondió sonrojada y asombrada por la pregunta.
Se escuchaba al coro de monjas ensayando el Ave María.

—Una vez estuve muy enamorada de uno, estoy segura que es el amor de mi vida —contestó melancólicamente Sofía.

—Yo creo que sigues amándolo y cada que ves a los fotógrafos tu corazón late pensando que te lo volverás a encontrar —sugirió Ana.

Con cara de tristeza y moviendo afirmativamente la cabeza respondió Sofía.

—Si lo amabas tanto, ¿por qué lo dejaste?, ¿qué te hizo?, ¿por qué te metiste de monja?

—Es una larga y triste historia que prefiero no recordad por ahora, otro día te la contaré —expresó Sofía mientras tomaba su biblia y rosario de la mesa y se alejaba por el pasillo a un lado de la capilla.

Cuatro meses después.

Todas las monjas del convento de Santa Inés se preparaban para la llegada del cardenal, quien estaría de visita unos días y les entregaría una ayuda que les mandaban del Vaticano.

El convento lucía majestuoso, los jardines bien podados y regados, las celdas, los pasillos, el comedor, la sala: impecables.

Junto con el cardenal venían otras altas personalidades de la Iglesia Católica.

Lo siento mi señor, tiene una llamada

Lo siento mi señor, tiene una llamada

Lo siento mi señor, tiene una llamada —sonó por tercera vez el celular de Manú.
Con los ojos todavía cerrados acercó su mano al buró cogió su móvil y contesto con voz de dormido.

—Bueno, ¿quién habla?

—Soy Paco, ¿cómo estás? ¿sigues dormido mi Manú? —Paco, fotógrafo también pero de eventos sociales y políticos, se había convertido en un buen amigo para Manú en los últimos meses.

—Sí un poco, ¿te puedo llamar al rato?

—No tengo mucho tiempo, me acaban de avisar que mi hermana va a dar a luz y quiero ir a verla, mi vuelo sale en seis horas.

—Que padre, me la felicitas.  ¿Por eso me despertaste? No conozco a tu hermana Paco.

—Lo sé, ya te mandaré fotos de ella y su bebé.  Pero necesito que me hagas un favor, viene el cardenal a la ciudad y me contrataron para cubrir todo su andar por aquí.  Me pagaron bien así que no puedo dejar este trabajo.  Necesito que me cubras, sòlo serán tres días y te daré el treinta por ciento, ¿te animas?

“¿En qué momento se me ocurrió decirle que sí a Paco?” pensó Manú mientras montaba todo el equipo de cámaras y reflectores en uno de los pasillos del convento que daban al salón principal en donde se llevaría a cabo el magno evento.

—La madre superiora me ha enviado a ver si no se le ofrece algo, ¿puedo ayudarle? —se escucho una voz detrás del fotógrafo.

Manú dio la vuelta para agradecerle y…

—¿Sofía?...

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