lunes, 6 de julio de 2015

Mi amigo el oso panda

Frank Oviedo Carmona


Diego, de doce años de edad se encontraba sentado en una silla de color rojo que Claudia, su mamá, le regaló al cumplir nueve años para que pudiera mirar por la ventana.  Ella estaba sacando las maletas para dejarlas en la puerta y poderlas bajar ya que Diego con su padre Adrián viajarían;  mientras que  ella no podría hacerlo por motivos de trabajo.

–Hijo, no sé cómo haré para soportar tu ausencia, estaba segura que me darían permiso, ahora me dicen que hay mucho que hacer en la oficina –lo dijo mientras se secaba las lágrimas.

Claudia tomó de los brazos a su hijo y lo abrazó.  Diego con los ojos llorosos dijo:

–Mamá te quiero mucho, te llamaré todos los días, prométeme que estarás bien;  yo soy todo un hombre, recuerda que soy boy scout y me puedo cuidar, pero me da pena alejarme de ti mami.

–¡Está bien hijo, obedece a papá por favor!  

–¡Lo prometo mamá!

Por otro lado Adrián, veterinario de profesión, había sido seleccionado entre muchos médicos por sus estudios de protección al oso panda, él viajaría a China para un proyecto del Centro de Protección e Investigación de Pandas.  Eran las vacaciones de su hijo y Adrián estaba aprovechando esa oportunidad para llevarlo; ya que tanto a Diego como a él, les gustaban los osos. Además tendría una niñera que hablaba español  que cuidaría de Diego.

Claudia con tristeza se despidió de su esposo e hijo diciéndoles que tuvieran  precaución en el bosque ya que podrían perderse; sobre todo Diego, que a veces le costaba obedecer. Él agradeció a su mamá, le dijo que la extrañaría y volvería pronto.

Al llegar a China, un bus los esperaba para trasladarlos a un pueblo alejado de la ciudad; se instalaron en una cabaña de madera con techo a dos aguas cubierto por ramas de palmeras;  el lugar tenía tres habitaciones amobladas sencillamente, a pocos minutos se encontraba el laboratorio donde trabajaría Adrián.  

–Yo soy Amanda, la niñera  encargada de Diego. Cualquier inconveniente a unos metros de la cabaña esta la caseta de los guardianes del bosque, ellos están día y noche.

–Gracias, un gusto conocerla –dijo Adrián.

Ambos se dirigieron a sus habitaciones para ducharse y cenar;  luego darían un vistazo a la zona, para después dormir y levantarse temprano e ir a ver a los osos. 

Llegó la mañana con un sol brillante que entraba como un rayo por la ventana y caía sobre un lado de la mesa donde estaban desayunando leche, café, tostadas con mermelada y jamón. 

–Pa esta leche no me gusta, sabe a carne cruda.

–Hijooo tómala que te hará bien, es pasteurizada y de sabor fuerte pero nutritiva.

Diego la tomó haciendo gestos por el sabor fuerte, pero sí le gusto el pan de multigranos seleccionados,  jamón ahumado y unos refrescos de frutos del bosque. 

Al terminar, tomó cada uno su mochila en la que llevaron bebidas y algo para comer por si les daba apetito. Luego, llamaron a Amanda para dirigirse al bosque.

Durante la caminata fueron conversando.

–Eres un hijo maravilloso, estoy orgulloso de ti, de lo valiente y bueno que eres; estoy  contento que pasemos juntos esta aventura.

–Gracias pa, me gusta estar contigo y poder conocer a los osos bebés de los que tanto me has hablado,  pero extraño a mi mamá.

–Yo también hijo, te prometo que llegando a la cabaña la llamaremos, ¿te parece?

–Sí pa,  se pondrá contenta.

–¿Seguro que solo mamá se pondrá contenta? –preguntó sonriendo.

Diego respondió con una sonrisa.

Salieron del pueblo y comenzaron a entrar por un camino sinuoso rodeado de árboles de diferentes tamaños; algunos en conjunto creaban una ilusión de un muro.  Había  gran cantidad de bambú, que es el alimento principal del oso panda.  Mientras caminaban, Diego le hacía preguntas a su papá.

–Háblame del oso panda.

– ¿Sobre qué deseas que te hable hijo?

–Ya pues papá, dime algo de ellos, qué comen, qué hacen; no sé, de qué se alimentan y cómo viven.

–Hijo solo estaba jugando, claro que te explicaré todo de este maravilloso animal que se extinguirá si no trabajamos fuerte y detenemos a los hombres que hacen caza furtiva.

–Los osos viven de diez a quince años porque no tienen una buena alimentación; los que están en cautiverio llegan  a los treinta años. 

–¿Y por qué viven más, pa? 

–Porque están bien alimentados, cuidados por médicos y viven en un lugar seguro donde duermen sin peligro. Ellos son tranquilos, solitarios y cariñosos, viven en lugares fríos y se alimentan de bambú, antes eran carnívoros.

–¿Y  en dónde  duermen los ositos, papá? 

–Los osos duermen enroscado en un árbol, cuatro horas de noche y cuatro de día. 

–¿Son  tranquilos o peligrosos los osos pa?

–No son peligrosos, una vez que te conocen puedes jugar con ellos  y si les das de comer se ponen más cariñosos aún,  ellos llevan una vida tranquila;  comer, dormir y caminar de a uno o de a dos.  Son temerosos cuando no conocen pero después no. Los osos bebes son como mascotas y les gusta jugar.

-¡Ah, qué bueno papá! Me  encantaría que encontremos uno.

–¡Oh!, ya llegamos al lugar de los osos. No hagas ruido.  Mira con atención hijo, pero camina en silencio, nos vamos a acercar despacio cubiertos por el árbol  para que veas ese pequeño oso panda.

–Papá  ese osito parece un niñito, ¡qué lindo que es! ¿Por qué no nos podemos acercar más?

–Así es hijo, los ositos son lindos y dulces. Si nos acercamos demasiado se va a asustar y correrán; los miraremos de lejos hasta que se acostumbren a vernos. Obsérvalo cómo trepa y come.

–Son más lindos en vivo que en las fotos que una vez me enseñaste pa.

–Sí, bueno ya debemos regresar a la cabaña; la hemos pasado muy bien, ¿cierto?

–Sí pa, muy bien.

Al regresar a la cabaña,  se asearon y  luego de almorzar visitaron el laboratorio donde trabajaría Adrián y cuatro ayudantes.

De esta manera, fueron pasando las vacaciones de Diego; Adrián cuando no podía salir con su hijo al bosque, lo dejaba con Amanda, advirtiéndole que no salga solo porque en el bosque es fácil perderse y difícil ser encontrado.

Luego de dos semanas, Diego conocía muchos mejor el bosque, iba al laboratorio con su papá y visitaba a los osos panda que estaban en cautiverio. Otras veces  recorrían el bosque para ver a una osa con sus cachorros, ya que se había encariñado con el más pequeño, que era tan solo un bebé. 

Mientras Adrián, en el bosque preparaba algunos antibióticos para los osos, por si se enfermaban.

Diego jugaba con el oso dando vueltas en los montículos de tierra; cuando se cansaban se recostaban y se quedaban dormidos por unos minutos abrazados hasta que el oso lo despertaba lamiéndole la cara o pasándole su nariz fría por el cuello, Diego daba un salto riendo; la mamá osa desde otro extremo veía como jugaban.

–No hagas eso que me haces cosquillas.

El osito se sentaba a un costado de él y lo miraba con su cara redonda y sus ojos grandes, inclinando su cabeza hacia un lado.

–¡Te pondré un nombre, te llamaré Pan Pan! ¿Te gusta? 

El oso lo quedaba mirando.

Cuando veía su dulce mirada, Diego abrazaba a Pan Pan, le decía que lo quería, que era su mejor amigo y que tenía miedo de separarse de él.  Pan Pan respondía al abrazo y le pasaba su nariz  por el rostro;  Diego reía a más no poder, tirándose al piso de tierra con las manos juntas en su barriga; a Pan Pan le gustaba jugar, se echaba encima de él lamiéndole el rostro;  Diego gritaba, ¡basta Pan Pan, basta, que me duele la barriga de tanta risa!

Cierto día, al terminar de jugar, Diego sin percatarse del tiempo cargó a Pan Pan para dar un paseo y se alejó más de lo habitual.

–¡Hijo, ya nos vamos, apura que tengo mucha hambre!

Diego no respondió, se había alejado del lugar con su amigo el oso.

–Creo que nos hemos perdido, no sé por dónde ir, mi papá me dijo que no me alejara porque podía perderme y ¡Ahora qué hacemos!

Pan Pan levantó su cabeza para mirarle el rostro y rozar su nariz sobre su pecho; como si entendiera lo que le decía. 

–Pan pan, te soltaré, pesas mucho.

Hay que retroceder, ¿recuerdas el camino de regreso? 

Pan Pan lo miraba con sus ojos tristes. Siguieron caminando y vieron a lo lejos a su mamá, se acercaron corriendo, Pan Pan se soltó de Diego  y se acercó a ella porque estaba hambriento; sin darse cuenta que a unos metros habían tres cazadores; vestidos con pantalones anchos, botas, camisa negra, sombrero grande, bolso cruzado y armados con rifles. Uno de ellos apuntó a Diego, el otro tiró del gatillo e hirió a la madre que cayó al piso y el tercero cogió al oso Pan Pan y se lo llevó a paso ligero. 

–¡Pero no pueden llevárselo, no le hagan daño, es muy pequeño, no sobrevivirá sin su mamá, se morirá de hambre y no comerá!  –gritó Diego sin tener respuesta.

Diego se arrodilló.

–¡Auxilio ayúdenme no le hagan daño! ¡Paaa dónde estás! Ven rápido, que se están robando a Pan Pan –su papá estaba por otro lado buscándolo.

Diego seguía gritando:

–¡No se lleven a Pan Pan, no le hagan daño!  ¡No ven que es solo un bebé!

Mientras se alejaban; Pan Pan de rato en rato volteaba a mirar a su amigo con sus ojos saltones frotándoselos,  como si estuviese llorando.

A los minutos llegó Adrián desesperado, preguntando a su hijo si estaba herido.

–Estoy bien pa, perdóname por desobedecerte.

–Hijo  no te preocupes, lo importante es que estás bien; moriría si algo te pasara.

–Gracias pa, estoy  asustado, pensé que nos matarían. Se llevaron a Pan Pan.

–No estarán muy lejos esos malhechores, iremos a buscarlos, al escuchar el disparo pedí ayuda a los guardianes del bosque.

Adrián llamó al laboratorio para que se lleven a la mamá osa y sea atendida de emergencia, ya que estaba sangrando y mal herida.

Por otro lado, Adrián con guardianes del bosque,  se fueron a buscar al oso.
Durante más de veinticuatro horas buscaron al oso sin tener rastro alguno.

En otro lugar del bosque, se encontraban los cazadores tratando de darle bambú a Pan Pan, sin tener éxito.  Debían hacerlo porque querían llevar al oso sano fuera de China. 

No se percataron que ya estaban rodeados por los guardianes del bosque, los cuales estaban esperando a que caiga la noche para apresarlos; primero atraparon a uno que estaba recostado durmiendo,  sin que se dieran cuenta sus compañeros, después al segundo, que vigilaba por si alguien llegaba, lo cogieron por la espalda apuntándole con un arma y tapándole la boca y al tercer cazador se acercaron lentamente hasta apuntarle el rifle cerca de su frente; sorprendido tomó al oso y amenazó con tirarlo al precipicio; uno de los guardianes le dijo que era mejor que se entregase y le bajarían la pena; de lo contrario él también moriría; el cazador no hizo caso y llamó a sus compañeros.

–Es demás que los llames, ya los atrapamos, solo quedas tú –lo siento entonces moriré con el oso.

Uno de los guardianes estaba esperando el momento preciso para dispararle al cazador y así lo hiso, lo hirió  en la pierna y este soltó al oso.

Pan Pan volvió sano y salvo con su mamá, que ya estaba más recuperada.

Terminadas las vacaciones; Diego tomado de la mano de su papá, se dirigía lentamente a despedirse de Pan Pan, no quería que llegara ese momento.

–Tranquilo hijo, el próximo año volverás a ver a tu amigo.

Con el rostro cubierto de lágrimas, sin poder hablar, miró a su papá tratando de sacar una sonrisa.

Diego de lejos al ver al oso corrió gritando hacia él. 

–¡Pan Pan, Pan Pan te extrañaré mucho! No quiero dejarte pero debo hacerlo.

Lo abrazó fuerte y le dijo que volvería, que no lo olvidaría; Pan Pan sin entender lo que pasaba, jugaba haciéndole cosquillas lamiéndole la cara y echándose encima él.

–Pan Pan no estoy jugando, no lo hagas más difícil anda, vete donde tu mamá que te espera,  por favor Pan Pan, nunca te olvidaré, te extrañaré amigo.

El oso se alejó, de tramo en tramo volteaba y se sentaba a mirarlo. Diego insistía; vete Pan Pan.  Luego de caminar un tramo más, se juntó con su mamá y de lejos lo miraba alejarse.

Diego  lloró  como nunca, le gritaba: volveré y jugaremos. Se puso de cuclillas, se cubrió la cara con sus manos y siguió llorando. Su papá lo abrazó.

Durante meses Diego extrañó a Pan Pan, no sabía qué era, si su cara redonda, la dulzura de sus movimientos, su caminar o su cara de payaso triste lo que le causaba y despertaba ternura.  No podía describirlo, pero sí sabía que lo hizo muy feliz estando a su lado porque no podía sacarlo de su corazón ni de su mente.

Al crecer Diego, estudió veterinaria;  y más adelante, apoyado por su padre, puso un Centro de Protección al Oso Panda.

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