viernes, 26 de diciembre de 2014

Nostalgia

Cristina Navarrete


Aún no puedo olvidar aquella soleada y cálida tarde en la que una mirada cambió mi vida; ni todas aquellas tardes que le siguieron, dejando en mí una marca indeleble.

Ese viernes salí corriendo como siempre de la universidad, sintiendo alivio por la llegada del fin de semana; con mi mochila a la espalda y muchas ganas de olvidar mis problemas, caminé hasta el departamento de mis mejores amigas: Irina y Violeta, pensando en lo mucho que íbamos a disfrutar el cumpleaños de uno de sus compañeros holandeses, quien era voluntario en la fundación donde trabajaban.

Irina abrió la puerta y me abrazó emocionada como cada viernes desde hacía más de un año. 

—Arréglate en el cuarto de la Viole, ella aún no llega, va a demorar un poco.

—¡Gracias! Estoy exhausta y quiero darme una ducha.

—Claro, ya sabes amiga, ésta es tu casa, no tienes que pedir nada.

Sentir el agua caliente caer sobre mi cuerpo después de una semana tan dura y un viernes aplastante, fue renovador; me vestí como me gusta: un pantalón de bastas anchas batik, matizado con gamas de verde, una blusa holgada con bordados tribales alrededor del cuello y manga larga. Mientras me peinaba, recordaba los momentos vividos con mi ex pareja, de quien me había separado hace ya un año y medio. Juntos experimentamos momentos muy intensos y hermosos, no podía creer que toda esa magia, se hubiera transformado en horror y violencia. Después de aquello no creo ser capaz de confiar nuevamente –pensaba— Soledad, definitivamente bien elegido tengo el nombre.

Salí del baño aún obnubilada con mis pensamientos, le pedí a Irina el desodorante y algunas cosas más que había olvidado en casa. Ella señaló la puerta cerrada de su habitación, y me dijo que usara lo que necesite. Ingresé distraídamente, y mientras buscaba entre sus cosas, escuché  una voz dulce y varonil que se dirigía a mí.

—¡Hola! ¿Cómo estás? Soy Yuri, el primo de Irina. Tú debes ser la famosa Sol, ella no se equivocó: linda y súper hippie –dijo mientras se incorporaba y sonreía seductoramente.

Todavía distraída y mirándole por el espejo sonreí respondiendo a sus palabras. Continué arreglándome mientras Yuri, sentado en la cama de Irina, siguió leyendo un libro de pasta gruesa, que al parecer estaba por terminar. Inesperadamente hizo una pausa y dirigió la mirada hacia mí, sintiéndola en mi espalda di la vuelta lentamente y me arrimé sobre la mesita de los maquillajes.

—¿Qué estás leyendo? ¿Vas con nosotras al cumple? —pregunté para hacer conversación, fue en ese momento en que esos ojos se cruzaron con los míos, y pude distinguir su esbelta figura, un rostro delgado, una sonrisa cálida y familiar; mi corazón latió fuertemente, me sentí nerviosa y vulnerable.

—Es un libro de anatomía, el lunes tengo un examen difícil y debo prepararlo. Sí, voy con ustedes, pero ya sabes que los hombres no necesitamos mucho… menos yo que ya no tengo arreglo —dijo riendo a carcajadas.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando salí, las chicas ya estaban listas, Irina con su clásico estiló hindú y su maquillaje oscuro e intimidante; y Violeta con aquellas blusas que dejaban muy poco a la imaginación, siempre bella y voluptuosa.

Esa fue una noche como pocas: comida gourmet, concursos, conversación agradable y mucho baile tropical. Cuando pensaba que nada podría ser más perfecto, escuché el sonar de unas cuerdas, y una hermosa voz seduciéndome a lo lejos; mientras me acercaba al pequeño salón de estar, donde se habían reunido algunos amigos para tocar guitarra, encontré nuevamente esos ojos, y de su boca salía la melodía De las tardes de Fernando Delgadillo, eso nunca lo olvidaré. ¡No lo podía creer! Hasta ahora ninguna persona que conociera sabía de esa canción; ¡que hermosa composición!… mi favorita.

El tiempo se detuvo, me perdí en su mirada y en el sonido de su voz. Así, pasaron dos años de encuentros y desencuentros, de alegrías, de llantos, de odiarnos y amarnos. Yuri terminó sus estudios de medicina y debió trasladarse a realizar sus pasantías en un sector rural en calidad de interno, ese, fue el principio del fin.

Al inicio viajaba pasando un fin de semana para verme y yo lo hacía al siguiente, salíamos a pasear, teníamos largas charlas, o solo lo observaba dormir después de una de sus agotadoras jornadas de turno en el hospital, abrazándome fuertemente a su espalda: hermosa y algo encorvada como la de un dragón, y así continuábamos juntos a la distancia, pero poco a poco esa distancia nos fue afectando, hasta que llegó la noche de la mentira.

—Mi flaca, te cuento que este fin de semana no puedo viajar a visitarte, tengo que cubrir un turno en el hospital.

—¡Mi amor, te extraño tanto! espero que esto termine pronto y nuestra vida vuelva a ser la misma. 

—No te pongas triste, yo te amo y pronto vamos a estar juntos para siempre, te lo juro preciosa, solo tienes que confiar en mí.

—Bueno… no tenemos alternativa, no te preocupes, te comprendo, y también te amo —le dije; pero mi corazón dio un vuelco en el pecho, sabía que algo estaba mal. Su voz era distinta.

—Sueña conmigo bonita, que yo haré lo mismo. Linda noche.

Cerré silenciosamente el teléfono y no pude dormir, sentía la mentira y la duda en sus palabras, ya no era honesto, algo estaba cambiando.

Amaneció y yo sin dormir; no quería estar sola así que llamé a Viole y quedamos en encontramos para almorzar. Mientras me dirigía al punto de encuentro, vi acercarse a una pareja que caminaba alegremente. No podía creer lo que veían mis ojos, era él, Yuri, tomado de la mano de quien hasta entonces pensé era su mejor amiga, su compañera del hospital; ella, la misma que me había abrazado y con quien había compartido buenos momentos.

Todo lo vivido pasó por delante de mis ojos, cada palabra, cada beso y cada sonrisa, hasta aquella hermosa serenata en el parque, donde me pidió que me casara con él; los tenía casi cara a cara y ellos no se daban cuenta de mi presencia. Hasta qué al fin ese traidor me miró, trató de dirigirse a mí, pero las palabras no brotaron de su boca; yo por mi parte no necesitaba saber más. Respiré profundamente, pasé de largo sin decirles nada, como si nunca los hubiera conocido, subí al primer autobús que se detuvo y me alejé sin mirar atrás, las lágrimas brotaban de mis ojos descontroladamente y el teléfono no paraba de sonar.

Hoy, cinco años más tarde, no sé cómo ni porque, recibí un mensaje desde tierras extranjeras, era Yuri, salió de la nada con la frase más descabellada: Vos eres mi cita al pie de página ¿Sabes?, aunque no contesté, pude sentirlo tan cerca de mi pecho que todos los recuerdos brotaron como manantial en mi mente, creí tenerlo bajo control, pero sé que esta noche no voy a dormir.

2 comentarios:

  1. Muy conmovedor el cuento. El sexo, edad, nombre y ocupación del personaje no son dichos específicamente, sino que se infieren de la lectura.

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  2. Me gustó la historia, y es cierto pocas personas escuchan las maravillosa música de Fernando Delgadillo, eso me gustó aún más jaja. :)

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