jueves, 11 de diciembre de 2014

Natasha

Margarita Moreno


Aquella mañana de primavera, Natasha se sentía emocionada e inquieta, estaba por cumplir noventa y un abriles. Hacía algunos años que había eligido compartir su vida con Jesús,  el amor de su vida, y si bien era cierto que resultó una atinadísima decisión, lamentaba el hecho de haber esperado tanto para permitirse ser feliz. También estaban los imprudentes comentarios de la familia, que tanto le incomodaban. Sin remilgo alguno como si no estuviera presente, con descaro impresionante la criticaban y opinaban sobre ella y sus asuntos en su propia cara:

—¿Cuántos años va a cumplir Natasha?

— ¡Ya noventa y uno!

— ¡Ay pobrecita, ya está viejita!

— “Tash” querida ya tienes el pelo blanco.

— Pero  estás hermosa, Tash.

—Tienes que cuidar tu peso linda, Jesús no debería de consentirte con tanta golosina.

—¡Ay qué entrometidos! ¡Insulsos!  Pensaba para sí Natasha.

¡Insidiosos! ¡Qué pelo blanco, ni que pelo blanco! ¡Viejita su memoria! ¡Soy rubia natural y mi pelo es casi dorado claro!  Murmuraba entre dientes.

—Además ¿Qué puede importarles, si estoy gorda o si como de más? Qué modo de meterse en mi estilo de vida, ¿Por qué les afecta  si Jesús me consiente, me obsequia con bombones, chocolates, donitas? ¿A ellos qué más les da? Las he escuchado insinuarle al oído, que estoy demasiado enferma y que llegado el caso tal vez sea necesario optar por Eutanasia, ¿eutanasia? ¡Sí, cómo no! Seguramente ha de ser alguna de sus odiosas amigas con las que pretenden “consolar” a “mi Jesús” cuando yo falte, pensaba “revolcándose de rabia” y maldiciendo en escocés, su idioma natal.

—¡Moiras!  ¡Envidiosas! Estoy perfecta, algo madurita,  pero gozo de cabal salud, y belleza, y además den gracias a Dios que soy una dama de alcurnia, si no, juro por Dios que sería capaz de morderlos. Pensaba para sí.

“Tash” como le llamaban cariñosamente, desde muy pequeña fue siempre amable y dulce; nunca, ni llegada su adolescencia se rebeló, ni fue dolor de cabeza para nadie; cuando llegó el momento se enamoró, se casó y pronto se convirtió en una madre excelente,  amorosa y dedicada con sus hijos mientras estuvieron a su lado.

No hubo alguien de  mejor actitud, buen humor y solidaridad como ella, nunca hizo distinción alguna con ningún miembro de la familia, no despreció ni discriminó a ninguno de los amigos que llegaron a visitar esa casa; siempre fue excelente compañía en los mejores y peores momentos, jamás faltó en una navidad, cumpleaños o cualquier evento al que fue invitada, a pesar de que muchas otras veces no la tomaron en cuenta.

Siempre alegre y cordial, jamás se quejó por nada y a nadie guardó rencor y aunque todos parecían corresponder a su desinteresado cariño, cuando la edad la alcanzó trayéndole  achaques,  la  fueron olvidando y ya nadie la visitaba.

A menudo recordaba la vez que se había divertido como loca con su prima hermana, Matilda, se encontraron en un Pick-nick  organizado por la familia; años antes cuando eran pequeñas se reunieron un par de veces y luego no volvieron a verse hasta el día de campo; Maty, en contraste con la rubia Natasha era una hermosa trigueña de ojos vivos y risueños; pasaron la tarde conversando animadamente, mientras el resto de la familia  jugaba y cuidaba de las niñas.

—¡Míralas Maty!,  ¡Qué hermosas! ¿No se te antoja volver a tener una pequeñita  asomada a tus ojos?  ¡Ahhh! 

—¡Ay! ¡No, no, no! Tash querida, ¡Qué ideas!, los hijos son maravillosos, pero ya fue nuestro tiempo, fuimos madres y la verdad volver a tener una carga de esa naturaleza, ¡Ni loca! –contestó categórica.

—Bueno Maty querida, discúlpame por favor, había olvidado cuánto sufriste con el  padre de tus hijos, pero…

—¡Espera un momento! ¿De qué hablas Tash? ¿Sufrir yo con el padre de mis hijos? ¡No querida! Estás mal informada, jamás sufrí, al contrario ¡Disfruté, gocé! ¡Viví! Él fue fantástico, intenso, excitante, me enloquecía, me hacía babear, rabiar, aullar de pasión, fui una verdadera “perra” a su lado. Me llevó al mismo paraíso, me hizo olvidar este mundo delineado por la hipócrita fantasía de las clases sociales. Él ha sido y será lo mejor que me ha pasado en la vida.

Tash estaba boquiabierta,  no podía creerlo y acercándose  a su prima le dijo en voz baja.

—Maty querida,  te agradezco mucho la confianza pero,  me parece que no debieras contar cosas tan íntimas a nadie y mucho menos expresarte así, son asuntos muy privados y delicados, la gente es muy puntillosa y maliciosa, se amerita discreción absoluta, piensa que tienes un linaje, un prestigio que cuidar y que honrar y…

—¡Ay, por Dios Tash! A estas alturas de la vida, no me salgas con mojigaterías y prejuicios. Porque tú serás muy aristócrata, muy decente y muy discreta “mi reina” pero, tuviste hijos con Max y para eso tuvo que haber “lunita de miel”  o ¿no?

—¡Por supuesto! solo que…  ¡Max era un perfecto caballero!, educado, gentil, amoroso, delicado. ¡Un príncipe azul!  Nuestra unión fue mágica, algo tan dulce, tan tierno y además…   ¡El Contrato Matrimonial estipulaba hijos! pero tú,  tú lo haces lucir ¡Promiscuo! Y no fue así.

—Pues “conspicuo” tampoco fue queridita ¿Unión mágica y dulce? ¡Sí, cómo no! ¡“A otro perro con ese hueso”!  -bufó Matilda.

—Bueno ¡Es suficiente! ¡Basta de suspicacias! venimos a relajarnos un poco y pasarla bien,  a estar con la familia, a fortalecer nuestro cariño, nuestros lazos afectivos ¡Ven acompáñame! Vamos a caminar por el campo, a correr y si se puede ¿Por qué no? a trotar un rato,   ¡Anda Maty, arriba!  -dijo Tash entusiasta.

Luego de ese ameno convite no volvieron a verse, Tash no supo jamás del infarto fulminante que apagó la vida de su prima, pero el recuerdo del cielo pulido en azul y espumado con nubes de encaje; de la brisa danzando con las lacias ramas del fatigado sauce, bajo el cual se tendieron a charlar, le calaba de gracia el corazón.

Hoy, Natasha y Jesús viven al final de una alameda bordada de adoquines, poseen una casa de verde jardín dónde el pródigo sol calienta sus osamentas, dos arcos y una columna de mosaico veneciano en tonos cobre enmarcan la estancia; anchas losetas color arena suavizan la duela castaña de la recámara y del discreto vestidor, una lámpara de vidrio soplado en la sala de estar, derrama luz ámbar sobre la caricia de la alfombra, los mullidos almohadones y la gamuza tabaco de dos mimosos poltrones, donde ellos pasan blandas horas degustando sentimientos, reposos, bocadillos deliciosos, postres celestiales, disfrutando.  Él, la hace sentir como una reina y ella lo adora; conversan, se acarician, se besan, son “la pareja perfecta”; aunque últimamente él parece no darse cuenta que ella, está cada día más enferma y se siente más sola que nunca.

Una mañana se despertaron más tarde de lo previsto, él saltó apresurado de la cama, una importante reunión de trabajo lo requería muy temprano. Apenas y bebió un par de sorbos de café,  no tuvo tiempo para charlas ni arrumacos; solo le sonrió, le lanzó mil besos al aire y salió a grandes zancadas cerrando bruscamente la puerta tras de sí. Ella sentía una gran congoja en el corazón cada vez que lo veía alejarse.

Agobiada por sus crónicos temores suspiró profundamente y…  de pronto,  una voz en la salita de estar interrumpió sus pensamientos, en el televisor que Jesús olvidó apagar antes de salir, alguien estaba hablando, ella se acercó a la pantalla y vio el reflejo de su rostro como en un espejo implacable, su imagen se fundió con otro rostro que reconoció ahí mismo. Era un documental sobre la aristócrata familia de damas como ella; de abolengo,  rubias, esbeltas, de larga cabellera, educadas, de excelente carácter, inmejorables como amigas y compañeras, leales, fieles, expertas nadadoras, muy calificadas en eso de criar y cuidar niños, propios y ajenos.

¡Vaya sorpresa! ¡Sí! Estaban hablando de sus antepasados, sabían todo de su noble familia, el árbol genealógico, la historia, hazañas, herencia, hasta padecimientos y el linaje de su apellido escrito impecablemente: Goldenretriver, Natasha estaba encantada, sin despegar los ojos del televisor gritó jubilosa:

— ¡Por supuesto! Soy Natasha Goldenretriver,  from Scotland; es mi nombre y por lo tanto “mi programa”. ¡Ay! ¡Qué pena que Jesús no esté aquí! me hubiera encantado verlo juntos. —Lamentó con nostalgia.

Siguió atenta hasta que el presentador cerró el programa opinando lo fantástico y beneficioso que es contar con la invaluable compañía de  una “mascota” de buen carácter, fiel, leal y cariñosa para los seres humanos.

Quedó impactada, no podía creer lo que acababa de escuchar, se mantuvo un largo rato tratando de poner en orden sus ideas.       
                                                 
— ¿Una mascota? ¿Una mascota?  —se preguntó una y otra vez. ¿Por qué, nadie me dijo sobre la  mascota de la familia? o ¿Acaso lo olvidé?

Tenía que reconocer que había perdido un poco la memoria y que a veces sin tener certeza de algo, se apoyaba solamente en sus propias percepciones y la sensación de ser esposa,  amante o amiga íntima, cercanísima de Jesús era innegable; lo sabía en su corazón como novio,  prometido o pareja tal vez, eso era un hecho.

Por otro lado, se daba cuenta que la familia no mentía, ella estaba padeciendo alguna alteración mental, tal vez Alzheimer o demencia senil y eso explicaba por qué estaba olvidando quién era  Jesús en su vida; tenía que aceptar en ese momento de lucidez, que estaba realmente enferma y que su fiel amado, tierno,  amoroso, siempre a su lado, solo en espera de su voz para atenderla y pendiente de…
¡WOW! ¡WOW! ¡WOW! ¡Dios santo!  ¡Jesús es mi mascota! —dijo con sorpresa.

Sus ojos color miel, se llenaron de ternura con los recuerdos del amor categórico que Jesús le profesaba, ya no quiso pensar más; su corazón seguiría sintiendo lo mismo por  él y punto, si bien resultaba terrible y escandaloso para la familia,  que su enfermedad la hubiera sustraído de la realidad, al punto de amar entrañablemente a su “mascota”, también era una gran verdad  que ese amado ser,  benevolente y maravilloso había aligerado todos sus males. 

Natasha ahora estaba cierta  qué,  su fiel Jesús ignoraba su condición canina él, ¡No sabía que era un perro!  Y ella, por ningún motivo lo sacaría de su error, a estas alturas de la vida, ¿hacerlo sentir solo una mascota? ¡Jamás, no sería justo!


Abrumada por la revelación que la vida acababa de brindarle,  dejó de lado sus pensamientos, unió su viejo silencio al nuevo silencio del breve espacio sin Jesús; sintiendo que sus piernas no soportaban más el cansancio de su cuerpo, sus rodillas temblorosas cedieron hasta dejarla echada al ras del piso, ahí, se armonizó con desenfado en la mullida alfombra, lamió con insolencia sus patas delanteras gimiendo con alivio y cerrando sus melancólicos ojos, se quedó profundamente dormida.

2 comentarios:

  1. Sorpresivo final, no lo esperaba jajaja

    Felicidades Margarita!!! esta padre, un aplauso (clap)

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  2. En verdad me encantó, que ingenioso.

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